Lograron llegar a la alfombra roja, y en cuanto notaron la presencia del dueño de la compañía Funtom, y uno de los mejores actores del momento a pesar de su corta edad, los camarógrafos se enfocaron en él, al igual que algunos periodistas que esperaban a que Ciel continuara con su camino para poder entrevistarlo.
El ojiazul sólo sonreía, obviamente con falsedad, y les seguía el juego porque sabía perfectamente que no podía dar una mala imagen de sí mismo. Era obvio que todos sabían del gran carácter que tenía el joven Phantomhive, pero también admiraban completamente su fuerza y su manera de dirigir una compañía de televisión y cine tan grande, además de poder actuar tan bien como alguna vez lo hicieron sus padres.
Hizo todo el recorrido entre fotografías y una que otra entrevista corta para algunos reporteros de revistas, programas de farándula y hasta de páginas de moda y espectáculos en internet. Lo único que no se esperaba era encontrarse a Nina Hopkins por ahí, quien al verlo se acercó a saludarlo eufóricamente y comenzó a preguntarle cosas acerca de su outfit y cómo lo había elegido, y en cuanto Ciel mencionó a Sebastian, Nina hizo una extraña mueca y no lo cuestionó más, se despidió y se fue a otro lugar.
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Ya que estaban dentro del lugar, fueron a buscar sus asientos, que estaban casi hasta adelante. Se acomodaron en sus lugares, pero antes de que diera comienzo el evento, Ciel tenía que cambiar su ropa, así que se levantó del asiento junto con Sebastian y se fueron a los vestidores, que estaban abarrotados por todas las personas que también harían un cambio de vestimenta.
- Sebastian, no me quiero cambiar aquí, hay mucha gente. – Susurró Ciel acercándose un poco más al mayor para que nadie más pudiera escuchar.
- Oh, eso es un gran problema, Ciel. Me parece que no hay otro lugar para cambiarse. – Respondió pensando en algo para complacer al más joven. – ¿Quieres esperar a que todos hayan terminado?
- No podemos tardarnos, la entrega de premios va a comenzar y tengo que estar ahí para cuando eso pase. Si no estoy ahí, los medios van a correr rumores estúpidos acerca de mí.
- Bien… en ese caso puedo ayudarte a cubrirte mientras tú te cambias, aunque no podré ayudarte mucho con la ropa. – Propuso el de ojos cafés mirando directamente a los ojos azules y dejando un poco pensativo al dueño de estos. – ¿Estás de acuerdo?
- Está bien, si no hay otra manera, creo que eso servirá. – Accedió el pequeño Phantomhive.
Sebastian le pidió a uno de los ayudantes del lugar que les trajera el segundo vestuario de Ciel Phantomhive que habían mandado guardar. Se hicieron hacia un lado, algo apartados de los demás para no llamar tanto la atención, y unos dos minutos después llegó el asistente al que el mayor había pedido ayuda y les entregó un porta trajes. El estilista le ayudó a Ciel a quitarse el abrigo y le entregó el porta trajes; con el abrigo le ayudó a cubrirse un poco y el pequeño siguió con lo demás.
Se quitó la ropa quedando sólo en bóxer y al sentir la mirada de Sebastian, su rostro adquirió un gran sonrojo y se giró hacia la pared para sacar la ropa que tenía que ponerse ahora. Empezó con el pantalón, pero perdió el equilibrio y pensó que se golpearía con el suelo, sin embargo ni siquiera se lastimó, ya que el mayor lo atrapó entre sus brazos antes de que cayera. Al notar la posición en la que estaban, el sonrojo en su cara aumentó de sobremanera y se apartó con rapidez de los brazos de su empleado.
- ¿Estás bien, Ciel? – Sebastian le preguntó con preocupación en su voz.
- S-sí, no me lastimé. Gracias… por, por sostenerme. – Respondió con un tono nervioso y un poco titubeante. – Sígueme cubriéndome, terminaré con esto para poder llegar a tiempo.
- Claro, Ciel. – Sonrió sinceramente y con satisfacción al notar la reacción que había provocado en el menor de hermosos ojos azules que lo cautivaban cada día más.
Terminaron con lo que tenían que hacer ahí y se fueron a donde Madame Red los esperaba. Se sentaron a su lado, sin embargo Ciel se estaba comportando extraño. ¿A qué se debía su comportamiento? A un sentimiento que había descubierto en los vestidores cuando iba a caer y sintió las manos de Sebastian resistiendo su caída. Se había sentido acalorado y con deseos de que esas manos nunca se apartaran de su cuerpo, y había llegado a la conclusión de que le estaba empezando a gustar su estilista, lo cual era demasiado extraño, ya que tenían muy poco tiempo de conocerse y ese hombre ya lo hacía sentirse de esa manera.
El evento comenzó y empezaron a hablar acerca de la historia de los premios Sairyou y de su importancia, de quiénes habían sido los actores con más premios a lo largo del tiempo y entre ellos estaba Vincent Phantomhive, el padre de Ciel. Al término de ese largo discurso todos los presentes aplaudieron.
El programa se llevó a cabo sin algún inconveniente, hasta que tuvieron que dar unos 20 minutos de descanso, ya que los siguientes premios serían los últimos que entregarían esa noche, y los más importantes.
- Ciel, tienes que cambiarte de nuevo. – Le recordó su tía.
- Oh, es cierto. – Respondió con nerviosismo. – ¿Esta vez quieres acompañarme tú, Madame Red? – Preguntó anhelando que la respuesta de su representante fuera positiva.
- No, querido, ve con Sebastian, él es el encargado de esas cosas. Mencionó algo de hacerle algo a tu cabello y yo no sé nada de eso. – Replicó la pelirroja. – Así que andando, no deben tardar.
- E-está bien. Vamos, Sebastian.
El pelinegro asintió y siguió a Ciel de nuevo a los vestidores, sólo que esta vez sí que tuvieron problemas.
- ¡¿Cómo que mi ropa ha desaparecido?! – Gritaba el menor a un empleado del evento.
- L-lo siento, joven Ciel, pero es que ya hemos buscado en todos lugares y su ropa no está. – Exclamaba cohibido y con delicadeza el otro, ya que no quería hacer enojar más al dueño de la compañía Funtom.
- Es que no puede ser posible que la ropa desaparezca así como así. ¡¿Es que acaso ustedes son estúpidos?! – Gritaba más fuerte el pequeño. – Saben que puedo…
- Tranquilo, Ciel. – Intervino Sebastian, asegurándose de que su jefe no armara un escándalo en un evento social, ya que podría ser perjudicial para ambos. – Yo encontraré la forma de que esto se solucione, vamos.
Tomó a Ciel de la mano y lo llevo consigo sin dejarlo reclamar más, a lo que éste simplemente gruñó un poco y se dejó llevar; sin embargo, la mano de Sebastian sosteniendo la suya con firmeza, pero sin llegarlo a lastimar, hizo que se percatara de que estaban tomados de las manos. Con un movimiento, por demás brusco, se zafó del agarre de su estilista y le lanzó una mirada enojada.
- Puedo caminar yo solo. – Dijo ya completamente fastidiado por lo que estaba pasando. – Tú sólo encárgate de este problema.
- Es lo que hago, Ciel. Me estoy encargando de que no se convierta en un bullicio algo que tiene solución, y así no lleguen los paparazzi a querer inventar otro chisme que no es cierto. – Explicó con total calma el de ojos marrones. – Ya tengo la solución, sólo sígueme y verás.
- ¿Qué clase de solución? – Le cuestionó incrédulo.
- Sólo sígueme, o… ¿quieres que te lleve de la mano de nuevo? – Mencionó lo último en un tono de voz muy bajo y con una pizca de burla, pero Ciel alcanzó a escuchar perfectamente.
- Sólo camina. – Bramó abochornado y sin mirar a la cara de Sebastian.
Sebastian se acercó a otro de los asistentes del evento y le pidió que los llevara a donde se encontrara la ropa y los accesorios de utilería. Una vez ahí, Sebastian tomó unas cuantas prendas y ayudó a Ciel a cambiarse sin salirse del diminuto cuarto en el que se encontraban.
Ya que les quedaba poco tiempo, tenían que apresurarse para llegar detrás de bambalinas porque Ciel sería el encargado de anunciar el premio a la mejor banda sonora, con Alois. Si llegaba tarde, no lo dejarían pasar a anunciar el premio, y el rubio ojiazul quedaría como mejor actor y más responsable que él.
Por la prisa que aquejaba al joven de cabello azulado, se quitó toda la ropa y quedó casi desnudo frente a Sebastian, quien se apuró a vestirlo sin ponerle mucha atención a su cuerpo para no distraerse más de lo normal. Pero por otro lado, Ciel se sintió demasiado caliente al encontrarse las manos de su estilista con su cuerpo. Aunque sabía que esta vez el mayor ni siquiera se había detenido a admirar su cuerpo, él se notaba avergonzado y con su rostro enmarcado en carmín.
Al terminar de arreglar por completo a Ciel, el estilista quedó conforme con el atuendo improvisado que habían hecho con la ropa de utilería. Este se conformaba por un pantalón a las rodillas y una camisa con mangas arriba del codo, ambos a juego, negros con un estampado de líneas verticales y horizontales encimadas formando cuadros asimétricos; unas calcetas negras que le llegaban a las pantorrillas y unos botines negros de piel, sin tacón pero con plataforma. Se veía muy bien el pequeño con esa vestimenta, aunque él no acostumbrara a vestirse así. Al ojiazul también le agradó y salieron rápidamente de ahí para regresar a la premiación.
Como Ciel estaba demasiado apurado, llevó a Sebastian con él detrás de escena sin dejarlo ir, por su distracción.
- Joven Ciel, tiene que salir ya. – Le avisó una encargada del programa. – Lo estábamos esperando, el premio que sigue es el que anuncia junto con el joven Alois.
- Ya sé, lo siento. Tuve un percance. – Explicó rápidamente el más bajo. – ¿Qué tengo que hacer?
- Aquí tienes el sobre con el ganador. Ve con Alois.
Ciel estaba por continuar su camino, cuando lo detuvieron de nuevo.
- Joven Ciel, espere. ¿Quién es él? – Preguntó la chica un poco contrariada por la presencia de alguien más ahí, refiriéndose a Sebastian.
- ¿Qué haces aquí, Sebastian?
- Tú me trajiste, Ciel. – Respondió como si nada malo estuviera pasando.
- ¿Uh? ¿A qué te refieres? – Cuestionó con completa confusión plasmada en su cara el de cabello azulado.
- Cuando salimos del cuarto de utilería, por la prisa me trajiste contigo sin darte cuenta.
- Oh, ya veo… bueno, pues vete a tu lugar ya. – Le ordenó sin rodeos el menor.
- No puede sólo salir, joven Ciel. – Intervino la mujer encargada. – Ya hay muchas personas entrando. Tendría que salir por donde usted y el joven Trancy.
- ¡¿Qué?! ¿Eso significa que Sebastian no podrá salir de aquí hasta que acabe la entrega de premios?
- Hmm… puede que haya otra opción, joven Phantomhive. – Mencionó un poco dudosa la mujer.
- Pues ya dila, no tenemos tiempo. – Reclamó Ciel.
- Él podría salir con el joven Alois y con usted a entregar el premio…
CONTINUARÁ…