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La oscura Tierra de las Maravillas por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Aquí un nuevo capítulo! >_< me he demorado en subirlo porque he tenido mucho trabajo en la universidad y asdasdasd no me queda tiempo :(

Lo hice con todo mi amorsh y espero que les guste n_n !

Saludooos ! :3

Gracias por leer! <3

PD: Cualquier error que noten háganmelo saber! n_n dejen sus rv! 

- ¡Ladrón, Ladrón!- La voz me obligó a dar un respingo y volver a la realidad. Por unos segundos me asusté, pensando que alguien nos había descubierto pero enseguida me percaté que algo estaba pasando. Una anciana intentaba perseguir a un hombre que le había robado una bolsa de pan ¿Una bolsa de pan? ¡Qué miserable! Por primera vez sentí furia, una ira profunda que me quemaba el pecho ¡Robarle a una criatura tan indefensa era una crueldad!

- Cálmate- Susurró Agate e intentó tomarme del brazo, pero me solté rápido. Sin pensarlo siquiera me había aventurado en la persecución de aquel ladrón entre la gente que se apartaba a nuestro paso sorprendida y asustada. El hombre era rápido pero yo no me quedaba atrás. Sabía que la fuerza no era lo mío, pero era ágil y veloz, la vida en el orfanato no era de lo más cómoda y las constantes riñas me habían obligado a aprender a luchar y a correr. Me adelanté entre una multitud y le vi esconderse en un callejón oscuro, le seguí.

Ahí estaba él, era un joven de unos veinticinco años. El cabello rojizo caía cansado por su frente y sus ojos negros me miraban con rencor, esbozaba una sonrisa de medio lado ¿Por qué? No lo sé, el callejón no tenía salida alguna.

- ¿Extranjero, no?- Rió entre molestas carcajadas. Me sobrecogí en un escalofrío, este hombre me había reconocido inmediatamente. Guardé silencio y no respondí su sarcasmo, corrí hasta él y me lancé dándole un golpe en la mejilla. El ladrón apenas se movió, solo entonces pude observar su trabajado físico, los hombros eran anchos y sus brazos eran enormemente fuertes, me percaté cuando desató la furia de su puño sobre mi mandíbula, haciéndome caer.


No tardé en levantarme y embestirlo en una tacleada, esta vez parecí herirlo porque  no tardó en retorcerse en una mueca de dolor. Ambos comenzamos una brutal pelea, los golpes de él eran duros y cada vez que arremetía contra mí podía sentir el peso de sus puños intentando atravesarme los músculos, yo correspondía sus golpes con toda la fuerza que me era posible sacar, incluso ya había logrado que su labio inferior comenzase a sangrar. Dio un certero puñetazo en mi estómago, el hierro de sus nudillos me cortó la respiración por unos instantes. Sabía que este hombre era más fuerte que yo, pero no me rendiría hasta tener la maldita bolsa de pan entre mis manos.

-¡Eso que has hecho no está bien!- Exclamé furioso mientras le propinaba una patada en el estómago.

-¡Tú no sabes lo que es correcto aquí, niño!-
Sentí como la ira subía súbitamente desde mi pecho hasta mi cabeza ¡Estaba cansado de que me llamasen niño en este maldito lugar! Volví a golpearle y tambaleó, le empuje para que cayera al suelo.

- ¡Pues robarle a esa anciana está mal! ¡Incluso si estamos en este lugar!- Exclamé iracundo y levanté el puño contra él, pero en ese momento mi mano fue atrapada. Una sonrisa maliciosa cruzó fugaz por los labios del ladrón que estaba bajo mis piernas. Miré hacia atrás, un segundo joven me sujetaba las manos mientras que uno más alto se acercaba con lentitud mientras sostenía en sus manos ¿Una cadena? ¡Demonios! ¡Estaba perdido!

- ¡Suéltame! ¡Maldita sea!- El segundo hombre me tomó y me lanzó contra unos botes de basura. En ese momento él y el ladrón con él que había luchado se apresuraron en comenzar a golpearme en el piso. Enterraban las botas de cuero embarradas una y otra vez en mis brazos y costillas, la brutalidad con la que lo hacían dolía, escuché el desagradable sonido de mis músculos retorcerse al son de cada patada. De pronto, se detuvieron, dándole paso al tercero.

El chico sonreía  mientras sostenía la pesada y oxidada cadena entre sus manos toscas. La levantó en mi contra y la esquivé dificultosamente rodando hacia un lado, volvió a intentarlo con más fuerza y zafé de suerte, una marca considerable quedó en el suelo y me estremecí de solo pensar que eso pudo haber terminado en mí rostro. Me levanté apenas y le di un puñetazo en la cara, pero me habían golpeado en la cabeza, y el ponerme de pie tan rápidamente me provocó un mareo que hizo a mí alrededor girar y retorcerse en un segundo.

Aprovechando mi descuido uno de ellos me tomó con fuerza y me estrelló brutalmente contra el piso, dándome nuevamente otra serie de patadas. Incluso esto era tolerable, había tenido que sufrir cosas peores, pero no esperaba la cadena ¡Y pensaba que los azotes de mi tío dolían! El chico descargo la furia de la pieza de metal contra mi espalda, en un segundo sentí como algunas heridas que aún no cerraban volvían a abrirse y volvían a sangrar como ríos, un rugido de dolor escapó de mis labios sin que pudiese evitarlo. El impacto del primer látigo fue tal que me dejó plasmado al suelo, un segundo golpe sacudió nuevamente mi espalda y escuché el angustiante sonido de algunas costillas quebrándose ¡Estaba completamente inmóvil! Incluso si lo intentaba con todas mis fuerzas, el dolor me sobrepasaba. Un tercer golpe fue suficiente para aturdirme, la cadena parecía más pesada de lo normal.

- Eso es para que te metas en tus asuntos, extranjero- Susurró mi verdugo mientras giraba mi cuerpo y levantaba mi espalda, para enderezarme. Clavó sus pupilas marrones en las mías y sonrió.

- Para que aprendas a no entrometerte- Dijo aún con la malvada sonrisa dibujada en su rostro alargado. Los otros dos tomaron mis manos, las sujetaron y tiraron de ellas dejando mi cuerpo en forma de una cruz. El tercero enredó la cadena en mi cuello ¡Iba a matarme! En ese momento sentí terror, pude ver la maldad reflejada en esos ojos que me miraban con perfidia malicia. El chico comenzó a tirar de un extremo, sentí la presión de la cadena que no tardó en cortar mi respiración, asfixiándome y el aire empezó a faltarme. La desesperación crecía a medida que la sonrisa del chico que tiraba la cadena aumentaba, podía ver a través del reflejo de sus ojos cómo mi rostro se tornaba pálido con pinceladas de morado, mis pupilas acuosas comenzaron a apagarse. Sentí una fuerte presión en la nuca y en mi cabeza, una sensación de encierro me invadió y mis oídos dejaron de escuchar las risas delirantes de los otros dos chicos, como si hubiesen puesto un par de tapones en ellos, la vista se nubló de pronto, como si me hubiesen sumergido en agua, la sensación de ahogo estaba a punto de matarme.

- ¿¡Qué demonios!?- El aire entró nuevamente en mí de pronto, tan rápido y frenético que su paso por los pulmones dolió como si me clavasen cien agujas a la vez, pero ese dolor me gustaba. Sentí cómo la sangre se apresuró en volver a mi cabeza y cómo mi corazón comenzaba a latir nuevamente, pude escuchar un alboroto. Miré hacia arriba.

Ahí estaba él, moviéndose con soltura y una agilidad que parecía inhumana. Agate ya había derribado a los dos primeros chicos y se trenzaba a golpes con el tercero, la velocidad y la fuerza de sus puños me impresionó de sobremanera ¿Cómo era posible? El tipo de la cadena estaba en el suelo sucumbiendo bajo la furia de mi salvador, podía ver cómo los músculos del peliblanco retumbaban y se tensaban con cada golpe que descargaba sobre el rostro del ladrón, podía ver sus ojos furiosos fijos en los de su víctima mientras una mueca seria y serena pintaba su rostro como un lienzo, le golpeó hasta que dejé de escuchar sus gritos, hasta dejarlo inconsciente, o tal vez hasta matarlo, no lo sé porque en ese momento simplemente dejé de oír y ver. La vista se cerró como se cierra el telón de un teatro, mis ojos se nublaron por última vez, antes de ver todo completamente negro.

No sabría explicarles que fue lo que pasó después porque la verdad no tengo la menor idea. La conciencia volvió a mi tiempo después, quizás fueron horas, o tal vez días, no lo sé. El tiempo que estuve inconsciente  no lo recuerdo, fue como quedarme dormido y luego inmediatamente volver a despertar.

Lo primero que sentí antes de abrir los ojos fue el azote de mis músculos acalambrados y doloridos, un fuego intenso parecía quemarme la espalda y un dolor horrible no dejaba mover mi cuello y mis brazos. Fue como si mi mente despertara antes que mi cuerpo, porque no podía mover nada, tan solo sentía la pesadez de todos mis miembros sobre mí, los  párpados estaban cerrados como dos cortinas de hierro.

-Deberías comer algo Agate- Escuché una voz extraña entrar en mis oídos, era suave, calmada, serena y dulce, me hubiese gustado oírla un poco más porque sonaba sumamente tranquilizante, era de una mujer.

- No tengo hambre, Emma- ¿Emma? ¿Dónde había oído ese nombre antes? ¡Ah sí! La mujer que mantiene el orfanato, Agate vive con ella y con los demás niños, hablábamos de eso cuando vimos a un ladrón escapando con la comida de una anciana ¡Comenzaba a recordarlo todo de pronto! ¡Dios! Que paliza me habían dado.

Abrí los ojos súbitamente antes de que la figura de la mujer desapareciese por completo tras la puerta. Era alta y esbelta, se movía con una fineza extravagante. Sus ojos eran profundamente azules y esto me hizo familiarizarlos con los míos, traía su cabello escondido bajo una toca, parecida a la que usan las monjas. La piel blanca parecía suave y el rostro delicadamente redondo le daba un aspecto infantil. Quedé pasmado ante aparición tan hermosa.

-¿Estás bien, chico?-
Agate me sacaba de mi ensueño, dirigí la mirada hacia él, sus ojos parecían afligidos y estaban un poco más oscuros de lo normal.

- Llámame Ángelo- Dije mientras esbozaba una forzosa sonrisa e intentaba sentarme en la cama, pero el dolor fue más fuerte y tuve que aceptar las manos de Agate que se ofrecían a ayudarme.

-Ángelo…- Repitió en voz baja

Hubo unos minutos de silencio. Me sentía mal, no sabía cómo disculparme por mis actos.

-Fui un imbécil- Musité luego de un rato, iba a seguir hablando pero Agate interrumpió.

- Eres un imbécil –  Imitó regañándome –Si me hubieses hecho caso te habrías salvado de semejante paliza- Dijo clavando sus pupilas en las mías con notable molestia en su rostro.

-¿Qué esperabas? ¿Qué me quedase allí sin hacer nada?-
Respondí alzando significativamente la voz.

- ¡No!- Exclamó –Tan solo que me hubieses esperado- Intentó calmarse bajando el tono de la voz –Habría llamado a algunos de los chicos del orfanato ¡Todo el mundo sabe que los ladrones siempre están acompañados!- Me encogí de hombros un poco avergonzado, era cierto, debí haberle escuchado. Al fin y al cabo no estaba en mi ciudad, debí haber puesto atención a las palabras de mi guía.

- Lo siento, Agate- Musité en voz baja, mientras intentaba tragarme todo mi orgullo. Las duras facciones de su rostro parecieron relajarse.

-Está bien…- Susurró cómo si él también se estuviese disculpando. –Solo es que…- Titubeó unos segundos antes de hablar.

-Estaba preocupado-  Abrí los ojos sorprendidos ¿Agate estaba preocupado? ¿Por mí? Una sonrisa burlesca asomó por entre mis mejillas.

- ¡No sé si hubiese podido cargar con una muerte en mis espaldas!- Exclamó notablemente nervioso –Seré un ladrón para ti, pero no me habría perdonado dejar que te asesinaran…-

Un estruendo agitador le hizo callar inmediatamente, un sonido de campanas resonaba en toda la ciudad. Le miré confundido y un poco asustado, comenzaba a sentir el pisar frenético de la gente corriendo hacia una misma dirección, escuché gritos y abucheos. Intenté ponerme de pie.

-Quédate aquí- Ordenó mientras hacía un gesto con la mano para que me quedase quieto. Obedecí inmediatamente.

Escuché como la gente se seguía dirigiendo y atochando en el mismo lugar, el ruido llegaba desde la cueva en la que habíamos aterrizado nosotros ¿Qué había pasado? Las voces comenzaban a subir, a acelerarse, los gritos se tornaban agresivos -¡Mátenlos! ¡Mátenlos! ¿Cómo han llegado aquí?- Me estremecí en un escalofrío en mi cama ¿Quiénes habían llegado? – ¡Quémenlos! ¡Cortadles la cabeza como ellos lo hacen!- Secoló una voz entre toda la multitud ¿Qué demonios? Las palabras luego fueron incomprensibles a mis oídos tapadas con el espeso velo de los gritos blasfemando e insultando, mezclándose todos en una, voz con voz, alarido con alarido. De pronto todo cesó.

El silencio se hizo incómodo de repente, dejé de escuchar gritos y pasos, fue como si todos se hubiesen quedado quietos de una sola vez, no supe que fue más atemorizante, si los gritos frenéticos de los hombres sedientos de la sangre de los nuevos intrusos o el silencio que se produjo después ¿Acaso les habrán matado?

- Han entrado unos soldados de la Reina- La voz calmada del peliblanco irrumpía el silencio y lo quebraba gracias a Dios.

- ¿Dónde están?- Pregunté asustado intentando sentarme, apenas podía moverme.

-Les han matado-

- ¿¡Cómo se han atrevido!?-
Exclamé nervioso ante la naturalidad con la que Agate se refería al asesinato de los Guardias.

- ¿¡Y qué querías que hicieran!?¿Qué les dejáramos escapar y que nos delataran? ¿Qué te delataran a ti? ¡No seas idealista, Ángelo!- Exclamó furioso clavando sus ojos en los míos con un hilo tenso color rojo.

- Aquí las cosas no son como allá arriba-

- Si ellos descubren esta tierra, nos destruirán  todos- Un escalofrío recorrió toda mi espina dorsal, era verdad, todas las personas aquí eran refugiadas, gitanos, judíos, hombres que escaparon de la condena de la Reina Roja, todo lo que alguna vez fue rechazado por la sociedad convivía en el País de las Maravillas.

Y debía mantenerse oculto.

-P…Pero- No es que realmente pensara estas palabras, de hecho sabía que lo que estaba a punto de proponer era imposible –Pero podrían llegar a un acuerdo con los de arriba, podrían perdonarlos y dejarlos vivir arriba…-

- ¿¡Y para qué demonios crees que querríamos vivir arriba!?- Exclamó eufórico.

- ¿¡Aún no lo ves!?- Gritó con entusiasmo acercando su rostro considerablemente al mío, sentí su aliento confundirse en una respiración tranquila, sus ojos no se despegaron de los míos y seguía viendo esa tensión en ellos. No pude negar el nerviosismo que acudió a mí al tenerle tan cerca, pero me contuve y me mantuve quieto en mi lugar.

-Aquí somos libres-
  Terminó mirándome con cierta viveza, cómo si estar encerrado bajo tierra le hiciese sentir orgulloso. Guardé silencio y sonreí forzosamente.

-Está bien- Suspiré –Tienes razón-  

-Ya lo sabí…-


-¿Qué es eso?-  Interrumpí. De pronto la visión de un hombre llegó a mí y me hizo dar un respingo sobre la cama.

- ¿El qué?-

-A tu lado…- Musité aun sin poder salir de mi asombro.

- A tu lado hay un hombre peliblanco, como tú- El miró hacia al lado y pareció no ver nada. Entonces lo entendí, estaba viendo un muerto otra vez. Era un hombre de mediana edad, alto, delgado y los rasgos eran muy parecidos a los de Agate, la piel nívea y los ojos color sangre, su mirada era severa y esbozaba una sonrisa que le cubría gran parte del rostro. Me saludó con la mano, me estremecí en un escalofrío, no siempre los espíritus sabían que les estaba observando. Vestía ropa muy fina y una especie de corona adornaba su cabeza.

-¿¡Una corona!?- Exclamé sorprendido. Agate mantenía su rostro muy cerca del mío mientras que una mueca de asombro y confusión se veía perfectamente dibujada en su fino rostro.

- Hay un hombre a tu lado- Repetí intentando encontrar las palabras para explicarle.

- Tiene el mismo color de cabello y ojos que tú- Comencé queriendo dar la mayor cantidad de detalles –Su piel es clara como la tuya, está sonriendo- Los ojos de Agate se abrían sorprendidos a medida que las palabras iban escapando de mi boca –Viste elegantemente y lleva una corona en su cabeza-

-Podría jurar que él es….-

- ¡Mi padre!- Exclamó fuera de todo protocolo, tomando mis manos entre las suyas y dando un pequeño salto por la impresión. Sus dedos estaban fríos y podría jurar que les sentí temblar.

- ¿Cómo demonios puedes ver a mi padre? ¡Él está muerto- Dijo en voz alta mientras clavaba sus ojos completamente abiertos en los míos, con una mueca molesta en su rostro,  creía que me estaba burlando de él.

- Verás…- Comencé nervioso para excusarme –Puedo ver y hablar con los muertos -

- ¿Q…Qué? ¡Eso es imposible!-

- ¡Es verdad!- Exclamé sentándome sobre la cama.

- Mi tío…- Comencé bajando la voz avergonzado –El obispo lo sabe y me castiga por eso…- Musité con las mejillas sonrojadas mientras me quitaba la camisa y dejaba al descubierto las notables y numerosas marcas de los azotes. Agate se acercó a mi pecho y luego a mi espalda y rozó levemente con la yema de los dedos las heridas de los azotes, la mayoría aún estaba abierta.

- Esto es horrible- Susurró con una mezcla extraña entre rabia y lástima que le  quebraba la voz.

- ¿Cómo permites que te hagan esto, Ángelo?- Me regañó cómo si se hubiese olvidado completamente de lo que habíamos estado hablando segundos atrás. Se puso de pie y se dirigió a una especie de armario de donde tomó una par de botellas con agua, algunas hierbas, vendaje y un trapo.

Se dirigió nuevamente hacia mí e hizo un gesto para que me recostara sobre la cama.

- No te preocupes – Intenté decir –No es necesario, ya estoy acostumbra…-

- ¡Recuéstate!- Ordenó con tanta autoridad que mi cuerpo obedeció antes de que mi mente quisiera detenerlo, me recosté boca abajo sobre la cama.

Sin que yo se lo hubiese pedido si quiera él comenzó a curar mis heridas, el primer roce del líquido sobre mi piel ardió, ardió tanto que en ese momento me di cuenta que no era agua lo que contenía la primera botella, sentí cómo si mi piel se estuviese quemando bajo el fuego más violento.

-Duele- Me quejé en un suspiro ahogado por la almohada de la cama.

- Eso es bueno. El alcohol está haciendo su efecto-


- ¿¡Alcohol!?- Exclamé sorprendido. En estos tiempos el alcohol era algo que solo la iglesia y las familias más ricas podían tener en sus despensas.

- Si- Dijo con un leve tono de risa asomando por su garganta –Aquí el alcohol es más barato, lo traen los árabes-

- Ah…Ah- Clamé en un plácido gemido al sentir ahora el agua de la segunda botella sobre mis heridas.

-Pobre…- Le oí murmurar mientras deslizaba las hierbas molidas sobre mi espalda. Suspiré realmente avergonzado. Sabía que dejarme torturar estaba mal, pero la verdad es que no me importaba ¿Qué más podía hacer? ¿Dejar que  me llevase hasta la hoguera? Después de toda esa idea no era tan mala.

Sentí el paño mojado limpiándome el dorso y me entregué a la calidez del agua. Guardé silencio, no quería hablar más del tema y creo que Agate lo comprendió por que no volvió a abrir la boca. En el fondo estaba muy agradecido, me había salvado la vida y ahora estaba haciendo este gesto por mí, después de todo era una buena persona.

-Gracias Agate…- Musité quitando la boca de la almohada para que pudiera oírme perfectamente.

- De nad…- Sus palabras fueron interrumpidas por un fuerte estruendo que sacudió todo el lugar. Nuestra reacción fue rápida y al unísono miramos hacia la puerta. Emma atravesaba el umbral, nerviosa, asustada, la perfección de su hermoso rostro se veía opacada por el miedo. Sus ojos azulados estaban abiertos como un par de platos y su voz temblaba a punto de quebrarse.

- ¡Hay unos hombres afuera!- Alcanzó a gritar antes de que fuese empujada al exterior por una turba de hombres que entraban furiosos a la habitación. Eran muchos, quizás unos diez. Vestían del mismo color negro y actuaban con una rapidez profesional.

- ¿¡Qué demonios hacen los hombres de Hatter aquí!? – Exclamó Agate mientras se dirigía frenéticamente hacia ellos y embestía a uno rápidamente, pero con la misma velocidad fue reducido por seis hombres que estaban cerca de él. No eran vulgares ladrones, estos eran organizados.

- ¡Agate!- Intenté ponerme de pie pero inmediatamente mis brazos y mis piernas fueron apresados por el resto de los hombres, intenté forcejear pero sus manos eran brutalmente fuertes.

- ¡Suéltenme! ¡Maldita sea!- Veía el cuerpo ya inconsciente del peliblanco siendo pateado en el suelo.

- ¡Este es!- Exclamó uno de los hombres que me tenía preso -¡Este es el sobrino del obispo! ¡Pagarán una fortuna por él!- Me estremecí en un incómodo escalofrío al darme cuenta que todo esto era mi culpa ¡Todo esto era mi culpa, maldición! Miré por unos segundos nuevamente al ensangrentado Agate que estaba en el piso, había perdido la conciencia estando con los ojos abiertos, sus pupilas estaban apagadas, ya habían perdido todo su brillo al igual que su piel blanca manchada con sangre. Quise pedirle perdón pero no podía hacer nada.

Dejé de pelear, al menos si me dejaba llevar dejarían a Emma y a Agate tranquilos, suspiré conforme antes de recibir un fuerte golpe en la cabeza que no tardó en trasladarme a las profundidades de la inconciencia, cerré los ojos.

Todo lo demás es oscuro. 


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