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Nieve por Chikori

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Notas del capitulo:

Uff tarde siglos pero es que al fin llego la musa~

Capitulo dos: Pesadillas

No deseaba despertar porque aun en sus sueños veía a su familia, tan viva y alegre como si no hubiese pasado nada, él llegaría con un delicioso postre de pay de piña con queso y todos le recibirían con gusto. Fran y Chrome pelearían por ser el primero en darle un abrazo a su hermano mayor, pero Daemon les ganaría y conseguiría como trofeo el sartenazo de su esposa.

Realmente deseaba ir a ese lugar. Pero debía admitir la triste realidad, ellos habían sido devorados por las llamas del fuego, por las manos de su “admirador”.

Despertó de mala gana, acostado entre sabanas de seda blanca, en una cama más grande que una King size, observó a los lados y se vio rodeado de hermosos cuadros con paisajes de colores tan vivos; seguramente de Monet. Lo único que reconoció fue su leal violín de color vino tinto, descansando en un pedestal de mármol puro. Miró también a través del balcón cerrado, era de noche y la luna parecía burlarse de su desgracia. Una lagrima bajo de su ojo rojizo al recordar que estaba solo.

Pero unos pasos acercándose le hicieron negar lo anterior, era mejor no estar acompañado.

Asustado, tomó lo primero que encontró con que defenderse: un candelabro de plata. Se preparó para la pelea en cuanto vio el abrir de la puerta. El demonio entraba.

 

-al fin despiertas Mukuro-kun.- sonrió.

-maldito bastardo.- gruñó.

-¡vaya boquita Mukuro-kun!, ¡con esa besabas a mis suegros!- se rió, dio unos pasos y se detuvo al ver a Mukuro sujetar con fuerza el pequeño candelabro que antes  estaba al lado de la cama.- ¿piensas lastimarme con ello?

-kufufufu voy a regresarte al infierno, para que no vuelvas a salir.

-ya veo… -se acercó al estante de mármol donde descansaba el violín.

-¡no lo toques!- grito Mukuro aterrado al ver como el albino casi lo alcanzaba.

- ¿tanto te preocupa este violín?- sonrió con ternura.- ¿Qué tiene de especial?

- ¡¡no le hagas nada!!- Mukuro soltó el candelabro y con rapidez saltó de la cama. Se quedó estático cuando las manos de Byakuran tocaban el fino instrumento.- por favor…

-¿Por qué te importa tanto ese objeto?- extrañamente Byakuran sonreía con una indescriptible pureza tan sincera que podía hacer dudar a la humanidad de su verdadera culpabilidad.

-porque…. –Mukuro se quedó callado un momento, la respuesta la tenía en la punta de su lengua pero no salía es decir, sabía que amaba su violín sobre todas las cosas, incluso su novio le tenía celos; pero nunca entendió porque.- no lo sé…- y esa respuesta, sin que se diera cuenta, había borrado el dulce gesto de su anfitrión.

 

Se llevó su mano hasta la cabeza, como si algo le golpeará dentro, cerró los ojos un instante sintiendo vagos recuerdos sin identidad para por su mente. Sin darse cuenta Byakuran dejaba silenciosamente el violín y levantaba su mano hacia él tratando de alcanzarle.

Cuando tocó los azulados cabellos, Mukuro reaccionó de su letargo y dio un golpe a Gesso con su arma, respiraba dificultosamente.

 

-¡aléjate de mí!

-no deberías hacer eso Mukuro-kun, menos cuando amablemente te estoy dando un hogar.

-oya, pero si es tu culpa, ¡¡tú los mataste!! ¡¡¡ASESINO!!!

-fufufu…- se limpió la poca sangre que brotó. -Pero ellos tuvieron la culpa.

-¡¡¡hijo de la...!!!

 

Byakuran le detuvo y con mucho esfuerzo logro quitarle el candelabro que cargaba. Poco a poco fue empujándole hasta legar a la cama, utilizo su pie para que el invitado cayera  de repente siendo abrazado inmediatamente por las sábanas.

El albino se acerca sigilosamente, con sensuales movimientos felinos, en sus ojos se ve la pasión y el deseo por hacer suyo ese cuerpo con el que tenía tantas fantasías.

Mukuro retrocede poco a poco, le mira incrédulo, sintiendo temor de ese hombre del que no puede leer su mente.

 

-“¡¿Qué demonios le hice para que me haga esto!?”- pensaba aquello mientras gruñía entre dientes, como un animal esperando a morder a su agresor.

 

Le grito, le golpeo varias veces y en el último golpe Byakuran le había detenido las muñecas, aprisionándolas sobre el suave colchón.

Él se retorcía, gritando desesperadamente que le odiaba, pero Byakuran solamente se limitaba a sonreírle, en algún tiempo futuro, sabría que esa sonrisa solo era un simple reflejo.

Pasaban las varoniles manos sobre la ropa, levantándola para tocar conocer el color crema de tan bello ejemplar. Los cabellos nocturnos golpeaban contra la almohada y parecían caer como cascada; aquella visión se le hizo tan surreal a Byakuran sintió el éxtasis.

Se deshizo de las ropas, aun por más que le impidiera su invitado el hacer tan “amable” gesto.

Cuando Mukuro se dio cuenta de lo indefenso que estaba, alcanzó a dar una patada a aquel que deseaba hacerle daño, pero solo hizo un daño mínimo, solo sirvió para sentir una extraña humedad en la suavidad que escondían sus tersos muslos.

Gritos aparecieron, no sabía si de miedo, no quería pensar que fueran de placer.

Una parte de él amaba esos besos tan dedicados a rendir tributo a su ser.

Byakuran miraba deleitado a tan hermosa criatura verse sucumbir poco a poco a sus deseos, a pesar de sus bromas de humor negro, en cada gesto que hacía a su amante se transmitía un incondicional amor. Él sabía por qué, aunque su compañero no pudiera recordarlo incluso aun sí le torturarán por ello.

Sus besos dejaron flores violetas en todo ese bello campo. Pero eso no le bastaba. Quería hacerle entender todo.

Poco después de sentir un agudo dolor que había llegado a lastimar su ser, creyó el joven Rokudo que con eso sería suficiente para apaciguar a la bestia, pero se retractó al instante que sintió una fuerza desgarrar su alma.

Le empujó y no pudo moverlo ni dos centímetros; le gritó y solo obtuvo sus labios a cambio callando sus reclamaciones.

Las pieles se fundieron en una, algunas perlitas de cristalina agua caían sobre aquellos cuerpos de dioses, resbalando curiosas por la frente para ver a los dos amantes y después huían.

Entre suspiros una pequeña reclamación, que podría pasar como el producto de su imaginación, se hizo escuchar.

 

-“¿por qué me odias tanto?”

 

Mukuro creyó escuchar sus palabras, trato de preguntarle pero las sílabas escapaban entre dulces sonidos que envolvían más al secuestrador en su ego.

Se mordía los labios, Byakuran lo obligaba a cantar y entonces de nuevo aquel ángel empezaba a entonar un celestial himno.

Por más que lo negará estaba disfrutándolo ampliamente, tanto como si su pareja real fuera él que le estuviera tocando, incluso más aunque lo negará arduamente.

Los dedos arrugaban las sabanas debajo de ellos; Byakuran le miro y se enamoró más de lo que estaba, para el Mukuro Rokudo era un sueño hermoso que ahora alcanzaba con facilidad, no pensaba desperdiciar todos estos años en que no lo podía encontrar, además el tiempo no le estaba dejando más oportunidades, tenía que aprovecharlo al máximo.

 

-t-te odio… -dijo Mukuro entre lágrimas de placer, después del sonoro grito que dio antes de manchar de blanco aquel vientre plano.

-te hare amarme.- dijo tranquilamente Byakuran sintiendo llegar casi al final.- tanto o más de lo que yo te amo.

 

Y con esa última promesa, dejó una huella imborrable en el cálido interior del amado joven.

 

Mukuro, le miro avergonzado de cómo había reaccionado, ahora que Byakuran se alejaba un poco de su ser no dudo en tomar una almohada y ocultar su rostro cansado.

 

-Déjame.- apretó sus puños y le dedico una mirada llena de coraje.- ¡¿Por qué a mí!? ¡¡¿¿te he hecho algún daño!!?

-no.- contesto rápidamente Byakuran mientras se colocaba los pantalones y recogía su ropa.- o al menos lo haces sin darte cuenta.- esa extraña respuesta inquietó un instante a Mukuro.- fufu pero tranquilo, porque te prometí que te enamorarías de mí.

-si claro… como si pudiera amarte.- se cubrió con la sabana y no dijo nada más.

 

De pronto volvió a quedar dormido.

Aprovechando eso, Byakuran se acercó al violín, le tomó entre sus manos, aquel instrumento aun luciendo viejo parecía estar bien cuidado; sonrío al ver una pequeña fisura hecha intencionalmente con la forma de un copo de nieve

 

-no has cambiado.- dijo Byakuran con una sonrisa y dejo el instrumento donde estaba.

 

Salió de la habitación y miro por los corredores, ignoraba las valiosas cerámicas e interesantes pinturas porque no paraba de jugar con un cabello azulado enredado entre sus dedos. Un sirviente de cabello verde aqua interrumpió su entretenimiento.

 

-Byakuran-sama, los espías ya están en su destino.

-fufufu, excelente Kikyo. Mantenme al corriente de lo que hace ese pajarillo rival.

-entendido, ¿nos acompañará Rokudo-sama?

-seguramente, así que no olvides incrementar las porciones.

-Oho, entendido. Por cierto, su medicamento está en la mesa. Si me disculpa debo preparar la cena, con su permiso. - y se fue del otro lado del pasillo.

 

Byakuran se acercó a la mesa y tomó las dos pastillas blancas que estaban sobre la bandeja de plata.

 

-como las odio… pero ya que.- y las tomó junto a un trago de agua.

-o-o-o-o-o-o-

Mukuro entre sueños trataba de advertirles a sus padres que huyeran pero ellos no le escuchaban y se quedaban siendo devorados por las llamas. Quedaba corriendo en la oscuridad llamando por ayuda, gritaba una y otra vez “¡¡Hibari, encuéntrame!!”. En estos momentos que se sentía tan solo deseaba que su novio se diera cuenta del peligro en que sentía estar.

-o-o-o-o-o-o-

Hibari Kyoya estaba en China, específicamente Hong Kong, por negocios familiares. Su tío Fon, un empresario excelente, requería la ayuda y participación de su sobrino ahora que la familia iba a lanzar una nueva línea de té; Hibari se dedicaba más a la contabilidad. El negocio no era tan grande ni exitoso pero sabía ganar lo suficientemente bien si todos se esforzaban en poner su grano de arena.

Hacía un año que estaba ahí y realmente extrañaba a su pareja aunque no lo pareciera, después de todo, su apariencia era de la un frío y calculador contador. Pero aun así diariamente le enviaba un mensaje de texto o un email preguntándole como con su clásica leyenda “mensaje para molestarte, hervíboro” que era inmediatamente correspondido con un “kufufufu, muy gracioso canarito.”

Llevaba tres días sin que Rokudo respondiera sus mensajes y peor aún, sentía que alguien le vigilaba.

Esperaba que esa “piña del mal” estuviera bien sin meterse en problemas.

Notas finales:

Espero les haya gustado n__n


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