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Backstage por LadyScriptois

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Notas del capitulo:

18/01/2014

 

Capítulo 11

 

Aproximadamente, quinto mes de las vacaciones de Tokio Hotel.

 

—Entonces, ¿Te vas de viaje con el raperito? – preguntó Georg.

 

—No le digas así. – pidió divertido Bill.

 

Ok, Anis. – se corrigió el bajista.

 

—Vamos a Suecia. A un pueblo pequeño. – siguió contandole.

 

Suecia, un pequeño pueblo. Claramente quiere que seas su esclavo sexual. – aseguró el bajista.

 

—Cállate, cállate. – pidió sonrojado Bill.

 

Tienes razón, demasiado pervertido. Se le nota a leguas que le gustas mucho como para asustarte de ese modo.

 

—No-no le gusto. – dijo bajito, casi titubeando.

 

¿No me digas que no ha intentado algo contigo? – cuestionó sorprendió y recibió silencio. Eso confirmaba algo.  — ¿Bill? – llamó ansioso.

 

—Un beso. Sólo un beso. – respondió rápidamente.

 

:::

 

— ¡Bill, han venido por ti! – anunció Simone.

 

El menor de los gemelos no pudo evitar sonreír ante la noticia y arregló un mechón de cabello antes de bajar. Cuando estaba bajando las escaleras podía escuchar su voz respondiendo algunas interrogantes de su madre, mientras lo guiaba a la sala para esperar, y se ruborizó sin poder evitarlo.

 

—Hey. – le saludó sonriente, asomándose a donde se encontraban los otros dos y su rostro terminó de enrojecerse cuando esa sonrisa cautivadora, que solo observó a través de una pantalla en las últimas semanas,  fue dirigida hacia él. —Pensé que cuando decías diez minutos eran diez minutos, no menos. – dijo haciendo un puchero y provocando una risita en Anis.

 

—Eso indicaba el GPS. – se defendió el mayor.

 

Bill sentía ese extraño impulso de ir a abrazar a Bushido, pero allí estaba su madre, sonriendo ante el reencuentro de dos buenos amigos. Sin embargo, parecía que las ganas que tenían ambos chicos de hacer algún contacto flotaban en el aire y Simone al percatarse de ello decidió ir a la cocina por algo para el rapero.

 

—Entonces ¿Tu equipaje ya está listo? – preguntó el de tez bronceada.

 

Anis se preguntó dónde quedó la comodidad que había entre ellos días atrás y supo que desapareció junto al aliento de ambos cuando se besaron. El mayor no sabía cómo actuar ante Bill ni como ignorar el querer besarlo luego de que probó sus labios.

 

—Sí, ¿Volamos dentro de tres horas, cierto? Sería bueno que nos marcháramos apenas podamos, aún tenemos casi dos horas de viaje en auto.

 

—Nos iremos cuando tú decidas. – respondió Anis.

 

—Te traje algo de beber, querido. – informó Simone, presentándose con una bandeja al lugar. —Toma asiento. – ofreció y el rapero lo hizo.

 

—Mami, iré por mi equipaje, debemos irnos pronto. – dijo el menor y desapareció por las escaleras.

 

— ¿Suecia, eh? – cuestionó Simone sentándose al lado de Anis.

 

—Sí, conozco un lindo lugar allí y creo que le gustará a Bill. – respondió, sintiéndose un poco analizado por la madre del menor.

 

—Me alegra que decidieras llevarlo de viaje. – dijo y eso alivió al rapero. —Con todo lo que está pasando, no ha tenido unas verdaderas vacaciones. Falta tan poco para que finalicen y vuelva a ese mundo tan estresante. – suspiró y luego le sonrió al rapero.

 

—Lo mismo pensé. Él necesita distraerse un poco y creo que en la próxima semana podrá hacerlo. – dijo sincero.

 

—Bill me contó que tú fuiste quien lo llevó al doctor. – comentó mirando al otro. —Muchas gracias por apoyar a mi hijo. – le agradeció.

 

—No tiene por qué, señora. He llegado a apreciar a Bill.

 

—Él también te aprecia mucho. Solo ha hablado de ti desde que llegó. – delató al menor con una sonrisita.

 

— ¿De verdad? – preguntó Anis, intentando esconder su entusiasmo ante la madre de Bill.

 

—Sí, así que supongo que lo dejo en buenas manos. Vigila que cumpla con sus comidas y que tome sus medicinas. – le pidió.

 

—No tiene que pedirlo, lo haré. No se preocupe por eso.

 

Simone por un momento caviló en su mente el preguntarle al rapero si sabía la razón por la cual Bill no quería decirle algo a Tom, pero lo ignoró. Decidió creer en lo que le dijo su hijo menor, y es que conociendo a sus gemelos, tal vez era cierto y Bill no quería mortificar a su hermano.

 

—Listo, podemos irnos. – dijo Bill bajando las escaleras con una pequeña maleta y su bolsa de diseñador.

 

— ¿Llevas tan poco equipaje? – preguntó divertida Simone, al ver la única maleta de Bill. Estaba acostumbrada a que el menor se llevara montones, incluso en un viaje de dos días.

 

—No, en mi habitación esta la otra, pero no puedo con ambas. – explicó y se encogió de hombros.

 

—Déjame ayudarte. – ofreció Anis. —Ve por la otra, yo llevaré esta al auto.

 

Luego de una corta despedida y de que Bill le asegurará a su madre que llevaba todo lo que debía, pudieron partir a Berlín y allí tomarían un avión a Suecia.

 

:::

 

Nieve, nieve, nieve, nieve y más nieve. Eso era lo único que veía Bill por la ventanilla de la camioneta  que alquiló Anis. Empezaba a creer que el mayor estaba confundido.

 

— ¿Estás seguro que es por aquí? – preguntó, hace casi una hora desde que había anochecido y que el mayor seguía conduciendo sin parar.

 

—Ya estamos cerca, ¿Quieres relajarte? – dijo divertido el mayor.

 

—Es que no entiendes, tonto. Si se hace media noche podemos ser comida de Pie Grande.

 

—Espero que no lo estés diciendo en serio.

 

—No, pero tengo miedo.

 

—No te preocupes, sé a dónde vamos. Además, estás conmigo. No dejaré que algo malo te pase. – afirmó, haciendo sonrojar a Bill.

 

—Lo único malo que puede pasarme eres tú, que no sabes a dónde vamos. – murmuró, intentando ocultar su rubor.

 

:::

 

Apenas observó la fachada del hotel, Bill supo que allí estaría calentito y bien abrigado.

 

Luego dudó un poco, porque al entrar al complejo hotelero no se dirigieron a la recepción del enorme y lujoso edificio. Anis siguió por un bello y cuidado camino durante casi quince minutos, hasta que se mostró una entrada similar a la principal y una edificación de al menos tres pisos muy parecida a la anterior. El mayor le pidió que esperara en el auto mientras él se dirigía a allí.

 

Todo estaba bastante solo, pero sin duda bien cuidado y alumbrado, tal vez era la hora; los varios caminos del lugar estaban bien despejados de nieve y por todas partes había una decoración invernal y de cristal que hacía parecer el lugar como un moderno y sofisticado cuento de hadas. Pronto Anis volvió al auto y continuaron moviéndose, esta vez siguiendo a un pequeño auto, similar a los utilizados en golf, pero este era muy interesante y lujoso como todo el lugar.

 

Bill afirmó que dormiría calentito cuando llegaron a la cabaña. Entendió que el lugar se dividía en un área más pública, que era la principal, y  un área mucho más privada que era donde se encontraban Anis y él. Las cabañas eran de dos plantas, en madera pulida, cálidas, acogedoras, bien decoradas, muy calentitas y estaban bastante distanciadas una de la otra, otorgando la privacidad que se buscaba ofrecer.

 

— ¡Me encanta, me encanta! – manifestó, dando saltitos por todo el lugar cuando el botones se marchó y Bushido sonrió complacido. —Gracias, Bu. – dijo cayendo en sus brazos con una sonrisa casta y divertida.

 

—Me alegra que te guste. ¿Sabes esquiar? Podemos hacerlo cuando queramos y tenemos una pista de hielo natural para nosotros. – le informó.

 

—No sé hacer algo de eso, pero supongo que aprenderé.  – concluyó.

 

—Yo puedo enseñarte. – se ofreció y Bill asintió emocionado. —Pero por ahora, solo podemos dormir. Así que, ve a desempacar que a partir de mañana tenemos una semana para relajarnos.

 

—Está bien. – obedeció y besó la mejilla del mayor antes de dirigirse a su habitación.

 

El mayor sabía que era una locura lo que estaba haciendo y que Blass lo mataría por haberse fugado de viaje mientras estaban preparando el lanzamiento del álbum. No le importó, porque las ganas de estar y ver a Bill fueron superiores a su responsabilidad y la gratificación de ese sacrificio sería el ver al pequeño feliz y sonriente por todos esos días. Con eso, el mayor sentía que cualquier trasnocho laboral era justificado.

 

:::

 

Tomó una ducha caliente y se colocó su pijama con un sweater antes de desempacar y cuando ya estaba finalizando, el mayor tocó su puerta.

 

— ¿Puedo pasar? – preguntó.

 

—Claro. – aceptó Bill, terminando de guardar sus maletas ya vacías en el closet y sentándose en el borde su cama.

 

—Quería mostrarte esto. – dijo sentándose al lado de Bill y tendiéndole una carpeta.

 

—Anis. – expresó el menor, viendo incrédulo al otro.

 

Semanas atrás, cuando Bill consiguió pasar cinco días sin vomitar, su humor lo llevó a diseñar ciertas cosas, lo que terminó en dos posibles tatuajes. Al finalizar el trabajo, no estuvo seguro si algún día podría hacerlo, pero él ansiaba la libertad, el poder librarse de lo que le hacía daño y de ese enfermo amor.

 

La idea estuvo rondando en su mente y él creía sentir que estaba cerrando una etapa, que se estaba encaminado a recuperar su salud, y él quería compartir esos sentimientos con alguien y tener su opinión. Ese único alguien con el que pudo confiar fue Anis.

 

Y luego de tener su incondicional apoyo: estaba allí, mostrándole unas modificaciones que le hizo a los diseños originales y cumpliendo con su palabra de que lograría que se tatuara algo hermoso.

 

Cada detalle nuevo que le agregó el rapero los hacía ver más perfectos y sin duda Bill quería tener eso en su piel.

 

—No es mucho, solo unas cositas que creo que los hacen ver un poquito mejor, ya lo que tú hiciste era hermoso de por sí. – dijo. Seguían siendo los que Bill dibujó, solo que ligeramente mejorados.

 

—Me gustan. Me gustan mucho. – dijo sonriente.

 

—Genial. Y si estás seguro de querer hacerlo, solo avísame. Conozco a alguien que es muy bueno.

 

Bill le había pedido a Anis que le recomendara algún tatuador, ya que la única experiencia que tuvo en su vida la hizo en una calle de tatuajes clandestinos cuando aún entraba a la pubertad.

 

—Ten por seguro que te avisaré. – afirmó, aún observando maravillado los dibujos y ansiando que sean parte de él.

 

—Bien, supongo que quieres descansar. – comentó observando su reloj, era muy pasada la media noche. 

 

—Solo un poco. – dijo entre un bostezo.

 

—Eso es un sí. – dijo divertido.

 

—Tú si te ves cansado. – le comentó. — ¿Despertaste temprano para ir por mí a Magdeburgo, cierto?

 

—Nada que unas horas de sueño no puedan arreglar. – dijo sonriente ante la preocupación del otro.

 

—Pues entonces ve. Buenas noches. – le deseó y se acercó para besar la mejilla del mayor, sonrojándose cuando al separarse la barba de Anis rozó su mejilla y recordó aquel suceso.

 

—Buenas noches para ti también. Cuídate de Pie Grande. – dijo divertido.

 

—No, para eso estás tú. – dijo cruzándose de brazos.

 

—Entonces, sólo grita. – pidió y acercó su mano a una de las mejillas escarlata de Bill y la acunó, para luego besar la otra.

 

:::

 

El pueblito era tan chiquito y pintoresco que Bill lo describió como esas aldeas donde viven los ayudantes de Santa Claus.

 

—Parece que alguien vio mucha televisión de pequeño. – fue el comentario que hizo Anis, haciendo que Bill le diera un juguetón mohín de enojo, el cual borró besando su blanca y bonita nariz. — Tu nariz está helada. – dijo al separarse y siguió escogiendo algunas cosas para comprar, observando como Bill tocaba disimuladamente su nariz para luego fruncir el ceño al sentirla fría.

 

Bill se sintió descubierto y dejó de tocar su nariz, para luego cruzarse de brazos.

 

—Tu barba me hizo cosquillas. – se defendió y el mayor rio.

 

A Anis le parecía que el menor se veía adorable con su largo cabello ondulado suelto y cubierto por un gorro de lana en color gris; estaba bien abrigado con un jean justo, un sweater grueso con corte casual y sobre el una gruesa gabardina, todas las piezas en tono blanco; tenía unas botas de nieve grises combinando con la bufanda y guantes de ese mismo color. Sus mejillas estaban totalmente sonrojadas debido al frío y, para Bushido, sus esponjosos  labios combinaban a la perfección con ese apetecible tono rosa. El rapero por su parte vestía todo de negro y Bill concluyó que ese color le hacía ver muy atractivo.

 

Bushido le confesó a Bill que ya había estado en ese lugar, así que el menor se dejó guiar por el mayor, quien parecía saber perfectamente a donde ir y venir. El día pasó volando y decidieron volver al hotel cuando comenzó a anochecer, ya que este quedaba  en las afueras del pueblo.

 

Antes de llegar a la cabaña, el rapero fue a la recepción para solicitar un par de patines de hielo, teniendo planeado intentar patinar al día siguiente.

 

— ¿Estás seguro que no quieres intentar patinar ahora? – le preguntó Anis cuando llegaron al lugar.

 

—Es de noche ¿Y si se parte la pista y caemos al agua?  A esta hora es difícil que venga alguien a rescatarnos. – se negó el menor, un poco aterrorizado.

 

—No sucederá. – le aseguró. —Ven, intentemos hoy un poco y mañana te sigo enseñando antes de ir a esquiar. ¿Te parece? – preguntó tomando los dedos de Bill y uniéndolos con los suyos.

 

—Está bien, pero si me sucede algo será tu culpa. – le responsabilizó divertido, mientras volvía a colocar sus guantes y cruzaban la puerta trasera de la cabaña.

 

:::

 

—No me sueltes, no me sueltes. – pedía Bill muerto de miedo.

 

—No te soltaré. Solo déjate guiar.

 

Anis tenía las manos de Bill sujetas y patinaba hacia atrás para poder guiar a Bill de frente.

 

—Solo afírmate en el hielo y muévete fluidamente. – le pedía, mientras halaba suavemente de sus manos, logrando que el menor se acercara al frente y él se distanciaba para continuar el movimiento.

 

—Anis... – lloriqueó.

 

El rapero continuó con infinita paciencia y un poco divertido, hasta que Bill tenía más confianza y podía sólo sostenerse con una mano a Bushido.

 

—Ahora, quédate aquí. – le indicó, posicionándole en el centro de la pista. —Yo iré hasta allá y tú iras hacia mí. – explicó, soltando la mano de Bill y patinando hasta un extremo.

 

Bill observó su alrededor, estaba rodeado de hielo.

 

—No, Bu.  Ven a buscarme. – le pidió, casi perdiendo el equilibrio. —Anis.

 

—Ven, Bill. No es tan difícil. – le animó y Bill se mordió su labio inferior pensativo. —Impúlsate hacia mí y déjate ir.

 

—Pero...

 

Una ráfaga de viento frío hizo crujir las ramas, Bushido no les prestó mucha atención, pero Bill...

 

— ¡Se va a romper la pista! – le escuchó gritar Anis.

 

—Bill, no cierres los... – cayó en la nieve con el menor sobre él. —... ojos.

 

—Te dije que no me dejaras solo. – le acusó con voz pequeñita, aferrado al cuello del mayor aunque ya estuviesen fuera de peligro. —Realmente pensé que iba a caer al agua. – dijo escondiéndose en el cuello del otro, asustado.

 

— ¿Por qué pensaste eso? – preguntó, colocando una mano en su espalda baja al sentirlo temblar.  —La pista está intacta. – dijo, recostando su cabeza en la nieve.

 

— ¿Y ese ruido? – preguntó desde su escondite, ahora avergonzado. — ¿No fue el hielo rompiéndose?

 

—No, fueron unas ramitas moviéndose. – explicó divertido. —Vamos dentro. – dijo, pero el menor no parecía tener intenciones de levantarse para él poder hacerlo.

 

—Tienes que ayudarme, no me quiero resbalar de nuevo y que se parta el hielo esta vez. — ¿Qué haces? – cuestionó y Anis tomó su cintura para girar sus cuerpos y dejarlo a él en la nieve. —Oh.

 

El mayor sonrió y se arrodilló en el hielo para levantarse. Cuando lo hizo pidió las manos de Bill.

 

—Afirma bien los patines e impúlsate o se congelará tu trasero. – indicó divertido.

 

—Tonto. – murmuró, tomando las manos del mayor e impulsándose, pero Anis también haló de él y perdió el equilibrio, cayendo de nuevo en el hielo y cerca de la nieve, arrastrando al otro con él.  —Lo siento. – se disculpó sonrojado por la cercanía y su aliento acarició los labios de Bushido.

 

Anis lo observó. Sus ojos: sus malditos ojos hipnóticos, que parecían una piscina de miel capaz de enredarlo en su dulzura. Sus mejillas sonrojadas por el frío. Sus labios rojos como un delicioso vino, y él sabía que tan deliciosos eran, los cuales estaban húmedos por el brillo labial. 

 

Observó los labios rosados de Bill y luego observó sus ojos, pero tuvo que volver a sus labios cuando la lengua del menor los acarició suavemente dejándolos húmedos. Eso fue demasiado para el rapero.

 

Bill podía ver la determinación en  los ojos de Anis y algo se revolvió en su vientre al ser observando de esa manera, algo en su mente se activó, intentando recordarle que Tom también lo miró así, que no se dejara caer. Pero hace mucho que alguien no le miraba así: con atracción, con un poco de deseo, con cariño. Y no fue capaz de recordar cuando fue la última vez que Tom le miró así, que le hizo sentir hermoso, como el dueño de los únicos labios que quería besar.

 

No recordaba cuando fue la última vez que Tom le miró de esa manera antes de iniciar un beso suave.  Peor aún, no fue capaz de encontrar en sus memorias la última vez que Tom le besó con cariño.  Sus recuerdos se bloqueaban, no iban más allá de los ojos penetrantes y duros de Tom. Estuvo a punto de sumergirse en esos ojos, en ese recuerdo, en esa noche, en esas palabras y en ese dolor; pero sentir la barba de Anis en su mentón lo arrebató, esos ojos café que le hicieron sentir bonito de nuevo lo mantuvieron alejado, permitiéndole respirar el aire cálido de su aliento mientras se iba acercando, demostrándole a sus labios que aún podían sentir cuando lo besó. 

 

El rapero, lo sintió temblar, casi paralizado, pero luego sintió una mano del menor acariciar su cuello, exactamente en el costado donde tenía su tatuaje, mientras correspondía casi inmediatamente el beso. Apoyó su antebrazo al lado de la cabeza del pelilargo para no dejar sobre él todo su peso y la otra mano de Bill se aferró a su nuca cuando entró en su boca.

 

Su saliva era dulce, sus labios eran suaves y su lengua un poco tímida. A Anis le encantó esa combinación tan embriagante.

 

Bill no tenía que hacer una comparación para saber que Bushido era un buen besador. No era un beso excesivamente húmedo, sólo lo necesario para que revelara que al menos una boca estaba siendo visitada; tampoco hambriento ni extremadamente delicado, sin embargo Bill se sintió querido y de alguna manera deseado; y tuvo que aferrarse más a Bushido cuando este acarició su paladar con la punta de su lengua y algo que hace mucho tiempo no salía de sus labios se dejó escuchar.

 

Anis sonrió complacido cuando un gemido tembloroso escapó de los labios de Bill.

 

El rapero aprovechó, profundizando un poco más, y las manos del rockero tuvieron que aferrarse a las ropas contrarias. Eran demasiado extrañas esas sensaciones provocadas por alguien que no era Tom, siempre creyó que sólo él podría provocarlas.  Pero no era Tom, porque Tom más nunca le besaría. Sólo era Bushido quien le besaba y no se sintió tan incómodo como pensó que sería ser besado por alguien más que no fuese su hermano.

 

Sus manos se relajaron, y las enredó en el cuello de Anis. El beso se intensificó y Anis se tuvo que separar cuando su mundo se sacudió ante el sabor de Bill, en cómo se sentía y todo lo que provocó.

 

La respiración del menor se volvió irregular y el mayor entendió que se estaban privando del aire que empezaban a necesitar. Se separó con un beso casto y Bill lo observó con esos ojos de largas pestañas, mientras su pecho subía y bajaba con rapidez, y nuevamente su lengua recorrió rápidamente sus labios que esta vez estaban un poco hinchados. Anis sonrió ante esa imagen y Bill, con sus mejillas totalmente sonrojadas, también lo hizo.

 

Sin borrar la sonrisa de su rostro y ante un Bill un poco confundido, se levantó y se sentó en la nieve para quitar sus patines. El menor se sentó a su lado y se sorprendió a un más cuando el mayor, estando sólo en unas medias que al menos parecían muy gruesas, lo levantó del hielo y de la nieve en brazos.

 

—Supongo que este método es más efectivo. O pasaremos toda la noche afuera. – le dijo y Bill lo codeó ligeramente, mientras bajaba su mirada.

 

Anis entró a la cabaña y lo dejó sentado en el sofá.

 

—Sabes, creo que puedes mejorar. Debiste ver lo rápido que ibas cuando pensaste que se había roto la pista. – dijo riendo.

 

—Eres odioso. – le regañó el menor, evitando sonreír. —Debo tener contusiones por tus métodos de aprendizaje brutos.

 

—Sí, claro. Tú fuiste el que cayó encima de mí. – se burló.

 

—Pero al menos tú no tuviste sobre ti a alguien que pesa más que tú.

 

—Si me hubieses dicho que te estaba lastimando, hubiese detenido el beso. – le dijo, haciéndolo sonrojar con furia y casi ahogarse con el aire.

 

—Lo que sea... – dijo con esfuerzo. —Iré por un baño caliente. – comentó levantándose.

 

Anis  lo vio marchar y sonrió. Algo descubrió hace instantes y es que, aunque sea un poco, él también le gustaba a Bill y si no era eso, al menos a Bill le gustaba como le besaba.

 

:::

 

Bill amaba su habitación, era enorme, en colores blancos y marfil,  súper cálida. La cama lo incitaba y él estaba seguro de que caería en ella en pocas horas.

 

Despejó las cortinas de la habitación y observó el paisaje con una boba sonrisa en su rostro. Pero luego, el saberse en un pueblo remoto y frío en algún lugar del mundo,  le hizo sentir nostalgia y dolor en su pecho, porque él meses atrás planeó un viaje así, pero los boletos de avión terminaron en un cajón.

 

«Cuando las puertas del ascensor se cerraron, resguardaron a un sonriente Bill.

 

Quería darle un par de sorpresas a su hermano. La primera, que Natalie había desechó su rastas, así que ahora su cabello estaba totalmente liso y negro, y esperaba que a su hermano le gustara; la segunda se trataba de un viaje a un lugar frío y lejano, que los ayudara liberar la tensión y donde en las noches se tuvieran que acurrucar juntos para dormir.

 

La sola idea de pasar un tiempo con su hermano, sin conciertos o preocupaciones, le hacía sonreír ampliamente. Él estaba seguro que lo que sucedía con Tom es que estaba muy cansado y estresado, era eso. Sólo necesitaban un poco de espacio y de tiempo para ellos. Su gemelo sería como antes y su relación también volvería a ser la de siempre.

 

Sonrió aún más cuando observó el sobre con los boletos en sus manos y se preguntó qué cara pondría Tom. Llegó a su piso de hotel y las puertas del ascensor se abrieron para permitirle salir.

 

Sólo dio dos pasos fuera del elevador cuando recibió el primer golpe a su corazón: Tom estaba con ella, le besaba de esa manera apasionada con la que le llegó a besar y le sonreía como antes le sonreía a él.

 

La chica entró a uno de los ascensores y, cuando las puertas se cerraron, el trenzado volteó encontrándose con la mirada de Bill, quien empezaba a entender por qué Tom no le besaba más con pasión, porque ya no le sonreía.»

 

Sacudió su cabeza ante esos recuerdos que se apoderaron de su mente y cerró sus ojos al sentirlos humedecer.

 

—No, no, no, no, Bill. Deja de pensar en eso. – dijo para sí mismo, mientras regularizaba su respiración. —Piensa en otra cosa. – se obligó a alejar su mente de ese recuerdo y lo que vino fue lo vivido hace instantes.

 

Bill sacudió de nuevo su cabeza, había recordado el beso con Bushido. Había recordado lo bien que se sintió.

 

¿Sería posible?

 

¿Si estaba con Bushido, lograría lo que su hermano le pidió?

 

¿Podría hacerlo y así dejar de ser asqueroso?

 

Pero... ¿Podría dejar de amar a Tom?

 

:::

De pronto, Madrid no era tan divertido y Anne no era tan buena compañía.

 

Tom observó a la mujer a su lado. Dormía profundamente luego de una discusión donde le aseguraba a Tom que parecía no ser el mismo y Tom negaba todo.

 

Sin embargo, él sabía que Anne tenía razón. Estaba distante y pensativo desde que habló con Georg. El bajista no le comentó sobre el viaje de Bill, porque luego de aquellas cuatro palabras Tom no fue capaz de continuar.

 

«Bushido besó a Bill.»

 

 

 


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