El tiempo se detuvo en aquella habitación, el mundo podía estar rodando o siendo completamente destruido, pero nada más me importaba, Uruha estaba en mis brazos, nuestros labios se entrelazaban, nuestras lenguas hacían una guerra deliciosa en la que quedábamos sin aliento en algunas ocasiones.
Poco a poco mi cuerpo ganaba terreno sobre el suyo, bastó un instante para tenerlo recostado en el sofá, debajo de mí, acaricié su cuello y su cabello con la punta de mis dedos, lo dejé respirar un segundo para observar su hermoso rostro.
- ¿Q-que pasa? – Preguntó nervioso mientras se sonrojaba, no dije nada - ¿P-pasa algo? – se ponía cada vez más nervioso.
- Eres hermoso – susurré.
- B-b-basta – tartamudeó sorprendido.
- Me vuelves loco – dije antes de besar su cuello.
- Y-y-y t-tu a m-mi – dijo en un leve gemido que terminó por evaporar el último gramo de autocontrol que aún me quedaba.
- Uru – dije con problemas severos para respirar.
- M-Miya – dijo gimiendo, me levanté, lo tomé de la mano, lo abracé y nos besamos una vez más, lo dirigí a la cama, en el camino a ella le quité la camisa y él hizo lo mismo con la mía, desabroché su pantalón y él, el mío, quedamos en ropa interior y caímos a la cama besándonos apasionadamente.
- Uru – le llamaba una y otra vez entre cada beso.
- M-Miya – me decía con voz entrecortada.
Besé su cuello mientras acariciaba sus costados, él temblaba nervioso pero lleno de excitación, me moví un poco y pude sentir contra mi cadera algo firme que suplicaba mi atención, dirigí mi mano a su entrepierna y lo sentí tan duro que comencé a frotarlo sobre la tela, él gimió muy fuerte, lamí sus labios con la punta de mi lengua sin dejar de frotarlo, sentía su respiración agitada entrar en mi boca, sus gemidos inundando mis sentidos, mi mano continuaba jugando en su entrepierna, hasta que sentí cómo la tela comenzaba a humedecerse, esto me excitó a tal grado que quité su ropa interior e hice lo mismo con la mía, subí sobre él completamente frotando mi miembro con el suyo y lamiendo su cuello.
- A-aah Miya – gemía Uruha.
- Estás mojándome – le dije.
- C-calla – me dijo apenado, bajé y comencé a lamer su pecho – a-aah M-Miyavi – se estremecía más y más mientras mi lengua jugaba alrededor de sus pezones. Comencé a bajar más, besando cada centímetro de su piel, me detuve un instante en su ombligo, lamiendo alrededor de éste en forma circular – m-mmm… a-aah – sus gemidos me pedían más.
Bajé hasta llegar a su miembro, lamí la punta llenando mi boca con su dulce sabor, lo cual le provocó un gemido tan fuerte y aferró sus manos a las sábanas, lo lamí por un instante y seguí bajando, le hice levantar las piernas, doblando sus rodillas y seguí bajando con mi lengua hasta llegar a su entrada, donde lamí frenéticamente, él se aferró a las sábanas aún más fuerte.
- M-mmm… A-a-aah, M-Mi-Miya-Miyavi – me llamaba una y otra vez.
Lamí su miembro nuevamente mientras introducía primero uno y luego dos de mis dedos dentro de él, mientras más lamía y chupaba, más fuerte oprimía mis dedos.
Ya no podía más, mi miembro estaba durísimo, ardía, quería explotar, me acomodé entre sus piernas, puse la punta en su entrada y volteé a verlo, él respiraba muy rápido, sus labios entreabiertos, se dio cuenta que me detuve, volteó a verme, lo miré a los ojos y él solo asintió, nervioso, con la cabeza. Lo penetré lentamente y con trabajo, él gritaba y se aferraba con fuerza a las sábanas, me acerqué a su rostro para besarlo y pude ver lágrimas en sus ojos.
- D-duele… d-duele mucho – me dijo.
Besé sus labios nuevamente y comencé a moverme, Uruha me abrazó por el cuello y con sus piernas me abrasaba acercándome más hacia él. Sus gemidos dolorosos pronto se convertían en mero placer, cada vez entraba y salía con mayor velocidad, me estaba agitando mucho.
- N-no te detengas – me dijo antes de comenzar a gemir más fuerte.
Me sentía al límite, y la humedad en su punta me decía que él también lo estaba, hice que soltara mi cuello para levantarme un poco y comenzar a masturbarlo al ritmo de mi cadera chocando contra su cuerpo, lanzó un gemido tan fuerte, tan sensual que me provocó acelerar.
- ¡M-MIYAVI! ¡A-AAH! – gritó mientras llenaba mi mano, su abdomen y él mío con su semen, al mismo tiempo que oprimió mi miembro de forma tan deliciosa que sólo bastó entrar y salir dos veces más para hacerme terminar dentro suyo.
Caí sobre él, exhausto, lo miré a los ojos, lo besé, me recosté a su lado, puso su cabeza en mi pecho y nos abrazamos. No había más que decir, callamos después de otro beso, quietos, no pude evitar quedarme profundamente dormido.