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Backstage por LadyScriptois

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Notas del capitulo:

09/03/2014

 

Capítulo 22

 

La madrugada llegó y Tom aún no pegaba un ojo, tampoco se despegaba de Bill.

 

No había escena más bonita que su hermanito durmiendo. Si fuese una película, él no se cansaría de verla, menos luego de haberla dejado de ver una vez.

 

¡Dios! ¿Cómo fue que ocurrió? El creer que su corazón no necesitaba a Bill, el rechazarle, el alejarse de él. ¿Cómo fue tan tonto en no reunir el valor para enfrentar sus confusiones? ¿Cómo fue que no se acercó a él y juntos buscar una solución? ¿Cómo es que no estuvo a su lado en su enfermedad?

 

La imagen de Bill enfermo, pálido, desprotegido, le asustaba de sobre manera. Y Bushido: Bushido había estado a su lado, apoyándole, dándole lo que él se negó a darle, prestándole su compañía, sus cuidados y cariño, escuchándole, hablándole, sacándole sonrisas en los momentos difíciles. Bill parecía estar bien a su lado y eso le asustaba, porque Anis le protegió cuando él le abandonó y sabía que no todos los hombres eran como él y que Bushido si veía el valor de Bill.  La idea de que Bill estuviese estado enfermo antes de las vacaciones le aterraba, quizás estuvo presentando síntomas y él por estarse alejando no los notó. ¡Maldita sea! Debió cuidarlo mejor, nunca debió abandonarle.

 

Bill había hablado de su amor en pasado. Demonios, ¡Se disculpó por haberle amado! Y Tom sólo podía creer que cada palabra fue cierta y Bill ahora consideraba su amor como algo malo, como algo errado aquello que vivieron. Bill, como una vez creyó en sus promesas de amor, creía en las palabras de aquella noche y le había dejado de amar. Él hizo que Bill le dejara de amar. Eso empezaba ser insoportable y Tom sabía que pasaría cada hora de su vida arrepintiéndose de lo que hizo.

 

El cuerpo de  Bill se estremeció y Tom elevó la manta hasta los hombros de su gemelo para protegerle de la fría noche. Eran las cinco de la mañana y Bill se despertaba temprano ¿Seis, siete? Antes no lo entendía, pero ahora sí.

 

Besó su frente con cariño y salió de la cama.

 

:::

 

— ¿Hola? – se escuchó una voz adormilada.

 

—Despierta, necesito tu ayuda.

 

¿Qué... uhm... qué hora es?

 

—Un cuarto pasada las cinco. Enciende tu cerebro por dos minutos, Georg, y dime que desayuna Bill. Luego puedes seguir durmiendo. – dijo con una sonrisa.

 

¿Qué desayuna Bill? Yo... – se oyó un bostezo. —No lo sé... – decía, mientras su voz se apagaba.

 

—No te duermas, Georg. – pidió divertido Tom. —Le has preparado el desayuno varias veces.

 

—Nada muy dulce. Come fruta... Uhm...

 

—Georg. – le llamó cuando parecía que el bajista se quedaba dormido.

 

Liviano.  – murmuró. —Mira ese avión. – dijo entre sueños y Tom negó divertido.

 

—Sigue durmiendo. – le ofreció.

 

Colgó, sabiendo que Georg no le respondería.

 

—Algo ligero. – pensó Tom, tomando asiento en la barra de la cocina. — ¿Eso sería cómo... yogurt? – se preguntó. —Ash, con eso se desmayará. – dijo miserablemente y dejó caer su cabeza en la barra.

 

Bill desayunaba cereal, siempre, desde que eran lo suficientemente altos para alcanzarlo en la alacena. ¿Cómo es que ahora estaba matándose por hacer un simple desayuno?

 

—No. – se negó, Tom. —No puedo darle cereal, debe comer bien. – tomó una manzana de la barra y la lanzó al aire repetidamente pensando que cocinar, o intentar.

 

Tom subió sigiloso a la habitación luego de revisar algunas cosas en la cocina, tomó un gorro, una bufanda, zapatillas, unos pantalones, chaqueta, dinero y las llaves de su camioneta.

 

Faltaba hora y media para que Bill despertara, con suerte no le tomaría mucho tiempo una visita al supermercado.

 

:::

 

Cuando despertó, se encontraba solo en la cama. Bill no supo cómo sentirse con eso.

 

Al principio creyó que era un sueño y que esa era la realidad: Tom no estaba y no volvería. Pero luego todo vino a su mente. Tom había vuelto, ese hermano que tuvo por casi veinte años, ese que le aseguraba que todo estaba bien y le llenaba de protección. Su gemelo.

 

Cuando comenzaron su relación de novios, ese Tom hermano no se perdió. Nunca hubo una diferencia, salvo los contactos físicos y algunas emociones, entre los Kaulitz como novios y los Kaulitz como hermanos. Todo se sentía natural, correcto.

 

Bill extrañaba cada parte de Tom, cada una de sus facetas, él amaba cada gramo de Tom, pero no era plenamente como antes. En su relación como hermanos, él sentía algo roto. Tal vez la noche anterior Bill pudo ver a Tom a los ojos, pero no quedaría de lado el miedo de que Tom descubriera su amor.

 

Desde y antes de estar seguro de que secretamente estaba enamorado de Tom, no había miedo en sus muestras de afecto, sólo consciencia de que por más que quisiera existía un límite que él no debía traspasar, que tenía que controlar su corazón. Pero, ¿Cómo controlar su corazón que una vez fue aceptado? ¿Cómo no sentir miedo cuando ese amor fue lastimado y denigrado? ¿Cómo no ser inseguro cuando sabía que lo que sentía está mal y que eso podría alejarlo de nuevo?

 

Había retomado su relación como gemelos, pero Bill sabía que no podría ser el mismo hermano. No cuando su corazón no entendía y el miedo se apoderaba.

 

Los vientos fríos empezaban a sentirse y Bill salió de sus pensamientos para hacer lo propio en el baño, colocarse algo que le abrigará y bajar por su desayuno, no sin antes enviarle un mensaje de buenos días a Anis.

 

Y lo que se encontró no se lo esperaba.

 

Tom tenía un extraño problema con la licuadora y todo el mesón central de la cocina estaba lleno de recipientes, utensilios de cocina y bolsas de supermercado. 

 

— ¿Necesitas ayuda? – preguntó Bill y Tom reaccionó intentando colocarle la tapa a la licuadora antes de que todo siguiera derramándose.

 

—Hola, despertaste. – dijo, viendo su reloj y comprobando que eran casi las siete y media. —No deberías estar aquí. – comentó, acercándose a Bill y tomando su mano. —Buenos días. – le deseó, acercándose inesperadamente, tomando su pequeña cintura y   besando su mejilla con cariño. Bill se encogió un poco ante ese gesto.

 

—Buenos días. – devolvió, casi murmurando por lo incomodo que fue ese recibimiento de Tom.

 

Sus mariposas tenían que detenerse.

 

—Vuelve dentro de cinco minutos y tendré tu desayuno listo. – le pidió dulcemente, colocando un mechón del largo cabello de Bill tras su oreja.

 

—No te preocupes. – aseguró, tomando la mano de Tom que acariciaba su cabello y retirándola con sutileza, para luego soltarla.

 

Tom carraspeó, sintiéndose un poco rechazado ante ese gesto.

 

—Nada de eso, va en serio. Hoy preparo el desayuno. – continuó, intentando no borrar su sonrisa y  alejándose un poco de Bill para darle comodidad. —Puedes sentarte a esperarlo si quieres. – ofreció, yendo a apagar la licuadora y recogiendo un poco el desorden.

 

—Te ayudaré a recoger. – le aseguró, empezando con algunas bolsas. — ¿Mamá y Gordon?

 

—Mamá se fue a la clínica como a las seis y Gordon la llevó. Así que, se adelantó al trabajo. – respondió, poniendo unas tostadas en un plato.

 

— Entonces... – titubeó un poco. — ¿Todo esto de dónde salió? – le preguntó a su hermano curioso, tomando las bolsas de la barra.

 

—Fui a un supermercado de veinticuatro horas. Desperté temprano. – se encogió de hombros y le sonrió a Bill, quien estaba un poco abrumado. Demasiado desacostumbrado a las sonrisas de Tom para él.   — Parece que esto ya está. Toma asiento. – solicitó y Bill lo hizo.

 

Pronto la mesa estaba llena de muchas cosas, pero en pocas porciones.  Tostadas integrales, delgadas telas de jamón de pavo libre de grasa, brochetas de banana, pera, manzana y fresa, mermelada, queso crema ligero, leche descremada, café, jugo de naranja y mora.

 

—No estaba seguro sobre que prefieres desayunar. – explicó y se sentó al lado de Bill.

 

—Gracias. – murmuró, con sus mejillas teñidas y mordiendo ligeramente su labio. Tom se sintió completamente perdido ante ese gesto.

 

—Te dije que quería cuidarte. – le repitió y Bill se removió en su asiento. — Sé que me dijiste que no es necesario. – atajó al menor cuando este parecía replicar. —Pero quiero hacerlo. – y colocó una mano sobre la de Bill.

 

El menor se tensó sin querer y se sintió un poco abrumado por las emociones y atenciones.

 

—Yo... Uhm... Tomaré un poco de esto. – dijo, retirando su mano de la Tom y dándole una pequeña mordida a su brocheta de fruta, sin devolverle la mirada a su mayor.

 

Tom intentaba no ser muy obvio en cuanto a su análisis de lo que comía Bill, descubriendo que su gemelo  no tomaba café, pero si mucho jugo, también que estaba más dado a las tostadas con delgadas tiras de jamón que con mermelada, y que el queso crema no fue tocado por él.

 

El desayuno fue silencioso. Bill se sentía un poco observado por Tom, lo que le hacía sentir incómodo. Cuando finalizaron, el menor se dispuso a recoger.

 

—Oh, no. Nada de eso. – le detuvo Tom. —Yo me encargaré de los platos, hice demasiado desastre como para que tú ahora lo arregles.

 

—Yo lo haré, no es justo. – se negó. —Tú preparaste todo, yo me encargo de limpiar.

 

—Así que todo viene por lo justo. – comentó Tom, tomando los platos de las manos de su hermano y colocándolas de nueva cuenta en la barra. Luego le miró divertido y con una sonrisa.  —Un beso y todo queda saldado. – propuso, llevando su dedo índice a su mejilla derecha y señalándola. Bill apretó sus labios para controlar una ligera sonrisa, bajando su rostro para que sus mejillas rojas no fuesen notadas por Tom, antes de volver a tomar los platos y dirigirse al fregadero.

 

Tom no supo que pensar, ¿Eso era un tercer rechazo? Y no habían pasado ni dos horas juntos.

 

Desde siempre los gemelos habían sido de mucho contacto físico. Cuando eran novios los roces por parte de Tom aumentaron hasta el punto de que era casi imposible que estando cerca de su gemelo no le tocase de alguna manera, salvo por esos meses antes de terminar. Y joder, habían pasado tantos meses desde que no tenía comunicación con Bill, a eso sumadas algunas semanas donde se veían y no se hablaban, donde Bill no le miraba, donde no habían tenido roces. Y ahora, sabiendo que estuvo a punto de perderlo en todos los sentidos, su cuerpo actuaba sin pensar.

 

Tuvo que repetirse mentalmente que esta relación no incluía besos, no incluía caricias, solo roces fraternales, y no todos los hermanos iban por ahí retirando los cabellos del rostro de su hermano, ni besando su mejilla. Tom admitía que antes de su relación si había besos en las mejillas, abrazos, y roces bastante fuera de lo común entre hermanos, y con mucha frecuencia, pero Tom casi siempre era el receptor, Bill era quien se colgaba a él dándole inocentes besos en sus mejillas o yendo a su cama con pesadillas, donde Tom terminaba acariciando su espalda.

 

:::

 

La noche cayó con la llamada de Simone, quien les comentó que había una escasez de personal en la pequeña clínica y que se quedaría esa noche. Los gemelos estuvieron esperando preocupados por Gordon, ya que estaba empezando a llover fuertemente, hasta que recordaron que era viernes, lo que significaba noche de póker para su padrastro.

 

Bill acababa de picar un tazón de almendras tostadas, cuando las lámparas empezaban a pestañear. Decidió que lo mejor sería tomar un baño ahora, previniendo que la electricidad fallara y luego no quisiera hacerlo.

 

Subió a su habitación, pero la puerta estaba cerrada y se escuchaba la regadera del baño, por lo que supo que Tom estaba bañándose y cambiándose. Supuso que podría esperar, pero las luces volvieron ser intermitentes y decidió tomar el baño en el baño de uso común.

 

Podía escuchar las ramas golpeando con fuerza en las ventanas y agradeció que las puertas de la casa fuesen aseguradas por Tom cuando supieron que Gordon ni Simone volverían esa noche a casa.

 

Entró al baño y la luz volvió a debilitarse para luego volver rápidamente.

 

Bill decidió no perder más tiempo.

 

:::

 

Tom terminaba de colocarse su pantalón de pijama, haciéndolo con rapidez, por si Bill necesitaba usar el baño y ya se había tardado bastante. Salió de allí y tomó su celular que se encontraba cargando en una de las mesitas de noche y leyó un mensaje de Anne.

 

Se encontraba en un desfile y le envió una imagen bastante graciosa de Abbe, su mejor amiga, y ella. Junto a un mensaje informándole que le extrañaba y que le había ido muy bien. Tom respondió con una sonrisa y guardó el dispositivo en su bolsillo antes de dirigirse a la puerta.

 

Tom frunció el ceño al abrir la cerradura, la cual tenía presionado el seguro. Él no recordaba haberlo colocado, pero cuando intentó abrir notó una ligera falla en la cerradura, por lo que al salir dejó la puerta ligeramente abierta, evitando que se activara de nuevo el seguro y quedaran él y su gemelo fuera.

 

No terminó de salir bien de la habitación cuando la electricidad se fue, dejando toda la casa en oscuridad.

 

:::

 

—Ash, mierda. – gimió bajito cuando quedó en completa oscuridad.

 

El agua empezaba a ponerse fría y aguantando un poco más terminó de retirar el jabón de su cuerpo y el shampoo de su cabello. Un fuerte ruido se escuchó y Bill se apuró en salir de la ducha, intentando guiarse con las manos. En el baño sólo había una pequeña ventana que le proporcionaba un poco de iluminación, sin embargo eso no impidió que se tropezase varias veces. Tanteó, encontrando el closet aéreo donde Simone guardaba algunas toallas y lo abrió.

 

—No, no. – murmuró desesperado cuando no encontró toallas allí. — ¡Oh, Dios! aquí hay una. – sonrió aliviado, tomando la que estaba en el colgador. Era de mediano tamaño, pero al menos le cubriría, había mojado toda su ropa cuando salió del baño, ya que no veía nada, no podría volver a ponérsela y tampoco tenía planes de ir desnudo por ahí —Pero no puedo salir así. – pensó preocupado.

 

Él estaba bastante delgado, no quería que Tom le viese sólo con una toalla en sus caderas, observaría sus costillas, sus caderas, sus...

 

—No, no puedo. Debe haber otra. – gimió impaciente, pero nada.

 

Tal vez, podría escabullirse a la habitación de su madre, allí había otro baño, podría conseguir otra toalla. Bill acomodó la toalla pasándola por debajo de sus axilas, sintiéndose más cubierto, y abrió sigilosamente la puerta.

 

—No veo algo. – susurró para sí mismo.

 

De pronto, escuchar las ramas golpetear alguna ventana le asustaba mucho.

 

El frío se intensificaba cuando estaba todo mojado, su largo cabello chorreando, en una toalla que apenas le cubría, asustado y sin poder ver algo. Bill se recostó en las paredes que le llevaría al cuarto de su madre y caminó teniéndola como guía.

 

Sus dedos tocaron el borde de la pared y se sintió aliviado sabiendo que estaba cerca, dobló en la esquina y el corazón casi se le detuvo cuando chocó con alguien. Bill tuvo que prácticamente pegarse a Tom cuando notó que su gemelo tenía la luz del flash de su celular activada en modo de linterna y siendo consciente de su accidente.

 

Eso no podía estarle pasando a él, mucho menos ante Tom.

 

—Te estaba buscando. – le dijo Tom, quien sólo rodeó complacido la cintura de Bill, cuando este parecía temblar mientras intentaba no despegarse de él. —Estás todo mojado. – comentó lo obvio,  su mano siendo superficie para las gotitas que destilaban de su larga y espesa cabellera negra, sintiendo a Bill estremecer cuando acarició su baja espalda totalmente húmeda.

 

—To-Tom, apaga eso. – pidió nervioso.

 

— ¿Qué sucede? – cuestionó preocupado, intentando separarse de Bill al sentirlo muy nervioso.  — ¿Estás lastimado?

 

—No, no, no. – pidió acercándose. Tom no podía alejarse, le vería. —Só-sólo apaga la luz. – casi suplicó entrando en un colapso nervioso.

 

—Dime que sucede. – cuestionó realmente preocupado y luego fue consciente de que una toalla húmeda estaba a sus pies. — ¿Bill, tú estás...?

 

Bill estaba desnudo entre sus brazos. Desnudo, húmedo y agitado. Y un intenso cosquilleo se desató en su bajo vientre. Olía delicioso, se sentía suave y estaba bastante frío aunque su respiración era caliente y agitada.

 

—Por favor, no veas, no veas. Cierra los ojos. Apaga eso. – le pidió no sabiendo que hacer, menos cuando se escuchó una risa divertida de Tom. —No te rías. Sólo, só-sólo apaga la luz. – le volvió a pedir con voz pequeñita de la vergüenza y Tom lo hizo.

 

— ¿Por qué estás desnudo? – le preguntó divertido, apagó la lámpara con una mano y, de alguna manera, una de sus manos aún seguía en la baja espalda del menor de los gemelos Kaulitz, luego recibiendo compañía de la otra mano que se deslizaba por su cuerpo de manera natural, sintiendo la humedad en esa suave piel, la cual cubría una ligera curva que llevaba a algo que deseaba tocar. Tom se estremeció al recordar lo bonito que lucía el trasero desnudo de Bill, sacudiendo sus pensamientos. Mal momento para pensar en eso.

 

—Se-se me acaba de caer la toalla, me asustaste y cayó. Vo-voy a recogerla. Sólo cierra los ojos, por favor, Tom. – solicitó con voz piadosa.

 

—Yo lo haré. – se ofreció, con intenciones de incarse y Bill tomó el rostro de Tom, manteniéndolo en alto para que no se moviera.

 

—No, no, no. – pidió agitado y se pegó más a su hermano para que no se apartara y le observara. Las manos de Tom se mantuvieron firmes en la piel perlada de gotitas de su hermano, mientras un agradable escalofrió recorría su medula espinal.

 

Tom tuvo que detener sus manos cuando quisieron bajar un poco más allá de su baja espalda. Realmente estaba controlándose.

 

Bill no estaba pensando en las reacciones de su gemelo, sólo podía concentrarse en no mostrarse en desnudez ante su hermano, de que no le viese, y poco le estaba importando que le sintiese así: desnudo, tan cerca, con su pecho agitado por los nervios cerca del suyo musculoso y caliente. Bill no sabía que causaba mientras casi no pasaba aire entre sus cuerpos y su delgado cuerpo estaba haciendo que los vellos de Tom se erizaran. Tom tuvo que tragar grueso cuando las delgadas caderas de su hermano chocaron con las suyas y su miembro pegó un brinco.

 

—Cierra los ojos. – volvió a pedirle y Tom lo hizo sintiendo a Bill apartarse con cuidado.

 

— ¿Por qué tengo que cerrarlos? – preguntó con dificultad. —De igual forma  no veo algo.

 

«Y sé tu cuerpo desnudo de memoria. » pensó.

 

—Sólo por si vuelve la electricidad. – justificó impaciente y suspiró cuando Tom le obedeció. — No los abras, no los abras. – le pidió como un mantra, descendiendo su cuerpo y su respiración chocó por un momento en el bajo vientre de Tom, haciéndolo contraer, pero él no se daba cuenta de que causaba en Tom, sólo quería tener algo con que cubrirse. — Ya-ya puedes abriles. – informó, cuando la toalla ya se encontraba en su cuerpo. — ¿Puedes-puedes darme luz? Necesito buscar algo que ponerme. – murmuró y Tom aclaró su garganta.

 

—Eso... Nuestra habitación esta trancada. – informó. —Le dejé abierta porque tiene problemas la cerradura, pero el viento la cerró de nuevo.

— ¿Qué? Yo–Yo no puedo estar así. – dijo, preguntándose que más podría sucederle.

 

—Vamos por algo en la habitación de mamá. – le dijo y Bill asintió, de todas maneras ese fue el plan original.

 

— ¿Enciendo la linterna? – preguntó a Bill y él asintió un poco cortado.

 

Tom entrelazó sus dedos con los de su hermano pequeño, para guiarle y Bill, rindiéndose, no se soltó, mientras aferraba una mano a la toalla para que no volviese a caer.

 

—Buscaré sólo unas toallas. – dijo, entrando a la habitación y dirigiéndose al baño.

 

—Bill, no. Tú cabello está completamente húmedo. Todo . – señaló. —Está completamente húmedo. Hay mucho frío, no hay electricidad y es más que obvio que la calefacción no funciona. – explicó. —Quédate aquí. – pidió guiando a su hermano a que se sentara en la orilla de la cama y él entró al baño en busca de algunas toallas.

 

—Gracias. – le dijo a su hermano cuando Tom se las tendió.

 

—Sécate. – le pidió. —Buscaré algo para que te pongas. – comentó, yendo al closet de Gordon. —Esto podría servir. – aseguró, sintiendo sus mejillas calientes cuando una de las tantas imágenes de Bill utilizando sólo una de sus enormes camisetas, llegó a su mente. Aclaró su garganta antes girar hasta Bill y decidió que lo mejor sería darle también unos pantalones. —Toma. – le tendió la camisa y unos pantalones que de seguro quedarían enormes. —Te esperaré a fuera, para que tengas privacidad. Te dejo el celular.

 

Tom salió de la habitación e intentó calmarse. ¿Tanto deseaba a Bill que con sólo unos segundos, apenas sintiendo su desnudez, se sintió al borde la excitación?

 

Para Tom, Bill rayaba en lo sensual con su largo cabello húmedo y el hecho de que estuviese en sólo una pequeña toalla le hacía ver muy vulnerable. De alguna manera él se sentía como el lobo feroz que estaba tentado a cortar con sus garras esa tela y acariciarle hasta tomarle, haciéndole gemir sin control, haciéndole pedir por más.

 

Tom se estremeció violentamente ante la idea.

 

—Bill es sólo tu hermano. Recuérdalo, Tom. – se repitió y deseó en lo más profundo de sí que Bill saliese bien vestido. Estaba seguro de que Bill en una camisa y pantalones de Gordon no sería muy atrayente.

 

—Gracias. – le dijo Bill, saliendo de la habitación y tendiéndole su celular.

 

«Mierda.»

 

Bill solo vestía la gigante camisa celeste de Gordon, le llegaba por medio muslo y... nada más.

 

— ¿No te quedaron los pantalones? – cuestionó, dejando de mirar  las bonitas piernas de su hermano cuando Bill parecía un poco incómodo.

 

—Se caían. – cuestionó sintiéndose demasiado examinado por su hermano. Bill se preguntó si sus piernas eran tan feas cómo para que Tom no las dejara de ver. —Yo... Uhm... Iré al cuarto de lavado.

 

—Claro, te acompaño. – aseguró, tomando la mano de Bill.

 

:::

 

Tom se dirigió a la chimenea, intentando encenderla, luego de que fuesen al cuarto de lavado y tomara unas calcetas y unos boxers de Bill que Simone había lavado. Lamentablemente no había nada más que ropa interior y Bill seguía con su única prenda que consistía en una camisa de Gordon.

 

Bill empezaba a tener mucho frío y Tom se sintió aliviado cuando el fuego comenzaba a ser estable.

 

—Y decías que no podría encenderla. – le picó Tom, sentándose a su lado en los cojines que colocaron en el piso.

 

—Lo siento. – se disculpó con una ligera sonrisa. —Gracias. – murmuró, frotando sus manos.

 

—Ven aquí. – pidió y Bill le miró confundido. —Vamos, ven. – tienes que estar más cerca.

 

Bill se levantó y Tom tomó su mano y lo dirigió, haciéndole quedar sentado entre sus piernas, de espalda a su pecho. Tom tomó una frazada y los envolvió a ambos en ella.

 

— ¿Tom...? –preguntó sin entender  que pretendía.

 

—Mira nada más este cabello. – dijo Tom, ignorándole. —Por eso pareces un cubito, aún está muy húmedo. – comentó, tomando la toalla de los hombros de Bill y empezando a secarle el cabello.

 

Bill estaba bastante sorprendido, es decir, ¿Qué le sucedía a Tom? El Tom hermano no era tan... tan así.

 

—Está bastante largo. Ha crecido desde la última vez que nos vimos. – comentó, recordando lo lindo que se veía Bill con rastas.  

 

—Al quitarme las rastas se apreció un poco más el largo y ha estado creciendo.  – dijo incomodo por la cercanía con Tom, quien flexionó sus piernas dejándole prácticamente encerrado entre ellas.

 

—Te queda muy bonito el cabello así de largo. – confesó Tom y Bill se sintió acorralado de dudas.

 

—Gra-gracias. – dijo intentando que sus mejillas no se pusieran rojas por Tom.

 

Tom apartó el cabello de Bill, dejándolo todo en un costado de su cuello y lo abrazó un poco más, haciendo que su hermanito terminara totalmente recostado en su pecho y que  la camisa de botones se alzará un poco más, mostrando más de esos bonitos y lechosos muslos.

 

—Lo cierto es que... Estás realmente bonito. – le halagó y Bill abrió ampliamente sus ojos, sus mejillas escarlatas, su mente en colapso y sus mariposas aleteando con fuerza, jugando a perseguirse una a las otras en su vientre.

 

Bill estuvo a punto de retirarse de esa íntima posición cuando Tom dejó un inocente beso en su cuello y él se quedó inmóvil mientras retenía el aliento.

 

Notas finales:

 

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