Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La oscura Tierra de las Maravillas por InfernalxAikyo

[Reviews - 181]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Asdasdasd Aquí un nuevo capítulo D_D Se supone que este sería el capítulo final (Seh, lo sé u.u he dicho eso desde hace 3 capítulos a trás) Y SI es parte del capítulo final, pero ha resultado muy largo y lo he divido en tres (salieron como 30 paginas en total e_e xDD) 

Para maraleja92 que la semana pasada me había preguntado QUIÉN demonios era Jack Stayne (Es normal confundirse con los personajes secundarios xD) Aquí una imagen. 

Stayne (Inspirado en nuestro queridísimo Ilosovic Stayne, personaje de la película de Tim Burton ''Alice in wonderland'') 

Eso n_n Ya saben, cualquier error que encuentren háganmelo saber para corregirlos :B

Subiré los otros dos capítulos del final en lo que queda de semana :D Atentos! 

Espero que les guste :3 

Un abrazo! 

PD: He reemplazado los (***) de cada cambio de narrador por un (narrado por...) así es mas agradable a la vista, aunque el cambio en el estilo de letra de cada narrador sigue siendo el mismo. 

- ¡Suéltame!- Intenté forcejear.

- ¡Tú no irás a ningún lado!- Exclamó apresándome entre sus brazos, para evitar que me moviese, tapándome la boca bruscamente.

- Pero tranquilo…- Susurró en mi oído –Sería una lástima que te quemaras para el deleite de esos cerdos…- Dejé de patalear ¿Acaso él…?

- ¡Así que mejor te llevaré junto a la Reina! ¡Para cortarte la cabeza!- ¡Imposible! ¡Este hombre no tenía como compadecerse de mí! Volví a mis forcejeos pero solo por unos minutos, cuando me di cuenta que al menos vería a Agate y a Emma me tranquilicé un poco y me dejé arrastrar por él, entre los pasadizos del pueblo.


                      
(Narrado por Agate)
 

Abrí los ojos nuevamente, esta vez despertados por un sinfín de pasos acelerados que se acercaban hacia nosotros. No, no eran los de Hatter, ni los de Ellen ni Alexander. Estos resonaban frenéticos, al unísono, como si se tratara de…

¡Soldados!

Intenté levantarme como pude para interponerme entre Emma y los barrotes, pero ya era demasiado tarde. Ellos habían entrado y bruscamente me tomaban a mí y a ella, uno me jaló del cabello para levantarme.

- Hijo de…-Detuve mis palabras cuando vi que otro soldado hacia lo mismo con mi compañera. No había bebido agua en horas y estaba deshidratada y malherida, apenas podía moverse - ¡Idiota! ¡Suéltala!-Me solté del agarre del hombre que me tenía y me abalancé contra el otro soldado, comenzando una injusta pelea. Estaba amarrado y apenas sí podía moverme para evitar sus golpes, recibí una certera y dolorosa patada en el estómago que me dejó sin respiración.

- Deténganse…-Una voz grave y familiar me salvó. Reconocí el cabello rubio sujetado en una coleta que llegaba hasta sus caderas, jamás me alegré tanto de ver ese rostro cadavérico y aquel par de bellos ojos de distinto color. Intenté disimular mi alegría.

Era Hatter, quien campante se paseó entre los soldados que obedientemente cedían a medida que él avanzaba. No sé cómo demonios lo hizo, pero  de alguna forma Nathan logró ganarse un lugar entre las tropas de la Reina. Cuando llegó hasta mí me dirigió una fulminante mirada, fruncí el ceño pero no dije nada, era obvio que eso era parte de su teatro. Se acercó con cuidado a Emma y tomó su rostro por el mentón para darle de beber agua, la mujer bebió con ánimo agradecida.

- G-Gracias…-Musitó.

-Solo hago lo que la Reina me ordena…-Dijo en tono frio y ronco ¿En serio debía comportarse de esa forma?

- Y ustedes, idiotas…- Dijo dirigiéndose ahora a los soldados – Les informo que estos dos no son prisioneros comunes ¡No señores!-Gritó con fuerza y su voz pareció producir un escalofrío en cada hombre que allí se encontraba – Tienen frente a ustedes a Agate Redheart, el único hijo de vuestra Reina y a su mayor enemiga, Alice Liddell, la Reina Blanca…-Los susurros de asombro cubrieron todo el calabozo, el rubio tomó aire y prosiguió – Entenderán que su majestad desea ejecutarlos en el mejor estado… ¡Y miren como les tratan!- Los soldados volvieron a encogerse de miedo, Hatter de alguna forma causaba horror entre ellos.

- ¿¡Qué esperan bestias!? ¡Llevadlos con la servidumbre para que les den un baño antes de morir! ¡La ejecución tiene que ser un verdadero espectáculo…!-Me estremecí con las últimas palabras que dijo, pero me sentí más tranquilo. El sombrerero me tomó por las ropas y me levantó bruscamente.

- Todo es un caos, Ellen y los demás fueron descubiertos…-Musitó entre dientes rápidamente, apenas pude entenderle –Trata de ganar tiempo…-Asentí nerviosamente con la cabeza mientras veía como me soltaba y se largaba del lugar. Por unos instantes me quedé pegado mirando su figura alta. Si él decía que todo era un caos era verdad…solo esperaba que ese caos se solucionase antes de ver mi cabeza rodando por el piso.

- ¡Vamos, niño!-Un soldado me tomaba más amablemente ahora y me obligaba a marchar

-¿Niño?-Respondí molesto - ¡Que te jodan!-El hombre me dirigió una fulminante mirada.

–Os llevaremos con la servidumbre…-  Se limitó a decir.



 (Narrado por Ángelo)



Llevábamos algunos minutos caminando en silencio cuando media docena de hombres alertó a mi mirada. Se decía que la inquisición no lo tenía, pero a vista de todos era notable su ejército y sus adiestrados hombres, es obvio, las guerras no se pueden ganar tan solo con religión. Lo había vivido con mi tío, él como el obispo de la ciudad tenía acceso a algunos de los soldados de la iglesia que le servían como guardaespaldas. Los reconocí al final del pasadizo, vestían las características capuchas color negro, que cubrían la mayoría de su rostro. 

A vista de cualquiera podrían ser tan solo hombres, pero sabía que no era así.

Stayne apretó más fuerte mis ataduras y me dio un empujón para que siguiese avanzando, seguro a él le importaba una mierda que seis hombres estuviesen tapando la salida de aquel pasadizo, seguramente no sabía lo peligrosos que eran.

- ¡Camina!- Me increpó en voz baja dándome otro empujón. Los hombres se abrieron levemente ante él y nos permitieron pasar.

¿Por qué nos habían permitido el paso?

- Espera… ¿A dónde vais?- Uno de ellos tomó al pelinegro fuertemente por el hombro ¡Claro! Estos malditos no nos dejarían escapar. Vi el rostro de Stayne, su mirada dorada brilló con furia mientras una mueca molesta se dibujaba en su alargado rostro.

Si se daba una pelea…debía aprovecharla para escapar.

De pronto, nos vimos rodeados por los seis hombres. Intenté soltarme de Stayne que me mantenía atadas las manos con una cuerda que sostenía firmemente, pero no lo logré.

-Tú no vas a ningún lado…- Musitó entre dientes.

- ¿Acaso no lo ves, pedazo de imbécil? ¡Llevo a mí prisionero al palacio! - Respondió peligrosamente el pelinegro, esbozando una sonrisa sátira mientras clavaba los ojos dorados fulminantemente en los del sacerdote. Tragué saliva, nervioso. Definitivamente  esto va a terminar mal.

- J-Jack…Estos hombres son…-

- Cállate-
 Ordenó en voz baja, obedecí.

- Temo que no te permitiremos hacer eso…- Dijo lenta y sarcásticamente el hombre mientras él y los demás desabotonaban las capuchas que les cubría los rostros y los cuerpos, dejando a la vista su verdadera identidad. Los brazos y hombros fuertes y perfectamente trabajados, el pecho y abdomen ajustados por el traje de cuero  resaltaban los músculos casi inhumanos en ellos. Las espadas sujetadas a un lado de las caderas terminaron por asustarme, en su funda asomaban algunas medallas que conocía muy bien, eran las medallas de reconocimiento que se les daba tan solo a los mejores soldados del ejército de la Inquisición, a los de mayor rango. Stayne era bueno, no por nada era el general de la Guardia Real, pero estos hombres…

Eran conocidos por ser verdaderas máquinas de matar.

Stayne soltó un silbido de asombro.

- Impresionante…- Dijo mientras, sin ponerle atención a los seis hombres se agachaba frente a mí para atar mis pies ¡¿Qué?!

- ¿Qué demonios…?-

A este paso yo ya estaba al borde del colapso nervioso. No podía escapar, estábamos rodeados por esas seis bestias. Si lográbamos huir, de todas formas moriría en la guillotina, si me atrapaban, me quemarían en la hoguera, tendría suerte si es que no me matan aquí ¡Demonios! ¡Demonios! Maldita la hora en que acepté el plan de Hatter…

De un momento a otro uno de los hombres atacó y sin miramientos levantó su espada contra Stayne. El pelinegro me empujó hacia un lado y me dejó caer contra una muralla, esquivando al mismo tiempo el ágil movimiento del sacerdote. Con una velocidad pasmosa, se desprendió de la capucha marrón que hasta ahora le cubría, dejando al descubierto la armadura con escamas de acero, las hombreras negras y las dos espadas sujetadas tras su espalda que no tardó en desenfundar y dirigirlas en direcciones opuestas y casi sin mirar, atravesar a dos de los hombres, perfecta y certeramente en el corazón, sin darle si quiera oportunidad de soltar un último suspiro. Abrí los ojos sorprendidos y casi suelto un grito de asombro, eso era impresionante. Quizás lo subestimé.

En ese momento una gran batalla comenzó a darse. Los cuatro hombres restantes se lanzaron contra el pelinegro, quien hábilmente esquivaba la mayoría de sus movimientos.

El más joven de los sacerdotes armados arremetió contra él en una tacleada y logró desestabilizarlo, cayendo ambos al suelo. En ese momento los otros tres saltaron contra él, inmovilizándole y comenzaron a golpearlo salvajemente. Sentí terror, no de la golpiza que le estaban propinando estos cuatro hombres en el suelo, si no de su rostro, el rostro de Stayne estaba completamente apaciguado. Esbozaba una media sonrisa de lado mientras los ojos dorados se clavaban directamente en los míos y parecían reír, como si quisiese decirme ‘‘estoy bien’’, un escalofrío recorrió mi espina dorsal ¿En serio podía mantenerse así aun cuando le estaban golpeando de esa forma?

(Narrado por Agate)



Miré hacia un lado para no hacer sentir a Emma incómoda, ambos estábamos desnudos al cuidado de los sirvientes que amablemente no estaban bañando. Seguramente sentían lástima por nosotros, ellos sabían quiénes éramos y cuál era el destino que nos esperaba, la guillotina.

Emma era una mujer hermosa, quizás demasiado joven y pura como para morir de esta forma. Sacudí la cabeza un par de veces ¡No podía pensar así! Debía encontrar alguna forma de salir de aquí.

- Está bien…- La pelinegra a mi lado parecía hablarle al viento.

- ¿Dijiste algo?- Pregunté sin mirarle.

- Oh, bueno yo…- Comenzó a tartamudear –Le hablaba a Esmeralda-

- ¿¡Esmeralda!?- Giré hacia ella. Se sonrojó por completo cuando se dio cuenta que la estaba mirando - ¡P-Perdón!- Dirigí mis ojos hacia la pared intentando no volver a clavarlos en su perfecto cuerpo. No es que me gustase, de ninguna forma, pero Emma era como una pulcra y bella escultura esculpida en mármol…y eso era digno de admirar.

- Esmeralda está muerta…- Dije con algo de tristeza asomando por mi voz, Ángelo también la había mencionado.

- Lo sé…Puedo verla- Dijo dirigiendo sus manos hacia el aire, parecía acariciar algo. Me sentí un poco afligido, a pesar de los años que han pasado aún me sigue pesando la conciencia. Esmeralda murió por mi culpa, un día en el qué me estaba cubriendo y defendiendo de mi madre…ella decidió cortarle la cabeza.

Su muerte fue la razón por la cual huí del palacio.

-Dice que estés tranquilo…Qué estaremos bien- Sonreí. Ella había muerto muy joven, si era verdad lo que Emma y Ángelo veían, no había cambiado en nada.
- También está tu padre aquí…- Dijo y apuntó hacia un sector de la habitación. Uno de los sirvientes rió, burlándose.

-Está delirando…-

En ese momento tres frascos que estaban sobre una repisa de madera cerca del lugar que había apuntado Emma cayeron al suelo. La temperatura descendió drásticamente, por lo menos seis grados. Me encogí  y abracé mis piernas para intentar conservar el poco calor que quedaba en mi cuerpo. El resto de la servidumbre soltó un susurro de sorpresa. Emma esbozó una sonrisa.

- El frío es típico cuando hay algún espíritu cerca- Me explicó - ¿Pero ya lo habías notado, no? – Tenía razón, una vez lo noté, cuando Ángelo afirmó ver a mi padre.

- Él siempre está acompañándote- Afirmó la pelinegra, clavando los celestes ojos en los míos. Giré la cabeza hacia ella, mirando fijamente en los perfectos ojos azulados y cristalinos, perfectos, sublimes, exactamente como los de Ángelo.

Demonios…Como le extrañaba.


(Narrado por Ángelo)

 

No sé en qué momento todo se revirtió ante mis ojos. El pelinegro se levantó con brutalidad, llevando consigo a los cuatro hombres que estaban sobre él y dándoles muerte rápidamente. Al primero lo apuñaló mientras estaban en el suelo y sus compañeros se percataron de ello tan solo cuando Stayne se levantó del piso, al segundo y al tercero los asesinó mientras se ponía de pie y al cuarto…

El cuarto estaba sufriendo la peor parte.

El último hombre había intentado abalanzarse sobre mí, levantando su espada, dispuesto a asesinarme. Pero Jack Stayne lo había cogido antes de que si quiera se acercase y lo había tomado por las ropas para luego lanzarlo al suelo. Ahora estaba sobre él, mientras entre sus manos estrechaba el grueso cuello del hombre, que parecía estar a punto de explotar. El rostro del sacerdote se estaba tornando morado, la respiración ya no se escuchaba y las venas en su frente eran remarcadas grotescamente. El cuerpo que se había estado sacudiendo rebeldemente había cedido para dar pasos a espasmos que llegaban involuntariamente. Le vi retorciéndose  en el piso hasta que dejó de respirar. La sombra proyectada por el cabello oscuro cayendo desordenado sobre su frente daba la imagen de un Stayne terriblemente siniestro ¿Lo estaría disfrutando? ¿Disfrutaría el matar a otras personas? Por un momento me detuve a reflexionar en mí mismo, yo también había matado muchas veces, no podía decir que me arrepintiera de ello.

La imagen de mi tío Raphael llegó a mi mente.  Recordé su cuello siendo atravesado por mi espada, recordé la sangre salpicando en gárgaras por su garganta. Recordé lo feliz que me sentí cuando escuché último suspiro.

Yo lo había disfrutado.

- Vámonos…- Ordenó el pelinegro apartándome de mis pensamientos y quitándome las cuerdas de los pies y de las manos para obligarme a caminar hacia el palacio, donde se haría la ejecución. Estábamos cerca, ya podía oír el murmullo de algunas personas, aunque muy pocas quizás para un acontecimiento como este.

                     
 (Narrado por Agate)


Cerré los ojos intentando calmar la intranquilidad que de pronto había comenzado a brotar drásticamente de mí ¿Qué era? No lo sé, seguramente era miedo, pero jamás había sentido uno tan potentemente fuerte.

Caminábamos en completa afonía, el silencio tan solo era quebrado por el sonido de las cadenas chocando y los pasos firmes de los soldados que ahora nos trasladaban por los pasillos del palacio para llegar a sus afueras, donde nos cortarían la cabeza.

No había visto a mi madre en todo este tiempo y de alguna forma no me molestaba. Se me hacía extraño incluso que haya decidido darnos un baño y alimentarnos antes de asesinarnos, eso no era parte de la naturaleza cruel y despiadada que yo veía en ella. Ahora mismo estaba caminando junto a lo que fue mi verdadera madre, y también la madre del ser que más amaba en este mundo y que desgraciadamente no estaba ahí.

¿Cómo estará él?

Los pequeños rayos del sol que lograban colarse entre las nubes grises me enceguecieron por unos momentos, a pesar de ser débiles causaron dolor en mis ojos ya acostumbrados a la oscuridad. El día estaba horrible, hacía frío y todo parecía estar cubierto de una lánguida penumbra que entristecía aún más la situación. Frente a nosotros, una escenario grande y adornado con una alfombra color cobre, en su piso descansaba la guillotina, la maquina hecha con madera de roble brillaba con intensidad al igual que el filo de su hoja. Los grabados en latín le daban un toque que hacía de esta estructura simplemente perfecta, bella y letal.

Tan solo había una, en el  centro de tan extenso escenario.

Ella nos mataría, uno a uno.

A ambos lados de la maquina estaban los verdugos. A torso desnudo, cubiertos tan solo con las capuchas negras que escondían la totalidad de sus rostros y los pantalones de cuero negro. Cada uno llevaba consigo un hacha, por si las cosas salían mal y ellos mismos tuviesen que cortarnos la cabeza. No podía ver a través de la oscuridad de sus trajes, pero podría jurar que estaban sonriendo.

Subí las pequeñas escaleras y le dirigí una amable sonrisa a Emma, intentando calmarla, aunque parecía estar más tranquila que yo. Pude notar como los ojos grises de mi madre ardieron furiosos cuando la vieron pasar tan serena a su lado.

Había muchas personas allí, pero no las suficientes como me lo esperaba ¿Ángelo estaría allí, observando entre la escasa muchedumbre?

- Agate Redheart y Alice Liddell- Habló uno de los verdugos e inmediatamente causó un grito de sorpresa que al unísono se dio entre la gente.

- Ambos sois culpables de traicionar a vuestra reina…-

- ¡Ella no es mi Reina!-
Interrumpí, pero un puñetazo en el rostro por parte del otro hombre me obligó a callar, mis labios no tardaron en comenzar a sangrar.

- Nadie te pidió que hablaras…-

Volví a dirigir los ojos hacia mi madre, Elizabeth Redheart. Su mirada no se apartaba de Emma y los ojos estaban completamente enfurecidos ¿Por qué demonios le odiaba tanto? No lo sé, pero siempre había sido así. Seguramente era envidia, Emma irradiaba una paz, una pasividad y una belleza que mi madre siempre había deseado desde lo más profundo de su frío y rojo corazón. Parecía estar a punto de saltar sobre ella.

De pronto, hubo un completo silencio y toda la atención se centró en la bella chica que tenía a mi lado ¿Por qué estaba sonriendo?

- Tampoco es la mía…- Dijo con voz suave. Pude ver el enfado del verdugo que no se atrevió a abofetearla y podía entenderle, yo tampoco querría ensuciar un rostro tan casto.

- ¡Maldita pe…!- Intentó gritar la Reina, pero fue interrumpida.

- ¡Agate!-
Una voz familiar me obligó a mirar hacia las escaleras, era dócil y agradable, a pesar de escucharse con un notable nerviosismo ¡Había ansiado tanto poder oírla una vez más! El pelinegro corrió hacia nosotros, con los ojos cristalinos cubiertos de lágrimas y las mejillas levemente sonrojadas, esbozando la más perfecta y bella sonrisa que jamás había visto.  Sin darme cuenta, las lágrimas acudieron también a mis ojos tan solo cuando le vi cruzarse delante de mí ¡Él no debería estar aquí! ¡¿Por qué si está libre está frente a nosotros ahora?!

- Ángelo, idiota…- Atiné a musitar, pero en ese momento entendí todo lo que pasaba. Jack Stayne le había tomado de pronto y ahora lo mantenía preso entre sus brazos mientras le amenazaba con una de sus espadas.


Notas finales:

Les ha gustado? Pronto subiré los otros dos n_n 

Si les gusto, si no, críticas y demases dejénlo en un lindo review! ♥ 

Muchas gracias por leer n_n 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).