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El Chico Perfecto por jotaceh

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Notas del capitulo:

hola a todos!!!!

Espero que se encuentren muy bien esta semana :3

Gracias por leer la historia y dejar sus comentarios, se los agradezco mucho

 

Mi papá se encuentra bien, aunque todavía le queda una operación... pero si sigue así, muy pronto estará sano y nuevamente a mi lado :D

 

Sin más... les dejo este capítulo!!!

CAPITULO XXIII: Paraíso terrenal.

Rodrigo me tiene tomado por los hombros, su agarre es implacable y doloroso, no mide en ningún momento la fuerza de sus manos, pero lo que más me afecta es la mirada hiriente que me regala. Veo cierto dejo de resentimiento, sus palabras fueron escupidas por una boca venenosa con la única intención de aniquilarme. No puedo dejarme avasallar por este sujeto, no soy un despojo humano del cual se puedan burlar, soy un ser tan merecedor de afecto como todos y no dejaré que nadie juegue nuevamente conmigo. Con dificultad me zafo de su opresión y llevando mi mano a su rostro, le acaricio tiernamente. Intento recordar los momentos agradables que vivimos juntos, los besos apasionados y las caminatas por el parque abrazados, recorriendo el lugar como si el día fuera infinito. Me acerco poco a poco, busco sus labios pasmados, su mirada congelada en mis acciones, mi boca  se escabulle en la suya intempestivamente, de una forma casi grosera, como un militar experimentado incursiona dentro del territorio enemigo. –Soy capaz de entregarte esto, de deshacerme de amor en tus brazos… pero si me provocas verás lo que puedo hacer por defenderme. He sido pisoteado toda mi vida y ya no tengo más ánimos de ser mártir, no me incites a hacer contigo lo que todos han hecho conmigo…- Tras bajar todas sus defensas ante mi beso, queda paralizado cuando reúno todo la ira contenida en mis ojos y palabras. Por primera vez me siento peligroso, con la energía necesaria para defenderme.

Mientras camino trato de serenarme para así no preocupar a Ignacia. Lo ocurrido recientemente debe quedar en el pasado, espero que mi ex novio entienda que ya no hay posibilidades de reconciliación y que cualquier cosa que haga en mi contra, se verá enfrentado a mi ira. Cuando llego con mi familia comenzamos con los trámites para abordar y entre tanto ajetreo olvido por completo el momento. Me concentro en la impresionante vista que la ventana del avión me regala, tanta hermosura no puede ser opacada con malos recuerdos.

Luego de ocho horas de viajes llegamos al tan esperado destino. Mis compañeros están ansiosos por descender e ir a conocer aquel paraíso que se irgue altivo frente a nosotros. El calor y la humedad se funden en un solo estado, tan desconocido y sofocante para todos quienes estamos llegando. Tan solo al poner un pie en piso firme escucho el murmullo de las aves a los lejos, peleando por la comida que el inmenso mar les ofrece. El cielo se ve enorme, despojado de cualquier distracción que perturbe la mirada. Nos reciben algunos nativos regalándonos collares de flores, los que sonrientemente depositan en nuestros hombros. Todo parece relajado en este lugar, nada podría estresarte y es que el solo sonido del mar a lo lejos te seduce, te incita a dejar atrás todos tus problemas y sumergirte en el dulce encanto de la libertad.

El mar es el único vecino de nuestro hotel, el que pareciera sacado de una revista de decoración. Su fachada es completamente de vidrio, reflejando el brillo del incesante sol, haciéndole parecer que reluce por cuenta propia, como si se tratara de una construcción hecha de oro. Nos encontramos todos en la recepción, algunos contemplando las níveas aguas del océano a través de los ventanales, otros jugando con los pericos utilizados por la administración para dar la bienvenida a sus huéspedes, mientras que yo intento platicar con mi madre para así hacer caso omiso a la intensa mirada que a lo lejos me entrega Rodrigo. Todo mi entorno me suplica que olvide su presencia, que me concentre en pasar un grato viaje, pero es él quien se empecina en arruinarme la estadía tan maravillosa que se avecina.

-Madres con madres, padres con padres, alumnos con alumnos.- Es la primera sentencia que la apoderada a cargo da antes de irnos a nuestras respectivas habitaciones. Resulta ser que a doña Carmen le gusta el orden y la simetría, por lo que debe organizar milimétricamente cada uno de los detalles, si un alumno varón se queda en un cuarto con una chica, descuadra todo lo estipulado. No es que le importe resguardar la moral de las alumnas, eso creo que ni siquiera pasa por su cabeza perfectamente organizada, lo que a ella le preocupa es que estadísticamente la administración de las habitaciones sea desordenada. Si al dividir el número de camas por los huéspedes totales le diera un número decimal, estoy seguro que si pudiera partiría en pedacitos a uno de nosotros para hacer que cuadren sus cálculos. –Entonces estarán en cada habitación tres personas de la misma edad y sexo, así es que en la habitación 301 se hospedarán…  en la 313 Arístegui, Fernández de Castro y García…- Lo primero que siento al escuchar estas palabras es alivio, ya que por fortuna no me tocó con Engdahl, pero luego recuerdo mi presentación en el show de variedades, que desde aquel momento no he hablado con Mateo, rememoro el intenso brillo de sus ojos y el beso que le robé, me muero de la vergüenza ahora al tenerlo tan cerca, en la cama de al lado. Y como si eso no fuese poco, también quedo con el chico que nuevamente me ha aclarado que hará hasta lo imposible por conseguir mi amor. Si duermo esta noche será por mera casualidad, ya que sinceramente no creo poder hacerlo.

Invento que voy al baño para ganar tiempo y no tener que entrar junto a mis dos compañeros a la habitación. Quiero minimizar lo más posible el tiempo a solas. Es extraño, ya que en casa comparto pieza con Felipe, pero mi corazón de todos modos está alerta en esta isla, ¿será por la presencia de García? En fin, termino ingresando a la pieza rato después. Especulé que era suficiente tiempo para lograr que ambos salieran a recorrer la playa, pero me los encuentro todavía allí. El nieto de la directora arregla sus prendas en el armario, mientras que el otro muchacho está inerte frente a la ventana, recibiendo el tibio viento del trópico. Saludo un tanto lejano y les pregunto cuál es mi cama. –No lo hemos decidido aún… esperábamos a que tú eligieras- El presidente del centro de alumnos me responde tranquilamente, como si fuese normal que ambos no pudieran elegir. Me resulta todo muy extraño, pero no hago comentarios sobre aquello. Termino quedándome en la que está justamente al lado de la ventana y en el lado opuesto a la puerta de entrada. Como por arte de magia, y casi a la velocidad de la luz, ambos chicos que estaban afanados en sus quehaceres, se mueven rápidamente con la única intención de quedarse con la lecho junto al mío. Veo a Mateo intentando acostarse sobre él, mientras que Felipe busca bajarle haciendo mover el edredón.  –Yo llegué primero… Esta es mía… Quiero estar al lado de él… Perdiste, quédate con la otra…- Son algunas de las tantas frases que estos dos mencionan mientras se disputan la cama. Parecen dos pequeños peleando por un juguete. Me quedo mirándoles sin saber qué hacer, pensé que este tipo de pleitos no los vería ya a mi edad. –Basta ya… ¡¡Basta!! Si tanto pelean por ella, entonces ninguno la tendrá… Mejor seré yo quien la use.- Y con ello doy por zanjado el asunto. Quito a ambos del catre y me instalo en pleno epicentro de la pelea. Son tan infantiles que sé que no tomarán una decisión y como todo lo que quiero es relajarme, impido que esto se explaye más. Ambos se tranquilizan rápidamente, total… está cada uno a mi lado.

El viento húmedo del mar me pega en el rostro, pero es tan agradable que sigo adelante con nuestro recorrido. La arena blanca se cuela entre los dedos de mis pies tras cada paso que doy. Todo es tan maravilloso en esta isla, podría quedarme aquí por la eternidad. Ignacia camina junto a mí, maravillada de la misma forma. Cuando nos extenuamos decidimos recostarnos en la playa y gozar del hermoso sol. Pasan los minutos y quedo en estado vegetal ante tales estímulos, pero al parecer la piel de mi madre se inquieta por probar el agua, así es que sorpresivamente se quita el pareo, quedando solamente con su bikini. Mis labios no pronuncian ningún sonido, solo se quedan lejanos unos de otros y son otros los que emiten aquel eco de impresión. Hombres, mujeres y niños se dan vuelta para contemplar el cuerpazo de mi madre, decorado tan solo por un par de pedazos de telas, que cubren sus partes más íntimas, pero dejan mucho a la imaginación. La mujer se contonea hasta que sus pies tocan el agua, caminando como si se encontrara sobre una pasarela. Especialmente mis compañeros quedan impactados con la visión, y es que sus hormonas repletan su piel ante tal monumento a la femineidad. Siempre he sabido que mi madre es guapa, pero solo ahora me percato de los afectos que puede crear en el resto, especialmente si se viste de aquella forma.

-¿No te incomoda?- Como el viento que susurra en tu oreja, de repente aparece este eco de la nada. Volteo un tanto extrañado y así me encuentro con los grandes ojos azules de Iris. Me habla como si nada hubiese sucedido entre nosotros, como si no me hubiera dañado tan profundamente. ¿Pensará que el tiempo ha curado todas mis heridas? ¿Ya es momento de perdonar? –En realidad no… todo lo contrario, me enorgullece que se sienta bien con su propio cuerpo, es un ejemplo a seguir.- Se lo respondo de la misma manera como ella se me acercó. Al ver que no me afecta su presencia, decide sentarse junto a mí sobre la arena. Estamos uno al lado de otro, por unos minutos sólo escuchamos el sonido de las olas rompiéndose en la orilla. El sol nos acompaña a lo lejos, dejando que sus rayos nos abracen tranquilamente. Es tal como era hace no mucho, cuando ambos solíamos ser amigos, cuando ella escuchaba todos mis secretos, todas mis tácticas para convertir a Mateo en el chico perfecto, cuando ella me aconsejaba que no debía seguir así. –No te pediré perdón… No soy tan fuerte para hacerlo, pero lo que si me puedo permitir es entregarte nuevamente mi amistad… Sólo si tú quieres podemos continuar como antes, como si nada hubiese sucedido… Estemos o no juntos, me perdones en algún momento o no, yo siempre estaré a tu lado buscando para ti la felicidad, quizás mis métodos no son los más adecuados, pero jamás he buscado tu perdición…- Sus palabras van dirigidas a mí, pero su mirada está perdida en el firmamento, en algún punto desconocido del mar. Mi corazón galopa raudo, como si estuviese atemorizado ante un gran riesgo. No sé si es la mejor decisión, tal vez debería meditarlo un poco. Volteo para responderle, pero me quedo mudo al presenciar sus lágrimas. Ella está inerte, su rostro no posee expresión, pero su llanto comienza tímidamente a inundarlo. La abrazo, no porque me dé pena, no con la intención de hacer caridad, sino que porque realmente no quiero que sea infeliz, aun me interesa lo que le sucede. No digo palabra alguna, solo espero que el latir de mi corazón, compartiendo sus emociones, le dé la respuesta.

No es fuerte, jamás lo ha sido, pero la vida le ha enseñado que siempre debe intentar aparentarlo. Todas las chicas la rechazaban cuando pequeña, ninguna tenía su imaginación, ni mucho menos su desplante. Siempre se caracterizó por tener una fuerte personalidad, por decir lo que piensa sin importarle las consecuencias, y eso es algo que el común de las personas rechaza, porque para ellos la verdad, aun cuando sea evidente, es mejor esconderla.  Jamás lloró ante nadie, jamás les daría ese gusto a las chicas que se burlaban de ella. Altiva e incorruptible, así es como la conocí, algo en ella me llamó la atención, tal vez lo diferente que era, todo lo opuesta a mí. Sin premeditarlo, terminamos siendo amigos, no porque quisiéramos, sino porque el destino así lo quiso. Los profesores nos sentaban en la misma mesa, éramos seleccionados para conformar los mismos grupos de trabajo, nos encontrábamos comprando en las mismas tiendas con nuestros padres, y sin darnos cuenta, ya nos queríamos. Ahora la tengo nuevamente a mi lado, sintiendo el aroma de su piel y el calor de su cuerpo. Espero nunca más volver a separarme de ella, otra desilusión sería mortal.

Seguimos unidos en aquel abrazo cuando de pronto todos los presentes en la playa comienzan a hacer mucho barullo. Me da curiosidad la razón de aquellas expresiones, por lo que me desprendo de su lado e indago, no debo esperar mucho para encontrarme con el espectáculo. No conforme con haber infartado a más de una persona con aquel traje de baño, ahora mi madre decide hacer topless. Está recostada sobre la arena, boca arriba y sin nada que cubra sus senos. –Creo que esta noche no veré videos, con esta imagen se sobra para masturbarme…- A mis oídos llega este comentario que un compañero dice sin tapujos, bromeando con sus amigos. Por mi mente atraviesa fugaz aquella escena, Cristóbal solo en su cuarto, acariciando su… bueno ya sabes qué, mientras recuerda el cuerpo de mi madre… ¡Por buda! Que digo, imaginando que él está… está… haciendo… “eso” con ella…. El miedo y mucho más la ira  me mueven a encontrarme con la pecaminosa de Ignacia, tomo su toalla y la tapo para que ningún otro morboso se le ocurra imaginar situaciones con ella. -¿Qué se creen? ¡Fuera de aquí! ¡Grupo de pervertidos!- Luego de cubrir el centro de la atracción, trato de disipar a la multitud que se había congregado a su alrededor. –Por favor hijo, pensé que eras más abierto de mente.- Como si nada hubiese hecho, la mujer me recrimina por mis actos. –Me da igual que muestres tu cuerpo, pero recuerda que estamos en un viaje de colegio, mis compañeros ya de por  sí tienen sus hormonas revolucionadas, no necesitan que tú les ayudes más…- Estoy muy enfadado con esta jovencita, ¿qué pensarán de nuestra familia? Nosotros que somos tan devotos de la iglesia y las normas morales imperantes, una grupo de personas de bien, con una abuela lesbiana que hace orgías en casa, un padre que tiene un hijo ilegitimo, que además se disfraza de mujer para intimar con su esposa, un hijo ameba que es adoptado y que hace ciertos shows de variedades un tanto provocadores.

Luego de lo vivido en la playa, voy a recorrer el pequeño poblado de la isla junto a Iris. Caminamos entre las tiendas de artesanías, descubriendo la cultura local y lo que nos puede ofrecer. Conversamos como antes, nos contamos los secretos que nos hemos guardado durante nuestro distanciamiento, lo que sentimos con el viaje, con nuestras familias, con nuestros corazones. Nos compramos un helado y nos sentados en una banca al final de la galería al aire libre. Todo es tranquilo hasta que siento unas manos en mi muñeca, me asusto en un principio, pero luego veo el rostro de Felipe atareado con su misión. Le cuesta un poco, pero luego de un rato de arduo y silencioso trabajo, logra colocarme una pulsera de fibra vegetal pintada íntegramente de rojo. –Que hermosa, gracias…- Le sonrío ante su regalo y al ver mi reacción logro crear en sus ojos un brillo peculiar. Como siempre permanece silencioso a mi lado, mientras mi amiga y yo seguimos tomando nuestro helado. –Yo también tengo uno, pero azul… dice la leyenda de la isla que ambas personas que lleven estas pulseras jamás podrán separarse, son algo así como un imán espiritual…- Me explica esto mirando el cielo, como si intentara dilucidar el secreto de la vida en ello, como si rogara para que fuera verdad el mito. –Qué cosa más estúpida, rituales como esos hay en todas las culturas… además obviamente no se van a separar nunca, son prácticamente hermanos, no es que signifique que Martín se va a enamorar de ti…- Contemplaba la serena postal del nieto de doña Enriqueta cuando de repente aparece el fulgor de Iris al enojarse. ¿Qué está sucediendo aquí? ¿Existe ahora cierta rivalidad entre ambos? Los veo mirarse fijamente, como si compitieran por quien tiene la mirada más tenebrosa, lo malo es que al único que terminan asustado es a mí.

-¿Estás seguro que te gusta Felipe?- Ceno frente al mar junto a Iris. Hemos decidido cerrar esta jornada de reconciliación de la mejor manera posible, pero de la nada la pelirroja aparece con aquella pregunta. –Nunca te he dicho que me gusta Felipe, ¿de dónde sacaste esa idea?- Le respondo un tanto intrigado, de la frase que pronunció puedo desprender muchas conclusiones, pero quiero que sea ella quien me explique. –No vuelvas a confundirte nuevamente… esta vez busca bien dentro de ti, averigua a quién amas realmente.- Acariciando mi mano sobre la mesa me da este consejo, como si se tratara de una anciana dándole consejos a su nieto, pareciendo que me conoce más que yo mismo. Simplemente me quedo callado, el resto de la velada transcurre normal, platicamos abiertamente, pero por mi mente no deja de transcurrir aquel consejo.

Ya es tarde cuando acaba la cena, el sol se ha marchado hace mucho y solo me queda dar vuelta a la perilla para ingresar a mi cuarto, asearme para luego acurrucarme en mi cama y descansar. Está todo en penumbras, pero gracias a la luz de la luna puedo descubrir ciertas siluetas, la mayoría son muebles, pero rápidamente me encuentro con dos figuras humanas. Por curiosidad prendo la luz del cuarto y me encuentro frente a una apasionada escena romántica. Tengo delante a Mateo besando descontroladamente a un chico delgado, de piel oscura y vestimenta extraña, probablemente se trata de algún isleño. Quedan perplejos ante mi descubrimiento, no muy lejos de la imagen que yo debo proyectar. En lo más profundo de mi ser descubro un vacío, como si hubiese perdido de pronto un cuantioso tesoro que no sabía que guardaba. –Lo… lo siento... Sigan en lo suyo, yo me voy…- Y apenas pudiendo mi peso, intento mover las piernas para huir de allí. Mi boca sabe mal, mis cabeza da mil vueltas y siento que el pasillo se vuelve estrecho, pequeño hasta el punto de asfixiarme, el aire me ha dejado y todo gira en mi entorno.

Unas manos me levantan, creo que desean ayudar, pero al percatarme que se trata de Mateo, olvido todo malestar y busco la manera de zafarme de su agarre. Pataleo y lo empujo con mis debilitados brazos, pero la imponencia de sus músculos termina por sosegarme. Levanta mi barbilla con sus grandes manos y me obliga a verle directamente a los ojos, a aquellos oscuros diamantes infinitos. –Te amo… puedo besar mil labios, miles de personas pueden intentar conquistarme, pero mi corazón siempre te pertenecerá… Recuérdalo siempre…- Y no sé la razón, pero comienzo a llorar, las lágrimas me invaden como si estuviesen acumuladas hace mucho en mi interior, esperando el momento apropiado para aparecer. Mientras ellas me abandonan, siento un fuerte brío en mi interior, algo se ha liberado y ha dejado paz en su lugar. Siento el descanso de quien por mucho a batallado contra una fuerza celestial y de pronto ha decidido dejarse cobijar por ella. Mateo seca mis lágrimas con sus dedos pulgares y sin dejar de observarme me besa, no como antes lo hacía con el isleño, sino que con ternura, disfrutando cada centímetro de piel, cada sabor deseado. –Te amo…- Vuelve a repetirlo en un pequeño descanso, el cual dura poco ya que luego sigue uniéndose a mis labios. Algo aparece de pronto en mi alma y batalla por su libertad, observo nuevamente aquellos ojos y en ese momento se escapa, decide aparecer como si nada ocurriera con ello, difuminándose en el infinito… Todo termina con aquellas palabras… Yo igual te amo…

 

Notas finales:

Muchas gracias por leer!!!


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