Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

INTERNADO DE DONCELES por yesnightles

[Reviews - 53]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola niñas! ¿que tal? ¿estan bien? n_n

Aqui les traigo un capitulo mas de la historia. Creo que este cap me salio un poco mas largo, de hecho es el mas largo de todos u_u

Se que les dije que les iba a recomendar fics...pero no he leido ni uno demasiado bueno hasta ahora u_u ( de hecho no he leido mucho estos dias...) la uni me tiene loca y recien llevo una semana de clases..@_@

En fin espero les guste...lean y dejense llevar b35;b35;

 

                              Capitulo x

Era un tanto…extraño se podría decir volver aestar en estas tierras de Markan, de nuevo.

La última vez que estuve aquí me lleve un grato recuerdo.

El Capitán nos había levantado a todos, de manera un tanto “salvaje”, para que no procediéramos a reparar nuestras embarcaciones.

Oía como todos lanzaban maldiciones al capitán por levantarnos en la madrugada, pero claro esta a espaldas de este. Nadie en su sano juicio se atrevería a decírselo de frente. Excepto yo.

No le tenía temor. Es un buen hombre en fondo. Aunque si posee un carácter muy fuerte.

Me despeje estirándome como pude en mi provisional lecho. Sin duda este sería un día muy agotador, sin mencionar las horas al sol al que estaríamos expuestos.

“¡LEVANTANSE SEÑORES! Hoy será un día muy agitado así que sugiero que tengan las energías y ánimos bien arriba…”

Ese es Ralá. Como siempre intentando mandar en todo. Todos le obedecen, todos excepto yo.

Sinceramente el no es nadie para venir a decirnos que hacer.

“Yo siempre lo tengo arriba, Ralá….”

“¿En serio, Daniel?...pues no parece…

Desde la primera vez que me uní a los navegantes, intento hacerme sentir bien.

En realidad lo deteste desde aquel primer día que lo vi.

-Emet ¿dónde vamos a desayunar? – pregunte a mi amigo que se estaba vistiendo al lado mío.

Lucia en serio cansado con ojeras en el rostro.

-No lo sé, el capitán no ha dicho nada acerca de eso.

-Que mal – bufé – oye pero tú ¿Por qué luces esa cara? ¿Estás enfermo?

-No, lo que pasa es que dormir en tierra firme no es mi gusto.

-¿Estás loco, cierto? – exclame.

-Simplemente duermo con el movimiento de las olas desde que tengo uso de razón, y el no sentirlo hace que no pueda dormir – dijo bostezando intentando ponerse un calcetín.

-Estas demente – conteste.

Yo no era como él. Yo soy marino hace solamente dos años. Antes de eso simplemente era un viajante que recorría todo el mundo. Luego conocí a personas que eran navegantes y por seguirlos a ellos termine con estos marinos.

 

“¡COMPAÑEROS NOS VAMOS! Apresúrense que el ultimo marino no subirá a los botes e ira nadando hasta las embarcaciones…”

Me apure todo lo que mi cuerpo podía. Sin duda Ralá no bromeaba cuando decía aquello.

-¡RODAS! ¿Dónde estás? ¡VAMONOS! – escuche gritar a mi amigo que inesperadamente se había alistado mas rápido que yo y ya estaba situado en el umbral de la puerta de cuarto.

-¡YA VOY, EMET! – grite mientras corría lo mas rápido hacia el exterior.

 

*/*/*/*/*/*

Los rayos solares se colaban por las ventanas del cuarto de Véra haciendo que este despertara lentamente.

Había sido una noche un poco agitada para este. Había dormido exactamente tres horas desde que regreso a su habitación luego de pasar aquel tiempo con Ralá.

Véra se estiraba en su lecho desperezándose mientras echaba una mirada a su compañero de habitación que lucía dormido.

Sin duda aquella conversación que había mantenido con Ralá no había concluido muy bien que digamos.

Véra divago en sus recuerdos, intentando evocar el momento en que Ralá se había comportado de manera extraña con él.

“… ¿tienes familia? ¿Dónde está?”

Fue desde esa pregunta en que Véra sintió como Ralá cambiaba completamente dejando de ser el hombre tierno y comprensivo que era, pasando a ser hosco e incluso frio.

Su respuesta dejaba mucho que desear para él.

Desde ese momento sintió que ya no tenía porque seguir quedándose con aquel hombre que parecía haberse convertido en un cubo de hielo de la noche a la mañana, literalmente. Así que decidió volver a su habitación obteniendo por respuesta un “está bien. Ve con cuidado”

No sabía cuando lo volvería a ver…

 

-¡Véra! Veo que levantaste temprano – exclamo Aya levantándose de su lecho – Es bueno de vez en cuando llegar temprano a clases ¿no? Lástima que hoy sea sábado y  no halla clases – sonrió.

-Ya lo sé. Solo quería despertar temprano – bufo. Si supiera que solo por el hecho de no haber podido dormir en toda la noche, tenia nombre…

Aya se calzo sus pantuflas y más dormido que despierto se apresuro en ir a los servicios.

-Véra…por cierto… ¿Dónde fuiste anoche? – grito Aya desde los lavabos que se ubicaban dentro de los dormitorios.

Si Véra hubiera estado tomando algo, lo hubiera escupido producto de la impresión de escuchar ese comentario.

¡¿Cómo lo sabía?!

-Y-yo…este…me apetecía tomar un poco de aire…- intentaba sonar tranquilo mientras procedía a ponerse el también las pantuflas - ¡Aya apresúrate! Que yo también necesito entrar…

No darle importancia e intentar despistarlo era mejor, si.

-Y tú crees que yo me voy a creer esa escusa barata, Véra.

 Aya era demasiado intuitivo para engañarlo.

-¡No te importa! – grito Véra ya exasperado situándose en la puerta del lavabo – ahora sal de ahí si no quieres que entre y te haga salir estando desnudo.

-Ya, ya. Ya Salí. Ay pero que humor tienes hoy día y yo que pensé que después de anoche despertarías cantando como un hada – contesto dirigiéndole una sonrisa picara mientras pasaba por su lado con su bata de baño.

-Si piensas que tuve sexo – lo miro fijamente – déjame decirte que estas equivocado – dicho esto se encerró en el baño dando un fuerte portazo.

-El día en que vea a Véra sonreír sinceramente será el día en que me vuelvan a crecer las orejas… - suspiro.

 

/*/*/*/*/*/*

Veo atravez de mi ventana que ya amaneció. Mi habitación esta bañada por los rayos solares pero porque siento que esos rayos no llegan a mí.

Me siento vacio.

¿Por qué tenía que irse así? Sin decirme nada…

Me dejo con esta preocupación que me consume.

¿Por qué lo hizo, si dijo que me amaba?

¿Lo volveré a ver?

Desearía poder tener todas esas respuestas para no sufrir…pero no las hay. Solamente él las tiene. Solo él.

-Lían, ¿Estás bien? – Oigo preguntar a mi amigo - ¿estás enfermo?

Como decirle que estoy enfermo de amor y que el único que tiene el antídoto ya no quiere volver a verme. Cuando fue él quien me enfermo.

-Estoy bien, Yari – intento responder dándole una sonrisa falsa desde mi lecho, pero esto no funciona porque veo como se acerca hasta mi preocupado.

-Dime, ¿Qué sucede? Luces horrible, Lían.

-Paso algo, Yari – decidí contarle, después de todo él es mi mejor amigo ¿verdad? Si le contaría a alguien sobre Daniel, seria a él.

-¿Qué hiciste ahora, Lían? – me pregunto resignado dispuesto a escucharme porque se acostó a mi lado.

-Conocí a un hombre cuando fuimos al despacho del maestro Kira – listo ya lo había dicho.

Entrecerré los ojos dispuesto a escuchar su grito…que no tardo en llegar.

-¿¡QUE!? ¿¡QUIEN!? – sentía la respiración de Yari agitada.

-Tranquilo, Yari – lo tranquilice – Ahora que me acuerdo… tu ¿Dónde estabas? No me acuerdo haberte visto salir.

-El maestro Kira me hizo salir por otra puerta de su despacho por que escucho unos ruidos…Espera… ¡Eras tú! – exclamo alzándose y observándome con el ceño fruncido.

-¿Yo? – Pregunte inocente – No hicimos ningún ruido, Yari…pero eso no importa. Resulta que el profesor Kira nos vio besándonos en el pasillo.

Me daba mucha vergüenza admitir eso frente a mi mejor amigo pero tenía que de alguna forma contarle. Necesitaba que alguien me escuche.

-Estás loco…definitivamente estás loco – susurro acostándose de nuevo con la mirada perdida en el techo de nuestra habitación.

No hice caso de aquel comentario y proseguí contándole:

-Luego de que nos vio besarnos, se altero horrible, Yari. Le dijo a Daniel…por cierto se llama  Daniel… - voltee a verle pero seguía con la mirada perdida, así que proseguí – Le dijo a él que necesitaba hablar a solas con él así que me dijo que me fuera. Cuando Kira entro a su despacho, Daniel volvió a besarme y me dijo que vendría esa noche a mi habitación… - pare mi relato porque Yari se había girado violentamente hacia mí, con una mirada asustada.

- Y dijiste que no ¿verdad? – Pregunto en un susurro – dime que le dijiste que no, Lían.

-Le dije que si – dije llevándole la contraria. Su expresión en en su rostro era un poema. Sin más, volvió (de nuevo) a acostarse.

-¿vino? – fue lo único que pregunto.

-Sí.

Sentí a mi amigo suspirar apesumbrado al lado mío.

-No debiste dejar que entre, Lían. Es muy peligroso. Al menos aun me alegra que conserves tus orejas – me dijo echándome una mirada desilusionada.

¿Tan malo era que haya dejado entrar a Daniel a nuestro cuarto?

-No te preocupes Yari porque creo que no lo volveré a ver nunca mas – conteste.

-¿Qué? Paso algo malo ¿cierto? – sentí la preocupación de mi amigo.

-Él quería que nos escaparemos de la habitación – suspire – pero no pude Yari. No pude decirle que sí.

Mi voz afligida pareció conmover a mi amigo porque me abrazo entre sus brazos de forma cálida.

-Tranquilo, Lían – limpio mis lagrimas que empezaban a brotar – No te culpes. Yo hubiera hecho lo mismo. Este lugar es muy estricto. Si te hubieran visto, hubieras estado en un grave problema. Lo sabes ¿cierto?

-¡Lo sé! – Grite desesperado – Pero me odio tanto. Por mi culpa él ya no quiere volver a verme, Yari – llore en sus brazos.

-No llores por favor – acaricio mi rostro - ¿Cómo puedes llegar hasta este punto por alguien que recién has conocido? – pregunto en un susurro.

-¿Crees en el amor a primera vista?

-Mmm no lo sé – respondió.

-Pues yo si – conteste seguro – si no existiera no estaría sufriendo ahora mismo por eso. Lo amo. Siento que el destino lo puso en mi camino. Con él me siento seguro. Como si lo conociera de siempre.

- Lastima que él no siente lo mismo.

Me aleje rápidamente de sus brazos, sentándome en mi lecho.

-¡No digas eso! – Enfurecí – Tú no sabes nada, Yari. El dijo que también me amaba, y yo le creo.

-Pues si te dijo que te amaba, ¿Por qué estas sufriendo por él? – odio decir esto, pero él tiene razón.

-No lo sé, Yari. Estoy tan confundido y tú no eres de gran ayuda – lo culpe acostándome de nuevo a su lado.

-¿¡Pero que quieres que haga!? – Preguntó – Yo no te puedo ayudar, Lían porque en primer lugar ni tú mismo sabes que hacer.

De pronto un rayo de sol ilumino mi cerebro. ¡Lo tenía!

-¡Lo tengo! – Grite subiéndome encima de él y cogiéndolo de los hombros para que me mirara – Vas a ir a hablar con él.

Si, ya sé que era una idea descabellada (al menos para mí) pero era necesario.

-¿¡QUE YO QUÉ!? – Grito más fuerte él – Ni lo imagines. ¡Estás loco! NO VOY A IR. El que tendría que ir, serias TÚ - señalo.

Bueno en parte él tenía razón. Debería ir yo pero y ¿si no quería volver a verme?

-Escucha. No vas a hablarle solo le llevaras una carta de parte mía – indique – Por favor Yari, es la única opción que se me ocurre, por favor – rogué poniendo un puchero para convencerlo.

-No lo sé – Yari aparto mi agarre y levantándose de mi lecho me observo – Es muy peligroso. Además está el hecho de que no sé donde se hospedan, ni como es él y no sé si querrá recibirme.

Es cierto todo lo que me dice pero estoy cegado de amor, tanto así que no me importa arriesgar a mi mejor amigo en ello.

Lo siento tanto, Yari. Siento que tengas a un amigo tan cobarde y tontamente enamorado.

-Yari por favor, eres el único que me puede ayudar – lloriqueo desde mi posición en el lecho – No puedo ir yo porque de repente no quiere recibirme y se negara a conversar conmigo. Sería el fin de nuestro efusivo romance y terminaría por destrozarme.

-Está bien, iré – oigo su respuesta y mi corazón brinca de alegría – Pero mas te vale que escribas esa carta lo mas rápido posible – refunfuña saliendo apresurado del dormitorio.

 

 

Esa mañana en el puerto de Markan, los ciudadanos que habitaban cerca a las playas, fueron testigos de un ajetreo que llamaba su atención, incluso algunos niños curiosos se hacían presentes fuera de sus hogares, intentando por todos los medios entender que era lo que ocurría.

Los adultos se preguntaban entre ellos quienes eran esos hombres que por medio de balsas que ellos nunca habían fabricado pues eran de un material desconocido de la isla, entraban a las aguas del mar, tan ligeramente.

Se podía divisar a algunos marinos desprendidos de la parte de arriba de su vestimenta, dejando que su torso sea bañado por los rayos del sol. Algunos hombres, asombrados por tremenda desvergüenza de los marinos intentaban ocultar a sus parejas en sus cabañas.

-¡JODER! ¡¿Somos fenómenos para que nos observen con esa expresión en sus rostros?! – Grito el capitán exasperado mientras cargaba un rollo de tela para la vela, intentando llevarlo a una de las barcas.

-Señor, creo que ellos no están acostumbrados a estos ajetreos en su presencia – resoplo jadeando un joven marino que pasaba a su lado – permiso, mi capitán, debo hacer que este pedazo de rollo llegue a buen puerto – dicho esto trepo ágilmente a la barca y con las misma comenzó a remar apresurado.

El capitán aun asimilando lo dicho por aquel marino, intento controlarse. Resoplando posiciono sus manos alrededor de su cadera y se dispuso a mirar con detenimiento las cabañas que lo rodeaban.

Eran pequeñas, con tejado de pajas. Alguna que otra se divisaba un poco mas amplia que otra pero seguían manteniendo ese toque rustico.

Se acerco un poco mas a una de ellas que estaban mas cerca de él e intento buscar algún indicio de vida.

Para su sorpresa, al acercarse un poco más a esta, de la nada vio como un niño de no más de 4 años, salía agitado de la puerta de la cabaña  a su encuentro, seguido de un joven resoplando, intentando cogerlo.

-Te tengo, pequeño travieso – dijo mientras alzaba a su niño en brazos regalándole un tierno beso en la frente – Nunca mas salgas así de la casa ¿oíste? Tu papa nos dijo que no salgamos hoy día.

Pero el pequeño no oía lo dicho por su otro padre pues miraba directamente aquellos ojos negros de aquel hombre corpulento de cabellos dorados como la miel que lo observaba.

-Papi… - susurro el niño pues su progenitor no se había percatado de la presencia del desconocido.

-¿¡Quien es usted!? – grito aterrorizado el doncel al darse cuenta por medio de su hijo de la visita no deseada e intentando ocultarlo en su pecho – ¡Salga de mi propiedad! ¡Fuera!.

-Tranquilo. No te voy a hacer daño – se apuro en decir el capitán - ¡Valla como gritas! Cualquiera diría que estas frente a un asesino.

- ¿¡y no lo estoy!? – se apresuro en agregar aquel doncel intentando por todos los medios ocultar a su niño.

-OH! Si fuera un asesino, ahora mismo no estaría teniendo esta conversación contigo ¿no crees?

El doncel al darse cuenta de aquel detalle bajo un poco la guardia relajándose un poco.

Ante ese gesto el capitán pudo apreciarlo bien, ahora sin esa expresión de pánico en su rostro. Era muy bello.

-Papi, suéltame por favor – pidió el niño revoloteando en los brazos que lo sujetaban – Quiero ir a jugar.

-No, Bryan. No puedes. Tu papa nos dijo que no debemos salir de la cabaña hasta que esos hombres se hayan marchado – explico bajando a su niño y poniéndose a su altura.

Todo era observado por el capitán.

-P-pero  y-yo quiero ir papi – sollozo el pequeño aferrándose a su progenitor – Béru me está esperando para jugar y yo quiero ir – pidió con lagrimas en el rostro.

Su padre acaricio los rubios crespos de su niño y solo se dispuso a abrazarlo fuertemente.

El capitán no podía soportar ver a un niño llorar. Era su debilidad, más si aquel niño le hacía recordar a su pequeño Daniel cuando tenía esa edad. Agregándole el hecho de que aquel joven había dicho “aquellos hombres” que deducía era su tripulación. Así que no bastaba con el hecho de ver llorar a ese niño hermoso, sino también el hecho de que lloraba por su culpa.

-Este…disculpa pero ¿Por qué no lo dejas salir a jugar al pequeño? – pregunto un poco nervioso por hablarle directamente y por la intromisión en algo privado.

Los ojos color esmeralda de aquel doncel se giraron hacia el capitán. Su mirada no predecía nada bueno pues relampagueaban feroces. Se irguió en el mismo sitio y cogiendo la mano de su niño para que no ose correr de nuevo escapando, dijo:

-No lo dejo salir porque su padre me lo prohibió y si él nos prohíbe algo, cuando no lo ha hecho en estos 6 años que  tengo de relación con él, es porque ha detectado algo peligroso para nuestro bienestar.

Dicho esto y sin dejar que el capitán responda, cogió a su niño en brazos y se adentro en su cabaña cerrando la puerta duramente.

-Pero… - grito inútilmente a la puerta  ya cerrada – yo no soy un peligro – término susurrando mas para él mismo.

Cuando se alejo de aquella cabaña, sintió que esta historia no había terminado. Tenía curiosidad de aquel niño que tan bien podría hacerlo pasar por un Daniel de 4 años, pero más curiosidad por aquel joven de rara belleza. Tenía que saber más acerca de él. Conocerlo.

Sin embargo su gesto se ensombreció ante las olas que rompían en las orillas cuando recordó las palabras “6 años de relación”.

 

 */*/*/*/*/*

-¡Mi capitán! – Oyó a lo lejos mientras se acercaba taciturno al encuentro de su tripulación - ¡Lo hemos buscado por toda esta isla! ¿Donde se encontraba?

-¡basta! – se exaspero pasando de largo a aquel marino, caminando a una de las barcas – Ya estoy aquí, basta de hacer escándalo Rodas, joder.

- pero capitán vengo a comunicarle que se le solicita urgente en una de las embarcaciones – grito observando al capitán ya sentado en una de las barcas, refunfuñando buscando uno de los remos – parece que uno de los carpinteros ha detectado que las  maderas de soporte para la embarcación, están podridas, mi capitán.

-Continua – el capitán paro su quehacer concentrándose al máximo en Rodas. Estaba preocupado.

-Lamento decirle que no se mas de lo que ya le dije – suspiro – Daniel me envió a buscarlo. Hace una hora que lo busco, mi capitán.

-Entonces ¿Qué hago aquí perdiendo el tiempo contigo? – grito exasperado agitando con todas sus fuerzas los remos intentando llegar lo mas pronto posible a su embarcación.

Rodas una vez cumplida su misión se dispuso a él también tomar una de las barcas y llegar al lado de su capitán pero fue frenado antes de incluso trepar a ella.

-¡RODAS! – Oyó vociferar al capitán que rápidamente hacia la distancia mas larga – necesito que regreses al internado y busques entre mis papeles el plano de la estructura de la embarcación ¡apresúrate!

Rodas advirtió el mandato y ligeramente asintiendo hacia él, corrió con todas sus fuerzas hacia el castillo.

 

*/*/*/*/*/*

El cuarto del capitán es un desastre. ¡No encuentro ni rastro del plano!

Divago la mirada alrededor de la habitación pero no hallo nada.

Mas que molesto estoy frustrado. El capitán por primera vez me confió a mi tremenda misión y no puedo ayudarlo. Estoy tan molesto, joder.

No desfallezco en mis intentos pero mis paciencias se agotan. Cansado, pateo una caja de harina que se encontraba visible pero que yo no había reparado en ella antes.

Siento el dolor del golpe recorrer todo mi cuerpo pero dándome cuenta del imbécil que había sido, abro apresurado el cajón y ante mi alegría emergen los papeles del capitán.

Busco desesperado pero a la vez eufórico porque por fin lo halle, luego de buscar por más de una hora en este lugar.

¡Lo tengo! Es un pergamino del tamaño de un niño pequeño. Lo abro y en ella solo puedo observar el dibujo de la embarcación trazada en grafito y adicionada varias líneas formando ángulos.  Yo no entiendo nada de esto así que apresuradamente lo enrosco y me dispongo a llevárselo.

Me empecino en correr sobre esos pasadillos desiertos. Ni un ruido me acompaña solo el sonido amortiguado de mis pasos. Sin embargo un olor a jazmines me embargan de improviso haciéndome frenar mi apresurado andar.

¿Dónde he olido ese olor tan familiar? Mi corazón empieza a palpitar dentro de mi alocadamente como si el ya lo hubiera comprendido. Pero yo no.

Me giro sobre mis talones buscando aquella fuente de jazmines pero a ambos lados solo diviso los jardines del internado, solitarios, excepto por ese pequeños arbolillo que crece tímidamente frente aquel pasto frondoso.

Agudizo mi visión sobre aquel arbolito pues me percato que se agita sin haber corrido una corriente de aire lo suficiente fuerte como para moverlo y para mi asombro, noto que dos grandes ojos verdosos me observan refugiados en sus delicadas hojas.

-¿Hola? – me acerco. Sin duda es un doncel. Valla suerte la mía de encontrarme a uno merodeando por acá – Eres un doncel cierto – intento acercarme mas, tanto así que el olor a jazmines me marean pues ya estoy frente a él y veo mas de cerca aquellos ojos verdes que se me hacen familiares.

-¡Hola! – me asombro pues aquel niño se ha mostrado frente a mí, sorprendiéndome.

-Valla, veo que eres muy osado. ¿No tienes miedo? – pregunto sutilmente rondándole los costados.

El doncel conforme yo caminaba a su alrededor no me perdía de vista ni un segundo.

-¿Sabes porque soy tan osado y no tengo miedo a enfrentarte? – oigo preguntar con esa voz tan seductora del doncel. Me acerco a su lado y sujetándole de la cintura susurro a su oído.

-No lo sé – Siento como se tensa en mis brazos y de alguna forma el miedo que emana de su cuerpo hace que me sienta terriblemente excitado.

-Porque ya no soy un niño.

No puedo entender bien lo que me dijo pues ahora solo siento el dolor que aquel malnacido ha provocado en mí.

Caigo de rodillas al césped con los ojos cerrados intentando inútilmente que se llenen de lágrimas pues me ha dado en la virilidad de un hombre.

¿Cómo lo hizo? Ni yo mismo lo entiendo. Ni cuenta me di cuando giro, insertándome aquel golpe en mis partes bajas tan doloroso que hasta ahora aun no logro ponerme de pie.

Aun arrodillado en la misma posición siento como el ambiente va perdiendo el olor a jazmines. Se ha ido.

Encontrare a aquel bastardo y lo hare pagar por esto. No por el dolor que me ha causado sino por la humillación que ha echado sobre mí. Lo juro.

 

*/*/*/*/*/*

El llanto de aquel joven que yace corriendo desesperadamente en los jardines solitarios de aquel lugar, son de sufrimiento. Si alguien hubiera estando divagando por ahí, lo hubieran oído claramente.

Véra no podía creer que de nuevo se halla encontrado con el mismo hombre que había intentado por todos los medios, borrar de su memoria. Sin duda el destino le había jugado una mala pasada al encontrarse de nuevo con él.

El miedo que lo embargo nuevamente al verlo lo había paralizado. Intento ocultarse tras ese arbolillo, rogando a las diosas del que no note su presencia, sin embargo tembló más fuerte cuando lo observo acercándose hacia él. No era el momento para acobardarse, se dijo, debía enfrentarlo.

Así lo hizo. Salió de su escondite dándole la cara pero grande fue su sorpresa cuando aquel hombre no lo había reconocido, no obstante, él de nuevo intento seducirlo.

Sintió repulsión cuando sintió de nuevo aquel tacto frio, tocándolo, acariciándolo. Su mente se nublo y por un instante divago en aquella noche de luna en que se entrego a él pero ahora era otra persona, había cambiado, ya no era más aquel niño inocente. Así que reuniendo todas las fuerzas que poseía, se giro en su agarre y encestándole un golpe en su entrepierna, huyo desesperado sin mirar atrás.

Véra siguió huyendo sin atreverse a mirar atrás, rogando a las diosas para que aquel hombre no lo esté siguiendo. Su respiración ya era cansina. El correr con todas sus fuerzas, ahogando sutilmente sus llantos y a su vez sumado el temor que lo petrificaba, fue el culpable de que no se halla percatado de la persona que venía frente a él, teniendo así una fuerte colisión que los hizo desplomarse a ambos.

-¡Diosas! ¡Lo siento tanto! Discúlpenme por favor – rogo cubriéndose el rostro intentando borrar el rastro de aquellas lagrimas – Y-yo no sé lo que paso…discúlpenme.

Véra aun seguía desplomado en aquel césped verdoso con las rodillas pegadas a su pecho y con la cabeza perdida en ellas.

-No te preocupes, también fue mi culpa. No me percate que venias hacia mi corriendo. Debí apartarme – oyó decir de aquella cálida voz – Te ayudo a levantarte, vamos.

Véra alzo la vista aun con el rastro de sus lagrimas en ella, para su asombro enfoco a una personita de cabellos rojos como la sangre y con unas irises azules como el mar que lo escudriñaban, tendiéndole una mano.

-¡oh! Lo siento si te golpee tan fuerte. No llores por favor – Lían pensaba que el llanto era producto de la colisión.

-No, no es por el golpe. De hecho no estoy llorando ¿ves? – Véra ayudándose de la mano que se le brindaba, se puso de pie, intentando por todos sus medios borrar sus lágrimas.

-No te creo – dijo con un puchero – Soy tan torpe que incluso hago llorar a alguien que ni conozco – se reprocho el mismo observándolo.

Véra lo escudriñaba atentamente. Aquel compañero debía de tener más o menos su misma edad, exceptuando el hecho de que su actitud era muy inocente. Sus grandes ojos irradiaban calidez, felicidad, algo que en él brillaba por su ausencia. Siguió observando su rostro, era muy hermoso sin duda pero no tanto como él, se alabo. Sus cabellos le daban un toque sensual a aquel personaje. Sin embargo observo sus orejas pequeñas asomándose en estos. Era un doncel puro.

-No eres torpe – señalo – y tienes razón. No lloro por el golpe, sino que me ocurrió un suceso. Eso es todo.

-¿te ocurrió algo malo? ¿Estás bien? – Se acerco – Si quieres puedes contarme. Seré una tumba, lo juro. Las diosas son testigo de ello.

Véra no sabía que era lo que tenia aquel joven pero sin duda le proporcionaba confianza así que sin pensarlo confió en él.

-Te contare, pero debes prometerme que no se lo dirás a nadie. ¿Entendido?

-Lo juro – dijo Lían mientras era conducido a una de las pequeñas bancas que se ubicaban cerca – por cierto me llamo Lían – saludo rápidamente.

- Mi nombre es Véra.

Una vez ubicados en aquella banca, Véra narro todo lo sucedido, comenzando desde la pérdida de sus orejas. Lían lo escuchaba atentamente y solo lanzaba un leve jadeo cuando él creía que la historia era demasiado triste.

Véra se desahogo con aquella persona que recién había conocido. Conto su penas, dudas, miedos que lo aterrorizaban, recibiendo nada mas que un apretón de manos en señal de compañía por parte de Lían. No recibió rechazos, ni burlas o comentarios mal intencionados por primera vez.

-Lo que hizo ese hombre es algo horrible, Véra – susurro.

-Ya lo sé pero no puedo echarle toda la culpa a él, cuando soy yo el mayor culpable. Sin tan solo pudiera retroceder el tiempo, borraría ese hecho. Han trascurrido dos años pero aun siento mi piel manchada, contaminada por él. No sabes cuánto sufro Lían. He guardado este dolor mucho tiempo, que ahora pugnan por brotar.

Sollozaba bajito mientras era acariciado sutilmente por su ahora amigo.

-Vas a lograr borrar ese recuerdo. No te preocupes. Recuerda que hay mucha gente que te ama y que si te vieran en este estado, darían lo que fuera por hacerte sentir bien – consolaba acariciando sus cabellos azabache.

-No hay nadie. Estoy solo.

Aquella respuesta dejo desconcertado a Lían. ¿Era huérfano? – se pregunto.

-Tus padres…

-Ellos no me quieren. Venir a este internado fue un alivio para ellos. Ya no se preocuparían más por ese hijo que era una molestia para ellos. Prácticamente me aventaron acá, como si se desasieran de un objeto. Ellos no me quieren. Tienen otros hijos mucho más útiles que yo.

-No entiendo. No puedo creer que digas eso de tus progenitores – sentencio – Ellos te quieren Véra, aunque tu digas que no, muy en el fondo se preocupan por ti, estoy seguro – aseguro con una sonrisa alentadora.

-Si se preocuparan por mí, no estaría en este internado. He rogado con todas mis fuerzas desde que tengo 6 años de edad que me saquen de aquí. No soporto vivir encerrado. Quiero poder caminar libremente por los bosques, observar la luna debajo de un árbol, bañarme en las aguas del océano. Quiero ser libre, sin que nadie me lo prohíba. Solo ansió eso.

Lían no conocía aquel pensamiento. El nunca había pensado en eso. Siempre estaba seguro que esa era lo único que lo rodeaba. Estar en el internado, luego casarse y tener hijos. Era lo único en sus planes.

-Pero, es lo único para lo que estamos aquí. Que nos enseñen como, mas adelante poder construir un hogar- dijo titubeando. Ya no estaba muy seguro de ello.

-Te equivocas. Somos dueños de nuestro propio destino. Nadie nos puede inculcar a seguir algo que nosotros no ansiamos porque es nuestra vida, nuestros sueños.

Véra se irguió de aquella banca y observando el horizonte ligeramente nacarado dijo.

-Mi único pecado fue nacer doncel.

Lían no entendía que es lo que había dicho. Al no tener una respuesta Véra prosiguió.

-Sin tan solo hubiera nacido como mis hermanos mayores, yo estaría ahora muy lejos de Markan. Descubriendo nuevos mundos, conociendo muchas personas, disfrutando de lo bueno que es vivir. Sin embargo las diosas fueron crueles conmigo, sentenciándome a vivir oculto tras estas murallas.

El joven doncel se escandalizo. No concebía el hecho de que ose hablar así de las diosas pero simplemente aquel pensamiento murió en sus labios.

-¿Tan malo es vivir aquí? – Pregunto inocente – tenemos todo. Nos protegen de los hombres sin escrúpulos aliviando así la preocupación de nuestros padres.

-Dirás tus padres – sentencio girándose con el ceño fruncido – Mis padres me detestaron desde el día en que nací. Me lo hicieron entender desde el día en que pude entender sus palabras. Mis hermanos me golpeaban porque pensaban que así me volverían “hombre” y todo eso era avalado por mi padre. Mi madre me torturaba diciendo que nadie me quería por el hecho de ser un fenómeno. Ambos me obligaban a ir tras mis hermanos cuando iban a las praderas a conseguir leña para el fuego, haciéndome cargar todos los bultos con las maderas dentro de regreso a casa y ambos sabemos que un doncel no tiene la misma fuerza a los de los hombres, mucho menos cuando yo solo contaba con 5 años.

Véra se desplomo en el asiento con lágrimas corriendo por sus mejillas. Por fin habían aflorado todos esos recuerdos que lo carcomían en las noches. Por fin.

Lían al ver a su amigo en ese estado, se apresuro a consolarlo, acariciando sus cabellos y ligeramente secando sus lágrimas que brotaban de su tristeza.

Así pasaron el tiempo, con un Lían susurrando palabras alentadoras a su amigo y con un Véra sintiéndose acogido por primera vez.

 El atardecer se ceñía sobre Markan, dando paso a un ocaso digno de pintarse por el mejor artista y aun así no podrían reflejar toda su belleza.

-Es hora de la cena. Es mejor que volvamos – Véra se separo de su amigo con los ojos rojizos por el llanto sin embargo extrañamente sintiéndose mucho mejor – ¿Nos volveremos a ver?

-¡Sí! Hare lo posible por encontrarme contigo de nuevo. – sonrió Lían.

-Está bien – los ojos de Véra brillaban por primera vez. Había encontrado por primera vez un verdadero amigo.

Se despidieron cálidamente y cada uno con pesar, tomo el camino opuesto. Véra para el lado izquierdo y Lían para el derecho, no sin antes regalarse unas sonrisas esplendidas mientras se alejaban.

 

*/*/*/*/*

Ha sido el peor día de mi vida.

Nunca en mis veinte años mi padre me había gritado tanto. Sin embargo reconozco que ha sido toda mi culpa.

He estado demasiado distraído en la reparación de la embarcación tanto así que el capitán me ha comunicado que si naufragamos va a ser mi culpa, ya que no sabía ni donde ponía un clavo.

Pero todo este día horrible ha sido por pensar a cada minuto en esos ojos celestes como el mar.

Quise por todos los medios escabullirme hacia el internado para encontrarme con él, pero mi padre no me quitaba la vista de encima. Tengo que encontrarme con él y rogarle que me perdone.

Actué como un estúpido. Me enoje por algo sin sentido, reconociendo que él era aun un niño y que por lo tanto estaba lleno de temores. No pude comprender eso de él.

Ahora duchándome luego de un día tan agotador siento como vuelvo  revivir. Intento ducharme lo más rápido posible ya que atrás de mí aun siguen marinos esperando por la ducha.

Termine. Me cubro con una toalla mis caderas y me apresuro en salir. Sonrió sutilmente a los otros marino y me encamino al cuarto.

 Casi resbalo, joder.

Ingreso y diviso a Ralá acostado con los ojos cerrados como siempre, ya duchado y cambiado.

Me apresuro a también yo acicalarme pues según lo que me comunicaron decían que un banquete nos esperaba para la cena.

Busco entre mis pertenencias mi camisa negra de mangas largas. Sin duda en Markan reina la primavera pero en los atardeceres corre un viento helado provenientes de las brisas marinas.

La camisa negra creo que hará buen juego con unos pantalones de tela blancos, al menos eso creo. Me apresuro en buscarlos en las cajas donde guardo mis ropas.

¡Lo encontré!

Me apresuro en cambiarme y en cinco minutos estoy listo. Creo que mejor dejo dos botones de mi camisa sin abotonar. Si, así la siento más ligera.

Ahora mi cabello. Toco mis crespos y dándome por vencido al instante los dejo como están. Solo los acomodo sutilmente.

Oigo a Ralá despertando de su siesta. Me apuro en ir a hasta su lado y escucho un silbido de sus labios.

-¿Cómo me veo? – pregunto mas por molestarlo, extendiendo mis brazos.

-Ya estás listo para tu boda ¿Quién es tu novio? – se burla de mi y al mismo tiempo colocándose de pie.

-Ha ha ha – rio sarcásticamente – eres muy gracioso Ralá. Además solo quiero parecer gente, no como tú, mi buen amigo.

Me acerco colocando un brazo alrededor de sus hombros.

-La diferencia entre tú y yo es que, yo sí tengo sentido de la moda – ríe descaradamente. Yo también lo hago alegre de poder disfrutar estos momentos con mi amigo.

-Basta de tonterías. Vámonos a devorar aquel banquete que muero de hambre – digo aun con la sonrisa en mis labios. Ralá asiente y juntos salimos al encuentro de los demas.

 

*/*/*/*//*/*/*

Cada vez mas el cielo se iba tiñendo de negro dando paso a la noche. Eso era la señal de que muy pronto seria servida la cena en ambos lados del castillo.

Pero Lían no tuvo tiempo ni para mudar de ropas, ya que había llegado a tiempo, antes de que se hayan cerrado las puertas de su piso.

Entro fatigado a aquella estancia donde todos los donceles, no importando su nivel de grado se reunían a conversar.

Lían intento divisar entre todos aquellos jóvenes y niños, a su amigo Yari.

Agudizo la vista y lo encontró. Estaba sentado cómodamente en unos de los sofás del rincón. Conversaba con unos donceles mayores muy amenamente y con algunos niños que yacían jugando a sus pies en aquella alfombra acolchada.

El doncel se apresuro a abrirse paso hacia su amigo, saludo efusivo a los demas que lo acompañaban y sin importar la respuesta de los demas, jalo a un Yari sorprendido, de su brazo.

-¿Se puede saber que te pasa? – pregunto ceñudo una vez ubicado al lado de uno de los ventanales con LIAN frente suyo.

-Ya lo hice. Ya termine de escribir la carta – los ojos del doncel relampagueaban de alegría cuando se lo comunico.

 Un suspiro salió de aquellos labios sonrosados de Yari quien solo asintió.

-El único problema es que...- miro a ambos lados para percatarse que nadie este oyendo – no sé donde se hospedan ellos.

Yari dejo escapar un suspiro más fuerte debido a la inocencia de su amigo. Mira que convencerlo a llevar aquella acción, cuando ni siquiera sabe el paradero de esa persona.

-Para tu dicha, yo si hice mi tarea – murmuro entre dientes – se hospedan al lado derecho de nosotros.

Lían abrió los ojos desmesurados de asombro. Eso era genial.

-¿Cómo lo sabes? – Pregunto invadiendo su espacio personal pues lo había cogido de los hombros - ¿A quién preguntaste? ¿Estás seguro?

-Si lo estoy. Ahora suéltame Lían que estamos llamando la atención – pidió en un susurro, ya que fijo su vista en dos pequeños de no mas de 8 años que lo observaban confusos.

Lían inmediatamente lo soltó, sonriendo amablemente a los niños porque el también los había visto.

-Está bien. Toma – se aseguro que nadie lo esté observando, luego saco de entre sus ropas un rollo de pergamino pequeño, sellado con un listón de color oro. Yari apenas lo vio se apresuro en abrir sus ropas para esconderlo dentro, siempre cuidando que nadie los observe.

-Listo – sonrió su amigo – ahora debo esperar el momento en que ellos regresen de su banquete para poder acercarme a Daniel.

Lían no entendía en que momento su amigo se había convertido en aquella persona. ¿Dónde estaba el joven que temblaba con solo mencionar la palabra “hombres”? y ahora inclusive planeaba encontrarse con uno e incluso había averiguado todo sobre ellos. Sin duda a Lían le faltaba aun mucho que conocer de su amigo.

-¿Tienen un banquete? – pregunto con la ceja alzada.

-Así es – aseguro – me lo comunico una fuente muy confiable.

-Está bien – sonrió – Escucha Yari, Daniel es alto y con los cabellos rubios con  rizos. Solo puedo darte esa información, ya que no se que ropas traerá pero te aseguro que lo reconocerás fácilmente. Solamente te pido que te le acerques a él y le tiendas el pergamino. Le dices que es departe de Lían y te vas. No quiero que te arriesgues más por mi culpa. Solo eso te pido. No te tomara mas de cinco minutos decir eso.

-No te preocupes – tranquilizo – yo solo le tiendo el rollo y me voy – sonrió.

Ambos amigos se abrazaron con un Lían murmurando tímidamente un “gracias” en el abrazo.

 

 

Finalizo el tan esperado banquete. No puedo reprochar nada ya que me he alimentado hasta el punto de no querer probar alimentos en toda mi vida. En altamar nuestra única dieta es a bases de frutos del mar, estoy acostumbrado a ellos e incluso me gusta mucho, pero sin duda probar estos manjares de tierra firme hace que muy dentro de mí, deseara quedarme.

Veo a mis compañeros igual de satisfechos que yo (incluso mas) dirigirse caminando pesadamente hacia los cuartos para descansar.

Es una pena que no nos hayan dado alcohol porque al parecer acá está prohibido pero eso no disminuye el buen ánimo de ellos que, caminando hacia nuestro destino, empiezan a entonar una melodía muy conocida por nosotros los marinos.

Aquella melodía entonada por mis compañeros hace que yo también desee cantar. Hincho mis pulmones y:

 -“Naci para surcar en altamar…”

-¡CARAJO, GUARDEN SILENCIO TODOS! – ese era el capitán que al parecer le disgusto un poco nuestra melodía - ¿SABEN? ¡ESTAMOS EN UN PUTO INTERNADO, QUE PARTE DE “SILENCIO ABSOLUTO” NO HAN ENTENDIDO!

Sin duda mi padre anda con un humor horrible. Nadie se atrevió a contestarle y ahora el camino se hace en completo silencio.

Camino algo rezagado de los demas. Diviso a Ralá un poco mas adelante. También está solo. Tengo el presentimiento que algo sucede con él porque lo noto un poco cabizbajo. Sigo caminando a pasos lentos envuelto en mis pensamientos que también me atormentan. Esos ojos azules…

-Disculpa…

Siento que alguien ha hablado llamándome. Volteo rápidamente sobre mis talones buscando aquel sonido.

-Oye…

¡Otra vez! Ahora si lo escuche claro. Agudizo mi vista posándola en diferentes lugares desesperado. Sin duda este lugar me pone los nervios de punta.

¡Ya lo vi! Percibo un ligero movimiento en aquel lugar más apartado y oscuro. Sin medir las consecuencias, me separo de mi grupo y me dirijo hacia aquella sombra.

-Pensé que no vendrías cuando te llame.

Casi me da un colapso nervioso cuando vi a aquel niño salir de las sombras, suelto de huesos. Me ha dado un susto de muerte ese mocoso.

-¿Podrías haber sido menos terrorífico? – pregunto aun escuchando los latidos de mi corazón.

-Lo siento. ¿Eres Daniel verdad? – escucho preguntarme.

-Ehh...si. Soy yo – asiento dubitativo - ¿necesitas algo?

-Lían me envió a entregarte esto – veo como de sus ropas aflora un pequeño rollo de pergamino, extendiéndomelo.

-Espera ¿Lían? ¿Eres amigo de Lían? – Pregunto impaciente - ¿Dónde está? Quiero verlo.

-No seas tonto. El no puede venir por eso me ha enviado a mí para entregarte esto – me lo agita frente a mi rostro aquel rollo. Resoplando lo cojo en el aire no sin antes observar el color níveo de esas manos delicadas.

-¡Espera no te vayas! – oigo salir de mis labios al mismo tiempo en que lo detengo jalándolo del brazo izquierdo al notar el movimiento de despedida.

Aquel joven, enfurecido me observa dolido. A la luz de la luna noto sus ojos de un tono acaramelado. No luce el uniforme que vi llevar a Lían, él posee unos atuendos que dejan mas a la imaginación. Noto aquella blusa color durazno ligeramente transparente en el cual se puede observar sus tímidos pezones ocultos tras esa tela.

No sé que es lo que me sucede pero me niego a dejarlo ir tan fácil.

-Suéltame – me dice ahora ya frente a mí. Noto que es un poco más alto que Lían pero con la misma belleza que los caracteriza. Mi corazón me juega un mal juego. No debo caer.

-No te vayas – susurro mirándolo directamente – Eres Yari ¿cierto?

Había recordado su nombre y ahora al ver su rostro no puedo evitar recordarlo, acostado dulcemente, sobre su lecho aquella vez que fui a la habitación de Lían.

-Si soy yo – me responde con un tono más ¿dulce? - ¿Cómo sabes mi nombre? – me pregunta sonriéndome acercándose hacia mí.

-Lían me hablo de ti. Eres su amigo después de todo – respondo encogiéndome de hombros – sin embargo olvido mencionar la belleza que poseías.

¿Qué es lo que me sucede? No debería estar diciéndole esas palabras a él. Sin embargo, no puedo evitarlo, es como si mis labios se abren solo emanando palabras dulces hacia él que deberían de ser para Lían.

-Es un envidioso – me sonrió de lado – piensa que es el único bello del internado.

-Está equivocado - ¡Basta! No debería estar diciendo esto – Eres igual de bello que él.

-¿Igual? Yo diría “mas” – sentía como Yari se acercaba cada vez mas a mí, incluso yo retrocedí unos cuantos pasos hacia atrás de la impresión - ¿cierto, Daniel?

“Di que no, di que no”

En el pequeño lugar de mi cerebro que aun mantenía la cordura, pensaba aquello pero…

-Es cierto, tu eres mucho mas bello, Yari.

No supe en  que momento Yari se acomodo en mi pecho, ni fui consciente del momento en que alcé mis brazos estrechándolo a mi pecho, abrazándolo.

Aquel pequeño pergamino resbalo de entre mis dedos cayendo al césped verdoso, aunque me di cuenta de ello, no hice algún movimiento por recogerlo…

No sé exactamente el tiempo el cual estuvimos así. Yo cobijándolo con mi cuerpo abrazándolo por la cintura y el con sus brazos colocados sobre mis hombros. Podía sentir su respiración que me golpeaba, escuchaba sus latidos. Metí mis dedos intentando recorrer de largo aquella cabellera castaña, sintiendo como se estremecía ante ese tacto. Hasta que por fin nos separamos, mejor dicho yo aparte suavemente a Yari de mi lado.

Acune su rostro con mis dos manos, intentando descifrar que era lo que me decía. Solo vi en su rostro placer, estaba embargado de felicidad, feliz, me atrevería a decir. Sin embargo el arrepentimiento no asomaba por ese rostro.

-¿Qué es lo que estoy haciendo? – me pregunte mirando a Yari a los ojos.

-Solo déjate llevar, Daniel. Mañana olvidare todo lo ocurrido esta noche. Lo prometo - susurro.

-y… ¿que pasa si yo no quiero olvidarte?

Yari abrió sus ojos asombrado. Mi respuesta lo había dejado anonadado porque no se esperaba algo como eso.

-Entonces yo tampoco lo haré.

Mi lado racional me obliga a escapar de ahí pero mis manos seguían acariciando su rostro, su cabello, su cuerpo. Sin pensarlo incline mi cabeza buscando desesperado sus labios.

Pensé que sería rechazado pero fui sorprendido gratamente. Yari me devolvió el beso. Me beso de una manera pasional, sensual. Intente con mi lengua abrir esa cavidad, no tuve que esperar mucho hasta que obtuve el pase. Rozaba sus dientes, mi lengua se adentraba invadiéndolo. Yari me devolvía el beso de una manera desesperada, hambriento de amor, de placer, de lujuria. Podía oír pequeños jadeos sumamente sensuales que emanaban de ese cuerpo erótico que me embargaban. Era un beso prohibido en todos los sentidos.

Nos separamos por falta de aire. Yari recargo su frente en mi barbilla aun sintiendo las  oleadas de placer que recorrían su anatomía. Yo simplemente acariciaba su cabello.

¿Qué íbamos a hacer? Pensaba – mejor dicho ¿Qué acabo de hacer? Le doy alas a un amor que nunca podrá volar, como poner frente a un niño un dulce y luego quitárselo. Soy una persona dividida en dos sentimientos, dividido por la lujuria de aquel niño y con la inocencia y amor del otro.

Yari por fin se remueve en mis brazos, viéndose libre me observa por unos segundos para después obsequiarme una sonrisa hermosa.

-Debo volver – me sorprenden esas palabras – Espera, leí el pergamino de Lían y dice que lo perdones. Además quiere tener otro encuentro de nuevo contigo, así que dime el lugar exacto del encuentro para comunicárselo.

No puedo creer como aquella persona puede decirme eso sin ninguna expresión en su rostro.

-Este… - busco a mí alrededor para ver donde había caído aquel rollo. Lo diviso y una vez en mis manos miro a Yari. Este me ofrece una sonrisa picara – dile que me encontrare con él mañana en la noche, estaré esperándolo bajo la ventana de su dormitorio.

 -Está bien, se lo diré. – En serio no entiendo que es lo que atraviesa la mente de aquel chico. Estoy asombrado – se me hace tarde. Adiós.

Se despide no sin antes ofrecerme un rápido beso en los labios al cual correspondo fugazmente. Lo veo irse agitando con sensualidad sus cabellos, sin duda intentando seducirme.

¡Mierda! ¿En que problema me he metido? ¡Joder!.

Notas finales:

Si te gusto dejenme un review, si te parecio un asco...dejanme un review para que me lo hagas saber y asi yo mejorar...xD 

Como siempre muchas gracias a las personitas que se toman unos minutitos para comentar la historia de esta humilde, depresiva, loca, rara, etc. escritora :D Por ustedes continuo escribiendo <3

Pd: en el proximo capitulo hay lemon en todo su esplendor yayyy.. me emociono de solo pensarlo.n_n

Saludos...>.<


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).