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El vínculo por -Raiden-

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Notas del capitulo:

Lo siento, si voy un poco rapido en subirlo. 

Espero les haya interesado, el lemon vendra en el quinto capítulo, es importante saber que hace ese "objeto" tan especial.

Advetencia: En este capítulo hay TORTURA, estan advertidos.

El sol salía por el oriente, calentando las olas, la arena blanca y todo lo que tocaba a su paso. Se coló por una ventana llegando a la pálida piel del pequeño, despertándolo con ternura.

 

Abrió sus ojos perezosamente, no quería salir del hermoso sueño que estaba teniendo, pero al ver que la almohada que abrazaba tenía una gran mancha de color rojizo oscuro se levanto rápidamente.

 

¿De dónde había salido tanta sangre? No quería que su cama tuviera algo tan desagradable como su antiguo callejón, lleno de basura y cosas putrefactas manchando sus ropas y cartones que tenía como cobertor, cubriéndolo de las miradas asqueadas de la gente.

 

Aterrado, tomo la almohada y la llevo al baño. Trato de meterla inútilmente en la lavabo, no podía abrir el grifo estaba lejos de su alcance por la poca altura que tenía.

Desesperado saco la almohada de ahí y la llevo a la regadera, abrió una de las llaves esperando que el agua se llevase todo rastro de la sangre.

El baño se llenó de vapor saliendo un poco hacia el cuarto, el agua caliente caía y mojaba un poco al pequeño.

Al sentir el quemante calor en su piel, abrió la otra llave tratando de templarla, estuvo varios minutos abriendo y cerrado los grifos del agua, hasta que finalmente quedo caliente pero al menos era soportable.

Al ver que la almohada se remojaba y la sangre se esparcía, busco desesperado un jabón para tallarla. Ya empezaba a frotar el jabón en la rosácea almohada bajo el chorro del agua, cuando el sonido de la puerta abriéndose hizo que corriera a la puerta del baño para cerrarla y no vieran la espantosa escena.

 

-Tks... Maldición... ¿Porque me pasa esto a mi? - la voz era tranquila y pertenecía a un rubio con un extraño peinado en forma de piña.

-¿Por qué esta habitación es morada? ¿No dijeron que era un niño al que había que cuidar? - se preguntaba el rubio en voz alta recorriendo la habitación con la mirada.

-¿Dónde estás niño? - dijo buscándolo con la mirada y cerrando la puerta para que no se escapará.

Si el maldito mocoso se salía, no le haría gracia al jefe y más con su especial carácter de reír por todo aunque por dentro se lo llevara el diablo. Sus castigos eran simple y llanamente la muerte. Mejor no hacerlo enojar.

El vapor saliendo por la puerta del baño lo delato, y el rubio sonrió triunfal porque le habían ordenado poner presentable al pequeño para su "nueva memoria".

Dejo la bolsa que traía en la mesa central y camino hacia su objetivo: el maldito niño.

 

"Has que tome un baño, ponle esta ropa y déjale presentable. Tengo que encargarme de algo" recordó lo que menciono el espadachín cuando le asigno la tarea.

 

-Maldición. - susurro molesto.

Justo cuando el jefe por fin le dejaba descansar, llega ese maldito espadachín y le pide que haga de niñera.

Si no fuera porque Mihawk nunca pedía nada, que le debiera un favor era una oportunidad que no dejaría pasar.

 

"La verdad apreció más los favores que el dinero" sonrió al pensar en ello, nunca se sabe cuando necesitarías algo.

 

-Oi ¿todo bien niño? - toco la puerta.

Nada, sólo el sonido del agua cayendo.

-Oi, se que estas ahí, abre la puerta. - ahora tomaba la perilla de la puerta tratando de abrirla.

El vapor salía por el contorno de esta y no escuchaba la voz del niño.

Entro en pánico, quizás el maldito mocoso se mareó por tanto vapor y seguramente se desmayó o tal vez se golpeó la cabeza cuando resbalo por falta de visibilidad del maldito vapor.

Cosas más horribles se dibujaban en la mente del rubio, desesperado decidió abrirla por la fuerza.

El golpe de una poderosa patada cedió la puerta. El vapor lo envolvió por un momento, pero cuando se recuperó del húmedo calor busco al niño.

Lo que encontró no tenía nombre. El rubio estaba más que sorprendido.

Sus ojos estaban totalmente abiertos, su boca entreabierta y el calor del baño le pinto un rubor tenue en su rostro.

 

El niño estaba totalmente empapado por el agua, un poco de su cabello castaño pegado a su frente haciendo juego con sus ojos violetas claros por la humedad del lugar. Un rubor carmesí bastante marcado en su rostro lo hacía ver más que sumiso.

Su cuerpo aunque estaba vestido mostraba partes de su clara piel mojada dándole un tono de blanca seda, y lo que terminó por hacer explotar la caliente sensación del rubio fue, oír los gemidos del pequeño escapar por sus tiernos labios entreabiertos, por tratar de quitar la mancha rosada de la almohada debajo de él.

 

Era hipnótico y no sabía que pasaba, su acelerada sangre se juntaba en su entrepierna.

Se arrodilló a su altura para tocar sus labios y al observarlo más de cerca vio una marca morada bastante grande en su mejilla.

 

Esto lo devolvió a la realidad de golpe, sintiéndose estúpido por lo que iba hacerle al niño. El no era un jodido violador, y menos de un menor de edad. ¿Que mierda paso? ¿Por que ese niño encendió su maldito lívido al máximo con tan sólo verlo?

El rubio se quedo inmóvil unos segundos.

 

-No tenías que bañarte con todo y almohada, y la ropa se lava aparte. - ¿En serio dijo eso tan idiota?

-Se macho de sangre. - contesto el pequeño avergonzado y soltando el jabón.

"No hagas eso, no hagas eso, no hagas eso" repetía en su mente el rubio al ver niño más deseable.

-Termina de bañarte y yo limpiare la almohada. - intento cambiar de tema.

-Está bien. - susurro aliviado el niño.

-Bien. - repito él.

El pequeño al ver que el rubio no se movía y no dejaba de verlo soltó incómodo -Deja de mirarme...

-¿Eh? ¡Perdona!, no quise... - menciono nervioso mientras salía del baño. -Te traeré ropa limpia. - Cerró la puerta con cuidado.

"Mierda... ¿Que fue eso?" el rubio no podía creer lo que acaba de pasar. Saco rápidamente la ropa de la bolsa y espero sentado en la cama con esta en mano.

 

Se golpeaba mentalmente por su actitud y empezó a darle una punzada en la cabeza, tanto que se dejó caer en la suave cama.

Respiro profundamente, un olor dulce emanaba de la cama del pequeño, muy agradable, cerró los ojos, la mezcla del aroma a madera junto con el dulzor, hizo revolotear sus sentidos. Abrió los ojos lentamente giro su cabeza y vio el pañuelo de Mihawk. Extrañado lo tomo y volvió a sentarse en la cama.

 

¿Por qué lo tenía el niño? ¿Acaso este fue quien hirió al espadachín? Esas preguntas y más se formularon en su cabeza.

El sonido del agua ceso y el vapor también. Dedujo que el niño había terminado. Camino de nuevo al baño con la ropa del niño en una mano y con la otra guardo el pañuelo en su pantalón.

Entreabrió la puerta para introducir la ropa.

 

-Ten. Puedes vestirte sólo ¿no? - eso no era precisamente una pregunta.

Sintió el jalón de esta y volvió a cerrar la puerta.

Espero paciente, recorriendo la habitación cuando el pequeño salió del baño.

Llevaba una playera de manga corta y un short en color crema. Sus pies seguían descalzos y su cabello mojado tapaba sus ojos.

 

-Ten...  - le extendió al niño unas deportivas blancas que estaban en la bolsa que traía.

El pequeño las tomo y se las puso a toda prisa, cuando ya estaban en sus pies miro fijamente las agujetas sin saber qué hacer.

El rubio que lo miro todo el rato recargado en una de las paredes, vio confundido al pequeño.

-¿No sabes atarlas? - pregunto serio.

El niño alzo la vista pero no se veían sus ojos por su cabello, estaba avergonzado por no saber algo tan simple.

Suspirando el rubio se acercó, se inclinó para atar sus agujetas. El pequeño veía asombrado como lo hacía tan fácil y rápido.

-Listo. - afirmo sonriente.

-Pero ¿Qué haremos con tu cabello? - le pregunto al niño, como si el supiera que hacer.

-La verdad yo sólo despeino un poco el mío, pero el tuyo es relativamente largo. - dijo sus pensamientos en voz alta el rubio.

-¡Oh! Tengo una idea. - saco rápidamente su celular de su bolsillo para presiona dos teclas.

Le dio tono, un sonido, luego otro más.

-¡¿Qué mierda quieres?! - contesto una voz al otro lado del teléfono bastante molesto.

Ignoro el tono de voz que usó el otro y remato con otra pregunta.

-¿Recuerdas que me debes un favor? - dijo con tono burlón el rubio.

-Tks... ¿Qué necesitas? - contesto resignado.

-Quiero que vengas al último cuarto del área norte y trae tu fijador para el cabello. - dijo directo al punto para evitar más preguntas.

-¿Eh?... ¿Para qué- cortó la llamada el rubio y suspiro hastiado.

-Ahora a esperar. - dijo sentándose en uno de los bancos de la mesa.

El pequeño lo imitó y tomo asiento delante de él.

 

Se hizo un incómodo silencio. Tenía que romper el hielo, el niño casi no hablaba.

 

-¿Cómo conseguiste esto? – pregunto sacando y enseñando el pañuelo con sangre.

El pequeño se lanzó para tomarlo pero el rubio lo alzo para que no que no lo alcanzara.

-Te hecho una pregunta - su mirada y tono serio aparecieron.

El niño confundido regresó a su asiento y bajo la mirada.

-El me lo dio. - susurro.

-¿El fue quien te hirió en el brazo? - vio la venda mojada y manchada de sangre.

El pequeño asintió.

-¿También te golpeo en la cara? - pregunto nuevamente al ver su morada mejilla.

Este negó con la cabeza.

Bajo la mano con el pañuelo, y lo estiraba en sus manos.

-Déjame ver tu brazo. - haciendo un gesto con la cabeza para que el niño se acercara.

Este dudo, y sólo lo veía desconfiado.

-No te voy a hacer nada niño. - afirmo con voz calmada.

El niño miro su brazo y lentamente se levando de su asiento. Camino y en dos paso ya estaba frente al rubio.

Quito con cuidado la venda, un aroma dulce se empezó a percibir, los dedos del rubio rozaban la piel clara de pequeño, su respiración se hacía pesada y su ritmo cardíaco empezó acelerarse.

 

"Otra vez, no" pensó el rubio, que era un maldito niño, joder.

 

La herida se mostró. Era un corte horizontal corto pero bastante profundo. Estaba enrojecido alrededor y brotaba un poco de sangre.

El rubio se perdió en su herida y acercó su mano junto con el pañuelo para limpiarlo.

El niño estaba confundido con la escena, esto ya lo había visto con el espadachín.

Ato el pañuelo a su herida con un poco de presión.

Su mente había abandonado su cuerpo se manó se deslizó por su brazo, subiendo por su cuello hasta alcanzar su rostro.

Con un dedo acariciaba la morada mejilla del pequeño, luego paso a sus labios y empezó a delinearlos sintiendo su calor.

Esto se estaba poniendo raro, el niño incómodo volteó su cara.

El rubio al sentir la negativa del niño quiso abrazarlo pero un golpeteo en la puerta lo despertó.

 

-¿Quién es? - pregunto un poco confundido.

-¡¿Cómo que quien?! No hagas preguntas estúpidas y abre de una maldita vez, antes de que me vaya. - dijo enojada la voz.

Saliendo del trance se levantó rápidamente y abrió la puerta.

-¿Para qué necesitas mi fijador de cabello? - pregunto alzando una ceja el pelirrojo de la puerta, era obvio que no era para él.

-Necesito que lo peines. - soltó serio el rubio.

-¿A quién? - pregunto confundido.

Este sólo se apartó dejando que viera al niño con el desordenado cabello.

-Jajajajaja, no me digas que estás haciendo de niñera de este. - se burlo. - ¿Te lo pidió Vergo? - término mirando al rubio.

-No, fue Mihawk. - aclaro la duda del pelirrojo.

-Pues que mal trabajo haces, Marco Jajajaja - río bastante acercándose al niño.

-Pues tú no te quedas atrás, en el último trabajo tuve que salvarte el culo. ¿Recuerdas Kidd? - dijo tranquilamente mientras se recargaba en la pared.

Este paró su risa burlona, y frunció el ceño, en parte el rubio tenía razón pero no lo aceptaría delante suyo.

El niño vio al impotente pelirrojo y dio un paso hacia atrás.

-¿Me tienes miedo? - su voz se volvió ronca y un poco aterradora.

Este negó con la cabeza.

La mirada de Kidd buscaba los ojos del niño, pero sólo veía su cabello.

-Acercare entonces. - menciono mientras se sentaba en el banco, y sacaba un peine de su chamarra.

El pequeño apretó los puños, y camino rápido hasta quedar enfrente del pelirrojo.

Una pequeña risa escapo por los labios de Kidd, tenía que admitir que el mocoso tenía agallas.

Tomo el mentón del niño y empezó a a peinar su castaño cabello, despejando su frente.

Y ahí estaban esos ojos violetas ahora oscuros por el enojo, brillando retadoramente por ofender su orgullo. Kidd hizo lo mismo que todos los que lo veían, entreabrió sus labios y sus ojos ambarinos se perdieron en esa hermosa miraba violeta.

 

"¿Como es que un niño tiene unos tan jodidamente... hermosos?" sus pensamientos traicionaban la mente de Kidd.

 

Luego recorrió con la mirada su claro rostro y vio la enorme marca morada en su mejilla.

La mano de su mentón voló a la marca y la delineo. Frunció el ceño, pensando quien era el bastardo que se tuviera el atrevimiento de marcarlo de esa forma.

-No fui yo, ni Mihawk, y dudo mucho que haya sido Vergo. - intervino el rubio al ver la mirada de su amigo.

-Matare a la maldita rata que lo hizo. - bufo molesto el pelirrojo.

-Pero primero termina de peinarlo. - dijo el rubio.

"Un momento... ¿Por que mierda me importa quien golpeo a este mocoso?" Se golpeó mentalmente Kidd, sacudió su cabeza y continuo peinándolo.

Empezó hacerlo hacia atrás y luego uso su fijador, para terminar peinándolo como él.

-Perfecto. - sonrió el pelirrojo al ver su obra de arte.

-Así, si parece tu hijo, excepto por el color de cabello, el se ve normal, en comparación contigo jejeje. - término riendo el rubio por lo bajó.

Kidd sólo lo fulminó con la mirada.

El niño corrió al baño para ver su nuevo peinado en el espejo.

Cuando llego a este se sorprendió y se ruborizo, era igual al de él pelirrojo. Quedo encantado con el cambio de look.

Los hombres se miraron un minuto confundidos pero cuando vieron salir al menor con una sonrisa en su rostro los dejo boquiabiertos de nuevo.

La cara del menor era una poesía, sonrojado, con sus ojos violetas entrecerrados y una sonrisa dibujando su rostro.

Era jodidamente tierno.

 

-Bien, es hora de irnos. - interrumpió una voz el mágico momento, haciendo que los dos hombres de la habitación voltearán para ver a Vergo parado en la puerta, tendiendo una mano al niño.

Este corrió a donde estaba el hombre de la gafas y tomo su mano.

-¿Que mierda de peinado te hicieron? - volvió hablar Vergo con seriedad.

-Oi, al niño le gusto, además le queda bien. - dijo molesto Kidd, volviendo su mirada fría y asesina.

-Como sea, ustedes también vienen, le presentarán a los demás para cuando este finalizada la reinserción de memoria. - eso era una orden y se volvió para caminar con el niño por el pasillo.

-Ese idiota. - murmuro Kidd.

-Al menos ya no nos molestara el resto del día. - trato de tranquilizarlo Marco.

 

-...-...-...-...-

 

Siguieron al par que iba delante de ellos, el pequeño se veía feliz con su peinado y daba pequeños saltos de vez en cuando. En cambio Vergo seguía serio, y no soltaba al niño.

Llegaron a una gran puerta metálica con un panel electrónico y una mirilla, que era el reconocimiento retinal.

Vergo alzó un poco sus gafas, una luz escaneó su ojo para abrir la puerta.

El sonido de unos cerrojos abriéndose hizo que el menor se ocultara tras el hombre de traje que no soltaba su mano.

La puerta se abrió y dentro había una sala de color blanco puro y los destellos color cromó de los instrumentos y muebles lo llevaron a una conclusión obvia era un quirófano, aunque había una silla mecánica en lugar de la mesa de operaciones.

 

-Ustedes vayan al palco de arriba y cuando termine la reinserción, harán su trabajo. - dijo Vergo señalando una puerta para acceder al segundo piso, que tenía un cristal enorme donde podían ver todo el cuarto.

Ambos fueron hasta la puerta, subieron las escaleras con calma, entraron y se sorprendieron al ver a Crocodile y Doflamingo sentados esperando pacientes.

 

-¡Oh! Kidd-chan, Marco-chan, me alegra que hayan venido, aún siendo tu día de descanso vienes al trabajo, eso me gusta. - era una clara indirecta para el rubio.

-Es un favor que le debo al espadachín Doflamingo. - mintió Marco para que su jefe no hiciera más preguntas.

-Fufufufu, como sea, espero que disfruten el espectáculo. - su sonrisa macabra apareció en su rostro.

El par que aún permanecía en la puerta trato de ignorarla pero era incómoda y se sentaron en la parte más alejada posible de su jefe.

Las luces de la sala de operaciones se apagaron y luego unas intensas luces sólo alumbraban el centro de la habitación.

Vergo sentó al niño en la silla, lo amarro con unas correas de piel de esta, en manos, pies y su cuello. Luego puso unas cadenas en su cintura. Le estaba acomodando una banda metálica en su frente cuando vio la enorme marca morada de su mejilla.

La acarició y vio que el pequeño lo veía confundido, este se volvió a concentrarse en su trabajo y término de amarrar al niño.

Saco un tubo mediano de madera de su bolsillo y abrió la boca.

El pequeño lo imitó abriendo también la boca, rápidamente metió el tubo y forzó al niño a morderlo fuertemente, coloco una correa más en su boca para evitar que lo escupiera y también evitar que se lo tragase.

El pequeño un poco asustado, no parecía oponer resistencia.

-Has todo lo que te digan. - fue lo único que dijo al niño y se marchó hacia la puerta para subir al segundo piso.

Abrió la puerta y se sentó en la parte trasera de la habitación.

Un fuerte ruido de una puerta que no habían visto, se abrió dejando salir a un hombre con un traje blanco cubriéndolo completamente y una mascara de oxígeno conectada, como si el mismo niño fuera radioactivo o peor aún, un portador de una mortal enfermedad.

Crocodile que está sentado hasta el frente con el rubio, apretó un botón en el brazo de la silla. Encendiendo el altavoz de la habitación.

-¿No crees que eso es exagerado, Clown? - pregunto por la ridícula forma de vestir del científico.

-Es para mí protección, aún no conozco los efectos secundarios de la droga, si ustedes se exponen puedes ser víctimas de algún contagio. - aseguro el científico acercándose a una mesa con instrumental quirúrgico, unas soluciones de colores extraños y muchas jeringas y agujas de distintos calibres.

-Fufufufu puede proseguir César-chan. - estaba realmente impaciente por ver como lo torturarían.

-Sí señor. Sujeto de prueba número trece, edad seis años, tipo sanguíneo AB, RH negativo, sexo - no pudo terminar de hablar.  

-No nos interesa eso, puedes saltarte la parte aburrida. - ahora hablo el pelirrojo, no quería que lo torturan a él con información que francamente le importaba una mierda.

El científico miro un momento a Donquixote y este sólo asintió, ya que a el tampoco le importaba mucho, no recordaría nada de eso y su nueva memoria sería más divertida según él.

-Bien. - bufó molesto César.

-La droga "Fruta del diablo" es altamente corrosiva sin embargo el sujeto trece la soporto, las pruebas diagnósticas hemáticas revelan una mutación en sus componentes sanguíneos, incluso se ajusto a su cadena de ADN.

Es necesario hacer un cambio de su mapa mental, junto con los elementos de su percepción.

La reinserción de memoria, contara en la eliminación de todo recuerdo relacionado con su pasado, la nueva memoria se sobre escribirá en algunos elementos, y su actividad psíquica se incrementara para la absorción de información vital.- finalizo el científico mientras conectaba unos electrodos en su manos, pies, abdomen, tórax y cabeza.

 

Puso una solución transparente en una jeringa y la inyecto directamente en una vena del brazo del pequeño, para reducir los efectos de la terapia.

El pequeño no hizo ningún gesto de dolor, y permaneció quieto todo el tiempo.

El científico se acercó a un panel, haciendo que una pantalla bajara del techo quedando enfrente del niño.

Encendió la fuente de poder y toco los botones marcando máxima potencia.

-Contacto. - dijo felizmente el maldito científico y apretó un botón rojo.

 

La corriente eléctrica, paso por el cuerpo del niño haciéndolo arquearse por instinto, sus ojos violetas se abrieron al máximo dejando ver el terror de este, se volvían claros por las cristalinas lágrimas contenidas.

Sus pequeñas manos se aferraban a los brazos de la silla, junto con sus pies que apretaban el interior de las deportivas.

El trozo de madera lo mordía con tanta fuerza que su labio inferior empezó a sangrar un poco.

La descarga ceso un momento y nuevamente el científico le ministro una sustancia azulada opaca en otra de sus venas.

Regreso al panel de control y la pantalla se encendió, una nueva descarga pasó a través de sus pies llegando a su cabeza, sintiendo calor en esta. Otra oleada de electricidad, volvió arquear su espalda.

Cuando paso la corriente por su cuerpo por cuarta vez consecutiva, ya no se revolvía incómodo, su columna vertebral apenas se movía. Parecía que tenía pequeñas convulsiones, aunque no perdía el sentido su mente empezó a divagar.

En la pantalla aparecieron una serie de imágenes, no sabía si era por se había encendido o si era una mala pasada que le jugaba su mente.

Las imágenes pasaban rápidamente, pero las alcanzaba a distinguir perfectamente. Sangre. Mucha sangre brotaba de lo que era un ser vivo. Huesos, músculo y piel se rompían como papel. Gente asesinando a otra. Animales salvajes devorando a sus presas coloreando sus mandíbulas del rojo brillante. Una que otra frase o palabra se colaba entre las imágenes.

El sonido de las descargas era lo único que se escuchaba. El científico anotaba fascinado las reacciones del niño y los resultados que mandaba un encefalograma.

-¡Qué gran espectáculo! Fufufufu - reía maníacamente en su asiento.

-Ya, no es para tanto. - miraba confundido Crocodile a Doflamingo.

Kidd al igual que Vergo, sólo veían con seriedad la tortura y Marco se revolvía incómodo en su asiento.

La verdad no era nada agradable ver esa escena, el menor absorbiendo toda esa mierda, y encima de todo eso las descargas eléctricas eran lo peor.

De pronto el científico ceso las descargas, el cuerpo del menor se dejó caer vencido, los ojos violetas del pequeño seguían mirando la pantalla como si las imágenes siguieran pasando a pesar de que esta se apago cuando la electricidad ceso.

Ahora le inyectaría una sustancia roja espesa, pero está seria en la herida.

El niño miro como se acercaba, tenía una sonrisa malévola y le quitó el pañuelo arrojándolo al piso, en el momento de introducir la aguja sintió un quemante líquido introducirse.

Su cuerpo empezó a temblar desesperado, el calor se convirtió en un helado escalofrío.

Nuevamente el macabro científico encendió el generador para una nueva serie de descargas.

 

Su cuerpo apenas se movió, estaba totalmente paralizado y las imágenes volvieron a aparecer. Sólo que esta vez vinieron recuerdos de donde vivía, niños corriendo de la gente, como buscaba en los basureros de la calle comida, un hombre golpeándolo en un callejón, todo se iba desvaneciendo, luego unos ojos penetrantes color amarillo aparecieron, recordó cuando lo hirió, y empezó a soltar sus lágrimas. Se deslizaron por sus mejillas y sentía arder su brazo, la herida empezó a sangrar profusamente, empapando su brazo y cayendo hasta su short manchándolo ligeramente.

 

Otros rostros aparecieron en su mente y luego se esfumaban. Se empezaba a marear, todo el lugar deba vueltas a su alrededor, y finalmente se desmayó.

El científico apago la infernal descarga. Se acercó al niño tomo una pinzas y limpio la herida recogiendo la sangre con una gasa, que luego puso en un frasco.

Al pasar las gasas, busco la herida para poder suturarla, pero su color era azulado por dentro y rojo brillante alrededor, como si las descargas se mezclaran con su herida, haciéndola brillar débilmente.

Regreso al panel nuevamente para sacar una cámara digital y tomo fotografías de su gran experimento.

 

Notas finales:

Gracias por leer.


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