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El misterio de Castiel por Calabaza

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El primer pensamiento de Dean al despertar fue para las voces de Castiel.

Antes de abrir los ojos esa idea ya estaba moviéndose en su mente, tratando de atraer su atención.

Ahora sabía que no tenía que decirle a Ellen nada al respecto, por que Castiel ya se lo había dicho y ella no lo había creído.

Eso le hacía sentir como que la responsabilidad de ayudarlo entonces recaía sobre él. Claro que no tenía la menor idea de por dónde empezar.

La mente de Castiel funcionaba un poco diferente y tal vez por eso escuchaba cosas que otros no podían. Como algún tipo de super poder, super oído, poderes psíquicos, o algo así.

Sabía que los poderes psíquicos eran reales por que Missouri Moseley, una amiga de su padre, los tenía. Ella siempre sabía cuándo Dean había hecho algo indebido o cuando apenas estaba pensando en hacerlo.

Así como Castiel sabía en dónde se había ocultado Jo.

Dean saltó de la litera casi sin pensar e hizo tanto ruido al aterrizar sobre las maderas del piso que despertó a Sam y a Richie, pero Dean no se dio cuenta de eso porque estaba demasiado apurado por ir a averiguar si Ellen y Jo ya habían regresado.

Cuando entró a la cocina la quietud y el silencio le dieron los buenos días. No había café en la cafetera y el suelo todavía estaba sucio de lodo, consecuencia de la entrada espectacular de Ash la noche anterior. No había forma de que Ellen permitiera un descuido así en su cocina, así que dedujo que ella no había vuelto todavía.

El cristal roto de la puerta había sido remplazado provisionalmente con un cartón grueso para no dejar pasar el aire fresco del exterior. Se fijó en ese detalle mientras abría la puerta para salir al patio, y en cuanto puso un pie fuera los zapatos se le hundieron en el fango. Tuvo que caminar con cuidado y casi de puntitas mientras cruzaba aquello que ahora parecía más un pequeño pantano que un patio.

Ash estaba mucho más allá, a medio camino entre la casa y la cerca, en mitad del océano de hierba, con una pala en las manos y los guantes de trabajo.

— ¡Hey! ¡Ash!

— ¡Hey! ¡Winchester!

— ¿Qué haces? — preguntó el niño cuándo estuvo más cerca, aunque ya suponía que era lo que hacía.

—Limpio el círculo. — respondió Ash, removiendo con la pala el fango y la hierba que habían cubierto la línea de plata que rodeaba la casa. —Ellen quiere que me asegure de que sigue entera. Anoche estábamos preocupados de que atrajera algún rayo cerca de la casa.

— ¿Va a venir Ellen hoy?

—No lo creo.

— ¿Vas a volver tú al hospital?

—Sí. En cuanto termine con esto.

— ¿Puedo ir?

Ash estiró el cuello y le miró de una manera que hizo que Dean anticipara su respuesta.

—Es mejor que te quedes. Estás a cargo de la granja mientras yo no esté.

—Quiero ayudar.

—Lo sé. — y en verdad lo sabía. —Pero no hay nada que puedas hacer si vas al hospital. Ese no es lugar para un montón de chicos, y si te llevara sólo a ti ¿Quién cuidaría a los demás?

— ¡Dean!

El aludido giró la cabeza y vio a Sam que venía saltando entre los charcos de lodo tratando de llegar hasta ellos.

— ¡Hola, Ash!

— ¡Hey, Sam! ¿Pudiste dormir bien el resto de la noche?

—Demasiado bien. Se la pasó roncando. —respondió Dean y  Sam le soltó un codazo en las costillas para después hacerle a Ash la misma pregunta que había hecho su hermano.

— ¿Podemos ir a ver a Jo?

Y Ash iba a responder, pero Dean se adelantó.

—No podemos, Sam. En el hospital no dejan que los chicos entren a ver a los pacientes. Pero Jo y Ellen volverán pronto. ¿Verdad, Ash?

—Eso mismo.

Sam hizo una mueca de descontento pero no dijo nada más al respecto.

—La electricidad volvió desde hace rato y volví a colocar la antena en su lugar, así que ya pueden ver tele. —anunció el mayor, limpiándose la frente con el brazo.

Sam festejó levantando los brazos, y luego anunció ruidosamente que tenía hambre.

—Vamos a desayunar. —dijo Dean, despidiéndose de Ash con un movimiento de cabeza y empezando a caminar de vuelta a la casa en compañía de su hermanito.

— ¿Qué vamos a desayunar?

—No sé. Cereal, supongo.

—Ya comimos cereal anoche.

—Se puede comer cereal a todas horas.

—Sí, si son Lucky Charms.

— ¿Quieres parar con los Lucky Charms de una vez, Sam?

Al final Dean hizo huevos. Esponjosos huevos revueltos y salchichas.  Y él, Sam y Richie se sentaron a comer en la mesa de la cocina, y un rato después entró Ash y tomó una tostada y una salchicha que mordisqueó mientras se despedía de los chicos porque se iba al hospital a ver si Ellen necesitaba algo.

Después del desayuno, Dean sugirió que limpiaran un poco la casa para que estuviera en orden cuando Ellen y Jo volvieran.  Más que una sugerencia fue una orden, pero los otros chicos no protestaron porque tampoco se trataba de una exhaustiva limpieza de primavera. Sólo las cosas básicas como hacer las camas, lavar los platos, acomodar las cosas que estuvieran fuera de lugar, sacudir un poco el polvo en los lugares dónde se notaba más, y sobre todo encargarse de limpiar el suelo de la cocina, que había quedado aún más sucio cuando Sam y Dean volvieron a entrar esa mañana, luego de pasearse por el patio lleno de lodo.

Mientras Richie y Sam se encargaban de la cocina, Dean subió a hacer las camas, y también a ver si Castiel ya se había despertado. Pero una vez más no lo encontró en dónde esperaba hacerlo, pues la cama de Ellen estaba vacía cuando entró en la habitación.  Le pareció que de nuevo estaba en el juego de las escondidas cuando tuvo que agacharse bajo la cama y luego revisar en el closet. Hizo lo mismo en las otras habitaciones pero fue hasta que bajó a la sala que pudo relajarse cuando lo encontró sentadito en el sillón, con el mismo libro grande que había estado intentando leer días atrás.

A Dean le dio gusto verlo fuera de la cama y dedicado a algo más que dormir o temblar de miedo porque afuera llovía.

—Hey, Cas. ¿Cómo estás?

—Bien. —recibió como respuesta del otro niño que no levantó la vista del libro ni si quiera cuando Dean se sentó junto a él.

— ¿Quieres comer algo? Nosotros ya desayunamos pero puedo preparar algo… si quieres.

—No tengo hambre.

—No has comido como desde… hace mucho. — Dean estaba seguro de que la última vez que Ellen le había llevado comida a Castiel había sido el día anterior, antes de que Jo se perdiera —Deberías comer algo.

Por toda respuesta Castiel permaneció en silencio, observando las láminas de colores encendidos que representaban pueblitos y ciudades luminosas en las páginas del libro que sostenía sobre sus piernas. Así que Dean tomó una resolución: se levantó y fue a la cocina a buscar una tostada con mermelada. “Dean, ya desayunaste. Dean no estás ayudando con la limpieza.” “Sí, Sam, ya voy. No, Sam, la tostada es para Cas. Talla bien esa cazuela.”

Y volvió con el pan sobre un plato y lo puso frente a los ojos de Castiel para asegurarse de que lo viera.

—Come. Aunque sea un poco.

—No tengo hambre.

—No miraré mientras comes ¿De acuerdo? —Dean puso el plato sobre el sillón. —Lo dejaré ahí.

Luego volvió a subir las escaleras para terminar su labor con las camas, y mientras lo hacía no pudo dejar de pensar en el raro niño que hojeaba un libro que no podía leer, allá abajo en la sala. Siempre parecía haber algo nuevo que saber sobre Castiel que resultaba más extraño que todo lo anterior. Entendía por qué Ellen estaba inquieta. Y entendía por qué Castiel era tan pequeño y flaco, un poco encorvado a veces, con aquella mirada distraída y la apariencia de que iba a caerse inconsciente en cualquier momento. Parecía algo perfectamente normal y lógico si apenas probaba bocado. Tal vez estaba enfermo. Verdaderamente enfermo de algo muy grave, y nadie se había dado cuenta. Al pensarlo Dean sintió auténtica inquietud por él.

Sin embargo su preocupación disminuyó un poco al volver a la sala y darse cuenta de que a la tostada le habían dado dos o tres mordiscos pequeños, y eso ya era algo.

Castiel no estaba ahí, sin embargo. Lo encontró ayudando en la cocina, hincado en una de las sillas, estirándose para alcanzar a limpiar la superficie de la mesa, y parecía muy concentrado en su trabajo.

—Castiel nos ayuda. —dijo Sam, todavía lavando platos (por qué Sam era muy lento en ello), y Dean se acercó a su hermano para ayudarle.

—Bien, así terminaremos más pronto. — respondió, metiendo las manos en el agua jabonosa.

Cerca del medio día la camioneta de Ellen cruzaba la entrada de la granja y se estacionaba frente a la casa. Ash estaba de vuelta, sin Ellen y Jo, lo que desilusionó a los chicos, pero se animaron un poco cuando vieron el paquete de hamburguesas y papas fritas que Ash traía.

—Ellen y Jo estarán de vuelta mañana temprano. —anunció  el muchacho, dejando la comida sobre la mesa. —Así que no tienen de que preocuparse, eh. Ellen les manda saludos y Jo dijo…dijo…— Ash hizo una mueca, entornando los ojos y ladeando la boca, tratando de recordar las exactas palabras — “Diles que no se diviertan mucho sin mí o verán por qué el hospital es muy aburrido y ya me quiero ir” Eso. O y que los extraña… ¡Hey! ¿Cómo estás, compadre? Es bueno verte por aquí otra vez. —le dijo a Castiel pasándole la mano por el cabello cariñosamente y revisando la herida de su frente. —Uhm, eso está muy bien. Va a estar como si nada en unos días. También traje una hamburguesa para ti, y papas. Están buenas. — tomó un par de frituras de la bolsa, luego fue a la alacena por unos vasos, y después a la nevera de dónde sacó una botella de gaseosa.

—Ellen me dijo que me asegurara de que todos comieran, así que sírvanse.

Ash y los chicos se sentaron a comer, Castiel incluido, quien esta vez no se excusó con un “No tengo hambre”, aunque apenas si tocó la comida. Dean estaba casi seguro de que había menos papas fritas en el palto de Castiel cuando recogieron los platos después de que todos los demás terminaran de comer, pero no podía asegurarlo, y tampoco había probado la hamburguesa.

—Hey, Cas, te dejaré guardo esto para más tarde ¿Si? —le dijo Dean, poniendo el plato casi intacto de Castiel en la encimera de la cocina, dónde el niño pudiera alcanzarlo si cambiaba de opinión y quería terminar de comerlo.

Aunque en realidad dudaba de que eso ocurriera. No parecía que Castiel comiera si no se le insistía mucho al respecto. Debía estar comiendo a escondidas, de otra forma sería imposible que siguiera vivo con aquella aparente inapetencia.

Después  de la comida Ash salió a revisar que el resto de las trampas alrededor de la granja estuvieran bien, luego de la cantidad extraordinaria de lluvia que habían tenido, y les permitió a los niños  acompañarlo. Incluso Castiel fue con ellos, a su paso, un poco rezagado y demasiado silencioso comparado a los otros que corrían por toda partes y chillaban de alegría, contentos de poder pasar el día afuera otra vez.

El cielo no se había despejado, pero no hacía frío y el lodo en el suelo había comenzado a solidificarse, haciendo más fácil el caminar sobre él, aunque eso no evitó que Sam se resbalara un par de veces.

Las trampas consistían en piedras oscuras y redondas  hundidas en el suelo, con símbolos  grabados en ellas. Ni Dean ni Sam habían prestado atención a los grabados antes, porque eran pequeños y estaban desgastados, y además siempre tenían tierra encima que no hacía fácil saber en dónde estaban las piedras. De todas formas parecía que funcionaban aún si no podían verse, pero para asegurarse de que estaban intactas Ash fue a revisar una por una, retirando montones de fango y hierba húmeda de encima de ellas. Eran una docena y Ash sabía la ubicación de cada una de ellas. Los chicos se aburrieron después de ver las primeras cuatro, así que se encaminaron hacia la casa.

Cuando se hubieron alejado unos metros, Dean volvió la cabeza y se dio cuenta de que Castiel se había quedado atrás, mirando hacia la montaña. No había nada especial que mirar en esa dirección, sólo los cerros, montones de árboles, hierba y el cielo encapotado.

— ¡Castiel! ¿Quieres entrar?

El aludido volteó a verle y empezó una lenta caminata hasta donde estaba él, y Dean lo esperó.

— ¿Qué estabas viendo? —le preguntó cuándo llegó a su lado.

—Las montañas.

— ¿Qué tienen de interesante?

—Nada.

—Ah. ¿Entonces por qué?

Castiel, que hasta ese momento había estado un poco distante, fijó sus ojos en los Dean y ladeó la cabeza.

—Haces muchas preguntas, Dean.

—Se llama tener una conversación. — soltó Dean un poco a la defensiva. Quizá si hacia muchas preguntas, pero no tenía otra forma de saber más sobre él, porque Castiel no decía nada por su cuenta. Se le ocurrió sólo entonces que tal vez no le agradaba que estuviera constantemente alrededor, hablándole y llamando su atención. Tal vez simplemente disfrutaba estar solo y en silencio.

Iba a decirle que no tenía que responderle nada, pero entonces Castiel agregó:

—Me gusta observarlas.  Es lo primero que vi al llegar.

— ¿Al llegar aquí?

Castiel asintió pero Dean no comprendió a lo que se refería, así que se encogió de hombros y asintió.

— ¡Dean! ¡Están dando los Aventureros del Aire! — gritó Sammy muy emocionado desde la puerta de la cocina.

—Vooooy. —respondió Dean y él y Castiel siguieron a Sam a la sala, dónde Richie ya se había acomodado en el sofá, frente al televisor.

— ¿Quieres ver tele? — preguntó Dean, y Castiel fue a sentarse dócil y calladamente a su lado a un extremo del sofá, mientras Sam se acomodaba entre Dean y Richie y se partía en carcajadas con los dibujos animados. Unos momentos todos estaban riendo, con excepción de Castiel que observaba con atención la pantalla del televisor, y luego miraba a los otros niños, intentando descifrar el motivo de su risa e hizo un intento por imitarlo, esbozando una pequeña sonrisa que se le apagó en los labios en seguida. No era que no comprendiera lo que veía en televisión, e incluso le parecía interesante, pero no sentía deseos de reír al verlo, como los demás.

De todas formas le parecía aún más interesante el observar a los chicos y sus reacciones, escucharlos hablar entre sí y con él, aunque no les respondía mucho porque  la mayor parte del tiempo no sabía que decir. Pero estaba ahí, poniéndoles atención. Ese día, por primera vez, había tenido la oportunidad de pasar tiempo entre los chicos como uno de ellos. Antes de que llegaran los Winchester pasaba el tiempo quedándose al margen de mayoría de las actividades en la casa, especialmente porque no parecía que le agradara mucho a Gordon y a Castiel no le gustaba como se sentía estar cerca de alguien a quien no le agradaba. Así que se quedaba solo casi siempre, y a veces Jo  venía con sus juguetes y se tumbaba junto a él y lo envolvía en sus pequeñas historias de juego, y Castiel le seguía la corriente todo lo que podía hacerlo, y otras veces eran Ellen o Ash quienes le hacían compañía y le leían, y él disfrutaba de su presencia.  Podía sentir el cariño que le tenían esas personas y cuanto se preocupaban por él, y le gustaba. Pero no fue hasta ese día que sintió por primera vez la sensación de pertenencia.  No fue hasta que llegaron los Winchester que se sintió realmente presente. Casi siempre se adentraba tanto en sus propios pensamientos, tan lejos, tan profundo, que se perdía de lo que estaba pasando a su alrededor. A veces era por culpa de las voces, que le llamaban con insistencia y él trataba de concentrarse para entender lo que le decían, y otras veces era porque simplemente su mente no estaba en el mismo lugar que su cuerpo. Pero en ese momento, ahí mismo, Castiel estaba por completo.

Notas finales:

Feliz final de temporada, mwhahahaha.

Aviso que el próximo capítulo del fanfic quizá lo suba en un par de semanas, así que habrá que esperar un poquito, eh.

Gracias por leer.


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