Para el atardecer, el pequeño Ciel ya tenía terminado todo el papeleo de su trabajo como presidente de la empresa cinematográfica. Se sentía agotado por todo lo que había pasado ese día: la mudanza de Sebastian, la comida, la estúpida prueba de maquillaje que hizo que aflorara sentimientos demasiado confusos para él.
Suspiró y se levantó del escritorio, se acercó a la ventana y pudo observar desde ahí, cómo en el jardín Sebastian jugaba con un pequeño gatito negro, lo que hizo que, inevitable e inconscientemente, se formara una linda sonrisa en sus labios. Al percatarse de su mueca de felicidad se sonrojó y se alejó con rapidez de donde estaba. Su pulso de nuevo estaba acelerado y sus mejillas coloradas.
Decidió que lo mejor sería salir de ahí e ir a cenar algo. Tal vez el exceso de trabajo y la mala alimentación lo estaban haciendo pensar cosas sin sentido.
Se desplazó con agilidad y cuando estaba bajando las escaleras principales vio entrar a Sebastian con una mueca de felicidad en su cara, y esto causó que su corazón latiera más fuerte. Disimuló su emoción y puso una expresión por demás seria.
- ¿Qué sucede, joven Ciel? – Le preguntó el de ojos rojizos sin entender por qué la mueca del menor.
- Sucede que no puedes entrar a la mansión después de tocar a un gato porque, si no lo sabías, soy alérgico a ellos. – Respondió agrio y sin dejar de mirarlo con un rostro de enojo.
- ¡Oh! Lo siento, joven amo. Nadie me había dicho algo acerca de su alergia, pero es que los gatos son criaturas tan enigmáticas y lindas. Tienen unas patitas muy suaves y un pelaje tan sedoso…
- No me importa cómo sean los gatos, yo sólo te digo que no te acerques a mí cuando hayas tocado a uno, y espero que ni siquiera hayas pensado en meter a uno de esos animales a mi mansión. – Exclamó molesto y sonrojado, interrumpiendo el discurso acerca de los gatos de Sebastian.
- No se preocupe, mis intenciones jamás serían poner en riesgo su salud. – Mencionó siendo muy cortés el hombre más alto.
- N-no dije que quisieras dañar mi salud, sólo… sólo no metas a algún gato aquí. – Dijo el menor bajando su tono de voz y sonrojado porque no esperaba la réplica de Sebastian.
- No tiene por qué avergonzarse, joven Ciel. – Se acercó al pequeño y lo tomó del rostro. – Sólo es la verdad lo que digo, yo estoy aquí para servirle, no para dañarlo.
- C-como sea, ahora déjame ir, tengo hambre. – Se zafó del agarre de su estilista y siguió caminando velozmente.
El mayor decidió seguirlo y a poco pasos de él, lo tomó suavemente del brazo para detenerlo. El joven volteó y se encontró con el rostro del más alto muy cerca del suyo, a lo que esta vez no pudo evitar sonrojarse frente a Sebastian.
- Joven Ciel, sería un honor para mí acompañarlo a cenar. – Exclamó sonriente.
- Haz lo que quieras. – Susurró resignado sólo para que su acompañante se alejara y no se diera cuenta de su cara teñida de color rojo.
- Gracias, joven Ciel.
- O-oye, Sebastian… no me agrada que me llames “joven Ciel” o “joven amo” todo el tiempo, tú sólo eres mi estilista, creo que para ti está bien que sólo me digas Ciel. – Dijo al tiempo que desviaba su mirada del hombre con ojos rojizos.
- Como quieras… Ciel.
El último mencionado ignoró lo dicho por Sebastian y continuó caminando. El otro simplemente lo siguió con una amplia sonrisa de satisfacción.
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A la mañana siguiente alguien entró estrepitosamente a la habitación de Ciel, gritando cosas que interrumpieron su plácido sueño, a lo que despertó molesto fijándose en todos lados para encontrar a la culpable de su horrible despertar. Y la vio, ahí sentándose junto a la ventana después de abrir las cortinas. No era nadie más que su “queridísima” tía Angelina, mejor conocida como Madame Red. Lo miraba con una enorme sonrisa y unos brillantes ojos.
- ¡Ciel! Qué bueno que ya despertaste.
- Sí, claro… yo desperté porque creí que era una buena hora para despertar con tus escándalos, Madame Red. – Respondió sarcástico, totalmente molesto y con un aspecto adormilado que lo hacía verse muy tierno.
- ¡Vamos, querido! No es que yo busque molestarte, pero surgió algo demasiado importante que te va a animar. – Dijo moviendo las cejas de arriba abajo. – ¿No quieres saber de qué se trata todo este asunto?
- La verdad es que preferiría seguir durmiendo, pero si tanto insistes… vamos, dímelo.
- Hoy tienes que ir a un programa de espectáculos súper importante… y eso no es todo. – Mencionó antes de que Ciel la interrumpiera con un comentario de desinterés. – No es cualquier programa, es el programa de modas más importante de todos, quiero decir, es el programa de Nina Hopkins, ¡¿Entiendes?! Tendrás la oportunidad de aparecer en su programa, en el cual tu querido amigo Alois Trancy nunca ha aparecido. – Diciendo lo último en un tono sugerente para que Ciel aceptara ir.
- Dile a Sebastian que se prepare. – Respondió mientras se dirigía al baño para arreglarse.
- Él ya lo sabe, pequeño sobrino ingenuo. Él es el segundo en enterarse de tus eventos, después de mí, claro. – Sonrió porque sabía que había convencido al menor sin tener que hacer un gran esfuerzo.
La pelirroja se fue de la habitación para dejar que Ciel se arreglara un poco. Porque era muy evidente que quien le ayudaría con el look de ese día sería el asombroso y sensual Sebastian Michaelis.
El hombre encargado de la imagen de Ciel ya lo esperaba en la habitación que era como su salón de trabajo personal. El pequeño llegó hasta ahí después de desayunar y tomó asiento en frente de Sebastian –el cual estaba de espaldas– esperando a que éste le indicara qué era lo que iba a hacer para su imagen ese día. El mayor estaba terminando de acomodar todo lo que necesitaría y luego se giró hacia el pequeño de ojos azules y lo contempló durante unos segundos, los cuales fueron eternos para Ciel, ya que el de ojos marrones no articulaba palabra alguna, sólo lo observaba.
- ¿Tengo algo en la cara? – Preguntó el menor para zafarse de la incómoda situación en la que Sebastian lo tenía.
- No, sólo admiraba tus ojos. – Respondió sincero y sin inmutarse. – Pero mejor empecemos.
>> Madame Red me comentó acerca de la transmisión a la que tienes que ir hoy, Ciel. Al parecer algo en ti llamó la atención de Nina para que decidiera invitarte a su programa, no invita a cualquier persona, debes saberlo ya. Por suerte hoy estoy contigo para ayudarte a lucir espectacular frente al público. También me contó Madame Red que Alois Trancy jamás ha sido un invitado de Nina, lo cual es muy importante para ti, ya que podemos ocupar esta oportunidad para destacarte más que a ese pequeño mocoso rubio.
Todo lo que decía el ojimarrón lo decía con una paciencia y seguridad increíble, pero al mencionar a Alois, la sonrisa que tenía en sus labios, se desvaneció y pudo notar en sus ojos un tinte de malicia, además del tono que utilizó al llamarlo “pequeño mocoso rubio” le pareció en exceso despectivo. Sin embargo eso le agradó. Le agradó el hecho de que Sebastian estuviera de su lado y sintiera desprecio por la competencia.
Ciel sonrió ante las palabras de su estilista y pensó que de ahora en adelante podría confiar completamente en Sebastian. Así sería, tendría plena confianza en él para poder trabajar juntos sin problema alguno.
- Bien, Sebastian. Entonces comencemos ya.
El más alto se levantó de su asiento, se dirigió hacia el menor y se dedicaron a escoger su ropa y accesorios que llevaría puestos para mostrarle a la excéntrica Nina Hopkins. El programa duraba 2 horas y tendría 2 cambios de ropa además del primero.
Para el primer atuendo eligieron algo sencillo: un traje Armani elegante de color negro acompañado de un chaleco debajo del saco para darle elegancia y éste sobre una camisa de color azul oscuro con puntos blancos, y para el toque final unos zapatos Berluti de color café.
El segundo atuendo fue un poco más casual: Una camisa de color azul opaco con un saco azul oscuro por encima de ésta, con un pañuelo a cuadros rojo y negro en el bolsillo del saco para darle más estilo, un pantalón de corte recto de un tono oscuro y con unos zapatos de ante color arena.
Y para el tercer y último atuendo, Sebastian se atrevió a darle un toque más rebelde: Una camiseta gris de rayas verticales con una chamarra negra de mezclilla un poco deslavada, un pantalón gris opaco y deslavado con una abertura en la rodilla izquierda y unos botines negros de piel, en cuanto accesorios eligió un collar largo de perlas negras y blancas y un cinturón con una hebilla un poco remarcada.
Una vez elegidos los tres atuendos que usaría el menor en el programa de Nina esa noche, decidió arreglarlo todo. Ordenó sus maquillajes y sus instrumentos que le serían necesarios, los guardó todos dentro de una pequeña maleta y la aseguró como si de una caja fuerte se tratara, a lo que Ciel se quedó un poco perplejo ante eso.
- ¿Por qué aseguras tanto tu maleta?
- Eso, Ciel, es porque no permito que nadie toque mis cosas, son personales y además ni siquiera son mías, son tuyas. – Respondió sonriendo ante la pregunta de su pequeño jefe. – Y el hecho de que sean tuyas las hace más importantes, ya que yo ocupo materiales específicos para cada una de las personas para las que he trabajado y tú no eres la excepción.
- Oh… ya veo. – Decidió no hacer más preguntas y salió de allí para hacer otras cosas antes de tener que irse al foro en donde se grabaría el programa de Nina Hopkins.
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Más tarde ya se encontraban en uno de los camerinos del foro donde sería la transmisión de Nina’s Seasons. Sebastian lo preparó con la primera vestimenta y el maquillaje adecuado a ella. Obviamente no necesitaría tanto maquillaje como una mujer, pero lo necesitaba para lucir mejor.
Así que fue el turno de Ciel, justo cuando Nina mencionó: “Por ser un día especial, tenemos a un invitado especial, ustedes seguramente lo conocen como el pequeño arrogante de Funtom. Así que adelante, querido. Aquí está Ciel Phantomhive”…
CONTINUARÁ