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Compartamos un beso por Aomame

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Compartamos un beso


Dulce amargo I

El sabor dulce de la vida se compone de pequeñas partículas de tiempo y espacio. Son momentos agradables, contados con los dedos,  pero que duran para siempre como el sabor del dulce favorito de la infancia.

Kuran Kaname recordará el dulce momento que vive en este instante como recuerda el momento más amargo. Y es que aún no lo sabes, pero para él ambos momentos convergen en una sucesión de hechos inevitables. Pero ahora no está preocupado por ello.

En este momento piensa que la eternidad es posible. Que la felicidad se concentra en un espacio de 1.90 m  x 90 cm de la cama del peliplateado, entre las sabanas blancas con olor a suavizante de telas, y con la espalda recargada en una mullida almohada de plumas. No pienses equivocadamente, no hay piel que ver, no hay fluidos derramándose. Es sólo la escena sencilla de dos chicos compartiendo una cama mientras ven una película en el televisor.

Kuran Kaname se sabe tibio bajo las mantas, a su costado, hombro con hombro, está Kiryuu Zero. El peliplateado juega a aventar las palomitas al aire y atraparlas con la boca para luego comerlas. Despreocupado y tranquilo, como siempre, mira al frente por un breve periodo de tiempo antes de volver a aventar una palomita cuya sal cae a la colcha imperceptiblemente.

Kuran Kaname lo observa de reojo, con la sensación de confort que le brinda ese cuerpo a su lado. Y con la mezcla entre la madera y los cítricos de su colonia, y el propio de su piel, un aroma que lo rodea y lo pone nervioso. Kiryuu Zero era  un chico normal que come palomitas jugando, no, no era tan normal, era diferente, era especial, porque el castaño lo quería. Se había dado cuenta hace poco, pero no se había atrevido a decirle nada.

Pensar en abrir la boca y decir “Zero, te quiero”, tan sólo eso, pensarlo, le causaba dolor de cabeza, y vergüenza, mucha vergüenza. Imaginaba las varias respuestas posibles, que iban desde el repudio total hasta la aceptación más melosa. Cualquiera de las dos era un exceso de su imaginación hiperactiva. Lo más seguro es que obtuviera una respuesta tranquila, una sonrisa cálida y no una negativa. Casi podía jurarlo, pero no se atrevía. En cambio lo miraba, intentaba que su mirada dijera más de lo que su voz podía decir.

Ese momento dulce en la vida de Kuran Kaname tuvo sabor a sal, a la sal de las palomitas que el peliplateado devoraba, a la sal que quedó en aquellos labios que lo besaron de improviso, y en aquella lengua cálida que le arrasó por dentro.

-¿En qué piensas?-le dijo el peliplateado cuando se separó-tienes la vista fija y no precisamente en la televisión.

Kuran Kaname parpadeó y sintió como sus mejillas se iban coloreando de rojo ante la vergüenza de ser descubierto en sus actividades contemplativas. Kiryuu Zero se le quedó viendo a su vez con un gesto de curiosidad y una nueva palomita entre sus labios.

-Nada-dijo- ¿qué? ¿No puedo verte?

Kiryuu Zero echó  a reír, dejó el recipiente de palomitas en el piso al lado de la cama y le paso el brazo por los hombros.

-Claro que puedes-le dijo y le besó de nuevo, hundiéndolo en la almohada, entre las cobijas.

Por fin el castaño había aceptado pasar la noche con él, una noche que dijo sería inocente y sin más pretensión que ver una película en la cama. Sí, claro… pero por supuesto que era una mentira. No iba a descubrirse descaradamente, aunque tampoco le importaba demasiado tomar aquella oportunidad.  Mientras le besaba,  sus manos levantaron la playera de la pijama del castaño, sus dedos le recorrieron la piel del abdomen con lascivia, en una clara invitación a lo que se supone no iban a hacer.

Kuran Kaname le abrazó y correspondió con creces aquel beso. Su cuerpo se acercó más al del peliplateado, y comenzaba a valerle un pepino  el acuerdo al que habían llegado. Esperar, decidir… quién arriba o quién abajo… ¿qué más daba? Podían turnarse. Podían dar y recibir. Kiryuu Zero no tenía problemas con ello, se lo había “mostrado” casi explícitamente, y él, él se daba cuenta, cada vez más, que tampoco le importaba demasiado. Lo único realmente importante es que quería hacerlo. Más allá de cualquier otra cosa, quería hacerlo.

Las yemas de los dedos del peliplateado dejaron pequeñas huellas calientes en su piel antes de deslizarse bajo el pantalón y acariciarle una nalga. Comenzaba a hacer calor, quería tocarlo también… y entonces escucharon un ¡Click! Seguido de una luz.

El peliplateado frunció el ceño y apartó su boca de la del castaño.

-¡Shizuka!-gritó y agarró una almohada cercana para aventársela.

La chica se hizo para atrás y se rió.

-Ustedes continúen-dijo con esa mirada que a Kuran Kaname a veces le daba miedo.

-¡Qué continuar ni que nada!-le dijo su hermano, incorporándose en la cama-Ya tendrás tiempo para tus fotos.

-Sí, pero estas se verían tan naturales, sin dirección de ningún tipo.

-Fuera-dijo el peliplateado con la poca paciencia que le quedaba.

-Y además se veían tan sensuales…-continuó ella sin escucharlo-… son una pareja muy hot, chicos, ahora quítense la ropa.

-Dije que fuera-Kiryuu Zero la miró, ella le sonrió y se encogió de hombros.

-Está bien, pero no hagan esas escenitas indecentes conmigo cerca porqué indudablemente querré tomarles fotos.

-Si quiero hacer esas u otras escenas indecentes estoy en mi derecho y en mi habitación-le recordó su hermano-¿por qué diablos no tocas?

-¿Por qué diablos no cierras con llave, si ya me conoces?-dijo ella displicentemente fingiendo acomodar la lente de su cámara réflex- además no vine para espiarlos.

Ambos levantaron la ceja incrédulos, era bastante obvio que así era, si no ¿por qué cargar la cámara?

-¿Entonces a qué si no?

-A decirte, Zero, que te llamaron…-Shizuka hizo un gesto de desagrado-…otra vez.

-¿quién?

-Ya lo sabes, Yuuki.

Kiryuu Zero chasqueó la lengua y a Kuran Kaname se le heló la sangre.

-¿qué quería?

-lo de siempre, hablar contigo-dijo y le puso la tapa al lente de su cámara-es muy insistente, te recomiendo que hables con ella o no dejará de molestar.

-No me importa-dijo él- ya se cansará.

Shizuka se encogió de hombros y miró hacía la televisión, sonrió.

-¡Esa película me gusta!-dijo, dejo la cámara en un librero cercano y trepó  a la cama subiendo también las palomitas.

Kuran Kaname sonrió divertido, pero advirtió el suspiro de frustración de su compañero, uno que él se permitió reprimir. Sin embargo su frustración iba más allá. Yuuki había llamado, y al parecer lo hacía constantemente. Zero no había hablado con ella, él aún no sabía lo del embarazo. Pero cuando lo supiera…sacudió la cabeza y la apoyó en el hombro del peliplateado. Cuando lo supiera los momentos dulces llegarían a su fin, y algo tenía que hacer para que el golpe no lo derribará, algo tenía que idear para que Kiryuu Zero no le gustara tanto y el adiós fuera menos doloroso.

+++

Viernes por la tarde, Kuran Kaname termino sus clases y también su primera semana de ellas después de vacaciones. Una semana y ya tenía problemas encima. No con los compañeros, no, con el imbécil “ayudante” del profesor de matemáticas.

Para el castaño las matemáticas eran cuestión de coser y cantar. No tenía problemas con ellas, y podía llevar la materia con una facilidad envidiable. Una semana y habían pasado dos cosas.

Una, se convirtió en el favorito del profesor;  y dos, se había ganado la antipatía del ayudante. Era un verdadero fastidió porque el tipo era odioso como el que más, aparte de ser un idiota que no sabía sumar dos más dos. No podía comprender como podía tener ese puesto.

Nadie lo toleraba, y el salón enteró le repudiaba. Era intransigente, presumido y, de nuevo, idiota. Sin contar con esa manera tan femenina de ser. No. Se corrigió, no era femenino, las mujeres corrían como se debe y no tenían esas mañitas con las manos. Era un amanerado que, qué horror… casi como Aidou…no, tampoco, Aidou era descaradamente gay, pero no amanerado.  Sí, el ayudante de clase debía ser gay, y eso le purgaba a Kuran Kaname, porque ahora estaba en el mismo maldito costal que él y no le parecía.

En el conjunto de los gays, debía haber un subconjuto que los separara. El subconjunto de los que son “flores delicadas que no debes tocar ni con el pétalo de otra flor delicada”, y el subconjunto de los “por primera y única vez me gusta un hombre”. Por supuesto otro subconjunto, ese al que pertenecía Zero, el de “me gustan los hombres y la mujeres” que englobaba al de Kuran Kaname (por qué a él también le gustaban las mujeres).  Podía respirar tranquilo y pensar que tenía más afinidad con Kiryuu Zero que con el ayudante. Pero no dejaba de molestarle pertenecer al mismo universo que este. Ojala fuera perro o cualquier otra cosa, cualquier otra cosa era más inteligente que él y mucho mejor.

Con todo, el problema no habría sido más que de meros celos profesionales, si Kiryuu Zero no hubiera ido a visitarlo a la Universidad.

No pudo pasar desapercibido, irradiaba ese aire de alumno de la Universidad T, ese aire de superioridad intelectual combinada con una superioridad física. Ok, se diría Kuran Kaname más tarde, hay estudiantes de la Universidad T que parecen Clark Kent, sí, el de Superman, con sus lentes de pasta de fondo de botella, con su caminar inseguro, tanto como sus palabras, pero que a diferencia de Clark Kent, no se convertían en Superman, a menos que hicieron Cosplay, que por supuesto, era  probable.

No, Kiryuu Zero ni siquiera parecía universitario. Estaba de pie recargado en un auto frente a la acera de la Universidad de Kuran Kaname. Con los brazos cruzados, la mochila colgando de un hombro y la mirada detrás de unos lentes oscuros; pantalón de mezclilla, tenis de lona y una camisa negra con los primeros botones abiertos, eso era todo. No era gran cosa, y el desgraciado parecía un maldito modelo de revista.

Kuran Kaname lo vio de lejos y suspiró. No es que le molestara que fuera, de hecho, era la primera vez que lo visitaba ahí. Pero como el cielo no lo quiere y carga un gran karma sobre los hombros, su presencia no le traería más que problemas. Se acercó y  el peliplateado se quitó los lentes, sus ojos de raro color violeta le sonrieron indefinidamente.

-¿qué haces aquí?-le recriminó enfadado y sintiendo miradas en su espalda. Él, Kuran Kaname era popular, siempre lo había sido, tenía chicas muriéndose por él. Pero a él le parecía que Kiryuu Zero era aun más guapo (Tú, lector podrás diferir con él, estás en tu derecho, pero para mí es un empate técnico).

Kiryuu  Zero le sonrió y apoyó la mano en su hombro.

-viene a verte.

-¿para qué?

-Quería conocer tu escuela

-¿por qué?

-Me dio la gana.

Kuran Kaname lo miró enojado. Y Kiryuu Zero le sonrió,  apoyó la otra mano en el otro hombro y, sin que el castaño pudiera hacer nada para impedirlo,  ladeó el rostro y le dio un beso rápido en los labios.

-Vamos a comer- le dijo  y pasó su brazo alrededor de su cuello.

Kuran Kaname tardó  (el tiempo en el que los colores se le subieron al rostro) en reaccionar. Se escabulló del brazo del peliplateado y lo miró ceñudo.

-¿A eso viniste?

-Aja

-¿sólo a eso?

-Aja

-¡Pudiste haber llamado!

 Había sido un beso muy rápido, pero podía sentir  miradas inquisitivas en su nuca, quizás y sólo quizás  los dueños de aquellas miradas se  preguntaban si habían visto bien.

Kuran Kaname no lo supo hasta el día siguiente, cuando saliendo de clases lo detuvo el ayudante de matemáticas (Sí, ese que le caía tan mal) y le preguntó:

-El chico de ayer, ¿es tu novio?

Al principio se quedó en blanco. Luego se dio cuenta que entre los espectadores de ese beso somero y veloz, había estado ese repugnante ser humano.

-¿Por qué preguntas eso?-dijo a manera de respuesta.

-Es que me pareció conocido.

Y antes de que el castaño pudiera esgrimir alguna locuaz respuesta a eso, el ayudante sacó un libro de su mochila y se lo mostró. La cubierta era negra, dura y tenía, con letras plateadas, grabada la palabra “Incest”. Kuran Kaname supo que era, y a pesar de que aquel se lo tendía para que lo tomara, se negó a hacerlo, no quería ver fotografías de los hermanos Kiryuu en poses sugestivas, no quería ver a Zero con alguien más, así fuera su hermano y las fotos, una farsa. No quería, de sólo pensarlo se le revolvía el estomago.

Dándose cuenta de la negativa, fue el mismo ayudante quién abrió el libro y le mostró una página. Para suerte de Kaname era una foto inocente. Zero estaba parado, con una pierna doblada y el pie apoyado en la pared, llevaba una camisa azul arremangada hasta los codos, abierta y una camiseta negra  abajo, de su cuello colgaba algún dije alargado y plateado, pantalón de mezclilla y tenis de lona, era una imagen muy parecida a la del día anterior, excepto quizás que el modelo ya no tenía 18 años. A su lado y acuclillado estaba Ichiru, miraba a la cámara sonriendo orgulloso, vestía exactamente igual  que su hermano. Un foto inocente, introductoria, era como si Shizuka quisiera decir “miren lo parecidos que son”;  lo eran, pero  Kuran Kaname podía distinguirles fácilmente, bastaba con ver la mirada de uno y otro para darse cuenta.

-¿Eso qué?-Preguntó haciéndose el desatendido.

-Se parece a los modelos, el chico que vino a buscarte ayer… es idéntico…-dijo con la cara endiosada. Kuran Kaname rodó los ojos. Definitivamente el tipo era gay, y seguramente (y eso le dio mucho asco) había utilizado ese artístico álbum para masturbarse. Frunció la nariz cuando lo pensó.

-¿Y qué?

-Quiero saber si es tu  novio.

Kuran Kaname lo miró. No iba a contestar eso, no podía en realidad. Y no podía porque su relación con Kryuu Zero no estaba definida. Tenían un acuerdo, una especie de contrato, y sin embargo, el peliplateado le había comunicado que le gustaba y que además deseaba estar con él de forma más… cercana. Y él, Kuran Kaname, por su lado, sabía que estaba perdidamente enamorado, pero no había dicho ni una sola palabra al respecto. En resumen, no tenían etiqueta. Y no sabía si podía dar algo por hecho, algo como un noviazgo.

-No molestes-dijo y dio media vuelta.

Por supuesto, aquel no iba a rendirse. Lo persiguió día y noche con la misma cantaleta. No había lugar al que pudiera escapar y no encontrárselo. No  podía creer que tuviera un rival que además fuera más molesto que lo que era explicando matemáticas. Y llegó, por supuesto, el día que se hartó. Era su primera semana y creía tener un enemigo que más que nada le hinchaba de hastío. Así que esa tarde, antes de irse a su casa, como todas las tardes de esa primera asquerosa semana, el ayudante lo persiguió por el patio.

-¡Kuran!-le gritó y corrió hasta él.

-¿ahora qué?

-Contesta mi pregunta.

-Carajo, no voy a contestar. En todo caso ¿a ti que te importa?

El ayudante sonrió y apoyó las manos en sus huesudos muslos, debido a la pequeña carrera que hizo las pocas energías que tenía se habían esfumado de su escuálido y nada apetitoso cuerpo.

-Quiero saber si es tu novio-repitió por milésima vez.

Y Kuran Kaname rodó los ojos una milésima vez también.

-Y si lo fuera ¿qué? No tienes oportunidad con él. No tienes nada de lo que a él le gusta.

-¿Es tu novio?

No estaba escuchando, y no lo escucharía.

-¡Carajo! ¡No, no es  mi novio! Pero…

-¡genial!-expresó el otro sonriendo. Un nuevo escalofrío  recorrió la espalda de Kuran Kaname.

-¿qué es genial?

-Que no sea tu novio- dijo y sonrió-tengo una oportunidad.

Y entonces el enojo dio paso a la hilaridad. Kuran Kaname se rió y sin vergüenza o compasión alguna.

-Tú no eres su tipo-dijo entre carcajadas-no le gustarás ni en mil años.

-¿Y quién te dijo que al que quiero es a él?

La risa se le cortó como si unas enormes tijeras invisibles lo hubieran hecho ¿Qué diablos había dicho el mosquito ese?

-¿ah?

-Ese tipo es un modelo-dijo el ayudante con tono de profesional-no puedo competir contra alguien tan atractivo. Pero si no es tu novio eso me alegra.

-¿qué estás diciendo?

-Me gustas, Kuran. Salgamos juntos.

Ack….ack…ack… quería vomitar… y esta vez no necesitaba un beso para ello. Frunció el ceño, dio un paso atrás y lo señalo con el dedo.

-Estás idiota-fue lo que salió de su boca, y en lugar de que el otro se sintiera agraviado le sonrió.

-te invito a cenar.

Ack… otra vez no lo escuchaba, ese tipo nunca escuchaba, por eso era tan mal ayudante. Negó enérgicamente con la cabeza y dio otro paso hacia atrás.

-No-dijo

-¿por qué  no?

-Porqué no quiero

-Haré que quieras-dijo y dio un paso al frente.

Kuran Kaname vio perdida distancia que él mismo había creado y se puso en alarma o más bien, como un gato con el lomo erizado.

-Dije que no- sentenció y dio media vuelta para escapar de ahí.

+++

El teléfono sonó sacándole un susto.

Había llegado a bañarse. Aquella confesión de miedo le había dejado la sensación de que le habían tirado puñetazos de tierra seca en el cuerpo. Se puso la bata y se sentó en su sillón favorito, el calorcillo del  Sol, más el baño habían impuesto en él un ligero sopor. Así que cuando el timbre del teléfono sonó, dio un brinco.

Tomó el teléfono y pensó, sólo por un segundo, que podía ser Kiryuu Zero. Pero toda esperanza se diluyó cuando quién llamó habló con la voz de una mujer.

-¿Yuuki?

-Sí, soy yo. Kaname no he podido hablar con Zero.

-¿y a mí qué me dices?

-Sólo quería comentártelo-dijo ella con un claro tono ofendido- el punto es que no he podido decirle lo del embarazo. No contesta mis llamadas, y en su casa, la hermana me manda al diablo.

Kuran Kaname se llevó la mano al rostro y se talló los ojos.

-De nuevo, ¿a mí qué me dices?

Yuuki guardó silencio un poco antes de contestar.

-En realidad el motivo de mi llamada era decirte otra cosa

-¿qué?

-Creo que sé quién es el padre.

Ahora sí despertó, apretó el aparato contra su oreja y se humedeció los labios antes de hablar.

-¿quién?

-No estoy 100% segura, pero todo indica que es Zero.

Todo indica…las palabras rebotaron en su cerebro. Sabía que tenía que preguntar qué era eso de “todo indica”  pero estaba helado, incapaz de articular palabras.

-Así, es-. Continuó la mujer-así que no tienes de que preocuparte, Kaname. Sólo tengo que hablar con Zero.

-¿qué es lo que quieres de él Yuuki?-preguntó, en ese momento era su yo enamorado que veía amenazas por todos lados.

-Volver con él-un balde de agua fría se derramó encima suyo-Él me amaba, Kaname, y tal vez no ha dejado de hacerlo, es muy pronto para que me haya olvidado. Además cuando sepa que estoy embarazada, estoy segura que me pedirá casarme con él. Y eso sería perfecto ¿no crees?

-¿tú lo amas?

-Claro que sí, por eso quiero recuperarlo.

-¿por qué me dices esto?

-Porque no quiero que te preocupes demasiado ya.

¿Qué no se preocupara? ¿Qué no se…? ¡Estaba demente! ¿Cómo no iba a preocuparse? Ella hablaba de casarse, ¡Casarse! Kiryuu Zero le había contado que era eso lo que quería hacer con Yuuki. Casarse, formar una familia: mamá, papá e hijos, incluso un perro. Nada faltaría, Kiryuu Zero se haría cargo de la empresa familiar, y además tendría más trabajo por sus títulos universitarios. Y entonces…él, Kuran Kaname, tendría que prescindir de él, de sus besos y abrazos; de ese cuerpo lascivo que lo excitaba cada vez que estaban juntos. Tendría que renunciar a la persona que amaba, la primera… y eso era lo más triste.

Colgó el teléfono sin esgrimir palabras de adiós. Se sentó en el sillón largo, se acostó en él boca abajo y hundió  el rostro en un cojín.

Si Yuuki se lo llevaba, jamás volvería. Kiryuu Zero quizás la amaba aún, tal vez la perdonaría, tal vez el  bebé si era de él. Tal vez… si él fuera Yuuki rezaría a todos los dioses habidos y por haber para que ese hijo fuera de Kiryuu Zero.

¿Podría atarlo con ello? O por otro lado ¿Podría el peliplateado hacerla a un lado?

Cerró los ojos y notó que tenía un nudo en la garganta.

-¡Ah que basura!-exclamó.

Si eso pasaba… ¿Qué sería de él? ¿Qué? No sólo tendría que guardar su amor en algún apartado lugar de su corazón para que el recuerdo no lo hiriera. Si no que tampoco volvería a besar a nadie. Besar era lo que lo unía a Kiryuu Zero, pero si él se iba, ¿qué pasaría con ese problema?

Tal vez, ya estaba curado. Hace tiempo que no tenía miedo de dar o recibir un beso, claro que todos habían sido con el peliplateado, pero aún así… Si estaba curado, entonces podría amar de nuevo. Y en relativo poco tiempo encontrar a alguien que sustituyera a Kiryuu Zero, a su aura tranquila, a su cinismo,  a sus palabras tan directas, a sus manos tibias, al aroma de colonia y sudor que tanto le gustaba, a su sonrisa, a todos los momentos con él, reales y en los sueños.

Golpeó el cojín con los puños y apretó los ojos.

El teléfono sonó de nuevo. Kuran Kaname giró el rostro hacia el aparato y lo miró ceñudo. Otra vez  Yuuki seguramente. Hundió el rostro de nuevo en el cojín del sillón. No quería oírle, no quería escuchar reclamos por haberle colgado. Pero sobre todo, no quería escuchar más acerca de que Kiryuu Zero era el padre del hijo que esperaba. Eso definitivamente lo deprimía más.

Por supuesto que cualquiera de las dos opciones en aquel asunto era más que horrible. El teléfono siguió sonando, le taladraba los oídos pero no se movió ni un ápice. ¿Por qué tanta maldita insistencia? No contestaría, en su lugar enumeró de nuevo sus posibilidades.

  1. Que él, Kuran Kaname, fuera el padre de aquel hijo en espera. El resultado sería el odio, el repudió de Kiryuu Zero. Era en cierta forma, lógico. Kuran Kaname había sido el amante de Yuuki, cuando ella y Kryuu Zero eran pareja. ¿Cómo podía amar el peliplateado al hombre que le arrebató todo?
  2. Qué Kiryuu Zero fuera el padre. En este caso se separarían por causa de ese niño. Pasaría justo lo que Yuuki deseaba. El peliplateado se casaría con ella, tal vez aún no dejaba de amarla, tal vez algo de ese amor quedaba y fuera suficiente para aferrarse a él y rescatar la relación. Entonces Kuran Kaname simplemente quedaría de lado.

El punto era que en cualquiera de sus dos opciones él se quedaba sin lo más importante: sin Kiryuu Zero. Suspiró. El teléfono, que había parado momentáneamente, volvió a sonar estridentemente. Molesto, decidido a decirle un par de cosas a esa mujer, levantó el auricular.

-¿Qué quieres?-dijo impaciente

-Hablar contigo, idiota

El corazón le brincó en el pecho y algo en su estomago se le revolvió, el teléfono casi  resbaló de sus dedos. Esa voz no era la de Yuuki, era la del peliplateado. Su voz, grave y tranquila le puso nervioso.

-¿Qué es lo que quieres?-dijo reponiéndose

-Ya te dije

-Sí, ¿pero para qué?

-Bueno, Shizuka me pidió decirte que está todo listo para las fotografías. Y también ¿qué te parece si vamos a comer? Hay un nuevo restaurante que…

-Sí-contestó sin dejarle hablar más, no deseaba perder tiempo en aquellas minucias. Quería verlo, estar con él, el tiempo que le quedara.

-Bueno, paso por ti.

-Zero

-¿eh?

-No has hablado con Yuuki

-No, ¿tú sí?

Kuran Kaname se mordió la lengua. La noticia aún no había llegado, el mundo mantenía su orden natural y estable.

-No, pero con lo que Shizuka dijo… eso de qué te había llamado…

-Ya… no importa. Nos vemos luego.

+++

El restaurante era italiano. Kuran Kaname, sentado frente al otro lo observó comer pasta con verdadera fruición, seguía el camino de los espaguetis del plato a la boca del peliplateado. Lo hacía inconscientemente, pensativamente. Pensaba  grabar  en su memoria la forma en la que éste tomaba el tenedor, en la que sus labios se abrían, como sus mejillas se llenaban, y como masticaba. Cada gesto, por mínimo que fuera.

 Kiryuu Zero se percató  y le miró de reojo,  sorbiendo un largo espagueti le señaló con el tenedor.

-¿Tú que te traes? –le preguntó.

-¿yo?

-Sí, estás como ido. Y hay algo en tu mirada que…

-¿ahora lees mi mirada?-Kuran Kaname le sonrió y sacudió la cabeza negando, borrando su expresión pensativa. Kiryuu Zero no le contestó, sólo le sonrió de medio lado y cambió de tema como respuesta.

-Quiero hablar del contrato.

-¿qué contrato?

-Ese que nos une-dijo el peliplateado-En el que yo te ayudo con el tema de los besos y a cambio tendré una paga.

Cierto. Pensó de pronto, ese era un punto que no había considerado. Estaba aceptando el hecho de perder al peliplateado, pero había olvidado el hecho te perder también la posibilidad de besar, de curarse de aquel trauma del pasado.

-¿ya sabes que es lo que quieres como pago?-preguntó.

-No-dijo tranquilamente el peliplateado, se limpió la boca con la servilleta y le sonrió-quiero revocarlo.

-¿ah?

Su corazón dio un brinco, otra vez. Pero esta vez la sensación era un tanto desagradable. ¿Acaso el peliplateado se había hartado e iba a terminar con aquella relación?

-Es sólo que no me satisface.

-¿por qué?

-Porque no estoy de acuerdo con ser sólo una especie de “maestro de besos”. Entonces quiero que discutamos los términos de ese acuerdo.

-¿qué es lo que quieres discutir?

-Eso-el peliplateado le clavó la mirada-mi título de “maestro”, quiero que cambie.

-¿a cuál?

-al de amante-una sonrisa se dibujo en su rostro, Kuran Kaname correspondió. Era imposible no hacerlo, y sin embargo no dijo nada. Tampoco se le exigió  una respuesta.  Era sólo una propuesta que el peliplateado había dejado sobre la mesa. Nada más. Era un “Piénsalo y luego me dices”

Pero no había nada que pensar. Podría aceptar ese cambio en el acuerdo sin más. Sin embargo existía un algo, o más bien un alguien que se interponía en ello. Yuuki. Y sabía que ella ganaría.

¿Y entonces qué?  ¿Él que haría? Entonces se le ocurrió que quizá estaba curado, quizá no necesitaba más de los besos de Kiryuu Zero. Tal vez aún si éste se iba, él, podría volver a enamorarse y tener una relación como se debía. Pero ¿cómo saberlo? Simple, se dijo, tenía que besar a alguien más.

Esa fue su conclusión. Por supuesto que, no toda conclusión es correcta. Aunque en ese momento no lo sabía. Ni quería saberlo. Estaba desesperado, en cierta forma, asustado (aunque no lo aceptara), y claro, deseaba amarrar al peliplateado a la pata de su cama y no dejarlo ir por ningún motivo.  Pero no podría. Kiryuu Zero era libre, tan libre como las nubes. Era imposible retenerlo, tanto como lo era no querer retenerlo.

+++

Pensó en ello toda la noche, y tomó una decisión. Esa decisión lo orilló a aceptar, al día siguiente, la propuesta de aquel detestable ayudante de matemáticas.

-Vamos a comer juntos-le había dicho.

-A comer no-había respondido él

-¿a cenar? Perfecto, en mi casa

-No, en la mía.

Y es así como había cenado con aquel ser que por más que lo veía no podía encontrarle atractivo. Comer espaguetis con aquel no tenía ni la más mínima gracia. Ni un sólo punto de comparación con el peliplatado. Además su conversación era aburrida, estaba harto. Pero tenía que resistir. Aunque no pudo resistir el bostezo numero veintiocho.

-¿Te aburro? ¿Pitágoras no te divierte?

-Mira idiota, que me salgan las operaciones matemáticas no significa que me gusten.

El ayudante lo miró y se limpió la boca con la servilleta. Hasta en eso resultaba soso.

-¿y qué es lo que gusta? El modelo ese.

-El modelo ese se llama Zero-le dijo y se levantó de la mesa para recoger los platos.

-Zero…es un buen nombre para un modelo. ¿Y lo ves muy seguido?

-¿por qué el interés?

El ayudante sonrió de nuevo y se acercó. Un escalofrío le recorrió la espalda y cuando se dio la vuelta ese tipo de cara larguirucha, le sonrió.

-¿estás celoso? ¿De verdad no son novios?

-No, ya te dije… y hazte para allá, invades mi espacio personal.

-Esa es la idea. Si ese tipo no es tu novio, tengo una oportunidad ¿o no?

-En realidad no. Acepte para que dejaras de molestar.

-¿Tanto te gusta?

-¿Honestamente?

-No tienes ni que decirlo-el ayudante  le sonrió de nuevo-es demasiado guapo como para ignorarlo ¿verdad? Pero es apuntar muy alto.

-¿Estás diciendo que yo no lo soy tanto y que por eso intentas conquistarme a mí?

Una risa escapó de los delgados labios-. A mí siempre me gustaste tú-dijo- El punto es ¿quién te gusta a ti de los dos?

-tú no, te lo aseguro

-¿y Zero?

-Zero…-se guardó las palabras, Zero no le gustaba, no, le quería- En todo caso, no es como si fuera gay, Idiota.

-¿De verdad no es tú novio?

-No…-dijo y tragó saliva buscando valor.

Tenía que saber si estaba curado de su trauma con los besos, si podía en definitiva volverse a enamorar. Si tenía esa esperanza, cuando Yuuki alejara al peliplateado de él, entonces podría sobrevivir.

Y además, obtener una pequeña posibilidad de que Kiryuu Zero  fuera  una especie de espejismo. Que su corazón hubiera confundido el amor con el placer de poder besar a alguien. Es decir, que su enamoramiento fuera una mera trampa de su mente, de las endorfinas que segregaba cada vez que unía sus labios a los del otro.

Por eso, porque temía la llegada del adiós, besó a aquel tipo que detestaba. Lo hizo, sólo para darse cuenta que no tenía esperanza. Apenas sus labios tocaron los de ese otro hombre su estomago pareció voltearse. Las nauseas subieron por su garganta, la comida recién comida comenzó el ascenso por su esófago. Se apartó, dio un paso atrás y fue cuando escuchó aquello que de verdad lo hizo vomitar, aunque después de que el dueño de la voz se marchara.

Sí, adivinas bien. Esa voz era la Kiryuu Zero. Cuando Kuran Kaname se apartó, el peliplateado estaba de pie, recargado en el marco de la puerta de la cocina; con los brazos cruzados y la mirada fija y fría, como si sus pupilas fueran dos pedazos de hielo violeta.

-Continúen-dijo-al cabo que no soy nada.

-Ze…ro…-balbuceó el castaño.

-Es cierto, Kuran, no somos novios. Así que no te censures-el peliplateado levantó la mano entre sus dedos colgaban las llaves del departamento-.Sólo vine a dejar esto- las hizo girar en uno de sus dedos  y avanzó hasta donde estaba el castaño, le tomó una mano y le dejó las llaves en la palma.

Sin decir nada más, dio media vuelta y se marchó. Lo último que se escuchó de él fue el portazo que dio al salir.

 ¿Cómo pudo ser tan idiota y olvidar que Kiryuu Zero tenía copia de las llaves? ¿Qué  en cualquier momento podía aparecer? Pero que mal momento eligió. Vomitó, como te dije.  Ahora sí la había hecho, no había sido Yuuki, había sido él mismo, él, quién de un solo beso, borró todos los compartidos con el peliplateado. 

Notas finales:

Wola! espero que les haya gustado, sé que va por el camino de lo amargo pero bueno... cosas pasan. He estado tan ocupada que apenas lo terminé puff...diculpen la tardanza! 

Para quienes siguen Prohibido, estoy en eso no desesperen...los demás, me temo que tendrán que esperar u.u

Hasta la proxima!

                                                                continuará...


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