Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El Chico Perfecto por jotaceh

[Reviews - 166]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola a todos!!!

 

Espero que se encuentran muy bien y que todo les salga a la perfección....

 

Bueno, lo siento nuevamente por no haber actualizado antes u.u pero he tenido tanto que estudiar que no había podido antes.... espero que me entiendan...

 

Bueno, aquí les traigo el capítulo 19.... espero que les guste :3

CAPITULO XIX: Mi madre.

¿Qué se supone que estoy haciendo? El movimiento del bus intenta despegarme de aquellos pensamientos que abruman profundamente mi cabeza. De repente llega Felipe diciéndome que ha encontrado a mi madre biológica y yo sin siquiera meditarlo con cuidado, acepto viajar en su búsqueda, a aquel pueblo tan lejano donde supuestamente se ha ido a esconder. ¿Una mujer millonaria que tuvo que dejar a su hijo por la presión social de ser una madre soltera? ¿Una reina de un imperio lejano que perdió a su hijo por la venganza de un poderoso hombre? Eso es lo que siempre los niños huérfanos piensan al idealizar a sus progenitoras, pero nunca fue mi caso. Siempre he sabido que aquellos son solo cuentos añejos de gente inocente, jamás pude creerlos. Una madre que no podía alimentar a su pequeño hijo recién nacido, una mujer que jamás sintió apego por aquel a quien engendró a causa de una estruendosa realidad ¿qué más puedo pensar de alguien que me abandonó sin siquiera darme la oportunidad de amarla?

-Fui día tras día hasta el orfanato donde te dejaron, quería que me dieran un indicio sobre tu madre, pero aquella mujer, doña Alicia, no quería ayudarme en mi investigación… Al final, parece que de tanto insistir me dio una pequeña pista… Eugenia Alfaro, así es como se llamaba su mejor amiga en la infancia y la misma quien años después le trajo un pequeño niño de ojos verdes para que lo cuidara un par de meses, ya que debía resolver un asunto muy importante en el sur… pero como era de esperar, jamás regresó…- De la nada mientras seguíamos viajando en el bus, Felipe decide contarme lo que estuvo haciendo por casi dos semanas. Eugenia Alfaro… es ese el nombre que debía haber memorizado desde pequeño como aquella a quien más amaba en el mundo, a quien le haría las manualidades en el colegio para el día de las madres, aquella que abrazaría cuando tuviera pena. ¿Qué debo hacer para no comenzar a llorar? Creí que era un tema superado, pero tal parece que aquella herida aun no cicatriza. -¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué te esfuerzas tanto por encontrar a mi madre?- De repente una duda asalta mi mente y debo recibir una respuesta, todo esto ahora comienza a parecerme extraño. –Bueno… en realidad… pensé que te sentías un tanto desplazado desde que todos se enteraron que soy hijo de Alejandro. Vi tu mirada aquella noche mientras Ignacia me abrazaba y supe de inmediato lo que estabas sintiendo… ¿Sabes? Tus palabras me hicieron recapacitar y creo que le daré una oportunidad a aquel hombre, quizás sea buena idea tener un padre… pero antes de ello quiero que tú también encuentres tus orígenes… Espero que no te incomode mi decisión…- Veo el brillo en sus ojos azules y me es imposible enojarme. Le conozco y sé que lo ha hecho con una buena intención, aunque no sé si el resultado será el esperado.

Tres horas transcurrieron antes de llegar a aquel recóndito poblado, sumergido en lo más hondo de la nada. El frío cala mis huesos cuando me bajó del bus y me encuentro de pie delante de aquel paraje tan agreste. La neblina cubre el campo a nuestro alrededor, no podemos definir claramente cómo es el paraje, simplemente debemos seguir el sendero hasta encontrar la casa que le han señalado a Felipe que es la indicada. –Doña Eugenia tiene un hostal en el pueblo, así que iremos a alojarnos allí esta noche con el pretexto que estamos de viaje… No podemos llegar presentándote como el hijo que abandonó… debemos ir tranquilamente…- Aquel es el plan que el presidente del centro de alumnos ha calculado. Parece sencillo a primera vista, pero no sé qué sucederá cuando la tenga frente a mis ojos, cuando pueda percibir el alma de quien me engendró hace dieciséis años.

La casa es de adobe, pintada rústicamente de blanco, su techo es de una opaca teja roja que en contraste con las paredes pareciera resaltar el estilo campestre. En la entrada nos encontramos con muchas hortensias que nos guían hasta la puerta, la misma que Felipe toca fuertemente para señalar nuestra presencia. Esperamos un par de minutos que me parecen una eternidad. Mi corazón palpita incesantemente, está desbocado ante tal escenario, ante una de los actos más importantes de la obra de mi vida. De repente la puerta se abre y nos encontramos frente a una mujer madura, un tanto más pequeña que nosotros, no es delgada pero tampoco regordeta, parece una señora normal, su piel está tostada y su cabello es negro, pero lo que más me sorprende son sus profundos ojos verdes, los mismos que puedo reconocer cada mañana al ver el reflejo de mi rostro en el espejo. –Buenas tardes, ¿en qué les puedo ayudar?- Es la forma en que Eugenia nos saluda, no es necesario que se presente, ya que sus orbes lo han hecho por ella y me han dejado en claro que es la mujer a quien buscamos.

El mundo se paralizó mientras ingresábamos a aquella antigua construcción, sé que caminaba detrás de Felipe mientras él hablaba con la dueña del hostal, pero no pude escuchar la conversación ni tampoco observarlos, estaba profundamente perdido en mis divagaciones. De la nada me encuentro en una habitación fría, de un techo altísimo, su piso de madera cruje dolorosamente ante nuestro peso, los catres de bronce es lo único que llenan la habitación, unidas a las descoloridas sábanas y una mesita de noche que pareciera más anciana que toda la casa. –Me quiero ir… no sé si pueda resistir todo esto…. Es ella… ella es mi madre, no me cabe la menor duda…- Decido abandonar el letargo y suplicarle a mi acompañante que desistamos del plan, que regresemos a la ciudad y nos olvidemos que algún día conocimos este apartado pueblo, este antiguo hostal y lo más importante, aquella mujer de ojos verdes. –No podemos hacer eso, debes enfrentar tu pasado si quieres crear un futuro, eso es lo que he aprendido en mi vida y lo que ahora trato de hacer acercándome al hombre por quien mi madre se suicidó… Tú debes hacer lo mismo, enfrentar a esta mujer y seguir adelante, sabiendo que no dejaste nada inconcluso… Bueno, eso y que además ya no hay buses a la ciudad hasta mañana en la tarde, así que obligatoriamente debemos quedarnos esta noche aquí…- No sé si la primera sentencia me convenció o fue la segunda, pero lo cierto es que me rendí y decidí seguir adelante, conocer a doña Eugenia y descubrir mis orígenes.

La cena es en un amplio comedor, enorme como todo en aquella antigua casa, pero viejo como era de esperar. Las casas de antaño eran tan amplias, ¿será porque las familias antes tenían muchos hijos? Como estas preguntas me hago mientras bebo la sopa que nos ha preparado la dueña del hostal. Sé que es mi forma de eludir la realidad, que no debería hacerlo sino que comenzar a conversar con esta mujer, pero el pánico me paraliza. -¿Y qué andan haciendo por estos lados? ¿Tienen algún pariente en el pueblo?- Debe ser ella quien rompa el silencio, ya que la cena comenzaba a transformarse en una monotonía, silenciosa y paralizante. –En realidad estamos buscando a una mujer, es alguien muy importante para mi amigo, así que por ello nos quedamos a dormir hoy… será una tarea muy difícil…- Tras la respuesta de Felipe, doña Eugenia se ofreció a ayudarnos en nuestra búsqueda y de inmediato mi ser se estremeció tanto que debí asustarla con aquel enorme no que produjo mi voz. Por unos segundos recordé el rechazo de la gente en el centro comercial, cuando el hermano de Rodrigo me pidió noviazgo en aquella extraña broma que me gastaron. Ahora mismo aquellos dos me observan perplejos ante mi reacción y debo salvar la situación. –Es que es un tema muy delicado, preferimos hacerlo nosotros mismo, de todos modos muchas gracias por su intención…- Y son las únicas palabras que la mujer escucha de mi voz durante la velada. El resto de la cena transcurre entre la plática de actualidad más aburrida que le he escuchado a Felipe, a veces es tan adulto para sus gustos.

La noche llegó sin mediar aviso y como no había nada más por hacer, nos dirigimos hasta nuestra habitación para acostarnos a dormir. El catre de cobre rechina un montón cuando uno se sube y aún más cuando intento buscar la postura adecuada para reposar. Creo haber encontrado el ángulo correcto cuando me percato de un pequeño detalle, las frazadas son tan delgadas que no impide que el frio me inunde con su bestialidad. Tirito descontroladamente y aunque intento dormir en posición fetal, la gelidez del ambiente me impide conciliar el sueño. Creo que será una larga noche cuando de repente siento el intempestivo sonar del catre de Felipe y luego el movimiento de mis frazadas al recibirlo. El chico se ha acostado en mi cama y sin más me abraza mientras con sus manos acaricia mi espalda, buscando con ello calentar mi gélido cuerpo. –No creas que hago esto con otras intenciones, solamente no quiero que te enfermes por soportar el frío…- Es lo que me susurra en medio de la noche unos minutos después de su arribo a mi cama. Tengo mi cara incrustada en su pecho gracias a su abrazo, pero debo levantarla para percatarme del sonrojo en sus mejillas, aunque intente ocultarlo esta situación remueve sus sentimientos. Tal vez no sería bueno hacer esto, podría confundirle, pero también hay que aceptar que nos necesitamos mutuamente, de lo contrario moriremos congelados.

Los primeros minutos fueron incómodos, no podía estar en paz para lograr quedarme dormido, pero luego me percaté de lo confortante que es escuchar el latir del corazón de Felipe, me pareció una melodía de cuna y eso unido al calor que me propinaba aquel delicado abrazo, no pude percatarme del momento en el cual me dormí. Es la primera vez que duermo con alguien que no son mis padres, ni siquiera con Rodrigo he hecho aquello. A la mañana siguiente me despierto por el fuerte canto del gallo, que al parecer le encanta hacerlo frente a la ventana de la habitación que utilizamos. Abro mis ojos lentamente y así advierto la imagen que tengo en frente, el rostro sereno de Felipe es lo primero que diviso. Está profundamente dormido, pero aun así no ha dejado de abrazarme, aún sigue con sus manos posadas en mis hombros. Siento mi cuerpo tan liviano, el rostro tan fresco, el ánimo tan alto mientras sigo observando a este muchacho. Creo que hace mucho no dormía tan bien, hace mucho o tal vez nunca había despertado con aquel sentimiento en mi pecho, ¿qué será? No tengo tiempo para dilucidarlo, porque de repente me doy cuenta que el presidente del centro de alumnos también ha despertado y se ha percato de mis actos, de mi embobamiento con su imagen reposada. Ahora es mi rostro el que está sonrojado, pero como siempre lo ha hecho, Felipe no hace ningún comentario que me incomode. Me menciona que debemos levantarnos para desayunar nuevamente junto a doña Eugenia, y al escuchar su nombre recuerdo con estupefacción la razón por la cual hemos dormido allí.

-Me he valido por mí misma siempre, nunca he necesitado un hombre a mi lado ni mucho menos de hijos, estoy muy bien sola y espero que aquello nunca cambie.- Son las palabras que la dueña del hostal le respondió a Felipe cuando éste le preguntó sobre su familia. Durante nuestra estadía, aunque ha sido corta, nos dimos cuenta que no vivía con nadie más y que tampoco poseía retratos con las imágenes de algún familiar, simplemente en esta vida se tiene a sí misma. “Ni mucho menos de hijo”, esta es de esas frases que se quedan marcadas en tu pecho para siempre. Jamás me necesitó, jamás quiso compartir su vida con otros, ni mucho menos con quien lleva su sangre. Fuerza Martín, reúne energías para no desmayarte en este momento, aun cuando tu cuerpo ya no pueda mantenerse en pie. -¿Por qué ha llegado a esa conclusión? ¿No hubiera sido mejor haberse casado con un hombre que la amara? Vivir tan sola en medio de la nada es deprimente, uno siempre necesita a alguien con quien compartir esta vida…- Creo que Felipe se dio cuenta de mi estado, porque un tanto ofuscado le responde a doña Eugenia. En realidad querría preguntarle por qué si no necesita a nadie quedó embarazada de mí, pero no puede ser tan directo. -¿Un hombre? ¿Toda mujer necesita de un hombre que la proteja? Por favor, todos son unos cerdos asquerosos que se aprovechan de una para quitarte todo lo que tienes, te prometen el cielo y la tierra, pero luego de conseguir lo que deseaban se marchan, dejándote sola, triste y abandonada… ¿a quién le importas después de haberle dado todo? A nadie…- Ofuscada la mujer arremete contra Felipe. Ambos nos quedamos perplejos ante la reacción tan desproporcionada que nos da, aunque sus palabras le dan el inicio de la verdad al chico, quien le responde fríamente si aquello que ella narra es lo que le sucedió, y si por ello ahora es tan amargada. –Eres un chiquillo insolente… ¿Quieres saber sobre mi vida? Pues sí, fue eso lo que me sucedió… Le di la poca vida que tenía a un desgraciado que me dejó tras lograr acostarse conmigo. Era una jovencita de campo ingenua y testaruda, que le creyó todo a un citadino recién llegado, un trotamundos que iba de pueblo en pueblo engañando a taradas como yo… ¿Satisfecho? ¿O aún quieres saber otro secreto sobre mí?...- Es tan impactante saber de esta manera la verdad, que no me percato cuando todo mi cuerpo queda libre de culpas, libre de ataduras y se entrega a la libertad de la deriva cósmica. Me desmayo sin más previo aviso, me hundo en aquel pasado escabroso.

-¿Te sientes mejor?- El hijo de Alejandro me lo pregunta inmediatamente después que despierto. Estoy tendido en la cama mientras todo mi cuerpo está pesado, mis piernas me parecen de piedra, mientras que la cabeza no me deja de dar vueltas. Logro sentarme en la cama para poder beber la sopa que doña Eugenia le ha dado a Felipe para que me recobrara.  -  ¿Esta señora creerá que somos tontos? No me voy a recuperar con esto, si es el mismo caldo que nos dio en la cena de anoche, no tiene nada de mágico…- No sé por qué lo primero que digo son estas palabras burdas, tal vez lo hago para dilatar el tema y no preocupar más a este chico, no puedo soportar el desasosiego en su mirada.

Para recuperarme, a mediodía salimos a caminar por el pueblo. El clima ha mejorado considerablemente, y ahora es grato deambular por las calles polvorientas, aunque en el campo uno nunca sabe cuándo vuelve a aparecer una tormenta. Nuestro paso es lento e intentamos rescatar cada detalle del paisaje. A lo lejos observamos vacas, más allá hay un par de caballos y en sentido opuesto ovejas pastando. Escuchamos el sonido de las hojas al chocar desesperadas con sus hermanas por la acción del intrépido viento. El sol alumbra tenue, tímido ante tanta hermosura, engalanando sencillamente aquella maravillosa creación. Un par de minutos más de caminata y me percato de la serenata que nos da una cigarra, que alegre nos da la bienvenida a este pueblo tan alejado.

Por unos minutos trato de no pensar en lo que acabo de descubrir, pero me es imposible, termino divagando sobre ello de todos modos. Soy el hijo de una relación dolorosa, de un engaño, la razón por la cual ahora aquella mujer ha decidido esconderse aquí, odiando a todo aquel que intente acercársele. Era tan solo una criatura, pero me apartó como lo ha hecho con todos. ¿Yo tuve la culpa de toda su amargura? ¿Soy un cómplice de quien es mi padre biológico? La caminata se me hace tortuosa, aun cuando esté rodeado de tanta maravilla, todo me parece gris y sólo deseo regresar a mi casa, olvidar lo que ha sucedido y seguir adelante. –Quiero irme, por favor… Sácame de aquí…- Es lo que le pido encarecidamente a Felipe, y viendo la tristeza en mis orbes decide que nos devolvamos  al hostal para tomar el primer bus que nos lleve a la ciudad.

-Que muchacho más hermoso…- Es lo que una pequeña anciana me dice cuándo vamos camino a casa de doña Eugenia. Es tan bajita que apenas pude percatarme de su presencia cuando me halagó de aquella manera. Sonriente se nos acerca como si fuéramos conocidos y nos comienza a hablar de lo bello que está el día. Sin mediar aviso toma mi mano izquierda y comienza a husmear en mi palma, detenidamente como si la vida se le fuera en ello. –Que interesante destino tienes precioso… aunque parece que ahora no estás bien enfocado. Creo que no te has dado cuenta de las maravillas que te ha regalado esta vida, sigues llorando por algo que no te interesa, porque el mismo destino ya te lo ha arreglado… ¿Sabes? A veces no hay que pensar mucho en el pasado, simplemente enfocarte en el futuro…- La ancianita me habla seriamente, como si conociera toda mi vida tan solo al mirar las líneas de mi mano. Aunque debo reconocer que sus palabras han coincidido con mi existencia. –El amor, el amor, el amor… Eres muy joven, quizás por eso no puedes identificar al verdadero. Siempre lo has sabido, siempre tu corazón ha estado al tanto de tu alma gemela, pero este último tiempo te has perdido del camino, has dejado que otras personas te alejen de la realidad, pero debes ser inteligente y descubrir la verdad… Solo te daré un consejo, cuando lo encuentres aférrate a él como si fuera lo más preciado de tu vida, atesora cada segundo de su amor, porque tal vez después sea demasiado tarde…- Y tras decirme esto me sonríe amablemente y sigue su camino. Es extraño, pero la presencia de la anciana me ha tranquilizado de una manera que jamás hubiera imaginado. No sé si habrán sido sus palabras o aquel sentimiento que provocó su alma en la mía, pero todo en ella me ayudó a seguir adelante.

Arreglamos nuestras pertenencias y nos alistamos para marcharnos del hostal. Lo hacemos todo en silencio, escuchando solo el crujir del piso mientras caminamos hacia la salida. Felipe busca a doña Eugenia para saldar la cuenta del hospedaje, y para nuestra sorpresa la mujer nos trata bien, ya no está ofuscada como en la mañana. Recibe el dinero pactado, se despide de beso de mi amigo y después viene mi turno, toda mi piel se eriza cuando veo acercarse, y termino paralizado cuando sin previo aviso me abraza, se despide abrazándome, no fingido ni planeado, sino que sincero y leal. –No vuelvas nunca más por aquí… Desde que entraste por esa puerta he sabido quién eres y créeme que si hemos estado bien todos estos años separados, nuestras vidas seguirán el mismo rumbo… - Me susurra al oído mientras se despide y así termino eliminando la poca esperanza creada con aquel abrazo, porque tan solo fue un pretexto para señalarme que me aleje, que sabe que soy el hijo que abandonó y que aun así desea que desaparezca de su vida, simplemente no le intereso.

Mis pies se mueven inconscientemente, siguiendo la senda dejada por Felipe. El muchacho no me ha dicho palabra alguna, pero sé que se ha percatado de mi estado. Cuando ya nos hemos alejado lo suficiente del hostal en dirección a la parada de los buses, me enfrenta y pregunta qué es lo que ha sucedido con Eugenia, pero es tanto el dolor que sólo atino a abrazarlo fuertemente mientras ahogo mi llanto en su pecho. Siento desvanecerme, licuarme profundamente convirtiéndome en una sustancia viscosa y sin sentido, carente de vida e irrelevante. No debe pasar mucho para que comience a llover, mis lágrimas ahora son acompañadas con aquellas gotas que se precipitan a mojarnos sin piedad, dejándonos a merced del destino, de la misma forma en que nuevamente la mujer que me engendró me dejó, a la deriva. 

Notas finales:

Muchas gracias por leer!!!!

Que estén bien!!

Adios..... *-*


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).