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Backstage por LadyScriptois

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Notas del capitulo:

06/03/2014

 

Capítulo 21

 

De vuelta a casa, esa fue la decisión de David.

 

Que irse a las manos fue la gota que derramó el vaso; que se comportaban como niños con esa extraña lejanía que tenían y que ninguno parecía querer resolver; que serían tratados como tal. Una semana en casa, compartiendo como los hermanos que eran en el seno de su familia, sería lo ideal.  Aquello demandó Jost, luego de que Tom y Anis no parecieran vampiros con la boca llena de sangre y Bill tuviera una compresa de hielo en el golpe, presionada por el rapero.

 

Tres días después, Tom manejaba seguido por el Ferrari de Anis en dirección a su casa.

 

Tom sabía que hizo mal, y más le dolía el no poder acercarse a Bill desde lo acontecido. El gemelo menor se había quedado por aquellos días  con Anis y esta mañana cuando le volvió a ver parecía evitarle, refugiándose en los G’s y su novio. Eso poco a poco estaba terminando de destrozar su corazón.

 

Y una mierda, se comportó como un bastardo y no podía esperar menos de Bill. Mientras que su orgullo parecía ir cediendo, a la vez que el impulso de tomarlo entre sus brazos y disculpase aumentaba.

 

— ¡Dios, Cariño! ¿Qué pasó? – le preguntó su madre, recibiéndole en la entrada de la casa y observando inmediatamente su labio herido que se mostraba sanando.

 

—Nada importante, mamá. ¿Cómo estás?  – le saludó, abrazándole y restándole importancia a lo acontecido, mientras escuchaba el otro auto estacionar y quienes lo ocupaban dirigiéndose a la casa.

 

—Bien, cariño. ¡Ha venido Anis!  – dijo sonriendo y Tom asintió entrando a la casa. — ¡Mi bebé! – escuchó que su madre decía, de seguro recibiendo a Bill.

 

—Hola, mami.

 

— ¿Cómo se encuentra, Señora Simone? – le saludó el rapero.

 

—Muy bien querido, pasen por favor. – pidió y cuando todos estuvieron reunidos, Simone lo notó.

 

:::

 

—Entonces, ¿Qué sucedió entre ustedes? – preguntó seriamente Simone, luego de que todos estaban sentados en la sala  y con bebidas servidas.

 

—Mamá... – quiso comenzar Bill, sentado en el sofá al lado de Bushido, pero no estaba seguro de que decir.

 

—Quítate los lentes. – le pidió con firmeza, y Bill lo hizo un poco nervioso.

 

Simone miró el ligero hematoma que se asomaba en el pómulo de Bill y se acercó inmediatamente a él, corriendo su cabello para observar completamente el golpe. 

 

—Bill. – dijo con tono maternal y luego observó a Anis, haciendo una errada película en su mente donde el rapero golpeó a su pequeño y Tom lo defendió y terminaron en golpes Anis y su hijo mayor.

 

—Mamá, no. – le aclaró Bill rápidamente al observar la mirada de su madre para Bushido.

 

—Fui yo. – dijo Tom, asumiendo la responsabilidad y su madre le miró sorprendida.

 

—Hablaremos luego, jovencito. – sentenció, comprendiendo porque Anis también tenía una lesión en el labio.

 

Bill tomó la mano de Bushido, sonriéndole en modo de disculpa por el mal entendido de su madre y el celular del rapero sonó.

 

— ¿Debes irte ya? – cuestionó, mordiendo su labio inferior y Anis asintió rechazando la llamada de Blass.

 

Cenca del mediodía tendría que tomar un avión a Francia, pero se había escapado en la mañana para llevar a Bill a casa de su madre. Bill se lo había pedido y es que no se imaginaba estar solo con Tom durante casi hora y media.

 

Simone aclaró su garganta, antes de mirar cómplice al rapero y sonreírle.

 

—Tom, ayúdame a llevar los vasos. – pidió para darle privacidad a los otros dos y Tom lo hizo casi regañado, no sin antes cruzar una mirada nada amistosa con el rapero.

 

— ¿Estarás bien? – le preguntó Anis, acariciando la mejilla de Bill y él asintió. —Cualquier cosa, me puedes llamar. – le aseguró y Bill volvió asentir, antes de acercarse al mayor y besarle castamente, con cuidado de no lastimar su labio herido.

 

— ¿Qué dirás a los medios? – le cuestionó acariciando el labio inferior del rapero y él sonrió contra los dedos blancos de Bill.

 

— Sabes, los raperos tenemos una extraña fama, así que no importa lo que diga, lo relacionarán con una pelea, lo importante es que no sepan con quien fue. – le respondió.

 

Con el lanzamiento de la canción hubo muchos artículos hablando sobre la nueva amistad entre el cantante de Tokio Hotel y el chico malo de Alemania, por lo que si Anis y Tom se mostraban golpeados al ojo público podrían relacionarse entre ellos porque ambos tenían una conexión: Bill.

 

Secretamente, David vio favorable que Tom este en casa de su madre para no estar expuesto a los medios y así no se crearían rumores acerca de una pelea entre Anis y Tom.

 

—No puedo creer que vaya a irme y no pueda besarte correctamente antes de hacerlo. – dijo contra los labios de Bill y este besó casta y repetidamente los labios de Anis.

 

—Es una lástima. – aseguró Bill con una pequeña sonrisita y Anis envolvió sus manos en las delgadas caderas del otro, pegándolo a su cuerpo.

—Cuídate, princesa. – le dijo divertido y Bill mordió filosamente en el tatuaje del cuello del rapero.

 

Bill salió de su escondite del cuello de Anis y acarició su bien arreglada barba.

 

—Vuelve pronto. – le pidió, mirándole directamente a sus ojos y Anis, hipnotizado por esos adorables ojos miel, le besó suavemente, intentando profundizar sin lastimarse.

 

Bill gimió bajito por las caricias de la lengua del rapero en su boca y luego Anis gimió con dolor, separándose.

 

—Odio a tu hermano. – dijo con frustración y Bill rio, pero pensó que tal vez no era tan falso aquello. —Voy a despedirme de tu madre. – informó, recibiendo un piquito de Bill y yendo a la cocina con el menor de la mano. 

 

:::

 

Bill pasó el resto del día jugando al mismo juego con Tom. Aquel que había jugado desde que volvieron a verse y que consistía en evitar tiempo a solas o mucho contacto y estando siempre al lado de alguien, en este caso, su madre. Tom no era ningún tonto y lo había notado, así que se hizo el desentendido, mientras su corazón gritaba por ir al lado de su gemelo.

 

Habían cenado, Tom tragándose todos los reclamos que quería hacer cuando observaba a su madre como si nada ante esas conductas alimenticias de Bill, aunque fuese en su propia cara. Gordon le ofreció ir a ver el partido y Tom aceptó, permitiendo que su gemelo subiera antes a la habitación que debían compartir.

 

Bill no sabía qué hacer. El aire en esa habitación no parecía ser suficiente, la cama no parecía ser lo suficiente grande, las paredes parecían estar muy poco distanciadas. ¿Cómo sobreviviría allí con Tom? ¿Cómo hacerlo, si cada cosa allí le recodaba a su gemelo, a lo que vivieron, a lo que él vivió?

 

Realmente agradeció que Tom siguiera abajo con Gordon y él desempacó sus cosas, buscando distraerse. Sabía que no podría acostarse en aquella cama y simplemente dormir sabiendo que en algún momento Tom entraría. Su madre tuvo esa noche turno en la clínica, por lo que irse a refugiar con ella no era una opción, menos cuando Gordon estaba para ocupar un puesto en la cama al lado de su madre.

 

Pensó en Tom, se sentía feliz de ver que su labio mejoraba, se preguntó si sentiría dolor, aunque su gemelo siempre era bueno aguantando dolor y su madre le había atendido esta tarde.

 

Su ropa fue colgada con mayor precisión y con una inversión de tiempo mayor del que usualmente tenía, su maquillaje retirado con demasiada dedicación y su baño demasiado largo. Cualquier cosa para no obligarse a apoyarse en aquella cama, estaba bien; cualquier cosa que le mantuviera alejado del secreto de aquellas paredes estaba bien.

 

Pero todo juego terminó, cuando se encontraron en aquella habitación.

 

Había pasado más tiempo del que creía y era media noche cuando Tom lo sorprendió peinando su largo cabello, al entrar en la habitación. Tom también sorprendido por encontrarle despierto, con un pijama que consistía en una camiseta agua simple y un pantalón de pijama blanca. Los movimientos en la cabellera de Bill se detuvieron y sólo una milésima de segundo después los continuó. Tom aclaró su garganta, mientras cerraba la puerta.

 

—Tomaré una ducha. – informó, Tom — ¿Utilizarás el baño?

 

—No, no.– aseguró bajito — A-adelante.

 

Cuando el click de la puerta del baño siendo cerrada se dejó escucha, Bill soltó el aire contenido. Sentirse asqueroso, intimidado y chiquitito ante Tom no le ayudaba mucho a sus emociones cuando compartiría la misma habitación con él. Le hacía sentir mareado.

 

Bill dejó el cepillo en la peinadora y se dirigió a la cama, ocupando la plaza del lado izquierdo, el lugar que siempre había ocupado porque a Tom le encantaba dormir en el lado derecho, aunque siempre terminaban ambos en el centro, enredados en los brazos del otro, pero esta situación era diferente. Así que, se acostó de perfil, ocupando el menor espacio posible y lo más cerca del borde.

 

:::

 

La habitación aún tenía la luz principal encendida, pero podía ver la pequeña espalda de Bill, parecía estar durmiendo. Tom tragó con dificultad sabiendo que estaría cerca de su pequeño hermano. Hizo lo que le faltaba, decidiendo que mañana podría desempacar y vaciló un poco antes de dirigirse a la cama, acostándose lejos de su hermano y también dándole la espalda.

 

Bill apretó con fuerza sus labios, aferrándose más fuerte a las sábanas contra su pecho cuando sintió un peso caer al otro extremo y luego la habitación quedó a oscuras. El menor escuchó a Tom suspirar y quiso obligarse a dormir, pero no podía, su corazón latía frenético ante la presencia de su gemelo tan cerca, por saber que bajo la sábana que le acobijaba también se encontraba Tom. Bill podía sentir su calidez y su olor a hombre con ese aroma a perfume que siempre estaba en él. De pronto, todo fue demasiado y sus ojos se humedecieron al verse y sentirse extrañando con cada fibra de su cuerpo a Tom.

 

Estaba tan errado el sentirse así, el recordar, pero no podía evitarlo.

 

Esa que era la antigua habitación  de Tom, donde un niño le prometió a su hermano menor que siempre le iba a cuidar y fue donde se dio inicio a todo. Aquella habitación  donde las paredes eran azules cuando Bill, en su inocencia, supo que estaba enamorado de su gemelo y creía que era imposible. Hasta que más tarde, con dieciséis años, todo cambió y esa habitación, pero con diferente mobiliaria y decoración, fue testigo de las promesas de amor de ambos, de su entrega carnal, de los gemidos que le regaló Bill a su hermano cuando él tomó su cuerpo virginal, donde Tom le hizo tocar el cielo con sus besos y sacudió su mundo con sus dedos, donde le entregó cada fibra de sí al mayor, donde Bill dejó de ser suyo para ser de su hermano.

 

Bill creyó cada palabra, se ilusionó con cada promesa. Eso estuvo mal, porque creer esas promesas estaba mal, era mentiras del momento, solo que él no lo entendió. Y, entre lágrimas amargas y silenciosas, logró encontrar el mundo de los sueños.

 

«—Aquí, prometo que te amo. – dijo Tom y le besó. — Que te amaré y estaremos juntos siempre. Que te haré feliz y que tú me harás feliz a mí. – le aseguró.

 

—Me gusta esa promesa. – confesó Bill, sonriente. — Y sé que toda las promesas que haces las cumples. – le besó castamente. — Te amo, Tom.

 

—Y yo a ti. – aseguró y volvió a besarle. »

 

 

Los recuerdos llegaron como lluvia a la mente de Tom, sumados con cada vez que hizo suyo a su gemelo en esa cama. Su corazón y estomago se contrajeron dolorosamente, recordándole cuanto extrañaba a Bill.

 

Tom se preguntó si Bill lo estaría extrañando como él lo hacía, si su corazón estaría latiendo con fuerza como lo hacía el suyo y si su cuerpo quería girarse y acercarse como lo quería hacer él.

 

Tom se giró en la cama, observando la pequeña espalda de Bill que parecía sacudirse con suaves espasmo, casi imperceptibles movimientos de respiración; su cabello tan largo disperso en la almohada y su frágil brazo níveo. Estiró su brazo, antes de darse cuenta, intentando tocarle, pero parecía inalcanzable. Deseó Bill si pudiera estar entre sus brazos nuevamente, aunque sea en sueños.

 

Cuando sus conscientes dormían y el descanso se apoderaba de esas mentes, el corazón rigió sus cuerpos y les dio lo que tanto querían, lo que estaban deseado y necesitando, llevándoles a lo que sus anatomías estaban acostumbradas.

 

:::

 

La alarma del celular de Bill le hizo despertar.

 

Le costó algunos segundos entre sueños poder identificar ese sonido como uno no perteneciente a su celular, otros segundos recordar que no estaba en la casa de la banda, unos más acostumbrarse a la ligera luz de la habitación, y nada terminarlos de abrir al darse cuenta como amanecía y con quien.

 

Una ligera sonrisa se dibujó en su rostro.

 

Su respiración era pausada, se sentía contra su cuello relajada y cálida, igual a como se sentía su cuerpo contra el suyo.

 

Ambos estaban en el centro de la cama, Bill acurrucado al pecho desnudo de Tom y Tom envolviéndolo con sus brazos. Sus piernas eran un enredo y una de las piernas de Bill estaba entre las de Tom.

 

El aroma del shampoo de Bill entró por sus fosas y luego le acompañó su dulce olor natural. El rostro de Bill estaba tan cerca, totalmente libre de maquillaje a diferencia de la sesión de fotos y Tom tuvo que admitir que así se veía más perfecto. Su suave cutis de porcelana y sus labios rojizos naturalmente, Tom se atrevió a tocar sus rizadas pestañas y Bill se removió suspirando. La sonrisa se ensanchó, pero ese rastro ligeramente morado en su pómulo y que se perdía entre su cuero cabelludo, le hizo sentir como la mierda.

 

Su hermanito se veía demasiado joven y adorable para tener veinte, se veía fresco como una manzana, dulce como la miel, provocativo como una roja y brillante cereza. Se sentía frágil y ligero entre sus brazos, completamente suave; y fue capaz de aventurar sus dedos en su delgada cadera sintiendo la piel de allí, también sus huesos, pero ignoró ese detalle por un instante. Su mano continuó ascendiendo, delineando la curva de su cintura y apoderándose de ella en un movimiento suave, atrayéndolo un poco más a él. Bill se dejó atraer con la ligereza de un copo de nieve, acoplándose entre sueños un poco más a Tom, dejándole sentir su cuerpo, y reacomodándose en su pecho.

 

El mayor le escuchó suspirar y se acercó conmovido, aturdido por las emociones y por el anhelo desesperado de sentirlo así, tanto tiempo lo deseó. Se acercó un poco más, depositando un beso en su frente y Bill se estremeció. Tom observó cómo sus ojos se apretaban y relajaban empezando a despertar.

 

Bill pestañeaba intentando enfocar su alrededor, sonriendo ligeramente al ver tan cerca a Tom, quien también le miraba. Sentía sus brazos envolviéndole, estaba en sus brazos.

 

¡Estaba en sus brazos! ¡Tom no le quería cerca! ¡¿Qué hacía tan cerca de su hermano?!

¡Tom se enojaría!

 

—Maldición. – gimió adolorido, cuando Bill terminó de despertar totalmente sobresaltado y se alejó rápidamente de él, golpeando en el proceso su entrepierna.

 

—Lo siento, lo siento. – se disculpó Bill repetida, asustada y atropelladamente. —Yo no quería. Yo no quería, Tom. No quería.

 

Bill no se estaba disculpando por el golpe, no era consciente de haberlo dado, sólo se disculpaba por haber molestado a su gemelo al acercarse tanto mientras dormía. Bill era consciente de que a Tom le había dejado de gustar el dormir a su lado, de despertar cerca de él.

 

—Está bien. – dijo sacando voz de donde no tenía, pero realmente preocupado por la reacción de Bill. —Ya no me duele. – mintió y Bill se confundió desde el otro extremo de la cama. 

 

— ¿Te-te lastimé?  – preguntó, sintiéndose peor. Tom le miró confundido, si no era por el golpe, ¿Por qué se disculpaba recién Bill?

 

—No te preocupes. – le aseguró aun sin tener nada claro.

 

—Yo-yo realmente lo siento. No volverá a suceder. – le dijo bajito y nervioso, no aguantando la mirada de Tom en él y encerrándose en el baño.

 

Tom suspiró, permitiéndose jadear de dolor por su entrepierna adolorida.

 

:::

 

Bill había pasado todo el día afligido.

 

¿Cómo fue capaz? ¿Qué estaba mal con él?

 

Tantas noches durmiendo en brazos de Anis, tantas noches durmiendo en soledad, ¿Cómo es que a la primera fue capaz de ir a los brazos de Tom?

 

Una lágrima rebelde bañó su rostro.

 

¿Qué más necesitaba para entender que estaba mal sentir lo que sentía por Tom? Ya tenía su rechazo, tanto físico como verbal. ¿Qué más hacía falta?

 

— ¿Cariño, todo bien?  – le preguntó su madre, luego de terminar de lavar los platos de la merienda que compartió con su hijo menor, mientras Tom estaba en la cochera con Gordon.

 

—Sí, mami. – aseguró y ella se acercó.

 

— ¿Te duele? – le preguntó, acariciando el hematoma casi desaparecido de su rostro y Bill negó.

 

—Estoy bien. – pero Simone veía lo desolado de su Bill.

 

— ¿Extrañas a Bushido?  – le preguntó divertido.

 

¿Le extrañaba? Claro que lo hacía. Anis era tan bueno con él, le hacía reír, le hacía sentir bien. Le protegía con sus fuertes brazos y, con sus caricias tiernas y algunas veces apasionadas, le hacía sentir que alguien más en este mundo podía fijarse en él, que no era repugnante, que su destino no era vivir solo el resto de su vida, solo que Tom no fue el correcto. Tal vez Anis tampoco lo era, pero era bueno estar a su lado, dejarse besar, dejarse querer, sentir cariño por alguien más, sentir que ese cariño era aceptado.

 

También sabía que nunca nadie sería el correcto, por él sólo podía amar a Tom. Pero quería ignorar ese pensamiento e intentarlo todo lo posible, cuidando no lastimar a Bu.

 

—Oh, mi Bill se sonrojó. – le picó Simone y Bill sonrió ligeramente.  —Él te hace bien. – dijo, mientras peinaba con sus dedos el largo cabello de su hijo menor. — No te lo había dicho, pero te ves más repuesto. – dijo, sentándose al lado de Bill y tomando sus mejillas.

 

—Han aumentado las comidas. Me da mucha hambre al día. – confesó. —Intento tener las comidas por horas, para no descontrolarme,  pero a veces cuando salgó tengo me meter algo que picar en la bolsa. – dijo y Simone sonrió alegre. —Anis siempre tiene cosas para mí en su auto. – comentó.

 

— ¿Por qué está viajando tanto? Hace poco también lo hacía.

 

—Esta con la promoción del álbum, grabando videos y esas cosas. – le explicó y Simone asintió.

 

—Bill, ayer llamé a David, me explicó lo que sucedió. – comentó Simone. — ¿Por qué... por qué no le decimos a Tom? Es tu hermano. – propuso.

 

—No es necesario. – aseguró Bill, esforzándose en hablar. —Yo he mejorado, voy por buen camino, decirle a Tom será un mal innecesario. Sabes cómo es él todo preocupado. – simuló restarle importancia. — De seguro me agobiará con su sobreprotección. – murmuró, intentando aparentar que se creía esa mentira que en un momento llegó a ser cierta, pero que ahora no lo era. Él estaba seguro que más que desprecio de parte de su hermano, no recibiría.

 

—Está bien. – dijo Simone, pero recordando cómo durante las comidas Tom examinaba que tanto comía su hermano.

 

:::

 

— ¿Tom, subes? – le preguntó su madre, con su ropa de dormir y una levantadora sobre ella.

 

Tom venía del baño de visitas, porque Bill estaba usando el de su habitación. 

 

—Sí, ya es tarde. – dijo en un bostezo. —Buenas noches, mamá. – dijo acercándose a ella y besando su mejilla.

 

—Buenas noches para ti también, cielo. —le besó con cariño, provocándole un mohín, Ella sonrió.

 

—Ya estoy grande. – dijo.

 

—Un six pack no te hace grande. – aseguró pinchando el abdomen desnudo de su hijo.  —Toma, dale esto a Bill. Que se lo aplique en la lesión. – le pidió, entregándole una pomada y Tom la tomó, no prosiguiendo su camino.

 

¿Estaría bien comentarle a su madre?

 

—Mamá, ¿Te molesta si hablamos por un momento?

 

—Claro que no, amor. Ven, así me acompañas a beber un poco de té. – aceptó, siendo seguida por Tom. — ¿De qué quieres hablar? – le preguntó, encendiendo el calentador de agua y tomando asiento al lado de su hijo mayor, quien tenía sus brazos apoyados en la barra de la cocina.

 

—Es sobre Bill. – admitió un poco titubeante. Simone no parecía sorprendida, solo un poco conmocionada y apagó el calentador, sabiendo que el té quedaría olvidado  por el momento.

 

— ¿Qué sucede con Bill? – le instó a continuar.

 

—Bueno, no lo sé. Es decir, ¿No le ves más delgado? – Simone sólo le sonrió, sintiendo como sus ojos se humedecían. —Mamá, algo malo sucede con él. Yo no sé qué pensar. – dijo tomando sus manos. — La otra noche conseguí algunas medicinas en su habitación, algunas para la anemia. Él-él no sufre de anemia. Y Dios, él nunca había estado tan delgado. Come tan poco. – suspiró y una lágrima corrió por su mejilla, toda esa confusión que se mostró en ira empezaba a volverse tristeza de no saber que sucedía con su gemelo, con su hermanito.  — Son cantidades tan pequeñas, cosas que no comía. Yo-yo creo que él se está haciendo daño. Sabes cómo somos los jóvenes, tal vez quiere adelgazar, pero ya es suficiente. Tengo miedo que enferme, mamá. No sé qué hacer. – dijo con sus ojos empañados ya por las lágrimas. — ¿Mamá? – preguntó, al ver como varias lágrimas corrían por los ojos de su madre.

 

Simone sabía que estaba defraudando a Bill, pero su hijo se veía tan preocupado y ella necesitaba también desahogarse con alguien que sintiera a Bill tan especial como ella lo hacía. Gordon le había apoyado, él amaba a los gemelos como sus hijos, pero nunca se podría comparar  el amor de un padrastro con el de una madre o el de un hermano.

 

—Él estaba tan delgado. – fue lo que dijo entre lágrimas y Tom le miró confundido. —Más que ahora. – continuó y Tom no podía creerlo. —Tom, tu hermano ha estado enfermo. – le confesó.

 

Tom sintió su mundo caer.

 

—Espera, mamá. – pidió, necesitando un respiro. — ¿Qué-qué tiene Bill?

 

—Su estómago sufrió de algunas lesiones debido al estrés. No lo sé, tal vez muchas horas sin comer, pero los jugos gástricos dañaron su estómago. Él-él no retenía mucho la comida y vomitaba y.... – su voz se cortó y Tom tuvo que abrazarle, conteniendo sus lágrimas al ver a su madre tan afligida. —Él estaba pálido, sus valores bajos, tan delgado, vomitaba tanto. Yo no sabía, Tom. Mi podre niño estaba en un cuadro de deshidratación y desnutrición. Anemia, lesiones, vómitos. – Simone se quebró y él corazón de Tom dolió, perturbado al imaginarse a Bill pasando por todo aquello. Solo. Sin él. — Prácticamente ha tenido que volver a acostumbrar a su estómago a comer, a que acepté la comida. Lo que para cualquiera es normal, como comer una galleta, para él era una batalla. Y él-él lo ha hecho muy bien. — dijo comenzado a sonreír, pero aun con lágrimas. — Es muy estricto con lo que come y su aumento de peso va muy bien, está cerca de alcanzar lo mínimo que debe pesar, de manera saludable. Su anemia está mejorando y es muy extraño que vomite. – comentó ensanchando su sonrisa ante los pañosos ojos de Tom. —Toma sus pastillas a la hora que debe, no le importar levantarse temprano para desayunar. Él ha tenido que pasar por muchos cambios. Su rutina ha cambiado y él lo ha aceptado. Él esta tan feliz por sus avances, Tom.

 

La mente de Tom solo podía recordar los comentarios que hizo hacía su hermano, como se burló, como se enfureció por su delgadez, como le humilló. Y para Bill había sido una lucha estar como estaba, un sacrificio pesar lo que pesaba, y él le estuvo menospreciando todo ese tiempo.

 

— ¿Por qué... por qué no me lo habían dicho? Maldición. – dijo, secando sus lágrimas.

 

—No quería preocuparte. – le explicó acariciando sus manos.

 

—Pero... ¿Él está bajo control médico o algo? Mamá, no te preocupes, yo llevaré a Bill al mejor de Europa. Él no pasará por esto solo, no más. Yo-yo estaré a su lado. Maldición, seré su sombra. – le seguro y Simone sonrió ante su hijo tan preocupado por su hermanito. — ¿Cómo es que no me dicen nada? ¿Có-cómo? – preguntó, frotando sus manos en su rostro.

 

« ¿Cómo te dejé pasar por esto solo, Bll?»

 

—No te preocupes, querido. – acarició su mejilla húmeda. —Hace algunos meses Bill se ve con un especialista. Anis le llevó y ha estado a su lado a cada momento. Él fue como un ángel para Bill. – sus ojos volvieron a humedecerse. —Yo no tenía contacto con tu hermano y él estaba tan enfermo. Pero ya, no lloremos. – dijo, limpiando sus lágrimas y las de Tom. —Bill está mejor. – sonrió. —Solo tenemos que apoyarlo.

 

:::

 

Terminó tomando un poco de té con su madre para calmar sus emociones y sólo quedó un sabor amargo en su garganta que no tenía nada que ver con lo dulce de aquel té.

 

Entró a la habitación, encontrándose a Bill en pijama sentado en la cama, con su espalda apoyada en el respaldar, sus piernas extendidas y arropadas, mientras tenía su laptop en su regazo. Tan pequeño, tan frágil, tan hermoso. La mandíbula de Tom se tensó cuando sus emociones quisieron volver a descontrolarse.

 

Bill levantó la vista cuando escuchó la puerta cerrarse y, al ver que era su hermano, inmediatamente la bajó, intentando pasar desapercibido. Pero todo intento falló, cuando observaba levemente como su gemelo se acercaba a él.

 

— ¿Puedo? – preguntó, pidiendo sentarse y Bill asintió con timidez, recogiendo sus piernas en posición india, para que su hermano se sentará a su lado en la orilla de la cama.

 

Intentó mantener su mirada en lo que hacía en su computador, pero Tom estaba ahí, mirándole fijamente. Así que decidió cerrarla y colocarla en la mesita de noche, esperando que su hermano le dijera lo que tendría que decirle.

 

—Mamá te envió esto. – informó, enseñando el tubito con la pomada.

 

—Gra-gracias. – dijo, tomándolo con nerviosismo. Tom aún no dejaba de mirarle.

 

—De nada. – murmuró y Bill se removió, sin dejar de mirar el tubito entre sus dedos. Escuchó a su gemelo tragar grueso. —Esto. Bill. – para Tom estaba siendo muy difícil hablar cuando las emociones parecían querer ahogar su voz.  —Que-quería discúlpame.

 

—No-no tienes porqué. – le interrumpió rápidamente Bill. — Lo que sucedió fue un accidente, no es tan grave. No te preocupes. – le aseguró.

 

Eso no se lo esperaba y es que Tom no tenía culpa. Él fue quien no se cuidó y por eso hicieron el artículo, él se merecía esas palabras de Tom. Tom tenía razón al decir que estaba muy delgado.

 

—No sólo por el golpe. Sé que fui un idiota con eso y no debí hacerlo, tampoco discutir con tu nov~ con Anis. – dijo eso con dificultad, no pudiendo decir novio y Bill en la misma oración; salvo que el apelativo de novio lo llevase él. —Bill, hablé con mamá sobre algunas cosas y... 

 

— ¿Qué- qué cosas? – preguntó con temor y sintiendo un estremecimiento.

 

—Sé que has estado enfermo.

 

Eso cayó como un balde de agua fría en Bill. Su cuerpo se tensó y su respiración se agitó. Tom lo sabía. Dios, Tom sabía que estaba enfermo. Él no quería eso.  Quería huir, fuera de la vista de rechazo de Tom, fuera de la presencia de Tom y dejarle de producir asco. Sus esperanzas de escape fueron frustradas cuando la mano de Tom tomó la suya, sosteniéndola firmemente.

 

—Bill, ¿Por qué no me lo dijiste? – le preguntó con la voz casi quebrada y Bill tampoco se esperó eso. —Te-te traté tan mal. Por favor, discúlpame. – pidió, apretando la mano de Bill entre la suya y los ojos del menor se humedecieron bajó sus bonitas pestañas.

 

—Tú-tú no lo sabías, Tom. – le justificó su comportamiento.

 

—Pero debí suponerlo. Estás tan diferente. Me preocupé, me asusté. Y pensé lo peor. – dijo un poco más tranquilo y sin ese nudo en la garganta que le cortaba el habla.

 

Bill estaba allí, pareciendo tan pequeño y avergonzado por estar enfermo. Todos los celos de Tom fueron a parar a otro lugar,  esa herida por sentirse traicionado fue olvidada. Sólo veía a su hermanito, al dueño de su corazón, allí, delicado, enfrentándose a problemas de salud, vulnerable.

 

—Realmente lo siento. – le aseguró, dirigiendo, con un poco de temor, su mano a la mejilla de Bill y acariciándola, sintiéndola húmeda. —No llores, por favor. – le pidió y Bill no sabía qué hacer.

 

El contacto de su gemelo, ese que tanto había añorado, a su hermano, mostrando una preocupación que ni recordaba, brindándole un consuelo que necesitaba desde hace tanto tiempo. Sonando arrepentido, pidiendo su perdón y Bill sentía que no había algo que perdonarle, menos cuando sus brazos se enredaron en su anatomía, abrazándole con ese cariño que siempre le hacía sentir protegido, a salvo, en su hogar.

 

—Bill, lo siento, lo siento. – le repitió mientras besaba sus cabellos y le abrazaba con más fuerzas.

 

Bill estaba sin palabras, solamente mojando su torso desnudo y sin siquiera poder corresponder el abrazo, con un miedo enorme de abrazarle y que Tom recapacitara, que dejara de envolverlo con sus brazos, dejándole solo de nuevo.

 

—Te prometo que a partir de ahora te cuidaré. – le aseguró. —Soy tu hermano mayor y debo protegerte. No te lastimaré más, Bill. Por favor, confía en mí. – le imploró.

 

—No- no tienes que hacerlo. No te preocupes por eso.  – le aseguró apartándose de Tom cuando sus brazos quisieron corresponderle y secando sus mejillas húmedas con vergüenza. — Soy capaz de cuidarme, los chicos me cuidan, Anis me cuida. – comentó con timidez, no queriendo ser una molestia para Tom.

 

—Pero yo soy tu hermano y yo quiero cuidarte también. Déjame hacerlo, Bill.

 

—Tom...

 

— ¿Es-es por lo que pasó con nosotros, ciero? – preguntó con temor.

 

Ellos no habían hablado de eso, Bill sentía que todo estaba claro, mientras Tom sentía que esa relación fue sepultada por Bill cuando presentó a Anis como su novio. Todo estaba siendo una marea de golpes tras golpes en las emociones de Bill, en su delicado corazón. Y demostró nuevamente que él era fuerte, sacando fortaleza de los pequeños pedazos de su corazón que estaban juntándose poco a poco.

 

—Lo-lo que pasó entre nosotros. –intentó decir a punto de perder los nervios y Tom tomó su mano.

 

«Yo-yo te amo, Tomi.

 

Y eso está jodidamente mal. »

 

Las cartas estaban en la mesa y Tom pensó que podría arriesgarse, podría confesar sus sentimientos y saber si tenía alguna oportunidad de recuperarlo.

 

—Bill, lo que dije esa noche. Lo sien...

 

—Lo que hiciste fue lo correcto, Tom. – le cortó ante de que pudiera terminar, temeroso de que Tom le confirmara esas palabras.

 

Tom no sabía lo que era sentir que tu corazón se rompía, hasta que escuchó esas palabras ser conjuradas por la suave voz de su gemelo.

 

— Eso estaba mal, y yo-yo no podía entenderlo. – siguió y aleteó sus pestañas todo lo posible para que no cayeran lágrimas, para poder aguantar, para no quebrarse. — Yo no sabía que te causaba tanto malestar que te amara, yo no era consciente del mal que te hacía.  – Tom quiso llorar cuando Bill hablaba de ese amor en pasado. — Por eso, lo siento. – se disculpó en un susurro que Tom no quiso oír. —Pe-pero eso quedó en el pasado. – dijo casi arrastrando las palabras, más cuando ese amor que albergaba en su corazón parecía halarlas para mantenerlas dentro, para que no las dijera.

 

Tom estaba tomando la mano de Bill con fuerza, casi como aferrándose a él y le costó unos minutos asimilar esa información. Él había destruido el amor que Bill llegó a sentir por él.

 

No había más oportunidades. Había perdido a Bill para siempre.

 

—Sí, en el pasado. – afirmó Tom, tragándose las lágrimas y apretando su otra mano en un puño. —Pero, más que hermanos, somos gemelos y estamos para cuidarnos. – declaró y tuvo que volver a abrazar a Bill porque el dolor en su corazón era muy grande. —No tienes una idea de lo que te quiero Bill, de lo que te he extrañado. – dijo con los dientes apretados para no llorar.

 

—Ahora... – dijo, limpiando las lágrimas de Bill y sacudiendo las suyas, que no sabía cuándo empezó a derramar. —Me gustaría ver los ojos de mi hermanito. – le pidió y aunque su corazón estaba llorado por el amor de Bill, algo en él rebosaba de felicidad al poder volver a tenerlo... aunque sea como hermano.

 

Bill sonrió con sus mejillas húmedas cuando Tom las acarició. El temor era menos. Tom estaba receptivo a él, podía sentir que Tom no se alejaría de nuevo mientras aparentara quererlo sólo como hermanos.

 

Y a Tom se le fue el poco aire que le quedaba ante esos hermosos y brillantes ojos miel, tan perfectos, tan grandes, tan puros, tan temerosos, tan necesitados de su cariño, tan místicos que estaban llenos de hermosos secretos por descubrir.

 

Tenía miedo, de que Tom viese tras sus ojos y se revelara ese amor que estaba intentando ocultar, pero supo que no lo hizo cuando Tom sonrió y besó su frente con cariño.

 

—Me encantan tus ojos. – le dijo sonriente y Bill también sonrió. —Supongo que mi primer deber como hermano es aplicarte esto. – dijo, sin borrar la sonrisa. Tomó la pomada de las manos de Bill y la destapó, colocando un poco en su dedo índice y apartando el cabello de Bill para colocarlo sobre su piel.  —Lo siento. – volvió a disculparse cuando observó el golpe.

 

—Está bien. – dijo Bill y rezó porque sus mejillas no se sonrojaran cuando Tom se acercó a soplar un poco donde aplicó la medicina.

 

Tom tuvo un presentimiento...

 

—Listo. – aseguró colocando el tubito en la mesita de noche.

 

—Gracias. – dijo Bill y Tom sonrió, sintiéndose perdido ante esos ojos que ahora le miraban.

 

—De nada. – y Bill bostezó. —Creo que mejor vamos a dormir.

 

Tom rodeó la cama, acostándose del lado derecho.

 

— ¿Apagó la luz? – le preguntó a Bill y este asintió.

 

A diferencia de la noche anterior, ambos estaban frente y Tom sonrió, mientras estiró su brazo alcanzando la mano de Bill y moviéndose un poco más al centro ante la confundida mirada del menor. Luego, haló de él.

 

—Ven aquí. – pidió y Bill se dejó mover.  —En algún momento de la noche, lo haríamos. – dijo,  recordando como amanecieron y las mejillas de Bill se tiñeron de escarlata entre la felicidad y vergüenza cuando Tom le instó a acurrucarse a su lado y a colocar su cabeza sobre su pecho. —Buenas noches. – le deseó besando su frente.

 

—Buenas noches. – respondió sintiéndose más abrazado por su hermano. Tom era cálido ante ese cuarto frio.

 

Tom no podía dormir, no teniendo a Bill entre sus brazos, no recordando que ya no le amaba, no cuando su corazón brincaba de felicidad porque tenía a su Bill de vuelta, aunque sea de esa manera.

 

Y, cuando Bill se removió entre sueños aferrándose más a él, Tom volvió a sentirlo:

 

... No sería fácil ver a Bill como sólo un hermano.

 

Notas finales:

Ask/EilW


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