Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Compartamos un beso por Aomame

[Reviews - 144]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Compartamos un beso


Un pequeño recuerdo.

El invierno aparentemente terminó. Un día antes hizo un frío del demonio,  de esos que hielan los dedos de los pies y entumen los de las manos. Incluso si no nevó, poco faltó para ello. Y al día siguiente, amaneció el cielo despejado con un Sol ardiente que quemaba la piel y hacía sudar bajo las playeras de algodón y manga corta.

Ahora, tras la ventana, los charcos de lo que antes había sido nieve se evaporaban y perdían en el cielo, uno que está entre el invierno y la primavera que oficialmente no ha llegado.

Así es como mantiene los ojos fijos en la ventana, con la charola del almuerzo en la mesa y el tenedor suspendido sobre la comida. Justo ahora, en Japón los cerezos…

Un golpe en la parte trasera de su cabeza le hizo encogerse y salir de sus pensamientos con la misma fuerza de aquel contacto. Giró el rostro al tiempo que se tomaba con una mano la zona agredida. Una sonrisa conocida se mostró ante él.

-¡Auch! ¡Zero no hagas eso!

-No puedo evitarlo cuando luces tan concentrado.

-Ah, desgraciado.

Zero rió, y sin decir nada más, se sentó a su lado con su propia charola de comida, se acomodó en la banca; y esgrimió sus cubiertos con la voracidad de quien tiene hambre.

-¿En qué pensabas?-le dijo después de unos segundos, Kaito lo miró de reojo y clavó su tenedor en aquello que parecía carne.

-En nada.

Zero se llevó un bocado y lo masticó mientras su mirada se perdía justo donde estaba la de Kaito antes. Ahí, tras la ventana del comedor de la universidad.

-En Japón los cerezos deben tener botones ya-dijo aún con la boca llena.

Kaito esbozó una tenue sonrisa. Eso era justo lo que estaba pensando antes de sufrir aquel zape.

-Sí-murmuró y con más ánimo siguió comiendo.

Era increíble que aún pudieran leerse la mente después de tanto tiempo. Kiryuu Zero y él, en algún momento pensó que nada cambiaría, que se quedaría estático, pero nada es estático. Nada permanece de la misma forma. Ni siquiera los sentimientos.

+++

A la edad de siete años, Takamiya Kaito, sufrió una fractura de nariz. La causa de tal desastre fue un balón que se le estrelló en la cara a tal velocidad que no lo vio, ni siquiera, venir. El golpe lo noqueó y cuando regresó en sí, no podía respirar. Al menos, no por la nariz, y cuando abrió la boca el sabor metálico de su sangre le mojó la lengua.

A su lado, o más bien a su alrededor había muchas piernas, tan cortas como las suyas; algunas en short, otras enfundadas en pantalones. Había murmullos. Él aún no se levantaba de su posición horizontal. Así que, cuando lanzó una bocanada desesperada todos se asustaron.  Un chico se acuclilló a su lado, llevaba el balón asesino entre los brazos, sus rodillas estaban sucias y su rostro también, sin embargo, había algo que resplandecía en su figura: su cabello, un cabello tan plateado que tenía un brillo gélido con el Sol, como el mismo metal. Sus ojos violaceos le examinaron con cautela.

-¡Waaa, Zero, quítate!-una voz de chica se escuchó por encima de ellos-¡Es un zombi!

-No se murió, Shizuka-replicó el chico, del que ahora sabía su nombre.

Sin embargo, él seguía sin poder respirar, y le dolía la cara. Zero le miró de nuevo, ladeó el rostro y le sonrió.

-Lo siento, lance muy fuerte.

Ah, así que, había sido él.

 Después, toda la palomilla le acompaño a su casa. Zero pareció sorprendido al notar que eran prácticamente vecinos. Y  pidió disculpas a la madre de Takamiya Kaito con esa tranquilidad suya. Cosa que, curiosamente, también tranquilizó a aquella madre sobre protectora que, de otra manera, habría lanzado un grito y se habría desmayado al ver la pinta de su hijo.

Takamiya Kaito fue al hospital, ahí le arreglaron la nariz. Pero tendría que llevar una plasta de yeso sobre ella que, una, no le dejaba ver bien y dos, no le dejaba respirar bien. Y todo por culpa de ese niño que, para su pesar,  esperó junto con su madre a que le pusieran el yeso.

Kiryuu Zero no se disculpó de nuevo con él, sino que iba a visitarlo cada día. Total, eran vecinos y no le pesaban los pocos pasos que tenía que caminar para llegar. Sin embargo, para Kaito, ver a su agresor todos los días no era divertido.

-¿Qué no tienes casa?-le dijo una vez, harto de ver como su madre consentía a aquel mocoso que le había lastimado la nariz de manera brutal.

-Sí que tengo.

-¿y por qué no te vas para allá?

-Allá me aburro-Zero se encogió de hombros y mordió una de las galletas que la anfitriona le había dado.

-¿Por qué?

-Sólo está mi hermana, y siempre quiere jugar a la casita. Me fastidia-se quejó.

-A mi me fastidias tú- murmuró.

-Y… mi hermano no quiere jugar conmigo.

-Será porque eres fastidioso.

Zero se rió y asintió.

-Mi hermano me odia.

Takamiya Kaito sufrió un pequeño shock. Zero había dicho aquello con tanta calma que las palabras parecieron pedazos de carne cruda aventada de nuevo contra su rostro.

-¿Tú también me odias?-el chico lo  miró con una galleta entre sus labios. Algo le decía a Kaito que, fuera cual fuera su respuesta, aquel no se inmutaría-Por romperte la nariz, quiero decir.

-No-y era cierto. Al principio de las visitas se sentía molesto, pero conforme pasaba la tarde, la compañía del peliplateado  resultaba reconfortante y se divertía.

-Bien-Zero esbozó una sonrisa- Seamos amigos, ¿vale?

-¿Qué? No, no quiero.

-¿por qué no?

-No me gustan los tipos como tú.

-Lástima, los tipos como yo son los mejores-Zero volvió a sonreírle, era inmune a las palabras crueles.

+++

“Los mejores” se repitió Kaito aún sentado en el comedor de la universidad. Un comedor iluminado por ese Sol de quién sabe qué estación del año.  Era cierto. Los tipos como él…

-¿Te vas a comer eso?-Zero señaló su flan.

-Claro que me lo voy a comer ¿por qué siempre te quieres comer mis postres?

-Porque siempre los dejas a la mitad.

-¿y eso qué?

-Me dan lastima los pobres.

-Que estúpido eres.

Zero rió y Kaito también. El tintineo de los cubiertos del resto de los comensales se escuchaba de fondo. El castaño sabía que terminaría dándole el dichoso postre, aunque a ninguno de los dos les gustara tanto lo dulce, era un pequeño ritual desde la niñez.

+++

 -¿Te vas a comer eso?

-Maldita sea, Zero, no te voy a dar.

Era una tarde de verano tan calurosa como aquella en el lejano futuro de un comedor universitario en Alemania.

Zero gruñó molesto. Se había terminado su helado, y sentado en aquella valla a medio terminar se aburría de sólo ver como su amigo lamía el suyo con una lentitud asquerosa. Era como un sádico que disfrutaba diciéndole con cada lengüetazo que él ya no tenía helado.

Entonces, a sus espaldas una amenaza se fundía con el bochorno del Sol. Shizuka, se acercó a ellos sin hacer ruido, en sus manos una cubeta llena de agua se balanceaba peligrosamente. Al llegar justo a sus espaldas tiró sobre ellos el contenido de la cubeta. Ambos chicos saltaron de la valla, y al hacerlo el helado resbaló de sus manos y se estrelló en el piso.

Mientras Kaito empapado miraba su dulce perdido, Zero le reclamaba a Shizuka quién reía. Era una especie de desgracia. Una que olvidó pronto, porque un nuevo juego se inició y Zero sólo llegó a murmurar una pequeña burla, algo que sonó a: “Eso te pasa por no convidarme”.

Todos los días, sin excepción, Kaito jugaba con aquellos hermanos. Pero sobre todo, con él. Era divertido pasar el tiempo a su lado, le gustaba molestarlo y ser molestado por él, era una especie de sinergia que los hacía girar en un vórtice. Una especie de fuerza centrípeta que acabaría uniéndolos. Pero eso es adelantarnos mucho.

En aquel tiempo también conoció al hermano gemelo de Zero. Su amigo había pensado que quizás podría animarse, si tanto él como Kaito jugaban con él. Sin embargo, aquello no funcionó siempre, era un tipo molesto o más bien que siempre estaba molesto. Quizás por su enfermedad, nunca estaba cómodo, y al parecer estaba  enojado con Zero por estar sano. A Kaito nunca terminó de agradarle. Incluso hoy en día, su relación es fría y distante, apenas conciliada por un propósito en común que, también desapareció muy pronto. Ichiru y él pertenecerán al club de la “brother zone” por la eternidad, eso quizás, será lo único inmutable.

Fue por culpa de ese hermano caprichoso que Zero terminó enfermando. Estuvo varias semanas en cama durante el invierno de aquel año.  Lo único bueno fue que recuperó su relación con Ichiru. Su hermano ahora lo adoraba. Era una especie de salto del odio al amor, increíble. Todo mundo estaba feliz por ello. Menos Kaito.

Como si estar bien con Zero fuera estar bien consigo mismo, Ichiru mejoró. Y eso fue un fastidió para Kaito, porque ahora no sólo era él quién iba y venía con Zero. Tenían un permanente chicle pegado a la suela de sus zapatos. Por suerte, nunca compartieron clase, que si no, él hubiera explotado en algún momento. Y es que sin darse cuenta, estaba siendo más y más consciente de Zero, consciente de cosas que antes pasaban desapercibidas.

A Kaito le gustaba su mejor amigo. Le gustaba mucho. Y ya en la adolescencia pudo reconocerlo, pudo darle nombre a todos esos sentimientos que brotaban cada vez que Zero estaba cerca y que luego se hicieron tan tangibles que aunque éste no estuviera a su alrededor, los sentimientos no se iban.

+++

-¿Oye irás al partido de Hans?- Zero estiró el brazo y abrió la lata de jugo que tenía enfrente. Había terminado de comer, él siempre le ganaba en eso.

-¿Hans?

-Sí, Hans, no te hagas el tonto-Zero le dio un par de golpecitos en el costado con el codo y sonrió.

Hans era un chico, amigo y compañero de Zero en el laboratorio donde realizaba su curso. Era un chico alto, rubio, delgado e inteligente que además era un poco gay, por decir algo. Jugaba en el equipo de futbol de la universidad y tenía cierta fascinación por lo oriental (un otaku, en pocas palabras). Y que además, parecía haberle tomado (a Kaito) cierto gusto.

-No molestes.

-¿Cuándo le dirás que sí?

-¡Qué no molestes!

- jajaja

Maldito Zero. Aunque lo cierto era que Hans no le desagradaba para nada, le gustaba bastante, y habían salido un par de veces, y otras, bueno, habían tenido otro tipo de acciones. Pero era algo que no le diría a Zero. Sin embargo, estaba seguro que su amigo lo sabía, él sabía leer su mente, terminar sus frases, estar en la misa sintonía que él.

-Sólo porque tengas novio, no quieras que todos estemos en tu mundo rosa.

El peliplateado rió de nuevo y luego le dio un sorbo a su lata de jugo.

-No fastidies con eso, Kaito.

-Te fastidio porque podrías tener algo mejor.

-Jaja di lo que quieras, yo estoy “en mi mundo rosa” ahí déjame.

-Tarado-expresó y sin embargo, no pudo evitar sonreírle.

+++

La fuerza centrípeta que mencioné antes, tuvo su efecto más pronto de lo que alguno de ellos pudo dar cuenta. Los sentimientos no se pueden ocultar, y menos cuando tienes a un amigo como Zero. Uno que sabe de ti esta el último detalle, tanto como tú de él. Y un secreto así, termina por quedar al descubierto con sencillez.

El momento de la declaración, en sus recuerdos, es confuso. No está muy seguro de quién lo dijo primero, o quién aventuró el primer beso. Pero aquello no importa. La llama se encendió. Y con ella vinieron muchas primeras veces confusas.

El primer te quiero, el primer te amo, el primer beso, la primera caricia, la primera relación sexual. Todas dotadas de nerviosismo e incredulidad, de cierto temor y también, todas llenas de amor, de amor y más amor. Porque también era el primero.

Que fuego tan arrasador es el primer amor. Es una llama incandescente que nunca se apaga, al menos no en el pecho de Kaito. Aún ahora, los recuerdos de ese amor tan profundo y total no le dejan en paz. Cada que tiene una relación nueva, no importa que tanto le guste esa persona con la que sale, termina dándose cuenta que no podrá igual esos momentos. 

A veces, solo en su habitación reza por poder olvidar todo aquello, pero lo hermoso y lo horrible siempre se clavan en la memoria, tan fuertemente que arrancarlas es poco más que imposible. Y aquello, aquel amor compartido con su mejor amigo fue y será de las cosas más hermosas y horribles que pudieron pasarle.

Porque después, después vino el horror.

+++

-¿Irás tú al partido de Hans?

Kaito  le pasó el flan medio comido y Zero, sonrió al tiempo que levantaba su cuchara, listo para comérselo.

-Sí, pero no me quedaré hasta el final-dijo y hundió la cuchara en el flan.

-¿Eh? ¿Por qué?

Su amigo lo miró, tenía la cuchara en la boca, con todo y ella, le sonrió. Luego, tragó el pedazo de flan y entonces le contestó.

-Tengo que hacer mis maletas.

Kaito recordó entonces, que Zero regresaría a Japón al día siguiente a primera hora. Regresaba para estar con “ese”.

-¿De verdad vas a irte?-El muchacho asintió- Oye Zero, ¿por qué te gusta?

Con un nuevo trozo de flan en la boca el chico se encogió de hombros. Kaito rodó los ojos y le dio un golpe en la frente con la palma de la mano.

-¡Auch!

-No me digas que no sabes. Debes de saberlo, si no ¿por qué sales con él?

-No lo sé. No a ciencia cierta. Es algo que…tan sólo siento. Cuando te dé una lista de las cosas que me gustan de él, entonces ya no le querré. ¿Entiendes?

El peliplata terminó el flan y haciendo a un lado los platos recostó la cabeza en la mesa. Estaba somnoliento por la comida, e incluso dejo escapar un bostezo. Kaito lo miró con el codo apoyado en la mesa. Se preguntó si, ese tal Kaname, había visto todos los gestos de Zero; si, así como él, sabía reconocerlos.

Probablemente no, pero si su relación duraba lo suficiente los conocería. Y eso era, en cierta manera, un fastidio.

-No termino de entender cómo puedes estar enamorado del tipo que te engaño con tu novia. Eres muy raro.

Zero volvió a encogerse de hombros.

-Pues es así. Es un poco idiota, pero lo quiero así de idiota- se incorporó y le golpeó en el hombro- Me voy, te veo en el partido.

-Ajá.

Kaito vio a su amigo ponerse de pie con su charola, y luego dejaba todo donde debía para salir del comedor. Sólo entonces dejó escapar un suspiro.

+++

El amor, de pronto se hizo difícil de llevar. ¿Por qué? Todo iba bien, tenían todas las ventajas del mundo, incluso sus padres sabían de su relación y la aceptaban, ¿entonces por qué? Era algo que no podía explicar. Así como, Zero no podía explicar porque le gustaba Kaname. Kaito no sabría explicar porque su relación con su mejor amigo, llegó a su fin.

La costumbre tal vez, la monotonía, las ganas de conocer a alguien más. Ninguno tuvo la culpa, fue algo mutuo, algo que ya no estaba bien, que no funcionaba. Ambos lo sabían, y estiraron la cuerda hasta que ésta se rompió. Actuó una nueva fuerza, una fuerza centrífuga que irremediablemente, los alejó.

Dejaron de ser una pareja, e incluso dejaron de verse por un tiempo. Pero lo que era irrompible era y es: su amistad. Así que, terminaron buscándose. Kaito se dio cuenta, un par de años después, que lo que había sentido era como una flama que, aunque tenue, se mantenía encendida.

Lo notó al hacer un recuento de los daños, al darse cuenta que sus noviazgos duraban poco, que cada que tenía pareja nueva le encontraba todos las cosas que “Zero no hacía” o bien todas los “Zero hubiera hecho…” Se dio cuenta que una voz interior comparaba sus actuales relaciones con aquella que tuvo por primera vez.

Y Zero, Zero parecía haberlo dejado atrás. Él había continuado, había dejado las dudas, los miedos, se había aventurado a nuevas relaciones. Y de pronto, estaba enamorado. Enamorado de una chica. Eso fue una sorpresa. Una sorpresa que ni él ni Ichiru, lograron asimilar de pronto.

¿Por qué hablo de Ichiru? Porque en ese entonces, Ichiru y él compartían el mismo sentimiento, y el mismo dolor.

-¿Aún te gusta mi hermano, verdad?

-¿Y a ti también, no?

Nunca habían tenido una conversación agradable. Pero esa tarde, en el jardín de los Kiryuu, mientras Zero y su noviecita Yuuki, tonteaban por ahí, ellos los miraban desde una silla con las caras más amargadas de sus respectivos repertorios.

-Ella no es para él-Ichiru parecía relajado ese día.

 -Vaya, estoy de acuerdo.-y  Kaito no tenía ganas de  pelear.

-Muy tonta

-Muy simple

-Cierto, no tiene pechos

-Ni caderas

-Debería cortarse el cabello

-Sí, ni siquiera se lo peina.

-jajajaja

-jajajaja

Así, simple conversación, unas cervezas, una noche de  primavera,  fuegos artificiales; y la asquerosa imagen de Zero embelesado por alguien así, fueron suficientes para que aquella noche, fantaseara con que Ichiru era Zero;  y terminara durmiendo con él. El porqué Ichiru lo hizo, es algo que Kaito sólo puede hipotetizar. Quizás, buscaba restos de su hermano en la piel de Kaito.

Ninguno habló de ello después. Al otro día estaban tan vacios como al principio. Sólo que ahora, no se sentían tan solos.

+++

 -¿Irás al partido?

Esa voz no era la de Zero, era la de Hans. El chico lo había visto desde el otro lado del comedor y se había acercado.

-Sí-dijo distraído fijando su vista en el cabello dorado de Hans. Rió internamente. Has y Zero eran parecidos en ciertas cosas. Por ejemplo, estudiaban la misma cosa aburrida, y eran deportistas.

Al parecer, Kaito tenía cierto patrón a la hora de escoger con quien salir. Pero así como tenían cosas en común, otras eran diferentes, como, por ejemplo, el color de sus cabellos: plata y oro. Era como una broma del destino.

-¿Qué te parece si después tú y yo vamos a tomar algo?

Kaito le sonrió.

-Me encantaría, pero no me quedaré al término del partido.

-¿Por qué?

-Voy a ayudarle a Zero a hacer sus maletas.

-¿En verdad va a irse?

-Sí.

-¿Estás triste por eso?

Hans sabía lo que Kaito sentía. O al menos, eso creía.

-No, es un buen momento.

-¿Para qué?

-Yo me entiendo-se puso de pie y colocó su mano sobre el hombro del contrario-te veo luego, Hans, suerte en el partido.

-Gracias…pero irás ¿cierto?

-Claro, soy tu amuleto de la buena suerte-le guiñó un ojo y se alejó de ahí.

Hans sonrió mientras lo observaba marcharse.

 

Kaito sacudió la cabeza cuando salió al Sol de aquel día extraño y caluroso. Miró hacía el cielo y estiró su cuerpo como si quisiera alcanzarlo.

Zero amaba a alguien más ahora. Ese Bakaname como le llamaba Ichiru. No había nada que hacer, a Zero le gustan los idiotas (sí, eso lo incluía a él). Había intentado recuperarlo en todas las crisis por las que su amigo pasó. Pero es muy difícil que el peliplata tenga la guardia baja. Incluso si la tenía, él no miraba atrás.

“Si volvemos, ya no será igual” Eso le había dicho Zero en una ocasión. Tenía razón, las segundas partes no siempre son buenas, y el momento en el que sus sentimientos estaban en sincronía había pasado. Ya no sería igual, y tal vez terminarían extinguiendo lo que aún había.

Con las manos en los bolsillos inició el camino a su departamento, ese que compartía con su amigo de manera provisional. Y dejó que sus pulmones se llenaran de aire tibio.

Zero ya no lo amaba, no como antes. Eso lo tenía claro, y también tenía claro que el amor que él mismo sentía tampoco era el mismo. No se trataba de igualar lo que tuvo con él, no se trataba de mejorarlo. Simplemente, se trataba de ir hacia adelante. Reconocer el valor del primer amor y dejar que el verdadero amor llegara.

Por otro lado, Hans estaba enamorado de él. Y aunque Kaito tenía dentro una flama que aún estaba encendida, al lado de Hans dejaba de sentir que le quemaba. Era como si una nueva llama estuviera gestándose, y eso era bueno. Le hacía sentirse alegre, tranquilo.

Esa tarde la pasaría con Zero, con su primer amor. Disfrutaría las últimas horas con él. Sólo así, a su lado, hablando, bromeando… sólo así, como amigos. Después, lo soltaría. Le dejaría ir con ese a quién amaba, lo dejaría ser feliz y él…

…Él alimentaría esa pequeña y débil flama que comenzaba a inflamarle el pecho. 

Notas finales:

Wola! Espero que les haya gustado. Es un pequeño intermedio, no sé, sentí la necsesidad de hacer algo por Kaito jeje

Regresamos con nuestros protagonistas en el siguiente capitulo.

Hasta pronto!!

                                                 continuará...


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).