Incompatibles
Los dos artistas apenas llevaban unos días de convivencia y ya no soportaban al otro. Sasori siempre tan callado, tan ensimismado en sus espantosas marionetas, ignorándolo e impidiéndole hacer cualquier cosa divertida, dios lo perdonara pero prefería a su abuelo Onoki. Y Deidara no se callaba, cada vez que abría su boca Sasori terminaba con jaqueca y un molesto zumbido en los oídos, como si una abeja se hubiera atorado en sus orejas. El mocoso quería hacer volar todo lo que veía, según su mente idiotizada el arte era un bum; cuando lo dijo por primera vez río a carcajada limpia por más de una hora.
Que el líder lo disculpara, pero el Akasuna comenzaba a extrañar a Horochimaru, siempre apartado de todos, metido en sus extravagantes experimentos, al menos el hombre serpiente no le crispaba los nervios solo con su voz. Pero si algo agradecía Deidara es que en su habitación el pelirrojo ya no usaba esa horrenda carcasa, que ahora venia enterándose que era otra marioneta. Su líder acababa de entregarles su primera misión, Deidara ni bien enterado estaba de qué se trataba. Iba sentado sobre Hiruko, aunque Sasori había gritado, se había sacudido y había intentado empalarlo con su cola de escorpión, el rubio no había cedido, y seguía ahí mirando con semblante aburrido su horizonte.
¿A dónde vamos…?- no hubo respuesta alguna, ni siquiera los ruiditos molestos que hacia el mayor, cuando le hablaba- ¿qué buscamos…? ¿Ya vamos a llegar…? ¿Vas a decirme algo…? Sabes que puedo seguir hablando todo el camino.
- escuchó el gruñido bestial de la marioneta (no entendía como podía cambiar tanto la voz del mayor), seguido de su voz metálica, inhumana- vamos por un pergamino y es todo lo que te diré.
Deidara suspiró con hastió, dejando que el pelirrojo guiara la marcha. Siguieron el camino sin siquiera dirigirse la palabra o la mirada. Llegaron a su destino al anochecer. Deidara se bajó de Hiruko, y miró atentamente la fortaleza a la que tenían que infiltrarse. Era un antiguo castillo, perdido en la mitad de un espeso bosque, no lograba apreciar el estado de la construcción; no había mucha luz, y los árboles bloqueaban los pocos rayos plateados que alcanzaban las murallas de piedra liza.
Decidieron tomar caminos opuestos, por no decir que Sasori le ordeno ir por el lado contrario. Todo lo que el rubio sabía del pergamino era lo bien custodiado que estaba, había ninjas de la ola por todos lados. Hasta ahora había logrado pasar desapercibido, y no sabía qué tal le estaba hiendo al anciano, aunque por la falta de prisa, movilización y escándalo de los ninjas, las cosas estaban hiendo bien. Imaginaba que Sasori tendría mayores problemas para pasar desapercibido, y por eso lo que más lo sorprendió fue que lo descubrieran a él antes. No terminaba de creerlo con Sasori metido en esa lenta y estorbosa marioneta (como él siempre la veía).
Crear algunas figurillas de arcilla y explotarlas, por primera vez no fue buena idea: había derrumbado el pasillo entero, y ahora si era seguro que todos los ninjas estarían tras él. Regresó por sobre sus pasos, buscando otro camino, que por desgracia los shinovis restantes, también habían utilizado, sabiéndolo de antemano, por la alta probabilidad de que el intruso atravesará aquel pasillo. Desde su lugar Sasori rodo los ojos, escuchando las explosiones secundadas de gritos, no cabía duda el mocoso era torpe.
La pelea no parecía tener fin, por cada ninja que derrotaba parecían aparecer otros tres, como si fueran una hidra. Estaba controlando la potencia de cada explosión, no quería volver a derrumbar el pasillo, la última vez solo había tenido suerte, ninguna roca le había caído encima por pura suerte. Tal vez eso estaba propiciando que sus enemigos, siguieran apareciendo cada vez mas enojados, pero eso no impedía que el rubio mantuviera la ventaja de su parte. Duro minutos luchando, hasta que el pasillo quedo inundado de cadáveres mutilados. La sangre fresca escurriendo macabramente de las paredes, restos de hollín ennegreciendo la terrorífica postal que el menor tenía delante.
Ese anciano… ni siquiera fue bueno para aparecerse- jadeó arrodillado en el suelo, la pelea había sido exhaustiva, respirar le causaba dolor, el sudor en la frente escurriendo por su sien lo desesperaba, pero ni ganas de levantar los brazos le quedaban.
¡Atrás de ti!- la alerta, demasiado grave, demasiado irritada y conocida, hizo dar un brinco al chico. Quién apenas logro escuchar el sonido pastoso de la carne y los órganos, cortados con precisión.
Miró hacia su lado, notando esa enorme cola de escorpión color hueso, pasando a su lado, la siguió con la vista sorprendido, encontrándola enterrada en el pecho de un ninja, atrás suyo. El sonido de la madera lo hizo despertar y regresar la mirada junto a aquella parte de Hiruko, que volvía hasta su lugar, frente a él, al otro lado del pasillo, donde la horrible marioneta parecía dedicarle una mirada de burla. Frunció el ceño y lanzo la figurilla que aun tenia dentro de la boca derecha, dejando que el ave, con forma de colibrí, volara hasta la marioneta y explotara.
- Sasori giro con impresión la cabeza, encontrando tras de él, el cuerpo decapitado de un ninja, que había estado a punto de atacarlo con un hacha enorme. El cuerpo se fue de espaldas, entonces giro volviendo su mirada al menor- no tuviste cuidado- entonó con falsa dulzura el rubio, mientras se levantaba de su lugar.
Eso lo dice quien alerto a toda la guardia del castillo- atajó ácidamente la marioneta, con su espeluznante voz. Deidara volvió a fruncir el ceño y a desvió la vista.
Me deshice de todos, al menos así podremos buscar el pergamino con tranquilidad.
Cuando iniciaste todo tu espectáculo, ya tenía el pergamino- dijo con maliciosa gracia, mientras mostraba el pedazo de papel enrollado.
Muy bien- suspiró fastidiado.- Pero nos iremos a mi manera.
Sasori no dijo nada, solo observó como el menor hacia otras dos figurillas de arcilla, una con la que exploto una pared que daba al exterior y la otra, que tras unos sellos hizo crecer, lo suficiente para ambos. Entonces subieron a ella, y la enorme ave de extraño y extravagante diseño emprendió el vuelo, batiendo sus enormes alas blancas. Tal vez… solo tal vez no eran tan incompatibles como creían, se habían ayudado mutuamente, y su primer misión había salido bastante bien.
Continuará.