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Eunhae: El corazón de la bestia por MishELForever

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Notas del capitulo:

Aquí os dejo el segundo cap. Espero que os guste ;)

POV Donghae:

 

Él seguía agarrando mi mano y entonces puso la otra en mi hombro y al ver como se lamía su labio inferior pensé que me besaría y de repente mis labios se abrieron deseando dar la bienvenida a aquellos labios tan apetecibles pero mis deseos no se cumplieron pues él hizo lo menos esperado. Llevó sus labios hasta mi oreja. 

Cerré mis ojos por escasos segundos y pude oler el dulce aroma que desprendía. Lo sentía tan cerca. –Baila conmigo. –Me susurró con una dulce y seductora voz. En ese instante volví a abrir mis ojos y él lentamente empezó a alejar sus labios de mi oído y mientras lo hacía su nariz rosaba mi mejilla hasta que nuestros labios quedaron a escasos milímetros. Él me miraba directamente a los ojos como si yo fuera su presa de esa noche. Asentí con la cabeza dándole a entender que sí me apetecía bailar con él. De hecho en esos momentos era lo que más deseaba. 

Con su mirada aún fija en mí, descendió la mano que tenía en mi hombro, acariciando casi imperceptiblemente mi pecho y abdomen. Entonces se giró y con la mano que sujetaba la mía me jaló para que lo siguiese y así lo hice.

Pensé que me llevaría a la pista a bailar pero en vez de eso pasamos entre la multitud y me dirigió hasta unas escaleras. Entonces me di cuenta que nos dirigíamos al piso de arriba exclusivos para vips. Y era por ello que había un segurata en las escaleras, pero en cuanto lo vio hizo una reverencia y nos dejo pasar.

Había varias habitaciones pero él me dirigió a una que estaba al fondo del todo, con una puerta mucho más grande que las otras. Sacó una tarjeta y abrió la puerta. Una vez dentro me soltó la mano la cual se sintió vacía. 

La habitación era amplia y silenciosa. Las paredes eran blancas y al lado de una de ellas había un sofá de cuero color rojo y a su lado una mesa pequeña de caoba en la cual había diversos mandos. En otra pared había colgando, un televisor de pantalla plana que quedaba situado justo en frente del sofá y en su pantalla aparecían varias listas de canciones como en un karaoque. También había unos altavoces en los extremos de aquella pared. Y al fondo de la habitación se encontraba un pequeño mini bar. 

-Pensé que aquí estaríamos más cómodos. –Me dijo interrumpiendo mi observación.

-Es un buen lugar. –Le dije nervioso mientras él sacaba del mini bar, dos copas y una botella de ginebra.

Por último se sentó en el sofá y se giró a verme. Yo aún estaba al lado de la puerta y él hizo un gesto con su mano para que me fuera a sentar a su lado. Aunque mis piernas temblaban empecé a caminar y finalmente conseguí sentarme a su lado. 

Aún no sabía qué hacía allí y con él, del cual no sabía nada, ni siquiera su nombre.

Abrió la botella y empezó a verter el líquido en las copas. Una vez llenas me dio una a mí y la otra se la quedó. Estaba tan nervioso que en cuanto tuve la copa en mi mano me bebí todo el líquido que había en ella bajo la mirada atónita de mi compañero. Él empezó a reír, una hermosa melodía para mis oídos, y me volvió a servir más. Yo bajé la cabeza avergonzado y de mis labios solo salió un gracias.

-Me gusta como bailas.-Dijo rompiendo el silencio que se había creado entre nosotros. 

-Eh??... Pero si nunca me has visto bailar.-Le dije con una sonrisa nerviosa. Él solo rió. –Te he visto bailar en la pista.

-¿Así que eras tú el que me observaba mientras bailaba?- Le pregunté en forma de broma, aunque más que una pregunta era una afirmación para mi mismo que aún no me lo creía.

-En efecto, pero créeme, no era el único.- Dijo esto último como si estuviera celoso o al menos eso me pareció, lo cual me hizo sentir ¿feliz?

-No tienes idea de lo que causas en las personas.- Susurró.

Cogió el mando de la mesa y encendió el equipo de música. –Baila para mí- Me pidió, pero más que una petición parecía una orden. 

– ¿Tú no vas a bailar?- Le pregunté esperanzado de poder bailar con él pero su respuesta fue un rotundo no. 

-Vamos, baila para mí. –Me volvió a pedir, con una mirada ardiente que hacía vibrar mi cuerpo entero y me fue imposible negarme.

-Elijo yo la canción.

-Como desees. –Me pasó el mando y elegí Doin Things de Justin Guarini. 

Me coloqué en el centro de la habitación, enfrente suyo para que me pudiera observar bien y en aquel momento me alegré de que Sungmin me lograse convencer de que no me vistiese con mis típicos vaqueros y camiseta blanca, y que en su lugar, me pusiese una camisa negra con un pequeño escote que dejaba ver parte de mi pecho y que además se ajustaba perfectamente a mi piel y unos jeans que me había regalado por conseguir mi trabajo. 

Él se acomodó bien en el sofá y yo empecé a mover mi cuerpo al ritmo de la canción. Eran movimientos lentos pero firmes. Mi mirada fija en él mientras mis manos recorrían mi cuerpo. 

Me satisfacía sobremanera ver como su mirada se perdía en mi cuerpo. Su dedo índice rozaba su labio inferior mientras este se entreabría. Sus ojos marrones y seductores recorrían firmemente cada parte de mi cuerpo con deleite y deseo, hasta llegar a mis ojos y allí se quedaban, ardientes y penetrantes, que hacía que el corazón se me disparara y la sangre me bombease por todo el cuerpo. Continué bailando hasta que la canción llegó a su fin y dio paso a la siguiente, Skin de Rihanna y pude ver cómo, sin perderme de vista, se bebía de un trago lo que quedaba de ginebra en su copa, después se levantó y se acercó lentamente hasta mí. 

-Gracias por complacerme. Ahora es mi turno.

Puso sus brazos en mi cuello y lentamente los fue bajando hasta mi espalda, entonces me atrajo más hacia él. Empezó a menear las caderas seductoramente y al ritmo de la canción. Sentía una oleada de calor recorrer mi cuerpo. Tener sus brazos rodeándome y sus manos en mi espalda acariciándome me hacía sentir frágil y esas simples caricias debilitaban mí cuerpo a más no poder.

Sin darme cuenta mis caderas empezaron a seguir a las suyas y mis manos por primera vez, y sin temblar, empezaron a recorrer su espalda. Las suyas tampoco se quedaban atrás. Las bajó hasta mi trasero y me lo apretó acercándome más a él, hasta que ya no quedó ni un solo milímetro de distancia entre nosotros. Ahora sentía perfectamente todo su cuerpo al lado del mío. Su miembro tocaba el mío sutilmente mientras continuaba moviendo sus caderas de un lado a otro. Mis manos continuaron su recorrido y subieron hasta llegar a su sedoso cabello y se perdieron en el. Ya no sentía vergüenza, ahora solo sentía deseo. Deseo de él y de nadie más. Necesidad de seguir explorando su maravilloso cuerpo y unas infinitas ganas de probar sus labios.

Cara a cara, sin apartar ningún momento nuestra vista el uno del otro, podía ver cómo me devoraba con su mirada y sus caricias en mi piel no hacían más que aumentar el calor que habitaba en mi cuerpo. 

Ambos sabíamos que él había ganado. Que ya había conseguido a su presa porque yo tontamente había caído en sus garras y ahora ya no podía escapar pero lo cierto era que no deseaba hacerlo porque, para que negarlo, en ese momento solo deseaba sentirle dentro de mí, devorando cada parte de mí ser. 

Agarró mis brazos y me giró colocándome de espaldas a él. Siguió moviendo sus caderas pero esta vez lo hizo como si me penetrara y, Dios, se sintió tan bien que deseaba más y yo mismo empecé a mover las mías para que el roce fuera más placentero. Sus movimientos al principio eran lentos pero poco a poco se fueron haciendo más rápidos y con mucha más fuerza. Colocó sus labios en mi cuello y los fue subiendo lentamente hasta llegar a mi oreja y al mismo tiempo sus manos subían lentamente por el interior de mis piernas hasta llegar a mi ya despierto y necesitado miembro. Sus manos pasaron rozándolo y dejándolo más necesitado que nunca. Sus provocadoras manos volvieron a descender nuevamente por el interior de mis piernas y su boca también descendió de mi oreja hasta mi cuello pero esta vez no utilizó sus labios si no su lengua la cual se deslizó tan deliciosa y maliciosamente que hizo que mi estomago se revolviese de placer y de mi boca saliera un gemido y que mis piernas temblaran al punto de haberme caído si no me llego a sujetar de sus caderas. Noté su risa burlona en mi cuello lo cual hizo que me avergonzara pero también me hizo cabrear. Deseaba borrar su sonrisa y por encima de todo, quería provocarlo, oírlo gemir, así que llevé mis manos a su trasero y lo agarré fuertemente mientras acercaba el mío hasta su miembro despierto. Tenía mi trasero tocando su hombría escondida bajo el pantalón y ese roce me hacía enloquecer. Fue entonces cuando comprendí el fallo de mi plan. No solo él se excitaría, yo también lo haría y justo en ese momento pude sentir como gemía tan cerca de mi oído excitándome aún más y como después lamía el exterior de mi oreja. No me pude contener y al final fui yo quien acabó gimiendo nuevamente. 

-Dime ¿te gusta?- Me susurró en mi oído con una voz extremadamente sexy que me enloqueció.

-Ssi.

- Dime lo mucho que te gusta.

-Mme… me gusta demasiado. 

-¿Quieres que continúe? -su voz ronca hizo vibrar mi cuerpo.

-Sí

-Bien, porque esto no es más que el principio. – Me volvió a girar y volvimos a estar cara a cara.

Me sujetó de la barbilla con su mano derecha y su dedo pulgar recorrió mi labio inferior mientras se lamía y después mordía el suyo provocadoramente. Empezó a acercarse. Su boca cada vez más cerca de la mía haciendo que mi pulso se acelerase y que solo escuchase los latidos de mí desesperado corazón que pedía a gritos sus labios.

Cerré los ojos y pude sentir el tacto de sus labios, eran suaves y húmedos. Empezó repartiendo castos besos en mis labios pero poco después se ayudó de su lengua, la cual recorría mi labio inferior, al principio con delicadeza para más tarde devorarlo. Poco a poco el beso iba cogiendo más fuerza y finalmente mordió mi labio inferior mientras sus frías manos recorrían el interior de mi espalda. Todo ello hizo que soltara otro gemido mucho más fuerte que el anterior y él lo aprovechó para adentrarse en mi boca. Su lengua entró como un torbellino en mi boca, topó con la mía y empezó a acariciarla y a fundirse con ella, en una lenta y erótica danza de roces y sensaciones, de sacudidas y empujones, haciendo que dentro de mí apareciera un fuego abrazador que me quemaba entero. 

Su boca tenía un delicioso sabor a ginebra que me enloquecía y simplemente me dejé inundar por ese fuego del que mi cuerpo era cautivo y aquella enorme sensación de placer que me recorría. 

Me gustaba como su lengua exploraba cada parte de mi boca mientras su pierna se colaba entre las mías y como sus brazos me apretaban con fuerza hacia él.

Finalmente después de un tiempo y muy a mi pesar, nos separamos por la falta de aire, pero yo, tan excitado como estaba, le quité la camisa de golpe dejando al descubierto su imponente pecho, con unas abdominales tan apetecibles que me fue imposible no perderme en ellas. 

Seguía contemplando su cuerpo embelesado, deseando sumergirme en él y repartirle todos mis besos y caricias y que no quedase ninguna parte de su apetecible cuerpo sin ser besado. Empecé acariciándole y, Dios, su pecho era firme y duro. No me pude contener e iba a empezar a besarle pero antes de que mis labios tocaran el paraíso, me alejó de él. Aquel acto me dejó gélido. ¿Es que acaso se había arrepentido?? No, no era posible, yo no se lo permitiría. No esa noche y menos después de lo que había provocado en mí. 


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