Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El misterio de Castiel por Calabaza

[Reviews - 49]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Después de comer Dean se tomó el tiempo de llamar a Bobby. Él tampoco estaba nada contento con Dean en esos momentos. Se había enterado de Castiel había desaparecido del hospital y que la policía de Nueva York estaba buscando al presunto secuestrador, que era Dean.

Por fortuna los chicos estaban relativamente a salvo fuera del estado de Nueva York, pero Bobby le dijo que él solo lograría estar tranquilo hasta que los tuviera frente a él y le ordenó pasar a su casa en su camino hacia California.

Al chico le pareció bien. Si alguien podía ayudarlo a convencer a John era Bobby, y si algo salía mal, Bobby podía darle asilo a Castiel, aunque de todas formas Dean no se sentía dispuesto a volver a separarse de su amigo.

Luego de la charla con Bobby se encaminó de vuelta al hotel, con una hamburguesa para Castiel. Conocía de sobra los problemas del chico con la comida, pero sabía que tenía que hacerle comer algo en algún momento. Además Castiel era un poco mayor ahora y quizá sería más razonable a la hora de explicarle que debía comer por su propio bien.

Le encontró en el estacionamiento, sentado en el cofre del auto en el que habían llegado.

— ¿Cas? ¿Qué haces?

Castiel se giró hacia él y pareció realmente aliviado de verlo.

—Creí que te habías ido. —le explicó una vez que Dean llegó hasta donde estaba.

— ¿Qué? No voy a irme sin ti. Estabas dormido y yo tenía hambre, así que fui por algo de comer.

—Oh.

—No voy a dejarte nunca más. ¿De acuerdo? Así que no tienes que preocuparte por eso.

—De acuerdo. — Castiel asintió, pero apartó el rostro.

—Vamos  adentro. Te traje una hamburguesa. ¿Tienes hambre?

—Sí. Un poco.

Dean le miró sorprendido.

— ¿Lo dices en serio?             

 

Lo decía en serio. Cuando volvieron a la habitación Dean le dejó la hamburguesa y se sentó a ver como Castiel se comía más de la mitad, que era más de lo que le había visto comer en todo el tiempo que pasaron juntos en la granja. Dean estaba asombrado. Castiel estaba comiendo, y justo frente a él sin que le importara que le estaba observando. Comía muy lento y parecía pensarlo mucho antes de dar cada mordisco, pero al final media hamburguesa había desaparecido. A Dean se le ocurrió que probablemente el chico no había comido en días y debía estarse muriendo de hambre, por eso había comido sin oponer resistencia.

— ¡Vaya! Eso es casi lo más increíble que he visto, Cas. ¿Cuánto tiempo llevabas sin comer?

Castiel dejó el resto de la hamburguesa en el plato de plástico y se limpió las manos repetidamente con una servilleta.

—Desde la cena de ayer. — respondió.

—Oh. ¿En serio? ¿Comiste ayer y también hoy? Es decir… bueno, comiste mucho. En el hospital te obligaban a comer ¿No?

—No. — Castiel se quedó pensativo un momento, con la mirada perdida en el suelo.

—Ah. Entonces ahora comes por tu cuenta, casi como alguien normal ¿No?

Castiel no respondió, seguía mirando el piso insistentemente y Dean asumió que su pregunta le había puesto incómodo. Él estaba incómodo también porque no había querido que su pregunta sonara como si Castiel fuera alguien anormal  y que eso fuera algo malo.

—Umh, lo siento. No quise decir… umh, es que antes casi no comías, y cuando lo hacías era a escondidas para que no te vieran. Creo que es la primera vez que te veo comiendo algo. Supongo que no eres tan tímido ahora. Eso está bien.

—No soy tímido. — declaró Castiel con una expresión de absoluta seriedad.

— ¿No? Entonces ¿Por qué no querías comer cuando te veíamos?

—Por qué... — agachó la cabeza de nuevo de una manera que parecía exclamar timidez y eso hizo sonreír a Dean. — Por qué me miraban de la forma en que lo estás haciendo ahora.

—Oh, lo… ¿siento? Sólo estoy mirándote como siempre lo hago.

—No sólo estás mirando, estás esperando algo.

—No espero nada.

—Esperas respuesta.

—Umh, así que ¿Te molesta si te miro mientras te hago preguntas?

—No me molesta. No…uh. —Castiel suspiró, frustrado. — Ellen me miraba atentamente cuando quería que comiera, y yo no quería causar que se sintiera decepcionada.

—Pero ella no se decepcionaba cuando no comías, se preocupaba. Es algo completamente distinto.

—Y tú me mirabas como ella.

—Tampoco estaba decepcionado.

—Tengo miedo de que tarde o temprano haré algo que te haga sentir decepción de mí. — confesó, y lucía tan auténticamente afligido, encorvado, encogido sobre sí mismo hasta parecer más pequeño de lo que era,  que Dean se preocupó de que fuera a echarse a llorar en ese mismo momento. Fue a sentarse junto a él y le palmeó la espalda cariñosamente.

—Hey, no pienses en eso. No… no hay forma de qué me decepcione de ti. Es decir, umh, eres genial tal como eres y no tienes que hacer cosas sólo porque los demás quieren. Aunque cuando queríamos que comieras era porque estábamos preocupados por ti, pero no tenías que hacerlo solo para darnos gusto.

—Estabas decepcionado cuando no pude leer los símbolos en la portada del libro de Sam.

— ¿Ah? — esa era una de las cosas en las que no había pensado en un buen tiempo, una de las memorias que se habían quedado guardadas en el fondo de su mente. Todo acerca del libro de Sam y de los símbolos misteriosos que Castiel había podido leer solo una vez. —Oh. No estaba decepcionado.

—Pude sentirlo.

— ¿Sentirlo cómo? No estaba decepcionado de ti. No lo estaba, lo juro. Supongo que si me sentí decepcionado fue porque  esos símbolos o lo que fueran… creía que si podía averiguar más sobre ellos podría ayudarte a recordar el lugar de dónde viniste.

Castiel le miró como si aquella fuera una gran revelación.

—Entonces ¿No estabas decepcionado de mí?

—Te digo que no.

— ¿Si me pides hacer algo que no puedo hacer no lo estarás?

—No te pediría algo que no puedes hacer. Y si te pido algo así sólo tienes que decirlo y entenderé. Ni siquiera… ni siquiera sé por qué te importa tanto si me decepciono o no, es decir… yo mismo soy sólo una decepción así que no es como que cuente mucho lo que yo opine. Y tú… eres genial, de verdad. No tienes por qué preocuparte de eso.

—A mí me importa lo que tú pienses, Dean. — Castiel declaró aquellas palabras con tal vehemencia que Dean se sintió abochornado por la forma en que lo había dicho, como si fueran las palabras más sinceras nunca antes pronunciadas.  Puso una sonrisa tonta y asintió.

—Uh… bueno… eso está bien, Cas. Gracias.

Castiel se dobló hacia adelante, llevándose las manos al abdomen y se quedó muy quieto.

— ¿Cas? ¿Qué pasa?

El chico se levantó y fue corriendo directo al baño, y Dean le escuchó vomitar.

— ¿Cas? — le llamó desde la puerta y al no obtener respuesta se asomó tímidamente. Castiel estaba sentado en el suelo, con la cabeza apoyada contra la taza del baño, pálido y con los ojos húmedos y vidriosos.

— ¿Te sientes mal del estómago? ¿Te hizo daño la hamburguesa?

Castiel meneó la cabeza levemente para asentir y luego volvió a apoyarla contra el retrete.

—A veces me sienta mal lo que como.

—Sí, creo que fue demasiado para ti. Vamos, los baños de los moteles no son lo más limpio que hay. Levántate.

Le ayudó a ponerse de pie y lo llevó hasta la cama, le dio un poco de agua y le hizo acostarse.

—Vas a estar bien. — le dijo, aunque el pobre chico se veía tan lívido que no estaba seguro de que lo que le decía fuera cierto. Tomó un pañuelo de papel de la cajita sobre el velador y le limpió las comisuras de la boca. —Voy a ir a buscarte medicina para el estómago ¿Está bien?

—No. Quédate. — Castiel le estaba sosteniendo de la muñeca y le miraba suplicante. — No necesito medicina.

—Sólo serán unos minutos. Vi una farmacia aquí cerca.

—Por favor, Dean.

—Bien. Está bien. —Dean le arropó y se quedó sentado junto a su cama. —Puedo ir más tarde.

—De verdad no la necesito.

La expresión descompuesta en el rostro de Castiel llevaba a Dean a estar en desacuerdo con eso.

—La medicina me hace estar aún peor.

—Bueno, no es como lo que te daban en el hospital. Es algo para que te sientas mejor del estómago.

—Si tomas una medicina que no necesitas eso puede causar que te enfermes.

—Pero si la necesitas.

Castiel esbozó una pequeña sonrisa cansada.

—No, Dean. No la necesito.

—De acuerdo.

Poco después Castiel estaba dormido otra vez, Dean se aseguró de ello y se apresuró a ir a buscar el medicamento, solo por si acaso.

Estaba preocupado. Había creído que una vez que le sacara del hospital todo iría bien, pero había cosas que no había considerado, como el que Cas pudiera enfermarse. Podría darle algo más grave que un simple dolor de estómago, después de todo el chico siempre había sido de constitución débil y propenso a los accidentes y Dean no sabía si sería capaz de cuidarlo él solo y mantenerle a salvo y bien. Pero su situación no era buena. No tenía mucho dinero y todavía debían atravesar tres estados para llegar a casa de Bobby.

Había un teléfono público afuera de la farmacia. Lo miró largamente al salir, pensando en si sería mejor llamar a su padre para que fuera a recogerlos. Parecía un poco tarde para elegir esa opción, y también se sentía como darse por vencido, pero dadas las circunstancias quizá era lo mejor, lo más sensato. Tendría que disculparse hasta que John se cansara de escucharlo decir “Lo siento, papá. Me equivoqué.”

Quizá lo único que evitó que se decidiera realmente  a hacerlo fue pensar en que John, enojado como estaba, no escucharía razones y enviaría a Cas de vuelta al psiquiátrico.

Al volver a la habitación se encontró con que el otro chico seguía dormido, así que Dean le dejó seguir descansando y se dedicó a ver televisión el resto de la tarde hasta quedarse dormido el también.

—Dean. ¿Puedo dormir contigo?

Dean abrió los ojos y se encontró con los de Castiel justo frente a él, a centímetros de distancia.

—Umh… claro.

Castiel se acostó junto a él, metiéndose bajo las sábanas y compartiendo su almohada. Ni si quiera estaba lloviendo, pero a Dean no le molestó. Castiel estaba tibio y su calor se propagó muy pronto entre las mantas, como cuando eran niños. Si algo recordaba claramente de aquellos días era el dormir junto a Cas.

— ¿Todavía te duele el estómago?

—Ya no.

—Que bien. No más hamburguesas baratas, lo prometo.

—Pero me gustó.

—Te hizo daño, Cas.

—Fue porque comí demasiado. Me cuesta controlarme cuando siento hambre.

Dean no se imaginaba como media hamburguesa podía ser demasiada comida. Recordaba a Castiel cuando era un niño, tomando bocados tan pequeños de las cosas que parecía increíble que no se hubiera muerto de desnutrición y que incluso hubiera podido crecer un poco, aunque seguía siendo bajito comparado con Dean, y seguía estando demasiado delgado y todavía se veía frágil y enfermiza. Sin embargo en aquel momento lucía bien, al menos mejor que en la tarde. El tenue brillo que provenía del anuncio luminoso de neón en el estacionamiento entraba por la ventana y le iluminaba el rostro, así que Dean podía verle. Estaba sonriendo. Seguía siendo una sonrisa bonita.

—Además había estado esperando probar una. — dijo Castiel, girando la cabeza sobre la almohada para mirarle.

— ¿Probar qué? ¿Una hamburguesa?

—Sí.

— ¿Estás diciéndome que no habías probado una antes de hoy? ¿Ni una sola vez?

—Nunca tuve la ocasión.

—Y tu primera hamburguesa te hizo enfermar. Eso apesta.

—No importa. De verdad me gustó. Me alegra haberla probado estando contigo.

—Bueno… la próxima vez te compraré una que valga la pena. Será tan buena que se te olvidará la de hoy.

— ¿Cómo las del quiosco en la playa?

— ¿Uh? ¿Cómo sabes de eso?

—Tú me lo dijiste. ¿Ya no lo recuerdas?

—Cierto. — Dean recordó que le había contado de las hamburguesas que había comido en Delaware, en aquel quiosco al que su padre lo llevaba cuando era un niño. — ¿Cómo es que lo recuerdas? Eso fue hace mucho, yo casi ya lo había olvidado. Te conté de la playa ¿No es cierto? Y tú dijiste que nunca habías estado cerca del mar.

—Sí.

— ¿Ya has podido verlo?

—No.

— ¿Aún no? ¿Qué has estado haciendo todo este tiempo? — Dean soltó una risita que se apagó muy pronto al pensar en los años en los que Castiel había estado desaparecido, en la cosas que le habían ocurrido de las que él no sabía nada y en todas las cosas buenas que se había estado perdiendo porque nadie se había interesado en mostrárselas. —Quizá podríamos ir, si tú quieres.

—Eso me gustaría, Dean.

—Entonces iremos. Iremos a todos los lugares que quieras.

—Oh. Espero que haya tiempo suficiente para eso.

—Claro que sí, tenemos mucho tiempo.

Castiel no respondió pero Dean sintió la mano del chico moviéndose contra la suya. Dean le estrechó la mano, luego sus dedos recorrieron despacio la palma de la mano hasta la piel tersa de la muñeca de Cas, dejando sobre ella leves y distraídas caricias que Dean se dio cuenta que estaban haciendo que Castiel se relajara. El chico entrecerró los ojos y se acurrucó contra él, con la cabeza bajo el mentón de Dean, apoyando la frente en su pecho.

—Estoy cansado. Voy a dormir ahora, Dean. —dijo con su suave voz adormilada.

—Está bien, Cas. Descansa.

Esa noche Dean no tuvo pesadillas. De hecho durmió profundamente y por la mañana se sentía inusual pero agradablemente fresco y feliz.

Se dio un baño, y aunque tenía que volver a ponerse la ropa que ya llevaba porque no había empacado nada, se sintió bien. Se paró frente al espejo para comprobarlo, y a excepción del moretón en el pómulo, su apariencia era tan atractiva como siempre.

—Cas, voy a ir por el desayuno. Hay agua caliente así que por mientras puedes tomar un baño si quieres. ¿Estás despierto?

Castiel, todavía metido bajo el calor de las cobijas, balbuceó algo que sonó como un “Si, ya voy”, así que Dean le dio su tiempo y fue a buscar un lugar donde comprar comida, que no fuera la cafetería a la que había ido el día anterior porque no quería arriesgarse a que la comida de ahí hiciera enfermar a Castiel otra vez.

También se aseguró de conseguir un periódico para averiguar si había alguna nota sobre su intrusión y escape del hospital, pero para su tranquilidad no encontró nada al respecto. Después de todo Castiel no tenía más familia y no se gastarían recursos del gobierno en buscar esmeradamente a un chico huérfano desaparecido, así que podían ir tranquilos sin preocuparse de que alguien los reconociera en uno de esos carteles de “Se busca”.

Compró un par de vasos de café y galletas, y regresó al hotel. Debían dejar la habitación al medio día así que tenía que asegurarse de que su amigo estuviera listo a tiempo.

Afortunadamente cuando entró al cuarto se encontró con que Castiel ya se había bañado y estaba terminando de vestirse, poniéndose también la ropa que llevaba antes, que era toda blanca y ya se veía algo sucia.

—Vamos a tener que conseguirte nueva ropa. —le dijo Dean, cuando lo vio poniéndose la gabardina.

—Esta me gusta. — declaró Castiel, tratando de acomodarse el cuello que se le había quedado doblado hacia adentro.

—Deja, yo te ayudo.

Dean le enderezó el cuello y las solapas del viejo y largo abrigo, y luego procedió a doblarle las mangas por sobre las muñecas. Aunque Castiel había crecido, aquella gabardina seguía siendo demasiado grande para él.

— ¿Por qué sigues usando esta cosa vieja?

—Porque tú me la diste.

—Oh. Bueno… uh, te daré algo mejor. En cuanto pueda te llevaré a comprar ropa. ¿Sí? Algo bonito que te quede bien. ¡Oye! Tu cara…— dijo, fijándose en que el rasguño en el rostro de Castiel había quedado reducido a apenas una leve marca roja. —Vaya, eso se te ha quitado muy rápido, ni siquiera va a quedarte una cicatriz. Eh, toma, te traje un café. No sé cómo te gusta así que lo pedí con leche y azúcar. ¿Está bien? Y una galleta.

Castiel tomó el vaso de café y miró a la galleta con recelo.

—No tienes que comértela si no quieres.

Al final tomó la galleta y le dio un mordisco pequeño.

—Me la comeré. — afirmó, aunque no se veía muy contento con su propia decisión.

—Bueno. Pero no tienes que hacerlo. Si no te gusta la dejas, no quiero que vuelva a dolerte el estómago. Pero por si acaso, tengo esto…— Dean le mostró la botellita de medicina que había comprado el día anterior. —Si te sientes mal solo dime.

Castiel asintió distraídamente y continuó mirando la galleta. Le dio otra mordida y luego la dejó sobre la cama.

—Bueno, en cuanto termines con eso nos vamos.

— ¿Vamos a la playa? — Cas levantó el rostro que se había encendido con un vivo interés.

—No, bueno, aún no. Estamos bastante lejos. Primero iremos a ver a Bobby ¿Recuerdas a Bobby? Me acompañó al hospital el otro día, cuando fui a visitarte.

—Sí.

—Vamos a ir a su casa. Él puede ayudarnos.

— ¿Necesitas ayuda, Dean?

—N-no. Bueno,  necesitaremos más dinero para llegar a California.

—Si lo necesitas yo puedo conseguir dinero para ti.

— ¿Si? ¿Cómo?

—No lo sé. — respondió, bajando la vista, pensativo. — Pero lo conseguiré para ti.

—No tienes que hacer eso, Cas.

—Pero quiero ayudarte. — soltó con absoluta determinación y sus ojos suplicantes mirando a Dean ansiosamente, quien por su parte estaba intentando contener el remolino de ternura que crecía en su pecho, inspirada por la genuina preocupación de Castiel, por lo serio que lucía al pronunciar sus palabras, y por su cara tan joven y sincera.

—Uh… ¿Quieres ayudarme? Ten, lleva mi café hasta el auto y espérame ahí mientras voy a devolver las llaves de la habitación.

—Pero Dean…

—Cas, está bien. No necesitas hacer nada más. — le dijo entregándole su vaso de café e inclinándose un poco más para besarle la frente. —No te preocupes.

Castiel se quedó estático un momento como si esperara a decirle algo más, pero entonces Dean fue hacia la puerta y la abrió para él.

—Vamos, Cas. El camino nos espera.

Notas finales:

Dean siendo tierno con Castiel es de lo que están hechos los sueños, yo digo.

Un capítulo para ellos dos solitos.

No recordaba de dónde había sacado lo de las hamburguesas en un quiosco en Delaware, por un momento creí que lo había inventado o que lo había leído en algún fanfic, pero si sucedió. Zachariah lo menciona en ese capítulo en que le ofrece a Dean una bandeja de hamburguesas y también cerveza.

Umh, y pues nada más por ahora.

Oh, si, muchas gracias a todos los que dejan comentarios. Les aseguro que leo cada uno de ellos  y les estoy muy agradecida. Bendiciones para ustedes ~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).