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Compartamos un beso por Aomame

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Notas del capitulo:

Capítulo especial.

Un intermedio antes de continuar con el hilo de la historia.

Nos vemos al final.

 

Compartamos un beso


Una pequeña biografía

“Prueba vivir tu vida en una cama. Prueba y verás que no es tan fácil ni divertida. Prueba y entonces entenderás.”  Es lo que Ichiru siempre le dice a su herma Shizuka, siempre que  ésta le reclama algo.

Enfermizo hasta lo enfermizo. Con días en los que no podía salir de la cama más que para ir al baño. Días de verano en los que tenía que ver la lluvia  tras la ventana y saltar charcos en su imaginación. Días de invierno con la bufanda hasta casi los ojos, mirando como su hermana y hermano regresaban con nieve en la botas, y sobre los hombros y gorros; con un par de sonrisas que parecían congeladas en sus rostros rojos de frío. Así fue su infancia y parte de la adolescencia.

Que aburrido fue ser incapaz de ir y venir, de jugar, de enfermarse, sí, pero lo normal (sin que su vida estuviera constantemente  en el filo de una espada). Quería ser como sus hermanos, deseaba con todas sus fuerzas poder hacer lo que ellos hacían. Pero no podía.

Resumiéndotelo un  poco, Ichiru consideraba que había nacido con mala estrella. Sí, así como Kuran Kaname, pero diferente. Quizás su estrella era aún más mala, indolente y pesada. Y en su caso, la cosa no se trataba de una maldición, o un incidente. Simplemente se trataba del destino. De su destino. No tiene más explicación que esa. Porque lo demás suena poco razonable. Poco  creíble. Fue cuestión de destino.

Fue como si un dedo gordo y grande se posara sobre su nuca. Nótese que es sobre la nuca, el dedo gordo del destino no quería aplastarlo, de haberlo querido se habría posado en su coronilla, y tan sólo lo hubiera hundido en la tierra. No, no quería aplastarlo, aplastarlo era sinónimo de matarlo. Y cuando muere un gemelo y el otro no, no hay mucha sorpresa, suele pasar. Es triste, es doloroso, pero suele pasar. No habría habido más que un lloriqueo (corto, porque no se le puede llorar mucho a quién no has conocido realmente), un luto (largo, porque siempre quedará el vacío de una existencia que no llegó a ser), limpiarse los mocos (con papel, pañuelo o manga), un entierro (sencillo y sin muchas personas, papá, mamá algún tío o tía; y muchas flores blancas) y  ya. No hay tiempo para más, hay un niño que sí llegó a ser, y llegará a más que sólo a tener un nombre. Un nombre bien pensado, y no el que las enfermeras, conmovidas, le pusieron al no nato cuando lo envolvieron en sabanas blancas.

En fin, regresando al punto, el dedo gordo del destino se posó en su nuca. La idea era derribarlo, hacer que su rostro chocara contra el concreto y dejarlo ahí, noqueado, por espacio de minutos, horas… o en su caso, años. ¿Por qué el dedo obeso y desgraciado del destino se posó en  su nunca y no en la nuca de su hermano? Eso no lo sabe. Todavía a veces, se lo pregunta.

Seamos honestos, él y Kiryuu Zero son gemelos, e idénticos como el demonio. Lo que significa que fueron concebidos al mismo tiempo, la misma noche, en la misma cama, en la misma posición, en lo mismo todo. Tan todo como que comparten la misma maldita cara.

Se desarrollaron en la misma placenta rodeados del mismo líquido amniótico, dentro del mismo útero, en el mismo vientre de una misma mujer. Y estuvieron listos para conocer el mundo en un tiempo similar de 8 meses, 28 días, 23 horas, y… ok, la diferencia está en los minutos, pero que eso no nos preocupe ahora (unas líneas más abajo, quizás). Luego, nacieron el mismo día, en la misma sala de operaciones, por el mismo canal, y sostenidos por las mismas manos, enguantadas de látex del médico obstetra de guardia en esa  noche. Uno diría que tenían entonces, la mismas posibilidades de nacer llorando de inmediato, con los ojos abiertos y con la cabeza llena de pelo. O todo lo contrario. Y también la misma posibilidad de nacer sanos, fuertes y bonitos. O todo lo contrario.

Pero no, el dedo gordo e inmundo lo señaló a él. Y se fue acercando hasta derribarle. Fue él, quién, una vez fuera de su madre, tuvo problemas para expulsar las primeras flemas y respirar el oxigeno contaminado del mundo; quién tuvo que ser llevado a la incubadora y permanecer en ella por varios días. Días que su hermano pasó en los brazos de su madre, amamantado como Dios manda y no como el médico dice. Fue él quien recibió el nombre de Ichiru, porque era el segundo en nacer, a pesar de llevar el número 1 en su nombre. Tal vez porque al nacer tuvo su 1° problema, tal vez, porque sería el 1° al que sus padres correrían a socorrer cuando tosiera por el polvo del ambiente.

Él y no Zero, nombre que además es perfecto, ¿qué más perfecto que un cero? Una especie de O un poco más alargada que se ve así: 0. El cero empieza en cualquier punto y se cierra en ese mismo punto. Y si hablamos del Kanji estamos igual, tanto puede significar “nada o pequeño” como “derramar o desbordar”  así que podía ser el vacío y también el todo. Empezaba donde terminaba. Perfecto.

 En su caso, los kanjis de su nombre no le decían nada, eran chinos, no los encontró en ningún diccionario japonés, escogidos meramente por los sonidos que formaban su nombre y que además eran dos, ¡dos! ¿Por qué el nombre de su hermano tenía que ser uno, y significar tanto?  ¿Y el suyo dos, dos y que por sí mismos carecían de valor? Un nombre es sólo un nombre, le diría su madre cuando se lo preguntara. Sí, diría él, pero es MI nombre.

Ahora bien, hablemos del minuto de diferencia, terminemos la cuenta. Después de 8 meses, 28 días, 23 horas y una diferencia de un minuto, Kiryuu Ichiru llegó al mundo. Muchas veces se preguntó si esa ínfima diferencia era la culpable de todo. Mientras Zero nacía, el dedo asqueroso y grasoso del destino apuntaba, quizás, una nube en el cielo (le daba un golpe, la nube-del golpe-se ponía negra, negra y después, adolorida, se ponía a llorar), y cuando Zero lanzó su primer grito, el dedo maldito y pesado del destino dijo: “Momento, hay llantos más interesantes. Cosas más interesantes  que molestar que nubes.” Se giró y decidió, entonces,  que molestar recién nacidos era mejor. Pero Zero ya no era un recién nacido, tenía un minuto ya respirando el smog del Japón. El recién nacido era el que acababa de aparecer al termino de esos 60 minutos, Kiryuu Ichiru. “Perfecto” diría el dedo adiposo y malnacido “lo molestaré a él” y ¡zas! Sería él quién pasaría las mejores épocas de su vida tirado en una cama, cansado de estar en ella.

Su abuela diría que un gemelo siempre le roba energía al otro, qué por eso Zero era fuertote y sanote, y él no. Pero no había que culpar a Zero, él no hizo nada malo, no lo hizo a propósito. Zero sólo seguí la regla básica de la naturaleza, era simple, sencilla, cruda y cruel, Selección natural. Ni más ni menos.

Pasaba a menudo. Muchos ejemplos en la naturaleza hay. Basta con observar de vez en cuando. Imaginemos una camada de cachorros de perro o de gato, lo que prefieras. Digamos que nacieron 13, la madre tiene dos hileras de 6 pezones cada una para alimentarlos. Si hacemos cuentas, y si los cachorros se alimentan al mismo tiempo (que suele pasar), uno, invariablemente, se quedará sin probar bocado, hasta que uno de sus hermanos se quite; y luego entonces estará el factor de la madre, que quizás ya no quiere amamantar y se levante. Ese pobre uno (que le pondremos Ichiru, por aquello del uno) no probará alimento. Lo que repercutirá en su crecimiento y energía. Y mientras sus hermanos ganan fuerza, él la pierde. El final lo conocemos. Siempre pasa, el más pequeño, el más débil, se va. No es malicia por parte de los hermanos, tienen la misma necesidad que él, sobrevivir. Pero son más hábiles, rápidos y audaces.

“Luego entonces”, se dirá Ichiru (nuestro Ichiru, no el cachorro), “el culpable soy  yo”. Porque  no fue ni más hábil ni más rápido ni más audaz que Zero. Pero ¿cómo serlo si de entrada la naturaleza no le brindó tales atributos? Ergo, la naturaleza  vale un pepino y es cosa del destino. Punto. Y que se calle la boca quién diga lo contrario.

Bien, esta era su estrella, su mala estrella. Nacer señalado por el dedo gordo y grande del destino. ¡P*** destino, que se vaya a la M*****!

Luego de pasar 5 días en la incubadora, y varias semanas de revisiones periódicas en el hospital, vendría lo peor. Ser consciente de que se está enfermo.

Al principio, cuando niño, muy niño, Ichiru veía a sus hermanos jugar al pie de su cama. De alguna manera participaba en la situación. Con ellos inventaba que el edredón era una superficie de guerra, que lo múltiples pliegues eran montañas o colinas o cordilleras que los soldados de plástico sorteaban para enfrentarse. Y en una masacre se daban cuenta que no había ganador (cómo en todas las guerras), pero que valía la pena repetir la tanda (cómo en todas las guerras).

A veces la superficie de guerra se convertía en  una camino hacía un tesoro que se encontraba debajo de su almohada, por lo general era un chocolate. Él intentaba detener el avance de sus hermanos que iban en una “Misión imposible” sorteando todas las estratagemas antes creadas por él. Zero y Shizuka caían en trampas, se sentían traicionados y a veces se volvían sus aliados. Al final compartían el chocolate (cuando Ichiru podía comerlo) y reían felices.

Los tres eran como una triada divina. Sí, una especie de trinidad de lazos imperturbables. Eran solidarios, tenían en la mente la idea de ser un frente común contra el mundo. En especial si la guerra tenía como enemigos a sus padres. En pocas palabras, eran los hermanos que tenían que ser.

Dirás que entonces no era tan malo; la cosa es que, cuando Ichiru tenía siete años, enfermó de hepatitis. No es algo que quieras que se contagie a tus otros hijos, así que bye bye hermanos. Para cuando pudo verlos de nuevo, se dio cuenta que ellos tenían un mundo, un par o muchos lazos que los unían. Pero sólo a ellos dos, Ichiru quedó fuera de ese cerrado círculo de dos.

Y vino, ahora sí, el conocimiento. No hay a donde ir, Ichiru, tú eres de cuatro paredes, ellos de tierras libres. Tú te quedas aquí, tú tal vez no despiertes mañana, pero ellos sí. Date cuenta, no puedes huir de la realidad que es tuya y sólo tuya.

Y vino la envidia.

Se puede envidiar todo lo que no se tiene. Todo lo que no se es. Y él envidió hasta la muerte a su hermano gemelo. Preguntándose una y mil veces la razón de ser él y no el otro. Eran iguales, eran iguales, entonces ¿Por qué tanta diferencia entre ellos? ¿Por qué?

Mil veces llegó a envidiarlo. Mil veces le desagradaba su sonrisa cuando llegaba de la escuela (a la que Ichiru no iba por condiciones obvias). O cuando invitaba a su amigo de al lado, ese pendenciero, castaño de miércoles que corría por su casa como si fuera suya, ese grosero y apestoso (debía apestar, si salían jugar en la tierra) de  Kaito. Quería que ambos (hermano y amigo del hermano) se hundieran, pero bien hondo, en el lodo donde jugaban. Mil veces llegó a odiarlo.

Tanta amargura en un niño de 7 años tenía que hacer mella. Y como si se tratara de un efecto boomerang, su mala vibra se le regresaba. Era como tener mal karma, o cobro de este en inmediatez de acciones. Fue la época en que más tiempo pasó enfermo.

No quería ver a Zero, no quería ver a Shizuka, no quería ni verse en el espejo. Quería cambiar su vida, quería que fuera su gemelo el que estuviera tirado en la cama con 40°C de fiebre y tos del infierno. Lo quería a él con dolor de cabeza y dificultades para respirar si se agitaba. Zero debía sufrir, llorar y sangrar lo que él. Miles de planes de venganza y traición se apoderaban de su mente.

“Siete años”, se diría después, “y ya tenía podrido el corazón.”

Prueba vivir tu vida en una cama, al tiempo que, ves que la vida de los demás transcurre fuera de ella. ¿No te sentirías igual?

Kiryuu Ichiru odió a su hermano por tres años, tres años de una envidia mutada en la peor amargura. Tres años, y te preguntarás por qué no duró más. Te preguntarás por qué ahora, Ichiru ama a su hermano, daría la vida por él y su salud ha mejorado. Te preguntarás por qué él y Shizuka parecen unos niños peleándose por obtener la atención del chico que significa nada y todo al mismo tiempo.

Eso es porque, Kiryuu Ichiru llegó al límite de amargura que puede alcanzar un niño de 10 años. Ese era todo el odio que su pequeño y delgado cuerpo podría soportar. Si le preguntas a él que fue lo que cambio su percepción con respecto a su hermano, verás cómo sus ojos brillan y su sonrisa le cruza el rostro como una bofetada.

Paso tres años mandando al carajo todo intento de Zero por volver a acercarse, por abrir el círculo de dos a tres, como lo fue en el pasado. A veces tanto él como Kaito le visitaban en su habitación. Le llevaban video juegos y golosinas a escondidas. Él los corría, pero lo volvían a intentar. A veces nuestro querido Kiryuu Zero entraba sólo a su habitación y le contaba sobre la escuela. Aunque no lo escuchara ni mirara, él seguía hablando en un intento vano de mantenerle ligado a un mundo que no conocía. Al final, Ichiru lo corría a punta de almohadazos.

Quizás ahora podemos explicarnos la tranquilidad de Zero, su paciencia y apacibilidad. Esa manera tan sencilla de tomar los problemas y desmenuzarlos. Había soportado una cantidad inhumana de insultos y berrinches de su hermano gemelo, sin contar los golpes (débiles sí, pero golpes) y los desprecios. Lo había hecho con cabalidad, con la seguridad de quién entiende la situación del otro.

Ichiru no lo sabía entonces, pero si había una persona empática a su alrededor, era Kiryuu Zero. Era él quién si pensaba lo que sería pasar su vida en una cama.

Una tarde, de esas tardes en la que todo parece ser alineación planetaria, sucedió.  Tarde de invierno, papá en el trabajo, mamá en el mercado, hermana en el club de fotografía, hermano en casa jugando abajo video juegos y tú, en cama, sintiendo que la cabeza te revienta.

Ichiru tuvo fiebre aquella tarde, una fiebre que era resultado de su mala vibra, acababa de correr a su hermano por  vez  milochomil (más o menos, perdí la cuenta, él también, habrá que preguntarle a Zero) y ahora sentía que moría, como si una arteria hubiera reventado en su sien.

Vio como la habitación giraba a su alrededor, asustado, se aferró a las cobijas para no salir volando por la fuerza centrifuga. Y vio, con ese mismo espanto, como los colores de las cosas mutaban. La lámpara morada, la cortina azul, el cuadro de la pared de paisaje verde, se convirtieron en una gota morada, azul y verde, y de estas a su vez se volvieron monstruos. Monstruos  horribles creados por la fiebre, y todos ellos iban por él. A ellos no les afectaba que la habitación girara.

Ichiru dio manotazos al aire intentando apartar a los monstruos, pero éstos esquivaban sus golpes cual artistas marciales. Les gritó furioso y asustado que se fueran. Quería ayuda, las cosas amorfas esas iban por él, se lo iban a comer, le dirían: Esto es lo que causa tu odio, nosotros somos tu odio, te vamos a comer, te vamos a comer, eres odio, odio, ya no eres Ichiru, eres odio.

“¡No!” gritó, “Yo no soy odio, soy Ichiru, soy Ichiru. No me coman. No me coman” Y entonces los monstruos se detuvieron en seco, pero le seguían gritando que se lo comerían, que nadie podía salvarlo, porque él era el odio.

Entonces, despertó. Abrió los ojos  y lo primero que vio fue a su hermano. Ese hermano que tanto odiaba. Ese hermano lo miraba con los ojos inundados de lágrimas, diciendo su nombre, diciéndole “Sí, tu eres Ichiru. Sí, tú eres Ichiru”

Estupefacto, agitado, miró a su alrededor, sólo vio blanco. Y eso blanco estaba frío, helado. Zero lo abrazó sin darle tiempo a reconocer donde estaba. Lo escuchó dar las gracias, lo escuchó decir que tuvo miedo, miedo de perderlo.

Después sabría que su hermano lo había escuchado gritar. Que asustado y con sus escasos 10 años se enfrentó a algo que no tenía idea de cómo parar. Se acercó a su delirante gemelo y le tocó la frente, en cinco segundos comprendió que tenía que bajarle la temperatura, por qué y cómo llegó a eso, no  lo sé, Kiryuu Zero tal vez, uso su sentido común, su instinto. Se las arregló para cargar con su hermano, que aunque delgado, eran más de 10 kilos sobre su espalda. Lo llevó abajo, escalón por escalón, mientras Ichiru seguía gritando en su fantasía. Lo llevó al patio, su lógica le dijo que no había nada más frío que la nieve, así que se sentó en la nieve con la cabeza de Ichiru en las piernas  y con las manos le colocaba nieve en la frente.

Le salvo la vida, le salvo de que su cerebro se volviera un huevo frito. Y además, con esas lágrimas, con ese abrazo, Ichiru había recibido todo el amor que puede dar un hermano. Entendió que no podía odiar a Zero, que lo quería, y lo quería tanto como éste lo quería a él.

Zero se enfermó después de eso, gripe a causa de su salida intempestiva al frío. Ichiru enfermó también, como era lógico. Pero no estuvo nada mal. Sus padres mudaron temporalmente la cama de Zero a su cuarto, y ambos pasaron un par de semanas jugando como antes, platicando y riendo. Desde entonces,  Ichiru ama a su hermano. Lo ama de manera desproporcionada.

Para él fue como si su hermano le dijera “Si es que soy más fuerte que tú, entonces apóyate en mí, no te dejaré caer”. Curiosamente, a partir de ahí, y después de dejar de lado sus sentimientos negativos, comenzó a mejorar. Tal vez ahora tenía ánimos para comer, y la disciplina para tomar sus medicamentos. Jamás estaría del todo sano pero saldría de la cama y le diría  al dedo gordo y grande del destino “Quítate, me toca a mi decidir a donde voy”

Terminemos la niñez con ese párrafo de allá arriba. Hablemos de la adolescencia. En este periodo de tiempo, por casi universalidad, todos conocemos el amor, el primer amor. Dejemos de lado los complejos de Edipo y Electra. Estamos hablando del primer amor romántico, ese que te inspira todo y te hace inestable.

Para Ichiru la adolescencia puede resumirse en tres grandes sorpresas. La primera fue saber que su hermano gemelo estaba enamorado, y no de cualquiera, de otro hombre. Cuando Zero se lo dijo, significó un sobresalto emocional. En resumidas cuentas su querido hermano no era tan perfecto, a veces los círculos no se cierran por completo, por ende los ceros tampoco. Porque, pensó en ese momento, Zero sería perfecto si, además te todo lo que hace, fuera heterosexual  ¿Verdad? Claro que era un pensamiento inmaduro, tanto como pensar que las personas son perfectas. Pero eso fue lo que pensó.

Así, su hermano comenzó una relación con ese amigo molesto de la infancia, el tal Kaito. Ichiru lo soportaba, lo toleraba, pero jamás le cayó bien, ni siquiera ahora le agradaba del todo. Sólo que ahora pertenecen al mismo club de “Forever alone” o bien de la “Brother zone”, (pero para llegar a eso, espera un poco) y sentían cierta compasión  mutua.

En fin, la sorpresa se la llevarían sus padres también, pero fueron mucho más maduros que él (cómo debía de ser) y aceptaron la relación sin problemas. Por supuesto la menos aproblemada era Shizuka, que desde los 16 años desarrolló un gusto especial por los mangas y animes de tendencia homosexual, tenía montañas de libros y videos en su cuarto. Y quizás fuera ella, la hermana mayor, quién le diera a Zero toda la instrucción teórica de las relaciones entre hombres. Claro que, en retribución, le habría encantado ver en primera fila y con palomitas en mano, toda la teoría llevada a la práctica. Y el más aproblemado, era él. Él que no sabía que sentir.

Cuando Zero le confesó que ya (ese “ya” entiéndase como “ya puso en práctica la teoría”) comprendió lo que sentía. E aquí la segunda sorpresa, se encontró así mismo lleno de celos, y de envidia de nuevo, pero al mismo tiempo se dio cuenta que estaba colmado de amor. Estaba enamorado también, por primera vez. Y no de cualquiera, lo estaba de su hermano gemelo.

Si un cero no siempre cierra, los extremos de un uno jamás se encuentran. Él era la cosa más imperfecta, no sólo le gustaba un hombre, si no que ese hombre era su hermano  gemelo, indudablemente  compartían más que la cara. Por supuesto esa situación no llevaría a ningún lado. Para Zero, Ichiru era y sería por los siglos de los siglos, su hermano.

Cuando entraron en la preparatoria el amor de Zero y Kaito terminó. Lo hizo de forma tan sutil que ni se dieron cuenta. Ambos chicos mantenían la cordialidad y la amistad. Pero Ichiru sabía, por la mirada del castaño que para el único que la relación amorosa había llegado a su fin, era para Zero.

Mejor así, pensó, si es Zero el que ya no lo quiere es mejor así. No esperaba tener una oportunidad con él. No la esperaba ni lo hace ahora. Porque Zero jamás a volteado de esa manera a verlo. E ahí lo del club de dos miembros.

En ese tiempo su hermano mayor se mudó a Tokio para estudiar la preparatoria. Él se quedó porque era mejor que se quedara (por salud). El cambio produjo un hueco en su día a día, aún cuando Zero llamaba y hablaba con él cada día.

Luego, Zero,  conoció a esa chica, Yuuki. Tercera sorpresa: A Zero también le gustaban las chicas. Y lo peor, se volvió loco por ella. La quería hasta el grado más absurdo que Ichiru conociera entonces, a parte de su propia manera de querer. Estaba seguro que Zero se casaría con ella, tendría hijos y tendría  la familia perfecta.

Yuuki nunca le gustó. Se le hacía demasiado rara, indecisa muchas veces y torpe otras. Pero Zero la adoraba más que a nadie. Ni Kaito ni los chicos y chicas con los que llegó a salir antes de ella llegaron a convertirlo en un enamorado idiota. Era un fastidio. E Ichiru poco toleraba ese derramamiento de amor por esa mujer. Tanto amor era inmerecido, se decía, y no estaba equivocado.

La relación continuó hasta la universidad, etapa escolar en la que Ichiru aprovechó para mudarse cerca de Zero, no en el mismo departamento, puesto que iban a universidades diferentes. Pero lo suficientemente cerca como para tomar el metro o un taxi y visitarse.

Y digamos pues, que llegamos a la adultez. Y probablemente, te preguntarás si Ichiru no tuvo algún amorío con alguien. Lo tuvo sí, con varios chicos, pero ninguno fue en serio, con ninguno entabló una relación que fuera más allá de lo físico. Y ese es otro punto en el que se siente un tanto desgraciado. Zero tuvo su primera vez con alguien que quería, y luego muchas veces con Yuuki, con quién tenía una relación completa que involucraba no sólo amor y sexo, si no planes a futuro. Él, Ichiru, no pasaba del sexo, no podía entablar nada más. Su corazón estaba muy lejos cuando se enredaba en las sabanas con alguien.

Incluso, te contaré una indiscreción, algo que Zero no sabe, ni sabrá probablemente. Poco después de que él y Kaito terminarán. Ichiru y el castaño tuvieron un encontronazo sexual. Una cosa de nada que ambos reconocieron, (para sí mismos, no para el otro) era un vil y llano desfogue. Mientras Kaito imaginó a Zero con él (nada difícil, considerando el parecido), Ichiru deseaba extraer a su hermano de aquel cuerpo ajeno. Deseaba robarle a Kaito las huellas que Zero había dejado. Por supuesto, no se repitió de nuevo.

Tampoco te confundas. Ichiru no es muy activo sexualmente, sólo a veces, cuando lo necesita (es un hombre joven, es lógico). Así que no pienses que ha sido promiscuo, jamás, cuando estuvo con alguien tuvo un pretexto para hacerlo. Lo malo era que ese pretexto nunca tenía que ver con el amor.

Quizás el único encuentro erótico y realmente de cariño fue aquel beso que su hermano le dio medio en broma, y medio borracho.

Ese día Zero llegó a su departamento. Eran más de las 11 de la noche. Tenía un ligero aroma a alcohol fuerte, tequila, vodka algo por el estilo. Estaba triste, como un desgraciado al que han arrollado de mil formas. Y de alguna manera era así.

Yuuki le había engañado con un tipo de la universidad, un tal Kuran. La situación era espantosa y también dolorosa. Él (Ichiru) sabía más que nadie los planes de su hermano con ella. Lo sabía y verlo así le dolía en el alma.

Su hermano le contó sobre la “amistosa reunión” que tuvo con ambos. Ichiru le dijo que estaba loco, ¿por qué ir a ver a tu novia con el amante? Luego comprobó que su hermano habría perdonado a Yuuki, la habría entendido, y le había dado una hoja en blanco para iniciar de nuevo. Así era Zero, recordemos su empatía natural. Pero nada salió bien. Él se despidió de ella, porque con todo, tenía su orgullo y dignidad.

Pero no se fue sin propinarle un beso al tal Kuran. Un beso que reconocería más tarde el mismo Zero, fue extraño. Ichiru se burlo de él, ¿era posible que besara a tu enemigo?

“¿Y por qué no?” le contestó “después de todo no es un enemigo” ¿Cómo no? Qué no quería llevarse a Yuuki, ¿qué no es eso un enemigo de amores? Sí, pero Kuran no quería a Yuuki. Kuran vivía otra mala estrella, Kuran como él, necesitaba del sexo, pero no había amor de por medio. Sin embargo esa coincidencia con él no hizo, ni hará que a Ichiru le caiga mejor el tipejo ese.

En broma (y no tanto), Ichiru reto a su hermano. “Si puedes besar a un desconocido, y que además es un idiota. ¿Por qué no me has besado a mí, que si me quieres?

Recordará por siempre a Zero riéndose recostado en la cama e incorporarse lentamente. Recordará como este le atrapó el rostro y lo beso en los labios suavemente, como se besa a una virgen. Dejándole el sabor del vodka en la lengua y el cosquilleo del primer beso (el primero de verdad) de su vida.

Era una broma, un juego entre hermanos que no tendría relevancia. Ambos lo sabían, y se durmieron esa noche sin remordimientos.

Después, como si nada, al día siguiente, Zero estaba bien. Adiós Yuuki, cantarán las golondrinas por ti, y el mar del pacifico te tragará entera. Por supuesto, era  fortaleza, más no una superación. Zero estaba bien, porque no era fácil hacerlo pedazos. Lo que no significaba que no estuviera fracturado.

Los días pasaron y llegó una noticia sumamente extraña. Zero le ayudaría al Kuran ese a sanar no sé qué, y por ello se volverían amantes. Esa fue la cosa más rara que jamás escuchara. Era la situación más inequívoca del mundo. Enfermó de sólo saberlo.

Fue Zero quién se llevo a  Sansón a un lugar donde lo cuidaran, mientras él se preparaba para ir a su casa paterna para visitar al  médico de la familia. Fue Zero quién lo llevó, e Ichiru lo  alejó el tiempo suficiente como para que Kuran desapareciera, pero no lo hizo. Zero volvió a Tokio para verlo, porqué resulto que Sansón se quedó con aquel miserable. Ojala le hubiera mordido una nalga. Pero no.

Y después, después, cuando se disponía a pasar una temporada con su hermano, el tal Kuran tuvo la osadía de presentarse en su casa. E Ichiru sacó, durante  la comida, la primera conclusión lógica: a Zero le gustan los tipos castaños. ¡Qué basura! Kaito, Yuuki y el Kuran, todos de cabello castaño (en diferentes grados, claro) todos guapos, pero con caras de idiotas. Vaya gustos tan feos, se dijo.

Lo molestó un poco porque era lo que deseaba. Molestarlo. Sacar de la vida de Zero a un tipo que no había hecho más que lastimarlo. No entendía la lógica de su hermano, no comprendía cómo podía involucrarse con ese Kuran así. Era el escenario menos agradable.

Kuran se fue. Y Zero fue tras él. Bueno algo así. A Ichiru le mandaron hacer unas placas en Tokio, así que fueron con Sansón y todo. Y bajo el pretexto de dejarle al castaño el perro, Zero lo dejo afuera esperando.

“No me tardo” le dijo, pero seguramente era mentira. Molesto, salió del auto y se apoyó en la portezuela. Su hermano, su amor, siempre estaría lejos de él, muy, muy lejos. Ahora en el departamento de un tipo que era mil veces peor que los dos anteriores, parecía irrecuperable.

Mientras pensaba que teñirse el cabello de castaño no era mala idea (Porque un chico de cabello como el suyo tenía la facilidad de pintárselo como quisiera, cuando quisiera. Además se vería mucho más guapo que ese Kuran por el color violeta de sus ojos), alguien lo saludó.

Levantó la vista y se topó con un chico rubio de ojos verdes que le sonreía inexplicablemente.

-Debes ser… el hermano gemelo de Kiryuu san.

Ichiru frunció el ceño.

-Sí-dijo- pero también soy un Kiryuu

El rubio se rió.

-¿Y tú quién diablos eres?

-ah… Ichijou Takuma-le contestó sin dejar de sonreír- Soy amigo de Kaname.

-¿Kaname?

-el novio de tu hermano.

-ya- si era su amigo debía ser de la misma calaña- Bueno, si es todo adiós, estoy esperando a mi hermano.

Intentó ser lo más grosero posible, pero al parecer la grosería no funcionaba con ese risueño rubio.

-Mmm… yo creo que mejor te vas a la sombrita-le dijo y el peliplateado le miró con extrañeza- yo creo que se tardará.

-¿Por qué?

-sólo digamos que lo hará.

¡Vaya tipo! Ichiru lo miró ceñudo, ¿por qué no se iba? Si sólo fue a decirle eso, bien podía ir pintando distancia. Pero seguía ahí, de pie como un soldadito, que a diferencia de uno, sonreía.

-No te pareces a Kiryuu san-dijo el rubio e Ichiru pensó que estaba ciego

-Somos idénticos.

-mmm… No, hay algo diferente- Takuma se rascó la nariz- Al parecer estas dispuesto a esperar a tu hermano ¿verdad?

-Sí.

-¿No quieres un café? Hay una cafete…

-No.

-¿Comer? Seguro nos da tiempo…

-No

Takuma miró al cielo. ¡Vaya chico!, pensó y metió las manos en los bolsillos. Sonrió de nuevo.

-Oie, tengo las llaves del departamento de Kaname. Si quieres te llevo ahí para que no esperes en el Sol, ¿no te hace daño eso?

¿A caso el rubio ese tenía información suya de más? ¿Que tanto se había ido de lengua Zero con ese idiota de Kuran? Lo pensó un poco antes de contestar, pero aceptó la propuesta.

Fue todo lo que habló con el rubio. Cuando entró al departamento presencio la imagen de su hermano comiéndose a besos con el  Kuran ese. Y las tripas se le revolvieron, ¿cómo podía su hermano abrazar y besar así a alguien, un alguien que además era una especie de traidor? ¿Cómo? Se enojó y se llevó a Zero de ahí casi a arrastras. Que patético debió de ser, pero ¿qué remedio tenía?

Él estaba seguro de que no había nadie más que Zero para él. No había nadie que lo comprendiera tanto y al que él quisiera más. Zero sería su primer y único amor. Eso también era cosa del destino, eso también era parte de que su dedo gordo y grande le siguiera señalando.  ¿Qué le iba a hacer? su destino era una eterna lucha contra el destino.

Kiryuu Ichiru no lo sabía entonces, ni ahora. Kiryuu Ichiru en este momento está de pie en el umbral de su departamento, con la puerta a medio abrir sostenida con una mano.  No entiende nada, y ciertamente no está muy dispuesto a ello. Este es su presente ahora. No entiende por qué ese de ahí, está ahí. O cómo llegó. Menos entiende que hace ahí, o que quiere. En más casi lo había olvidado, pero era obvio que éste a él no.

Y aquí viene el futuro, ese que aun se escapa de las manos de todos. Ese que no conocemos. El futuro de Kiyuu Ichiru es tan oscuro como la más oscura de las cuevas. En su futuro, el chico parado del otro lado de la puerta le sonreirá de manera diferente, y le permitirá verse reflejado en la laguna verde de sus ojos.

Kiryuu Ichiru no sabe que el destino, es el destino. No siempre se puede pelear contra él, o quizás simplemente no hay destino contra el cual pelear. Tal vez es misterioso y te llevaba por caminos difíciles antes de mostrarte la luz. Y quizás, pronto se dé cuenta que el futuro no es completamente negro, que incluso en negros hay tonalidades. Y que el amor que pensaba inmutable, comenzará a evaporarse con el calor de un nuevo y amarillo Sol.

Notas finales:

Wola! Espero que les haya gustado, en especial a quiénes gustan de Ichiru o de Takuma x Ichiru. En el siguiente regresamos con nuestros protagonistas. Ahora, la dinamica. A ver que tal, aquí esta la "convocatoria" o algo parecido.

DINAMICA

La dinámica trata de contestar unas preguntas sobre el fic y adivinar una canción. En total son cinco reactivos  (me sentí como maestra de escuela >.<)

La primera persona en contestar correctamente todo tendrá un premio.

REGLAS.

-Se vale leer el fic otra vez.

-Se vale usar google

-Se vale descargar la canción si les gusta.

-Se vale divertirse

PREMIO

El premio es un one shot con las advertencias que deseen y también el tema o idea principal del mismo. Por mi parte me comprometo a realizarlo lo más a pegado posible a su petición.

Los únicos limitantes para el one shot son los siguientes:

-          Que sea de Vampire Knight

-          Y que sea del siguiente menú de parejas: Kaname x Zero, Zero x Ichiru, Takuma x Ichiru, Zero x Kaito, Kaname x Takuma. Ustedes eligen al seme y al uke.

DONDE ENVIAR LAS RESPUESTAS

Como no creo que sea muy conveniente mandar las respuestas por review, porque no sé si pueda haber un problema con ello, pido que lo envíen al correo de contacto. En cuanto dé al ganador me pondré en contacto con el mismo para planear su premio con calma.

El correo está en mi perfil, me parece, pero si no aquí se los dejo: mp5gsgh@hotmail.com

 

Les juró que será muy transparente todo.

Una cosa más y es MUY IMPORTANTE: empezaré a recibir las respuestas el día sábado 12 de julio de 2014 (por si lo leen tarde) desde las 00:01 horas. Esto porque sé que muchas personas no pueden leer el fic el mismo día que se actualiza, hay quienes tardan más en revisar la pagina y así. Por eso para que todas tengan la oportunidad de contestar sus preguntas con calma y bien, y de leer el fic (y dejar su review :P) les estoy dando estos días de colchón.

Soy re barco… -_-, parece que todo será cuestión de apretar antes que todos el botoncito de “enviar” pero sus respuestas deben ser correctas para ganar.

¿DUDAS?

Tienen este tiempo para preguntarme todo en lo que tengan dudas, antes de enviar sus respuestas. Pueden hacerlo vía review, no hay problema. O a mi mismo correo de contacto (incluso si quieren comprobar que me llegan sus correos). Responderé lo más inmediatamente que pueda.

 

PREGUNTAS

  1. En el diccionario de Kuran Kaname, ¿qué significa: “Maldosidad” y “Proceso de estupidización”?
  2. Cuando Zero esperó en el departamento de Kaname a que llegara Yuuki ¿Con que instrumentos imaginó el castaño que sería asesinado?
  3. ¿De qué color y diseño era el traje de baño  “Reina de la noche” que Zero quería comprarle a Kaname cuando fueron a la playa?
  4. ¿En qué consistió la Prueba o factor 3 del experimento de Takuma?
  5. Adivina la canción (a petición especial)

Fragmento:

 

Kuchizuke wo kawasou itsuwari wo hazushi
And you're burning with desire, give in to me
And I feel it, your desire, show me now

Haitoku no aji ni miserareta hitomi
And you're burning with desire, give in to me
And I feel it, your desire, show me now

 

Pistas: la canción es del grupo L’ Arc en Ciel, se encuentra en su disco SMILE ;) Fácil, se los juro.

¡Suerte!


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