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Corazón Delator por Nayen Lemunantu

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Notas del capitulo:

Este capítulo muestra otra faceta del sensual Aomine. 

 CAPITULO 3

¿Qué es esto?

 

 

—Buenas tardes. Siento la demora, senpai —Kise entró al gimnasio y se disculpó con su capitán.

 

—¡Ah Kise! Ya llegaste —Kasamatsu se fijó por escasos segundos en el joven que se disculpaba con una reverencia y volvió a fijar su mirada en la cancha de inmediato—. Veo que ya calentaste, ve a unirte al entrenamiento.

 

—¡Sí! ¿Eh? —Kise se extrañó de esta respuesta, iba preparado para recibir una fuerte patada de su senpai, no esa respuesta tan compresiva.  

 

Se dirigió con paso duditativo hacia la cancha y comenzó a entrenar junto con sus demás compañeros, no sin dejar de lanzarle preocupadas miradas a su capitán. Él era consciente que la reciente derrota los había afectado a todos, pero tal vez quien más había sufrido con ésta, era Kasamatsu.

 

El entrenamiento fue agotador. Su impuntualidad y la severidad de su capitán, habían logrado que se ganara más de un golpe por parte de éste, pero Kise entrenó con mayor fuerza aun, tratando de compensar así su irresponsabilidad horaria, pero por sobre todo, porque aún se sentía responsable por la derrota. No quería volver a ver esa expresión de desilusión en el rostro de sus senpais y no quería ver la tristeza en los grandes ojos azules de su capitán.

 

Luego de más de dos horas de extenuantes ejercicios, se dieron por concluidas las prácticas en el club de basketball de la preparatoria Kaijo. Poco a poco, la cancha se fue vaciando, a medida que los jugadores regresaban a sus casas o se dirigían a los camarines a ducharse. Kise sin embargo, no hizo ninguna de las dos.

 

Levantó su musculosa negra para secarse el sudor de la cara y caminó hacia Kasamatsu. Éste se encontraba sentado en la banca, rellenando algunos papeles, como era usual debido a su rol de capitán. Al sentir que el rubio se sentó a su lado, le dirigió una mirada sorprendida y dejó los papeles a un lado.

 

—¿Ocurre algo? —preguntó extrañado por la expresión triste en el rostro del menor.

 

—Senpai… yo… he querido decir esto desde el día de la derrota. Lo siento mucho. Todo fue mi culpa —Kise hablaba bajito mirando al piso.

 

Kise se encontraba con los codos apoyados en las rodillas y el cuerpo levemente inclinado hacia delante, su cabeza gacha, hacía que el lacio cabello le callera sobre la cara, ocultándola. Estaba tan concentrado recordando la humillación sufrida en el partido, que no se dio cuenta que su capitán se le había acercado y le pasó un brazo por el cuello.

 

—Yo soy quien lo siente —Kasamatsu miraba hacia el frente y su voz se oía segura—. Por no haber podido ser tu apoyo.

 

Kise levantó la cabeza para mirarlo y súbitamente, sus ojos dorados se encontraron con los expresivos ojos de Kasamatsu. Ambos rostros estaban a sólo centímetros de distancia y Kise se sintió hipnotizado por esos ojos, siendo incapaz de alejarse del otro muchacho. Sintió que el aire en el gimnasio había cambiado de pronto, electrificándose.

 

—¡Oye Kise! ¿Qué estás haciendo?

 

Kise pestañeó varias veces, asombrado, mientras ambos jóvenes se voltearon con una expresión atónita en sus rostros al reconocer esa grave voz a sus espaldas y vieron en la puerta del gimnasio a Aomine Daiki.

 

—¡¿Qué está haciendo este tipo aquí?! —Kasamatsu se puso de pie y miró con expresión fiera a Aomine.

 

—Aominecchi —Kise se dio la vuelta sentado aun—. ¿Qué estás haciendo aquí?

 

—¿Qué no es obvio? —La voz de Aomine no sonaba con la indiferencia acostumbrada; podía percibirse un suave toque de molestia, que combinaba a la perfección con su ceño fruncido—. Te vine a buscar.

 

Luego de mirar desafiantemente al capitán del equipo de basketball de Kaijo, Aomine se adentró en el gimnasio con paso seguro y tomando a Kise por la muñeca, lo sacó de ahí.

 

—¿Qué significa esto? —Kasamatsu preguntó molesto viendo la escena con incredulidad.

 

—Ah… senpai —Kise giró la cabeza hacia su capitán y con expresión apenada se despidió de él—. Buen trabajo, nos vemos el lunes.

 

Recorrieron todo el camino hasta salir definitivamente de la preparatoria en la misma posición en que salieron del gimnasio. Aomine caminaba rápidamente jalando al rubio, sosteniéndolo con fuerza por la muñeca y Kise se dejaba guiar por el otro, hasta que salieron por fin del edificio y en medio de la calle, el moreno lo soltó y se dio la vuelta para mirarlo con el ceño apretado.

 

—¿Qué significó todo esa escenita? —la molestia que sentía se le notaba en la voz.

 

—¿Cuál escenita, Aominecchi? Yo sólo me estaba disculpando con mi senpai, por haber perdido contra ti. ¡Idiota! —Kise no sabía por qué, pero sintió la necesidad de darle una explicación al moreno.

 

—¿Ah? ¿Tú en serio eres así de tonto o sólo te haces? —preguntó con incredulidad.

 

—¿De qué hablas? —la expresión en el rostro del rubio era de ingenuidad.

 

—Es más que obvio que tu senpai te tiene ganas —Aomine repuso desviando la mirada y guardándose las manos en los bolsillos.

 

—¿Ah? —Kise realmente no entendía de qué hablaba el moreno—. Perdiste la cabeza, Aominecchi.

 

El moreno se limitó a suspirar cansado y al dirigir la mirada a los dorados ojos del rubio, vio cómo la inocencia se reflejaba en ellos y se dio cuenta que realmente Kise no había reparado en que su capitán podría tener dobles intensiones con él.

 

—Y de todas formas —Kise se cruzó de brazos y repuso en tono más seguro—. ¿Por qué me viniste a buscar?

 

—Porque no tenía nada mejor que hacer —susurró con algo de molestia en la voz.

 

Frente a esta respuesta, Kise alzó levemente una ceja y dejó caer los brazos a ambos lados de su cuerpo, para mirar con incredulidad al moreno. Paulatinamente reparó en que junto a ellos, se encontraba estacionada la motocicleta negra de Aomine y vio una bolsa de compras colgada en ella, donde se podía entrever un par de cepillos de dientes recientemente comprados.

 

Aomine se dirigió a la motocicleta y sacó un casco extra, el que arrojándoselo al rubio como si se tratara de un balón de basketball, se transformó en una invitación a subir. Sin embargo, al notar que Kise sólo vestía una camiseta negra y un short, se quitó también la chaqueta de cuero y se la entregó.

 

Kise lo miró unos segundos con incredulidad, pero luego sonrió abiertamente y se puso el casco y la chaqueta, listo para subirse a la motocicleta.

 

—¡Afírmate bien! —Aomine habló mientras pisaba el acelerador.

 

En respuesta, Kise se apegó más a la espalda del moreno y cruzó sus manos sobre el pecho de éste. No sabía bien por qué, pero su corazón había comenzado a latir intensamente, mientras una sensación de seguridad lo invadía al sentir su cuerpo junto al del moreno. Nunca antes se había subido a la motocicleta con Aomine y ahora, una extraña sensación adrenalínica invadió su cuerpo.

 

Luego de un par de minutos, aparcaron en los estacionamientos subterráneos del edificio de Kise y subieron hasta el último piso por un ascensor en absoluto silencio. Cuando entraron al departamento, el rubio se dirigió directo al amplio sillón del living y se dejó caer en él, boca abajo.

 

—Me siento muy cansado —habló monótono.

 

El moreno lo observó tirado sobre el sillón, aun llevaba puesta su chaqueta y comenzaba a cerrar lentamente los ojos. Realmente se veía cansado y su cuerpo comenzaba a rendirse frente a ese cansancio paulatinamente, hasta quedarse definitivamente dormido. Aomine no había querido decírselo, pero esa era la razón por la que había decidido ir a buscarlo a los entrenamientos, sabía por experiencia propia, lo agotadores que pueden ser éstos y quiso evitarle la caminata de vuelta al rubio.  

 

Dejó la bolsa de compras sobre la mesita de centro y se dirigió a la cocina con la intensión de preparar algo de comida. No era un experto en la materia, pero había cosas que podía hacer, así que reuniendo todos los ingredientes, comenzó a saltear variadas verduras e hirvió un poco de arroz blanco. Sabía que no era la gran cosa, pero estaba seguro que era algo nutritivo y que sabía bien.

 

Kise se despertó con el delicioso aroma que llegaba a su nariz. Por un segundo pensó que su madre estaba en el departamento y recordando de pronto la presencia del moreno ahí también, se levantó sobresaltado y entró corriendo a la cocina.

 

Aomine se volteó sorprendido, llevaba una sartén en la mano izquierda y una cuchara de madera en la otra, miró al rubio con los ojos levemente abiertos.

 

—Ya despertaste.

 

—¿Estoy soñando? —Kise se frotó los ojos y pestañeó varias veces, mirando impresionado al moreno—. ¿Esto es real?

 

Aomine suspiró desganado y rodó los ojos, para darse la vuelta y continuar cocinando.

 

—Ya está casi listo

 

Kise aún no se lo podía creer, así que se acercó al moreno por atrás y muy cerca de él, se dedicó a observar cuidadosamente cada movimiento que éste realizaba. Sus ojos brillaban con alegría y parecía que los casi treinta minutos que había dormido, le habían devuelto toda la vitalidad. Luego de unos minutos más, Aomine sirvió la comida y ambos se sentaron a la mesa, dispuestos a disfrutar de una improvisada y sorpresiva cena para dos.

 

—¿Por qué no te quitas eso? Te queda grande —señalizó la chaqueta.

 

Kise se miró el cuerpo y recién ahí reparó en que aún no se quitaba la chaqueta del moreno. Lentamente la sacó de su cuerpo, sintiendo un escalofrío repentino y la dejó en la silla contigua. La chaqueta estaba impregnada del olor al masculino perfume del moreno y sólo al momento de quitársela, Kise reparó en el aroma que ahora se le había quedado grabado. Le sonrió alegremente y se dispuso a disfrutar de la cena.

 

—¡Buen provecho! —para su sorpresa, la comida sabía realmente bien.

 

No estaba seguro si se trataba de la excesiva hambre que tenía o si realmente Aomine tenía habilidades para la cocina. Pero fuera como fuera, dejó de preocuparse de las explicaciones y se concentró en el sabor. Tampoco reparó en pesar en lo extraña de la situación ni en las repercusiones que podría tener en él, la convivencia con el moreno.

 

Luego de la cena, lavaron juntos los platos y utensilios utilizados y cada uno tomó un nuevo cepillo, previamente marcado con su nombre de pila, para evitar futuras equivocaciones. Ninguno de los dos dijo una palabra al respecto, pero el extraño ambiente que se formó con esa relativa paz, no pareció incomodarle a ninguno.

 

Conversaron juntos sobre basketball y miraron partidos de la NBA hasta tarde, felices repentinamente de haber recuperado una amistad que en un momento creyeron perdida y que ahora volvía a unirlos… y puede que más que antes. 

Notas finales:

Gracias


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