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Fake It. por JHS_LCFR

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Notas del capitulo:

http://www.youtube.com/watch?v=wne5J_OdUyo

Digamos que tampoco me esforcé lo suficiente. Digamos la verdad: nunca luché por escucharle un “te quiero” o un “yo también”. Pensé que podía vivir con eso, pensé que podría seguir. Con mirarlo y quererlo me bastaba, en aquellos tiempos era suficiente. Pero soy un ser diferente, soy un humano que se carcome: sabía que lo quería y sabía que no lo podía tener…completamente. Podría compartirlo por un tiempo, eso estaría bien…eso estaría bien, hasta que enloqueciese. Golpearía las paredes y destrozaría todo lo que tuviese enfrente, mutilaría mis sueños y asesinaría todas mis vicisitudes. Me marchitaría por completo y terminaría abandonado, solo. Abrazándome las rodillas como aquella vez. Riendo contra mí pecho de forma que pudiese controlar el volumen y la debilidad en mi voz.

 

 

Cuando estaba cansado, mi revitalizador era verlo. Cuando me sentía solo, de alguna forma u otra, terminábamos cruzándonos. Viéndonos; nuestra relación se basaba en mirarnos, en querernos de lejos. Aunque sabía que le gustaba, aunque me había delatado solo al confesarme aquel día, después del musical con danza contemporánea, no hablaba. Yo tampoco le insistía. Porque si algo aprendí de Jongdae es que no hay que apurarlo, hay que dejarlo ser y resignarse a que tenga que pensarlo todo solo. Y así se hizo: obedecí, entendí el mensaje y me marché, me marché como la persona que lo amaba hasta la locura y regresé como un compañero, un simple amigo de las clases de chino de doce a cuatro de la tarde.

Pero ahí empecé a carcomerme y tuve que volver, tuve que volver. Rozando intencionalmente mi mano con la suya, mi cuerpo con su cuerpo, fui detectando sus gustos y sus desagrados, aprendí y tanteé sus puntos débiles y aquellas zonas inaccesibles. Hasta que le rodeé por el cuello y le quité los lentes, hasta que decidí que tenía el derecho de luchar por y para él. Aunque en el fondo sólo buscaba placer, mi comodidad y satisfacer esa urgencia de gozo insoportable.

 Al principio sus reacciones serían sonreír y perseguirme, quizás gritarme y abalanzarse sobre mí si durante el día las cosas no le habían salido bien. No obstante, fue una semana antes del primer examen en que lo toqué, lo toqué queriendo y sin juegos de por medio, lo toqué dejando que mis sentimientos huyesen por mis dedos y hacia su pómulo para llegarle al mentón y los labios.

 

 

Los labios de Jongdae son suaves pero amargos. Era como un caramelo de chocolate con menta adentro…besarlo constaba de dos etapas completamente diferentes: la primera era la de sorpresa, a pesar de que al segundo me respondía. Luego era culpa, podía sentir cómo brotaba de su boca a la mía el arrepentimiento, la angustia.

Porque luego supe que todo estaba mal, que Jongdae ya tenía a alguien desde hacía tiempo…alguien mucho más apuesto que yo. La persona que Jongdae se venía mereciendo.

 

 

“Su nombre es Junmyun”, me había dicho. “Llevamos tres años juntos. Él fue, es y será mi primer todo…mi primer amor, mi primer hombre, mi primer beso”. Pero nunca me pidió perdón, nunca me pidió que me apartase. Lo siguiente puede relatarse como los sucesos y recuerdos de toda la vida, o como el remolino de vergüenza y humillación que en verdad fue, porque todos sabían, el mundo entero y hasta el mismísimo Junmyun lo sabía.

Luhan también lo sabía. Y aún así…nunca me dijo nada.

 

 

“Deberías comer”, susurró Luhan aquel segundo día de clases en la Universidad. La historia poco a poco se va distorsionando en mi mente, ya no tengo ejes cronológicos que seguir, porque dolería mucho más. Dolería bastante.

“No quiero comer. No me siento bien”. Como siempre, como en los almuerzos en la secundaria, Luhan se sentaría junto a mí o enfrente y me observaría, cabeza levemente inclinada y mejilla sobre sus manos, los codos descansando en la mesa o en sus rodillas. No lo sé.

“Egresa en unas semanas… ¿Qué crees que deberías hacer?”. Ahí fue cuando me di cuenta de que no merecía a Luhan, de que lo lastimaba y lo había estado ignorando inconmensurablemente. Tres meses que se habían convertido en casi un año y medio…y él seguía ahí. Había decido quedarse, ayudarme. Le pedí que terminara conmigo, pero no quiso irse. Las últimas palabras que me murmuró con una sonrisa fueron, “Si él no está, ¿Quién va a cuidarte?”

 

 

Le estaré eternamente agradecido a Luhan. Ningún otro humano en la faz de la Tierra soportó mis llantos tanto como él.

 

 

Para qué comer, para qué dormir. Dentro de todo, me sentía bien. Apolillado, oscuro y enfermo, pero bien. Porque lo había visto esa noche de festejo, le había visto cambiar en comparación con el año anterior y había podido admirarlo, admirar lo precioso, lo divino y lo bello: Jongdae estaba irreconocible, se le veía más que feliz.

Y como necesitaba absorber esa alegría, lo arrastré. Tiré de él sin tocarlo y lo llevé conmigo. Todo con simplemente mirarnos a los ojos: pero, ¿Qué iba a decirle? ¿Que Luhan se había cansado, que por mi culpa se había transformado en un irritante ser enfermizo? ¿Que lo necesitaba en mi nuevo cuarto, en mi dormitorio? ¿Que extrañaba y necesitaba urgentemente oír su voz o sentir su tacto? No…no porque tenía miedo de que me sonriese. Cuando Jongdae me sonreía, significaba que no era lo suficientemente valiente como para decir “No”, rehusarse.

En un arrebato de desesperación, le pedí que se alejase de Junmyun, que se olvidase de él.

No lo logré. Tampoco soporté la derrota.

Paso a paso y lejos de la fuente, sentí cómo mi pecho y mi interior se iban descascarando. Cómo el viento rompía con mis huesos y me helaba el rostro.

 

 

Esa semana, no me levanté. La cama, de alguna forma, me recordaba a Jongdae…hasta el último de mis días embriagaré mi almohada con su perfume.

 

 

La fábrica de hornos para cerámicos estaba demasiado lejos, la casa estaba repleta de polvo. La necesidad de respirar y no sentir mis costillas doler era demasiado fuerte. Pero en vez de aire, un lienzo prácticamente en blanco fue lo que encontré. Un lienzo que Luhan alguna vez había empezado, pero que nunca terminó. Porque detrás de las manchas de colores claros y aguados, veía dos ojos y una lágrima caer del derecho, que me miraban con odio, con amor.

Luhan dejó en una esquina un papel con un garabato que rezaba “Minseok”.

Yo no me vi en esos ojos. En vez de verme a mí, yo quería mirar a Jongdae.

 

 

Tomé el pincel con pintura negra, reseca y lo estampé contra las manchas para luego romperlo contra la pared. Mis manos y mis dedos fueron los siguientes…tenía que expresar lo que me nacía a base de él. Tenía que decirle cuánto lo amaba…aunque fuese de forma horrorosa y, en el fondo, lamentable.

 

 

Nunca consideré llevarme a mí mismo por el camino de la muerte. Era…una estupidez: no quería morir pensando en él, no quería matarme por él. Podía vivir, podía seguir mendigando, aunque no lo pareciese. Mi naturaleza estaba en autodestruirme, mi cabeza sopesaba solo las opciones negativas y toda consecuencia desfavorable que en el trayecto pudiera llegar a nacer. Acaricié la pared con el estallido de negro seco, imposible de limpiar y que se rehusaba a descascararse o salir.

Ignoré las lágrimas y reí. Era lo más cercano que tenía a él. Lenta y pesadamente, apoyé mi frente contra la pared. “Necesito verte”.

 

 

Recordé la tarde de la vasija demasiado tarde, mientras intentaba volver a la rutina de comer, dormir y vivir…bien, por decirlo así. La retrospectiva estalló al oír el silbar de la olla: Jongdae estaba preparándome la cena el día que la encontró y se la quedó, quería hacer arroz para probarlo en los cuencos que hacía.

De vuelta con los pies en la Tierra, aparté la cacerola del fuego y miré la hornalla con sus mangas azules, bailando y zigzagueando constantemente.

Acerqué los dedos al fuego. Eso y la piel de Jongdae no eran tan diferentes.

 

 

Me quemé. Coloqué la venda con una sonrisa al pensar que mis abrazos eran más o menos así.

 

 

Salió de la galería en la que exponía, estaba igual, no había cambiado en absoluto. Ese mentón, esos ojos, esos pómulos…Pero no estaba con Junmyun, y cuando estaba con él mi presencia era ambivalente, mi nombre resultaba un pecado, algo impronunciable. Espiando detrás del biombo que separaba mi sector del de uno de mis compañeros, lo vi correr hacia la calle y desaparecer; mis pies picaron y lo seguí hasta llegar a mi vieja casa, mi residencia durante la secundaria.

Golpeó y aporreó y pateó la puerta, gritando mi nombre y sacando el celular para realizar incontables llamadas.

Pero yo había decidido desaparecer de su vida: en esa casa ya no había nadie y el teléfono viejo descansaba en la gaveta de mi pieza. Sólo como un elemento de tortura, porque jamás lo apagué y jamás dejé de leer sus mensajes, jamás los dejé de leer y jamás le contesté.

 

 

Era cierto que estaba más flaco, hasta yo mismo lo podía percibir: entre mis nudillos no había pozos, sino surcos. La piel de mis dedos constaba en bordear las uñas y abrazar los huesos; mis costillas se habían revelado y disparaban fuera de mi cuerpo, mi estómago se hundía estrepitosamente y mis piernas y la cadera eran horribles de ver.

“De todas formas, él seguiría gustando de mí”, me consolé frente al espejo. “No importa cómo me vea, Jongdae ve en mí lo que él quiere ver”.

A veces pensaba que cuando estaba conmigo imaginaba a un Junmyun más tímido y menos comunicativo. A veces pensaba que me transformaba en la ilusión del hombre perfecto, el chico de sus sueños. Porque Jongdae me pidió que nunca cambiase, que amaba todo lo que en mí se escondía y se podía ver.

 

 

Amarse solo…no es algo fácil. Yo nunca lo intenté. Ni en el sentido de la autoestima, ni en el sentido de complacerse y quererse físicamente: sólo el fuego y la sangre se comparaban con Jongdae, pero no pensaba llegar al extremo de incinerarme o cortarme hasta ver, oler y respirar rojo. Ser fuego, ser sangre. Eso sólo lo podía hacer Jongdae.

A partir de ese entonces, me refugié en el abandono y en el olvido. Mis placeres (me convencí) eran otros…de lo contrario, ¿Cómo había sobrevivido tantos años solo y desdichado?

 

 

El último día que respiré hondo y con una sonrisa, segundos antes a cerrar los ojos para siempre y dormirme hasta desgranarme sólo pude pedir…pedir, pedir y pedir.

“Encuéntrame, Jongdae…por el amor de Dios, encuéntrame”.

 

 

Notas finales:

Ahora sí...

(...me había quedado con las ganas del POV de Cachetes :3)


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