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Una cita con Kim Jonghyun por Dolche

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Notas del capitulo:

Hola! He tardado mucho, pero estba en un gran debate respecto al fic. Al final volvi a planearlo todo, y por fin pude seguir!
De una vez me disculpo por los errores que haya. Aqui lo tienen:

  Al llegar al departamento todos me esperaban para que les contara como fue todo. Ignorando groseramente a las cuatro personas que aguardaban en mi sala, pasé entre directo a mi cuarto; no quería hablar con nadie, estaba furioso, mi sangre hervía y me exigía la cabeza de alguien.

  Miré los discos en el estante y, uno por uno, los abrí. Haciendo lo que nunca hice: leí los créditos de las canciones, nombre tras nombres aparecían: compositores, letritas, cooperaciones, arreglos… En lo único que se leía su nombre era en intérprete.

  Enserio me dejé engañar por ese tipo.

  Vi el cubo de basura, los arrojaría donde merecían estar pero, no tenía fuerzas para hacerlo. Por mucho tiempo esa música y esa voz fueron el objeto más valioso para mí, no tenía corazón para tirarlos tan fríamente. Más sí quité los posters. No quería a su enorme cara mirándome, para recordarme todo el fiasco de esa tarde.

  Respiré tres veces, y tras pensarlo mejor, salí del cuarto.  Las chicas parecían a punto de irse, y al verme, se sentaron de nuevo.

  — ¿Y cómo fue? —se atrevió a preguntar Jessica.

  — ¡Horrible! —me quejé cubriéndome la cara, y tomé asiento entre ellas—. El tipo es un completo idiota. No paraba de hablar de lo famoso y rico que es, de sus vinos exclusivos y su ropa de marca.

  Ninguna de ellas se esperaba eso, el parlanchín de Taemin tampoco decía nada.

  — ¿Hablas enserio? —Asentí para Yoona—. ¡No lo puedo creer! Y pensar que se ve tan buen tipo en televisión…

  —Además, es un homofóbico de mierda. Dejó muy claro lo mucho que le desagrada que los chicos vayan sobre él… —silencio.

  Si alguien en este mundo puede entender el dolor punzante en mi pecho, eran las personas en la habitación. Claro, no esperaba llegar allí, y que por intervención divina se enamorase de mí, pero descubrir no sólo el hecho de que mi ídolo consistía en un cúmulo de mentiras, sino también ser objeto de su desprecio, dolía y quebraba el alma.


**********



  Nos propusimos en un acuerdo silencioso, cambiar nuestras reuniones a la hora de la cena. Y en lugar de esperar por sus presentaciones, mirábamos alguna película.

  Esa tarde, Taemin y yo terminábamos de poner la mesa para comer juntos en la cocina cuando mi celular sonó con una llamada de Nicole. “Prende la tele en este instante”, con esa frase destruyó mis tímpanos.

  —Tae, enciende la tele —sostuve el teléfono en la oreja y llevé mi plato de arroz conmigo—. ¿Qué canal? —le pregunte al celular—. Pon el de música.

  Tan pronto como Taemin lo puso, el hombre alias “señor plástico” apareció en la tele. ¿Por qué no me sorprendía?

  “— ¡Es muy bonito! —Habló la presentadora—. ¿Dónde lo conseguiste? ¿Lo mandaste a hacer?”.

  Al instante siguiente, la cámara hiso un acercamiento al collar de plumilla que colgaba junto a su lunar del pecho. ¡Qué demonios! Regresé todo el arroz en mi boca al plato sin importar las manifestaciones de asco por parte de Taemin.

  “—Fue un regalo de un fan.

  —Ah, así que una fan te lo obsequió…

  —No, no una fan, fue el regalo de u  fan —enfatizó el ‘un’—: El fan que ganó la cita me lo dio. Es muy bello ¿verdad?”

  Descarado.

  “— ¿La cita la ganó un chico? —La presentadora estaba muy sorprendida; él asintió — ¿Y cómo fue eso?

  —Refrescante —miró a la cámara—. Tuvimos una charla muy interesante. Me recordó algo que se me había pasado por alto estas últimas fechas. Sinceramente me gustaría agradecerle, por recordarme lo que es verdaderamente importante para mí”.

  Ya no sabía que me sorprendía más, ¿qué mintiera en televisión nacional tan desfachatadamente, o que quisiera darme unas gracias falsas?

  —Está usando el collar que le arrojaste… —taemin comenzó a reír libre mente—. Tú, se lo lanzaste, y él dijo que fue un regalo —se sostuvo la panza—. ¡Ese tipo está loco!

  —Lo sé, tiene vinos y ropa de marca en la cabeza.


******



  Tres chicos gigantones, exageradamente fornidos y una chica irrumpieron en la clase. El equipo de americano de la universidad tendría partido ese fin de semana.

  ¿Qué me importaba eso a mí? No me interesaba para nada obtener entradas gratis.

  Miré por la ventana admirando los edificios altos y los árboles frondosos de la facultad. Un helicóptero que volaba cercas, bajó hasta el helipuerto del edificio “A”. Debía ser algún invitado importante del decano.

  —Joven Kim —la voz dura y fría de la profesora me hizo dar un leve brinco sobre el asiento; todas las miradas puestas en mí—. Deje de mirar por la ventana, por favor, y ponga atención—. Su labio rodeado por pequeños surcos, era una línea de desaprobación.

  —Perdón —susurré.  

  Luego de terminar la clase, caminaba a la cafetería. Tenía dos horas para comer y hacer lo que sea antes de tener que volver al salón. Todos caminaban apresurados por la escuela, cada quien en lo suyo cuando, un inusual “¡Hey!” hizo a todas las cabezas girarse y a los pasos detenerse. Yo simplemente ignoré a la molesta persona que no paraba de gritar. Me negaba a quedar como uno de esos tontos que se giran para descubrir que la otra persona le habla al de al lado. Después de todo, ese tipo de actos nunca se dirigían a mí.

  Doble detrás de uno de los edificios, pues la universidad era demasiado grande,  y con remordimiento caminé sobre el pasto verde de anchas y duras hojas, para no tener que rodear todo el camino. Por suerte la fría sombra de los edificios me resguardaban del sol abrazador de ese día.

  — ¡Espera! —se escuchó muy cercas a mi espalda.  Y puesto que todo a mí alrededor se encontraba desprovisto de gente, consideré de nuevo a posibilidad de ser yo a quien gritaban.

  Me giré.

  Admito que durante al primer momento me sorprendí, pero al siguiente mis ojos giraron involuntariamente hacia atrás ante la presencia “no grata” frente a mí. Vestía tan normal con una camiseta y un pantalón simples, una gorra que no cubría del todo su cabello decolorado, y unos lentes que parecían quedarle enormes, pues cubrían mayor parte de su cara: sencillamente ridículo.

  Abrió la boca para decir algo, y sin darle oportunidad, me giré y seguí caminando.

  Corrió hasta llegar mi lado, diciendo entre tartamudeos:

  — ¡Espera! ¿A dónde vas?

  —Bueno, hoy desperté tarde y no pude desayunar, he estado en clase toda la mañana y tengo hambre. Así que sí me disculpas, voy a la cafetería—. Mis pasos eran difíciles de seguir; una habilidad desarrollada por el ajetreado ritmo la vida universitaria que te obliga a caminar a paso de maratón si quieres llegar temprano a cualquier clase.

  Por suerte para él, la cafetería estaba casi vacía. Sólo gente muy entretenida en los chimes, la tele, y las quejas sobre profesores se repartían entre las mesas y la barra del lugar. El “hombre de plástico” mantenía su distancia sin apartarse demasiado, manteniendo la cabeza gacha mientras yo ordenaba la comida. Cuando terminé, sin muchas explicaciones coloqué contra su pecho una caja de sushi y una botella de jugo, hasta que las sostuvo por sí mismo. Lo guié hasta una solitaria esquina de la cafetería, ambos no sentamos con nuestra comida.

  — ¿Por qué estás aquí? —solté, sin más dilatorios.

  —Yo… —tomó asiento y miró la comida con ojos llenos de dudas. Seguro se preguntaba si tenían veneno, o alguna bacteria extraña que le provocara el vómito por días.

  —Come.

   Todo el almuerzo lo pasamos en silencio, pretendiendo mirar el televisor, fingiendo no estar incómodos el uno con el otro. Suspiré.  La comida había desaparecido y él no había dicho ni una palabra. Faltaba poco para mi siguiente clase, y sin más remedio, me pude de pie. El me miró.

  — ¿A dónde vas?

  —Tengo clase. Tuviste media hora para decir algo y no lo hiciste. Me tengo que ir. —Salí de la cafetería, y el vino tras de mí, acomodando su gorra y lentes, todo ese disfraz ridículo.

  — ¡Pero necesito hablar contigo!

  —No puedo.

  — ¡Por favor, Kibum! —Me detuvo por la muñeca haciéndome dar la vuelta. Sostenía sus lentes en la otra mano, y sus grandes ojos cafés me miraban suplicantes, con esa cara que le había visto hacer miles de veces en la tele y las fotos—. Ven conmigo… Sólo será un momento. ¡Ni si quera tendremos que salir de la universidad!

  Iba a negarme al instante, pero sus ojos, tristes como los de un perrito en la lluvia, me lo impidieron. Suspiré resignado y asentí, dejándome arrastrar por el campus. Cruzamos por la facultad de filosofía hasta la de artes. Fuimos hasta el segundo piso del edificio, pasando y pasando salones. Podía verse a alguno que otro alumno bailando, ensayando diálogos, o afinando instrumentos, pero en general, el lugar se encontraba vacío.

  Nos detuvimos a mitad del pasillo.
 
  —Es aquí. Pasa.

  Le seguí dentro del aula. Era amplia y llena de algunos instrumentos. Me quedé en medio de la habitación observándolo todo, sin saber qué hacíamos allí.

  —Ven —tomándome por los hombros, llevó hasta el piano, y me sentó en un lado del banco. Luego se sentó al otro lado—. Quería mostrarte esto.

  Respiró unas cuantas veces, y estiró los dedos relajándose. A continuación, sus dedos se deslizaron sobre las teclas, creando música harmoniosa, música cargada de tristeza y melancolía. Su voz era un bello susurro que se infiltraba por mis oídos, estremeciendo mi piel. Era hermoso. Debía ser el más hermoso sonido sobre la tierra. Estaba seguro de que si oyera a los ángeles cantar, debían sonar justamente así.

  La canción no la conocía, no pertenecía a sus discos. Aun así, me fascinó y atrapó al instante la historia de un amor que es como una flor que se vuelve transparente, que se marchita y muere. Quien hubiese compuesto una belleza así, debía ser un genio…

  La canción concluyó con lentitud.

  —Kibum. Te debo una disculpa por mi comportamiento en la cena, fui muy desagradable contigo. La verdad es que yo no soy así. No creo ser perfecto, ni soy homofóbico, tampoco entiendo de moda, y no tengo una colección de vinos. ¡Ni si quiera me gustan! Odio tener que comportarme así, pero mi manager dice que eso es los que esperan los demás de una celebridad y yo… Sólo no quiero decepcionar a nadie. Y sobre la música…

  —Yo también te debo una disculpa —lo interrumpí—, no debí decir todo eso.

  —Pero estás en lo cierto. ¿Cómo puedo llamarme cantante, cuando no canto mis canciones? No canto lo que yo quiero. Se supone que esto sólo sería temporal, hasta que la compañía reconociera mi talento y me diera más libertad. Pero lo dejé pasar y las cosas se volvieron así. Kibum —tomó mi mano entre las suyas y mi piel quemó—, es por eso que quiero agradecerte. Cuando me dijiste todas esas cosas, recordé que ese no soy yo. Así que tomé una decisión.

  — ¿Cuál? —Pregunté al instante.

  —Dejaré la compañía. Si es necesario empezaré desde cero, pero lo haré con honestidad, como quise hacerlo desde el principio. Será difícil, pero es lo que siempre quise. Por eso… ¿sería demasiado pedirte que me sigas apoyando como lo has hecho todo este tiempo?

  Jonghyun lucía muy emocionado al hablar de su futuro. Parecía libre, cómo si se hubiese quitado un gran peso de encima. Los ojos le brillaban y no paraba de sonreír.
Mi mano se encontraba aun en las suyas, y mis mejillas picaban con lo que probablemente fuese un sonrojo.

  Jonghyun esperaba mi respuesta.

  —Lo haré.

  — ¡Gracias! —Dijo realmente emocionado. Se abalanzó sobre mí, atrapándome en sus brazos. Sólo fue un momento, pero mi corazón palpitó con prisa—. Esto era tan importante para mí. Sabía que no podría estar tranquilo hasta que aceptaras mis disculpas, que volé desde Ulsan directo a aquí para buscarte.

  Miré alarmado el reloj en mi muñeca.

  — ¿¡Viniste nada más terminar tu concierto!?

  —Sí. —Dijo como si nada—. ¿Cómo sabes que tenía un concierto en Ulsan?

  —Entonces destello astuto y divertido brilló en sus ojos, poniéndome nervioso—. Ah, ya entiendo… mi fan número uno debe saber de mis presentaciones, ¿verdad?

  —Qué engreído. ¿No deberías irte ya? —Ambos reímos, pues sabíamos que era un juego.

  —Ahora que lo dices, sí. Debo estar en Daejeon en unas horas.

  Se puedo de pue y muy lentamente camino hacia la puerta, como queriendo retrasar su partida. Aún no se marchaba, y el salón ya comenzaba a sentirse vacío.

  —Adiós, Kibum.

  —Dime Key —él sonrió—.

  —Cuídate, Key.

  Se fue.

  Luego de eso, creí que no volvería a verlo, que ese sería nuestro último encuentro. Pero por alguna razón, Jonghyun siguió viniendo…

Notas finales:

La verdad me estreso mucho porque quiero que quede super wow, pero entonces me obligo a tomarme un dalay, y me recuerdo que el proposito de este fic, es escribir algo relajado y poco exigente. Y... si no me equivoco en mis calculos, quedan como dos o tres capitulos para el final.

Cuidense!


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