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La oscura Tierra de las Maravillas por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Aww :3 aquí un nuevo capítulo :D, simplemente espero que les guste 

Encontré a mi reina roja! (exactamente como la imaginaba) 

Reina Roja (created by PhantomOrchid Devianart) 


Se llevaran una que otra sorpresa! 

Un abrazo y gracias por leer
PD: Ya saben, si encuentran algun error por favor diganme (Suelo equivocarme y escriber Agate en vez de Ángelo y viceversa, atentos e.e) >_< 

Un ruido nos alertó de pronto, rápidamente nos escondimos tras la frondosidad de unos rosales blancos, hermosos, luminosos y espléndidamente bellos, el olor que esparcía de sus rosas era tanto que incluso llegué a sentir un leve mareo cuando nos adentramos en la selva de flores. Tres jóvenes, los dos primeros de diez y quince años y el tercero de no más de veinte, vestidos con el característico uniforme rojo que caracterizaba a la servidumbre de la Reina se acercaban corriendo mientras cargaban unos botes con pintura y unas brochas.

- ¡Apresúrense, hermanos!- Animaba el mayor y el más alto de los tres mientras tomaba el primer pincel y comenzaba a bañar las rosas blancas con pintura roja.
 - ¡Apresúrense y no nos descubrirán!- Agate tomó mi brazo e instintivamente dimos unos pasos hacia atrás, pero no podía evitar alejar mi mirada de estos tres chicos que frenéticamente pintaban de la mejor forma posible las bellas flores blancas, que a medida que el pincel las rozaba perdían su fina belleza y se tornaban completamente rojas, la pintura goteando de sus pétalos regalaba la espeluznante imagen de que los rosales estuviesen sangrando.

¿Por qué estarían haciendo algo como eso?

- ¡No! ¡No! ¡No!- Una voz penetrante al oído entraba como un pitido de pronto y me ponía a mí y a los tres chicos que estaban frente con los pelos de punta. Sin haberla visto muy de cerca y ya sabía a quién pertenecía esa voz grave, pero sumamente lasciva a la vez. Agate apretó mi mano con fuerza, él también sintió miedo y era entendible.

La vi aparecer ante los ojos horrorizados de los hermanos que pintaban los rosales. Alta, esbelta, la figura perfectamente juvenil para los treinta y nueve años que tenía. La cintura delgada apretada por el corsé bajo su vestido color rojo, los pechos escapaban de sus ropas como dos frutos apetecibles, pálidos como la nieve y únicamente voluptuosos. Quedé algo impactado ante la perturbante sensualidad de esta mujer, no era exactamente como la imaginaba. El pelo rizado rojizo como la sangre estaba sujeto por la corona de oro adornada con piedras preciosas y dejaba a la vista plenamente el pálido y terso rostro. Esta mujer era hermosa, pero daba miedo. Los ojos grises se clavaron severos en los tres jóvenes y la mueca expresada por sus labios carmines no era de lo más alentadora,  incluso pude sentir el miedo de los chicos atravesarme.

- ¿¡Intentaban engañarme!?-  

- N…No, su majestad- Tartamudeó el mayor dando un paso adelante mientras se arrodillaba ante la Reina al igual que los otros dos –Es…Es solo que, usted pidió rosas rojas. ¡Le juro que le pedí al jardinero que fuesen rojas, pero me ha traído semillas blancas!-

- ¿¡Y creyeron que pintándolas me engañarían!?-
Gritó completamente enfurecida. Sus ojos parecían posesos.

- N…No- Logró tartamudear uno de ellos.

- ¡Qué les corten la cabeza!- Exclamó secamente dándoles la espalda. - ¡Sirviente! ¡Sirviente!- Gritó llamando a una de sus criadas - ¡Llama a los verdugos!- La joven se adentró en la casa corriendo - ¡Y tráeme rosas rojas!- Volvió a gritar antes de que la mujer atravesara totalmente la puerta, luego volvió a entrar a su palacio.

- V…Van a matarles…- Susurré apenas. El llanto de los dos pequeños era desconsolante, mientras el mayor los rodeaba con sus brazos. Podía sentirlos temblar, podía sentir su miedo ¿Pero qué podía hacer por ellos? Lo más importante era la misión, debía concentrarme tan solo en eso.

- No, no lo harán-  Musitó molesto el peliblanco, sus ojos se agudizaron y le vi estirar ambas manos por el rosal y tomar los trajes de los tres chicos, atrayéndolos hasta nosotros, un grito ahogado escapó de sus bocas.

- Silencio- Susurró él llevando un dedo a sus labios. Dirigí una mirada desconcertada a mi compañero ¿Por qué demonios había hecho eso?

- Solo diré esto una vez- Agate hablaba rápido y agitadamente, sabía el riesgo que estábamos corriendo. Los tres, entre sollozos asintieron con la cabeza.

- La reja trasera está abierta. Salgan de aquí, vayan al río, tomen un bote y naveguen río abajo, cuando lleguen a los rápidos…-  Los tres chicos le escuchaban atentos, asintiendo con la cabeza de vez en cuando – Cuando lleguen a los rápidos desciendan, en la orilla hay una roca muy grande con una rosa blanca creciendo en su punta- Me sorprendí un poco, jamás me había dado cuenta de la existencia de dicha rosa. – Caminen seiscientos pasos hacia el norte desde la roca- Dijo acentuando la voz en los números –Y doscientos al este, exactos. Si son atentos lograrán encontrar un hoyo, tapados con algunas hojas, entren ahí-

- ¿A un hoyo? ¿Cómo?-
El mayor clavó los ojos castaños sorprendidos en los de Agate, él peliblanco respondió con una mirada fulminante.

- Confía en lo que te digo o ve como decapitan a tus hermanos – El chico no tenía otra opción.

- Gracias – Dijo solamente y tomó a ambos pequeños de las manos y los tres se lanzaron en frenética carrera hacia la reja. Inmediatamente luego de que desapareciesen tras la fortaleza de hierro Agate se puso de pie, yo le seguí.

- ¿Alguna vez trepaste un techo?-

- No-

-Entonces, será tu primera vez-
Me tomó repentinamente del brazo y me obligó a correr y a elevarme por una cornisa. De nuevo, esa sensación de placentero miedo me había permitido dar un alto salto para poder tomarme de ella. Agate subió tras de mí como un felino, nada tenía que envidiarle a Cheshire.

- Al techo…- Murmuró apenas mientras hacía señas con sus manos. Tambaleándome llegué hasta el techo y pude observar como tres verdugos salían al jardín. Eran hombres corpulentos, las capuchas negras que cubrían sus rostros y caían por todo su cuerpo hasta el suelo les daban un aspecto, por lo menos fantasmagórico, desde el techo se notaban las manchas de sangre impregnadas en su vestimenta negra. Cargaban unas pesadas hachas teñidas de rojo ¿Cuántos muertos había bajo sus manos? Temblé de terror y recé por qué los chicos estuviesen lo suficientemente lejos como para que no los encontrasen.

- No están – Dijo uno con voz ronca, pero demasiado perezosa.

- Digámosle a la Reina que los hemos matado – Dijo el más bajo de ellos. Los tres asintieron con la cabeza y volvieron a entrar. Agate y yo soltamos un suspiro. Ahora definitivamente podríamos concentrarnos en la misión.
 
Ambos avanzamos por el techo lo más silenciosos posible. Me detuve un segundo a pensar en lo que estaba haciendo ¡Estaba a punto de robarle a la mismísima Reina! Pero de alguna forma, me emocionaba.

Agate se movía con una agilidad que me sorprendía, caminaba por el techo, esquivando las tejas defectuosas, como si tuviese un plano del palacio entero. Nos detuvimos ante una especie de ventanal que estaba en la techumbre, al otro lado podía verse una habitación, perfectamente ordenada. Una cama, más bien para una persona pequeña, y una repisa con juguetes estaban cubiertas por el polvo, como si estuviesen abandonados hace ya mucho tiempo. Me estremecí al recordar la leyenda del supuesto hijo de la reina ¿Era real?

- Por aquí- Dijo con seriedad y con una pequeña cuchilla que llevaba en su bolsillo logró abrir el viejo ventanal, sacó el vidrio y luego del bolso negro que traía consigo sacó una especie de cuerda con un gancho, aseguró la punta a una de las tejas y sin más y repentinamente descendió por la cuerda sin siquiera comprobar que estuviese segura.

- ¡Ni siquiera probaste que fuese seguro!- Grité desde arriba.

- ¡Descendí primero para comprobar que estuviese bien sujeto!- Afirmó él.
- ¡Ahora te toca!- Temerosamente puse mis manos sobre la cuerda y comencé con recelo a descender por ella, jamás había hecho esto y las manos temblorosas no me permitían resbalar por la cuerda como hubiese querido. Desde el techo habría unos diez metros y me impresionaba como Agate los había bajado en un solo movimiento. De pronto, sentí como una de las tejas crujió, a punto de ceder. Solté los dedos de las sudorosas y apretadas manos escondidas tras los guantes de cuero y descendí un poco más, aun no llegaba a la mitad y sentí el estruendo de la teja rompiéndose por completo y cayendo encima de mí, la cuerda se soltó de pronto y comencé a caer a una velocidad sorprendente, intenté volver a tomar la cuerda en un acto instintivo de querer sujetarme a algo, obviamente, la cuerda caía junto a mí. Cerré los ojos.

- ¡Te tengo!- Exclamó con dulce voz el peliblanco mientras me tomaba con los brazos firmes. Suspiré aun nervioso y dirigí una mirada hacia arriba, de verdad que era mucha altura.

- Gracias – Las manos de Agate se sentían firmes, su rostro pálido había sido manchado por un poco de polvo pero aun así para mí seguía viéndose como el de un ángel. Instintivamente llevé mis manos a sus mejillas y atraje su rostro hasta mí.

- ¡Cuidado!- Una segunda teja cayendo desde el techo nos alertó y Agate dio un brusco movimiento hacia un lado, luego me bajó de sus brazos.

- Vamos a por esa joya-

No podía creer lo que estaba viendo ¿Cómo alguien podía vivir aquí sin perderse? Todo era gigantesco, magnífico, los espejos, los muebles, las ventanas, las escaleras, todo era excesivamente grande. Quise escupir sobre el rostro de la Reina, ella vivía en total fortuna mientras su pueblo se hundía en la miseria de la pobreza.

Por suerte para nosotros, el plan de los verdugos por intentar engañar a la Reina no había funcionado, ella se había dado cuenta del escape de los tres hermanos y un gran alboroto se estaba dando afuera, dejando el palacio prácticamente vacío. Me concentré un poco más en intentar escuchar lo que estaba pasando, al parecer la Reina había mandado a decapitar a los tres verdugos, pero había un problema, ellos no podían decapitarse solos.

Esta paradoja los mantendría ocupados.

Estábamos en el tercer piso, seguimos por el mismo pasillo del que habíamos salido. Yo seguía a Agate con total confianza, él parecía moverse perfectamente en el palacio, seguramente porque antes había entrado a robar las joyas de la reina. Recordé que gracias a eso nos habíamos conocido, de no haber sido por ese día yo no estaría aquí, robando, no estaría escapando de la decapitación y ahora de la iglesia que seguramente no tardaría en buscarme por hereje.

Estaba muy agradecido por haberle conocido.

Pude dilucidar la silueta de Cheshire esperando al lado de una puerta, al parecer la había encontrado primero que nosotros. Cuatro guardias aun sosteniendo el rifle en sus manos se encontraban tendidos inconscientes en el suelo, el pelirrojo ya había hecho el trabajo sucio. En completo silencio nos adentramos en la habitación completamente vacía, salvo por un pequeño altar de madera que mantenía un extraño artilugio escondido bajo una celda de vidrio. Parecía un colgante, con forma de corazón, un extraño líquido, o polvo, no estoy seguro, se movía en su interior como si tuviese vida propia, era color rojo ¿Qué demonios era esto que teníamos en frente?

- ¿Q…Qué…Qué es eso?- Tartamudeé observándole desde afuera, asombrado por la peculiaridad de este objeto ¿Enserio podía conservarse una sustancia así dentro de una simple joya?

- El corazón de la Reina- Musitó Cheshire entre dientes con una amplia sonrisa cubriendo su rostro y mostrando los largos, blancos y afilados dientes escapando de sus labios. En un segundo de sus dedos se asomaron unas filosas garras, finas pero letales y con la profesionalidad y detallismo de un relojero armando uno de millones de piezas, se centró en cortar y hacer un círculo en el vidrio, perfectamente cercenado como si una maquina hubiese hecho el trabajo y se dispuso a sacar la joya de allí.

- ¡La…Ladrones!- La voz grave resonó en todo el lugar ¡Nos habían descubierto! Giré rápidamente mi cabeza y la vi, tan furiosa que un hilo azulado resaltaba en su pálido cuello, una docena de guardias estaban a su lado dispuestos a saltar cuando la Reina diese la orden. La vi levantar el brazo y dirigir su dedo índice a su cuello, estaba a punto de hacer el gesto al que todo un pueblo temía.

- ¡Que les corten la cabeza!- Exclamó pasando el dedo frente a su cuello. Mi cuerpo se paralizó por completo.

- ¡Cheshire!- Exclamó Agate y el pelirrojo reaccionó inmediatamente, tomó la joya y se dispuso a salir de la habitación, luchar en ese momento sería fatal, seguramente llegarían más guardias. El ojiverde saltó con una agilidad sorprendente por sobre la rojiza cabellera rizada de la Reina y se perdió con rapidez entre los pasillos. Seis de los hombres salieron tras Cheshire mientras los otros seis intentaban darnos captura en la gran habitación, ante los gritos histéricos de la Reina, el gris de sus ojos parecía esparcir fuego y su mirada intimidaba más que los guardias que intentaban atraparnos. Mi compañero hizo un gesto y me indicó que la puerta había sido desocupada, se adelantó a mí y la cruzó, yo le seguí, pero cuando estaba a punto de pasar bajo el umbral, una mano delgada, inmensamente fría y fuerte me atrapó con toda su ímpetu ¡La mismísima Reina me había atrapado!

-Tu no irás a ningún lado, jovencito ¡Cortadle la cabeza a este!- Exclamó con poderío mientras yo forcejeaba por soltarme, era impresionante la fuerza bruta escondida bajo esas manos suaves y esas uñas teñidas de rojo que se clavaban más hondamente en mi piel a medida que más intentaba de zafarme.

- ¡Ángelo!- La voz de Agate resonó agresiva mientras entraba nuevamente a la habitación y bruscamente apartaba el brazo de la Reina de mí. Su mirada carmesí se clavó en los ojos grises que miraban sorprendidos por la notable falta de respeto hacia la Reina, incluso los soldados se quedaron pasmados ante esto.

- A…Agate- Tartamudeé más nervioso de lo que estaba antes.

- ¿¡Agate!? - Exclamó la mujer completamente sorprendida, apartando la capucha que cubría la cabeza de mi amigo. Los ojos fríos  se abrieron como platos, mostrando la mayor mueca de sorpresa que jamás había visto, sus labios carmines se entreabrieron  y su rostro empalideció más allá de sus límites. Su cuerpo  entero pareció tensarse e incluso pude ver como un escalofrío la recorría por completo. Un grito de asombro escapó al unísono por parte los guardias. La habitación quedó en completo silencio después de eso, el cuerpo rígido de Agate se mantenía intacto y sus ojos desafiantes no se separaban de los ojos de la Reina.

- Hola, madre…- Musitó de pronto el peliblanco con malicioso acento. Di un sobresalto y sacudí la cabeza, seguramente no había escuchado bien.

- ¿Q…Qué?- Pregunté con un temblor en mi garganta que no pude controlar e hizo que mi voz apenas si fuese entendible ¿¡Qué demonios había escuchado!? Agate… ¡Él la llamó madre! 

Agate no respondió.
 
Entonces vi directo a los ojos furiosos de la reina, de pronto su cara cambio y se tornó tan fría e insensible como siempre, levantó su mano en el aire y con fuerza golpeó la mejilla de mi compañero en una ruidosa cachetada. Pude ver el perfil de Agate y su pómulo izquierdo tornándose completamente rojo.

- ¿¡Qué demonios le pasa!?- Exclamé en un arrebato de furia inconsciente mientras me adelantaba y tomaba la mano extendida en el aire, a punto de dar una segunda bofetada.

-Cálmate, Ángelo- Ordenó el peliblanco reincorporándose.

- ¿Q…Qué es esto, Agate?- Pregunté mientras tomaba sus manos entre las mías, intentando a mí mismo de calmarme. No podía comprender nada de lo que estaba pasando ¡Esto era una locura! ¿Agate el hijo perdido de la Reina? ¿C…Cómo?

- ¡Vamos!- En un movimiento veloz lo tomé por el brazo, aprovechándome del pánico y me dispuse a salir junto a él. Los hombres no tardaron en rodearnos. Los pasos de la Reina se sintieron espeluznantemente fuertes tras de mí.

- ¿Ángelo, no?- Dijo con voz seca y escalofriante en mi oído. Asentí con la cabeza sin dar la vuelta para mirarla.

- Me recuerdas a alguien…- Comenzó con cierta rabia en la voz que casi podía palparse –A Alguien a quién detesto…- Un silencio de pronto tapó su boca e incluso pude sentir como dejaba de respirar.

- ¡Que le corten la cabeza!- Gritó cargando su dedo sobre mí. Inmediatamente tres de los hombres me tomaron por los brazos y piernas y me inmovilizaron.

- ¡E…Esperen!- La voz de Agate volvía a perturbar a la pelirroja y a los soldados también, quienes, como obedeciendo a la voz de un viejo amo me soltaron.

- Deja…Que me despida- Murmuró con el notable tono que usaba cada vez que estaba improvisando algo. Una mueca de conformidad atravesó el rostro de la Reina, ella no conocía sus mentiras tanto como yo. Llegó hasta mí y me tomó por los hombros, me atrajo hasta él y me besó apasionadamente. Las voces de sorpresa inundaron toda la habitación.
 
Su  beso sabía a desesperación y angustia. Rodeó mi cintura con sus manos y fuerte y aprehensivamente me estrechó contra su cuerpo que estaba temblando. Yo solo me dejé llevar por el momento, a pesar de que una fuerte sensación de intranquilidad y tristeza comenzó a invadirme por completo y a llenar todo mi cuerpo de terrible desosiego, incluso sentí ganas de llorar sin motivo aparente. Fue un beso largo para la terrible situación que estábamos pasando, esto lo hacía más triste.

Se apartó levemente de mí y con voz casi imperceptible susurró: 

- ¿Recuerdas lo que me prometiste?- Solo entonces lo supe, efectivamente había sido una despedida, sus palabras llegaron hasta mí como un rayo atravesando mi cabeza.

No mires atrás.

- Agate…No-
Alcancé a murmurar pero ya era demasiado tarde. El peliblanco se había separado de mí y había golpeado a dos de los guardias, comenzando una gran pelea entre los seis hombres y él, apartando la atención de mí. Lo vi desaparecer entre las musculosas espaldas de los soldados que no tardaron en arremeter contra él. Di un paso hacia adelante, dispuesto a avanzar para ayudarle, pero su voz me detuvo.

- ¡Vuelve al País de las Maravillas!- Exclamó con la garganta desgarrada, su voz apenas podía oírse entre todo el escándalo que se estaba dando. - ¡No dejes que te atrapen! ¡Vuelve! ¡Ellos van a ayudarte!- Retrocedí en mis pasos, definitivamente tenía razón, si me quedaba aquí solo nos matarían a los dos.

- ¡Lo prometiste, Ángelo!- Gritó más fuerte ¡Maldita sea! Me perdí tras la puerta y comencé a correr, no sabía hacia donde, ni siquiera sabía dónde estaba la salida. Mientras más me alejaba de ese cuarto más crecía la sensación de sentirme terriblemente miserable, culpable e inútil ¡Le he dejado solo! Me lamentaba una y otra vez mientras intentaba apartar las lágrimas que tapaban mi vista y que habían comenzado a correr resbaladizas por todo mi rostro.

- ¡Llevadlo al cuarto de torturas!- Le escuché  decir a la mujer. Me detuve abrupto y reconsideré volver a ayudarle ¿Torturarlo? ¡Eso era una locura! ¿Qué clase de madre desnaturalizada es esta? - ¡Y traed a ese chico junto a mí!- Le escuché gritar más fuerte -¡Quiero que Agate vea mientras yo misma le corto la cabeza!-

- ¡Déjale en paz! ¡Maldita seas!-
El peliblanco aun tenia voz para gritar, escuché desde el pasillo otra fuerte bofetada golpear su rostro. Un sollozo escapó de mí, pero no retrocedí ¡Debía salir de aquí! Si no podía ayudar a Agate con mi fuerza, al menos lo haría llegando al País de las Maravillas para buscar refuerzos ¡Definitivamente volvería!

Me alejé de allí al escuchar las pisadas de los soldados. Mi cabeza estaba completamente atormentada y apenas podía pensar claramente, pero no dejaba de repetir una frase en mi cabeza:

Saldré de aquí y volveré por Agate, es una promesa.

Notas finales:

Espero que les haya gustado! :3 


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