Nuestra Vida en Una Relación
Nos Conocimos en un Día Cualquiera
Esa fría mañana otoñal, la guarida de los Akatsukis permanecía insospechadamente callada. Hacía pocos meses de la traición de Orochimaru, y el líder seguía enfurecido cual volcán a punto de estallar, así que todos preferían acatar sus ordenes sin rechistar y cuando nada tenían que hacer, encerrase en sus habitaciones, como críos castigados, en silencio y ocultando sus acciones del embravecido líder. Pero esa mañana, las cosas iban a cambiar para la organización, en especial para cierto shinovi de la arena.
Akasuna no Sasori, el tercer miembro más antiguo. El marionetista, se encontraba trabajando tranquilamente en su habitación, armando una nueva marioneta. Completamente absorto de lo que el destino hilaba a su alrededor, de que la suerte ya estaba echada, y todo apuntaba en su contra. En contra de lo que él creía ser. Con una sonrisa torcida, acariciaba la suave piel que recubría la fría madera pulida, dándole forma poco a poco a su más nueva marioneta humana. Ya ni siquiera recordaba de qué villa oculta era su actual víctima.
Un distraído golpe en su puerta y la voz rasposa de Kakusu llamándolo, lo hicieron torcer la boca y rodar con hastió los ojos. Como odiaba que lo interrumpieran. Gruño entre dientes dejando su trabajo a medias, acomodó con veneración su marioneta sobre el escritorio, y se metió en Hiruko. Una espantosa marioneta, que aparentaba ser un hombre minúsculo, encorvado y de rasgos toscos.
Con aquella apariencia se encamino a la sala de reuniones, dónde Kakusu le había informado que acudiera. Entre los oscuros pasillos, de roca gris, escuchaba su continuo andar, maldiciendo a sus adentros, como fuera alguna idiotez avariciosa de Kakusu lo convertiría en una marioneta. Al arribar, noto instantáneamente que las cosas iban muy seriamente; todos estaban ahí reunidos, incluso el líder y Konan. Tomo su lugar con prontitud, no le gustaba para nada ser el último en llegar.
Pero se dio cuenta que no era el ultimo. Con su mirada escrupulosa noto que aun faltaba el Uchija en la sala. Sonrió ladino, no era el último. Unos pocos minutos más tarde el pelinegro arribo, con algo sobre el hombro, como si llevara un costal de papas. El líder le hizo una seña con la cabeza, pidiéndole que se acercara y así lo hizo. Poniéndose al lado del líder y bajando lo que llevaba acuestas, o mejor dicho a quien llevaba.
Un minuto de silencio reino en la sala, mientras que todos miraban atentamente al chiquillo de catorce años, que igualmente los miraba desafiante y mal encarado. El niño de complexión delgada y alta venia amagado; con la boquita cubierta por cinta, y las manos y pies atados con cuerda especial. Él: con su largo y hermoso cabello rubio, enormes ojos azules como jemas del cielo, pestañas tupidas y piel clara, daba la apariencia de una princesa secuestrada. Y por tal hecho, más bien parecía una hermosa jovencita que un varón.
Él es Deidara- la voz autoritaria del líder rompió el silencio, clamando las miradas hacia él y luego, nuevamente hacia el rubio- se unirá a nosotros a partir de hoy- todos asintieron como perros bien entrenados.
¿Pero no es muy joven?- la pregunta, de voz graciosa, pero solemne, atrajo la mirada de todos hacia un altísimo hombre, de compleción musculosa, piel azul y la precisa apariencia humanoide de un tiburón.
Que no te engañe su apariencia Kisame- entonó el líder con parsimonia- pose un estilo muy único de arte explosiva- ese último comentario atrajo de verdad la atención del Akasuna- es muy fuerte y hábil. ¡Sasori!
- ante el llamado de su líder, el marionetista avanzo unos pocos pasos- líder- contestó respetuosamente, con una leve inclinación de cabeza.
Cuando Horochimaru se fue te quedaste sin compañero, y ya que eres también un artista: Deidara será tu nuevo compañero.
Sasori, apretó los dientes y maldijo a medio mundo, el veneno atorado en su garganta le hacía difícil pasar aire, no podía articular palabra alguna, y no era precisamente por la imposición del de cabellos naranjas. Era la mirada apanicada del niñato, sus hermosos ojos azules abiertos hasta causarse dolor, parecía mirarlo con una mescla de asco y miedo. Incluso parecía querer esconderse atrás del líder e Itachi, aunque atado como estaba no podía siquiera tropezarse.
Kakusu tampoco tiene compañero- recordó con sagacidad. Era la primera vez que contradecía a su líder, pero de verdad que no quería hacerla de niñera, y por lo que noto su voz grave y rasposa solo asusto mayormente al niño.
Kakusu mata a todos sus compañeros y este niño es demasiado valioso. Además también es un artista, podrías instruirlo y podrían hasta agradarse- el líder hablaba con aburrisión, poco importándole el tema realmente, pero agradecería que el Akasuna tomara de mejor manera el asunto.
Miró a Deidara negar débilmente con la cabeza, asustado de tener que acercarse a él. Él mismo estaba a punto de matar al mocoso ese. Pero no tenía opción si su líder se lo ordenaba, así que obligándose a al menos hacer sonar su voz cotidiana asintió. El líder ordeno a Itachi liberar al rubio, quién seguía mirándolo con terror puro. El de cabellos naranjas se dirigió al niño y este asintió manso. Entonces lo hizo caminar hasta el lado de Sasori y dio por terminada la reunión.
Todos salieron con calma, echándole una última mirada a su nuevo compañero, compadeciéndolo silenciosamente, por el compañero que le había tocado. Cuando los dos quedaron solos en la enrome sala de piedra oscura, podía sentirse la tención en el ambiente, el único sonido que oían era el de una gota de agua caer continuamente sobre la roca. El marionetista estaba tentado a matarlo ahí y ahora, con su cola de escorpión, pero con un suspiro decidió emprender la marcha, solo dada la importancia que el líder había colocado sobre ese niño.
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Llevaban dos horas en su habitación, ambos callados y en esquinas opuestas, sin siquiera mirarse. Sasori seguía dentó de Hiruko, habiendo recuperado la calma después de continuar con su marioneta. Deidara miraba con desconfianza cada rincón de ese cuartucho, era ridículamente pequeño, con dos camas colocadas en esquinas contrarias, un escritorio de madera frente al que ese horrible hombre armaba una espeluznante marioneta. La escaza luz se filtraba por una mal encuadrada ventana, junto a la que suponía era la cama de ese hombrecillo.
Siéndose muy sincero, cosa que solo aceptaría en sus pensamientos, era que ese hombre le ponía los pelos de punta, y parecía el monstruo con el que los padres asustaban a sus hijos en alguna aldea. Estaba sentado en la que era su cama, pegado a la pared, achicándose cuanto podía, no sabía cómo iba a conciliar el sueño con ese monstruo a su lado. Comenzaba a aburrirse, ¿¡qué iba a hacer!? No se le ocurría nada y no le apetecía dormir, después de todo ese sujeto de cabellos negros lo había trasportado noqueado por dos días.
El líder había dicho que esa cosa era un artista no ¿al menos podría sacarle conversación? No es que le apeteciera, no es que no le causara pánico la simple idea de llamar su atención, pero tal vez así, podría calmar su miedo por ese hombre. Entonces comenzó a preguntarle cualquier cosa. Sasori sintió esa voz aguda como un golpe sónico, que quebró su tranquilidad y le erizo los nervios, pero decidió continuar con lo suyo e ignorar a ese molesto rubio. Tarea imposible cuando el niño parecía poder hablar horas sin necesidad de respirar.
Podrías cerrar el pico cinco minutos; mocoso- gruñó, girando lo suficiente el rostro para mirar de manera intimidatoria al mocoso ese. Pero el rubio, después de tragar dificultosamente, asustado, sonrió, al menos le había sacado unas palabras al monstruo.
Si me respondieras, podría callarme- el niño ladeo una sonrisa astuta, escuchando el gruñido inhumano del hombre ese.
Pero Sasori continuo ignorando el interminable cuestionario del adolecente, que parecía no prestarle la más mínima atención el ser olímpicamente ignorado. Deidara solo se calló, cuando el horrendo hombre lo amenazó. Bajo la túnica de Akatsuki tenía una larga cola de escorpión, que estaba rozando con morbosa diversión la fina curva de su espalda. El rubio se tensó y guardo silencio. En sus planes no se encontraba el morir, al menos no aun y menos aun a manos de un hombre tan espeluznante.
Las siguientes horas continuaron sumidos en un silencio, que relajaba al pelirrojo, pero que le crispaba los nervios al rubio. Por eso había hablado tanto, de cualquier cosa que se le hubiera ocurrido, solo mientras hablaba lograba controlar sus nervios, que parecían un cardumen de pirañas que lo devoraban desde dentro. Sasori se vio obligado a salir de Hiruko en cierto momento, no le gustaba trabajar en su arte ahí encerrado, pero con el rubio ahí prefirió quedarse encerrado, hasta que no pudo más.
El rubio arrugó la nariz, mientras se incorporaba, hacia como una hora que se había acostado, pero ese extraño sonido había llamado su atención. Sentado desde su cama miró como la joroba de ese grotesco hombre se habría, como una ostra, dejado salir a un joven un poco mayor que él, de cabellos rojos como sangre, y piel pálida. El chico se sentó sobre el cascaron vacio, que tanto había alterado a Deidara, continuando con su marioneta.
Oye…- nuevamente esa vocecilla. Sasori gruñó otra vez, girándose hacia él menor.
¿Qué es lo que quieres? Has estado molestándome todo el día- gruñó con el ceño fruncido.
Dada la voz que utilizaba esa horrenda carcasa, Deidara no imaginaba que el joven pelirrojo que tenia adelante, usase una voz joven, tal vez unos años mayor a lo que su cuerpo aparentaba. Tampoco se imaginaba que fuera tan atractivo, y que sus ojos (una exquisita combinación de miel y ceniza) fueran así de impresionantes, aunque suponía que esa mirada furiosa, debía ponerle los pelos de punta cualquiera.
- pasaron unos tortuosos segundos, que a ambos les supieron eternos. Sasori perdía poco a poco la poca paciencia que tenía, y Deidara ya no recordaba que iba a decir- yo…- titubeó.
- Sasori se incorporo violentamente, por fin cansado del menor- ¿¡qué quieres!?
Tengo hambre- contestó con voz constreñida, tras apartar la mirada del otro, para regresarla con toda la fuerza que podía.
No soy tu niñera- se cruzo de brazos, dándole una sonrisa maliciosa al chiquillo, que se escondió entre sus hombros inflando los mofletes enojado.
Pero tú líder dijo que tenias que cuidarme- recordó con suspicacia, sonriendo taimado, mientras que el otro rodaba los ojos con hastió. En eso tenía razón.
El pelirrojo suspiro cansado, antes de caminar lentamente hacia el más joven, viéndose tan amenazante como su mismo líder. Se inclino hacia el frente enterrando sus pupilas en las contrarias, logrando su cometido, intimidar al rubio, qué retrocedió unos centímetros, el rostro del otro estaba demasiado cerca. Podía oler su aroma a madera barnizada, su respiración caliente chocando en su nariz.
Confiare en que eres lo suficientemente inteligente como para no intentar escapar- siseó contra el rostro sonrosado del niño.
- su voz grave, el aliento en su cara, la pronunciación burlesca, de alguna manera, no le podía mantener la mirada al otro- el de los pircings ya me lo explico y te aseguro que aprecio mucho mi vida.
- él pelirrojo sonrió satisfecho, y volvió a erguirse- ya vuelvo- dijo dirigiéndose a la puerta, la que cerró ni bien estaba fuera de la habitación.
Continuará.