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Backstage por LadyScriptois

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Notas del capitulo:

15/02/2014

Capítulo 17

 

Bill apenas se había podido controlar, tuvo que disculparse por un poco de aire y Anis fue tras él. Su estómago parecía calmarse entre los brazos del mayor, respirando como este le indicaba, pero su cuerpo estaba rechazando lo que consumió.

 

— ¿Quieres té? – le ofreció Anis en un susurro.

 

Hace semanas, Anis había hablado con su madre y esta le recetó un té natural de algunas hierbas que disminuían las náuseas. Bill lo tomaba cada vez que lo necesitaba, le asentaba el estómago y le ayudaba.

 

—No. – le aseguró.

 

Le daría tanta pena que Tom se enterara de que estaba mal. Ya se dio cuenta de que estaba delgado, si se enteraba de que sufría de náuseas sabría que estaba enfermo. Él no quería eso. Si Tom se sintió asqueado por su presencia en salud, no quería ni imaginar cómo lo observaría si se esteraba que no podía controlarse a sí mismo, que estaba enfermo.

 

— ¿Bill está bien? – Georg se acercó a ellos, cuestionándole a Anis y exaltando a Bill.

 

—Sí. Gracias, Georgi. – le respondió el rockero, pero estaba un poco pálido.

 

—No debiste. – le dijo, sonando preocupado. —David debe irse ya, ¿Te disculpo?

 

—No. Vamos. – aseguró.

 

Anis supo que Bill no soportaría mucho cuando casi trastabilló al subir los escalones de la puerta trasera de la casa. El menor le dio una ligera sonrisa y Bushido tomó su mano mientras llegaban al destino.

 

—Sigan pasándola bien. – dijo el manager despidiéndose de Tom.

 

—Gracias por venir. – le sonrió el trenzado.

 

—Por nada – le aseguró. —Pensé que tendría que ir por ustedes. – rio, dirigiéndose a Anis y luego a Bill. Abrazando con mucho cariño al pequeño cantante. —Nos vemos mañana. – le dijo a Bill y este asintió.

 

—Te acompaño. – se ofreció Gustav y pronto ambos desaparecieron.

 

—Creo que es hora de que yo también me vaya. – dijo Anne con un puchero hacia Tom.

 

—Tengo muchas cosas que hacer mañana, o bueno, hoy en la tarde.

 

Anne, como parecía ser parte de ella, le abrazó a los chicos al despedirse. Bill tenía muchas náuseas y el perfume dulce de la rubia tan cerca de él sólo le estaba haciendo sentir peor, las arcadas estaban siendo intensas y apenas Tom desapareció con Anne para llevarle a su casa, el menor tuvo que ir al baño de visitas.

 

:::

 

— ¿Cómo va? – preguntó Georg desde la puerta.

 

—Creo que le ha hecho bien vomitar. – fue la respuesta del mayor. —Está tomando un baño en estos momentos.

 

—Aquí está el té. – dijo, entrando a la habitación y depositando la bandeja con la bebida.  —Gustav ha hecho un poco más por si lo necesita.

 

—Muchas gracias, Georg. ¿Puedo pedirte un favor?

 

—Claro. – aseguró, el bajista.

 

—Bill desayuna a las siete. Puede que se quede dormido porque ha vomitado y eso le deja débil. Por favor, vigilen que coma. No es bueno que se salte alguna comida luego de vomitar.

 

—No te preocupes, nosotros estaremos al tanto en la mañana y también esta noche por si necesita algo.

 

—Eso me tranquiliza mucho. – sonrió sincero. —Muchas gracias.

 

—Si te hace sentir más tranquilo, puedes quedarte. Por nosotros no hay problema.

 

—No creo que sea apropiado, pero te lo agradezco.

 

—Estaré abajo. Cualquier cosa, solo llámanos. – dijo Georg antes de salir de la habitación.

 

Bill odiaba sentirse así. Siempre que vomitaba, le hacía sentir asqueroso y sucio. Eso lo odiaba. Odiaba que lo viesen así y siempre le daba vergüenza ante Anis, quien nunca le dejaba solo sin importarle que estuviese vomitando a su lado.

 

Una lágrima rebelde mojó su mejilla al verse ante el espejo.

 

Tom también lo había notado.

 

«—Esta es la forma en la que sigo cerciorándome de que te mantienes en un peso saludable. Lo he intentado con otras personas, pero no funciona: o es muy grande o muy chica; pero tu cadera siempre ha encajado perfectamente en mi mano.»

 

—Amor, ¿Todo bien? – preguntó Anis, al reparar que Bill se tardaba mucho.

 

— Si, ya salgo. – respondió, secando rápidamente sus lágrimas y colocándose su pijama.

 

—Lo han preparado los chicos. – dijo tendiéndole el vaso de té y Bill lo aceptó sentándose a su lado y recostando su cabeza en el hombro del mayor.

 

—No quería que sucediera hoy. – le murmuró y una lágrima se deslizó por su mejilla.

 

—Cariño.

 

—Fue mi culpa. – susurró y Anis le quitó el vaso para poder abrazarlo.

 

—No lo fue, hermoso. Sólo actuaste como creíste correcto. – dijo besando su frente y luego mirándolo a los ojos. —Pero no vuelvas a hacerlo, ¿Eh? – pidió con una sonrisita que buscaba animarlo.

 

—Pero, tal vez debería obligarme. – comentó bajito. —Tom tiene razón. – esnifó. —Son poca las cosas que como y por eso me veo así, por eso estoy así.

 

—Tú haces lo que puedes. – le habló con sinceridad. —No es cierto, haces más de lo que puedes. – se corrigió. —Sé que no quieres vomitar, mucho menos hoy, pero no te preocupes por eso, amor. No por eso has retrocedido. – dijo besándole castamente y Bill se abrazó a él apoyando su cabeza sobre su pecho.

 

Eso que dijo Bill enfureció a Anis. De por sí ya estaba bastante airado por cómo se expresó Tom ante su gemelo. Se preguntó que tanto afectó eso a Bill.

 

— ¿Quieres recostarte? – le ofreció. Anis era consciente de que el menor quedaba muy débil luego de los vómitos.

 

—No. – le aseguró. —Me beberé el té para que bajemos con los chicos. –informó, volviendo a tomar el vaso y bebiendo el té helado. —A Gustav no le queda tan rico como a ti. – dijo arrugando el ceño.

 

— ¿Puedo probarlo?

 

—Pero lo tomé to... – suspiró cuando el mayor le besó.

 

Anis tomó el vaso de las manos de Bill y lo colocó en la mesita veladora a ciegas, sin dejar de besar al menor y sosteniendo su suave cintura. Abandonó sus labios y se trazó un camino hasta tras su oreja, mordiendo suavemente allí y haciéndole reír. El rapero amaba el sonido de la risa de Bill.

 

—No lo probaste, mentiroso. – le acusó y ladeó su cuello cuando Anis mordía con cariño allí.

 

—Era dulce. – aseguró besándole castamente en los labios. — ¿O eres tú? – preguntó besándole las mejillas sonrojadas y viendo el rostro de Bill alejado de la tristeza. Le encantaba hacerlo sonreír luego de que llorara, pero más le encantaba evitar que lo hiciera.

 

— ¿Soy yo? – le preguntó con la respiración agitada.

 

—Definitivamente tú. – le besó y le levantó en brazos de la cama. —Vamos con los chicos.

 

—Espera. No me sueltes. – pidió aferrado al cuello de Anis. —El suelo debe estar helado. Necesito ponerme unas medias y algo que me abrigue. Tengo frío. – explicó con un mohín.

 

—Las buscaré por ti. – le dejó de nuevo en la cama y Bill le indicó donde se encontraban unas medias de rayas de colores. Cuando las encontró, Anis buscó en el armario un sweater largo y sin cierre en color blanco. —Tus pies son un hielito. – dijo intentando tomar uno de los pies de Bill para poder colocarle las medias.

 

—Por eso debes abrigarlos. – dijo sonriendo y un poco divertido cuando el mayor intentaba tomar su pie que movía intranquilamente.

 

—Tal vez si me lo permites. – le sonrió y vistió los pies delicados, suaves y con pedicura gris del menor.

 

—Ahora. – le tendió el sweater.

 

— ¿Quieres que te vista? – preguntó, haciéndose un espacio entre las piernas de Bill para estar más cerca y poder colocarle la vestimenta.

 

—Sipid. – dijo con una sonrisa divertida contra los labios de Anis, quien murmuró en su oído:

 

—Prefiero desvestirte.

 

Bill se sonrojó imposiblemente.

 

 

:::

 

Georg y Gustav  veían una película en la televisión, ya que haber pasado tanto tiempo en vacaciones tenía su horario de cabeza, y no tenían sueño.

 

Bill había estado entre los brazos de Anis hace horas, cuando jugaba con los G´s un videojuego de guerra, pero el mayor tuvo que irse. Luego de una despedida cargada de besos, Bill volvió al sofá en el que estaba abrigándose con una manta y, antes de que los demás pudiesen darse cuenta, se quedó dormido.

 

—Una porquería la película. – comentó Gustav en el preciso momento en el que Tom volvió.

 

Era casi las tres de la mañana. Sabía que era muy tarde y que lo mejor sería quedarse a dormir en casa de Anne,  pero no lo hizo. No lo quería admitir, pero la compañía de alguien más no parecía tan atractiva cuando podía tener a Bill a pocos metros.

 

—Pensé que ya dormían. – comentó el mayor, asustando a los chicos.

 

Tom había estacionado su Audi en la cochera y esta tenía una entrada interna por la cocina, por lo que los chicos no lo escucharon.

 

—No. Hemos estado perdiendo el tiempo en una película de mierda. – se quejó Georg en un bostezo.

 

—Es hora de que vayamos a dormir. – dijo Gustav, contagiado del bostezo del bajista. — Comencemos a recoger.

 

—Uhg. – se quejó Georg y fue a prender las luces para recoger el desastre. —Bill se durmió. – dijo, al percatarse del pequeño bultito que había en un sofá individual.

 

 A Tom se le revolvió el estómago ante esa casta imagen.

 

—Bill. – le llamó el bajista. —Despierta. – pidió, picándole suavemente  en un hombro y Bill arrugó el sueño antes de aferrarse mejor a la manta  y seguir durmiendo.

 

—Déjalo, Georg. Mejor recojamos y luego vemos si se despierta. –opinó, Gustav.

 

Tom no podía despegar sus ojos de Bill. Como su rostro no mostraba placidez al dormir y su cuerpo incómodo ante la posición.

 

—Yo lo llevo. – dijo sin pensar y Georg le miró sorprendido, dado a aquel comentario tan despectivo que hizo durante la celebración.

 

Tom aclaró su garganta cuando se acercó al cuerpo durmiente de su hermano y nuevamente la dulce fragancia que estaba impregnada en su piel le atacó con la guardia baja.

 

—Ten cuidado. – le pidió Georg, quitando la frazada del cuerpo de Bill, dejando que Tom le alzara entre sus brazos y acomodó la cabeza del cantante contra el cuello de su gemelo.

 

«Como los viejos tiempos.» pensó Tom, sin poder controlar una cálida sonrisa en su rostro.

 

Bill se veía tan hermoso y frágil al dormir. Así que fue extremadamente cuidadoso con sus pasos, mientras subía las escaleras y sentía la cálida y pausada respiración de su gemelo contra su cuello. Tom se estremeció cuando al subir cada escalón los labios de Bill rozaban una porción de la piel de su cuello.  

 

Tom sentía a su gemelo tan pequeño entre sus brazos, tan ligero, tan cálido, tan añorado. Pero esa ligereza, superior al pasado, le hizo cuestionarse que tan bien se estaba alimentando Bill.

 

Llegar a la habitación del cantante se le hicieron los metros más cortos y cuando lo depositaba en su cama fueron los segundos menos existentes.

 

Bill suspiró cuando fue dejado en el suave colchón y Tom  no pudo dejar de mirarlo.

 

Ese cabello largo y con ligeras ondas le hacía ver tan joven y nunca se había mostrado más acariciable. El trenzado se arrodilló a un lado de la cama y, con el corazón acelerado pero con movimientos seguros, acarició esa espesa y larga cabellera. El menor suspiró ante el toque y una ligera sonrisa se pintó sin permiso en el rostro del gemelo mayor.

 

Sabía que a Bill le encantaba que le acariciaran el cabello, que le tranquilizaba y le producía sueño. No había mejor manera de que Bill fuese más manso que un copo de algodón como cuando su cabello era acariciado por Tom; y algo en él dolió al saber que cada noche, cuando él iba a la habitación de su gemelo y lo tomaba, Bill solo quería que se quedara a su lado y le acariciara como lo estaba haciendo ahora, que acariciara su espalda, que durmiera a su lado, que le abrazara. Bill era feliz con esas cosas tan sencillas.

 

Tantas veces su gemelo le había dicho que sólo con que él estuviese a su lado era suficiente. Se preguntó en que momento dejó de recordar esas palabras, en momento hizo oídos sordos a las suplicas de Bill y sus ojos dejaron de ver su triste rostro.

 

¿En qué momento dejó de oír su corazón? Ese corazón que ahora le estaba hablando, que estaba gritando.

 

Tom tomó una gruesa frazada a los pies de Bill y con ella cubrió su cuerpo al verlo azotado por ligeros espasmos de frío, y el menor se aferró a ella  convirtiéndose en un pequeño ovillo, abrazándose a sí mismo.

 

Bill amaba dormir abrazado a alguien, odiaba dormir en soledad. ¿Cómo fue que permitió que durmiera solo por tanto tiempo?

 

Los dedos del mayor danzaron tímidos por ese pequeño rostro, delinearon su bonita nariz, rozaron sus largas y rizadas pestañas, tocaron sus lindas mejillas y acariciaron sus tersos y labios rosados. ¿Cómo fue que prefirió ver al amanecer el rostro de una mujer que no amaba sobre el de ese pequeño ángel? 

 

El caliente aliento de Bill abrazó sus labios y sólo en ese momento Tom se dio cuenta de que estaba demasiado cerca del rostro de su hermano.

 

Tan tentando como decidido, se inclinó los centímetros que faltaban y, en un movimiento más seguro, el trenzado retiró el cabello de Bill y lo colocó tras su oreja, en una caricia que hace tiempo no era dada hacia Bill por Tom, en una caricia que tal vez no recordaba venir de su hermano.

 

—Bu. – suspiró Bill entre sueños e hizo un gracioso mohín.

 

Tom se detuvo en seco.

 

¿Bill acababa de suspirar por Bushido?

 

:::

 

Bill despertó con su estómago gritando, tenía mucha hambre y sin importarle la hora, iría a comer.  Por suerte, despertó a media hora para las siete, y eso le daba tiempo de lavarse un poco antes de bajar a desayunar.

 

Salió de su habitación cerca de las siete y apenas bajó, un rico olor entró por sus fosas nasales. Se dirigió a la puerta de la cocina, la cual estaba abierta, y la vio sobre la mesa de la cocina, sobre sus otras amigas frutas: pequeña, muy roja y se veía muy jugosa.

 

Bill casi babeó ante esa manzana.

 

 

Sus dedos estuvieron cerca de ella; cuando su mirada captó el movimiento de alguien sentarse tras esa fruta y la bajó inmediatamente. Su hermano le miraba con firmeza, mientras bebía de su taza de café y Bill desvió su mano a una de las galletas que reposaban al lado de la frutera.

 

—La última de chocolate. Es mía. – dijo Georg tomando la galleta de las manos de Bill. —Puedes comer esto. – le dijo, colocándole aquella manzana en sus manos. —Intenta no comer demasiada, estoy preparando el desayuno. Siéntate aquí.

 

Bill fue consciente del alboroto que había por toda la casa para ser tan temprano: Gustav estaba preparando algo en la licuadora, mientras Georg picaba unas manzanas. Su vista viajó nuevamente a su hermano, que estaba ahí, sin camiseta, mostrando su cuerpo tonificado y brazos fuertes, notablemente despertado a causa de los G´s y mirándole fijamente.

 

El menor se sentó en donde le indicó Georg, frente a su hermano, y tímidamente le dio una pequeña mordida a su manzana.

 

Tom se preguntó desde cuándo Bill comía manzanas, por qué sus bocados eran tan pequeños y por qué masticaba tanto cada uno de ellos.

 

El menor estaba tenso en su silla y comía con nervios su manzana. Tom lo estaba acribillando con su mirara y él podía sentirlo, podía imaginarse el desprecio con el que lo veía, esa mirada de asco que le dio aquella noche.

 

—Bill, ¿Puedes poner ordenar la mesa? – le preguntó Gustav y el menor se sobresaltó, asintiendo de inmediato.

 

Bill se levantó y fue por los utensilios, los colocó sobre la mesa correspondiendo a cada asiento y, casi transpirando, ubicó los que iban cerca de su hermano. Luego, Georg le pidió que se sentara, encargándose con Gustav de llevar los platos a la mesa.

 

—Son crepas de harina de almendras. – explicó Georg y los G’s le guiñaron un ojo a Bill, quien se ruborizó. —Están rellenas con manzanas verdes.

 

Bill sólo pudo sonreír ante las sonrisas sinceras de los chicos.

 

Había un dispensador de cristal con miel natural y Bill le agregó un poco a las suyas. Dándose cuenta que estaban siguiendo una receta de Bushido.

 

—Están muy ricas, gracias.  – dijo, probando también su jugo especial, que contenía fresa y suplemento nutricional de sabor a vainilla.

 

— ¿En serio vamos a comer esto? – fue el comentario de Tom y Georg le pateó bajo la mesa. — ¿Qué jodidos, Georg? – le preguntó confundido.

 

—No es esto, es comida. Y si no la quieres, no la comas. – le respondió y Tom le miró confundido y sorprendido.

 

¡¿Qué mierda estaba pasando?!

 

:::

 

—Bill, tal vez deberías contarle a Tom. Estoy seguro que si sabe lo que sucede,  no hará esos comentarios. – le dijo Gustav, cuando sólo él, Bill y Georg estaban en el estudio.

 

—No quiero preocuparlo. – mintió desde su lugar en el sofá.

 

Bill tenía mucho miedo de que Tom se enterara y lo despreciara aún más.

 

—Aun así, muchas gracias por lo que hacen. Y no es necesario que tengan que cocinar para mí o que cambien su alimentación. – dijo un poco tímido y Georg apretó sus mejillas.

 

—No te creas tan importante. Solo teníamos curiosidad. – dijo Gustav para no mostrar sus verdaderas intenciones tan fraternales y Bill rio ante ello.

 

—Igualmente, gracias.

 

David y Tom entraron al lugar y Bill se tensó por dos razones: por su hermano, obviamente, y porque hoy comenzarían a trabajar en el álbum.

 

Su productor sabía que tenía algunas canciones escritas. Bill se las había mostrado durante la gira pasada y  David aseguró que serían parte del nuevo álbum. Él no tenía problemas con esas canciones, pero no estaba seguro sobre qué hacer si debía escribir nuevas.

 

Por suerte, la reunión solo fue para establecer algunos parámetros generales dados por Universal, y lo mejor es que no era necesario establecer una fecha tope por ahora. Tenían la libertad de trabajar en el álbum como quisieran, por el tiempo que quisieran y eso siempre era algo bueno para ellos.

 

Los chicos se decían a sí mismos que tenían música en la sangre  y sabían que todo se basaba en dejarlo fluir, solo era cuestión de volver a tocar un acorde y volver a cantar unas palabras para tener un repertorio completo. Lo único que siempre era un problema era esa conducta perfeccionista de los cuatro.

 

Aunque no todo era como antes, y tal vez un instrumento no estaba conectado con aquella voz.

 

—Oh, antes de que lo olvide. Un fotógrafo ha contactado conmigo, es de esos artísticos. Tom, Bill, los desean para una sesión de fotos. Más adelante les daré detalles, cuando tenga más información. Ahora, debo irme. – dijo y se marchó.

 

—Así que, ¿Estaremos en esta jodida y espectacular casa hasta que nuestras neuronas quieran funcionar y grabar un CD? Esto es vida. – dijo Georg haciendo reír a los demás.

 

—No seas tonto, hay que ponernos a trabajar. – dijo Gustav. —Bill, me gustaría ver esas canciones de las que habló David la gira pasada.

 

—Oh. Sí, yo-uhm, las traje. – dijo y le tendió al baterista una carpeta morada.

Gustav la abrió, mientras Georg ojeaba sobre su hombro y Tom simplemente estaba allí en silencio. Bill mantenía su mirada fija en los chicos, evitando algún contacto visual con Tom, evitando molestarlo.

 

— ¿Esto es una canción? Es muy bonita. – dijo Georg, tomando una hoja de la carpeta y leyéndola con atención. —Lee. – se la tendió a Gustav.

 

—Me gusta mucho. Creo que... creo que hasta duele. – Bill se preguntó de qué canción hablaban. —Echa un vistazo. – se la pasó a Tom y este la leyó con atención.

 

Luego miró con firmeza a Bill.

 

— ¿Esto lo escribiste cuándo? ¿Cuándo estabas secretamente enamorado de Bushido y pensaste que no iba a fijarse en ti? – dijo con dureza Tom y una sonrisa de burla. —Es patética. No tocaré algo para esto. – fue lo que dijo y le entregó la hoja a Bill.

 

El menor se congeló al reparar en el contenido.

 

No era una canción, ni siquiera tenía que estar en esa carpeta, pero tal vez con la mudanza fue a parar allí.

 

Pero... En definitiva, no era una canción.

 

Bill recordó cuando escribió aquello. Apenas estaba comenzando el tratamiento, había vomitado y entre lágrimas quiso sacar eso que le estaba desgarrando el alma. Escribió pensando en Tom.

 

Me enamoré, pero este amor me ha lastimado.

 

Cuando lloras tú, también lloro yo. Cuando sonríes tú, también lo hago.

Como un infante imité, cada gesto tuyo en mi ser. Como un tonto.

 

Aunque diga que te amo, no me escuchas. Y si digo que es amor, no te enteras.

Aunque diga tu nombre, no me escuchas. Si digo que solo eres tú, no te enteras.

 

He gritado tu nombre miles de veces hoy.

Aunque sé que no vas a oírme, aun lo intento.

 

Por no amar a alguien más, perdóname. Pero es que yo vivir sin ti no podría.

Mi necio corazón solo en ti piensa y no lo sabes.

 

Este amor hiere tanto, que creo que no debo amarte.

 

—Ti-tienes razón. – dijo Bill con un nudo en la garganta, nuevamente sintiéndose el causante de molestar de Tom. 

 

Tomó torpemente sus cosas y se retiró del lugar agitado.

 

Lo que quedaba de su corazón, estaba doliendo.

 

 

Notas finales:

Ask/EilW


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