-Que estábamos haciendo el amor.- contesté en un susurro también. –Que tus manos me tocaban y tu labios me besaban.- pegué mi pecho al suyo para pasar mis manos tras su espalda y así acercarlo más a mí. –Que me besas como tanto me gusta. Y en dónde más me gusta.- sus manos fueron a más abajo de mi cadera y me sentí travieso.
-¿En dónde más te gusta?- preguntó falsa curiosidad pues lo sabe muy bien.
Me solté de su cuerpo y una vez libre di dos pasos hacia atrás para indicarle con mi dedo índice que se acercara ahora él a mí, y así lo hizo que incluso se agachó a la altura de mi boca para escucharme, sabe que lo diré al aire.
-En mi colita.- susurré y terminé sonriendo con picardía.
…
-Ah, ah, ah.- sus dedos comenzaron a entrar y salir de mi cuerpo tan rápido que era inevitable contener mis gemidos. Presioné los ojos y dejé caer mi cabeza hacia adelante, cuando los entreabrí vi mi miembro totalmente erguido, bajando más la mirada mis pies y al lado de ellos inmediatamente los de Minho.
Son más grandes que los míos, jeje, me encanta.
-No hagas ruido, Muñeco.- negué mordiéndome los labios ¡pero no puedo! Más por el hecho de estar en las duchas improvisadas que puso el papá de L. Joe a los lados de los vestidores, con cubículos muy pequeños quizá de 3 metros por 2 metros en donde terminamos Minho y yo.
Temblé cuando sentí que salían sus dedos de mi cuerpo, me aferré a la cadena de la regadera accionándola, por lo que me cayó agua “no tan fría” haciendo que contrajera todos mis músculos, esos incluye los que estaba dilatando Minho. Tuve que soltarme de esa cadena porque no me quiero enfermar, entonces no vi de otra más que estirar mis manos y sostenerme de la pared de plástico.
-Ahhh~- suspiré cerrando los ojos porque sus dedos habían ido más dentro. –No dejes de move-verlos, por favor.- susurré.
-Junta tus piernas.- miré mis pies, yo los veo cerca. –Más cerca, ciérralas.- asentí lentamente mientras juntaba mis tobillos y sus pies igual se pegaron a los míos. –Mantenlas cerradas.-
Asentí y tragué saliva porque sus dedos habían dejado de moverse, creo que podría dolerme.
Sentí su glande calientito y húmedo en mi entrada.
-¿Min… Minho?- giré mi rostro para mirarlo. La sonrisa que me dedicó hizo que me calmara y estuviera no tan nervioso pero justo cuando comenzó a empujar contra mí, mordí de nuevo mis labios y por inercia me puse de puntitas.
-Aun no estás listo.- susurró sintiendo su calor alejarse de mí, suspiré pero no sé si aliviado o desilusionado, pero todo ese sentimiento se fue al sentir sus manos separando mis pompis.
-Nou… Ah~ Minho.- su lengua pasó por toda mi entrada dilatándome más. Sentí que caería en cualquier momento porque mis piernas comenzaron a temblar que volví a tomar la cadena y la traidora se accionó haciendo que cayera agua sobre mí, aunque al instante de que la bajé la solté para que se cerrara igual me cayó agua. Temblé por lo fría que está pero la volví a accionar al sentir cómo Minho, el agua que resbalaba desde mi espalda hasta mis pompis, se la empezaba a tomar.
-Dios~- susurré al sentir esa sensación de sus labios succionando el agua. –Me, me vas a mataaah~- ¡no! ¡Su lengua no! ¡Digo, sí! ¡Me encanta! –Ah, ah…- comencé a mecer mis caderas para que esa leve embestida fuera más profunda, hasta donde su lengua entre a mi cuerpo será suficiente.
-¿Crees estar preparado ahora?- susurró y su aliento chocó contra mi sensible piel.
-No.- contesté rápido. –Aun no.- quiero seguirte sintiendo así.
-¿Te gusta?- dejó de besarme para volver a tentar mis pompis con sus manos. Como amasándolas no sé, pero me gusta.
-Me encanta.- contesté con los ojos cerrados, definitivamente disfrutando de todo lo que Minho tiene para mí.
–Cierra las piernas.- junté mis tobillos de nuevo sólo que esta vez sus pies se pusieron detrás de los míos, ya no a los lados como antes.
-¿Aquí viene?- pregunté recargando mi cabeza en su clavícula, así pude volver a ver su perfil matador.
-Aquí viene.- afirmó y sonreí. Sentí sus labios besar mi sonrisa así que me apresuré a corresponderle. Era lento y calmada igual que su intromisión, que jamás me dolió porque cuando el beso se acabó él ya estaba dentro de mí. –¿Dolió?- preguntó.
-Para nada.- susurré moviendo mi cadera.
-Me alegro.- él también comenzó a moverse. –Tú no te muevas.- asentí así que dejé de hacerlo. –Pero ponte de puntitas.- así lo hice.
Sus embestidas eran lentas y calmadas, como si su miembro intentara memorizar el camino que tiene que hacer dentro de mí, era tan suave el vaivén que sentí que estábamos haciendo el amor y no el revolcón. Jejeje ya me gustó ese terminó. Y tenerlos.
Junté más mis tobillos recargué de nuevo mi cabeza en su clavícula. Él volvió a besarme lento pero se retiró de mi boca aun tocando mi lengua con la suya por lo que asomé la mía.
En el viento, fuera de nuestras bocas seguíamos rozando nuestras lenguas, yo la subía y él intentaba bajarla, ¡ah! Tuve que regresar mi lengua a su lugar cuando me embistió más fuerte.
Igual mi cabeza dejó de estar sobre su clavícula para dejarla caer a mi pecho, sus embestidas se hicieron más fuertes y continuas, ahora sí tuve que ponerme de puntitas porque sentía que me levantaba más hacia el techo.