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El Chico Perfecto por jotaceh

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Notas del capitulo:

Hola a todos!!

Espero que estén muy bien *-*

 

Bueno, aquí les traigo una sorpresa, porque despues de tanto narrar Martín, hoy le toca el turno a Felipe...

Es una especie de break dentro de la historias...

Espero que les guste =)

CAPITULO ESPECIAL I: Felipe.

Desde pequeño me han enseñado que debo ser cortés, por ello antes de comenzar con este relato, tengo que presentarme formalmente. Soy Felipe Fernández de Castro, más conocido por mis compañeros de colegio como el nieto de la directora. Doña Enriqueta es mucho más que mi abuela, es mi familia, la mujer que me educó y a quien agradezco el ser como soy. ¿Mi madre? Lamentablemente no puedo recordarla, falleció cuando yo era apenas un bebé, todos me dicen que era hermosa, de un alma tan pura que parecía la reencarnación de un ángel, que era incapaz de odiar y por eso es que aquel hombre que la ayudó a engendrarme se aprovechó de su ingenuidad. Cuando obtuvo de ella su esencia, su vida y su pasión la abandonó como a un trasto viejo. Mi abuela me dice que luego de ello jamás se recuperó y murió de tristeza, luego de cumplir su promesa de traer al mundo  aun bello varón, el fruto de aquel amor ingrato. Cuando era apenas un niño solía dormirme con una de las tantas fotografías que doña Enriqueta guarda de su hija Martina, su semblante sereno y sus ojos brillantes me reconfortaban. Y sí, se llama parecido a uno de mis compañeros.

Mi madre siempre vivió a su ritmo, tranquila y sin preocuparse de los problemas, era un alma libre que quería amar por siempre a su príncipe azul. Con mi abuela y ella compartimos la misma sangre, pero siempre me ha impresionado lo diferentes de nuestras personalidades. Yo siempre me he caracterizado por ser educado, detesto las injusticias, quiero ser abogado para poder solucionar los problemas de las personas y tratar de cambiar un poco este mundo tan inequitativo. Me gusta leer e ir al teatro, mi fin de semana ideal es hacer una de estas actividades o salir a caminar con mis amigos por el parque. Aunque no tengo las mejores calificaciones, adoro el conocimiento y no es difícil encontrarme sentado en el suelo de la biblioteca, la misma que casi ninguno de mis compañeros visita. Si yo soy un tranquilo día de verano, doña Enriqueta es un tormentoso día de invierno, impredecible y alocado. Gusta de aquellos trajes extravagantes que combinan un fosforescente amarillo con un aún más encandilado verde, decorado por una de las miles de pelucas que colecciona como si se tratasen de tarjetas postales. Hay días en que despierto y al verla sentada en la mesa debo adivinar que es ella, porque no se parece en nada a lo que era el día anterior. Es budista desde que conoció a su tercer esposo, el mismo que la engañó con su mejor amiga. No le gusta el orden y prefiere vivir en medio de lo que ella ha bautizado como su caos personal. De suerte no ha hecho quebrar al colegio, porque muchas veces se le olvida pagar la facturación de agua o de electricidad, sin hablar de los atrasos en el pago de los sueldos de sus empleados, es decir, principalmente mis profesores. Pareciera que me quejo de su forma de ser, pero en realidad la amo tal cual y es que con esa radiante sonrisa que me regala cada segundo de mi vida, logra embellecer hasta el día más difícil.

-Dime, dime, dime, dime, dime, dime…- Es lo único que escucho mientras ella maneja. Como si fuese una niñita intenta convencerme de que le cuente quién es la persona que me gusta. Está segura que estoy enamorado desde hace un par de años y no hay día en que me interrogue cuando vamos sentados en su automóvil rumbo al colegio. –No te diré. Te conozco y sé que si te lo digo pronto todo el mundo se enterará.- Es lo que siempre le respondo y esta vez no es la excepción. Transcurren unos cuantos minutos en tranquilidad cuando vuelvo a escuchar el “dime” incesantemente, esta mujer jamás se rinde. –Bueno, no tienes que decirme quién es, porque conociendo lo obediente que eres, sé que estás enamorado de quien te dije que lo hicieras.- La observo impresionado, no creía que todavía recordara aquella escena, han pasado tantos años que no puedo rememorar aquel momento sin sentir nostalgia.

Apenas tenía ocho cuando vi al ser más hermoso que jamás ha pisado este mundo. Era el primer día de clases de aquel año y todos teníamos que ingresar al auditorio para presenciar el acto de bienvenida. Recuerdo perfectamente los cabellos rosados que ocupó doña Enriqueta aquel día, también sus pantalones abombados con enormes lunares rojos y la blusa fucsia con que lo acompañaba. No quería escuchar las mismas palabras de siempre, por lo que me escabullí entre la multitud y escapé hasta el patio. Caminé tranquilo hasta que uno de los alumnos nuevos chocó accidentalmente conmigo. Terminamos ambos en el suelo, porque él venía muy deprisa. Como siempre he sido educado, me levanté y luego le ayudé, pero aquel fue mi gran error, porque tras ver aquel par de brillantes y enormes ojos verdes jamás pude dejar de pensar en ellos. Quedé pasmado al mirarlo, su piel clara como la nieve, su pequeña nariz y aquel cabello castaño tan sedoso. No me di cuenta cuando me tomó por la camisa y acercándome a su rostro, abrió aún más sus ojos y me susurró. -¿Has visto a un niño morenito? Es como de este porte, tiene los ojitos más lindos que he visto y no sé por qué no lo encuentro, todos a quienes le he preguntado me han quedado mirando feo…- Era obvio que nadie se iba a enterar de quién se trataba con aquellas especificaciones. Es raro, pero sólo en este momento me doy cuenta que ya en ese entonces estaba buscando a Mateo, desde su primer día de clases lo espiaba.

-Lo siento, pero no sé de quién me hablas. De todos modos, me presento. Soy Felipe ¿y tú?- Es lo primero que le dije tras lograr zafarme de su agarre y recobrar el aliento. –Ah, bueno… Soy Martín Arístegui Molyneux, mi mamita y mi papito no son mis papitos, porque los que en realidad eran no querían serlo, entonces me dejaron y ahí conocí a mis papitos que si me querían y ahora vivo con ellos, porque si me quieren mucho mucho… aunque es raro porque en las tardes no me llamo Martín, sino que Martina y mi papito no es mi papito sino que mi mamita y mi mamita no es mi mamita sino que mi papito ¿es raro verdad? Pero a mí me divierte mucho… Que más te puedo decir, ah sí… ando buscando a un niñito morenito, que es de este porte y tiene los ojitos más lindos que jamás he visto, ¿sabes dónde está?...-Veía sus labios moverse a la velocidad de la luz mientras pronunciaba todo aquello. Traté de tomarle atención, pero cuando escuché aquel nombre, no pude seguir. ¿Qué es eso de llamarse diferente por las tardes? ¿Y por qué justo tenía que ser Martina? Mi madre tenía ese nombre. Pensaba en esto cuando no sé cómo el niñito se marchó para seguir con su búsqueda.

-Lo he visto todo y no sé por qué no le besaste.- Recuerdo que no habían pasado ni dos segundos de la partida de Martín, cuando mi abuela me asustó con esas palabras. Había terminado su discurso y como sabía que me había escapado, comenzó a buscarme. –Él es el hijo de un viejo amigo mío, me ayudó en ciertos problemas legales que tuve hace algunos años. ¿Es muy lindo verdad? Me di cuenta de la forma en que lo mirabas y sé que eso fue amor a primera vista.- Solo tenía ocho y ella intentaba que ligara con otro muchacho, jamás conoceré a alguien más abierto de mente que ella. También me acuerdo que fue esa la ocasión en que me dio ese consejo del cual ahora hizo mención. –No hay nada de malo en amar, si realmente te gusta ve por él y no le pidas disculpas a nadie por lo que hagas, simplemente lucha por aquello que deseas… Mírame, yo no me he arrepentido de ninguno de mis tres matrimonios.- A la semana encontró a su mejor amiga y a su entonces esposo desnudos en su cama, pero como ella misma me dijo, no se arrepiente de nada. Luego de eso se volvió a casar dos veces más, ahora se encuentra soltera, pero no sé cuánto le duré aquel estado civil.

Y como ven, así me enamoré de Martín. Desde que vi sus hermosos ojos no he dejado de despertar cada mañana con su recuerdo, me alisto todos los días intentando parecer galán, quizás de esta forma se dé cuenta de mi existencia. ¿Qué me gusta de él? Su rostro siempre me ha llamado la atención, es tan delicado, pareciera que un gran artista decidió pintarlo y ha sido su más grandiosa obra. Su cuerpo es esbelto, tiene estampa y estoy seguro que si caminara con más seguridad podría llegar a ser un modelo. Las veces que he estado cerca de él, me he dado cuenta de aquella esencia tan fresca que despide, como si acabase de despertar de una siesta en medio de un colchón de las más perfumadas flores. Sin embargo, quizás lo que más me llama la atención de él es su parecido con mi madre. Sus ojos son idénticos y aquella serenidad, aquella imagen frágil que lo caracteriza, me la hacen recordar cada vez que lo veo. Sé que es incapaz de defenderse, su alma es tan pura que no podría, y por eso me dan unas ganas incontrolables de defenderlo, de estar a su lado para que a nadie se le ocurra abusar de su inocencia, partirle la cara a cada imbécil que intente hacerlo. No quiero que a él también le suceda lo de mi madre, moriría si supiera que un desgraciado juega con sus sentimientos y él decidiera tomar la misma vía de mi progenitora, porque por más que mi abuela me diga que murió de amor, sé perfectamente que ella se suicidó. Por esto es que sufrí tanto cuando me enteré que mi Martín estaba enamorado de Mateo.

Un día cualquiera hace un par de meses conversé con uno de mis vecinos, quien me contó horrorizado que un joven de mi escuela había conversado con él, alertándole con que yo me drogaba y me prostituía con tal de pagar mi vicio. Cuando le pedí las características de aquel muchacho, me di cuenta de inmediato que se trataba de mi niño de ojitos verdes. ¿Por qué inventaría tales mentiras? Desde aquella vez en nuestra infancia, nunca más volvimos a charlar, aun cuando yo siempre intentaba verlo desde lejos, buscando información sobre el transcurso de su vida. Pasé noches en vela creyendo que esa era su forma de acercarse hasta mí, que a él también le había ocurrido lo mismo cuando nos conocimos y que me ha amado todos estos años, pero tuve que volver a la normalidad cuando unos compañeros me contaron lo mismo que mi vecino. Así comencé a investigar y supe que todo había sido un plan para impedir que ganara en las votaciones para presidente del centro de alumnos. Competía contra aquel engreído de García, a quien siempre he intentado vencer. Si hay algo que detesto en este mundo es a quienes pretenden ser mejores que el resto.

Me resigné a no ostentar aquel cargo, no porque no me lo merecía, sino porque era el deseo de Martín. Quise averiguar más sobre sus razones para sabotear mi campaña y así fue como un día lo perseguí hasta su casa, me sorprendió el verlo salir al rato vestido de una forma muy particular. Corrió hasta las canchas de deportes y se subió sin ningún problema  hasta uno de los arboles más grandes que ahí se encuentran. Quedé boquiabierto al darme cuenta de su flexibilidad, pero luego me percaté que lo hacía para ver el partido de futbol. ¿Sería que le gusta uno de los jugadores? ¿Cuál de todos ellos sería? Intentaba recordar a cada uno de esos muchachos cuando sentí un fuerte estruendo, volteé alarmado y lo vi tendido en el suelo, la rama de la cual se sujetaba se rompió y el cayó estrepitosamente. Mi corazón latía como loco, me asusté como nunca ante la posibilidad de una lesión grave en mi amado niñito. Corrí para socorrerlo y lo primero que me pidió es que lo sacara de aquel lugar. Mi alma regresó a mi cuerpo al percatarme que nada grave le había pasado.

Aquella fue la tarde más grandiosa que he vivido los últimos años. Lo llevé hasta una plaza cercana a su casa y le compré un jugo. Era como si fuera nuestra primera cita, tenerlo tan cerca después de años de amarlo era un sueño hecho realidad. Pensé que después de esa tarde nos haríamos más cercanos y que quizás era mi posibilidad de enamorarlo. Al otro día quise buscarlo para preguntarle cómo se encontraba, pero lo que vi me sorprendió. Entró sigilosamente a la sala de profesores para poder cambiar las notas de un examen. Quise morir cuando me enteré que lo hacía por Mateo García. ¿Por qué de todos los chicos del colegio justo tenía que interesarse por aquel patán? ¿Por qué desde que entró al colegio sacrificó su vida con tal de convertirlo en el ególatra sin cerebro que es ahora? No pude más que enojarme y recriminarlo, pero el recuerdo de mi madre me impidió endurecer mis palabras. No quiero que siga su ejemplo, así es que le di un ultimátum para que deje de ayudarlo, debe intentar concentrarse en su propia vida en vez de la de aquel inútil. No tardé en arrepentirme cuando lo vi llorar, fue como si partieran mi corazón en dos. No podía permitir que sufriera por mi culpa, así es que intenté consolarlo, quería abrazarlo para que con el calor de mi pecho se sintiera protegido, pero no se dejó y a cambió me dijo las palabras que hasta hoy en día me atormentan -¡¡Te odio!!- Luego de eso las noches me parecieron insoportables.

-Qué hombre más delicioso… Venga conmigo que yo le enseño lo que es una mujer experimentada, no se asuste que no muerdo si es que no me lo piden ¡Argh!- Mis recuerdos son interrumpidos por los piropos que mi abuela le grita a un hombre al otro lado de la calzada. Podría ser su hijo, pero esos son los que más le atraen. No me sorprende en absoluto, de hecho, sería impresionante un día en que ella no halagara la belleza de algún varón que ve mientras conduce, o en ocasiones, la de alguna mujer que se acomoda a sus gustos. Desde ayer no me he sentido bien, por lo que solo quiero esconderme en mis divagaciones, aunque con doña Enriqueta eso es imposible. Estaba tan concentrada mirando a aquel hombre, que no se dio cuenta de la luz roja en el semáforo y chocó. El golpe fue fuerte, pero por suerte nadie salió herido, por lo menos ningún humano, porque Viagra quedó con severos daños en su carrocería. Quién es Viagra se preguntarán, pues el automóvil de mi abuela, quien tiene la manía de nombrar a cada uno de sus artículos, se morirían si supieran como llamó al inodoro.

-¡¡No, Viagra no me dejes!! Tú que eres mi amigo fiel, resiste que  llamaré a un doctor de vehículos, todo estará bien tú sólo respira… pero antes, ¿Cómo se le ocurre chocar contra una ancianita indefensa como lo soy yo? ¡Cretino!- Todos están reunidos viéndonos, cosa que es normal cuando estoy con esta mujer, así es que no me inmuto. Primero acaricia al automóvil como si éste sintiera dolor y luego increpa al chofer del otro coche, quien no tuvo la culpa de la colisión, pero como ella es de la tercera edad, intenta utilizar siempre esta condición para aprovecharse.

Me pide que asista de todas formas a clases, mientras ella se queda solucionando aquel problema. Rato después camino dirección al colegio y mi mente comienza nuevamente a recordar. Iris me declaró que le gustaba y yo no tuve otra opción que rechazarla, fue difícil ya que es la mejor amiga de Martín. Esa ocasión fue la primera en que me dieron ganas de confesarle que lo amo, estuve a punto de hacerlo, estaba observando su hermoso rostro, pero aquellas palabras que me dijo, sentenciando que me odiaba, fueron las que me impidieron seguir. Hay veces que me arrepiento de mi cobardía, porque parece que siempre encuentro una excusa para no decirle lo que siento.

Fue la misma Iris quien días después me confesó que Rodrigo se había enterado de todo lo que Martín hacía por Mateo y lo chantajeó. Mi sangre hirvió como nunca antes, sentí como todos los músculos de mi cuerpo me pedían que hiciera justicia, que tomara a aquel canalla y le hiciera pagar por la osadía de utilizar la inocencia de mi pequeñito para acercársele. En los muchos años en que lo observé a la distancia, me pude dar cuenta que no era el único interesado en él. No eran dos o tres quienes se derretían cuando pasaba cerca, sino que varios, una vez alcancé a contar a diez en un día que lo vieron con otras intenciones. ¿Quién era el más recurrente? Rodrigo Engdahl, quien siempre lo observaba de pies a cabeza, centrando su atención en su… trasero. No es que yo no se lo haya admirado, muchas veces me encontré centrado solo en aquella parte de su anatomía, como si me hubiera convertido en un pervertido, pero la diferencia es que yo intentaba disimularlo, el alemán ni siquiera se inmutaba. Antes de saber que Martín estaba enamorado de García, pensaba que mi rival a vencer era aquel rubio. Por el rencor que guardaba desde hace un tiempo unido al cobarde chantaje, no pude contenerme y corrí a su encuentro.

Lamentablemente llegué tarde y me encontré con aquel beso que aquel imbécil le robó a mi niño. Esa era la gota que rebasó el vaso, así que caminé decidido, los separé y reuniendo toda mi fuerza en mi puño lo golpeé como nunca antes lo había hecho. Me di cuenta que las horas en el gimnasio valieron la pena, porque con un solo intento, dejé al rubiecito en el suelo. Habiendo protegido lo que más quiero, lo tomé por la muñeca y me retiré. No sé cómo lo llevé a la oficina de mi abuela, ni mucho menos cómo me atreví a abrazarlo. Creo que las hormonas me cegaron y me hicieron hacer todo lo que no me había atrevido, pero lo mejor, es que no me arrepiento. El estar tan cerca de él, sentir su agradable olor, percibir la delicadeza de su piel, escuchar el latir de su corazón, son todas cosas que tengo grabadas en mi memoria y que nunca olvidaré, porque las guardo como un preciado tesoro.

Sin darme cuenta he llegado a la entrada del colegio. Despejo mi mente y camino hasta mi sala, trato de poner atención a lo que el profesor explica, pero me cuesta mucho. Desde ayer me siento deprimido, no tengo ganas de realizar ninguna tarea y en estos momentos desearía estar acostado en mi cama. Escucho los rumores que se avivan en los labios de mis compañeros. No hay nadie que no esté enterado que Martín y Mateo están juntos, por fin mi niño ha conseguido lo que tanto anhelaba, ¿debería estar feliz por él? Creo que no soy tan maduro como para estarlo. El recreo lo paso tendido en mi pupitre, viendo hacia aquel rincón que nadie más percibe y que para mí ahora es mi refugio.

A la hora de almuerzo hago lo mismo, en vez de correr como todos mis amigos lo hacen hasta el casino, yo me quedo en la sala. Durante la noche sufrí de variadas pesadillas que lograron desvelarme, así que intento dormir un poco. Estuve a punto de lograrlo, pero una voz me despertó, una muy conocida. Levanto asustado la cabeza y diviso aquel cuerpo menudo que tanto me gusta. Martín está parado en el umbral de la puerta viéndome detenidamente. En su rostro se demuestra la vergüenza que le causa la mirada intrigante de mis compañeros, quienes ahora creerán que soy su amante. No sé por qué me busca, no creo que sea para algo bueno, pero el solo hecho que haya pronunciado mi nombre, termina por alegrar mi pesaroso día.

–Como quieras… De todos modos no tenía pensando contárselo a nadie. Desde que supe que comenzaste una relación con él me di por vencido. A veces las personas necesitan sufrir para poder percatarse de la verdad y si tú eres una de ellas, tendré que dejar que te hagas daño.- Es lo que le respondí cuando me pidió que no le contara a Mateo sobre su secreto, ya que él mismo lo haría. Fue un fuerte golpe a mi corazón, todos murmuraban sobre aquella relación, pero el escucharlo de la boca del mismo Martín era muy distinto, me estaba diciendo que ya nada valía la pena y que jamás podría soñar en tener su amor. ¿Irá a terminar como mi madre? Aun cuando estoy enfadado por su decisión, me da pavor pensar en el resultado de sus acciones, pero ya no tengo nada que hacer en su vida, si él decide caminar por aquella vía, tendré que dejar que se entere personalmente de quién es realmente García.

No sé por qué después de mis palabras él sigue a mi lado. Lo veo  pensativo, dedicado a una idea que ha estado revoloteando en su cabeza.  De la nada me sorprende al preguntarme si es verdad que me gusta. Sus palabras logran ponerme nervioso, no tenía pensado aquel ataque, que sin más me preguntara sobre aquel sentimiento tan grande que ha crecido dentro de mi desde que nos conocimos. Intento decir algo, pero mi garganta está seca y sólo produzco algunos sonidos inentendibles. Es el momento para confesarle todo, sacarme aquel peso de encima, pero algo llega a mi mente de forma feroz. –Acaso, ¿no crees que me pueda sentir atraído por ti? ¿Sería muy irracional? ¿Sin ninguna esperanza?- Es todo lo que sale de mi boca ante su duda. ¿No soy lo suficientemente decente como para ilusionarme con su amor? ¿Es eso lo que piensa? Estoy enfadado por mi conjetura, pero luego diviso los ojos asustados de mi niñito y recuerdo con quién estoy hablando. Él sería incapaz de creerse superior a otro ser humano, lo más probable es que piense que no es tan importante como para atraer a otros. No quiero que se sienta peor, así es que cambio de tema y le sentencio que deberá contarle su secreto a su “novio” en este preciso momento. Con lo débil que es, quizás no sea capaz, así es que necesita a alguien que lo presione. Si no se atreve, tendré que hacerlo yo. Su rostro empalidece de pronto, pero no se niega. Pronto estamos caminando hacia aquel rincón donde aquel imbécil siempre se reúne con sus amigos rufianes.

Se paraliza al estar unos cuantos pasos de aquel lugar, por lo que tengo que presionarlo adelantándome. -¿Entonces el tarado de Martín se creyó todas tus mentiras y piensa que lo amas?- Sin querer escucho a uno de los camaradas de García preguntarle esto, también me percato que el resto de aquellos bastardos se ríen ante aquel tema. Estaba seguro que Mateo era un chico repudiable, pero jamás imaginé que llegara tan lejos. Pienso en lo que debería hacerle para enseñarle a que no debe jugar con la gente, pero luego me percato que debo hacer algo más importante. ¿Qué sucedería si mi niño se enterara de todo esto? No puedo permitir que le rompan su delicado corazón, así es que me volteo e intento impedir que siga con esto. –Es mejor que dejes tu confesión para otro día. Te prometo que yo no le diré a nadie lo que sé. Ahora solo vámonos.- No hay caso, él logra zafarse y camina hasta aquel rincón. Por suerte el miedo le paraliza y regresa, pero no atina a alejarse lo suficiente como para no escuchar esas terribles palabras.

“…Y no han escuchado la mejor parte, porque le mentí diciéndole que quería ir despacio en nuestra relación, cuando en verdad lo que no quiero es tener que besarlo, me repugna la idea de tener que tocar esos labios y sentir su espantoso aliento… o aun peor, tener que llegar a la cama con él, tener que desnudar aquel cuerpo huesudo y hediondo, terminaría vomitando si tuviera que cometer tamaña atrocidad…”

Tras las duras palabras de aquel malnacido, veo como esos hermosos ojos verdes de los cuales me enamoré comienzan a llenarse de lágrimas. No puedo soportar que siga escuchando aquellas aberraciones, por lo que decido acercarme y con mis manos, presionar lo más posible sus oídos, aislando todo sonido del exterior, tratando por todos los medios de conservar la poca dignidad que aquel desgraciado le ha dejado. Me mira como si estuviese desfalleciendo, el brillo de su mirada se ha perdido, dejando espacio para el terror, el miedo a creer que aquel ser a quien ama con tanto fervor sea capaz de jugar vilmente con sus sentimientos. Me abraza ahogando su llanto en mi pecho. Siento su cuerpo menudo tan cerca de mí, como nunca antes. En otras ocasiones estaría feliz de sentirle, pero ¿cómo podría alegrarme sintiendo lo que ahora me sucede? Aunque a quien han burlado es a Martín, su dolor ha provocado que mi propia alma se desvanezca, porque el dolor de quien amas es tu propio sufrimiento. Daría todo lo que tengo con tal de borrar de sus recuerdos aquellas palabras tan hirientes, pero no puedo más que besar su frente, en un intento desesperado por consolarle. 

Notas finales:

Muchas gracias por leer!!!!! :3


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