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Golden Milk por Satory

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Notas del capitulo:

Hola! Hola!!!

Aquí Satory~ Allá quien?... Talbot? Kalfu? :D *Muere de felicidad*

Alguien linda me dejo un comentario ~~ ;) ;) ;)

Y hay, según esta cosa~~ 1198 visitas!!!!!!!! D: Oh eso es tan genial que no tengo palabras!!!!!!!!!!!


Dejando de lado los mensajes personales xD

:D Ya todo mundo noto que estos son los mismos capítulos, contados por Adam! :D Bueno ya solo queda uno así~ y la historia volverá a girar!!!!!! X3

:D Lo malo es que estoy atorada xDDD así que lo más probable es que tome vacaciones xD una o dos semanitas xP… Pinchi bloqueo que traigo!!!!!! (;^;) Tardare! Pero volveré!!!!!!!!!!

Capítulo 9 ~Y su apellido es L'Cierm~

 



Salió del auto sólo para dar frente al helado aire nocturno e instintivamente se abrazó a sí mismo, frotó sus brazos un poco con la intención de darse calor, definitivamente había sido un error llevar una simple camiseta.

—Toma o te vas a enfermar— Giró encontrándose con el brazo de Jean ofreciéndole su saco, el mismo que había llevado puesto. Adam lo aceptó e inmediatamente se lo puso —¡Oh! ¡Te va bien! Para ser de otra talla, esta muy bien— No puso atención al cumplido pues su mente estaba en el reconfortante calor que lo cubrió, era natural ya que Jean lo había estado usando... Y ahí estaba ese aroma otra vez... Era claro que ese aroma era parte de Jean.

—Hola Kathy— Nuevamente se perdió en sus pensamientos hasta escuchar la voz del mayor, notando que ya se encontraban dentro del edificio y frente a la recepcionista.

—Buenas noches señor L'Cierm— Dijo la pelirroja volteando a ver a Adam —El nombre de su amigo ¿Cuál es?— L'Cierm... Ese era su apellido...

—¡Oh! Él es Adam— El moreno estiró su brazo y abrió la palma señalando al joven —Adam, saluda a Kathy— Adam alzó una ceja incrédulo a lo que le pidió... ¿Qué necesidad tenía de presentarlo?...

—¡Ah! Ammm, Hola Kathy— Levantó la mano en forma de saludo, Jean que se quedó con el brazo estirado, dio dos pasos hasta alcanzarlo y tomó su mano, eso lo hizo sentir extraño.

—Buenas noches Adam ¿Será su huésped, señor?— Preguntó la chica volteando a ver hacia Jean.

—Sip, sólo por la noche, creo~ ¿Verdad Adam?— Jean lo miró y Kathy se asomó a su libro nuevamente.

—¡Ah!— ¡Otra vez! ¡¿Cuándo dejaría de distraerse?! —Sí, me voy en la mañana, tengo clases— ¡Ah! ¡Y qué necesidad había de mencionar "Tengo clases"! Debía dejar de divagar.

—¡Oh! ¡Está bien! Que pase buena noche, señor, Adam— La chica sonrió de buena gana, y entonces se vio arrastrado por el moreno a lo que parecían ser elevadores... Arrastrado era una palabra muy fuerte, en realidad Jean no hacía mucho esfuerzo al jalarlo. Podría decirse que era completamente innecesario que lo llevara de la mano, pues no había tensión en el agarre y la sensación no le era molesta, ni siquiera le incomodaba. Lo que era curioso puesto que en ninguna ocasión tomó las manos de sus clientas... Nunca, nunca había hecho algo tan simple como eso, y ese hombre ahora tenía un detalle del tipo "Tierno" con él, un puto de esquina.

Varios jóvenes pasaron junto a ellos entre risas y carcajadas, fue ahí cuando Adam sintió el primer signo de fuerza del cuerpo contrario, al jalarlo hacia el elevador, y recordó entonces que se trataba de un hombre mayor, sintió claramente la fuerte mano que poseía; entonces alguien afuera grito un "Esperen", Jean fue rápido y detuvo las puertas, estas se volvieron a abrir dejando ver a una anciana, que parecía haberse quedado en los años veinte, pues llevaba un traje negro muy de la época, con un abrigo en rojo y un sombrero negro que era adornado por un simpático moñito rojo, tenía a lado un carrito con algunas cajas y cargaba entre los brazos un montón de abrigos.

—¡Señora Epheegine! Permítame ayudarla— Jean salió para ayudar a meter el carrito en el elevador, Adam sintió una corriente fría en su mano, cuando se quedó solo adentro, se miró su propia mano pues había algo extraño en ella, se sentía diferente.

—¡Gracias cariño!— Sonrió la mujer mientras se acomodaban en el ascensor —Tan caballeroso como siempre, eres un amor cariño— Sobó el brazo de Jean mientras este apretaba el botón de su piso.

—No es nada señora Epheegine— Jean lo tomó de la mano nuevamente y se dio cuenta de que lo "Extraño" que había sentido hace un momento era la ausencia de la mano contraria... De la grande y áspera mano de Jean.

—¡Ahh, cariño!— Vio a la mujer alzar los brazos en forma de alabanza al cielo, pero no la veía a ella, su mirada estaba pérdida en alguna parte del elevador—Para una vieja como yo es de lo más dulce que te brinden una mano amiga de vez en cuando, en realidad todo es dulce, hasta la mínima cosa, los viejos somos como los vagabundos de la calle, agradecemos cualquier cosa desde el fondo del corazón, por más pequeña que esta sea— Después de un largo rato el moreno sonrió y señora lo imitó, Adam por otra parte seguía atento al sentir de su mano, y lo curiosamente cómoda que se sentía envuelta en una mano áspera y callosa, apenas puso atención.

—¡Cómo lo olvidé! Revisaré que puedo donar este año— Miró a la mujer.

—¡Oh! Gracias cariño, lo que encuentres será de ayuda, está vez necesitamos muchas cosas más, la subasta tendrá un récord de asistentes, eso no es garantía de que recaudemos mucho dinero, por eso queremos subastar tantas cosas como nos sea posible— La mujer parecía hablar de un asunto serio —Lo que importa es darle algo a los que nada tienen aunque sea poco, ellos lo necesitan tanto, y tú jovencito tienes mucha ropa, anda, dona algo, si conservas sólo un abrigo, ¡Puedes donarme todos los demás! A la gente le encantaran tus abrigos, ¡Esos que trajiste de Francia!— La mujer le dio un codazo con fuerza, y así, la idea de la dulce vieja se esfumó.

—¡Ohw! Sabe ahora que lo pienso, en mi clóset hay demasiadas cosas, tanto que mi ropa está en el clóset de la habitación de huéspedes. Amanda dejó todas sus cosas en mi clóset y no ha vuelto por ellas, ¡Tal vez pueda subastarlas usted!— Jean le sonrió.

—¡Jovencito eso es desalmado!— Otro fuerte codazo —No es de hombres hacer eso— Frunció el ceño y desvío la vista indignada.

—¡Ah! Pero lo importante son los pobres, ellos lo necesitan— Habló imitando el tono que ella había usado antes y a Adam casi se le escapó una risilla —Y Amanda puede comprar fácilmente sus cosas en la subasta ¡Si de verdad las quiere recuperar!— La mujer dudó un rato, al llegar a su piso el timbre sonó, y como si fuera esa la señal esperada, la mujer declaró —Se entregan en cajas con los datos completos y el precio de lista debidamente inventariados, no me hagas hacer doble trabajo jovencito— La mujer salió del elevador, dio unos pasos y se detuvo, nuevamente esperando algo, entonces Jean dio un respingo quedito.

—Señora Epheegine, déjeme ayudarla con esto— Otra risilla quiso escapar mientras salía del elevador. No conocía en nada a esa mujer pero le parecía simpática, y la actitud despistada de Jean le era encantadora.

—Muchas gracias cariño, no sabes lo mucho que te lo agradezco— Sobó nuevamente su brazo, parecía que sólo era cariñosa cuando hacían algo por ella, esa viejecita le estaba gustando.

—De nada señora Epheegine— Sonrió Jean empujando el carrito.

Avanzaron por el largo pasillo hasta llegar a una puerta de madera lisa color blanco, y tocaron lo que parecía ser un timbre camuflado en la pared, una melodía pegajosa le indicó que así era. La puerta la abrió una jovencita... Que no alcanzaba a ver bien pues Jean le impedía la vista, así que se hizo a un lado y se recargó en la pared esperando que el moreno terminara de ayudar a la viejecita.

—Trajo muchas cosas señora Epheegine!— Alcanzó a escuchar la voz de la chica, se asomo sólo un poco y pudo verla bien: una verdadera belleza latina.

—Y este dulce jovenzuelo ¡Traerá más!— Vio a Jean dejar las cajas adentro y volver —¡Miles de gracias! ¿Cuándo me traes las cosas?— La mujer tenía sus prioridades bien claras.

—¡En cuanto me sea posible!— Les sonrió —¡Por cierto! No pude dejar de notar un curioso aroma. Señora Epheegine ¿Qué perfume usa?— Se recargó inclinado en el marco de la puerta.

—Ninguno en especial, ¿Por qué?— Desde su ubicación Adam sólo veía a Jean de perfil recargado en el marco, y le pareció que así se veía mejor, de hecho no parecía un hombre entrando a la adultez, parecía un joven desinhibido, con mucha confianza, y para nada pedante como imaginaba debían ser los ricos.

—Bueno es que huele a canela— ¡Oh, Claro! Ese era el aroma que rodeaba a Jean —Toda usted huele a canela, y en el elevador me recordó mucho a la esencia que Amanda— Ya había escuchado ese nombre otras veces —Ponía en mi ropa, así que pensé en comprarla, extraño ese aroma— Había algo melancólico en sus palabras, posiblemente esa tal Amada era su novia... Mejor dicho ex-novia... No quería imaginarse que estaría revolcándose con un tipo infiel... Y definitivamente no quería marchar la imagen que se estaba haciendo de Jean. Se estaba empezando a imaginar a su propio Jean, y era una imagen un tanto soñadora, lo más probable era que esta fuera destruida en unos minutos cuando ya estuvieran a solas, así que para despejarse decidió prestar atención a la conversación y evitar seguir divagando.

—¡Muchacha tramposa! Debería castigarte Julieta, mira que mentirle al señor "Luciermm"— ¡Ah! Se había perdido una parte de la plática.

—No se preocupe señora Epheegine, ya sospechaba yo que Amanda no hacía ni la mitad de cosas que aseguraba— El moreno se río quedito —Sí me das las dirección iré a dejarla yo mismo— ¿A dejar a quién?.

—¡Que va!, ¡Julieta! Desde mañana pasas por la ropa del señor L’Cierm y la llevas a la tintorería y de paso, ¡Recoges la ropa que nos buscará para la subasta!— Vaya gran resumen, así que hablaban de ropa y más ropa... ¡Claro! Esa viejita hablaba de donar ropa cuando iban en el elevador.

—No se preocupe señor "Lugsierrm", yo puedo pasar por ella cuando usted guste. Señora dejaré esto en la sala, luego vuelvo por lo demás, vaya a sentarse, le serviré la cena— Fue lo último que escuchó de la bonita Julieta.

—Bueno jovencito, esta Venus tiene que alimentarse para seguir fuerte, eres un amor, te veo mañana tempranito con las donaciones, ¡Duerme lindo cariñito!— Pellizcó los cachetes de Jean y cerró su puerta, la mujer definitivamente era cariñosa cuando le hacían favores, nuevamente las ganas de reír afloraron en él.

Sintió como Jean tomó de vuelta su mano y tiró de ella andado en dirección opuesta, lo apretaba y jalaba un tanto más fuerte, le dio la impresión de que estaba ansioso. Para Adam sólo había una razón posible: sexo, Jean quería sexo y pronto.

Terminaron frente a otra puerta, Jean sacó una tarjeta y la metió en una ranura de la chapa, se escuchó un zumbido y luego un click. Jean bajó la manija de la chapa y la puerta se abrió, entraron a algo parecido a un recibidor vacío sin decoraciones, piso, techo y paredes blancas, lo que llamaban la atención eran una puerta y los paneles de madera en las paredes, estos empezaban a mitad de las mismas y llegaban al suelo, de un color caoba fuerte, toda la madera estaba grabada con líneas que se iban en todas direcciones, parecían imitar una enredadera, podía ver las pequeñas hojas bien marcadas. La puerta tenía un hermoso vidrio de buen tamaño con una forma extraña, parecía ser un ovalo y estar atravesando un círculo bien definidos por una pequeña línea de madera que mantenía unidos la madera y el vidrio, este tenía cortes que asemejaban un caleidoscopio de hermosos colores. Jean sacó unas llaves, abrió la puerta y ahí estaba el departamento.

El enorme y sofisticado departamento, la luz apareció de repente subiendo en intensidad lentamente, colores grises y plateados armonizaban con un verde bosque fuerte y brillante, los muebles iban desde negro a blanco, había también algunos de tono grises pero imperaban los blancos y negros.

Jean puso la mano en la pared junto a ellos de lado izquierdo.

—Cuarto de huéspedes y baño— Dio un golpe, señaló con la cabeza un pasillo al final de esa pared, era amplio —Al frente está la recámara principal, se entra por el pasillo, esta es la sala— señaló el espacio a su derecha —Ese es el comedor y la cocina, bueno es obvio, no?, por último ahí derecho está el estudio— Señaló justo frente a ellos, había también un pasillo. El departamento estaba formado por cuatro bloques pero se notaba que al final del pasillo que estaba frente a ellos, lo que sería la pared del estudio y la habitación principal era una cara del edificio, porque tenía justo frente a él a varios metros, un ventanal enorme que dejaban entrar la luz nocturna. Cuando Jean encendió las luces a toda potencia percibió mejor los colores, era hermoso, lleno de marcos en paredes, mesas y en el librero, todos con lo que parecían ser fotos, en las paredes también había algunos con pinturas, ¡Pinturas de verdad! De las que son plastas de oleos sobre tela, Adam se perdió en lo cálido del departamento.

Recordó a la señora Epheegine, a la sirvienta Julieta y la recepcionista Kathy, todas eran muy amables y se preguntó ¿Serían igual de cálidas con alguien que no fuera Jean, o que no fuera inquilino?, ¿Qué tal con un pobretón? ¿O un gigoló como él?. ¡Ah esa sí era buena pregunta! ¿Cómo sería si supieran que él era un prostituto? Aunque de las tres, sólo la recepcionista le dirigió la palabra.

Momento, él estaba ahí por trabajo, mejor no perder tiempo.

—Jean, podrías pagarme ahora, así sería más cómodo— Volteó a ver a Jean que seguía junto a él cómo esperando sus instrucciones.

—¡Claro! Aunque creo que el trabajo para el que te contraté ha cambiado un poco— Y ahí estaba el verdadero Jean con sus intenciones reales, sabía que una vez a solas no tardaría en cambiar de idea —Bueno con lo de la señora Epheegine, bueno ammm ¿Podrías ayudarme a empacar? La verdad es que perdí las ganas de beber je je— Su risa era nerviosa, su voz y actitud también lo eran... ¿Acaso podría estar diciendo la verdad? Podría ser así, ya antes había tenido una clienta que sólo quería pasear y que la tratara como sí fuese alguien especial. Pero Jean no era una joven adolescente con pinta de nerd. Después de todo ya se había hecho a la idea, esperaría a que Jean lo pidiera, todavía quedaba una larga noche por delante.

—Está bien, al fin es tú tiempo y tú dinero los que botas— Señaló el sillón más pequeño —Me sentaré un rato, cuando quieras empiezo— Jean asistió con la cabeza y él tomó asiento.

—Dame dos minutos y vuelvo— Vio correr al moreno hacia lo que debía ser el estudio, recordó que toda la pinta de Jean le indicaba que era un hombre de negocios, pero cuales eran lo tenían sin cuidado. Hasta ese momento, se lo imaginó en grandes oficinas como abogado, contador, o tal vez gerente de algún hotel ó restaurante, lo vio salir sin su maletín y entrar a la habitación. A su mente vino el recuerdo de [Aquel día], L'CTower, ese era el edificio que buscaba... ¿Y sí Jean trabajaba ahí? ¡Claro!, que tonto ¿cómo no lo hiló antes? L'CTower, L'Cierm. Él debía ser dueño o algo así, tal vez era un familiar del dueño, su tío ó primo —¡Oh! Adam, ¿Podrías ayudarme aquí?— Escuchó desde la habitación, así que se levantó y encaminó. La habitación era tan grande como la sala y el comedor juntos, era hermosa, los pocos muebles le recordaban a los que alcanzó a ver en casa de la señora Epheegine, eran de estilo antiguo, con maderas color caoba, intrincadamente grabadas. Al fondo se encontraba el ventanal, a su derecha la cama con sus dos burós, y en la pared a lado de la puerta podía ver algo como una cómoda. En la pared a su izquierda, había dos puertas, la segunda, la más próxima al ventanal estaba abierta así que se acercó, pudo distinguir varios muebles con cajones, era un vestidor. Cada cosa en ese lugar le dejaba claro que Jean era un hombre de mucho dinero, de no ser así, ¿Cómo se permitiría una habitación exclusivamente para ropa y zapatos? Suspiró llamando la atención del hombre que revisaba cajón tras cajón —Lleva esas cajas a la sala y ármalas— Adam tomó los cartones que se encontraban recargados junto a la puerta del vestidor y pudo ver con claridad la enorme cantidad de ropa colgada al fondo del vestidor y el enorme espejo que fungía como pared del lado contrario, salió del lugar.

Detrás de él, llegó Jean con mucha ropa, demasiada ropa. En lo que Adam término de armar las cajas Jean hizo al menos 5 viajes por ropa, otros tantos en zapatos y cajones del clóset rebosantes de cosas pequeñas, podía distinguir uno con muchos sombreros, y por último entró al estudio, volviendo con algunas cintas adhesivas, lápices, hojas y marcadores.

—Bueno aquí pantalones, blusas, faldas, vestidos, abrigos, chaquetas, zapatos, accesorios y joyería, cada uno a su respectivo montón— Adam y Jean se apresuraron a acomodar las cosas en su montoncito, al hacerlo notaron que casi todo era nuevo, con etiqueta y todo; no pudo evitar sentirse mal con tal despilfarro de dinero.

—¡Niño! Marca la caja uno, guardaremos ahí las blusas, marca en la etiqueta un folio, dime color, marca y precio, por ahora ¡Se irá todo lo nuevo!— Jean se veía feliz y así empezó su larga noche.




Horas después... Estaban por terminar.

—Ok, Abrigo de piel con ammm pelaje largo, color magenta, marca USDanger, precio 7,200 dólares— Dictó Adam, ya ni le sorprendía, había sigo testigo del derroche y mal gusto de los ricos durante más de 1 hora.

—¡Estás bromeando! Esa cosa la tiene desde hace dos años, la recuerdo bien, le dije que era horrible y sólo conseguí la cara "¡Bien! Ahora lo pagaras tú" y así perdí 7,200 dólares— Reía Jean mientras apuntaba. A diferencia de Adam, Jean encontró divertido todo eso, casi todas las prendas habían causado algún disgusto de parte de la mujer, pero Jean aunque los recordaba, no parecía afectarle ninguno de esos disgustos, de hecho el efecto era una prominente carcajada —¡No puedo creerlo! dos jodidos años arrumbado, juntando polvo, pudiendo dárselo a la señora Epheegine, ¡Ja!— Soltó —¡Ok, fin de la caja número 16!— Declaró con gozo —Ahora metamos en cajas lo que quedó, supongo que está ropa sí la usaba, o al menos una vez lo hizo— Jean tomó un cartón y lo extendió.

—Jean— Llamó Adam, aún en el suelo sellando la caja con la cinta. Tal vez era por cansancio mental, pero se animó a preguntar, y saciar la curiosidad que había nacido en él cuando vio a la viejecita Epheegine, dejando atrás su auto impuesta regla "Sólo es trabajo".

—Sí, dime— Concluyó el armado de la caja.

—¿Por qué la señora Epheegine, subasta ropa?— Jean se le quedó mirando y luego tomó el bulto de blusas restantes —Noté que hablaba sobre los pobres, pero lo hacía con mucha seriedad— Dijo mientras marcada un enorme "16" en la caja.

—Me parece que tenía un esposo antes de que yo viniera a vivir aquí, el señor era muy amable por lo que he escuchado, y desde que murió hace esta subasta, consigue cosas de sus excéntricos amigos y las subasta entre esos mismos excéntricos, aunque parece que este año tendrá asistentes reales— Sonrió —Ella lo llama "Pagar sus culpas", ella dice "sus", así que supongo que se refiere a las compras estúpidamente excéntricas, como el adefesio magenta. En realidad lo toma muy en serio, sé que también hace cenas y otros eventos de caridad, aunque no sé que tan bien le va— Volvió a sonreír.

—Así que caridad— Su voz salió lúgubre, en su mente el recuerdo de un amplio comedor vino a él, el comedor de la casa hogar donde pasó parte de su infancia, también recordó a los voluntarios del lugar, cada noche preparado una nueva cena.

—¡Sip! Sí tuviera más tiempo me gustaría acompañarla un día, me parece que sábados y domingos ayuda en un comedor de la séptima avenida... Ó era en el centro de Brooklyn... Ó en Bronx— Dijo Jean mientras tiraba en una caja lo que quedaba de cosas, sí, esas joyas que parecían costosas sólo las dejó caer, selló la caja —Por favor acomoda las cajas y pon está aparte— Alcanzó a verlo ir a la cocina.

"Pagar sus culpas", parecía una gran frase... Él no se sentía con ninguna culpa... pero sí le parecía que podía ayudar. Platicaría con la viejecilla y sí era posible ayudaría, la idea del voluntariado ya había cruzado su mente en varias ocasiones, pero sinceramente no encontraba el tiempo, lugar u ocasión para hacerlo, ahora parecía que algo se había puesto a su favor y dejado la oportunidad a su alcance.

Definitivamente el conocer a Tyler había sido el parte aguas en su vida. La próxima vez que lo viera le daría las gracias, tomó asiento en el sofá, y se quedó mirando al hombre en la cocina que le daba la espalda.

Su concepto de Jean no había cambiado mucho, confirmó que era un hombre rico, una persona distraída, con un encanto extraño, bastante penoso en cuanto al sexo y su nivel de idiotez parecía no poder ser definido. Pero, había algo más que le intrigaba: Su actitud en cuanto al nivel en el que se encontraba. El hombre era rico, sus conocidos eran ricos, los lugares, este edificio y la torre L'C, que asociaba a él eran ricos, y por la cantidad de ropa, miró a las cajas, que parecía tener la tal Amanda, ella también era rica; parecía que tuvieron o todavía tenían una relación, así que se trataba de una pareja en un mundo rico... Pero Jean simplemente no le parecía encajar ahí. Le parecía diferente, se burlaba del despilfarro, y con las anécdotas que escuchó mientras empacaban se dio cuenta que Jean era como un ciudadano promedio, sin arrogancia, ni excéntricas necesidades. Su vista se centró nuevamente en el moreno.

Y en su mente había una pregunta.

¿Qué hacía un idiota común en el mundo de los ricos, y con tremendo apellido?



 

Notas finales:

Si me dejan sus comentarios les entrego mi corazoncito ;) Así de fácil soy~

Las quiero pequeñas mentes depravadas  :D <3


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