Después de unos breves segundos Ciel reaccionó y de un manotazo no muy brusco, apartó la mano de Sebastian para levantarse él mismo y caminar rumbo a la salida.
- ¿Qué haces ahí aún? – Preguntó mirándolo molesto. – ¿No piensas venir?
- Disculpe, joven Ciel. – Respondió apacible y con una sonrisa en su rostro. – Ahora vamos.
Ambos caminaron hasta el comedor, donde los atendieron los sirvientes de la mansión Phantomhive con los mejores platillos. Al terminar la comida, Sebastian se levantó de su asiento y se acercó al pequeño. Jaló su silla y, sin darle tiempo a reaccionar al menor, lo levantó de la misma.
- ¿Qué es lo que te ocurre, Sebastian? – Preguntó exaltado el menor.
- No ocurre algo en especial, sólo quería ayudarlo y comentarle que quiero hacer una prueba de maquillaje para su próximo evento. ¿Está de acuerdo?
- ¿Qué? ¿De qué hablas? Yo no tengo próximo evento aún… deja de decir tonterías y vete a hacer otras cosas, porque aunque no lo creas, tengo muchas cosas qué hacer. – Se separó con violencia de su empleado.
- Está usted en un error. Su tía Angelina me entregó un celular con su agenda de los próximos 6 meses y, según esto, tiene un evento de entrega de premios de televisión la próxima semana.
- ¿¡Qué!? ¿Por qué Madame Red te dio eso a ti? Tú solamente eres mi estilista, no tienes por qué saber todo lo que haré en los próximos 6 meses. – Exclamó más que alterado el pequeño, que demostraba un color rojo intenso en su rostro y un ceño fruncido.
- Lo siento si esto le es inoportuno, pero a mí me parece excelente tener su agenda, ya que así podré planear desde antes sus looks para lo que se necesite y que no se vea como cualquier otro artista del montón. – Dijo seriamente Sebastian, sin embargo no dejaba de sonreír, lo que empezaba a desesperar a Ciel.
- Tendré que hablar de esto con Madame Red, por ahora no quiero hacer esa “prueba de maquillaje” – haciendo comillas con los dedos al decir lo último.
Se dio la vuelta y se dirigió hacia la salida para después seguir a las escaleras y comenzar a subir, sin embargo al dar con el segundo escalón, sintió que alguien lo tomaba del brazo sin dejarlo continuar con su camino. Giró para saber quién osaba impedir que no fuera a su estudio a proseguir con su trabajo y fue una sorpresa para él que esa persona fuera la misma que hace unos momentos estaba con él comiendo.
Su cara expresó perfectamente lo que en esos momentos sentía, con su ceño fruncido y sus ojos más fríos que de costumbre.
- ¿No te dije que me dejes en paz?
- Una vez más, disculpe. He escuchado, de su representante, que hay alguien que es una especie de rival para usted: el joven Alois Trancy. – Mencionó evadiendo la pregunta del ojiazul. – Es cierto que tiene un muy buen asesor de imagen que lo hace lucir espectacular y que usted con su antiguo asesor apenas y lograba superarlo en imagen. Yo le ofrezco mis servicios y le aseguro que se verá miles de veces mejor que él, pero para que esto funcione yo le pido su cooperación.
Las palabras del más alto hicieron que las facciones de Ciel se relajaran, no se esperaba esas palabras por parte de su estilista. Aunque realmente no le gustaba aceptar que Alois Trancy era su rival, era verdad y era todavía más verdadero que detestaba el hecho de perder ante él, de la manera que fuera. Simplemente por el hecho de que el pequeño diablillo rubio le restregaba sus triunfos en la cara y lo hacía quedar mal frente a los espectadores. Lo que le sugería el mayor le hizo pensar seriamente acerca de cooperar con él para tener una mejor imagen que Alois.
- Está bien, vamos a hacer lo que tú digas por ahora. Pero no tardes más de una hora porque tengo otras cosas importantes qué hacer, ¿entendido? – Terminó aceptando el chico ojiazul.
- No se preocupe, mi trabajo es rápido y preciso. Sólo falta una cosa, necesito que me preste un cuarto en el cual pueda trabajar tranquilamente y pueda tener todos mis instrumentos de trabajo.
- Claro, ve por tus cosas y sígueme, te daré una de las habitaciones desocupadas.
El pelinegro mayor obedeció y después de unos minutos ambos ya se encontraban en el cuarto antes mencionado por el pequeño de ojos azul ultramar. Sebastian se dedicó a acomodar todos sus materiales y luego le indicó a Ciel que se sentara. Una vez hecho esto, comenzó a trabajar, modeló el cabello del menor de una y otra manera, probó distintos maquillajes al natural e incluso le pidió al joven amo que le mostrara su armario.
Sebastian ya tenía listo todo lo que necesitaba para que el joven Phantomhive luciera único en el próximo evento de la sociedad de las estrellas de cine y televisión.
- Bien, por hoy hemos terminado. Gracias por cooperar, joven amo.
- Sí, como sea. – Se paró de su asiento y salió de ahí sin decir una palabra más.
Al salir no pudo notar la ligera pero sincera sonrisa que mostraba su estilista, una sonrisa distinta a las que siempre mostraba.
- Pareces más interesante de lo que pensé, Ciel Phantomhive. – Dijo para sí mismo una vez que el ojiazul ya no estaba en la habitación.
En el estudio principal de la mansión se encontraba Ciel con sus manos en su cabello y con la cara tintada de un color carmín. Se sentía extraño, durante el tiempo que había estado con Sebastian no se había sentido así, hasta que lo vio trabajar con él. Sus latidos se habían acelerado considerablemente, provocando que aumentara su presión arterial y había hecho hasta lo imposible para no sonrojarse frente a su empleado.
No lograba entender por qué le sucedió eso estando tan cerca de él, viéndolo trabajar con tanto esmero y seriedad. Ahora comprendía por qué su trabajo era tan bueno. Para su mente aún sin madurar por completo decidió dejar esos sentimientos como un tipo de admiración por Sebastian. Se convenció de que era eso por lo que se había puesto así. Para él no había otra razón por la que pudiera haber sentido eso, ya que él sólo era un adolescente y Sebastian ya era un adulto, y el hecho de que demostrara de que en realidad tenía una gran habilidad en su trabajo, lo había hecho admirarlo. Sí, eso era. No podía ser nada más.
CONTINUARÁ…