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Backstage por LadyScriptois

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Notas del capitulo:

08/01/14

 

Capítulo 9

 

Aproximadamente, cuarto mes de las vacaciones de Tokio Hotel.

 

Nervioso, esa era palabra que mejor lo describía. Georg y Gustav estaban a punto de llegar y él solo quería correr.

 

Acomodó su gabardina color azul marino por octava vez, verificando que no lo hiciera ver tan delgado; comprobó que sus uñas y maquillaje se viesen perfectos y  movió un poco los mechones de largo cabello negro que estaban fuera de lugar, dejando su melena ondulada perfectamente arreglada. Quería verse perfecto y saludable; que no hubiese rastros de anemia o de que días atrás vomitaba constantemente.

 

La última vez que había visto a los chicos fue hace dos meses y él sabía que su condición había decaído un poco.

 

Sólo quería mostrarse bien y que no lo rechazaran.

 

Los G’s habían llegado hace algunas horas a Berlín y decidieron realizar la compra de la batería de Gustav antes de ir al apartamento donde los esperaba Bill.

 

El cantante habló con ellos el día anterior y, porque los otros dos alegaron que estarían muertos al llegar a la ciudad, decidieron que se verían en el apartamento del cantante, donde también se quedarían sus compañeros de banda.

 

Bill salió del baño apenas el timbre sonó y respirando profundo abrió la puerta, pero antes de poder saludar, unos fuertes brazos lo rodearon y alzaron con facilidad.

 

— ¡Hooooola, pequeña diva! – dijo divertido Georg, girando con Bill en brazos y haciendo que este sonriera un poco divertido.

 

—Hola, Georgi. – dijo sonriente y abrazándolo cuando este lo bajó. Extrañaba a sus amigos y al parecer no había rechazo. Ese simple gesto lo hizo feliz.

 

— ¿Cómo has estado? – le preguntó el bajista,  revolviendo el cabello del menor.

 

—Gracias, Georg. Realmente moría por el placer de bajar el resto de tus maletas. – interrumpió Gustav, entrando por la puerta que habían dejado abierta y esparciendo el equipaje por la inmaculada sala.

 

—Hola, Gus. – dijo un poco tímido el pelinegro, dejando de abrazar al bajista y dirigiéndose con una inevitable sonrisa al rubio.

 

—Hola. – le saludó seco, serio y tendiéndole la mano. Bill, un poco afligido y confundido, la tomó y el mayor haló con fuerza de él. — ¿De dónde vienes, eh? Pareces un modelo. – le dijo, cambiando a un semblante juguetón y sonriente, mientras lo abrazaba con fuerzas.

 

—Quédense así, esto merece una foto. Gustav no abraza a alguien todo los días. – comentó Georg.

 

—No siempre estoy sin contacto con alguno de ustedes por tanto tiempo. Ni una llamada en dos meses, ¿Eh? – le picó al pelinegro.

 

—Lo siento. – de disculpó Bill.

 

—Sólo estarás disculpado si nos das comer. Morimos de hambre. – intervino el ojiverde.

 

—Eso puedo hacerlo. – afirmó el menor. —Les enseñaré sus habitaciones y pueden ponerse cómodos mientras pido la comida.

 

:::

 

Bill pasó el resto del día realmente cómodo con sus compañeros.

 

Gustav había hecho un comentario acerca de que estaba más delgado, sin embargo no pareció hacerlo de forma preocupada o despreciable. Georg, por el contrario, le dijo que se veía bien. Aunque eso le hizo bien a Bill, sabía que con los G’s en el apartamento sería todo un reto.

 

El menor de los Kaulitz tendría que vestir con ropa estrictamente elegida esos días y controlarse todo lo que pudiese para no vomitar, y aunque agradecía que su rostro se viese más saludable o al menos sin ese color enfermizo y cansado, sabía que tendría que utilizar ligeramente maquillaje para hacer ver sus mejillas un poco llenas.

 

Los chicos estaban muy curiosos acerca de cómo era trabajar con Bushido y, luego de que Bill les contara todo (evitando ciertas partes), estaban muy expectantes por trabajar con él.

 

Mientras jugaban un extraño juego de cartas que había inventado el bajista y charlaban de cosas triviales, Bill concluyó que el día estaba siendo mejor de lo esperado. Los G’s parecían no notar los problemas que tenía Bill y Tom no había sido nombrado. Todo perfecto, hasta que el teléfono del menor de los gemelos sonó.

 

—Georg, ¿Me alcanzas mi celular? – le pidió Bill, mientras estaba concentrado en cuál sería su próxima jugada.

 

Los tres chicos estaban jugando en el piso, por lo que el de cabellos castaños no quiso levantarse y estiró su brazo intentando alcanzar el dispositivo que estaba al lado de la bolsa abierta del menor. Sabía que la mejor opción sería levantarse, pero no lo hizo, así que extendió su torso y su brazo todo lo que podía, pero no pudo mantener la posición y sus dedos arrastraron las cintas de la bolsa del pelinegro, haciendo que esta cayera al piso: volcando todas sus pertenencias y dejando que el celular que sonaba con insistencia se deslizara hasta estar en los pies de Gustav.

 

El rubio lo tomó y arrugó el señor ante lo que leyó en la pantalla: Recordatorio: Merienda 2 – Vitaminas.

 

Bill observó todas sus cosas rodando por el piso, pero lo que más le alarmó fue que su organizador de pastillas quedó abierto y unas cajas de medicina, que había comprado ese día cuando adquiría comida normal para sus amigos, se exponían. No supo que hacer, pero el bajista se adelantó.

 

— ¿Bill?  – le preguntó, examinando una de las cajas. —No me digas que estás a dieta. – dijo con una sonrisa, pero luego observó el semblante del menor.

 

— ¿Estás enfermo? – cuestionó preocupado Gustav cuando los ojos del menor se humedecieron.

 

:::

 

Hubo lágrimas, temor, vergüenza, omisión de algunas cosas y nerviosismo por parte de Bill; y caras tristes, compresión y apoyo por parte de los G’s.

 

Hace tres días que Bill le comentó a los chicos de forma cierta y falsa su situación: lesiones estomacales y anemia a causa del estrés laboral.

 

Bill sabía que esa no era la causa, pero pareció ser suficiente para los G’s, quienes se mostraron compresivos ante lo que vivía Bill, un poco molestos porque no les avisó antes y totalmente protectores cuando dieron su palabra de que le cuidarían, principalmente cuando estuviesen trabajando.

 

También estuvieron esas frases, donde Bill les pidió que no le contaran a alguien, ni siquiera a Tom; y bueno, Gustav y Georg veían a Bill como su hermano, así que accedieron inmediatamente, conscientes de que eso no les incumbía, pero le dejaron en claro que contara con ellos para lo que sea.

 

— ¡Georg! ¡Hora de merendar!  – le informó Bill a Georg, mientras se dirigía a la cocina.

 

—El muffin de arándano es mío. – dijo pasando al lado de Bill, corriendo y dirigiéndose a la cocina antes que el pelinegro.

 

Por alguna extraña razón, Georg se había vuelto adicto a esos muffins que compraba Bill y, con la excusa de que él también quería merendar cada vez que Bill lo hacía, lo obligaba a comprar la doble cantidad de esas esponjosas masas horneadas.

 

Luego de la respectiva y obligatoria merienda de Georg y Bill, los chicos se dirigieron al estudio donde los esperaba Bushido, Kay One y Sido. Tenían dos días trabajando en la melodía día y noche y todo parecía marchar perfectamente. El único contratiempo fue cuando los managers de ambos cantantes se enteraron de la ayuda que estaban recibiendo y se tuvo que hacer algunas modificaciones en el contrato para incluir a las nuevas partes.

 

Gustav y Georg fueron totalmente bienvenidos desde el primer día y parecían tener una extraña amistad con Kay One y Sido para molestar a Bushido y a Bill cuando entraban en  ese rol perfeccionista, además de que Kay One le juró una competencia de videojuegos a Georg cuando se enteró de que él fue quien enseñó a jugar a Bill.

 

—Apuesto a que terminan haciendo lo que dice Anis. – le apostó Sido a Gustav, mientras se ponían de acuerdo en algo de la pista y de pronto escuchó la discusión de Bill y Anis con respecto al nivel de una nota.

 

—Quedarías impresionado de lo convincente que es Bill. – dijo el baterista, observando la escena del rapero y Bill.

 

—Como la estoy cantando está bien. – dijo el pelinegro con firmeza.

 

—Creo que si la subes un poco más, sonará mejor. – opinó Anis.

 

—Me gusta como está. – alegó Bill.

 

—Pero podrías intentarlo. – le propuso, exasperado. Con Bill no se podía.

 

—No, Anis. La cantaré así.

 

—No me digas: Anis, parece que estás enojado. – dijo haciendo una mueca de rechazo a su nombre.

 

—Tal vez lo esté. – respondió el menor, cruzándose de brazos.

 

—Ahrg... Haz lo que quieras. – se rindió el rapero, haciendo asombrar  a Sido y sonreía a Gustav.  Ese era su chico.

 

—De todas maneras, lo iba a hacer.

 

Hubo un silencio entre ellos y el rapero miró disimuladamente a Bill, quien al encontrar su mirada con el otro intentó disimular una sonrisa que eliminaba su semblante enojado y bajó su mirada. Bushido sonrió ante el gesto y Bill volvió a mirarlo a través de sus espesas pestañas sin poder evitar esta vez sonreír.

 

—Eres un tonto. – le dijo Bushido pellizcando con suavidad una de las mejillas del menor.

 

—Tú lo eres más. – le respondió.

 

—No lo soy. Ahora ven acá y dime qué opinas de esto. – haló la mano de Bill y lo situó en su frente, rodeándolo con sus brazos para indicarle algo en la hoja que tenía en manos.

 

Georg también le prestó atención a la disputa y miró cómplice a Gustav cuando notó la cercanía de aquellos dos y las mejillas rojas de Bill.

 

:::

 

Era el cuarto día que estaban trabajando en la melodía y Georg se encontraba con una guitarra acústica en el regazo, dando los últimos acordes de la canción; Gustav llevaba un suave ritmo en su batería y Bill lo acompañaba con su melodiosa voz cantando la última frase.

 

Lo habían trabajado de esa manera: primero de forma acústica para corregir inmediatamente y, luego de que tuviesen una idea clara, Kay y Sido trabajarían en las mezcla.

 

—Suena genial. – felicitó Kay.

 

—No puedo creer que ya todo esté listo. – suspiró el menor.

 

—No todo. – contradijo sonriendo Bushido.

 

—Sabes a lo que me refiero. – le gruñó. —Sólo falta grabar, editar y que sea aprobada.

 

—Entonces pongámonos en marcha. – dijo Gustav. — Iré a grabar la percusión. – informó, haciéndole señas a Sido, quien le siguió, y ambos salieron del lugar para dirigirse a la habitación continua.

 

Georg se sentó en el sofá al lado de Bill, susurrándole unas felicitaciones cuando Kay fue a responder una llamada y Anis se servía un poco de café, y el menor le dio las gracias diciéndole que no podría haberlo logrando sin ellos y abrazándolo.

 

—Entonces, ¿Qué es lo que tienes con el raperito? – le preguntó en un susurro divertido y Bill le dio su mirada afilada antes de apoyarse en el pecho del bajista.

 

—No digas tonterías. – dijo con sus mejillas calientes.

 

Tomó la mano de Georg y la colocó en su cabeza. El bajista sabía lo que quería el menor. Así que, como no era raro en ellos, el ojiverde acarició tras la oreja de Bill.

 

Bill cerró sus ojos y cuando el olor de café entró por sus fosas nasales supo que Anis le estaba tendiendo una taza a Georg. Él no podía tomar café, así que lo ignoró y casi se quedaba dormido por las suaves caricias recibidas, mientras Bushido y el bajista tenían una conversación acerca de la canción y de pronto sobre autos.

 

—Malas noticias, amigo. – dijo Kay entrando a la habitación luego de finalizar la llamada telefónica y golpeando la espalda de Bushido.

 

— ¿Qué sucedió?

 

—Hanna. – le dijo y Bill escuchó a Anis suspirar.

 

— ¿Problemas de faldas? – preguntó Georg, con la confianza que le daba el haber pasado casi cien horas con los otros tres recién conocidos, donde hablaban de cosas triviales e importantes de un momento a otro.

 

—Algo así. – titubeó Anis.

 

—Más que problemas de faldas. – dijo Kay, sentándose al lado de Georg. —Problemas de piernas, culo y tetas. Esa chica está como quiere y Anis la dejó plantada.

 

Bushido verificó si Bill estaba durmiendo y habló.

 

—Baja el volumen de voz. – pidió. —Bill está durmiendo. Y no la dejé plantada, tenía cosas más importantes.

 

— ¿Más importantes que ella? Amigo, fue su fiesta de cumpleaños hace dos semanas y tú ni le enviaste algo. Esa mujer te desea y está muuuy enojada contigo.

 

—No es para tanto.

 

—Georg, mira. – le mostró una foto de la chica que tenía en su celular. — ¿Es o no es para tanto?  

 

—Bueno... – dijo Georg observando la imagen y silbando por lo bajo. —Te aconsejo que le envíes un regalo cuanto antes. – Kay rio, chocando el puño con el bajista y Bill se contuvo en fruncir el ceño.

 

«A Bu no le interesa, ¿Por qué no deja de metérsela por los ojos?»  Pensó Bill,  antes de poder evitarlo. 

 

— ¿Entiendes, amigo? Esa sí que es una hembra. – continuó Kay.

 

—Ya no tengo interés en ella. Que siga enojada si quiere. – cortó la conversación, vaciando su taza de café.

 

—La dejarás destrozada. Pobre, después de todo lo que vivieron. – dijo Kay.

 

— ¿De qué hablas? – preguntó, riendo por lo exagerado de su amigo.

 

—Bueno, en tal caso. Yo estaré para ella y la consolaré. ¿No te molesta?

 

Anis rio negando con la cabeza y se sirvió más café.

 

:::

 

— ¡Es maravillosa! – dijo Bill, dando saltitos y abrazando a Gustav en un impulso, haciendo sonreír al rubio.

 

Acababa de finalizar la edición donde Kay y Sido hicieron su magia y ahora terminaban de escuchar la canción.

 

La batería, los sonidos electrónicos, las notas que tocó Georg en la guitarra eléctrica, la voz grave de Bushido y la melodiosa de Bill. Todo era perfecto.

 

Era sin duda una buena canción, que mostraba una letra cruda con un significado intenso, las dos caras de la moneda de una misma realidad, un contraste perfecto entre el bien y el mal, el amor y el odio, lo blanco y lo negro. Era tan sublime y parecía prestarse a cualquier momento de la vida. El ritmo era pegajoso y diferente, simplemente atrayente.

 

—Si esto no es un número uno, algo malo sucede con Europa y el mundo.

 

—Llamaré a David, estará feliz. – dijo Bill emocionado como en mucho tiempo no lo estaba.

 

:::

 

La canción finalizó y los ejecutivos aplaudieron sin duda.

 

—No puedo creer que la hayan hecho en tan poco tiempo. – dijo asombrado el vocero de Universal.

 

—Es perfecta. Totalmente perfecta, mucho más de lo que esperábamos. – comentó el representante de Sony.

 

—Y lo mejor de todo, es que no decepcionará a los fans. – acotó Bill.

 

—Y eso es lo que buscábamos. – agregó Bushido.

 

—Esto será un éxito. Es un placer tener a gente tan exitosa como ustedes. Sin más, nos retiraremos. – informó un representante de las discográficas y ambos voceros dispusieron a despedirse.

 

—No esperaba menos. – les felicitó Jost y abrazó fuertemente a sus tres chicos y luego apretó con gusto las manos de los otros tres artistas.

 

Abandonaron la sala de juntas y Sido, Kay y los G’s se despidieron acordando la  hora en la que se verían esa noche en el apartamento de Bushido para celebrar. Bill dejó que los otros se adelantaran y se dirigió al baño, ya que Jost quería llevarlos a comer antes de retornar a Magdeburgo, y él quería comprobar su maquillaje.

 

Al entrar lo observó vacío, así que con confianza entró y se dispuso a aplicar humectante en sus labios, cuando notó que Bushido le daba la espalda, mientras usaba los orinales. Bill escuchó como el mayor cerraba el cierre de sus jeans y luego lo sintió a su lado.

 

—No te escuché entrar. – dijo, aplicando jabón líquido en sus manos.

 

—Voy entrando. – comentó tomando su barrita de humectante y arreglando una onda de su cabello, mientras Anis secaba sus manos.

 

— ¿Ves cómo todo si fue Baam? – preguntó, haciendo reír a Bill.

 

—Si, al parecer quedaron satisfechos con el Baam.

 

—Fue un placer trabajar contigo, princesa Kaulitz. – dijo, tendiéndole su mano a Bill.

 

—Prometiste que no volverías a llamarme así. – recordó, tomando la mano de Anis.

 

—Sabes que me gusta hacerlo. – le respondió, tirando de Bill y abrazando su delgada cintura. Bill se sonrojó, pero no se apartó porque Bushido lo abrazaba constantemente y empezaba a acostumbrarse y... quizás a gustarle.  — ¿Irás esta noche a celebrar? – le preguntó sin romper la cercanía.

 

—Sí, supongo.

 

—Y... ¿Te irás pronto de Berlín?

 

—Creo que sí. Pero aún tengo cita con el doctor, dentro de dos días.

 

— ¿Puedo acompañarte? – preguntó sin dudar.

 

—Si quieres. – aceptó, haciendo ese gesto con su labio que Anis extrañaría.

 

—Sabes que iré aunque te niegues. – le dijo y Bill rio apoyándose en los lavamanos.  

 

—Gracias. – murmuró el menor, sintiendo sus mejillas arder al notar que en ese mismo baño Bushido lo descubrió semanas atrás y que si no hubiese sido por él, posiblemente seguiría desmayándose y vomitando por allí.

 

—Tienes que dejar de agradecerme y disculparte. Sabes que no me gusta. –comentó, deslizando sus manos de la cintura de Bill a sus caderas delgadas y besando una de sus mejillas.

 

—Debo irme. – informó Bill, al reparar en la posición tan íntima en la que se encontraban.

 

—Está bien. – concedió a punto de dejarle ir.

 

—No, espera. – sostuvo las manos de Bushido y estas se mantuvieron aún en su figura; un escalofrío subiendo por su cuerpo cuando Anis se acercó un poco más, apretando delicadamente su cadera entre sus grandes manos. —Yo quería preguntarte. – titubeó un poco.  — ¿Quién-quién es Hanna?

 

— ¿Por qué lo preguntas? – cuestionó extrañado.

 

—Georg y Kay estuvieron hablando y escuché que incumpliste con ella el-el día que me desmayé. – confesó apenado.

 

—No es alguien importante.

 

—De todas formas, discu... – Bushido puso un dedo en sus labios.

 

— ¿Qué te dije? Nada de disculpas o agradecimientos. – le recordó con una sonrisa. —Creo que ahora si debes irte. – informó, al escuchar el sonar del celular del menor al lado de su bolsa y al leer en la pantalla el nombre de su productor.

 

—Hasta la noche. – se despidió y antes de irse besó la mejilla del mayor.

 

Bushido suspiró, pensando si sería capaz de ignorar los rápidos latidos de su corazón o la sensación de la calidez del pequeño y delgado cuerpo del menor contra el suyo.

 

Se preguntó si podría dejar ir a Bill sin intentarlo.

 

 


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