Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La oscura Tierra de las Maravillas por InfernalxAikyo

[Reviews - 181]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Aquí otro capítulo >< no he podido revisarlo bien así que por favor avísenme si encuentran un error por ahí e.e 

He hecho eso de incluir a Agate como narrador así que atent@s a estos tips: 

Agate narrara con negrita y en el caso de los dialogos -Serán en cursiva y sin negrita- 

Ángelo como sabemos narra con letra normal y en el caso de los díalogos -Con negrita y cursiva- 

Tengan esto en cuenta para que no se pierdan >< de igual forma separaré cada narrador con este símbolo (* * *)

PD: Atentos a los nombres de los gemelos >< 


Espero que les guste ! 

Gracias por leer


- ¡Ángelo!-

 
Un mal sueño me despertó con la respiración agitada y las manos húmedas por el sudor aferradas a las sábanas de la cama. Miré hacia un lado y esperé ver a Ángelo allí, pero no estaba. Me levanté con cuidado, mi pierna aún dolía y a ratos la sentía palpitar en dolorosas puntadas que me obligaban a detenerme hasta esperar que pasaran. Llegué hasta el umbral de  la puerta y desde allí pude escuchar los murmullos de Emma y los gemelos en la cocina. Me acerqué arrastrando los pies por el largo pasillo, di un vistazo al espejo que estaba colgado de una de las paredes, me veía fatal, tenía el cabello alborotado y unas negras ojeras cubrían el borde de mis ojos en el rostro que parecía más pálido de lo normal. Seguí avanzando, cuando me hallé lo suficientemente cerca como para ser escuchado, pude oír los murmullos cesar y las miradas sospechosas comenzaron a darse entre los tres, definitivamente me ocultaban algo.

-¿Pasa algo?- Pregunté mientras sacudía descuidadamente mi cabello.

-Nada- Dijeron los tres al mismo tiempo, cómo si se hubiesen puesto de acuerdo. Emma aprovechó el momento y volvió su mirada a la olla que había comenzado a hervir. Dirigí una mirada sospechosa a Ethan, quien despistada y disimuladamente evitó la pesadez de mis ojos sobre los suyos, luego dirigí mi atención a Noah, él no podía mentirme, era él más honesto de los dos, intentó disimular su nerviosismo jugueteando con la cinta roja que llevaba en su muñeca. Por un momento me pareció sentir su corazón latiendo agitadamente.

-Dímelo, Noah-  Ordené con voz grave y el gemelo menor pareció tensarse aún  más, pero no respondió. Di unos pasos hacia él y cargué mis manos sobre sus hombros, vi cómo su rostro tostado se teñía de rojo por la vergüenza.

-Dime- Una gota cayó por su frente, no lo resistía más.

-Ángelo se ha ido- Dijo tan rápido que le entendí solo después de escuchar la frase. Mis manos cayeron sueltas de sus hombros y mi cuerpo entero se congeló en un segundo ¿Ángelo se había ido?  ¿Por qué? ¿Acaso dije algo que le molesto?


- ¿Qué?- Pregunté nuevamente, esperando que mis oídos se hubiesen equivocado al escuchar.

- Ángelo se fue- Repitió y una incómoda sensación se apoderó de mi cuerpo, en ese momento Emma avanzó hasta mí y puso una mano sobre mi hombro.

- Creo que ha sido mi culpa…- Dijo con voz entristecida mientras bajaba la mirada, derrotada. Sus profundos ojos azules cómo el cielo parecieron incluso humedecerse, tomé su mentón con cuidado para que me mirase a los ojos.

- Creo que malentendió algo que dije…Yo…-

-No es tu culpa-
Sonreí mientras acariciaba con suavidad una de sus mejillas.

Me aparté de ella y miré por la ventana intentando calmarme. No entendía por qué me sentía de esta forma, Ángelo era tan solo un extraño que conocí casualmente en circunstancias hostiles, era obvio que en algún momento se iba a marchar ¿Pero a dónde iría? Si vuelve a la superficie seguramente lo tomarán y lo matarán, le cortarán la cabeza.

Demonios, debí haberlo dejado en la barca el día en que le conocí.

- ¿Agate?- Ethan me miraba con ojos interrogantes, parecía que había estado desde hace un rato hablándome.

- ¿Si?- Respondí volviendo mi atención a él, pestañeando un par de veces.

-Le he visto subiendo por la cueva- Dijo y sus palabras hicieron que se me erizara la piel en un segundo, seguido de una ira repentina que me invadió como huracán ¿¡En serio a este niño se le había ocurrido volver a su ciudad!? ¡Van a matarlo!

- ¿Agate? ¡¿Agate dónde vas?!- Cuando escuché la voz de los gemelos llamándome ya estaba demasiado lejos. Fue como si mi cuerpo se moviera antes de que mi mente lo pensase, cuando volví en mí ya estaba corriendo hacía la cueva, con las botas apenas atadas y con  tan solo una camiseta puesta, bajo la lluvia intensa que desenfrenadamente caía sobre mí cabeza.
Pero no podía volver, seguramente la vida de Ángelo dependía de ello.

Fue casi inconsciente la subida por la cueva, que hoy se me hacía más alta de lo normal. Cuando por fin me hallé en el otro lado  y aunque un poco confundido por el sol radiante que llenaba el cielo, con sus nubes perfectamente blancas, me adentré nuevamente en el bosque que había dejado atrás hace unos días intentando que los recuerdos del incipiente camino a la ciudad no me fallaran.

Quizá nunca debí haber secuestrado a Ángelo, prácticamente eso había hecho, no le había dejado alternativa y le había obligado a huir conmigo, quizá tan solo debí dejarlo ahí, seguramente no le hubiesen perseguido, quizá debí haberme llevado la culpa yo solo, y no arrastrarlo junto a mí.

-¡Idiota!- Grité para mí mientras sacudía la cabeza un par de veces, no podía pensar de esa forma. Lo hecho, hecho está.

No podía arrepentirme.

Comencé  a correr por la orilla del río, intentando no caer al agua por la fuerza descomunal de la corriente que esta mañana estaba más agresiva que nunca. No sabía por qué me preocupaba tanto por Ángelo, quizá en otro momento tan solo le hubiese dejado marchar, pero había algo que me obligaba a hacer lo que estaba haciendo.

Cuando crucé hasta la otra orilla y comencé a recorrer las calles deseé estar en mi hogar nuevamente. Bajé la mirada, evitando los pesados ojos de los guardias que se encontraban en todas partes, todo parecía estar muy bajo control aquí. Me llenaba de impotencia al pasar junto a la gente que reprimida observaba cómo estas bestias bípedas deshacían con todas sus pertenencias. Nunca debí haber robado aquellas joyas.

Pero me pertenecían a mí también.

- ¡Disculpe!- Exclamé aún con la mirada en el suelo al darme cuenta que había chocado de frente con un militar. No sé por qué pero algo me obligó a subir la mirada y clavar mis ojos en los suyos. Las pupilas doradas se mostraron sorprendidas en el rostro serio, la cicatriz que recorría su cara y que era disimulada por el parche negro se me hacía extrañamente familiar. Volví a bajar la mirada, asustado de que este hombre me hubiese reconocido del asalto a las joyas de la reina.

- Camine con más cuidado, joven- Dijo tan solo con la voz profunda y grave. Volví a mirarle fijamente,  sin poder evitar el desafío de mis ojos. No estaba acostumbrado a bajar la mirada ante nadie, pero debía hacerlo esta vez.

-Permiso- Dije y me retiré a paso acelerado del lugar. Comencé a recorrer la ciudad rezando porque tan solo existiese un solo orfanato en el sector, había escuchado de Ángelo que era bastante grande y vistoso. No tardé en reconocerlo, las rejas negras y oxidadas, llenas de enredaderas le daban un aspecto fantasmagórico y familiar. Me adentré en la estructura gris y amplia, hacía mucho frio y sentí no haber traído un abrigo, el lugar era viejo, pero era mucho más lujoso que el orfanato dónde yo vivía. Aun así había algo extraño aquí, los niños no corrían entre los pasillos, todo estaba en completo orden y la tristeza se veía clara en sus rostros pálidos y algo famélicos. Me acerqué a un pequeño que jugaba en el suelo con una bola de lana.

-Disculpa…- El chico apenas levantó la mirada para verme a los ojos ­- ¿Sabes dónde encuentro a Ángelo?- El pequeño estiró lánguidamente su dedo, apuntando la tercera puerta que estaba tras de mí. Asentí con la cabeza, dando las gracias y me dirigí hacia la puerta, abriéndola rápidamente.

Pero no encontré a Ángelo ahí.

Un castaño, con unos impresionantes ojos azules, casi negros, cubiertas las pupilas por unos pequeños e imperceptibles hilos rojos producto de la droga que estaba consumiendo en el viejo narguile me miraba algo sorprendido.

- ¿Twisty?- Preguntó entre risas con voz raspada.

- ¿Dónde está Ángelo?- Pregunté ignorando su comentario, ya tenía una idea de quién era Twisty y me irritaba enormemente que me comparasen con un conejo.

- Está con el obispo- Dijo despreocupadamente y no pude evitar estremecerme ante estas palabras.


                                                                                                               ( *      *      * )

- Vete…-
Susurré apenas moviendo los labios aprovechando que toda la atención del obispo estaba sobre mí, antes de que el repugnante espectáculo comenzará. La pequeña, entre sollozos se escabulló del lugar y con cuidado cerró la puerta. Era tanto el afán que tenía este hombre sobre mí, que no se dio cuenta de que Diana escapó.

- No sabes cuánto estuve esperando este momento- Susurró a mi oído, produciéndome un molesto escalofrío. Intenté zafarme de él, pero atrapó ambas muñecas entre sus manos toscas  y posándose sobre mí acercó su rostro considerablemente al mío.

- Me recuerdas tanto a tu madre…- Dijo con sus pupilas clavadas en las mías. Sentí repulsión, solo en ese momento lo comprendí ¡Él siempre había gustado de mi madre! Es por eso que siempre había estado obsesionado conmigo, yo le recordaba a ella. Pude verlo en sus ojos llenos de deseo, su mirada quemaba y entraba dentro de mí, invadiéndome y cubriéndome por completo. Estaba temblando, estaba aterrado, incluso sentí ganas de llorar, pero mantuve mi mirada fija, no iba a caer así de fácil ante él.

-Eres un cerdo- Sugerí con una sonrisa de medio lado en mi rostro, él levantó su puño y lo clavó derechamente en mi mejilla, sentí cómo uno de mis pómulos se rompían y yo quedaba levemente aturdido, no pude evitar el gemido que escapó de pronto de mis labios.

- Así está mejor- Dijo mientras con el cinturón de sus pantalones me ataba las manos con tan perfecto nudo que era digno de aplaudir. Me sacudí con fuerza cuando dirigió sus manos a mis pantalones y los quitó rápidamente ¡Estaba desnudo frente a él ahora mismo! Las lágrimas comenzaron a brotar sin que pudiera evitarlo, era demasiado para mí, creí que podría controlarlo, creí que podría soportar algo como eso.

- ¡No! ¡No! ¡No!- Comencé a gritar al observar cómo dirigía su mano a mi entrepierna y comenzaba a acariciarla. Estaba desesperado y el aire comenzaba a faltarme, un nudo cruzaba mi estómago y garganta,  todo mi cuerpo sudaba y temblaba producto del terror que estaba viviendo, sus manos pasaban por todo mi cuerpo y sus dedos parecían causar heridas en mi piel, dolía su tacto, dolían sus labios sobre mí. Quería morir en ese momento.

                                                                                         ( *    *    * )

 
Cerré la puerta bruscamente y comencé a correr entre los pasillos del lugar. Había pasado por muchos orfanatos antes de caer en los brazos de Emma así que conocía perfectamente dónde quedaba la habitación del sacerdote, monja o persona que estuviese a cargo de él, siempre la última puerta al final del pasillo más largo, al brazo derecho, cuando doblé por él, algo me detuvo.

Choqué con una pequeña niña, estaba llorando, sus ojos hinchados se veían angustiados, ella vestía…

¡Vestía un abrigo de Ángelo!

­- ¡Señor! ¡Señor, mi hermano necesita ayuda! – Exclamó antes de que pudiese preguntarle cualquier cosa. No necesitaba más para entender lo que había pasado ¡Voy a matar a ese hombre! ¡Lo mataré con mis propias manos si toca a Ángelo!

                                                                                          ( *   *   * )


­­- ¡Suéltame, por favor!- Grité, mientras en sacudidas temblorosas intentaba de quitarme al obispo de encima. De pronto, sentí cómo mi cuerpo comenzó a ganar impulso y logré darle una patada en el estómago.

- ¡Debería matarte!-  Exclamó golpeándome en la otra mejilla, pero yo seguía moviéndome y retorciéndome, lo que hacía más difícil su trabajo.

- ¡Debería matarte cómo lo hice con tu madre!- Entonces en ese momento dejé de moverme ¿Él…mi tío? ¿Había matado a mi madre? ¿Por qué? Sentí cómo la adrenalina bajó y mis músculos comenzaron a pesar cómo cemento. Él, la única familia que tenía junto a mí, el único pilar dónde pensé que me apoyaría, él le había dado muerte a  mi madre. No tenía absolutamente nada ahora.

Estaba completamente solo.

Tomó mis caderas con fuerza y las levantó levemente, ya nada me importaba entonces ¿Qué vendría después de esto? Esperaba que cumpliera su promesa y me asesinara pronto, si no yo mismo lo haría. Todo había perdido sentido para mí, estaba completamente vacío, todo había sido una farsa.

¿Qué estaría pensando mi madre de esto? Jamás he podido verla, a pesar de mi capacidad de poder ver y hablar con los que ya no están.
 
Un dolor punzante me despertó de mi letargo y me obligó a gritar hasta que se me desgarrara la garganta. Miré de reojo mientras aun con manos atadas intentaba apartarlo de mí, empujándolo por los hombros, apenas me había rozado y el dolor había sido profundamente fuerte, me espanté al ver cómo movía sus caderas hacia atrás para darse impulso y volver a atacarme, cerré los ojos y mordí mi labio inferior.

- ¡Ángelo!- Una voz inmensamente familiar y cálida invadió la habitación. En un segundo vi a Agate abalanzarse sobre mi tío y apartarlo de mí.

- ¡Agate! ¡Agate!- Gritaba entre sollozos, su figura apareció ante mí como la de un ángel y no podía evitar llorar ante su presencia. Su rostro estaba tenso, estaba furioso como jamás le había visto y golpeaba enérgicamente al obispo en el rostro.

- ¡Maldita bestia! ¿¡Cómo te atreviste!?- Exclamaba entre balbuceos que se mezclaban con el sonido de sus golpes contra el rostro del hombre. Sus ojos carmesí ardían cómo los de un león y los omóplatos fibrosos  se marcaban al son de cada puñetazo. Estaba impresionado, ni siquiera con los ladrones le vi demostrar tanta fiereza. Pero había algo que me sorprendía más aun, el obispo no lograba esquivar sus ataques.

- ¿¡Cómo pudiste tocar a Ángelo!?- Gritó con la voz desgarrada entre inestables jadeos mientras le daba un certero puñetazo justo en la mandíbula, haciendo que un par de dientes volaran de su boca. Siguió golpeándole cómo si un demonio hubiese tomado su cuerpo.

- ¡Detente!- Con horror noté que  el cuerpo del obispo dejó de moverse. Agate se detuvo y se dirigió hasta mí. Sentí un poco de miedo ¿Mi tío…Había muerto? ¿Agate le había matado? Quizá tan solo estaba inconsciente. Un escalofrío me recorrió por completo cuando sentí sus manos cubiertas de sangre rodeando las mías para desatarme.

- Agate…Yo- Mis palabras fueron interrumpidas por el peliblanco estrechándome en un abrazo. Mi voz se quebró de pronto y las palabras no pudieron salir más de mi garganta.

- Siento haber llegado tan tarde…- Susurró en mi oído, apenado –Perdóname- Su voz suave y calmada me trajo nuevamente a la realidad. Sentí nuevamente mi cuerpo reaccionar ante el calor que emergía del suyo, acomodé mi cabeza en sus hombros y me rendí ante la calidez de sus brazos y sin quererlo las lágrimas comenzaron a brotar nuevamente de mí. Me estrechó con más fuerza, no le importó en absoluto que estuviese desnudo, soltó una de sus manos y se apartó unos centímetros de mí, tomó mi mentón con suavidad y clavó sus profundos ojos en los míos. La mirada serena apaciguaba las aguas de mi mente atormentada, acercó su rostro al mío hasta que nuestras respiraciones se mezclaron en un jadeo suave, sonrió levemente y me atrajo hacia él hasta que nuestros labios se toparon.

No era un beso como el de la primera vez, no me estaba probando, no me estaba demostrando nada. Sus labios se sintieron suaves, cálidos, húmedos y eran como un fuerte relajante para los míos. Llevó su otra mano a la mía y la tomó con fuerza, luego volvió a abrazarme sin apartar su boca de la mía, aprendiéndome suave e intensamente. Un placentero escalofrío recorrió mi cuerpo, desde mis cabellos hasta los pies, jamás me había sentido de esta forma ¿Esta era su manera de pedir disculpas? No lo sé, solo me entregué al momento que sus suaves labios me estaban entregando, por primera vez lo sentí, sentí algo que me envolvió por completo y me hizo sentir sumamente feliz, nunca había concebido semejante felicidad

Excepto ahora, entre los brazos de este chico, que había conocido hace apenas unos días.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).