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Backstage por LadyScriptois

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Notas del capitulo:

23/03/2014

 

Capítulo 25

 

El trenzado sabía que existían cosas tontas y el pensar que aquel beso fue fraternal o al menos para él.

 

Era imposible para él verlo de esa manera, ¿Cómo hacerlo? Si él ya había probado de esos labios su dulzura, su textura, su calidez. Miles de veces, en todas las formas posibles. En besos inocentes, en besos castos, apasionados que robaban la conciencia, que hacían que no se quisiera separar ni por aire, que sacudían todo su ser.

 

Recordó la primera vez que besó a Bill y allí supo que no existían mejores labios que los de su hermano. Y,  aunque había besado tantas bocas, ninguna era tan memorable como la de su gemelo, ninguna era tan especial.  Fue tenerla de nuevo tan cerca y que su corazón se agitara, que su mente dejara de funcionar y simplemente hacerlo.

 

Luego de tantos meses, Tom veía esos labios más hermosos que antes, más apetecibles que antes, más sublimes que antes, más perfectos que antes y más prohibidos que antes.

Tom se declaraba jodido, porque estaba seguro que no podría evitar volver a besar a Bill, aunque sea en esa fachada.

 

Pensando en eso, perdió la noción del tiempo y supo que Bill tampoco había podido dormir. Lo hizo en altas horas de la madrugada, cuando escuchó su respiración pausada y relajada. Al ver los rayos del sol colarse por la ventana y mientras salía de la cama, se preguntó si su hermanito también estuvo pensando en ese beso.

 

:::

 

Tom entró a la habitación con una mesita de cama, en la cual traía el desayuno servido para ambos, pero no encontró a su hermano.  La cama estaba tendida, así que el trenzado dejó lo traído y luego fue por Bill.

 

—Tengo tu desayuno en mi habitación. – dijo entrando a la habitación de Bill y sobresaltándolo, mientras este terminaba de colocarse unas calcetas. Tom reparó en que su gemelo ahora vestía un pijama de camiseta y pantalón holgado de algodón.

 

—Oh~uhm. Gracias. – dijo sin poder ver directamente a Tom, recordando aquel beso y sus mariposas volvieron. Bill llevó inconscientemente sus manos a su barriguita.

 

—Eso es hambre. – aseguró Tom, tomando las manos de Bill e instándole a levantarse. Bill se preguntó en que momento su hermano se había acercado tanto. —Ven. Comamos antes que se enfríe.

 

Bill se dejó guiar, un poco abrumado por tanta cercanía de su hermano a toda hora. Si antes era un poco extraño para él, ahora lo era más. El sentimiento de que era correcto que Tom tomara su mano, que estuviesen cerca en la cama, que su gemelo le sonriera mientras tomaban el desayuno más como pareja que hermanos, que sus labios aún hormiguearan cuando veía inconscientemente los de su hermano; le hacía sentir feliz. Pero una pequeña vocecita, también le recordaba que eso era enfermo. Tom sólo lo estaba tratando como hermano. No podía hacerse ilusiones, porque Tom se daría cuenta y le abandonaría de nuevo.

 

—Tienes mermelada aquí. – señaló Tom, recogiendo suavemente un poco de mermelada que había en la comisura del labio de su hermano y Bill se sintió un poco tonto, tomando tímidamente la servilleta y limpiándose el rastro pegajoso.

 

Bill miró a su hermano y observó un rastro de espuma que había sobre su labio superior y que simulaba un bigote blanco. Rio bajito.

 

— ¿Qué sucede? – le preguntó con curiosidad y cuando le sonrió a Bill, él se concentró en su bebida para evitar su sonrisa.

 

—Nada. – aseguró, por si Tom se enojaba.

 

El gemelo mayor volvió a su desayuno, cuando observó en la charola de base su reflejo, se sintió un poco avergonzado, pero luego miró divertido a Bill, que terminaba de beber su jugo.

 

—Tom, me ensuciaste. – dijo bajito y con las mejilla sonrojadas cuando su hermano besó sin aviso una de ellas.

 

— ¿Sí? ¿De qué? – se hizo el inocente y luego le miró amenazador. —Oh, así que de eso te reías. – aseguró, mientras Bill limpiaba ligeramente la espuma de su mejilla. —Te estabas riendo de mí. – apuntó y Bill negó.

 

—No, no, no. Para. – pidió, cuando su hermano lo derribó en la cama y usaba su arma secreta.

 

Tom sonrió. Las cosquillas siempre eran buenas con su hermano.

 

—Tom~ – intentó decir algo, pero aunque quería controlarlas, las carcajadas estaban saliendo.

 

—Ahora quien se ríe de quien, ¿Eh? – preguntó divertido.

 

Su gemelo se estaba hundiendo entre las sábanas blancas y su cabello negro estaba hecho un enredo, sus mejillas estaban rojas de tanto reírse y se retorcía cada que sus dedos se movían por sus costados sobre la tela, mientras sus manos se aferraban a los antebrazos de Tom intentado apartarle, pero no podía. Cuando una lágrima se deslizó por la mejilla de Bill, por tanto reír, Tom supo que esa era la vista más hermosa.

 

—Detente. – pidió retorciéndose entre risas y Tom lo hizo porque Bill sonaba muy agitado. —No me reiré más de ti. – murmuró, y esta vez su tono no sonaba sumiso, solamente divertido.

 

Por un momento, Tom volvió a sentir confianza entre ellos.

 

—No, debes reírte conmigo. – aseguró divertido y terminó de recostarse sobre Bill, sintiendo sus rápidos latidos. —Te dará un infarto o algo así. – se rio y besó una mejilla del menor.

 

Bill  empezaba a dejar de sentirse divertido, cayendo en cuenta en la íntima posición en la que estaba con su gemelo.

 

—No lo siento. – Tom comentó, poniendo una mano en su pecho e intentando sentir o escuchar su corazón. — ¿Tú lo sientes? – cuestionó, llevando una mano de Bill a su pecho desnudo.

 

El corazón de Tom latía rápido.

 

Tom observó a su hermano sonreír, mientras asentía porque si lo sentía; y su vista viajó inevitablemente a sus labios.

 

Bill quedó confundido cuando el corazón de Tom empezó a casi galopar contra su pecho.  

 

El sonido de la puerta siendo golpeada hizo que Tom saliera de su debate sobre un nuevo beso fraternal.

 

— ¿Tom, Bill está allí? – preguntó Georg, asomándose a la habitación y vio a los gemelos sentados y agitados en la cama. —Buen día. – deseó rápidamente. — Bill, necesito tu ayuda. – comentó el bajista, sentándose en la orilla de la cama y tomando una de las tostadas que había en la mesita, para luego untarle mermelada. — Hoy es el día.

 

Bill le miró sorprendido, luego miró rápidamente a Tom y de nuevo a Georg.

 

—Georg. – tanteó. —  ¿Estamos hablando del día? – Tom frunció el ceño ante tanto misterio.

 

—Sí. – dijo Georg, encogiéndose de hombros. —Decidí que sería hoy. Llama a quien tengas que llamar. – aseguró, dándole una mordida a la tostada. — ¿Puedes hoy?

 

Bill asintió, recordando que Bu estaría con los chicos y si querían seguir contando con que Blass hiciera espacio en la agenda de Anis, el rapero tendría que cumplir con sus compromisos. Hoy, definitivamente, podía.

 

Bill gritó emocionado y salió de la cama de Tom, quien aún no entendía.

 

—Esto es ¡Fabuloso!  Si, si, hoy puedo. Todo el día si quieres. – dijo animado, casi dando saltitos. —Vamos. Tengo que mostraste lo que tengo pensado. Igualmente él es un profesional y todo saldrá perfecto. – aseguró, tomando la mano de Georg para que salieran de la habitación.

 

Tom evitó un gemido de frustración. Ahí se iba su día con Bill.

 

—Hagen. – le detuvo Tom. —Quiero que me entregues a mi hermanito en una sola pieza. – le advirtió y Georg le guiñó un ojo para luego hacerle un saludo militar.

 

:::

 

Georg y Bill habían desaparecido alrededor de las diez de la mañana. Bill salió súper hermoso de la casa y Tom estuvo tentado a someterle a un interrogatorio para estar preparado sobre algún accidente que pudiese ocurrir estando en manos del bajista. Sin embargo, Tom recibió un beso en la mejilla que le hizo sentir más tranquilo.

 

—Salgo. – le informó Gustav. — ¿Quieres venir? – Tom asintió como si Gustav fuese el remedio de todas sus penas y le siguió sin problemas.

 

Resultaba que la madre del baterista estaba por cumplir años y este año el rubio quería regalarle algo especial, pero al ser hombre, su sinónimo de especial para mujeres consistía en algo  costoso y brillante, así que lo ideal fue una reconocida casa de joyas.

 

— ¿Qué piensas de este? – le preguntó al trenzado cuando veían anillos.

 

—Bonito. – aseguró.

 

—Yo también lo creo. – dijo pensativo Gustav.

 

—Los otros veinte también le parecieron bonitos, joven. – comentó la chica que les atendía. Tom  y Gustav quisieron golpearse contra el cristal.

 

—Debimos traer a Bill con nosotros. – dijo Tom y Gustav aceptó.

 

—Se trae algo entre manos con Georg.

 

—Todo secreto de estado. – farfulló Tom. — ¿Deberíamos ver collares? – propuso el guitarrista.

 

—Buena idea.

 

La dependienta quería ahorcarse con alguna de esas gargantillas. Estaba segura que pasaría otro par de horas mostrando preciosidades a esos dos para que al final no comprasen algo. La chica los reconocía, así que hizo nota mental de no atender a más guitarristas y bateristas; menos si venían juntos y  mal gusto le pedía opinión a no tengo idea.

 

Pasada una hora, Gustav hablaba con el diseñador de la casa, quien estaría dispuesto en hacerle algunos cambios pequeños a la pieza que el rubio escogió.

 

—Pueden venir dentro de una hora, caballeros. – aseguró y ambos sonrieron felices.

 

Cuando estaban a punto de salir, algo llamó la atención de Tom.

 

Luego del divorcio de sus padres, su situación económica no fue buena, por lo que Simone llegó a vender las prendas de oro que tuvieran en su poder. En esas joyas se fueron unos brazaletes con unas plaquitas que poseían los nombres de cada uno de los gemelos.

 

Tom hizo su compra y al igual que Gustav tendría que esperar una hora para que le hicieran la entrega.

 

:::

 

—Pensé que comprarías algo para Anne. – comentó Gus, cuando salían nuevamente de la joyería.

 

Habían matado el tiempo en una tienda de música cercana, siendo bien camuflados por sus lentes, gorros y bufanda. Al volver, su pedido estaba listo.

 

—No. – dijo Tom con una sonrisa. —Está enojada por lo de la última visita. Dice que prácticamente la ignoré. – comentó y se encogió de hombros.

 

—Bueno... Tiene razón. – aseguró Gustav riendo. —Pasaste todo el día de seguridad de tu hermano.

 

—Soy el mayor. – se justificó, tomando asiento en el copiloto. —Y tengo que cuidarle de Bushido. Es mayor que él, quien sabe sus intenciones. – escuchó a Gustav reír.

 

—Tom, ¿Es en serio? Bill tiene veinte. Y Anis no es un pervertido que lo está pervirtiendo.

 

—Hay muchas cosas que Bill no sabe. Es bastante ingenuo.

 

—Sí, pero él ya tiene la edad suficiente para saber que es una relación de pareja y aprender. Además, Anis es incapaz de lastimar a tu hermano.

 

—Lo que sea. – murmuró y Gustav arrancó. —Espera. – pidió Tom, viendo algo por la ventana. —Me quedaré aquí. Luego tomo un taxi. – aseguró y se bajó antes que el baterista dijera algo.

 

Cuando el coche del rubio se perdió de su vista, Tom empezó a caminar algunas cuadras hasta la catedral. Había observado la cruz a lo lejos.  Tom no era un completo creyente, ni tenía el temor a un Dios, pero si entendía que había algo superior a él.

 

Por la hora y el día, la catedral se encontraba bastante vacía. Entrando luego de tantos años, se arrodilló ante una de las últimas banquetas. Él sabía que había hecho muchas cosas que a Dios no le agradaban. Aun así, quería creer que Dios le entendería; que si su palabra era amor, entonces hablaban el mismo idioma, porque Tom sentía amor y estaba ahí por amor.

 

Juntó sus manos y agradeció el haberle dado al hermano que tenía, el darle la vida junto a su otra mitad. Agradeció el que le permitiera poder estar junto a él, que no le haya abandonado cuando él no estaba a su lado para protegerle, que le haya dado las fuerzas para ayudarle a cumplir sus sueños y él estar hoy en pie. Luego de rezar cada una de las pocas oraciones que sabía y recordaba, le pidió desde lo más profundo de su corazón que siguiera cuidando a Bill, que nunca le abandonara a su suerte, que le permitiera ser feliz y lo llenara de salud.

 

:::

 

Tom había llegado hace un par de horas. Bill y Georg no habían llegado y empezaba a oscurecer. Se estaba preocupando y cuando intentó llamar a Bill la puerta se abrió. Tanto el guitarrista como Gustav, suspiraron aliviados. Tom por ver en pie a Bill y Gustav porque a Tom le iba a dar un ataque de algo.

 

Luego, todas las miradas se dirigieron a los dos chicos que venían cargando bolsas de compras. Tom se embobó por unos segundos con la sonrisa de Bill y luego observó a Georg.

 

—Georg, no te quiero asustar, pero alguien robó tu cabello. – comentó Tom.

 

—Lo sé, le pagué para que lo hiciera.

 

—Se ve asombroso. – dijo dando saltitos Bill y dejando por ahí las bolsas de compra.

 

—Nunca pensé que lo cortarías. – admitió Gustav.

 

—Necesitaba un cambio y cierta diva por allí me convenció. – apuntó y Bill hizo un mohín.

 

—Admite que te encanta. – le picó, lanzándose a su lado en el sofá y Georg supo que Bill quería que acariciara tras su oreja.

 

—Sí, me encanta. – admitió y Bill mordió su hombro. —Tom, tu hermano me mordió. – dijo y Tom rio.

 

— ¿Por qué tardó tanto en tu cabello? – cuestionó Gustav, sentándose al lado de Bill.

 

— ¿En mi cabello? – bufó, mirando amenazante a Bill, quien le miró con ojos de cordero. — Amigo, en cortar y teñir no tardamos ni tres horas. Pregúntale a la diva, que me paseó por toda la ciudad de compras. – Bill volvió a morderle. — Aléjate por un momento, he pasado todo el día contigo. – dijo divertido y Bill hizo un puchero. Luego Georg le señaló a Gustav y Bill sonrió entretenido.

 

—Gusti – dijo y le abrazó. El baterista puso los ojos en blanco.

 

— ¿Por qué siempre tiene que ponerse tan feliz cuando compra ropa? – se cuestionó el rubio y lo cargó, haciendo que Bill soltara un gritito de sorpresa. —Ve a darle amor a tu hermano. – dijo dejándole caer en el regazo de Tom, quien lo atajó con sus brazos rápidamente. Instantáneamente Bill pasó de estar animado a estar tímido y avergonzado entre los brazos de Tom. —Abrázale a él todo lo que quieras.

 

—Tú siempre tan adorable, Gusti. – dijo con un mohín Bill, haciendo el intento de levantarse.

 

— ¿A dónde vas? – preguntó Gustav, impidiendo que Bill se moviera de su lugar. —El pobre ha pasado todo el día preocupado. Dale un abrazo. – pidió en broma, aunque sonaba serio.

 

Tom vio a Bill mirarle rápidamente casi con vergüenza. El menor estuvo por negarse, pero su hermano envolvió su cintura y él tímidamente se acercó, dándole la oportunidad a Tom de detenerle, pero eso nunca llegó y Bill se recostó en el pecho de Tom por unos segundos.

 

El trenzado sonrió al sentir el suave abrazo de su hermano, pero luego Bill se levantó.

 

— ¿Qué clase de abrazo fue ese? – cuestionó el de nuevo corte de cabello. —Bill parecía que estuviese pidiendo permiso. – rio y Tom retuvo esas palabras en su mente.

 

—Iré a llevar esto. – dijo Bill, tomando las bolsas de compra, buscando cambiar el tema.

 

—Te ayudo. – propuso Tom y lo siguió.

 

Tom tomó las bolsas que no podía llevar Bill y le siguió.

 

—Compraste muchas cosas. ¿No? – comentó cuando entraban a la habitación de Bill y dejaban las cosas en la cama. —Hey, le pusiste ropa a Tomi. – dijo tomando el peluche.

 

—Si~uhm. Lo arreglé. – murmuró, pero eso Tom lo supo cuando estuvo escondido en su closet. —Le quedó la costura muy fea y mamá le hizo ropita para que no se viera. – explicó y Tom sonrió.

 

 

—Quedó lindo. – le aseguró. — ¿Por qué no me muestras que compraste?

 

Tom sabía lo que a su hermano le encantaba hablar de eso, y él siempre le escuchaba, un tiempo dejó de hacerlo, pera ya no más.

 

—Claro. – dijo Bill asintiendo y con una ligera sonrisa.

 

El mayor estaba complacido de que en la mayoría de prendas la talla de Bill seguía siendo la misma.

 

—Tienes que ir. Hay muchas cosas de tu estilo. Pensé en comprar algo para ti, pero no sé si te gustaría. Tal vez puedas ir y escoger algo que te agrade. Claro, sólo si quieres. – dijo el menor, mientras guardaba uno de los últimos pares de jeans y Tom relacionó ese comentario tan lleno de oportunidades para negarse con el abrazo de hace instantes.

 

Bill ya no era el mismo hermanito que  le compraría algo directamente, en vez de proponerle ir a una tienda, solo si quería, a ver a algo que pensó que tal vez le gustaría. Tampoco aquel que brincaba a él por un abrazo en cada momento. Bill andaba con cuidado, como si él fuese un camino donde podría conseguirse alguna trampa. Antes corría en él.

 

—Claro que me gustaría ir. – aseguró, acercándose a él y abrazando su cintura. —Contigo. – apuntó y Bill asintió. —Sabes, lo del abrazo de hace momentos.

 

—Yo-yo no iba a hacerlo. – dijo rápidamente Bill. —Lo siento. – murmuró y su vista bajó.

 

—No, no. Nada de eso. – aseguró Tom. —Me gustó que lo hicieras. Solo que... Lo que dijo Georg es cierto. – Bill le miró confundido. —Bill. – acarició su mejilla. —Si temes ser afectuoso conmigo por temor a que te rechace. Eso no sucederá. – le aclaró y besó la punta de su nariz. —Extraño tus mimos. – susurró a su oído y Bill enrojeció aún más cuando el mayor besó su mejilla, atrayendo su cintura a su abdomen.  —Por cierto, tengo algo para ti. – comentó y Bill se separó un poco de él.

 

Tom buscó en sus bolsillos para ver si lo tenía consigo y cuando la consiguió, sacó la pequeña cajita.

 

—Es un detalle. – dijo tendiéndole la cajita y Bill la abrió.

 

—Tom. – dijo emocionado y con una sonrisa. —Es igual a la que teníamos. – recordó y Tom asintió.

 

Era un brazalete de oro puro, con una plaquita en el centro. No era muy delgada, sólo lo suficiente para verse bonita en las muñecas de Bill. En la plaquita, se encontraba grabado la cifra 0630 y en uno de los extremos del brazalete había una pequeña cruz colgando.

 

—Estas no tienen nuestros nombres, pero si la hora en la que llegamos al mundo.

 

Bill le miró confundido por que Tom hablaba en plural y luego él recogió un poco la manga de su chaqueta para mostrar que tenía una igual con la cifra 0620.  El trenzado sacó el brazalete de la cajita y luego tomó la delicada muñeca de Bill, posando un beso en ella antes de colocarlo.

 

—Fui a la iglesia. Me conseguí con un Padre y él las bendijo. – le confesó. —Nunca dejes de usarla, me siento seguro sabiendo que algo siempre cuida de ti. – pidió.  

 

Los ojos de Bill se humedecieron, mientras asentía.

 

—Gracias. – murmuró, abrazando a Tom, sintiendo como este rápidamente intensificaba el abrazo.

 

—Por nada. – aseguró contra su cabello y sonrió, apretando más a Bill entre sus brazos. — ¿Quieres que pidamos algo para cenar? – cuestionó a su oído, y besando su cabello. Bill asintió con una sonrisa. — ¿Qué quieres?

 

—Pizza. – dijo y Tom le miró con extrañez un momento, pero luego sonrió.

 

—Entonces, pizza será. – aseguró.

 

:::

 

—Pensé que la habías borrado. – dijo Bill avergonzado.

 

—Si es una monada. – dijo Georg. Le arrebató su celular a Bill y se lo pasó a Gustav. —Mira.

 

Los cuatro estaban reunidos en la cocina, todos extrañamente felices porque Bill comía pizza con ellos. Tom había sido un exagerado que pidió tres pizzas de la preferida de Bill. Aun así, el menor con un poco más de un trozo estuvo satisfecho, pero los otros tres seguían devorando.

 

Entre bromas, Georg recordó una foto que tomó cuando estaban en una tienda de sombreros, y empezó a mostrarla a todos.

 

—Demasiado angelical para lo diva que eres. – comentó Gustav, pasándole el celular a Tom y ganándose un codazo por parte del  menor.

 

Tom tomó el celular e inmediatamente tuvo que enviarla al suyo.

 

Bill aparecía con un gorrito blanco con detalles en gris y negro, era peludito y tenía dos orejitas en la parte superior. Su hermano traía el cabello suelto bajo el gorro y tenía la cabeza ladeada, mientras sonreía dulcemente. Era lo más jodidamente tierno que Tom  hubiese visto.

 

— ¿Lo compraste? – le cuestionó a Bill. —Por qué no lo vi entre tus compras.

 

—No, ¿Cómo podría? – murmuró con sus mejillas rojas.

 

—Una lástima. – dijo Tom.

 

:::

 

Ya era bastante tarde y ambos estaban de pijama. Estuvieron un rato con los G’s jugando, pero Bill había dormido poco, así que cuando él subió, Tom también lo hizo.

 

—Cuando vayamos a esa tienda, iremos a comprar el gorrito. – siguió molestándole.

 

—No, Tom. – pidió realmente avergonzado.

 

—Oh, sí. Parecías un lindo lobito. – se rio cuando llegaron a la puerta de sus habitaciones. Bill hizo un mohín y luego bostezó. —Parece que ya tienes sueño. – Bill asintió. —Bien. Buenas noches. – le deseó.

 

Tom se acercó dudoso a Bill para besar sus mejillas y Bill se encogió al sentir un escalofrío que provocó los dedos de Tom en su cadera, por lo que terminó en un extraño choque de narices.

 

—Lo siento. – murmuró Tom, sin apartarse y Bill asintió, recibiendo un beso en su mejilla.

 

—Que descanses. – susurró Bill, sintiéndose nervioso porque Tom aún no se alejaba.

 

—Claro. Igual tú. – aseguró y  se acercó un poco más, dejando su pecho desnudo cerca del otro. El trenzado volvió a intentarlo, acercándose al rostro de Bill, pero cambiando el ángulo.

 

Tom podía oler la cereza del humectante labial de Bill y el menor se encontraba casi drogado ante la cercanía con Tom, con su aliento que revelaba un reciente cigarrillo y que sentía que se perdía en su boca con cada respiración. Tom observó los bonitos labios de Bill y antes de darse cuenta cerraba sus ojos y los besaba.

 

Todo fue muy rápido e inmediatamente Bill también cerró sus ojos, sintiendo los cálidos labios de Tom acariciar los suyos con ternura, abriéndolos cuando Tom se apartó lentamente.

 

Bill tuvo su mente en blanco por unos segundos. Estaba a punto de volverse un manojo de nervios y colapsar mientras respiraba el mismo aire que Tom y sus miradas no se separaban. Era demasiado para su corazón. Una demostración de afecto demasiado dolorosa.

 

—Yo~ Vo-vo-voy a dormir. – dijo con torpeza, separando su mirada de la de Tom, mientras se aferraba al pomo de la puerta e intentaba abrirla. — I-iré a dormir. – repitió, pero aunque la puerta la tenía ligeramente abierta, aún seguía siendo rodeado por el fuerte brazo de Tom en su cintura y no podía alejarse, su cuerpo no quería reaccionar.

 

—Sí, hasta mañana. – dijo y Bill asintió, conteniendo el aliento cuando Tom volvió a besarlo castamente.

 

El corazón de Bill iba a estallar. Esto tenía que detenerse.

 

—Tom.

 

—Dime. – pidió, besando la comisura de sus labios.

 

—Creo que no es correcto que~

 

—Descasa, Bill. – le cortó, besando nuevamente su labio inferior, antes de separarse y entrar a su habitación.

 

—Hasta mañana. – dijo rápidamente, reaccionando y entrando por fin a su habitación. —Cálmate, corazón. – le susurró, llevando su mano a su pecho que empezaba a contraerse con dolor. Las lágrimas mojando su rostro.

 

:::

 

Tom debería ser galardonado como masoquista. Pensó que se merecería ese premio, mientras se apoyaba en su puerta y suspiraba. Tom quiso recordarse que Bill era sólo su hermano, que ya no le amaba, que tenía novio y que él tenía a Anne, pero eso no llegó a su mente y solo saboreó sus labios, donde estaba el sabor a cereza del humectante de Bill.

 

Se lanzó a la cama con una extraña sonrisa de felicidad en el rostro y su celular sonó anunciando que estaba totalmente cargado. La luz de la pantalla se encendió y Tom observó su fondo de pantalla: el pequeño lobito.

 

Tom lo mandó todo a la mierda.

 

:::

 

Luego de controlar su llanto, Bill iba a entrar a la cama cuando alguien llamó a su puerta.

 

—Vengo a raptarte también esta noche. – informó Tom, tomado los brazos de Bill y enredándolos en su cuello. —Aférrate. – le pidió sin darle oportunidad de responder y Bill gimió de sorpresa cuando Tom le impulsó hasta arriba, para tomar sus piernas y enredarlas en su cadera.

 

Tom tenía claro con quien quería dormir todas sus noches, pero no sabía el daño que le provocaba a Bill.

 

Notas finales:

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