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Kommátia Protoú por HokutoSexy

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VIII. LASCIVIA

(Escorpión)

 

SIDE A

Imagine me and you, I do
I think about you day and night
it's only right
to think about the girl you love
and hold her tight
so happy together
If I should call you up
invest a dime
and you say you belong to me
and ease my mind
imagine how the world could be
so very fine
so happy together

Happy together, The Turtles.

 

 

Nada era comparable al jodido susto de muerte que le dio la primera vez Dègel, ¿quién se despierta y se encuentra un cuerpo helado a un lado de la cama y encima de él? ¡Como desfallecido! Así fue como lo conoció… tenía unos quince años… se recuperaba de una fiebre de antología… ni siquiera recordaba cómo había ido a dar al templo del Escorpión con todo y la armadura… y tenía en las piernas, acurrucado, a un tío totalmente helado… pensó que incluso estaba tieso… muerto… ¡Un muerto a sus pies! ¡Bonito recibimiento! Él se había jugado la vida contra Zakros Oraios, el Arconte de Escorpión, su maestro ¡Y le recibían con un muerto!

 

—Por el húmedo coño de Afrodita… —rumió.

 

Al hablar, el extraño se movió… casi se orinó encima, pensó que o bien aquel raro era una especie de Lázaro, o que él estaba ya en el Inframundo y no en el Santuario.

 

No comenzaron bien las cosas entre ellos… Kardia nunca tenía buenos comienzos con nadie, después lo supo: era Dègel Aesgir de Ketill, el flamante Arconte de Acuario… los moradores del thòlos… los peculiares moradores del templo circular… todo ellos v-í-r-g-e-n-e-s… o al menos eso era lo que él sabía.

 

Ni siquiera intentes acercarte a ellos, si planeas adorar su culo, fracasarás, en especial con la última adquisición de Krest ¡Já!, todos ellos viven en celibato… y déjame decirte que ante Krest… no hay voluntad que se oponga”, eso le dijo su maestro, cuando fueron de Creta, en dónde estaba entrenando, hacia Atenas.

 

¿De verdad viven vírgenes? ¿Y qué hacen entonces, se la jalan?” Inquirió el joven Kardia arqueando una de sus oscuras cejas.

 

No lo sé, probablemente, da igual. Ahora volvamos… me estabas hablando de la Batalla de Salamina… soy todo oídos…”, cortó el rubio en su peculiar manera de ser: sarcástica.

 

Lo que no le dijo, es que él dudaba mucho que los caballeros de Acuario, todos, hubiesen mantenido el voto, al menos el que fue su compañero, Paris, no lo hizo… quizás sólo el viejo Krest se había abrazado a su religiosa vida monacal cerrando las piernas y manteniendo los pantalones arriba.

 

Años después, fue precisamente Dègel el que le contó la vieja historia del juramento de celibato que estaba atado a los moradores de Acuario… que databa de cientos de años atrás, ¿o eran miles?... uno de esos días en los que no se estaban fastidiando… cuando para él, para Kardia, las cosas ya habían empezado a cambiar…

 

Porque tenía que admitirlo: le gustaba… le volvía loco… levantaba su aguijón, ese aguijón, con una velocidad fenomenal, con sólo tener su humanidad cerca se sentía excitado y firme… no tardó mucho tiempo en darse cuenta de que le gustaba más allá de lo apreciativo. Y de ahí… comenzó su acoso sistemático…

 

Canéfora”, así le llamaba, haciendo burla a aquello de permanecer virgen.

 

—¿Sabes que el friso del Partenón está inspirado en la morada de los aguadores, en Acuario? —le soltó muy casual un día.

 

—¿En serio? Pues yo no he leído nada de eso… ¿En dónde lo encontraste? —preguntó el normando con su exquisito y ronroneante acento francés, interesado.

 

—Sí, claro… las canéforas de Acuario…

 

Bâtard!

 

—¿Cómo me llamaste, cabrón? ¡Dilo en griego! Anda… repítelo en griego… —contestó el cretense empezando a cabrearse.

 

Ingenue… —contestó con una sonrisa de satisfacción en el rostro.

 

Es verdad… él era un ingenuo, siempre lo fue, porque solo un ingenuo va detrás de los imposibles… sólo un ingenuo cae rendido sin obtener nada. Podía tener un pésimo carácter, ser una verruga en el culo, ser un guarro y un patán… pero Dègel lo venció… de muchas maneras.

 

Para variar habían acabado en Rodorio, en una taberna, el sacrosanto Dègel-canéfora-de-Acuario, hacia un par de años había encontrado a bien escaparse junto a Kardia por las noches, alcoholizarse y subir dando tumbos, ya fuera a Escorpión o a Acuario… según la cantidad ingerida…, si Dègel venció a Kardia… Kardia corrompió a Dègel… estaban a mano.

 

Un poco nada más.

 

—Para de reírte… si no te callas todo el puñetero Santuario se va a despertar, y Sísifo, el inmaculado guardia de las buenas costumbres, nos va a pillar… —farfulló Kardia.

 

—Como si te importara calentarle las bolas…

 

—No me importa, pero tampoco quiero tener el culo rajado por los latigazos…

 

—Valeeee… —el Arconte de Acuario se llevó los dedos a los labios, apuntando que guardaba silencio.

 

Estaban ahí, en la octava morada, de alguna manera… besándose, de forma soez, sórdida, caliente… ¿Cómo? Quién sabe… la lengua caliente que inspeccionaba la cavidad medianamente tibia del Arconte de Acuario… y la humedad que le recibía gustosa, como si siempre lo hubiese hecho, fue el normando quien le echó los brazos por encima, aunque la verdad es que fue más para sostenerse, porque el calor lo estaba agobiando, que por otra cosa.

 

Calor… Kardia destilaba calor… era una llamarada viviente…

 

Sentía tanto calor… calor entre las piernas, calor por todos lados, las manos de Kardia le atraparon por las nalgas, como siempre había querido hacer, apretó, recorrió, reconoció, confirmó lo que siempre le había dicho.

 

—No lo digas… guarro… —dijo contra sus labios.

 

—¿Qué…? ¿Qué estás buenísimo…? Lo estás…

 

Sólo un poco más, un poco más. Eso era lo que pensaban ambos, uno de ellos deseando sentir y saber un poco más de aquello que tenía prohibido, y el otro, un poco más para avanzar otro tanto.

 

Cuando los besos de Kardia pasaron de los labios hacia el cuello, y se escuchó a si mismo gemir, gemir su nombre, fue consciente de que ya no podía seguir, o lo detenía en ese instante o… se acaban los lazos de amistad para convertirse en algo… que no quería ni imaginar… trató de hacer acopio de valor, rememoró su voto de celibato pronunciado ante Sage y ante la efigie de la Infanta Atenea, recordó su juramento como parabatai de Kardia, delante de Sage, de los otros y sus pares… no… ni hablar…

 

Bajó la mano hasta la entrepierna de Kardia y con un ligero vaho helado acabó reduciendo a la mitad aquel ariete que se apretaba contra su  sexo, el mismo aire gélido alcanzó su propio cuerpo perdiendo la erección que el cretense había provocado, como quien levanta una margarita del suelo.

 

—¡JODER! ¿Pero qué coño pasa contigo, eh? ¿Qué quieres? ¿Congelarme la maldita ve…?

 

Los dedos fríos y largos del francés cubrieron sus labios, le sonrió, como siempre, cínico.

 

—Un día esto no va a ser suficiente para ti… y yo… no puedo ir más allá… —confesó.

 

—Al menos déjame la opción de decidir si es o no suficiente… —le contestó contra los dedos.

 

No… mon petit ami

 

—Siempre has de salir con algo que no entiendo —refunfuñó malhumorado, sintiendo frío entre las piernas—, algún día Dègel, ya no vas a querer parar y yo no voy a querer detenerme…

 

—¡Já! Obvio no… la fiebre te hace daño…

 

¿Quién querría detenerse? ¿Quién? Total… el primer bastión ya había caído…

 

 

SIDE B

I close my eyes, only for a moment, and the moment's gone
All my dreams, pass before my eyes, a curiosity
Dust in the wind, all they are is dust in the wind

Same old song, just a drop of water in an endless sea
All we do, crumbles to the ground though we refuse to see
Dust in the wind, all we are is dust in the wind.

Dust in the wind, Kansas.


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