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Eunhae: El corazón de la bestia por MishELForever

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El que me apartara de él me puso nervioso y llegué a pensar que se había arrepentido y mil cosas más como esa aparecieron por mi mente. Él solo sonrió y volvió a juntar sus labios con los míos.


– ¿Por qué tanta prisa??- me dijo sin apartar sus labios de mi boca. –Tenemos toda la noche y quiero disfrutar cada segundo.


Dicho esto, volvió a acariciarme los labios con su lengua y fue suficiente para que todas mis dudas se fueran y volviera a florecer en mí las ganas de tenerlo dentro de mí. 


Esta vez fui yo quien entré a su boca deseando fundirme con él. Probar sus deliciosos y cálidos labios y dejarme llevar. Solo pasamos unos segundos así puesto que aquel dulce y cálido beso pasó a ser uno más violento y desenfrenado. 


Seguíamos sumergidos en ese lujurioso beso pero sus manos en ningún momento permanecieron quietas, de hecho acariciaban mi abdomen y sutilmente levantaban mi camisa negra, mientras su pierna se movía sin descaro entre las mías. Finalmente me sacó la camisa y la tiró al suelo. Se apartó unos pasos de mí y me observó de arriba abajo y entonces una sonrisa de malicia apareció en su rostro. Se dirigió al sofá sin perderme de vista y se acomodó en el, abriendo sus piernas lo suficientemente como para que yo pudiera colocarme en ellas. Me senté encima de él y nos quedamos mirando por escasos segundos y después me besó. Mientras me besaba nuestros cuerpos se rosaban y hacía que perdiese el norte.


Sus manos arañaban mi espalda y en vez de hacerme daño me excitaba aún más. Después sus manos fueron subiendo hasta mi cabello y se perdieron en el. Al principio lo acariciaban pero después me agarró fuerte de ellos y me jaló fuertemente haciéndome gritar y dejando mi cuello y cuerpo a su merced. Su boca fue directa a mi cuello y empezó a lamerlo con deseo y ansias. Después su lengua fue deslizándose maliciosamente por el resto de mi pecho mientras yo me movía entre sus piernas notando perfectamente su erección al lado de la mía.


Su lengua experta recorría cada parte de mi abdomen. Provocando cosas en mi cuerpo y en mí que ni el mismo Kibum era capaz de hacer. Oh mie**a, Kibum. Era verdad, yo tenía un novio maravilloso y me encontraba aquí, haciendo la cosa más miserable e imperdonable que le podía hacer. A él que tanto se había preocupado por mí. De repente me sentí sucio. Más que eso, me sentí asqueado de mi mismo. El haberle recordado aunque solo fuese por una milésima de segundo había bastado para despertarme de ese ``hermoso´´ sueño que ahora se había convertido en una pesadilla. Ahora esa lengua que me devoraba el pecho ya no me hacía sentir placer sino la más grande repugnancia. 


-No… noo puedo hacerlo. –le dije. Lo aparté de mí y me levanté. Con mis ojos busqué mi camisa, la cogí y me marché de la habitación. Lo cierto es que todo ocurrió tan deprisa que él no tuvo tiempo ni para pedirme explicaciones y fue mejor así. Antes de cerrar la puerta, vi que ni siquiera se había movido, permanecía quieto como una estatua y completamente perplejo.


Nada más salir de la habitación me puse la camisa. Lo único que deseaba era marcharme de este lugar, olvidar que alguna vez vine a esta estúpida discoteca y sobretodo, olvidarme que le había conocido. 


Nada más salir de la discoteca me encontré de cara con el frio otoño de Seúl. Aún seguía sin saber que era lo que había pasado allí dentro. Ahora mismo mi cabeza era un caos y no podía pensar con claridad. 


Continué caminando hasta que encontré un parque. Me senté en uno de sus bancos intentando aclarar mis ideas. El aire que había me era de ayuda pues aunque me congelaba vivo, me ayudaba con el dolor de cabeza que tenía y con el pequeño ``problemita´´ que tenía más abajo en mis pantalones.


-¿¿Donghae que has hecho??- me reprimí en voz alta mientras miraba el problema que tenía en los pantalones que a su vez era la causa de todas mis desgracias. 


Una vocecita en mi cabeza me respondía lo que yo ya sabía. Había hecho lo peor. Había traicionado la confianza de Kibum por un completo extraño y solo por no poder controlar mis hormonas. Por suerte, si se puede llamar así, había reaccionado a tiempo y había evitado que el daño fuera a peor. Aún así no me sentía mejor, más bien todo lo contrario, me sentía como una mie**a, como la peor persona del mundo. Estuve un buen tiempo en ese banco intentando convencerme de que la causa de todo era el alcohol y nada más.


Cuando me serené me fui a casa. Una vez fuera de la puerta otra vez me asaltaron las dudas y la culpabilidad. Respiré hondo y entré. Una vez dentro me fue imposible ir a la habitación porque sabía que le encontraría allí, durmiendo plácidamente y sin ser consciente del mal que había hecho. Además me era imposible dormir con él, al menos esta noche y si estaba despierto, sería peor, porque hoy me era imposible verle a la cara sin sentirme avergonzado y culpable, así que simplemente me decanté por dormir en el sofá de la sala.


 


***


 


Estaba acostado en ese sofá de cuero rojo. Mi mente estaba nublada por el placer y la excitación del que mi cuerpo era cautivo y solo sentía su lengua lamer mi pezón poniéndolo duro y como después sus dientes lo mordían haciendo que gimiera más fuerte. Mientras mis manos arañaban su espalda, las suyas se deslizaban por el resto de mi pecho y abdomen dando pequeñas caricias. Él estaba colocado entre mis piernas las cuales estaban inclinadas mientras él se movía de arriba abajo haciendo que nuestros miembros duros se tocasen. 


Su lengua iba descendiendo por mi pecho hasta llegar a mi abdomen y allí continuaba repartiendo besos y lamidas que hacían que de mi boca no parasen de salir gemidos. Fuertes gritos de placer que inundaban la sala y por mucho que intentaba reprimirlos, me era imposible.


Su mano llegó hasta mi entrepierna y empezó a acariciarlo mientras sus labios subían nuevamente hasta perderse en mi cuello. Lo lamía y mordía mientras su mano subía y bajaba siguiendo el ritmo de mi agitada respiración. Estaba a punto de volver a gemir pero antes de hacerlo, su boca me aprisionó. Su lengua entró deprisa en mi boca y empezó a recorrerla con lujuria y desenfreno mientras su mano subía y bajaba más deprisa. No pude más y gemí en su boca. Su mano cada vez iba más deprisa. Estaba a punto de alcanzar la gloria… hasta que un ruido proveniente de la cocina acabó por despertarme. Abrí los ojos de golpe sin saber donde me encontraba y con la respiración agitada. Poco a poco iba teniendo conciencia de donde me encontraba. Estaba en un sofá, sí, pero no en ese sofá rojo de aquella habitación donde mi subconsciente traicioneramente me había llevado. Sino que me encontraba en el sofá blanco de la sala del piso que compartíamos Kibum y yo. Fue entonces que oí otro ruido proveniente de la cocina junto con un insulto de Kibum que iba seguramente dirigido a los platos que se le habían caído y por consiguiente roto. Siempre era igual, cuando tenía trabajo estaba tan metido en el que se olvida del resto del mundo y por consiguiente rompía una vajilla entera. 


Sentí como empezaba a abrir la puerta de la cocina y me alarmé. Aún era demasiado pronto para verle y enfrentarle, primero tenía que acabar de aclarar mis ideas. Me levanté enseguida del sofá y me puse a gatear por la sala para que no me viese hasta que llegué a la puerta, la abrí y me puse a correr por el pasillo hasta llegar al baño y allí me encerré. 


Lo que ahora necesitaba era una buena ducha. Abrí el grifo y mientras se acumulaba el agua me quité la ropa hasta quedar desnudo. Antes de entrar a la ducha no pude dejar de verme en el espejo. Mi cabello estaba alborotado y tenía unas ojeras bastante visibles y mi rostro se veía cansado pero lo que me llamó la atención fueron los chupetones visibles de mi cuello y pecho. Sin quererlo mi mano paso por cada chupetón y lo acarició con cuidado y una sonrisa apareció en mi rostro. 


-¿Por Dios Hae, que haces?? -me dije a mí mismo y se me esfumó la sonrisa. –Eres lo peor.-me dijo esa vocecilla de mi cabeza a la que tanto odiaba escuchar pues era siempre la más sabia y la que cosas más dolorosas y ciertas me decía.


Me tomó un buen tiempo la ducha y todo ese tiempo lo ocupé pensando en que haría a partir de ahora. Pero sabía que necesitaba la opinión de otra persona, de un amigo. Cuando salí de la ducha me alisé bien el cabello, me lavé los dientes… necesitaba limpiarme, al menos por fuera porque por dentro estaba sucio.


-Tú sabes porque- me dijo esa vocecilla que en ningún momento parecía callar.


-Oh calla- le respondí en voz alta y mientras lo hacía me miraba en el espejo. -Genial, ¿ahora hablas solo eh??


Salí del baño y cuando me acerqué a mí habitación, escuché sonar mi teléfono móvil. Entré a la habitación y por suerte Kibum estaba en la sala, seguramente desayunando. Cogí mi móvil y vi quien llamaba, gracias a Dios era la persona que más necesitaba en ese momento.


-Kyuuuu- grité nada más contestar sin darle tiempo a decir nada.


-Aishhhh, HAE!!!- gritó Kyu desde el aparato y tuve que apartarlo de mi oído. -Casi me dejas sordo.


-Y tú a mí.- le grité y volví a reír.


-¿Hae puedes quedar hoy? Necesito hablar contigo.


-¿Kyu puedes quedar hoy? Necesito hablar contigo. –dijimos al unísono. Volví a reír.


-Supongo que eso es un sí- le dije.


-Supongo…


-Bueno hasta luego.


-Hae, ¿Cómo que hasta luego?? Pedazo de tonto si aún no hemos dicho la hora ni donde nos vemos. 


-Yaishh, Choi Kyuhyun, ¿Qué manera es esa de hablar a tus mayores?? 


-Si te comportaras como tal… 


-Simplemente voy a ignorar esto último porque eres mi mejor amigo y no quiero hacerte daño.-le dije un poco resentido.


-¿Qué me vas a hacer tú? Pero si eres un blandengue. 


-Yo sí, pero tu sigue comportándote así. Dame razones para chivarme a Sungmin, que él si sabrá castigarte.


-Hae, ¿no serás capaz??


-Ponme aprueba, ¿o ya has olvidado la última vez que dormiste en el sofá??


- chivato- susurró, aún así le pude escuchar muy bien y no me pude contener la risa. –Bueno quedamos en el restaurante de la otra vez a las 14:00. No llegues tarde.


-pero si eres tu el que siempre llega tarde-grité y colgué. Kyu a pesar de todo era el único que me podía ayudar a aclarar las ideas.


 


***


 


Llegué al restaurante a tiempo, pero como siempre, Kyuhyun llegó tarde y mientras le esperaba fui pidiendo la comida.


-Hola- dijo después de haber llegado con media hora de retraso.


-¿Hola y ya está?


-¿Qué??


-Llegas tarde.


-Solo he llegado 30 minutos tarde, tú que haces una montaña de un grano de arena…


-¿Esta vez porque ha sido??


-Esta vez no ha sido culpa mía, sino de Sungmin. He tenido que ayudarle en su pintura…


-Y supongo que serán de esas pinturas privadas de Sungmin… las que no muestra en los museos.


-¿Hae, enserio te interesa saber que pintura era??


-No, creo que no. Ya me quedé traumatizado el día que vi uno de sus cuadros privados.- sí, aquella maldita pintura que vi sin querer y me hizo ver más de lo necesario de Kyuhyun.


-Entonces no preguntes… solo digamos que es otra para su colección.- y en su rostro apareció una sonrisa de malicia.


-Enserio Kyu tu nunca cambias. Bueno, me he tomado la libertad de pedirte la comida, la de la última vez, como te gusto… 


-Hae, no seas tramposo que aquí me faltan patatas y hay más verdura.


-Kyu, creo que el cansancio te hace ver alucinaciones. Yo no he tocado tu plato para nada.


-Hae que nos conocemos.-dijo y empezó a quitarme las pocas patatas que me quedaban pues mientras le esperaba, prácticamente me había acabado el plato.


-Yaishh Kyuhyun. ¿Niño nadie te ha dicho que no se juega con la comida? - le dije intentando actuar enfadado. Lo cierto es que me agradaba pasar el tiempo con él, no por nada era mi mejor amigo. Y ahora me estaba ayudando a olvidarme del accidente de la discoteca hasta que dijo lo peor.


-¿De qué me querías hablar??- me dijo ya más serio y llevando su primer bocado de carne con verduras a su boca.


-Yo… bueno… ¿tú me has llamado, no tenías que decirme algo urgente??- le dije esperando a que hablara y no me preguntara nada más.


-Hae- me dijo en un tono más serio.


-Vale, vale… bueno veras, es que yo… yo pues…- joder como me costaba contarle la verdad, y sobre todo me asustaba el saber qué pensaría ahora de mí. –Es complicado de decir pero yo… bueno yo…ayer en la discoteca yo…


-Ayer en la discoteca tú te liaste con un chico ¿verdad?- me interrumpió.


-Vaya, al final no ha sido tan complicado.-le sonreí con timidez aunque la sonrisa no llegó a mis ojos. -¿Cómo lo sabes?? 


-Sungmin me envió a buscarte y te vi. 


-¿Y por qué no hiciste nada?


-Hae aunque no lo parezcas, ya eres mayorcito para saber lo que haces.


-Pues por lo visto no soy lo suficiente listo para tomar buenas decisiones.


-Bueno de los errores se aprende.


-¿Así que me querías dar una lección eh?? 


-Hae tampoco me hubieras escuchado. Estabas tan embelesado con ese chico que de nada hubiera servido. 


- Kyu te aseguro que no pasó nada, solo nos besamos no llegó a más, no lo permití. Solo me fui…


-Hae creo que no es a mí a quien deberías decir esto.


-¿Te refieres a Kibum??- él solo asintió –Se lo pienso decir pero no encuentro un buen momento para decírselo.- él solo se rió. –Hae, nunca es un buen momento para contarle a tu novio que te has besado con otro.


-Kyu!!!- le grité.-Ya sé que he hecho algo horrible. Me armaré de valor y se lo diré nada más llegar a casa.


-¿Estás loco?? Que se lo digas ahora solo os perjudicaría a los dos. Hae, ¿olvidas que tiene que llevar a cabo uno de los trabajos más importantes de su carrera?? Esto solo lo distraería y sería peor. Además tu también tienes un trabajo del que preocuparte, ¿o es que has olvidado que este lunes empiezas??- era verdad, había olvidado por completo el trabajo. -¿Pero cómo le voy a mirar a la cara??


-Simplemente olvídate por esta semana que ha sucedido esto y dedícate a tu trabajo. Además, como ya no volverás a ver a ese chico ya da igual. – me puse rígido. -¿Por qué no lo volverás a ver no??


-Por supuesto que no, ni ganas. –prácticamente le grité. 


-Tampoco es para que te pongas así, si no lo vas a volver a ver... – continuó hablando pero ya no le escuché. Me quedé pensando en su pregunta. Si era sincero, una parte de mí sí deseaba volver a verle. ¿Hae en que demonios piensas?? Me recriminé mentalmente y esa vocecilla interior volvió a reír. –Tú no deseas volver a verlo- me dije. –NUNCA MÁS.


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