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Kommátia Protoú por HokutoSexy

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V. FUERTE

(Leo)

 

SIDE A

How many roads must a man walk down
Before you call him a man
How many seas must a white dove sail
Before she sleeps in the sand
How many times must the cannonballs fly
Before they are forever banned

The answer, my friend, is blowing in the wind
The answer is blowing in the wind

Blowing in the wind, Bob Dylan.

 

 

El viento oscilaba las hojas de los árboles, estaba agitado, más de lo normal, inquieto, incluso siseaba, como un centenar de serpientes furiosas, cerró los ojos y aspiró profundamente, murmuró algo ininteligible, parecido a una lengua, si alguien le escuchara pensaría que estaba articulando algo que parecían… ¿palabras? Pero no palabras conocidas por el hombre. Su cabello rubio oscuro, largo y desordenado se mecía al igual que el viento sibilante.

 

—Los Anemoi, están intranquilos... se acerca el momento… —musitó Ilias Liberopoulos, el Arconte de Leo.

 

Había observado las estrellas la noche anterior y desde luego notó que los astros estaban cambiando, los designios de las Moiras estaban trazados, perfectamente sabía que una vez dictada la sentencia, no había nada más que hacer… sólo el decidir qué era lo que se hacía con el tiempo que quedaba.

 

Un niño pequeño se acercó corriendo hacia él, se abrazó a una de sus piernas y le contempló con aquella mirada cristalina, pura, dentro de aquellas pupilas distinguía el fuego de Prometeo, tal como debía ser, la misma clase de fuego que guardaban todos ellos, todos los que nacían acogidos por la quinta casa.

 

El pequeño rio y apretó su rostro contra la musculosa pierna de su padre.  Ilias bajó la mano para acariciar la pequeña cabeza.

 

—Attis, te hacía dormido —una sonrisa tímida se dibujó entre la hirsuta barba que crecía a diestra y siniestra por su rostro, como un campo de flores silvestres.

 

—Tardabas en volver y tengo hambre, papá —confesó frunciendo el ceño.

 

—Siempre tienes hambre —le dijo tomándolo de la mano, emprendiendo el camino de regreso a la modesta cabaña que ocupaban en medio del bosque, completamente solos—, había algunos higos, moras…

 

—Ya me los comí —admitió azorado el pequeño.

 

—Bien, tal vez haya un trozo de queso que no descubriste.

 

—¿En serio? —abrió los ojos azules como platos.

 

Muy poco hizo falta para saciar el hambre del pequeño Attis Liberopoulos, comía poco, pero comía muchas veces al día, como un pajarillo; cuando finalmente el niño cayó rendido por el sueño Ilias lo llevo en vilo hacia la cama, lo depositó con cuidado, se sentó cerca de él, lo contempló a la breve luz de la hoguera que amortizaba a duras penas la oscuridad en la cabaña.

 

Visto así, aquel niño tenía rasgos muy precisos de su madre: la misma nariz, la misma boca, el mismo color de cabello, la misma sonrisa… idéntica… verlo a él era darse cuenta de la existencia de ella: Aspasia.

 

Cubrió al cachorro con la manta y le dejó a solas, se dirigió a la otra habitación, si es que a eso se le podía llamar habitación. No había nada, pertenencias no las tenía, eran muy pocas, la cama sencilla y nada más.

 

Se acostó, colocó las manos detrás de su cabeza y cerró los ojos.

 

Podía ver en la profundidad de sus recuerdos su vida, años atrás, cuando todavía no se entregaba a la madre Tierra y a la Naturaleza.

 

Aspasia… la mujer que amó… y a la que él mismo acabó por fastidiar. Bien se lo había dicho Zakros, el Arconte de Escorpión, el que fue su amigo, en aquella última pelea encarnizada, la última en el Santuario.

 

Era de todos conocida la profunda enemistad entre Zakros e Ilias, y era penoso, les habían visto pelear una y otra vez, discutir, gritarse hasta el cansancio, lo que no sabían era el por qué. Sagramore de Capricornio, el español, trató de mediar tantas veces, siempre en vano… no sabían que el profundo rencor de Zakros se debía a Aspasia, a la mujer que ambos desearon.

 

—Cabrón escorpión —pronunció en un susurro.

 

Vas a acabar fastidiándola, por tu puto egoísmo, maricón de mierda”, le gritó un día, cuando él regresó a Grecia, después de años de peregrinar por el mundo.

 

Tenía razón su compañero.

 

Como razón tuvo la sibila: “vas a encontrar a una mujer, y tu condena con ella, tu sangre se perpetuará pero ella no se quedará contigo”, él sabía dentro de sí que su heredero era ese hijo… el de la mujer que lo dejaría, por eso Zakros nunca lo perdonó…

 

La noche en la cual estaban ambos azotando, literal, la cama… lo pudo notar, lo olía en su piel, tras las cremas perfumadas, en jabón, el perfume floral, el sudor, los fluidos de su cuerpo, la piel de la mujer olía distinto, Ilias poseía un olfato al que nada se le escapaba.

 

—Hueles… distinto…

 

—¿A qué…? —inquirió la mujer, debajo de él, aún le abrazaba con las piernas, se retorcía, se encogía contra su cuerpo, sintiendo como pulsaba el orgasmo recién alcanzado.

 

—Distinto…

 

Unas semanas después supo por qué… estaba embarazada… y no estaba feliz, de hecho la noticia le aterró. ¿Su heredero… hijo de ella? Se odio a sí mismo por no haber sido lo suficientemente listo para sospecharlo, y no tenía nada de sorpresivo, si se la pasaban follando como dos adolescentes… sintió terror, franco y paralizante terror…

 

Los hijos engendrados por los caballeros dorados son distintos, eso lo sabías y no te importó, es distinto el parto, no es un parto fácil ¡Está en los condenados libros! ¡En los Anales!” le había gritado Zakros cuando se enteró, completamente desquiciado.

 

Y nunca se lo perdonó… ni él mismo acababa perdonándoselo.

 

Se fue, vivió con ella, lo más normal posible que pudo, en secreto. Sage sabía que Regulus, había comenzado a titilar, lo que significaba que el siguiente Arconte de Leo estaba por nacer, no le era extraño, Ilias mismo le había manifestado su deseo de engendrar a su propio heredero, sólo que el cálculo había salido un poco mal.

 

—Y la mujer nos dejó… —se torturó una vez más.

 

El parto había sido tan difícil, había tardado horas, agonizó más allá de lo razonable… horas en las que Aspasia sufrió lo indecible, se desgarró, se desangró, apenas pudo ver al bebé, le llamó Attis… y no volvió a abrir los ojos… una de las estrellas de Géminis se había apagado, Aspasia, Arconte de Géminis, lo había dejado. Se cumplió la profecía. Y su hijo había heredado un poder inconmensurable al ser hijo de dos caballeros dorados...

 

Attis Liberopoulos, “niño bello, hijo del hombre libre”.

 

Se levantó cuando el manto negruzco del cielo se iluminó discretamente, una lluvia de meteoros, Las Leónidas, estaban atravesando Denébola, estrella doble de Leo, un espectáculo que ocurría una vez cada treintena de años. Una de las estrellas de Denébola brillaba más tímida que la otra.

 

—Sé lo que significa —masculló—, no puede haber dos bajo el signo de Leo, mi momento ha llegado… para dar inicio al de Regulus

 

Respiró llenando los pulmones casi hasta sentirse mareado. Sonreía. La Naturaleza le confirmaba que estaba por cumplirse su plazo, y que al menos ese cometido había cumplido: el de dejar al poderoso guardián del fuego de Prometeo… le necesitarían. Sísifo entendería, o al menos esperaba que lo entendiera… los guardianes del Fuego Inicial venían de una estirpe fuerte…

 

SIDE B

Didn't mean to make you cry,
If I'm not back again this time tomorrow,
Carry on, carry on as if nothing really matters

Too late, my time has come,
Sends shivers down my spine, body's aching all
the time
Goodbye, everybody, I've got to go,
Gotta leave you all behind and face the truth

Bohemian Rhapsody, Queen.


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