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Noche eterna... por Doki Amare Peccavi

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Notas del capitulo:

 

 

Gracias a todos los que leen y un muy especial saludo y dedicacion de capi a Dereck G de Sehamforash , gracias por darle una oportunidad a esta historia.. 

 

 

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Cap. 11: Muy blanco y muy Frío.

 

I

 

Un imperio de sentidos que no recordaba si habían existido. Eran tantas cosas.

 

== Solo y diferente, nunca entendido. ==

 

Cuando niño él, el más joven de siete hijos, la madre le mimaba mucho mientras el padre estaba, complacía y besaba sus mejillas, pero cuando lejos se encontraba le olvidaba frente a visitantes extraños, ella siempre sonreía pero el padre era un hombre violento, siempre perdido en inconciencia: Hubo noches de violencia y llanto, él desde pequeño supo que las caricias de su padre eran demasiado más crueles de lo debido para con su madre, las mucamas lo sabían, y los familiares sospechaban, nunca nadie dijo nada.

 

Hijos galantes e hijas demasiado lindas, el más pequeño mezcla de ambos. Uno a uno sus hermanos se alejaron, nadie amaba aquel «hogar», aun así, para él… era tan soportable, la madre gritaba de noche, las lágrimas de sus ojos escurrían, la lluvia de la ventana era tan acogedora en aquel momento. Y creció, y creció, y creció, pero aún seguía tan solo, y su madre más vieja seguía sonriendo y su padre de alcurnia seguía tomando.

 

Nadie deseaba seguir vivo... ni su madre, ni su padre, mucho menos él.

 

Una noche los golpes se excedieron, la sangre resbaló demasiado más de lo común y el padre asustado reprimió los quejidos de su esposa que anunciaron su lenta muerte. Todos se enteraron, al día siguiente que "la esposa ansiosa se había arrojado desde el balcón de la gran mansión".

 

Un funeral asfixiante para los presentes y en aquel lugar un hombre desconocido, muy blanco y muy frío, dijo conocer a la fallecida mujer, ofreció al menor de los hijos el poder para vengar a su madre, sin pensarlo dos veces él acepto.

La siguiente noche importante en sus recuerdos fue aquella en la que su padre sufrió demasiado, cuando deseó no haber cometido errores, murmuraba palabras sin sentido mientras su hijo hundía una daga con mango de plata en sus entrañas, el padre miró aquel rostro con inocencia perdida.

 

– Ojala estés sufriendo por lo menos la mitad de lo que ella sufrió toda su vida – Palabras venenosas, teñidas en odio puro, la última envestida al estómago del padre, casi más muerto que vivo, tirado en el suelo.

 

– Lo hago... lo hago en verdad que lo hago...– Las lágrimas de vida corrieron por los ojos del hombre castaño – Y no me arrepiento de nada. Ninguna bofetada ha sido un acto arrepentido para con ella.

 

– Es despreciable... – Murmuró el rubio a su padre.

 

– En verdad que lo soy... mi pequeño que se convirtió en hombre – Cayendo un poco de sangre por la comisura de sus labios y el jovencito se sintió sediento, el padre lloraba como un niño pequeño – Ella dijo: Que no eras mi hijo. Pero yo que te amo tanto nunca lo acepte.  

 

.*.

 

Cuando regresó al local, el dueño del negocio ya estaba bastante molesto, Gee mojado y sonrojo por correr entre lluvia.

 

– ¿Te ha pagado bien? Se veía un hombre demasiado buen mozo y adinerado, ¿Va a regresar?– Furioso, un tanto desubicado, Gee se viró molesto.

 

– No es cliente, es un amigo. Ni siquiera sabe que es lo que hago aquí, no pienso decírselo.

 

– ¿Pero cómo que no lo sabe? Métele en el negocio, hazle un adicto, un cliente como él nos conviene.

 

Gee bajó la mirada, meter a "él" en un mundo como este no era nada agradable, seguro sabría cuidarse solo, pero el simplemente no podía. Hombres morían, asesinaban y peleaban, hacían cosas horribles, él al mirar de lejos actos inhumanos se sentía tan asqueado y repleto de áurea sucia.

 

– Él no– Pensó en "Él", el señor que llegaba al anochecer, ahora Frank, sonrió al pensar que sus recuerdos por fin tenían nombre. – No creo que quiera, pero... voy a intentarlo.

 

El hombre de manos duras y rugosas le sonrió de forma linda, demasiado ilusionado, mucho que lo estaba, por todo el dinero que sus grandes manos podrían contar y contar.

 

– Gerard, niño, no creo que tengas trabajo hoy, estamos por cerrar – Algunas personas indiscretas, chicas sin clientes, todo que escuchaban, casi todas sonreían, aquel que pensaron era cliente de Gerard resultaba demasiado atractivo, tal vez… sólo tal vez una de ellas podría meterse entre las sabanas de su enorme cama; en alguna gran mansión. – Mejor que te vayas, estás mojado y no quiero que enfermes te necesito aquí temprano por si tu amigo regresa.

 

– Va a regresar – Aseguró ingenuamente el oji-verde – Me lo ha dicho.

 

– Perfecto, mañana empiezas a ofrecer ¿Entiendes?– Asintió – Vete ya. — Gee miró su reloj, la abuela y Mikey ya estarían durmiendo. El llegaría temprano, a dormir como una piedra, porque sus ojitos ardían del sueño.

 

– Gracias – Se alejó del hombre, cambió su camisa negra y el pantalón negro por la propia, remendada y ceñida al cuerpo de lo vieja que era. Cuando ya con mochila en mano se dirigía a la salida, alguna que otra chica cuchicheaba y le miraba de forma dudosa, no entendió por qué. – Hasta mañana – Dijo a la mujer más vieja y esta con un gesto ambiguo le despidió mientras acomodaba las sillas.

 

Fue incomodo, pensar que él se marcharía a casa, y la mujer se quedaría sola con sus deberes de madrugada.

 

– Hasta mañana – Gritaron las mismas chicas de siempre. Una entre ellas se distinguía. Y entonces retrocedieron sus pasos, no era tan fácil cambiar, ni aunque los deseos fuesen inmensos.  Regresó y alejó a la mujer de las sillas, ella no entendía, nunca había conocido a alguien tan bueno, no sabía comprender los actos de caridad.

 

– Usted las colillas y yo las sillas, ya lo sabe – Ella asintió sin ganas, bufó y se alejó del pelinegro, las chicas estallaron en carcajadas, Gee les miró confundido.

 

– Lo sabíamos – Dijo la muchachita que se despedía de él siempre, sin importarle… nada la más entusiasta – Que no te ibas a ir hasta ayudar a la vieja.

 

Las demás asintieron y él se sintió un poco extraño...

 

.*.

 

 

II

 

– ¿Qué dices...?– La daga cayó al suelo, resonó aún más que las palabras del hombre agonizante.

 

Pero ya lo había hecho...

 

– Me lo recordaba cada noche, trate de olvidarlo copa tras copa ¡Solo y diferente que soy! Un desastre como hombre, mi amado hijo puede que sea un fiasco pero soy tu padre – El sollozo ya era mucho, el jovencito trató de creer que era una broma... artimaña para hacerlo sentir culpable, pero las palabras eran tan elocuentes, y el olor a verdad invadía la habitación – Ella deseaba que tú fueras sólo un recuerdo de un mal momento, un alma al lado de nuestro señor... por esos intentos mis golpes callaban sus palabras. No eres un error de una mujer promiscua. ¡No eres un engaño, tú eres mi hijo!

 

Pero ya lo había hecho...

 

– Yo...– La respiración agitada del hombre le asustó demasiado, dieciocho años en una época de inocencia, con un título de puridad, siempre alejado de lo vulgar, señorito de buen ver, quiso decir algo el padre, la sangre escurría mucho, sus sentidos dislocados y el sonido de la muerte cerca... Las lágrimas del mayor se secaron – Perdón...

 

Pero ya lo había hecho...

 

Chilló, gritó, zarandeó al padre pero el padre ya no existía. Él lo había desterrado de este mundo...

 

¡Perdóname!

¡Perdóname!

 

.*.

 

A las horillas del pueblo, una casona recién comprada por un hombre misterioso hacía ya cinco años, parecía extraño que a pesar de estar abandonada, ninguna persona se apoderara de forma ilegal del lugar. Muchos se decían, que era una casa vieja pero hermosa, muchos niños acudían ahí a contar historias extrañas, hacer travesuras sanas o un poco fuera de lugar para la edad.

 

Una noche, la casa con las ventanas iluminadas comenzó a mejorar, se escuchaban risas y platicas un poco extrañas.  Los vecinos lo notaron, jovencitos de porte elegante y guapos, seguro hijos de hombres poderosos.

 

Seguro sólo habían llegado a pasar el rato en aquel pueblo. Personas tan elegantes no podía quedar estancadas en aquel lugar. Era extraño, de vez en cuando se les veía, sólo de noche.

 

Niños ricos muy activos,  muy misterioso... demasiado, peor al fin ricos y guapos, nada nadie les podía decir algo. Demasiadas habitaciones para perderse, varias olvidadas, sólo cuatro habitadas y esas con ventanales deslumbrantes tapizados con maderas blancas, para que la luz no pasase y los vecinos no sospecharan.

 

Cama con colchón confortable y sábanas blancas, piso de madera y muebles reconstruido, era la recamara más promiscua con toques de gloria y rebeldía, demasiados extravagantes, muy poco apetecible para descansar un día ahí.

 

– ¿No me dirás a dónde has ido?– Matt se echó en su cama, Frank le miraba desde el marco de la puerta, estaba renuente a entrar ahí.

 

.*.

 

¡Perdóname!

¡Perdóname!

 

– Perdóname...– Unos pasos a su espalda... se viró con los ojos rojos y fingió que nada pasaba – Robert siento ser tan antipático en ocasiones pero...

 

– No te preocupes Ray, mi mal humor fue el culpable de esta discusión – El de rizos sonrió, creyó que el rubio sería un poco menos indulgente– Dijimos cosas hirientes, pero todo olvidado

 

– ¿Amigos?– Cuestionó el de rizos mientras extendía su mano.

 

–Amigos – Rectifico el rubio, sonrió y jaló a Ray para brindarle un abrazo fraternal– ¿Ray crees que soy diferente y estoy solo?

 

El otro chico se encogió de hombros.

 

 

III

 

Lloró tanto abrazado al cuerpo del padre muerto, cuando el alba amenazaba con llegar, un chico de rizos se posó frente a él, con el gesto amistoso y conocido, con sus ojos totalmente abiertos... demasiada sangre le hacía aún sentir extraño.

 

– Me han mandado por ti, él dijo que has conseguido lo querido y toca a él cobrar lo suyo.

 

– No pienso ir con nadie, no te conozco, no quiero moverme de aquí.

 

– Me llamo Raymond, ahora ya no soy un extraño – Se inclinó un poco y ofreció su mano, le habló con voz pasiva – Por favor, soy nuevo, como tú, sí no te llevo conmigo creerán que soy un tonto.

 

.*.

 

– Te he dado las gracias y además, llegué antes de lo predicho...– Respiró de modo profundo, se mordió su labio inferior, hacia días que no se alimentaba y ya era demasiado tarde para hacerlo esta madrugada. – ¿No se han enterado?

 

– Bob se enojó con Ray, no sé por qué, y el otro, ¡Bah! Lo entretuve con las cartas, es insoportable estar a su lado – Recordó por segundos, y sonrió de forma amistosa – Es demasiado irritante, y sus cartas están marcadas.

 

– No están marcadas, yo también lo pensé la primera vez que jugué con él. ¿Nunca te lo ha dicho?– Matt negó con la cabeza. – Son demasiado viejas, de cuando él todavía...

 

– ¡Pues debería comprar otras!– Interrumpió.

 

– Fue el ultimó regalo de su padre antes de... ya sabes.

 

– Nunca me  hubiese imaginado...– Una mueca extraña en el rostro de Matt.

 

– Su hermanito las maltrató porque siempre perdía, son un tesoro para él...

 

–…que Ray fuese tan sentimental...– Frank no entendió a la perfección pero de algo estaba seguro, los recuerdos antes de un abrazo, no eran un tesoro para Matt — Tengo más tiempo conociéndolo... no entiendo como no me di cuenta, es débil.

 

– Ni se te ocurra decirle algo, Bob me lo dijo un día que yo le reclame a Ray lo mismo que tú.

 

.*.

 

– ¿Con quién quieres que te compare para saber si eres diferente? ¿Cómo quieres que yo sepa si estás solo? — Abrazados, recargando su mejilla en el hombro de Ray... se sintió tan tonto por haber discutido esa noche tan bonita.

 

– Si estoy extraño, compréndeme.

 

– Estás completamente mojado Robert – El rubio sonrió tontamente.

 

– ¿Me dirás que moriré de por una pulmonía?– ironizó el rubio

 

– Te diré que lo que estás mojando es mi saco favorito, tonto.

 

IV

 

El rubio acudió al castillo enorme, esperándole en la puerta el hombre del cementerio...

 

– Me engañaste – Chilló el chiquillo – Dijiste que la conocías... era tan mala ella.

 

– Y tú tan ciego – Sentenció el mayor – Era tu madre... debiste de conocerla más. Ella quería ser siempre bella, le di lo que quería... tú fuiste el pago. Por eso murió, porque tu padre la descubrió. Robert ahora eres uno de nosotros.

 

La sangre se le congelo al instante y sus recuerdos, después de eso, se hacían borrosos...

 

¿Pero de qué sirven las memorias?

 

Para sufrir, para llorar, para recordar errores...

 

... para saber que quien eres.

 

 

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