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Corazón Delator por Nayen Lemunantu

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Notas del capitulo:

En este capítulo se muestra el pequeño huracán que se está transformando Aomine en la vida del rubio adorable. 

CAPITULO 2 


¿Qué haces aquí?


 


Kise abrió lentamente los ojos debido al insistente ruido del despertador de su celular. Se frotó los ojos con cansancio y bostezó un par de veces antes de poder levantarse definitivamente. Le había costado mucho conciliar el sueño anoche y debido a lo tarde que se acostó, ahora unas horribles ojeras adornaban sus dorados ojos.


Se  levantó y con paso lento se dirigió a la cocina. Debía servirse un desayudo adecuado y luego prepararse para ir a las prácticas del club. Aunque era sábado, los miembros titulares de Kaijo se reunían diariamente y sin falta, para realizar entrenamientos extraordinarios.  Su compromiso con el equipo y sus ansias de victoria eran excepcionales. Eran cerca de las once de la mañana cuando el rubio entró a su cocina y comenzó a cortar un gran plato de frutas variadas, las que junto a leche y cereal, se sirvió como desayuno. Sentado solo en la cocina de su casa, comiendo con una cara de concentración total lo encontró Aomine.


El moreno había salido de improviso de su casa, por lo que no había llevado mucha ropa consigo. Entre las cosas que faltaban en su bolso, se contaba su pijama, por lo que la noche anterior, no había encontrado mejor solución que dormir sólo con su bóxer negro. A la mañana siguiente, simplemente se levantó y tal como estaba salió en busca del rubio anfitrión.


—Buenos días, Kise —Aomine entró despreocupado a la cocina.


Kise, en un gesto absolutamente caricaturesco, escupió todo el contenido de leche de su boca sobre la mesa y comenzó a toser, impactado por la vista.


—¡Oye! ¿Estás bien? —Aomine abrió el refrigerador y con total libertad comenzó a sacar una infinidad de comida.


—¡¿Qué estás haciendo así?! —Kise, con ojos llorosos por la toz y la voz ronca, respondió indignado—. No crees que pasearte semidesnudo por la casa de alguien es una falta de respeto.


—¿Ah? No me digas que te he puesto nervioso —Aomine habló con un trozo de jamón en la boca. Kise lo miró con ojos impresionados y no supo qué responder—. ¿Oye? ¿De verdad te pongo nervioso? —volvió a preguntar ahora mirándolo a la cara.


—¡Cl…claro que no! Idiota —habló desviando la mirada, o más bien, evitando posar ésta sobre el cuerpo del moreno—. Sólo me pareces un mal educado.


—Lo siento, no traje mucha ropa —Aomine se sentó a la mesa y comenzó a comer un desayuno que parecía ser para tres personas.


—De todas formas, ¿qué fue lo que pasó? y ¿qué estás haciendo aquí? —Kise preguntó un poco más calmado.


—Ya te lo dije ayer —Aomine habló con su desgano habitual.


—Sí, pero, ¿por qué peleaste con tu padre?


Aomine dejó de comer por un segundo y su expresión se volvió seria. Parecía ser más que un simple estado de concentración, parecía estar realmente pensando en algo complicado, en algo que se había transformado en un problema en su vida. Kise nunca había visto esa expresión en el rostro del moreno y súbitamente se sintió preocupado.


—Sólo discutimos —respondió finalmente.


—Está bien —Kise volvió a comer su desayuno—. Si no me lo quieres decir, no importa.


—Tal vez te lo cuente luego.


—¡No importa! —Kise habló con naturalidad, pero sintió una punzada en el corazón al ver la poca confianza que le tenía el moreno—. Tampoco es que esperara que confíes en mí, ni mucho menos.


—¡No es eso! No es que no confíe en ti, es sólo que… no quiero que me juzgues —la voz de Aomine era seria al extremo.


—¡Aominecchi! ¿Qué fue lo que hiciste? ¿Acaso mataste a alguien? —Kise preguntó abriendo mucho los ojos, asustado.


—¡Deja de ser tan ridículo, Kise! —su voz ahora se oía molesta.


El rubio hizo un gracioso mohín con la nariz y desvió la mirada, molesto e indignado con la personalidad del moreno. Lo había recibido en su casa y hasta se había preocupado por él y aun así, le hablaba de esa manera. Terminó de comer su desayuno en silencio, sin dirigirle una mirada al otro muchacho, dejó los platos sucios sobre el fregadero y salió de la cocina. Aomine en tanto, parecía no inmutarse con la indiferencia del rubio. De hecho, parecía estar más preocupado pensando en sus propios problemas que en la actitud de éste.


Kise se dirigió al living y se sentó frente al plasma 50 pulgadas en posición de flor de loto. Tomó el control de su PlayStation y comenzó a jugar. Su rubio cabello aún se encontraba despeinado y miraba completamente concentrado la colorida pantalla. Sin embargo, sólo bastaba con ver el juego para darse cuenta que esa cara de concentración no se debía precisamente a las ansias de ganar la partida. Más bien, parecía que Kise se encontraba perdido en sus pensamientos y la PlayStation era sólo una excusa para estar haciendo algo con las manos.


Aunque no le gustara admitirlo, no podía dejar de pensar en la serie de sucesos que desde el día anterior habían confabulado para hacerle la vida de cuadritos. La indiscreta fantasía con un “extraño”, la inesperada visita de Aomine y el hecho de que el muy estúpido se paseara semidesnudo por su departamento, habían logrado que el rubio tuviera los nervios a flor de piel ¿Qué era esto… el karma?


Lo peor era que sentía una extraña preocupación por el moreno. Parecía estar realmente afectado por algo y al ver la expresión de dudas en su rostro siempre indiferente, una sensación de sobreprotección había nacido en su interior. Quería ayudarlo, quería sentir que el otro muchacho confiaba en él, quería ser aquel que escuchara todos sus problemas… Pero no tenía idea del porqué de ese sentimiento.


La puerta de la cocina se abrió nuevamente, dejando ver el bronceado y escultural cuerpo de Aomine.


—Oye, me voy a duchar.


—¿Y para qué me lo dices? —Kise siguió mirando concentrado la pantalla.


—No sé… tal vez podrías enjabonarme la espalda —Aomine se veía divertido.


—¿Eh? —Kise sintió que su corazón dejó de latir por unos segundos.


—Nunca había visto esa expresión de terror en tu cara —el moreno comentó riendo; se cruzó de brazos y miró con expresión autosuficiente al rubio.


Kise decidió volver a ignorarlo y trató fallidamente de concentrarse en el juego. Lo cual le resultaba virtualmente imposible, considerando que se encontraba bajo la penetrante y atenta mirada del moreno.


—Lo decía porque no he traído muchas cosas —comentó desinteresado.


—¿De qué hablas? —Kise preguntó sin mirarlo.


—Voy a usar tus cosas —respondió divertido.


—¿Eh? ¿Mis cosas? —Kise preguntó de forma maquinal y miró sin entender la sonriente expresión en el rostro del moreno. Para cuando se dio cuenta, Aomine ya se dirigía corriendo a su habitación—. ¡Oh no! ¡Ni creas que te vas a meter en mi ducha! —gritó poniéndose de pie y corriendo tras el otro muchacho.


Lamentablemente para él, Aomine ya se había metido a su habitación y se había tomado la molestia de cerrarla con seguro, mientras gritaba divertido desde adentro.


—¡Soy un idiota, lo olvidé todo! Creo que tendré que usar tu shampoo, tu jabón, tu desodorante…


—¡No te atrevas! —Kise se sentía al borde de un ataque cardiaco mientras gritaba tratando de abrir su puerta. Pero sus amenazas significaron poco o nada para el moreno, quien reía divertido dentro de su habitación—. Aominecchi ¡Te vas a arrepentir! —su furia crecía cada vez más al escuchar la risa del otro.


Finalmente cesó en su vano intento por abrir la puerta y se recostó en la pared frente a su puerta, mientras su ceño se fruncía y un inconsciente puchero se instalaba en sus labios.


—¿Por qué?... —susurró mientras se dejaba caer de rodillas al piso derrotado y se recostaba en la pared, oyendo el ruido del agua en la ducha y los alegres silbidos del moreno.


Luego de varios minutos, oyó cómo el agua de la regadera se apagaba y ésta era reemplazada por pequeños ruidos dentro de su habitación, como si estuvieran registrándola.


La puerta se abrió lentamente, dejando ver la atlética figura del moreno. Kise lo miró desde abajo. Llevaba una toalla blanca colgada a la cintura, que dejaba ver las marcadas caderas del muchacho, por su pecho caían pequeños hilos de agua, que escurrían de su desordenado cabello húmedo y en su boca… estaba su cepillo de dientes ¡Esto era más de lo que Kise podía soportar!


Se puso de pie con un movimiento rápido y se limitó a señalar al moreno con su dedo índice y mirarlo con enormes ojos de incredulidad total, mientras trataba de balbucear algo, pero de su boca no salía sonido alguno.


—¡Devuélveme mi cepillo! —gritó por fin.


—¿Pog qué? Shi entrge nosotrgos ha confiangza —el moreno habló, pero escasamente se entendieron sus palabras.


—¡Ahora sí te sobrepasaste, Aominecchi! —Kise lo miró furioso.


El moreno, al ver la expresión enojada en el siempre apacible rostro del rubio, lo miró divertido y sin entregarle el cepillo de dientes, salió huyendo rumbo al living, seguido de cerca por un nada sonriente Kise, quien comenzó a arrojarle todo lo que encontraba a su paso.


—¡Eres un maldito! —Decía mientras le arrojaba los cojines del sillón, los que eran fácilmente esquivados por el moreno— ¡Estúpido gorrón!


Aomine reía divertido, con el cepillo de dientes en su boca aún, salvaguardado por la mesita de centro que los separaba. Pero Kise, en un rápido e imprudente movimiento, decidió saltar sobre ésta y cayó directamente sobre el moreno, tratando de quitarle de la boca el preciado objeto. Sin embargo, debido al forcejeo entre ambos jóvenes, la toalla que cubría el cuerpo de Aomine cayó sorpresivamente, dejando a la vista su completa desnudez.


Kise retrocedió unos pasos.


—¡Ahh! —Gritó indignado y se dio la vuelta avergonzado— ¿Por qué no te vistes? Estúpido degenerado.


Aomine continuó riendo inmutable, pero esta vez tuvo que sacarse el cepillo de la boca y habló con libertad.


—¡Oye Kise! ¿Cuántas veces crees que nos duchamos juntos en el club?


—Pues yo no te andaba mirando mientras nos duchábamos —respondió molesto—. ¡Además no nos duchábamos juntos! Cada uno tenía su propia ducha. Eso no es ducharse juntos…


—¿Qué pensaste que esta insinuando, pervertido?


—¡Cállate. Aominecchi!


El moreno continuó riendo divertido y recogió la toalla del suelo, para volver a colgársela de las caderas y sin darse cuenta, el cepillo de la discordia le fue arrebatado de su mano con un rápido movimiento. Le dirigió una mirada retadora al rubio, con la intensión de volver a quitarle el cepillo, pues su competitividad no tenía límites, pero al ver la radiante sonrisa en la cara de Kise y sus brillantes ojos al dejarse caer triunfante sobre el sillón, desistió.


—¡Ahora lo tendré que lavar con desinfectante! —el rubio comentó con el ceño fruncido sin despegar la vista del cepillo.


—¿Qué vas a hacer ahora? —Aomine le preguntó de pie frente a él, mirándolo interesado.


—¡Mi entrenamiento! ¡Voy a llegar tarde por tu culpa! —el rubio gritó y se puso de pie de un salto.  


Y frente a la mirada divertida del moreno, se dirigió a su habitación y se cambió de ropa apresurado y sin siquiera lavarse la cara, salió corriendo rumbo al club.


Mientras corría apresurado por las calles de la ciudad no paraba de preguntarse ¿Qué era lo que estaba pasando con su vida? Para él era impensable llegar tarde a los entrenamientos. A pesar de su actitud despreocupada, Kise era un jugador muy esforzado que entrenaba a diario con dedicación. Pero ahora, la sola aparición del moreno en su casa había bastado para desorganizar su mundo por completo. No pudo evitar preguntarse ¿Qué es lo que estaba haciendo Aomine ahí? ¿Qué es lo que estaba haciendo Aomine en su vida?

Notas finales:

Gracias a quienes leen y comentan 


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