Ciel se sintió un poco mareado por la abrumadora cercanía de su estilista y eso hizo que se tambaleara, a lo que el mayor lo sostuvo por la espalda y lo recostó.
El pequeño sólo se dejó llevar por Sebastian, aunque por dentro su mente le decía que no debía dejarse tratar con tanta confianza por un empleado más. Sin embargo ignoró sus pensamientos y se quedó observando al mayor, que estaba juntando los trastes de su pequeña cena para llevárselos.
Antes de que Sebastian pudiera salir de la habitación, Ciel lo llamó con un poco de timidez y con las mejillas coloreadas de un rojo intenso.
- Sebastian… de nuevo gracias por la cena.
- No es nada, Ciel. – Sonrió ante el agradecimiento del menor y salió por la puerta, cerrándola con mucho cuidado.
Ciel permaneció en su cama con el corazón latiéndole a una velocidad impresionante y se recostó una vez más para calmarse.
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A la mañana siguiente, había gran ajetreo dentro de la mansión Phantomhive ya que ese día se llevaría a cabo la importante entrega de premios de cine y televisión Sairyou, en la cual Ciel sería uno de los invitados especiales junto a su, no muy buen amigo, Alois Trancy, quien también competía por el premio “Mejor actor joven”.
Ciel estaba estresado por todo lo que conllevaba ese día, pues tenía que ser mejor –en todo aspecto– que Alois; y todo eso empezaba con su imagen ¿y quién era el encargado de su imagen? Nadie más que Sebastian Michaelis, su nuevo estilista, y eso sólo lo hacía llegar a un grado de estrés mayor, ya que comenzaba a sentirse de una forma extraña cuando estaba cerca de ese hombre alto y atractivo de ojos con un tinte rojizo.
Recientemente había tomado un baño, su tía y manager, Madame Red, ya estaba en la mansión arreglando todo lo que fuera necesario para irse de ahí a la hora exacta para llegar con anticipación al lugar del evento, que sería en Londres en el Royal Opera House. Tendrían que llegar a tiempo para la gran entrada por la alfombra roja y deslumbrar a todos con la presencia del gran Ciel Phantomhive, que a su corta edad ya era considerado uno de los mejores actores.
- Mey-rin, apresúrate con el auto, debe verse radiante para que Ciel llegue en él junto a mí y a Sebastian. Tanaka va a conducir y quiero que Finnian y Baldroy se vayan en otro coche para que asistan a mi pequeño sobrino en todo lo que necesite. ¿Entendieron? – Habló la pelirroja siendo totalmente seria y clara acerca de lo que necesitaba.
- Entendido, Madame. – Respondieron todos los sirvientes juntos.
Todos siguieron las órdenes de la pelirroja y se fueron a hacer su trabajo.
El joven de ojos azules estaba esperando a que Sebastian le explicara qué era lo que usaría esa noche en la entrega de premios, se encontraba sentado en su cama no sabiendo el momento en el que el mayor entraría a su habitación, así que empezó a secarse el cuerpo con su toalla y luego con la misma se restregó el cabello para reducir el exceso de agua. Simplemente el menor no contaba con que justo en ese momento el hombre de ojos marrones abriera la puerta de su cuarto y entrara en él, quedando impactado por la imagen que Ciel le regalaba de su cuerpo totalmente al desnudo. El último al notar la presencia de Sebastian en la habitación, rápidamente se intentó cubrir con la toalla y su cara se enrojeció por completo, sintiéndose totalmente avergonzado porque el mayor lo observaba fijamente sin pudor alguno.
- ¿Qué no sabes tocar la puerta? – Exclamó molesto y avergonzado el más joven.
- Lo siento, Ciel. No toqué porque me dijiste que en cuanto estuviera listo todo para comenzar a arreglarte entrara en tu habitación. – Respondió apacible el más alto. – Pero no te preocupes, ambos somos hombres, no tiene nada de malo en ver tu cuerpo, tenemos los mismos miembros… sólo que en diferentes tamaños. – Dijo Sebastian totalmente burlón, pero mostrando una pequeña sonrisa.
- ¡Cállate! N-no importa si ambos somos hombres, no me siento cómodo cuando alguien más ve mi cuerpo. – Bramó el pequeño aún con su sonrojo bien marcado.
- De nuevo, lo siento. No esperaba encontrarte así. – Se disculpó al notar que el ojiazul ya estaba bastante molesto y avergonzado. – Mejor comencemos a arreglarte, ya que por lo que oí, tienes que verte mejor que Alois Trancy.
- ¡Sí! Ese niño escandaloso siempre quiere que yo quede como un tonto ante todos, pero nunca le funciona, y esta vez no sólo va a quedar como tonto él, sino que también lo sacaré de la lista de los mejores vestidos. – Exclamó decidido Ciel. – Por eso es que tú estás aquí.
- Yo he visto que tú siempre has estado en esa lista en cada evento social de los famosos, que hay. – Replicó Sebastian preguntándose cuál era el punto del menor.
- Lo sé, pero siempre dicen que Alois viste mejor porque es más atrevido con su estilo. – Ciel mencionó con un tinte de molestia en su voz. – Esta vez quiero verme mucho mejor que ese niño rubio pseudo actor.
Sebastian rió por lo último dicho por el niño de hermosos ojos azules y procedió hasta el armario del antes mencionado. Tenía un registro digital de cada prenda, zapatos y accesorios que estaban en posesión del joven de 13 años. Reviso en las prendas nuevas y logró hacer 3 buenos conjuntos para Ciel, quien sólo lo miraba expectante. El más alto se acercó a donde Ciel y le mostró las tres combinaciones.
- Verás, Ciel. Elegí tres atuendos ya que uno es para la entrada por la alfombra roja, el segundo es para estar en la ceremonia y el tercero es para cuando anuncies el premio a la mejor banda sonora… junto con Alois Trancy. – Le explicaba el ojicafé, señalando cada atuendo.
- Entonces dime cuál atuendo es para qué momento.
- Bien, el conjunto para la entrada por la alfombra roja es este. – exponía Sebastian. – Llevarás una camisa de mezclilla, un pantalón casual de color negro, unos zapatos completamente negros, a excepción de una pequeña franja de color beige alrededor, y un abrigo de color verde opaco. Es algo casual pero sin perder la formalidad.
- Me agrada. Continúa.
- No, Ciel, es todo lo que diré por ahora, ya es tarde. Debemos empezar a alistarte. – Sonrió ampliamente, claro que sin mostrar los dientes, pero a Ciel le dio un escalofrío porque se dio cuenta de que esa era otra de sus falsas sonrisas.
Sebastian se acercó al pequeño y éste al notarlo tan cerca, comprendió qué era lo que el mayor quería. Con toda la vergüenza plasmada en su cara, se deshizo de la toalla que lo cubría, se puso él mismo su ropa interior y luego dejó que su estilista lo ayudara a colocarse la demás ropa. Una vez que ya no le hacía falta alguna prenda, el ojiazul se sintió aliviado al ya no sentir las manos de Sebastian sobre su cuerpo, puesto que cada que sentía hasta el más mínimo roce con él, su cuerpo reaccionaba de una manera extraña y lo hacía desear más las manos de su empleado sobre sí.
Todos esos sentimientos lo manejaban cuando el ojimarrón estaba cerca de él, así que lo que menos quería era estar tanto tiempo junto a Sebastian.
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Esa misma tarde ya se encontraban en el auto Madame Red, Sebastian y Ciel rumbo al gran evento en el que, según Angelina, Ciel sería ganador al premio de mejor actor joven, pasando por encima del mocoso rubio que tanto molestaba a su sobrino consentido.
Al llegar al lugar, había cientos de paparazzi por todos lados, desde que bajaron del auto, Ciel fue asediado por camarógrafos y periodistas que le hacían infinidad de preguntas a las que ni siquiera le daban tiempo de responder, por lo que su manager intervino. Apartó un poco a los periodistas y dijo unas cortas palabras para que se quedaran satisfechos, por lo menos en lo que Ciel lograba llegar a la alfombra roja.
- Como representante de Ciel Phantomhive, queda en mí comentarles que él decidió dar una conferencia de prensa en una semana, en la que ustedes podrán aclarar todas sus dudas con él. Gracias. – Fue todo lo que tuvo que decir para que los paparazzi se alejaran de ellos durante un buen rato.
Siguieron con su camino hasta llegar a su objetivo, la alfombra roja; donde Ciel era esperado por muchos más camarógrafos y alguno que otro periodista con permiso para estar ahí.
Justo antes de poder caminar por ahí, algo, o mejor dicho, alguien le impidió el paso al ojiazul y a sus acompañantes –Sebastian y Madame Red–, a lo que el joven de cabello negro azulado puso una cara de fastidio.
- ¡Hola, Ciel! – Exclamó con mucho ánimo un joven rubio de ojos azules que no era nada más ni nada menos que Alois Trancy. – ¿Cómo has estado? Hace tanto tiempo que no nos veíamos.
- ¿Qué quieres, Alois? – Preguntó molestó Ciel, sin darle importancia a la pregunta del rubio.
- Nada, sólo venía a desearte suerte. Ya que ambos estamos nominados al premio del mejor actor joven… que gane el mejor. – Dijo burlón el fastidioso ojiazul y se dio la vuelta, pero antes de irse comentó otra cosa. – Por cierto, lindo abrigo, se parece bastante al mío.
Después de eso el chico molesto se fue. Ciel no comprendió bien lo último que dijo el rubio, sin embargo se dio cuenta a lo que se refería cuando notó que Alois llevaba una vestimenta similar a la de él, sólo que la de Alois se componía por un suéter delgado de color guinda, un pantalón muy parecido al de él –Incluso de color negro–, unas botas al tobillo de color marrón, y el toque final que los hacía lucir un atuendo muy parecido… el abrigo, eran casi idénticos sólo cambiaba un poco el color y el estilo, ya que el de Alois era rojo y de tela gabardina y el de él era verde y más formal.
Lo único que atinó a hacer fue mirar con enojo a su rival y luego le dirigió una mirada de reproche a Sebastian por haberle elegido un conjunto muy parecido al de Alois Trancy. A lo que el estilista se sintió un poco culpable y desvió su mirada sin mostrar expresión alguna, aunque por dentro estuviera reclamándose a sí mismo por no haber hecho un mejor trabajo y haber recibido inconformidad por parte de Ciel; lo que menos quería en ese instante.
CONTINUARÁ…d84;