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Noche eterna... por Doki Amare Peccavi

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Cap. 16: Creador, padre apócrifo.

 

El rosario frío chocó con su cuello, mientras el murmullo de la gente le rodeaba, giró su vista para mirar esos labios rosas que no se decidían a hablar. Era extraño, no recordaba el por qué se habían vuelto tan poco asombrosas sus visitas, y no era que le entusiasmasen poco, pero había tanto por preguntar, sintió una acción obligada, ambiente ambiguo.

 

Ocho noches atrás...

 

Cuando despertó junto a su hermano, en su recamara, una vela apenas le iluminaba. Frank se encontraba sentado como un soldado sin sueño. No preguntaba nada porque él estaba realmente serio, Frank tampoco quiso comentar algo, se mantuvo de pie frente a Gerard, tan irreal aquella escena; muy en su interior el Nosferatu aceptaba una triste condena, los movimientos fueron suaves… lentos, besó la frente del Gee y éste sentía que no respiraba, entrecerró los ojos, guardando aquello en sus ocultos recuerdos y al abrir los ojos nuevamente…Frank se había ido.

 

He ahora aquí.

 

Era extraño y no disgustaba, sería la lejanía perdida...

 

Evitando a clientes que pudiesen incomodar a Frank, el dueño aun así se mostraba contento, porque lo había notado, ese que de prendas suntuosas vestía y cabellos peinados presumía no consumía tanto, ni lo deseado, ni lo más normal, de hecho, una copa para toda la noche era más que suficiente... y aun así, abundante la cantidad de billetes, billete sólo para el dueño del lugar. Motivo suficiente para alabar al amigo de Gee.

 

– Conseguí otro nuevo empleo. – Gee, soltó de repente, para mantener un tema, había algo interesante que comentar. Frank vio viajar, en la boca de la copa, el reflejo de las luces en contraste con la iluminación tenue del líquido, disfrutó de las olas encerradas en cristal, movimientos con vino sin cuerpo.  

 

– ¿Por qué?– Cuestionó sin mirarle. – ¿No te pagan lo suficiente aquí?

 

– Mi abuela se quedó sin empleo. – El de los ojos avellana se acomodó mejor en la silla de madera que luchaba por no chillar a cada movimiento suyo –. Es en un almacén, surten a restaurantes y los fines de semana venden comida preparada.

 

– Pescado, ahora lo entiendo, tienes impregnado un aroma extraño, es porque frecuentas un lugar nuevo. – Sus labios rosas humedecidos de forma inconsciente. – ¿Y qué es lo que ahí haces?

 

– Mi jefe, es amable, se llama Pippo – Varió la pregunta sin perder el fin.

 

– Ese no es un nombre – Interrumpió Frank, interesado y dudoso.

 

– Sí lo es, así le llaman.

 

– Yo podría llamarte "niño tonto" y no por eso tendrías que llamarte así, ¿No?

 

– ¡Oye!– Se quejó Gee mientras dejaba escapar uno de esos gestos prohibidos, risueña mueca de enojo bien fingida.

 

– Era broma – La voz terciopelo de Frank era tan sugestiva, Gee sintió caer a un abismo de algodón en el preciso instante en el que "él" había dejado escapar una risita escondida – No te interrumpo más. ¿Qué hay con ese tipo?

 

– Pues, es muy bueno, a él le ayudo a limpiar los mariscos, el pescado y las legumbres, también hay otro hombre, se llama Irick, es amigo del jefe y es cargador. ¿Te acuerdas cuando yo era cargador?– Frank asintió – Pues esas cajas pesan un millón de veces más que las de aquellos tiempos.

 

– ¿Y te gusta ese lugar?– Cuestionó, comenzaba a interesarse, Gee cerró sus ojos mientras sonreía, momento oportuno, Frank roseó más de la mitad del contenido de la copa sobre sus mano. Truco bien aprendido, sólo un poco más y acabaría con ese vino de mal olor.

 

– Sí, mucho. El señor Pippo sabe muchas cosas, siempre me habla de sus viajes y su vida. Tuvo hijos pero le abandonaron, y su esposa murió hace dos meses. – Entonces el pelinegro bajó su vista – Es muy alegre y comprensivo, me da oportunidad de ir por Mikey al colegio.

 

– ¿Y tú? ¿A qué hora estudias? – Frunció el ceño, y por primera vez Gee se sintió algo avergonzado, no había prometedores futuros para él. – No me digas que lo has dejado.

 

– Yo... sólo será lo que queda de este curso. – Intentó defenderse, pero la mirada acusadora de Frank le perforaba. – Te juró que regresare al siguiente.

 

– No te creo y no tienes que prometerme a mi cosas, prométetelo a ti mismo, si dejas los estudio, te vas a arrepentir, Gee, la vida no es tan fácil como crees – Frank sonaba tan extraño, no estaba siendo irónico, ni el frío, ni parecía un regaño, Frank no se burlaba, y no entendió, esa noche Gee, por que le caló tanto la extraña actitud que Frank venía mostrando...–

 

– Tú. ¿Qué es lo que haces?– Cuestionó sin titubear. Una duda escondida, desde hace mucho tiempo, y además quería cambiar de tema –

 

– Yo... trabajo en un negocio familiar – Dijo confiado por que no mentía, porque todos eran hermanos, no compartieron el vientre de una madre pero si de condena del padre. Gee sonrió, eso era un avance. –

 

– Un negocio Frank, ¿Qué son de ti los chicos de la vez pasada? ¿Por qué te seguían?–

 

– No tengo por qué responderte todo – Se quejó Frank mientras se erguía en su lugar y comenzaba a acomodar las mancuernillas en su camisa azul.

 

– Pero yo te respondo todo. – Dijo de modo mimado. Modosita forma de quejarse.

 

– Porque quieres, yo no te obligo a nada. – Gee enchuecó sus labios hacia su mejilla derecha, a Frank le pareció un gesto chistoso, pero ya había demostrado mucha simpatía en esa noche. Suspiró con añoranza. Se puso de pie y Gee, por instinto miró su reloj, él aun tendría que estar, como mínimo, dos horas más ahí. – Ya me voy.

 

Ya era tiempo; el pelinegro se encogió de hombro, no pregunto por la presencia del día siguiente porque estaba más que acostumbrado a esperarle.

 

– Adiós Frank –

 

– Hasta mañana. – Comenzó a dar los pasos más duros, en esos en los que la presencia aún es demasiado cerca, en esos en los que los pies pesan y las ganas de virarte de ganan.

 

– ¡Frank!– Llamó Gee con lindo tono, y Frank dudo, se dijo: «Quizás mejor fingir no escucharle» resopló sin ganas. Ningún motivo era ya aceptable, no tenía más valor para ignorar.

 

– ¿Qué ocurre?– Preguntó, una cansada forma de mirar.

 

– Me agradas más que Pippo, él me cuenta tantas cosas pero... tú me escuchas. Por eso gracias.

 

Bien. Una mañana dejaría de pensar en él. Sus sentimientos recién asimilados, apenas si podía aceptarlos. Gee era tan injusto, decía cosas tan extrañas. Le hacía sentir tan especial…y después se iba.

 

.*.

 

Frank se negaba a salir junto a ellos, evitaba tenerles cerca y que Gee les mirase, Bob parecía un tanto calmado, demasiado para el gusto de Ray y Matt, las noches siguientes se mantuvo alejado, con los ojos abiertos,  azul a turquesa en su mirada. Realidad de pureza, entre las dudas y los miedos, también él.

 

Un mensaje escondido en las palabras que el viento le traía desde lejos, y temió Bob, simuló lejanía, porque no mandaba respuesta a las cuestiones. Sus manos temblaban. Y su apetito disminuido.

 

El sol, mira al sol...– Se repitió mentalmente las palabras predichas antes de despertar, y entre las sombras unos ojos le angustiaron más aún. Todo, sueños, todos sueños.

 

Se asustó ante lo astuto de sus pensamientos, él nunca antes había tenido un sueño. No eran su fuerte los pensamientos, el poder suficiente e indispensable era poseído pero se rehusaba a aceptarlo.

 

Pensó: «Que lo malo estaba por llegar». Muchas casualidades y muchos ojos color vida.

 

.*.

Todo es un aviso.

 

Confundido, sabía que alguien manipulaba sus sueños en los que su madre ahora estaba ausente, alguien que decía cosas misteriosas, las historias que no lograba entender, temor y ternura, él no era lo que seguramente  «alguien blanco y frío» buscaba. No quería ser llamado tan constantemente, por un nombre apócrifo.

 

En las pesadillas se tejían sus temores, lejanía y soledad, llanto en sangre y unos ojos tornasol que deseaban hipnotizarle. Temió descansar como siempre lo hacía, porque las pesadillas eran muchas y su débil espíritu no deseaba soportarlas más.

 

Sus piernitas encogidas y su rostro encerrado entre sus rodillas, en un canto casi gregoriano, la voz de miles de sombras que le decían: "La paz y el descanso eterno negado"

 

Vide cor meum

 

Sus ojos cansados deseaban que la luz del día le brindase protección, hijo del sol que le teme a la noche, porque es oscura y malévola. Del bien al mal lo peor, pero...

 

Peccavi

...la noche corta incapaz de privar a alguno de sus no-hijos a la angustiosa. Mikey no durmió esa noche y sus ojitos rojizos chillaban angustiosamente por cerrarse y descansar. Tres suspiros instantáneos; uno detrás de otro, sintiéndose tan cansado y tan conforme, malos sueños, no hoy.

Las casualidades no existen.

 

Escuchó a Gee abrir la puerta y de forma casi tonta se arrojó completamente a la cama, se tapó hasta los cabellos castaños, estaba por amanecer, se sintió tan seguro, las pisadas constantes, se estremeció al escuchar los pesados bostezos de su hermano.

 

Gee retiró las sabanas, telas viejas, del rostro de su hermano, temía que tantas cosas dificultasen su respiración. Y lo notó.

 

– Mikey, sé que estás despertó – Dejó escapar débilmente su hermano mayor – Cuando duermes tus parpados no tiemblan.

 

– Gee...

 

– ¿Te sientes mal?– Cuestionó, mientras sus dedos se adherían a la frente de Mikey. – No tienes temperatura.

 

– Estoy bien Gee. Es sólo que... me he acostado demasiado temprano y el sueño se me ha acabado.

.*.

 

Amenazaba el alba. Esperaban en la sala de la mansión, una señal, sólo ellos dos, ni el frío no sentido le hacía perder su posición actual.

 

Estatuas cubiertas de sal en su mente. Un castigo, una sentencia, el más importante de ellos reclamaba una respuesta, los actos dedicados que debían de cumplir para una misión en conjunto. Se viró un poco, las velas alumbraban el rostro sosegado y de la piel pálida a los rizos embarrados en miel imaginaria, caramelo quemado.

 

– Ray...– Llamó con un hilito de cordura –. ¿Qué vas a decirle?

 

– ¿Yo voy a hablar? ¿Tú no piensas decirle nada?– Cuestionó inmutable. – Si es eso, pues, no le veo el caso a que estemos los dos. Puedes subir y encerrarte.

 

– Si estás de mal humor no tienes por qué desquitarte conmigo.

 

– Si tienes dudas tontas, no tienes por qué hacérmelas a mí. – Quejándose se puso de pie. – Y si no quieres escucharme pues vete.

 

Matt apretó sus puños, manifestación de enojo. Se acercó con malas intenciones hacia el chico de rizos.

 

– Sabes que no puedes hablarme así Manuel. – Velocidad y fuerza. Veracidad ante las acciones y palabras – Con Robert puedes tener este tipo de riñas, pero yo no te doy esa libertad. Y si te sigo y te respeto, sabes que no es, justamente por fuerza.

 

Apenas si Ray pudo evitarlo, pero después del primer golpe, vino el segundo, y el tercero, y sometido y furioso. Matt inteligente y elocuente. Pensó: " Que hacía demasiado tiempo que no se veía en la vergonzosa necesidad de dominarlo."

 

Un golpe en la puerta, una respiración agitada. Frank se adentró a la mansión, caminó por el pasillo y sus ojos avellana recobraron un tono escarlata.

 

– ¿Pero qué están haciendo?– Interrogó con locura. En ese momento oportuno el cuerpo de Matt fue a dar a suelo, Ray se había liberado de su agarre.

 

– Esto es lo que ocasionas. – Gritó a Frank y subió por las escaleras, tenía tangas ganas de estrujarles y hacerles rogar por sus acciones tontas, a ambos. Y al caminar por los pasillos desiertos, se sintió con la necesidad de no estar solo. No esta madrugada. Caminó hacia su recamara, la más suntuosa de todas.

 

– «Robert»– Llamó de una forma intangible, casi que suplicó. Ostentosos muebles tallados a mano, y las sabanas bordadas con dedos ligereza. Y la recamara era tan extraña. — «Robert»

 

A la segunda llamada, una teatral entrada. El rubio se adentró sin pedir permiso y se sentó de forma violenta e infantil, sobre la cama de Raymond.

 

– Matt lo volvió a hacer, la última vez dijo que...

 

– Lo sé, los escuché – El rubio tomó aún más confianza, se recostó y Ray le siguió en la acción. – Tú lo provocaste.

 

– Pero no debió de haberlo hecho...

 

– Exagerado, la verdad no entiendo, que insistencia la tuya en estar pegado a él todo el tiempo. No entiendo eso.

 

– No estoy todo el tiempo con él.

 

– Lo haces, casi siempre...– Despegó su mirada azul, por inercia miró los rizos chistosos. – ¿Por qué siempre lo haces?

 

«Soy nuevo, como tú, si no te llevo conmigo creerán que soy un tonto...»

 

– Yo...– trató de defenderse, mientras meditaba es pregunta.

 

– ¿Es que le admiras? A él...

.*.

 

El ovillo en la cama acurrucado a la espalda cálida de su hermano. Gee respiraba con tranquilidad, Mikey se sintió seguro y sin embargo el deseo de permanecer despierto no se iba. Eran sus ojitos verdes, de un tono más cálido y alegre que el frío e inocente verde en las orbes de Gee.

 

Gee era seguridad, aun ahí dormido. Acurrucado en la orilla de la cama, rodeando con sus brazos descubiertos el almohadón gastado. El cabello de Gee casi que rozaba sus hombros, negro y brilloso.

 

Mikey atrapó un mechón de su castaña cabellera, el de él, apenas si cubría sus mejillas, tramos lisos con terminaciones circulares.

 

La diferencia no creaba molestias.

 

Descansando los ojos, esperó a que su padre sol saliese, el anuncio de los pichones tontos peleaban por las hojas caídas de los árboles, había tan pocas, pero en meses se harían montañas de ellas y ellos peleando por las más secas, para asegurar un buen refugio, los fríos tiempo están por llegar y los bebes pichoncitos debían de ser alimentados.

 

– Gee – Mikey casi con la duda escapando por sus poros, incitó a su hermano a abrir los ojos y mirarle a poca conciencia. – Los pichones... ¿Tienen sueños?

 

– No lo sé – Bostezó, sus ojitos se serraron sin permiso y su voz disminuyo en calidad – Pero yo... sí... tengo mucho... sueño.

 

.*.

 

Frank arrinconó a Matt con fuerza, después de mirar a Ray irse tan deprisa.

 

– No me digas ¿Estás así por lo que viste? – Comentó de forma burlesca. – No te queda ese puesto.

 

– ¿Qué le hiciste?– Cuestionó, y sus orbes violentas no dejaban de mirar al castaño.

 

– ¿Qué crees que puedo hacerle? Es el preferido – Aseguró. Frank meditó y le soltó violentamente – Estaba insoportable porque no hemos acabado con ellos, él está por pedirnos explicaciones y tú, te escapas de noches para ir a ver al niño ese.

 

– ¿Ya sabes cuantos son?– Evitó más reclamos, se alejó de Matt y Frank comenzó a quitarse el gabán. –

 

– Por supuesto, no esperabas que nos quedáramos aquí, hasta que tuviésemos la grandiosa dicha de tenerte una noche con nosotros.

 

– Matt, no digas esas cosas, sabes, he estado pensando algo...– Eran tan seria, tan horrorosa y sorpresivamente pasiva, la voz que Frank utilizaba, sintió como su piel se enchinaba y chillaba de terror. – ¿Y si decido no regresar con ustedes cuando acabe todo?

 

– ¡No! No me digas que es... por ese niño – Chilló Matt. Su voz seguramente se escucharía hasta la planta alta pero... todo era tan desgraciadamente malo –

 

– ¿Y si lo fuera..?

 

– Sabemos que él no se opondría pero...– Meditó en sus palabras, habría que ser excesivamente sinceros para hacerle entrar en razón. Sacrificar todo por nada no era cosa de todos los días, no hablando del inmutable Anthony... ese chico de leyenda que no titubeaba por nada. – ¿Qué es lo que pretendes? ¿Por qué quieres empezar con una tortura? Sabes lo que ocurre siempre. Le verás morir y la pena será tan grande que te odiaras por haberte dejado enredar.

 

– No sabe lo que somos... ni siquiera pensé en decírselo. Matt, estoy tan confundido. Siento que él es diferente... tal vez. – Paró de pronto, comprendió sus palabras y sus manos se deslizaron sobre sus ojos. – ¿Y si lo soporta? «Me gusta tanto...».

 

– Estás… loco. No te hagas ilusiones con esto. ¿Serias capaz de condenarle sólo porque te parece interesante?

 

– Le ofrecí «indirectamente» venir conmigo, y me rechazó porque su abuela y su hermano son tan importares para él...– Los ojitos avellana brillaron tanto, la pena en el alma y el fuego en el corazón, Matt apenas si entendía, algo similar en su pasado. – pero hoy me dijo que le agrado demasiado.

 

– No en el sentido que tú piensas… porque sé que tipo de pensamientos tienes – El sonrojo fue más grande en Matt, titubeó varias veces, mientras acomodaba sus palabras – Y sé de qué tipo de personas es él. Olvídalo, ayúdanos. Robert y Raymond comienzan a desesperarse, deja de soñar, cuando regresemos con «él» te darás cuenta de todo. Estás confundido.

 

La última mirada que Frank dirigió a Matt fue una mirada vacía.

Fue triste ver al gran Frank derrotado por un niñito.

Matt agradeció tener más razón que corazón.

Se dijo: El jamás cometería errores...

 

... de ese tipo, otra vez.

 

Y no es lo que piensas...

... es peor

 

.*.

 

La tiza desintegrándose tan lentamente;  los ojos de Mikey se clavaban en los dedos sucios de su profesor. Sus manos eran viejas, y sus dedos se veían tan cansados, y aun así, su rostro era alegre. Risueño él hombre adorador de las matemáticas.

 

Mikey sonrió al recordar el rostro de confusión que su hermano mostraba cada día un berrinche maratónico, lloraba y pataleaba en sus años de escuela elemental porque las matemáticas eran difíciles. A Mikey nunca le parecieron tan complicadas, tenía una facilidad para memorizar procedimientos. Su vida estaba llena de ellos.

 

Hoy: Gee había despertado tarde, recién bañado, despeinado y sin desayudar, le había acompañado hasta el colegio y corriendo se fue hasta su nuevo empleo. Se sentía tan orgulloso.

 

Ella, la niña que gustaba de la compañía, se mostraba más en confianza, sonreía mucho, y mucho que le hacía reír a él, a Gee y a su abuela. Respecto a eso no se podía quejar, alguien más en su vida pero... ella tampoco hablaba mucho, mantenía silencio para con sus cosas, igual, o incluso más que Gee y su abuela.

 

Eres tú el que no la escuchó...

 

Se confundió un poco, meditó sobre lo acontecido los últimos días. Sus sueños extraños y sus casi imperceptibles momentos de sueño. Comenzaba a agotarse y la medicina ya no podía hacer mucho por él. Los ataques más frecuentes, quizás, pensó, había llegado el momento de visitar a mamá.

 

– Mikey, tu hermano, ahí viene – Dijo la niña, el castaño casi que tembló, él día escolar había pasado en un abrir y cerrar de ojos. Suspiró, mientras bajaba la mirada y se encaminaba hacia su hermano. Ella le tomó de la mano. Mikey sonrió.

 

Los sacrificios invisibles son un juego.

 

Y tan rápido llegaron, Gee parecía aturdido, sonrió, y entregó a cada niño, un trozo de chocolate por ser tan buenos. Esplendidos e inocentes.

 

.*.

 

Gee corrió por el camino que cambiaba de rojizo a gris azulado, sin intenciones siniestras, los que le conocían le miraban con recelo, ellos que no le aceptaban, le envidiaban por atravesar los horizontes conocidos.

 

El tiempo se está acabando...

 

Cuando llegó al establecimiento, los cargadores ya deambulaban de un lado hacia otro. Pippo supervisaba, paraíso en la puerta trasera. Gee saludó a algunos cuantos, los que le sonreían de buena forma. Irick le miró de forma insistente desde el camión de descarga, el pelinegro no le había visto porque esta mañana le había tocado a él descargar.

 

– ¿Qué haré hoy?– Cuestionó, Pippo le sonrió, esos ojos verdes le hacían sentir tranquilo.

 

– Las patatas están hirviendo, baja el fuego y limpia las tres cajas de salmón. – Entonces Gee entendió, y asintió con la cabeza, hoy día de encargos y clientes hambrientos.

 

Se adentró, el suelo del negocio era rocoso, había que limpiar y después lavar. Roció en el suelo una cubeta llena de agua, evitaba que el polvo se levantase con el movimiento que los demás hacían. Arrastró las cajas hasta la mesita, corrió hacia la alacena y detrás de esta, sacó el babero rojo que su jefe le había regalado.

 

Lo ató a su cintura, el cabello que cubría su frente fue atrapado detrás de sus orejas, y comenzó con lo suyo. Sentadito en un bote boca abajo. Sus manos sumergidas en agua, si se moja el pescado casi secó no se vuelve tan duro.

 

Y trabajó, y de vez en cuando vigilaba los alimentos en las cazuelas enormes. Y Pippo le regaló un trozo de chocolate en vuelto en papel dorado.

 

Lo escondió en la bolsa de su pantalón.

Y prosiguió, sonriendo y trabajando.

Ayudó su jefe y escuchó historias,

Un buen trabajo, un gran chico.

 

Cuando el reloj apuntó la hora más esperada, Gee le difirió una mirada expectante al hombre mayor.

 

Y él comprendió, aquel chiquillo quería irse pronto, sonrió al oji-verde y brindó la otra mitad de chocolate, porque era buen niño, antes de darle permiso para marcharse Gee confundido, Pippo sabía que con dos mitades de chocolates no habría sacrificio por parte de su empleado. Gee,  entonces, contentó y silbando corrió el chiquillo hasta donde su hermano.

 

Atravesando de nueva cuenta las miradas furiosas.

Pero no, nada importaba.

 

Vio a Mikey, algo decaído. Mirando al suelo y cerrando los ojos levemente, presionó sobre con sus puños cerrados los trozos de chocolate, cada mitad a cada bolsa.

 

Y entonces la vio, ahí, como siempre sonriendo al verle. Y se detuvo de pronto. Y ella dijo algo a su hermano, y entonces el castaño levantó la mirada, y sus ojos se encontraron con los similarmente difiéreles.

 

Y les vio tomados de la mano...

 

Y Gee se pensó: En lo egoísta que había sido todo el camino, mientras saboreaba el dulce obtenido. Ella que cuidaba de su hermano y él que le había olvidado en tan sólo un día.

 

.*.

Él era diferente, mucho que lo era, su tortura era incomparable, jamás podría descansar, aquellas mañanas sin paz ni tranquilidad, sólo el recuerdo en sus memorias, siempre antes del atardecer, los últimos momentos de su mortal existencia.

 

I

 

Mathew, se empeñaban en decirles todos. Pero era una tontería...

Él era Matt.

 

Mientras todos obedecían órdenes él se paseaba por los pasillos, jugando a buscar pasadizos secretos. Sólo alguien a su mismo nivel. Anthony en un incansable y profundo letargo de día. Ellos dos; las creaciones perfectas.

 

Tenía libertades y las aprovechaba, esta, una nueva aventura para un muchachito ansioso.

Su gran pecado, el juego se convirtió en tortura y la alegría en una eternidad torturante.

Él más importante de ellos le consentía a él más que a nadie pensó:

 

"Qué todo algún día se acabaría."

 

Y una noche, alguien más irrumpió en su mundo perfecto, un hijo más para su padre apócrifo; jamás tan especial como él y Anthony, pensó… aquella maldita noche que todo rotundamente le abandonaba, en aquella estancia de castillos nocturnos.

 

Intentó odiar a quien fingía ser tan especial. Miles de actos infantiles, en el momento de adaptación del nuevo hijo, aquella nueva creación, intentó eliminarle antes de que fuese demasiado tarde, lo intentó todo pero a cada acción de desprecio correspondía, su poderoso creador con una sonrisa tierna.

 

Explicó que eran más que bonitas adquisiciones, padre Nosferatu habló con cautela:

 

«Ahora todos serán hermanos.

Una bonita familia, un nuevo clan. ¿Entendido?»

 

Si su padre-creador lo ordenaba, él jamás lo haría… dejó de mirar con envidia a su nuevo hermano, ese pequeño que no despertaba, el pequeño de rizos que tardó años en eliminar aquellas marca de mortalidad.

 

Durante todo aquel tiempo Matt le vio llorar en inconsciencia, llamar a una madre, a un hermano y un padre.

 

Matt en ese entonces dejó de sonreír, de vez en cuando se escapaba para cuidarle... y su insaciable espíritu valiente y rebelde fue domado, mas no eliminado. Sus sonrisas dejaron de ser altaneras, y sus palabras ya no herían… mucho. Aprendió de humildad, rara vez practicada, el bien y el mal. Él más importante de ellos, su padre, le consentía.

 

Su  padre semi apócrifo le dijo una única vez:

« El que yace aquí llorando, loco de tristeza. Mírale bien, mi adorado Matt, él es quien te guiara hasta el fin. Respétale no por fuerza...

... si no por grandeza, mira que inconsciente te ha cambiado. Mira que está destinado a la eternidad. Como tú.»

 

.*.

 

En el cruce la despedida diaria de los tres jovencitos. El viento ligero movía sus cabellos y ella en un viene y va, su muñeca despedía a los dos hermanos buenos.

 

Y ellos continuaron con su camino, y llegaron a casa, y Gee estuvo un rato corto con la abuela, que se dedicaba a los quehaceres de la casa, platicó nada y regresó a su trabajo, el jefe Pippo le sonrió al volver, y sus deberes continuaron.

 

Seis de la tarde, la campana de la iglesia mal construida anuncio del fin de la jornada laboral, sólo a él, para los católicos la hora de la última misa. Gee tenía ansias de pasearse y dar gracias, por las cosas buenas que le pasaban, y no fue la balanza, entre lo bueno y lo malo, lo que le hizo desistir, tenía sólo dos horas para regresar a casa y acomodar sus paquetitos rosados.

 

Los fines de semana siempre había más movimiento que el resto de los días. Con la seguridad de asistir sin falta, con su abuela, el siguiente domingo, decidió emprender su marcha acostumbrada.

 

¿Hay algo diferente?

 

Gee llegó a casa, la abuela le esperaba sentada en la mesa, Mikey juntó a ella, sostenía su lápiz con la mano izquierda, mientras que con la derecha, cambiaba de página a un libro, grueso y extremadamente cuidado. Tanto la abuela como el hermano sonrieron para recibirle, entre ellos un corazón lleno de culpa.

 

Sobre estimando las acciones, la abuela, con lágrimas invisibles le incitó a comer. El pelinegro aceptando, era muy tarde y su segunda comida del día merecía respeto.

 

Ella y él, disimuladamente le miraban.

Dio gracias por los alimentos: «Per signum crucis» norte, sur, este y oeste.

 

Sopa, el modesto guisado.

¿Era tan hermosa la vida?

Seguían sonriendo.

 

.*.

 

¿Mal tiempo?

 

Comenzaba a oscurecer. Matt tomó entre sus manos las prendas hermosas de la noche presente. Que poco gustaba mantener el orden entre tanta confusión, recordar era malo, a la buena memoria un maldición, para él y todos.

 

Perfecto muñequito vestido de gala. Su reflejo sugestivo bien que ondeaba entre soberbia y cantando a la gloria sus cabellos revueltos, esos ojitos entre tierra y pasto. Ojos de naturaleza artificial. Y el rostro mojado, de sus brazos agua, fiel reflejo del agua diamantina. Eternidad bondad.

 

La superficie de su ser aflorando casi en lo perverso, escuchó los pasos silenciosos, dos sombras que corrían titubeantes. Los que durmieron juntos seguramente. No pensó más, ya mucho y dolía. Sin acomodar los cabellos, y su camisola que se arrugaba, se aventó a la cama, aposento de gloria ligeramente nuevo. Esperó el silencio, a que Robert y Raymond se marcharan un poco más... sí que lo hicieron, se les escucho murmurar muy frágilmente. Era de noche y el alboroto comenzaba.

 

Un silencio de pronto, presa de la inconformidad bajó las escaleras, el aroma de la carne y la madera juntas. Un piano y unos dedos comenzando a tocar Für Elise...

 

El aroma sensible en el aire esparcido, el de rizos y el rubio circulo vicioso que creyó olvidado, el oyente, el artista y el piano.

 

.*.

 

El criterio: Lo malo es malo y lo bueno efímero. Simples palabras de costumbre y lejanía. Por demás está decir, que el corte positivo no existe, como un naturalista encerrado en una época equivocada. Penetrante y persuasivo. Nunca fue, en verdad el verdadero punto de vista.

 

Tosió, su tarea era poca, sus ganas gastadas. Tosió, tosió, tosió... un estornudo. Nariz constipada y ojos dilatados, delineados en natural y fogoso rojo, sus labios temblaban, tenía frío y sueño, pero temía.

 

La velita comenzaba a tiritar por las corrientes que se colaban entre la madera y el cristal opaco de la ventana siempre cerrada. Inevitable, sintió que sus fuerzas flaqueaban.

 

– Dios... – El cosquilleo de la garganta a su nariz, en sus oídos el zumbido, y comenzaba a empeorar noche con noche, se viró hacia el crucifijo colgado en una esquina, sentadito, en la vieja silla, le veía perfectamente. Mikey arrugó su rostro ante el constante mareo. Tenía nauseas, la medicina comenzaba a no ser suficiente, la cantidad... la solución, nada bastaba ya.

 

Estaba enfermando, más.

Las pocas horas de sueño.

 

¿Y tienes miedo?

 

Sintió, que era un sentimiento casi obsesivo, quizás sólo era cansancio y miedo infantil... quizás no, por si la razón fuese otra, el prefirió no subir a su habitación, esperaría ahí, sentadito hasta que Gee regresase.

 

El sentirse vigilado, destinado y sin memoria. Si entre sueños era aterrador, imaginó que en un plano más real, llegaría a ser torturante.

 

Por eso mejor no dormir, para no sentirle: Tan frío y blanco.

 

He aquí el momento, una vez aceptado, lo demás es sólo suerte...

 

.*.

 

Frank bajó las escaleras de una forma así tierna, atado al pasamanos mientras su dedo índice se entumecía entre sus labios. Era la melodía perfecta entre los dedos imperfectamente lindos.

 

Se dejó guiar hasta el estudio que nunca ocupaban, Matt escondido, recargado en la puerta mientras cerraba los ojos y fingía no sentirle.

 

– ¿Por qué no entras?– Cuestionó desinteresadamente.

 

– No te importa.

 

.*.

 

Gee recibió el dinero, su primer cliente, sonrió con sinceridad, era bien recibido el dinero y más si las personas, a pesar de su urgencia, eran tan amables. Aún faltaban más de tres horas para que Frank apareciese, como siempre, suspiró halcón cansado y regresó a sus deberes.

 

En un continuo, sirve y entrega ayudaba a las chicas que apuradas llegaban por una botella más.

 

Y el tiempo paso, y las manecillas del reloj avanzaban, casi que llegaba la hora, Frank no aparecía por ningún lado. Una ligera incomodidad en su pecho, alguien le veía intensamente, virándose hacia ambos lados descubría que nadie en ese lugar le prestaba más de la atención debida.

 

– ¡Gee, date prisa! – Exclamó una de las chicas, había dado tres veces su orden al chico y este ni siquiera le miraba.

 

– ¿Qué querías?– Cuestionó bastante apenado, ella exasperada decidió no decir nada, le miró de forma enojada y rodeó la cantina para llegar ella hasta las cajas de brandi. Tomó dos vasos y les colocó en una charola de metal que con dificultad brillaba.

 

– Estate más atento, si el jefe ve que andas en las nubes te va a regañar. – Comenzaba a alejarse, y se viró con un sonrisa, molestia oculta – Tu amigo seguro se retrasó por algo, no le esperes de modo tan obvio y con tanta insistencia.

 

– Yo...

 

– Si les persigues, les asustas – Dijo y Gee se sonrojó de sobremanera. No era verdad, él no insistía tanto en su presencia. Todo era porque Frank quería estar ahí.

 

¿Por él?

¿Por aburrimiento?

¿Por qué sólo de noche?

 

De pronto algo extraño y siniestro, levantó la mirada para un tipo elegante y sugestivo, mucho más atrayente que Frank y sus amigos, y no por eso, le agradaba. Fue como si una espesa niebla le invadiese, comenzó a dejar de respirar con facilidad. Nadie más lo notaba.

 

Podía sentir instrucciones ocultas, salió del local ante la indiferencia de todos, Gerard caminaba lento, deseaba que alguien en algún momento rompiera el «hechizo»

 

– ¿En dónde está Anthony?– Cuestionó con tono polar, sin gestó de emoción el hombre alto que le había obligado a salir del lugar.

 

– No conozco a ningún Anthony...– Sentenció, del agarre del sujeto un silencio obligatorio – No tiene ningún derecho.

 

El hombre posó una mano sobre la cabeza de Gee. Y Gerard tembló. Y sus ojos se cerraron. Soñó con su hermano en una noche de insomnio.

 

.*.

 

Las pisadas entre los charcos de agua y el suelo rocoso llamaban demasiado la atención, cuatro sombras a velocidad-pensamiento. Excitadas, con las orbes distintas, brillosos en todos ellos.

 

Transformadas, de castañas a canela intenso, las pupilas del líder.

Con movimientos leves, intentaba guiarles hasta la entrada de la mansión suntuosa que amenazaba con ser devastada. El viento a su favor y los aromas humanos fueron simulados perfectamente.

 

Una emboscada.

 

Raymond fue el primero por la puerta principal, Frank y Matt, entre ventanales de la segunda planta. Robert afuera, por si alguien semi-astuto pretendía escapar.

 

Los presentes en el hogar nocturno se viraron hacía los tres intrusos, sus dientes blancos mostraban la furia. Con ligereza entierrados en sus labios. Eran profundamente sugestivos, sensuales... demasiados afilados.

 

Y correspondieron al gesto tres de las cuatro sombras de Nosferatu.

 

La matanza comenzó.

 

Ahí el motivo de sus constantes discusiones; como Nosferatu de palabra, cumplían las ordenes de su padre apócrifo.  No era necesario tocar a nadie para partir sus cuellos e incinerar sus cabezas, era extraño, nunca había sido tan fácil.

 

Gritos y sangre, violencia tratando de ser ejercida. Pero las cuatro sombras eran demasiado sublimes como para ser tocados.

 

Demasiado fácil. Este sólo era un anuncio, el anzuelo perfecto para seducir al jefe de ese Clan. Que llorara de enojo y retornara a su hogar en llamas.

 

Fin

 

 Cuarenta minutos de insistencia y nadie llegó, y fueron crueles los cuatro Nosferatu para que el aroma de la sangre viajara por las calles hasta llegar a papá. Mal recuerdo, Ray prefirió esperar afuera, el olor a carne chamuscada era extremadamente asqueroso, sangre y gritos ahogados. Adentro, en llamas los cuerpos que apilados esperaban la destrucción, las cabezas sin voz abrían sus labios y de sus ojos lagrimas muchas.

 

Esto es cosa de no mirar a los prójimos,

Pensar: Que ellos no tienen sueños, que no tuvieron vidas mortales.

Esto es cosa de no mirar a los prójimos,

Y no notar, que tan similares se ven.

 

Sólo cuestión de días. Una pelea para avergonzar a un inmortal.

 

Robert sentadito junto a Ray, los dos a las afueras de la mansión, Matt y Frank, que salían con el rostro normalizado, les sonrieron, tranquilidad ante todo.

 

– ¿Cuánto tardará en llegar a vengarse?– Cuestionó Matt, con tranquilidad, a Ray.

 

– Trece horas.

 

– ¿Estás seguro?– Esta vez su voz sonaba un tanto alegre. – Es demasiado tiempo.

 

– Cuatro horas para que la sangre llegue hasta él, cinco más para encontrarnos, Tres de viaje hasta aquí, una para planear su venganza.– Ante las palabras dichas, Robert, Mathew y Frank le miraron extrañados, eso era más de lo que querían saber.–

 

– ¿Cómo le haces para estar tan seguro?– Bob le miró insistente, Ray le sonrió de forma tétrica y mantuvo la calma. De pronto se sentía cansado.

 

– Es lo que siempre ha ocurrido Bob. – Sentenció el de rizos mientras comenzaba a ponerse de pie. Y su mente comenzaba a nublarse.

 

Tiempo en segundos, barrunto… porque el viento comenzaba a cambiar de dirección. Matt comenzó a sentir cansancio, mucho que sentía, y las piernas de Bob ardieron... y Frank les miró temeroso mientas ellos bajaban la mirada.

 

– ¡Maldición, maldición, maldición...!– Chilló Raymond mientras se llenaba de furia y decepción, las imágenes de pronto le llegaban golpeando como toneladas de conciencia helada – Perdón... perdón... yo... debí de haberlo notado.

 

– Son tres padres– Sentenció con furia – Y él sólo nos habló de uno.

 

– ¡Ahí está!– Robert y sus piernas no se reponían intentó ponerse de pie, Matt y Ray se mantenían inertes... las reacciones de cuerpo era nulas. Temieron al mirar la sombra de un antiguo, uno igual a su padre apócrifo. Un poder casi inalcanzable para ellos. – Sacrificó a todos para encontrarnos... no, no puede ser...

 

Estaba en la cima de la mansión en llamas. Y su voz viajo por el viento... sus labios no se abrían pero los pensamientos dirigidos a Nosferatu... corazón de piedra.

 

Él niño de ojos verdes te delato... era tan hermoso... pero... lloraba mucho.”

 

Frank dejó de escuchar todo. Y en su mente sólo Gee estuvo presente.

Se viró hacia los tres Nosferatu a su lado...

…pero ellos no entendían nada porque las palabras no eran para ellos.

 

– Gerard... – Ellos sintieron el temblor en su cuerpo, ese niño…

 

 

 

|¤°.¸¸. ·´¯`» Doki Amare Peccavi «´¯`·.¸¸. °¤| 

 

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«. ·°·~*~' Insomnio'~*~·°·. »
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* Beethoven - Für Elise

 

 

 

Dereck G de Sehamforash Ya sabrás, ¿verdad? Que este capitulo va súper dedicado, aún no estoy muy segura pero, creo, el próximo capitulo subiré el final de la segunda parte de la historia (Combo 3 Capis). ¡Gracias por todo el apoyo!

 

Próximo Capitulo... 

 

Cap. 17: Segundo adiós. 

– Abuela... Mikey - Llamó Gee con entusiasmo. – Despierten

– Déjales niño tonto. – Reclamó alguien a su espalda con cariño. – Han dormido hasta tarde por esperarte. Deberías dormir tú también, en vez de hacer tanto alboroto.

– Frank – Su mandíbula dolió. Por que quería llorar y gritar, no podía. – Pensé que tú...

– Te dije que estaría contigo siempre ¿No?

– Sí pero...

 


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