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Crossroad por gaaranosabaku

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Notas del capitulo:

Bien es el final no tan anhelado por ustedes, pero toda historia tiene que terminar.

La vida se había empeñado en que Luis y yo no estuviéramos juntos, era demasiado egoísta creer eso, pero me hacía sentir mejor, saber que fue la vida y no yo me daba pequeños momentos de alivio. Pero también tenía noches como la que acaba de pasar, esa en la que no lograba conciliar el sueño. Aun después de tres semanas, no había podido olvidar el momento en que todo se derrumbó, no podía evitar culparme a cada momento; Y es que había sido mi culpa, fui yo quien se acercó a Luis, fui yo quien lo llevo presurosamente por un camino que no era para él, había sido yo también quien lo había dejado desprotegido, quien había decidido que lo mejor era dejarlo.

Mi vida ahora era eso, un “había”, demasiados “había” en mi vida, demasiados tormentos. Mi cuarto, ese en el cual crecí y en el cual estuve con Luis un par de veces, esta noche se sentía más frio que nunca, se sentía vacío, era justo como yo me sentía. Sentía que moría, tenía una semana sin llorar, pero el dolor que no se saca quema más, arde desde adentro, intenta penetrar tus entrañas para salir, pero al final, solo quema y no sale, no porque no pueda, sino más bien porque tú te has hecho solo un poco más tolerante a él. El dolor sigue siendo el mismo, pero tú ya no.

-¿Agustín?- La voz detrás de la puerta me saca de mis pensamientos.

-Adelante.- Conteste como si me hubieran despertado, cosa que no era cierta.

-Perdón por despertarte.- Mi hermana no sabía cómo llevar la situación, su cara mostraba tanta tristeza como la mía.- El desayuno está listo.

-Gracias.

-¿Iras hoy?- Pregunto dándome la espalda mientras salía.

-Tengo que ir al hospital.- Conteste dando por terminado el tema.

No iría a ningún lugar que no fuera el hospital.

Me levante de la cama, con el mismo animo que me levantaba desde hacía tres semanas, me duche rápidamente, el contacto con el agua ya no me producía la misma tranquilidad que antes, tome mi uniforme blanco, mi mochila y mi bata. Salí al comedor donde se encontraba mi familia, mi papá sentado leyendo el periódico, mi mama sirviendo la comida y mi hermana tomando un vaso de jugo; en cuanto notaron mi presencia todos dejaron de hacer lo que hacían, me veían y me molestaban sus mirada, lastima, eso era lo que ellos sentían por mí.

-Me voy.- Dije pasando de frente sin voltear a ver a nadie. Sus miradas me apuñalaban, me victimizaban y me hacían sentir culpable.

-Desayuna.- Insistió mi mamá.

-No, ya voy tarde al hospital.

Tome las llaves del auto y salí de ahí sin mediar palabras, el auto era más frio aun que mi habitación, era el mismo coche en el que salía con Luis cuando era niño. Suspire, recargue la cabeza en el volante, hice uso de todas las fuerzas que me quedaban y me dirigí al nuevo hospital en el cual hacia mi residencia.

 

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Kyu me llevo a su departamento, me sentía mal dejándolos a todos, pero Luis ya había muerto y yo no quería seguir ahí, ese lugar me recordaba lo inútil que era.

-¿Quieres bañarte?- Recordé que no me había bañado desde hacía dos días, así que solo asentí con la cabeza.

Kyu preparo la tina, me quito la ropa como si estuviera tratando con un niño chiquito, después me metió a la tina y me baño, mientras el me enjabonaba yo lloraba, por la muerte de Luis y por lo miserable que lucía en ese momento. Kyu solo tardo quince minutos en bañarme, cuando salí, me arropo con pants suyos y una sudadera que había dejado ahí tiempo atrás.

-Te preparare algo de comer.- Me dijo, no tenía hambre pero él no entendería de razones y aun así me alimentaria.

Me quede solo en la sala esperando a Kyu con la comida, estaba recostado en el sillón, con la manos detrás de mí nuca, observando el techo.

¿Qué había pasado? ¿Por qué había pasado?

No podía dejar de sentirme mal, aun con lo que le había dicho a Luis de que lo dejaría ir, no podía. ¿Cómo le dices adiós al amor de tu vida? Era irónicamente la segunda vez en mi vida que me hacia esa pregunta.

-La comida esta lista.- Kyu salió con un plato de arroz, pechuga frita, ensalada y una taza de té.- El té ayudara a que descanses aunque sea un poco.

Termine hasta el último bocado en completo silencio, no tenía ganas de hablar. El té no había conseguido su objetivo. No quería dormir, no quería despertar y encontrar un mundo sin Luis.

Media hora se había quedado conmigo Kyu pero el cansancio había logrado vencerlo, se encontraba durmiendo tan tranquilamente en el sofá que estaba a lado del mío. Me levante para buscar un poco de alcohol, no bebía pero la gente decía que ayudaba a olvidar, por fortuna Kyu no tenía ni una gota de licor, pero mientras buscaba encontré la caja que había traído conmigo, esa que la señora Elena me había dado.

Tome la caja y me senté de nuevo en el sillón, levante la caja y saque todo lo que había dentro

 

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Llegue al hospital, justo a las siete de la mañana, había mas gente que de costumbre, camionetas de la secretaria de salud, y un sin fin de reporteros en la entrada.

-Doctor pase rápido.- Me pidió el policía de la entrada. Eso nunca pasaba en EEUU.

-¿Qué paso?- Pregunte firmando mi asistencia.

-Hay junta, usted solo espere en la oficina.

Camine a donde se encontraba la oficina de oncología, en México no tenía una oficina para mí solo, era una sala común. Ya ahí se encontraban dos residentes más, que tampoco entendían que pasaba.

Tome asiento y empecé con las notas médicas. Los otros dos residentes me vieron como bicho raro.

-Deja eso.- Dijo uno que aún no reconocía.- Aun no te lo piden, no trabajes de más.

-A mí no tienen que pedirme que me supere.- Conteste sin dejar de teclear en el computador.

El otro residente y su acompañante no dijeron nada, extrañaba demasiado a Kyu.

Adelante tres notas medicas antes de que llegara el medico de base.

-Buenos días doctores.- Dijo uno de ellos. Nosotros contestamos al unísono.- Que bueno que haya alguien que si trabaja.- Nadie dijo nada.- Como pudieron ver el hospital está en brote epidemiológico, por lo tanto se adelantan sus dos semanas de vacaciones, espero que las disfruten y vengan como el doctor Taylor, con ganas de aprender.

Aquella noticia me caía como balde de agua fría. ¿Qué haría yo con tanto tiempo extra?

 

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Metí todo de nuevo a la caja y la cerré, no tenía aun la fuerza para ver un álbum vacío.

Mi celular sonó, conteste porque era una llamada de mi hermana.

-¿Agustín?

-Sí, ¿Qué paso?

-Te paso a la señora Elena.

Por un momento creí que me dirían que Luis estaba bien, pero eso no pasaría.

-Hijo, solo quería decirte que el funeral será en México, mañana en la noche trasladaran el cuerpo, allá lo sepultaremos.

-Lo supuse, yo también iré.

-Bueno, solo para que estés preparado, tu papa ya rento una avión pequeño saldremos a la par que el cuerpo.

-Si señora. Adiós.

¿El cuerpo? ¿Eso había pasado a ser Luis? ¿Solo un cuerpo?

-¿Te iras Agustín?- La voz de Kyu me alerto un poco. Solo pude sonreírle.- ¿Regresaras?

-No, me quedare en México.- Sabia que esas palabras mataban a Kyu pero no quería regresar, ahí haría mi residencia y ayudaría a mi gente.- Tengo que ir al hospital, para pedir mis papeles, suspire.

-Te llevo.

 

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Dos semanas, ese era el tiempo que tenía libre. ¿Qué haría con tanto tiempo? En un país al que acababa de regresar, con gente a la que no recordaba, sin amigos.

-Es genial.- Comento Fernando.- Desde que llegaste no has tenido libre, todo el tiempo te la pasas haciendo algo.

-Porque me mantiene distraído, no sé qué hare con dos semanas.

-Ir a visitar la tumba de Luis.- Mientras bebía de mi café, intentaba aparentar tranquilidad, deseaba que los demás vieran que escuchar su nombre no me dolía más, pero era imposible esconderle algo a alguien que te conoce lo suficiente como para saber cuándo algo te duele aunque no hagas ruido, aunque lleves ese dolor callado en el alma.

-¿Tienes una moto no?- Pregunte evadiendo totalmente ese tema.

-No realmente y además ni te gustan.- Me contesto suspirando, cansado de mis evasivas. Al final él lo sabía, sabía que yo hablaría solo cuando estuviera listo.

-Quiero una moto.- Le comente.- Creo que iré a comprarme una.- Dicho eso me levante del asiento.- Te dejo la cuenta.- Le sonreí antes de irme.

Salí de esa cafetería con la determinación de comprarme una moto, seguía teniéndoles miedo y seguía pensando que eran unos monstruos, pero lo quería.

Llegue a la agencia, ante mis ojos muchas bestias de acero se erguían orgullosas, dignas, eran simplemente hermosas a pesar de todo.

-Buenas tardes.-Me saludo una joven de no más de 25 años, delgada, bien vestida.- ¿Le puedo ayudar en algo?- Su sonrisa era amable.

-Quiero una de esas.- Dije señalando a ninguna moto en específico.

-¿Qué es lo que busca? ¿Velocidad? ¿Elegancia? ¿Aventura?- Sus preguntas me dejaron pensando. ¿Qué buscaba realmente? ¿Matarme? ¿Huir?

-Aventura.- Apresure a decir.- Recorrer caminos nuevos, ver el mundo desde otro ángulo.

Al final después de toda la plática, las sugerencias y consejos de la mujer que era por mucho mejor que yo en ese tema, me decidí a comprar una Aprilia Caponord 1200 Rally, de color gris. Era imponente pero para nada tosca. Me gustaba su estilo.

Llegue a mi casa montado en ella. Todos absolutamente todos en mi casa se sorprendieron.

-Pensé que no te gustaban.- Me dijo Citla que contrario a mí, era admiradora de las motos.

-No me gustan.- Respondí realmente sincero.- Pero me hacen sentir bien.- Me hacían sentir vivo.

Subí a mi habitación solo para empacar un poco de ropa, una casa de campaña, dinero y un sleeping bag. Iría a algún lugar, a ver las estrellas, a distraerme.

-¿A dónde vas?- Pregunto mi papá.

-A ningún lugar.- Le conteste cerrando la puerta.

Eran aproximadamente las 2 de la tarde, demasiado temprano para todo lo que quisiera. Mientras conducía por toda la ciudad, me sentía tranquilo, pase por muchos lugares que ya antes había recorrido, la mayoría en compañía de Luis.

Una lágrima resbalo por mi mejilla, pero inmediatamente el aire la limpio. Eso era lo que más me gustaba de ir en moto, no había tiempo de llorar.

Por último pase por el ángel de la independencia, ahí donde en algún momento había estado con Luis, ese recuerdo se sentía tan lejano, tan irreal. Luis había mencionado un lugar al que quería ir conmigo, un lugar natural, algo como peña de lobos, si mal no recuerdo en ese lugar había cascadas. Detuve la moto y busque en google “Cascadas estado de México” eso fue lo que teclee, el primer resultado me trajo recuerdos, era ahí.

Conduje en la moto me tomo solo dos horas y media llegar a San Rafael, pueblo donde se ubicaban estas cascadas, era un pueblo muy pintoresco, su arquitectura agrada a la vista, corriendo por alado de las aceras había un pequeño riachuelo.

Después de comprar unas cosas prácticas para comer, como atún, mayonesa, sopas, jamón, pan para sándwich, continúe mi camino, seguí subiendo y subiendo. Al final ahí está el parque eco turístico dos aguas.

Estacione la moto, y pague mis veinte pesos de entrada. La naturaleza no me gustaba, pero a él sí. No es como que estuviera viviendo por él o algo así, pero si quería ser capaz de dejarlo, tenía que hacer esto.

-¿Te quedaras a acampar cierto?- Pregunto en guardia de la entrada.- Si es así, necesito que anotes tu nombre y número de teléfono al cual contactar en caso de emergencia.

Anote mi nombre, seguido del número de teléfono al cual llamar en caso de emergencia, era el de Luis.

Camine por el sendero de subida, eran ya casi las cinco de la tarde, debía buscar un lugar donde acampar antes de que obscureciera. Avance solo veinte minutos de camino, encontré un lugar poco inclinado, no había ningún lugar plano donde acampar.

Intente poner la casa de campaña, fue todo un fracaso, no sabía cómo hacerlo, cuando había salido con Luis las cosas habían sido preparados por mis guardias. Al final desistí, que estuviera así medio caída no afectaba en nada, metí todas la cosas y solo quince minutos después empezó a llover, el agua se metía por el techo, el piso se humedecía, era un asco total esa casa. Por fortuna la lluvia paro en poco tiempo, cuando salí a ver que había pasado, todo estaba oscuro, era todo negro, la luna no había salido ese día.

Busque algo para prender una fogata, todo estaba mojado, no prendía. Me llevo una hora prender poco la fogata, calenté un poco de agua, agua que corría por el rio. Me prepare un café, encendí un cigarrillo. El frio era intenso, pero la fogata me mantenía un poco tibio.

Me fui a acostar temprano, me levantaría en cuanto el sol saliera y seguiría subiendo, hasta poder ver esa cascada.

En la madrugada el frio me despertó, el frio era intenso, me dolía el cuerpo por el frio.

Frio, frio, frio…

 

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Cuando llegue al hospital, luego de Kyu me hiciera el favor de llevarme pedí inmediatamente mis papeles para poder cambiarme.

-Piénsalo bien, aquí tienes todo, la base asegurada.- Me intentaba convencer el jefe de oncología pediátrica.

-Ya lo pensé, en México también hay hospitales muy buenos, ahí podre terminar.- Le conteste.- Tal vez algún día vuelva.

-La oferta no estará disponible siempre.- Me contesto de mala gana.-Desde hoy estas dado de baja en este hospital.- continuo.- ¿Hospital Siglo XXI?

-Está bien por mi.- Conteste.- Gracias por todo lo que me ha enseñado en este tiempo.

-Es un desperdicio.- Dijo apretando mi mano.- Pero tengo plena fe en tu talento, no me defraudes ni eches por la borda todo lo que has aprendido aquí. Eres médico, un hombre de ciencia, recuerda esto siempre… Todos los humanos morimos, tenemos un ciclo, de no hacerlo nos volveríamos materia putrefacta, el tiempo que tenemos en la tierra es el suficiente.

-A veces no es el suficiente.- Conteste soltando su mano y saliendo de la oficina.

Fui al consultorio, empaque todas mis cosas, libretas, plumas, libros, sellos, fotos, todo lo que cabía en mi maleta, lo demás lo había puesto en el escritorio de Kyu, los expedientes y una foto, una foto que no habíamos tomado en la universidad, cuando recién empezábamos nuestra amistad. Me sentí nostálgico. Kyuhyun me haría mucha falta.

Después fui a la habitación donde estaban todas mis cosas, empaque lo necesario, aquello que iba a seguir ocupando, mis pijamas, mi ropa, mis zapatos y solo una bata, las demás se las dejaría a mi coreano, era muy flojo para lavar, así que tener batas extras le seria de utilidad.

Salí de ahí con tres maletas, estaba metiendo en un pequeño lugar casi cinco años, era una estupidez.

Entre al elevador, iba a apretar planta baja, pero algo dentro de mí me hizo apretar un botón más abajo, donde estaba la morgue.

Cuando salí del elevador sentí un frio inmenso, era lógico, en ese piso se guardaban todos los cadáveres.

-Doctor.- Me dijo sorprendido el médico forense.- ¿Qué hace aquí? ¿Se equivocó de piso?

-Para nada.- Le conteste.- Quiero ver a alguien.

-¿Alguien? ¿Aquí abajo?

-Sí, falleció a las cinco treinta y dos de la tarde.- Le conteste.

-Pase doctor, ahorita lo busco.

El doctor no tardo ni cinco minutos en poner a Luis sobre una mesa fría, solo una manta cubría su cuerpo. El frio ahí era doloroso.

-Lo dejare solo.

El salió y me dejo con Luis ahí. Las lágrimas volvían a salir amargamente de mi rostro. Haciendo uso de todas las fuerzas que había en mí, descubrí su rostro. Estaba pálido, frio, sus labios comenzaban a ponerse morados.

-Mi amor.- Susurre tomando su mano. Era fría, estaba congelada.- Mi amor perdóname.- Puse mi rostro en su mejilla.- Era lo mismo. Luis no volvería a transmitir calor.

Cuando comprendí eso, le di un beso en la frente, volviéndolo a tapar. Eso no era lo que Luis hubiese querido que yo recordara.

 

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A pesar de no querer recordar a Luis así, el frio siempre traía a mi memoria ese momento, esa última vez que tome su mano. El frio que dolía en especial.

Intente conciliar el sueño lo más que pude a pesar del frio, pero me fue imposible dormir más allá de las 6 de la mañana. Me levante a prender nuevamente la fogata para poder desayunar algo. Tome un café, un sándwich y una sopa instantánea. Después recogí todas las cosas y emprendí mi camino nuevamente.

Camine siguiendo el cauce del rio. A mí alrededor era todo verde, el rio cristalino, el cielo estaba despejado aun después de la fuerte lluvia de la noche anterior y de ser temporada de lluvias.

Al principio me topaba con un par de personas, niños jugando, parejas felices, familias completas disfrutando del agradable día, a pesar de ser un día entre semana.

Llegue a la primera cascada como a la una de la tarde, había un par de familias alrededor mío, yo solo me limite a contemplar el hermoso paisaje que tenía enfrente de mí, era algo espectacular, algo que nunca imagine ni soñé ver. Pero sabía de alguien que si lo había deseado antes, de alguien que se sentiría extasiado de estar en ese lugar, aunque eso nunca pasaría.

Llene una botella con agua, sabia espectacular, era agua totalmente natural. Después seguí mi camino, pero esta vez sería algo más difícil. Para llegar a la segunda cascada había que escalar, era algo muy peligroso. Empecé a escalar, pero me era un poco difícil, mi condición no era atlética, yo no era una persona de ejercicio, no estaba acostumbrado a eso, me costaba demasiado trabajo. No había ni siquiera subido dos metros cuando el aire empezó a faltarme. Estaba a punto de llegar a una superficie nuevamente plana, cuando voltee vi que si pisaba mal, me resbala o me soltaba bien podía caer y matarme. Esa subida era algo peligro, no diseñado para gente como yo, de ciudad, acostumbrada a la comodidad.

Por fin pude subir y caminar a la segunda cascada, que era por mucho más pequeña que la primera, pero ahora solo había dos personas más ahí, era entendible, llegar ahí era muy complicado.

Me detuve ahí solo un par de minutos para descansar, gire un poco mi cuello, la subida era pesada, y más cuando cargaba muchas cosas. Por un momento me imagine a Luis corriendo por todo el lugar, sonriendo, sacando muchas fotografías para llenar ese álbum que le di, mojándome con el agua de la cascada, presionándome para subir, diciéndome que era un anciano que no podía más.

Me puse de pie para llegar a la última cascada, la más grande, antes de ponerme a pensar en más “hubiera”.

Esta vez tuve que escalar más, cada piedra era más resbalosa que la otra, mis manos se resbalaron más de una vez, estaba seguro que si me soltaba moriría, eso quería pero aún estaban esas letras en mi cabeza, “tú que puedes vivir hazlo”. Así que solo me aferraba a las piedras, me sostenía tan fuerte como podía. Al cruzar el rio para llegar a la última cascada estuve a punto de caer, solo me resbale, mi rodilla estaba raspada, pero podía continuar, estaba a nada de llegar.

Cuando llegue la vi, era grande, era hermosa, era algo que no cabía ni en mi imaginación. Subí las piedras y me senté. Contemple el agua caer. Me sentía casi completo, esa experiencia me estaba ayudando mucho, está casi listo para ir a visitar su tumba, eso fue lo que pensé mientras me acercaba a la cascada, la brisa era fría y mojaba, pero era agradable sentir el agua en todo mi cuerpo. Por primera vez en mucho tiempo el agua me hacía sentir bien de nuevo.

 

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Estaba en el aeropuerto a las siete de la mañana, todos estaban ahí reunidos, menos mi papá. Era algo deprimente ver a mi familia y a la familia de Luis vestidos de negro. Yo iba vestido de blanco, en cuanto llegara a México lo primero que haría sería ir al hospital a presentarme.

Mi papa llego después de veinte minutos, todos abordamos el avión, cuando iba a apagar mi celular vi el mensaje que era de Kyuhyun.

“Por favor, vuelve algún día, no te olvides de mí”

Apague el teléfono sin contestar, no iba a olvidar jamás a Kyu. Había sido mi tabla salvavidas por mucho tiempo, pero no quería abusar más de eso, no podía seguir a su lado, yo estaba de cierta forma reteniéndolo, impidiéndole avanzar.

El viaje fue rápido, estuve estudiando un poco lo que iba a decir llegado el momento.

-Llegamos Agustín.- Me aviso mi papa.

Cuando baje del avión fue algo raro, pisar el país de donde había salido huyendo.

-Tengo que ir al hospital.- Le dije.

-Enterraremos a Luis a las cuatro de la tarde.- Me dijo la señora Elena.

Solo asentí con la cabeza y me fui de ahí. Llegar al hospital fue muy fácil. Ahí me recibió un doctor mayor, alto, güero, parecía muy estricto. Su entrevista fue muy dura, solo hasta que vio la universidad de la que era egresado y del hospital del que venía. Después de eso parecía que de verdad quería que me quedara ahí.

Al final ambos aceptamos los términos y decidí que comenzaría  a trabajar el siguiente lunes. Mientras me acomodaba, desempacaba y me ponía al corriente con los temas de ahí.

Al terminar eran las tres y cuarenta minutos. Me dirigí rápido al sepelio. Pero antes de llegar me sentí inseguro. ¿Quién era yo para estar a lado de las personas que habían sufrido con Luis todo el proceso? ¿Yo merecía llorar igual que ellos? La respuesta era no, no lo merecía, no tuve el valor para presentarme a su entierro ese día.

 

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No me arrepentía de no haber estado ahí ese día, nadie me había reprochado, pero seguía pensando lo mismo. No tenía derecho a llorar a lado de ellos. Ellos si habían estado con Luis en todo momento, yo no.

Cuando estaba lo suficientemente descansado, me decidí a seguir, el camino para subir era mucho más difícil, muy pesado y resbaloso. El sendero se había reducido demasiado, era solo lo suficientemente ancho para una persona, el resto era precipicio, un solo paso en falso y moría.

Continúe caminado, hasta que por fin llegue a un sendero amplio y plano. Se habían terminado las subidas. Estaba a nada de terminar.

El camino estaba marcado, llevaba a un mirador. Escogí el camino de la derecha pero no me llevo al mirador que esperaba, por el contrario me llevo a una presa, era un campo abierto, con tres cabañitas construidas de madera, ahí acamparía. Eran las cuatro cuarenta, así que decidí que podía buscar el mirador un poco más, camine siguiendo el camino que marcaba el riachuelo, en algún momento el camino se volvía a hacer angosto, eran escasos 50 centímetros para caminar, de lado izquierdo había agua y del lado derecho un barranco. Caminar por ahí me producía vértigo, parecía que caminaba sobre un puente colgante, cada que paso que daba era aún más inseguro que el anterior. Camine lo suficiente, pero no encontré el mirador, de regreso para poder acampar en las cabañitas levante un poco la mira y observe el mirador, en algún momento se  me tuvo que haber pasado. Mis piernas no daban para más, pero encontré las escaleras que subían al mirador, al llegar a la cima, pude verlo todo, el valle lleno de árboles, a la mujer dormida cubierta con un fino velo blanco, era la mejor vista que el mundo podía regalarme, era casi el momento perfecto, hubiera sido una maravillosa experiencia para compartir con la persona que amas, pero eso no iba a pasar conmigo nunca, aun cuando encontrara a otra persona a la que quisiera mucho, con la cual el nombre de Luis no doliera tanto, sería incapaz de llevarla a ese lugar, ese lugar, esa vista, el aire pegando en mi rostro, el sol a punto de meterse, eso solo iba a ser mío y de Luis. Luis me veía desde el cielo. “¿El cielo existe?” no lo sabía, pero quería creer que sí, quería creer que Luis había estado acompañándome en todo momento del viaje.

Baje del mirador y regrese sobre mis pasos, acamparía en las cabañitas que había pasado, el cielo se veía totalmente gris, esta noche si llovería de sobre manera.

Cuando llegue a las cabañas escogí la segunda de tres, era la más tapada y con un piso más plano. Me dispuse a armar la casa, esta vez me quedaría perfecta; Y así fue, quedo totalmente perfecta, fui a llenar un garrafoncito de agua para preparar el café de la noche, recogí algunas ramas secas para la fogata. Y sin darme cuenta mientras preparaba todo eso, la noche había llegado y la fogata aún no estaba lista, pero haberme tardado un poco más de lo necesario me había permitido un espectáculo sin igual.

Las cabañas estaban en medio de un llano, enfrente estaba la presa, y lo demás era un terreno vacío. Cuando todo oscureció paso lo más maravilloso que había visto, muchas luces empezaron a flotar desde el piso, en cuestión de segundos todo se ilumino… Luciérnagas. Ante mis ojos había un espectáculo que no muchos habían tenido la oportunidad de contemplar, el espectáculo que muchos morirían sin ver, hoy estaba frente a mí. Mis lágrimas volvieron a salir, a pesar de que creía que ya me había quedado seco, no era así, aun había muchas cosas guardadas.

-Luis…- Murmure su nombre mientras me limpiaba las lágrimas de los ojos. Esas luciérnagas seguían subiendo. Imagine que era Luis, Luis que avanzaba a donde sea que tuviera uno que ir después de su muerte.

Me quede contemplando aquellos puntos verdes por un par de minutos, después el frio me obligo a encender la fogata.

Esa noche dormí muy tranquilo, como hacía mucho no lograba hacerlo. No recuerdo muy bien que soñaba, pero cuando desperté tenía mucha tranquilidad en el alma.

Su nombre y su recuerdo seguían doliendo, pero eso siempre seria así. Lo que sentí era raro, pero bueno.

Empaque mis cosas y comencé mi camino de regreso.

Iba a regresar justamente como había subido, era peligroso, pero era el único camino que conocía.

-¿Vas a las cascadas?- Me pregunto un señor treintañero.

-No.- Conteste.- Voy de regreso a mi casa.

-Y por qué no te vas por el camino del sendero, es mucho más fácil y menos peligroso.

-¿Ustedes subieron por ahí?- Pregunte

-Así es, nosotros solo venimos al mirador.- Dijo refiriéndose a él a y su familia.

Seguí el consejo del señor, bajando por el sendero. Ciertamente era más fácil y seguro. Un camino marcado. Mucha gente subía, caminaban parejas tomadas de la mano, familias con niños pequeños.

El camino que el día anterior me había tomado casi seis horas, hoy me tomaba solo una hora y media.

Cuando llegue al lugar donde estaba estacionado mi moto lo comprendí. Volteé la mirada al camino por el cual llegue había sido simple, seguro pero no me mostraba nada espectacular. Después observe el camino por el cual subí había sido peligroso, duro, largo pero me había mostrado las cosas más maravillosas que nunca creí ver, cascadas, luciérnagas, un rio y una experiencia que nunca iba a olvidar.

Así era mi vida, al momento de escoger a Luis años atrás también había elegido ese camino, duro, largo y pesado, pero que te recompensaba con experiencias, sentimiento y espectáculos únicos. Haber huido a Estados Unidos había sido subir por el camino más fácil, fue simple y no represento ningún tipo de esfuerzo, pero al final me había perdido lo más maravilloso… A Luis y a mi familia.

Salí del parque eco turístico renovado, con una mentalidad nueva, con un propósito y objetivo claro. Volver a escoger el camino complicado, ese que parece que va a matarte pero al final, si eres lo suficientemente perseverante te recompensa.

Conduje directo al cementerio donde estaba la tumba de Luis. Cuando llegue no hubo dolor, lagrimas; Fue algo sereno y de un modo irónico reconfortante.

La tumba estaba en una capilla privada, no llevaba flores ni nada. Pedí al velador que me abriera la capilla.

-Lo he estado esperando por mucho tiempo.- Me comento el velador.

-Lo se…

Pase y cerré la puerta, me acomode en el piso y saque la caja que me habían dado. El reloj lo guarde en mi bolso y el álbum lo coloque en mis piernas.

En cuanto lo abrí comencé a llorar, la primer foto que había ahí era la de la última cascada que había visto.

“Espero que algún día podamos ir juntos”

Eso se leía debajo del retrato, el resto seguía siendo fotos de lugares a los que Luis había viajado, la mayoría lo había hecho solo, en una ponía:

“Tuve que decirle a mi mamá que me quedaría con amigo, quería visitar este lugar solo, quería aprender el camino y guiarte cuando regreses.

Pd: El camino es muy fácil, espero vuelvas pronto”

El álbum era eso, eran los “Hubiera” de Luis. 

La última página era diferente, en esa no había ningún paisaje, eran solo cuatro fotos, una era de cuando Luis y yo habíamos ido a aventarnos del paracaídas cuando nos hicimos novios, la segunda era del día del concierto, la tercera y la cuarta eran distintas, era parte de las fotos que habían enviado a nuestras casas, en ellas ambos estábamos tomados de la mano, caminando, nos veíamos felices y no solo eso, nos veíamos enamorados.

Al final de esas páginas había una frase:

“Porque nada es eterno, seamos nada”

Recordaba eso, la vez que él me lo había dicho hacía ya muchos años atrás… Él también vivió recordando nuestro pasado.

Tomé del álbum la primera foto, la de la cascada tres diamantes, y la pegue en la tumba de Luis. No habíamos ido juntos, no habíamos visto las mismas maravillas que nos ofrecía la naturaleza, pero al final los dos había llegado a ese punto, al punto máximo.

 Salí de ahí más tranquilo, si era posible, que como llegue.

Tome la moto y me dirigí a mi casa, cuando llegue lo primero que hice fue abrazar a mis papas, a mi hermana y de paso a Fernando que estaba ahí.

Todos se sorprendieron, pero correspondieron mi abrazo, me dijeron lo mucho que me amaban y lo demasiado que me habían extrañado.

Los demás días que me quedaban libres los pase en general en mi casa, hice cosas que desde que entre a la universidad no hacía, por ejemplo; El primer día en mi casa la pase en pijama todo el tiempo, viendo películas, comiendo palomitas, el segundo salí con Fernz y con el grupo “testosterona”, fue hasta que estaba con ellos que me di cuenta de lo mucho que los había echado de menos. Y así de simples y libres fueron mis dos grandiosas semanas de vacaciones.

Regresar al hospital me había tomado un esfuerzo extra, aunque me había prometido que llegaría con una actitud más positiva.

Tome la moto de la cual ya no me separaba, conduje directo al hospital. Ya todo estaba tranquilo, no había reporteros, investigadores ni nada.

-Buenos días.- Salude al entrar, todos se sorprendieron.- Bueno, primero que nada quiero pedirles una disculpa, mi actitud pasada no fue la mejor, atravesaba por muchos cambios repentinos.

-No hay problema.- Contesto Carla la R2 que me mostro una sonrisa sincera. Contraria a Saúl el R3.

El doctor entro con la misma actitud seria que siempre.

-Buenos días a todos.-Saludo, sin esperar respuesta continuo hablando.- Como saben tras lo que acaba de pasar, el brote epidemiológico y la vista de todos en nosotros es importante que hagan las cosas con más cuidado y dedicación que nunca.

-Si doctor.- Contestamos todos.

-Bueno como tema aparte, quiero decirles que tenemos nuevo residente.- Comento feliz.- Ahorita está en la oficina, pero para que lo conozcan deben ir a dejarle las notas de evolución, indicaciones y expedientes para que se ponga al corriente.

Dicho eso salió. Yo como siempre me apresure a terminar todos mis deberes, me tomo más tiempo del necesario por todos los cambios que había habido en dos semanas, algunos era pacientes nuevos, algunos eran pacientes que ya se iban de alta, otros más eran pacientes que seguían igual.

Después de hora y media, tome todo lo que debía llevar al nuevo residente, con el cual esperaba empezar con el pie derecho, esperaba que fuera trabajador y muy humanitario.

Toque la puerta pero no obtuve respuesta, así que gire la perilla y abrí.

-Buenos días.- Dije entrando. El nuevo residente estaba de espaldas. Cuando escucho mi voz giro su silla.

-Te has tardado más de lo que esperaba.- Dijo levantándose de la silla y sonriendo. Una sonrisa cálida, amable y reconfortante.

Lo único que pude hacer fue sonreír. Era él. Siempre iba a estar él a mi lado.

 

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Aun lo recuerdo esa noche me fui a dormir era lluviosa y muy oscura sin estrella a las cuales mirar en el cielo. Hacía mucho frío y un gran espacio estaba desocupado a lado mío, porque la persona que anhelaba no estaba y no estaría por mucho tiempo a mi lado.

Había conseguido conciliar un poco el sueño, entre deseos de estar nuevamente a su lado y esos tristes pensamientos que me rondaban y gritaban que no lo vería mas, que no debía verlo más, que por eso había salido de mi país, para dejarlo ser feliz.

Solo logre dormir un par de horas, mire mi reloj a lado de la mesa, marcaba las 12:47 am, mi extraño compañero de habitación no se encontraba, no acostumbraba llegar tarde pero eso no era de mi incumbencia.

Me senté en un pequeño sofá que tenía vista directa al patio, era una no muy amplia ventana de cristal, me quede contemplando la lluvia caer y empapar el vidrio. Era una de esas noches que el deseo de tomar el teléfono y marcarle a Luis se apoderaba de mí.

Pero no había pasado más de dos meses, no podía mostrarme débil en tan poco tiempo.

La puerta de la habitación se abrió, era el extraño compañero que tenía, Kyuhyun recordé que se llamaba. Estaba empapado de pies a cabeza.

-¿Estas bien?- Me pregunto, era yo quien debía preguntar eso, pero algo en ese joven pálido, delgado y mojado me hizo hacer otra pregunta.

-¿Alguna vez soñaste con algo que no podías tener?- Le pregunte. Le tomó por sorpresa mi cuestionamiento, era normal, en dos meses que llevábamos juntos no le había dirigido la palabra para nada. A pesar de eso, él se acercó al sofá en el que yo estaba y se sentó en una de las recargaderas, inclino su cuerpo hacia mí y su cabeza quedo sobre la mía. Era raro pero no me molestaba en absoluto su cercanía.

-Si.- Respondió en medio de un suspiro.

-¿Hiciste algo para cambiar eso?

-Lo estoy haciendo.- Contesto mostrándome una sonrisa enorme, una sonrisa que me contagio y correspondí. Por primera vez desde que había llegado a EEUU había sonreído realmente.

Deje hasta ahí la conversación.

-Ve a cambiarte antes de que te enfermes.- Le sugerí.

Él se fue al baño con un cambio de ropa y yo me metí en la cama para intentar dormir un poco. Minutos después sentí un calor repentino a lado mío, era su cuerpo, se había acostado en mi cama, su espalda tocaba mi espalda, estoy seguro que de haber sido cualquier otra persona yo me hubiera molestado, pero era él y algo dentro de mí me decía que lo dejara, sentí como el frio se alejó de repente, mi rostro se relajó notoriamente. Gire mi cuerpo y el hizo lo mismo, en un instante su sonrisa, su cara blanca como la luna, alumbraban mi noche oscura, su cuerpo se acercó a mí, me acuno y me sentí protegido.

-Descansa solo esta noche.- Me susurro al oído.- Desde que llegaste no has podido hacerlo.

Me sorprendí, creí que había sido muy cuidadoso ocultando mis noches en vela, las lágrimas y las pesadillas, pero él lo había notado.

Esa noche supe que dormiría tranquilo en los brazos de Cho Kyuhyun porque el al fin había llegado.

Notas finales:

Como se los dije toda historia tiene que terminar, es el momento de finalizar esta; Se que no era el final que estuvieron esperando por casi tres años, pero en lo personal siento que es lo que la historia necesitaba. 

Espero que les haya gustado. 

Les agradezco a los que me siguieron desde el primer capitulo de "Él novio de mi hermana", tambien a todos aquellos que se fueron sumando en este largo camino.

Sin mas por el momento me despido de todos ustedes, no sin la promesa de que contestare todos y cada uno de los RW recibidos en este tiempo.

Muchas gracias. 

 


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