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Noche eterna... por Doki Amare Peccavi

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Notas del capitulo:

Por fin, llegamos al final de la segunda parte de este capitulo, debido a la extención lo he dividido en tres publicaciones. 

 

Aquí pueden encontrar todo en fomrato PDF:

 

Noche Eterna I

 

Noche Eterna II

 

Agradezco a quién ha leido hasta esta parte de la historia y obviamente, este capitulo va con una super dedicación a: CairalisseAyaseDereck G de Sehamforash y Suu Ichise, sus comentarios siempre me animan a continuar la historial ♥~ 

 

 

 

 

Cap. 17: Segundo Adiós I

 

*Estoy enamorado

Enamorado de ti

 

Gee dejó que las sabanas gastadas cayeran al suelo, y sintió un pequeño temblorcito en su cuerpo intacto, nadie le había visto nunca a la luz de las velas, Frank enmudeció y sintió que sus ojos se opacaban. Era tan feliz. Un feliz hechizo que disfraza las acciones queridas con movimientos un poco adelantados. La única regla ahí: distraerle y hacerle perder la cordura.

 

 – Te quiero...– Sentenció el menor mientras se acercaba hacía el vampiro anonadado, paralizado... intranquilo.

 

*De tus palabras, tu rostro

Tu respiración, tu tacto.

 

 – No Gerard…  –  Pero Gee no hacía caso, le rodeó con cautela, sus manos ligeras se aferraban al cuerpo de su único Frank; tan cálido y hermoso. Quiso dar tres pasos hacia atrás y pestañar tres veces más para que la irrealidad de los sucesos indebidos, fuesen menos dolorosos.

 

 – No me digas eso... no lo pidas, me duele tanto – Llevó su mano al pecho descubierto... infantil pecho que subía y bajaba de forma traviesa. Gee estaba agitado. –  Si me pides que me aleje me duele tanto. ¿A ti no te duele... alejarte de mí?

 

 – Gerard... estas actuando extraño. «Me confundes siempre»

 

 – Frank, te amo.

 

 

***** PARTE UNO *****

«PARA QUE NADIE TE LASTIME» 

 

Ray y su corazonada imposible de evitar. Enojado, furioso... era de cobardes incluir a inocentes, esa era su regla, su pacto de honor.  

 

 – Bob... acompáñame – Apenas si se puso de pie, y Bob aún en peor estado que él; en una condición tan vulnerable, Frank agradeció las palabras, les miró alejarse, con esfuerzo y titubeantes pasos. Robert y Raymond eran distintos a él y Matt.

 

Ahí, algo agotados sin motivo, y el ambiente pesado hacía más difícil la razón, Matt fue el primero en caer de rodillas al suelo, y sin piedad una bofetada cayó en su rostro, la sombra del ser conocido se movía más veloz que ellos, ellos a velocidad parpadeo y aquellos movimientos eran millones. Después Frank, aferrando sus manos a las prendas de quien había intentado golpearle.

 

 – Eres despreciable...– Sentenció mientras sus ojos avellanas se posaban en los ojos desfondados.

 

 – Somos tres en uno. Y ustedes cuatro... débiles a pesar de los tiempos. Anthony, mi Alfa y  mi Beta te quieren destruir con control mental Anthony – Y tras decir eso, tomó a Matt, le abrazó y besó su frente. – Matt, tiempos peores para ti han venido, es bueno no descanses.

 

Y se quedaron solos, un real alboroto, todo para una huida tan precipitada. Y las llamas había dejado de ser calurosas, la mansión y los cuerpos cremados de los integrantes del clan enemigo dejaron de existir esa noche.

 

.*.

 

Bob y Ray ayudándose mutuamente, era agotador entrar frente a alguien tan poderoso. Sin dudar, aquel que con Matt y Frank se había quedado debería de ser el ser odiado por su padre.

 

Meditaron sobre un lugar para buscar al "amigo" de Frank. A su hogar seguramente, guiados por el aroma y la brisa ligera manipulaba secretos. «Ese niño no había pisado en toda la noche su casa». Anduvieron, casi perdidos, en los lugares cercanos, toda la noche, por las calles, en la pocilga en donde le conocieron, los pasos constantes de los inmortales en busca de un pequeño. Y no hubo nada… Frank estaría tan preocupado como furioso. Raymond siguió sus instintos.

 

Búsqueda larga y precisa, por todos los rincones explorables, y no estaba....

... y su aroma en el viento violento había muerto.

Y sin notarlo, sin presentimiento alguno.

 

 – ¿No es él?  –  Robert fue el primero en verle. Con la mirada perdida y el rostro bajo. Estaba sonriendo al rocoso suelo – Raymond ¿Es...?

 

 – Se le párese y aún… distinto – Le miró atentamente, de esencia sacrificio su cuerpo plagado, un aroma sombra entre sus prendas y esa sonrisa sádica en el rostro dulce, tétrica y decadente – Robert... crees que ellos...

 

 – No – Se acercaron un poco más. Tenía algo entre sus manos, un rosario viejo. – ¡HEY TÚ, VOLTEA!

 

Ray casi que golpea a Bob por aquella reacción tan improvisada. Gee levantó al fin el rostro, y ellos con dudas, temblaron hasta el niño acabó con la sombra de confusión, su dulce esencia a él.

 

Gee les vio intranquilo. Arrugó su entrecejo por la duda, les sonrió algo asustado. Los recordaba, eran amigos de Frank. Ellos acercándose más, cada vez más. Titubeó, entre quedarse o echar a correr. Y cuando sus ideas fueron claras "Echar a correr" ellos ya estaban justo en frente de él.

 

 – Bue...buenas noches  –  Ray le vio tan normal.

 

 – ¿Por qué no estabas en tu trabajo? – Cuestionó el rubio de forma brusca. – Frank mando a buscarte ¿Con quién te has topado está noche? ¿Alguien extraño?

 

Gerard negó con la cabeza. Reprimía la incomodidad de forma excelente. Pensó: "Que los amigos de Frank no tenían la culpa de causarle temor" tendría que ser educado.

 

 – ¿Frank fue a buscarme?  ¿Es urgente?

 

 – Ven con nosotros. – Sentenció Ray y le tomó del brazo para arrástrale. Caminaron.

 

Todo es verdad. Cerrando los ojos, dejándose guiar, con la razón después de la locura, incomprensible, una luz, luz de luna, luz clarita, blanca y silenciosa.

  

.*.

 

Luna, luna, luna... lunera

Papá se asoma por la ventana.

Luna, luna, luna... "la’rala"

Papá enfrentará la oscuridad.

 

Cómicamente solitario y sus cabellos negros/rubios/castaños se pegaban juguetonamente al cristal sudado. Miraba, por la ventana, con recelo; ceño fruncido y labios torcidos. La capota negra y los asientos rojos eran incómodos cuando el destino es tan deseado. Un viaje suave en la novedad que sería un clásico, rueditas negras y rines dorados. Algo curioso.

 

Una vaporera andante.

 

 – Señor. ¿Está seguro de querer viajar en tren? – Cuestionó uno de sus millones de sirvientes instantáneos, y él ni siquiera se dignó a mirarle, hizo una señal para que el mozo se estacionara, ahí, donde todos los demás autos, no tan lindos como el de él, y algunas carrozas estaban.

 

Movimientos sublimes, indiscretos y curiosos. La oscuridad le besaba insistentemente. Y el mozo lloró al saberse abandonado. Fin del cuento para él. 

 

Luna, luna, luna... Lunera

Vigila bien mis sueños ocultos

Luna, luna, luna... "la'rala"

Creo que voy a caer.

 

.*.

 

Solito... solito, difícilmente tranquilo, Matt giró su cuerpo insensible hacia el camino ascendente. Frank esperaba impacientemente la llegada de Ray y Bob.

 

Ahí, fuera del hogar del niño. Ellos tan inmortalmente confusos.

 

 – ¿Y si le paso algo? – Cuestionó Matt bruscamente. – ¿Te importa tanto? Te dije que nos traería problemas.

 

 – Indiscreto – Espetó, con sus húmedos ojos avellana, parecía ser más frágil. Matt recapacitó, que nada que conocía él de ese niño. ¿Y si le cuestionaba? ¿Qué tan malo sería tratar de conocerle más?

 

 – Ahí viene tu costalito de problemas, Frank. – Sí, ahí, cerquita, con pasitos lentos, lentos, lentos, era de noche y un escalofrió precioso recorrió su cuerpo. Gee parecía confundido pero se dejaba guiar tan sumisamente por su compañero de rizos. – Ah, no le ha pasado nada, exageraste.

 

 – ¡Idiota! – Matt no entendió muy bien las palabras en el momento, cuando Frank se alejó salvajemente, de su lado, para acercarse al niño lo supo.

 

 – ¡Frank! –  Gritó Gee al notarle tan cerca. Parpadeos suspensos. Ahí, en la calle, enfrente de su casita paraíso. Sonrió al verle. Frank soltó una bofetada que le tiró al suelo. En verdad dolía. Frank le recogió por el cuello de su camisa blanca. Creyó entender el motivo.

 

 – ¡Eres un estúpido, me has metido en problemas!

 

«Él niño de ojos verdes te delató...»

 

 – Lo siento, lo siento... – Chilló Gee con demasiada soltura. Era inesperado y comenzaba a titubear al hablar.  –  No volveré a hacerte esperar…, no lo volveré a hacer… no quería.

 

 – Abriste tu boca, lo arruinaste todo. Y ahora te conocen. – Gee cerró sus ojitos, Frank le tomaba tan fuertemente que quiso, en ese momento, tener tanta fuerza como Frank para evitar verse tan débil.

 

 – ¡Frank, suéltale...! – Rogó Ray. Bob miraba expectante, como si lo que viese fuese solamente una cómica representación, Matt sonrió de lado, sabía que: Sólo había dos finales para eso.

 

Matarle para evitar problemas o convertirle en el problema. Demasiado perceptible que se sintió.

 

 – Eres detestable – Dijo en susurró Frank. – Yo... me voy a quedar contigo.

 

 

Matt entonces recordó, que Frank adoraba ser impredecible, viró su rostro, lo notó, que Bob dejaba al lado ese gesto indiferente.

 

 – Pero... – Abrazó con fuerza el cuerpo del niño, una mano en su nuca y la otra rodeando su espalda. Una condena auto-impuesta. Por siempre, para siempre... hasta que la muerte te separe

 

 – ¡Pero qué cosas dices Frank! – Deshizo Ray el abrazo, y le encaró, al poderoso de los poderosos. Suplicó por un mortal ajeno a él, porque su esencia era similar a la de su madre.  –  Déjale en paz, le estás haciendo daño con las cosas que dices. Ni le entrometas ni le tortures. Es un niño todavía.

 

 – No, me quedo con él, para que nadie le haba daño. Porque ya le metí en esto y Ray... es sólo un niño.

 

 – Si tú te quedas, yo..., tengo que hacerlo también, y si yo lo hago Bob también, y Matt.  –  Sentenció Ray. El rubio bufó por lo bajo, no quería quedarse, no ahí, tenía un mal presentimiento y... un tanto de miedo.

 

Discutieron por bastante tiempo. Gee se mantenía un tantito alejado, y entre la noche y la oscuridad, una sonrisa distinta había escapado de él.

 

"SOY… I N V I S I B L E"

 

.*.

 

Mikey habían sido demasiados días en vela. La noche aclamó a sus sueños y el descanso del solecito miedoso. Sólo hoy, porque "quien proporcionaba las pesadillas" estaba un tanto más ocupado, pudo descansar. Y fue tan hermoso soñar con su madre.

 

Y después, los árboles y las aves les rodearon, todo fue tan extraño. Y las horas pasaron, y entonces él despertó. Porque el sueño se alejaba tan lentamente..., ojos entreabiertos, todo estaba tan oscuro, un caluroso cuerpo a su lado, seguramente su agotado hermanito. Intentó estirarse en su cama, golpeó algo suavecito, otra patadita para asegurarse. Suave y tibio.

 

 – ¿Gee? – Llamó con temor. Y su hermano no respondía, una risita en la horilla de su habitación, intentó explicarse la situación: entre sus dedos ricitos suaves, ricitos ajenos. Mikey abandonó en su camita tibia corrió hacia la puerta de su recamara mientras trataba de llamar a su hermano.  –  ¡Gee!

 

 – Calla, vas a asustar a tu abuela. – Suplicó una voz detrás de él. Y el castaño tembló Matt le notó tan temeroso – No deberías temerme, soy amigo de Gee, él nos dejó quedarnos aquí.

 

Mikey con su vista nublada, caminó de regreso hacia el tocador juntó a su cama. Tomó sus lentes de armazón pesado y aumento aligerado. Un espiral de planes. Le vio, ahí ocupando el lugar de Gee, un chico de rizos. Y acurrucados de forma revuelta, el rubio y otro chico.

 

 – Son amigos de Gee. – Aseguró para sí mismo, viró su vista hacia el despabilado Matt. – Yo soy Mikey. Mucho gusto.

 

 – Ah; yo soy... Matt, sabes, no era mi intención asustarte – Confesó de forma sincera, muy tierno el hermanito. Sonrió ante sus pensamientos tontos. – Lo que ocurre es que tu hermano salió temprano, dijo que te digiera que nos escondieras de la abuela, que él te explicaba al regresar. Mira, no quiero causarte problemas pero ellos están muy agotados, ¿Podemos quedarnos hasta que tu hermano regrese?

 

Meditó un segundo, no era devoto a ocultar cosas a la abuela pero... Gee pedía un favor, y sus amigos también, se sonrojó un poco por motivos inexplicables, miró al chico de ojos color, hibrido, entre verde y castaño.

 

 .*.

 

Pippo cuestionó sobre las marcas en su rostro, Gee sonrió, no dio importancia, evitó la respuesta con otra incoherente pregunta. Mientras cortaban en rodajas similares las zanahorias recién hervidas, hablaron, de lo mucho que Gee apreciaba a su familia, de su anhelo porque su hermanito estudiase una profesión, pero más que todo, Gee habló sobre la esperanza que mantenía en que la salud de Mikey mejorara.

 

Esos eran sus sueños.

Y eso fue lo que dijo, por segunda vez en la mañana.

 

El día siniestro, espeluznantemente nublado, nubes abrazando el cielo oscuro. Luchando para que el sol no fuese visto por nadie más. Gee, en algunos momentos, pensaba que eso era tan hermoso... pero la conciencia regresaba antes de aceptar su preferencia por los días con sol.

 

 – No me gustan los días como este. – Dejó escapar, Pippo dejó sus labores y se dispuso a poner atención a su joven empleado. – Mikey no puede salir por que la abuela le hace cubrirse demasiado. Mikey odia los suéteres y las bufandas, dice que le asfixian.

 

 – Yo también odio las bufandas – Confesó con el corazón en la mano – Pero los suéteres me agradan demasiado. Este que traigo. Me lo tejió mi Martha. "Antes de morir."

 

Gee interesado, despegó su mirada de la mesita, la tabla y las zanahorias, le sonrió comprensivamente.

.*.

 

Mikey miró el reloj, doce del día y la abuela no había salido de su habitación. Raro, realmente raro... ella no era de las personas que estaban más tiempo del necesario

 

Entonces a pasito lento, mientras el amigo de Gee cobijaba a los durmientes, llegó hasta la habitación de ella, y abrió la puerta, una cama matrimonia con vestigios de lujo y comodidad. Quiso llamarle pero pensó: Que debía de estar realmente agotada, quiso hacer acciones buenas, sonrió, era su oportunidad para hacerles entender, que no era tan necesario mantenerle tan vigilado, estaba enfermo y no por eso podía permitir que la vida le fuese facilitada de un modo tan absurdo.

 

Corrió de vuelta a su recamara, tomó del translucido frasco, y la medicina cajetosa, ámbar y limón. Matt sentado en la sillita junto al balconcito, no quiso preguntar pero la duda le carcomía, una de las cobijas para el invierno estaba atorada en el cortinero, impedía que la luz en exceso traspasase hasta la recamara.

 

 – Están muy cansados, y el sol es mal acompañante del sueño – Dijo él, no adivinando los pensamiento del castaño. Mikey le sonrió, tomó del dinero en la cajita de madera – ¿Vas a salir?

                       

 – Voy comprar algo para comer. Cuando la abuela despierte estará hambrienta, y Gee también.  –  El castaño comenzó a abrigarse, un fin de verano con mucho viento. – y tus amigos también.

 

 – ¿Irás muy lejos? – Cuestionó con envidia.

 

 – mmm, no, a la placita – aseguró, temeroso de que Gee hubiese dejado más indicaciones – ¿Quieres venir conmigo?

 

Matt entonces, le miró con ausencia... quiso asentir. Y recordó que él era como un diamante tornasol ante la luz. Entonces suspiró con pesar y negó con la cabeza.

 

 – No, si ellos despiertan nos iremos, te agradezco mucho que les dejes dormir en tu cama. – Se acercó hacia el niño, posó su mano en la cabeza castaña. Sonrió, el hermanito y Gee eran adorables, pensó, que hubiese sido maravilloso haberles conocido en otra época. Después de la conversación personal de madrugada, con el mayor de los hermanos podía asegurar el por qué de la insistencia de Frank, en protegerle.

 

.*.

 

Cubierto en prendas ligeras, asientos forrados en lujo, sus ojos de padre se cerraban pro costumbre y no por necesidad; buscó a la lejanía por mucho tiempo un niño Sol, para llevarle el mensaje: "Cuídate que los sueños cada vez son más claros. Recibe estas palabras en el dialecto del viento"

Una flor nocturna

Que se riega con sangre

Que absorbe entre amores…

Que se marchita con la luz solar

Una flor teñida de amor

Con un olor maravilloso y triste

Una despedida que acongoja

Una presencia que aturde

No.

Nos alejamos juntos… todos menos uno

Eyaculando lágrimas de lejos, tendré un hijo más.

Derramando las sonrisas tristes, él se ha quedado sólo.

Te detengo de la mano, inhibiendo los pasos hacia el niño- luna

Pudo sentir su carne…

Que se desliza tan lento.

Y el corazón, que se marchita…

Y esa rosa, que se destiñe…

Una receta mágica, que le haga estremecer.

Que me permita imaginar lo que es un cuerpo

Afrodisíacos que les permitan llegar al orgasmo

Nos alejamos juntos… todos menos uno

Eyaculando lágrimas de lejos, un hijo más.

Derramando las sonrisas tristes, él se ha quedado solo.

Te detengo de la mano, inhibiendo los pasos hacia el niño-luna

Y cuando se marchite,

Cuando el sueño termine…

... tal vez será tiempo de...

 

Papá, estando cansado, pedacitos de cordura... mensajes, señales, y ruegos:

Que sus hijos sean valientes, la primera prueba de la vida en sus manos. No para ellos. Una historia de blasfemias y sacrificios, como la de todos los de sangre sacra. Atención, muchos mensajes ocultos, y papá se dijo...

 

... es este el primer secreto de la decencia. La grotesca profecía.

 

.*.

 

Al finalizar la semana sus manitas resentidas se notaban débiles, la sal de la carne marina y los cuchillos afilados dejaban pequeñas llaguitas, hilitos profundos que llegaban a incomodar.

 

 – Gerard, mañana llega temprano. – Sentenció Pippo, no es que el pelinegro hubiese, en alguna ocasión llegado tarde pero..., tantos años que aquellas palabras era una forma de despedida. Gee asintió con cautela, un dolorcito en el pecho le hizo sentarse de nuevo. Guardó su paquete de dinero, monedas raspadas y billetes doblados, en la bolsita de su gastado saquito. Se sentía algo contento. Frank estaría en su casa, su amigo Matt, se lo había asegurado. Entonces, olvidando la incomodidad en el cuerpo, se puso de pie, despidiéndose del jefe matutino, también del fiel cargador Irick. Sólo por este extraño día, él se despidió amablemente...

 

Caminó, de regresó a casa, un buen momento, y bolsillo lleno, se había prometido ser un poco más ahorrativo, pero aún era tan infantil, un pensamiento en su mente, se imaginó feliz, teniendo una bonita comida, con su abuela, Mikey y Frank... también el chico simpático Matt. Y el rubio, y el extraño chico de rizos.

 

Entre sus manos panes frescos, la cuarta parte de su pago gastado en alimentos.

 

Cargó con reparo, los huevos castaños con pecas blancas. Nunca les había visto, le parecieron curiosos, demasiado llamativos. Les compró sin reparo, eso y pan, y leche, y algo de fruta en modositas cantidades

 

A sus cuentas mentales, las otras terceras partes serían para los gastos en las necesidades de la casita. El sueldo en su diurno trabajo, el primero: En las medicinas de su hermano. Lo segundo, en el ahorro para el año siguiente, por si los tiempos empeoraban. Un seguro de tranquilidad.

 

.*.

 

La abuela sentada en la salita, su mirada perdida y sus manos ligeras, hacia tanto que no lo hacía, una linda bufanda aguamarina. Las agujas haciendo cadenas, costura tras costura, Mikey pensó, que generalmente no se le notaba tan tranquila. Matt, sentadito junto al castaño, no decía nada, miraba a la mujer sumergida en neblina, Matt pensó: Que su poder era grandioso.

 

Matt poseía la cordura de la anciana para evitar preguntas y posibles situaciones, le hacía vivir por algunas horas en un mundo invisible, de esos que él imaginaba Rosas y dulces.

  

He aquí los poderes de seres inmortales, esos que en fantasías y mitos se han de temer.

 

De la comida hecha mucha, todos rechazaron, dos jóvenes despiertos y dos durmiendo. Mikey sentía como si una esfera de succión suprimiera su cabeza y le evitara pensar con razón y cordura, casi como si el suelo disparejamente bailase, estaba mareado, imaginó que sería algo nulo. Sus mejillas ardían

 

 – ¿Puedo preguntarte cosas? – Cuestionó aun incomodo Mikey, con respeto y oculto temor. – De Gee y de ustedes.

 

 – Pregunta lo que quieras. – Se ensombreció el rostro de Matt, ojos híbridos ligeramente cerrados. Pensó que ese niño era esencialmente diferente a Gee. Un alma de distinto tono. Inocente. –

 

 – ¿Trabajan con Gee? – Dejó escapar su duda rota.

 

 – Ah, no  –  De eso y más había hablado con el pelinegro, en el alba sumergida. – Gee trabaja... como cargador. Le conocemos nosotros porque... mi padre le contrata de vez en cuando.

 

 – ¿Entonces son todos tus hermanos? – Titubeó a la pregunta, para nada que se parecía él a los demás. Sonrió,

 

– Son mis primos. No nos parecemos en nada. ¿Qué te hace pensar eso?  –  Mikey sonrió ahora más tranquilito. Matt era ingenuo.

 

 – Gee y yo no nos parecemos. Y somos hermanos. – Recalcó estas palabras con un tonito alardeante  –  Tú les cuidas mucho. Creo que es por eso que lo pensé.

 

.*.

 

Sintió el inigualable aroma entrar por sus nariz, arrugando su rostro... era especial, casi orgásmica la sensación de tenerle cerca, entre sus sabanas la esencia de Gee... y sonrió con más ganas... y mordió su labio inferior... era necesidad contra cordura.

 

 – Mira Ray, Frank ya está despertando. – Dejó escapar Bob mientras trataba de zafarse de Frank. – ¿No podemos despertarle completamente? Comienza a dolerme su agarre, Además, no me gusta para nada este sitió, tiene mal olor y... es muy feo.

 

Ray le miró con enojo, Bob podía actuar de una forma tan caprichosa y altiva en ocasiones...

 

 – ¿Mal olor? Robert, deja de quejarte. – Lo sabía, que Bob como último de ellos había sido complacido en todo, nunca un no, Robert, el rubio niñito de alcurnia. Sin una pizca de sentimiento hacia lo gastado y viejo, era bueno, pero demasiado torpe para entender algunas otras cosas.

 

Escuchó apenas la última queja, Frank abrió sus ojitos avellana, soltó un gruñido al notarse abrazado al rubio con gesto refunfuñante

 

 – Ah... Raymond ¿Qué demonios hiciste? – Ray miraba con curiosidad todas las cosas que había desordenado por curiosidad. Libros regados y casi contestados en parpadeos.

 

 – Los libros del niño están mal contestados, tiene lecciones incompletas y una caligrafía horrorosa – Sentencio mientras llevaba el lápiz a sus labios – Sólo le ayudo.

 

 – Está de entrometido – Acusó el rubio – Ha desordenados cartas y fotográficas, son viejas...

 

Aventó sin ganas a Bob, otro gruñido a la lista. Frank caminó hasta donde Ray, una fotografía con cuarteaduras y raspones, una mujer joven un niño en sus brazos... cabecita cubierta por cabellos claros y a su lado, apenas si se alcanzaba a captar la mitad del cuerpo de otro niño, sentadito en el suelo, llorando...

 

 – ¡Qué vas a hacer! – No una cuestión, una reprimenda por parte del castaño de rizos. Frank no le tomó importancia, guardo en la bolsa interior de su gabán, la foto. Recuerdos de niños. – Eso es de él.

 

 – Es ahora mío. 

.*.

 

Gee notó que la potencia máxima del sol había bajado hacía unos minutos, un atardecer nublado se vuelve más mítico si la lluvia no cae. Sacudió sus cabellos negros sin motivo. El viento peligroso golpeaba su nuca. Con una sonrisa indiscreta que vacilaba con ser más brillante. Gee caminó hasta llegar a su casa.

 

Felicidad.

 

Se adentró a su hogar lindo, trató de cubrir las marcas en el rostro, fue fácil, su cabello largo y liso ayudo al trabajo. Y avanzó con pasitos leves, todo demasiado silencioso. A primera vista, el recibidor vació, la salita vieja sola en el comedor con vista hacia la cocina, cinco cabecitas bajas.

 

No por los mismos motivos.

 

 – He llegado – Se anunció desde la división de la sala y el comedor.

 

Todos levantaron la vista, la abuela comía sin distracciones, ni levantó la mirada ni correspondió al saludo.

 

 – "Seguro está enojada" – Se dijo para después sonreír a los invitados, y a su hermanito que estaba un tanto sonrojo. – ¿Te sientes bien Mikey?

 

El hermanito asintió, no era verdad, sus mejillas bochornosas le delataban, Gee nunca gustaba de pasearse por la casa después de trabajar con Pippo, el olor de los ingredientes y las carnes se impregnaba en su ropa. Habló de algunas cosas triviales, ofreció lo comprado y corrió hasta su recamara.

 

Todo un verdadero desorden. Evitó pisar las cosas tirada en el suelo, ya habría tiempo para acomodar, entre sus manos la toalla con los perritos dibujados, y las prendas del trabajo siguiente, todo en sus manos, corrió al baño, tomó su cubo de hierro, y bajó hasta la cocina, no había tiempo para calentar el agua. Todos les miraba y el fingía estar demasiado ocupado, no quería incomodar.

 

 – Gee, necesito hablar contigo – Llamó Frank aun sentado. Los demás se encogieron en sus propios asientos. Frank con una reverencia extra, posó su mano sobre la cabeza de Mikey, agradeció la comida intacta... era extraño, dos veces el mismo acto.

 

 – Yo – Frank no le permitió decir nada fuera de lugar. Haló de Gee hasta las escaleras – Yo... siento mucho lo de ayer.

 

 – Necesito que me cuentes bien... ¿Qué paso ayer? – Arrugó la nariz de manera inconsciente, y Gee le notó apenado. Evitó verle a los ojos. –

 

 – ¿Puedo... bañarme primero? – Cuestionó incómodo. Frank entendió, asintió y esperó a Gee. Parado en el pasillo de la planta alta.

 

Pensó en ser rápido, de vuelta al baño, las prendas sucias al suelo. Piel blanca y la cubeta de agua a la tina. Talló, fuerte… fuerte su piel y el agua corrió por su cabello adherido a su rostro. Bálago rozando su piel, de blanco al rosa, de rosa a rojizo... sus ojitos cerrados ante el jabón sin aroma.

 

Adiós sales y especies adheridas, Gee con el aroma infartarte de regreso a su hogar.

 

Un encanto a pleno anochecer...

... Y los ruidos removieron las dudas

 

Desde afuera Frank podía percibir los ligeros gemidos de Gee ante el contacto con el agua fría, y ese tiritar tan sumiso. Y sintió que no era nada, no lo suficiente como para merecer conocer ser tan puro y lindo. El agua correr por su cuerpo... y el jabón atorarse en su ombligo...

... lo imagino todo, todo lo insano. Amor y reacciones hostiles. Y por primera vez no temió a nada.

 

 – Gerard date prisa – Llamó recargando su nuca en la puerta de madera dañada. No podía soportarlo más... el pensar en Gee le hacía tanto daño.

 

 – Sí, sí, espera por favor – Rogó apurándose más y Frank amargó más el gesto en su rostro. Gerard era tan malo. Torturaba y estrujaba su corazón y su alma. Quería verle.

  

Esto es un juego:

Parpadea un millón de veces sin contar.

Y cuando fijes tu mirada al frente

Tu destino lucirá de gala. Por ti.

  

 – Perdón por hacerte esperar. – Disculpa aceptada. Frank fijó sus ojos en el cuerpo en frente de él, y esa camisola blanca y los pantalones oscuros que se ajustaban, todo a su cuerpo de niño... y el cabello escondido tras sus orejas, y las marcas amoratadas que desfiguraban el tono marfil de su piel. Gee se sonrojó ante vistosa inspección. Los únicos que le miraban de esa forma eran los tipos raros, esos de los que le habían dicho: "Debía cuidarse". He inconsciente mente aceptó, que no le molestaría que esos ojos avellana le juzgaran eternamente.

 

 – Yo te hice las marcas – Frank se acercó a su Gee. Suyo, suyo que era, suyo y de nadie más. Le tomó por el mentón, y sus ojitos verde inocencia brillaron con más ganas. Gee se sintió en una burbuja, Frank pasó su mano por la mejilla marcada. – Lo siento... lo siento...

 

Abrazó a ese niño tranquilo y el pelinegro se dejó hacer. Porque se sentía bien, porque el gesto provenía de Frank.

 

 – Es tu cumpleaños... eres tan extraño...

 – Señor ¿Está llorando...?

 

 – ¿Estas llorando...? – Gee trató de alejarse, y quería secar lágrimas y saber del motivo... Frank tan orgulloso y arrepentido, evitó la lejanía y se aferró más fuerte. –

 

 – Eso no te importa. – Sentenció Frank...– Dime Gee: ¿Pasó algo extraño ayer, alguien desconocido a quien vieras de pronto?

 

 – No – Aseguró el oji-verde, mientras sentía los labios rosas de Frank... cerca de su cuello... extasiados, Frank por la belleza de Gee, Gee por el hechizo indirecto que Frank comenzaba a mandarle. – ¿Por qué?

 

Y el Nosferatu no lo notaba, se sintió tan correspondido que no notó la esencia diferente que poseyó por un instante a Gee...

 

 – Curiosidad. Quería saberlo porque...

 

 – ¡Frank, Frank! – Llamó asustado el rubio desde la planta baja, el mencionado se alejó de Gee, y el frío caló los huesos de ambos. Y no dijeron más y corrieron hasta las escaleras, y bajaron de prisa.

 

 – ¿Qué ocurre? – Cuestionó asustado.

 

 – La abuela... – Respondió en un hilito de voz el hermanito

 

.*.

  

 – ¿Y cómo te llamas? – Ray decidió romper el silencio.

 

 – Yo soy Michael. – Respondió sonrojo, los tres presentes le ponían demasiada atención, más de la que le hubiese gustado tener.

 

 – Yo... estuve viendo tus cuadernos. Eres bueno para la escuela... – Las manitas del hermanito se apretaban con insistencia sobre el mantel de la mesa.

 

 – Eso es mentira, Michael es una porquería. – De los labios ancianos las palabras más crueles... y los ojitos de Mikey le miraron de forma temerosa. – Un inútil enfermo que no sabe cuidarse por sí solo..., que sacrifica a Gerard y a mí sin importarle nada.

 

 – Yo... – Ray, Matt y Bob erguidos de manera necia. Bob fue el primero en actuar, gritó a Frank y Mikey no dio tiempo a respuesta alguna, se puso de pie, asustado, con las intenciones de subir directo a su habitación. Tenía miedo. –

 

 – ¿A dónde vas? ¿Te duelen las verdades? – Voz profunda, y movimientos demasiado ágiles para una mujer de su edad, casi a la velocidad de palabras. La buena abuela frente a Mikey...

 

... Y le tomó del cuello... y le abofeteó con rencor, odio, crudeza... y Gee le vio, todo desde las escaleras. Y corrió, tratando de proteger a su hermanito arrinconado en una esquina, echo un ovillo, temía a las palabras más que a los golpes.

 

Entre la abuela y su hermano, el golpe esperado nunca llegó. Frank acorralando a la mujer que no era ella.

 

 – ¿Qué le has hecho? – Cuestionó Frank al controlador de conciencias. Matt temeroso dió tres pasos hacia atrás..., negó con la cabeza

 

 – Yo no he sido. – Aseguró con lágrimas rojizas en los ojos al notar que los hermanitos lloraban abrazados y la abuela se retorcía entre los brazos de Frank... – Yo no he sido...

 

 Esto es un juego que comienza:

Mira hacia el cielo y nótales

Veloz y veras ríen de ti.

Ten cuidado:

S O N… I N V I S I B L E S

 

Y vienen por ti.

 

 – ¡Llévenle a la mansión! – Gritó Ray mientras miraba a Frank sostener a la mujer con cautela – Frank... ven conmigo.

 

Matt asintió, temió jugar con las mentes de nuevo, mejor soportarles llorar y patalear, está noche dudo de sus capacidades. Bob titubeo un poco; estos problemas no eran de ellos, no había que entrometerse entre curiosidades de mortales. De mala gana tomó al hermanito menor que lloraba, y Matt cargó con Gee.  

 

Y salieron de la mansión... sombras tres y de las tres, dos hacia ellos.

Y Frank y Ray subieron azotaron a la mujer en el suelo... y olvidaron que era una anciana, y que sus descendientes eran esos niños.

 

 – ¿Quién controla este cuerpo? – Cuestionó Ray mientras sus ojos mutaban y sus colmillos asemejaban lindas agujas de hielo.

 

 – ¿Se han marchado el sol y la luna...? – Cuestionó con voz autoritaria la mujer abuela. – Entonces la vida se acaba...

 

He aquí los poderes de seres inmortales, esos que en fantasías y mitos se han de temer.

 

Una explosión por dentro, todo el interior se esparció por las paredes, el cuerpo de una mujer descansando... y sonrió, una bendición para sus nietos. «Era ella antes de llorar.»

 

 – Gerard va a odiarme – Afirmó Frank mientras sus manos temblaban y sus ojos evitaban ver a la mujer agonizante.

 

 – Ese niño tiene mucho que agradecerte, si sale vivo de esto, deberá hacer un altar en tu nombre.

 

 – Le he traído problemas. Le metí en esto. ¿Son ellos, no? – Ray asintió y no supo que decir. El menos culpable en todo esto era ese niño.

 

Las manecillas del reloj sonando

Ocho de la noche, dos minutos, tres segundos, cuatro, cinco...

Notas finales:

 

PD: Tal vez no me dé tiempo de subir la última parte del capitulo, en caso de que sea así, mañana por la noche lo hago.

 

 


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