Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Tú... por LatexoHPo

[Reviews - 127]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Y acabé éste ^^

No pudo resistir el gesto abatido en el rostro de Tony. Pepper se sentía mal, por un lado se sabía una traidora por haberle advertido a Steve sobre lo que Tony planeaba (que finalmente no había sido más que pagarle a Howlett para que molestara a Banner); sin embargo le enojaba también que Tony fuera tan inmaduro y tan tonto en ese sentido. Por otro lado, ahora mismo, le apenaba mucho verlo tan asustado. Pepper conocía a Tony, completamente, y sabía de sobra que aquello era sincera preocupación y cariño de su ‘prometido’ hacia Steve. ¿Amor? Eso no lo sabía, en realidad nunca había estado segura de que Tony fuera capaz de amar desinteresadamente a otra persona que no fuera él mismo. La excepción había sido su madre, pero fue cuando ella murió que Tony cambió.

Ella misma, Virginia,  era una… cómplice para Tony. Eso le dolía porque ella en realidad sí amaba a Tony de todas las maneras posibles, y era tanto que lo aceptaba tal y como era; ella no podía cambiarlo. Steve fue un capricho, ella era consciente de ello. Fue el descubrimiento de Tony a las relaciones con su mismo sexo, su aventura más grande, su rebeldía materializada en un chico con cualidades como Steve. Fue también un juego muy divertido y placentero. Posesión. Un objeto, como los robots que había contruido desde niño, como Howard Stark que sólo era una máquina para hacer dinero, como Jarvis, su mayordomo, que sólo era otro aliado en sus travesuras. A veces creía que ella misma también era un objeto para Tony. Sin embargo no pudo evitar acariciarle el cabello mientras él recargaba la cabeza en su pecho y dejaba que ella le besara la frente.

Estaban en la habitación de él, sobre la cama. La tablet estaba encendida. Tony no había dejado de mirar esa información.

“Tal vez Steve decida alejarse de él cuando se entere de esto”, dijo ella suavemente para intentar quitar esa carita de desaliento.

Tony sonrió con sarcasmo.

“No, Pep. Steve es un pan de Dios. Sentirá lástima, sentirá que necesita proteger a Banner, que es su deber. Y si está enamorado…”

Tony se calló y apretó los labios.

Pepper le arrebató con delicadeza la tablet y volvió a mirar el expediente. Aún no digería esa información. Es decir, Banner en realidad parecía como una de esas cositas adorables de las que había hablando antes… Y entonces leyó otra vez la información.

“¿Qué significa ‘Clase A. Clas.’?”, inquirió con el ceño fruncido. Aquellas tres palabras estaban justo a un lado del nombre completo del ratoncito de biblioteca.

“Todos estamos catalogados en los expedientes de SHIELD”, se escuchó la voz de Rhodey, acababa de entrar a la habitación encendiendo la luz.

Tony y Pepper no se separaron, pero ambos miraron con curiosidad al chico de color. Tony porque se había enfocado en la información médica y nada más; no había notado la catalogización, como lo llamaba Rhodes. El chico se acercó a ellos y dio un vistazo rápido a la tablet antes de que Pepper pudiera apagarla.

“¿Ahora te dedicas a robar expedientes del anexo, Stark? Te irá muy mal si se enteran”, sonrió Rhodey.

“¿Cómo que todos estamos catalogados? ¿Catalogados cómo? ¿Entre chiflados y cuerdos?”, preguntó Tony separándose al fin de Pepper y obviando la acusación de Rhodes.

“No estoy bien enterado del asunto, pero como recordarás mi abuelo trabajó aquí hace muchos años. Según algo que escuché hace tiempo de él, SHIELD tiene tres clases para sus estudiantes: clase A, becados especiales. Clase B, becados parcialmente. Y clase C, potencial económico.”, explicó el chico encogiéndose de hombros mientras se recostaba en su cama. “No me preguntes qué significa a fondo, realmente no lo sé. Nosotros debemos estar en la última clase, ninguno tenemos beca ni completa ni parcial”.

Tony frunció el ceño. No era algo significativo a primera vista, pero eso de ‘becados especiales’ se posó en su mente.

“¿Qué sabes sobre esto de ‘clas.’?”, inquirió volviendo a prender la tablet.

“Es obvio: Clasificado. Es información que no podrás conseguir en el anexo. No creas que eres más inteligente que Fury”, declaró Rhodes. “Muchos antes que tú han logrado robar información de otros”.

Tony alzó una ceja. Así que ‘clasificado’. ¿Podría haber algo peor que una enfermedad mental en Banner? Era un reto, y uno que no sería difícil para él. Rhodes no lo conocía bien. Pero Pepper sí, así que cuando ella lo miró negó con la cabeza y se levantó para marcharse. Le dio un beso en la mejilla e hizo lo mismo con Rhodes antes de desaparecer por la puerta de la habitación.

“Espero verte en el partido, Tony”, fue lo último que dijo.

“¿Es cierto, verdad?”, preguntó Rhodey una vez Pepper cerró la puerta. Tony le miró interrogante. “Tenías una relación con Steven Rogers, una más allá de amistad”.

“¿De verdad te importa?”, cuestionó Tony de vuelta, a la defensiva.

“Sí, y sólo por una razón, Stark: Pepper. No la mereces”, concluyó el moreno antes de levantarse para adueñarse del baño.

Tony resopló molesto. Luego podría analizar eso de que no merecía a Pep; primero tenía que llamar a casa, a Jarvis, y pedirle sus gadgets. Sabría todo sobre Banner o se dejaría de llamar Anthony Edward Stark. Aunque claro, pensó un segundo después, eso podría esperar a después del partido.

Partido que SHIELD perdió. Steve no jugó, y lo que era peor, ni siquiera apareció en la banca.

Thor estaba furioso. Furioso porque al medio tiempo comenzó a llover de nuevo, porque no tenía portero titular y porque su delantero estrella no se había dignado a presentarse. Él mismo lo había banqueado, cierto, pero sólo había sido una advertencia ¡por supuesto que lo iba a meter a jugar de cambio pasados unos minutos! Esos tres puntos perdidos les haría caer en la tabla y por lo tanto su objetivo de ganar el campeonato para ir al Nacional.

Pero eso no era todo lo que enfurecía a Thor. Su mayor frustración era Loki.

Thor había pasado los dos años anteriores en SHIELD divirtiendose, saliendo con cuanto chico le gustaba. Vanagloriándose por su popularidad, su atractivo, los intentos frustrados de las chicas que se le acercaban para ser algo más que amigos; él siempre estuvo seguro de lo que quería, y quería divertirse.

Era un buen estudiante, eso no podía negarsélo nadie. Sería un gran médico. No quería seguir los pasos de su padre y ser un político más, enriquéciendose a costa de los demás. Thor quería a su padre, lo admiraba sí, pero también odiaba que siempre había querido hacer de él lo que quería. No, Thor no sería una copia fiel de su padre. Su madre le apoyaba y ello había traido grandes conflitos en la familia. Quizás por eso no dudaba en ser el popular y engreído Thor Odinson; su sólo nombre era conocido en toda la Uni.

Sin embargo algo cambió cuando ese precioso chico de ojos verdes entró en su vida. Thor de pronto se vio dejando muchas de sus antiguas costumbres. Ahora lo sabía: estaba enamorado. De verdad y por primera vez estaba enamorado. Porque Loki era diferente y extraordinario. Aunque especial. Algunos de sus amigos le decían que estaba hecho un idiota por Loki, y quizás fuera cierto, pero no podía evitarlo. Loki no era sólo atractivo físicamente; había algo en su interior que le había obligado a caer rendido a sus pies.

Cuando su padre se enteró de su homosexualidad se cabreó a níveles insospechados. Le gritó que eso no era normal, que los homosexuales eran todos depravados y nunca conseguían ser felices por ese motivo. Siempre iban uno tras otro, nunca estabilidad, sin posibilidad de formar una familia. Thor se propuso entonces demostrarle a su padre que eran prejuicios, estúpidas ideas homofóbicas. Él quería una familia, porque la suya siempre había sido unida y feliz. Él quería a alguien a su lado por siempre; por eso se dedicó a divertirse ahora que era joven y con posiblidades, buscando entre sus mil aventuras a aquél que sería el adecuado, con quien formar una familia ¿Hijos? El matrimonio y la adopación gay estaban legalizados en Nueva York, y aunque no lo estuviera, él formaría su familia sin necesidad de papeles idiotas.

Y lo encontró. Lo supo en su corazón cuando vio a Loki. Él era el indicado, no quiso buscar más. Era Loki. Lo era, y él lo sabía. Aprendió a conocer las manias de Loki muy pronto, aprendió que no era conveniente decir lo que sentía, porque Loki se asustaría y no quería alejarlo. Se propuso entonces enamorarlo lentamente, hacer que sólo él estuviera en los pensamientos del pelinegro. Ahora sin embargo lo notaba lejano. Era cierto que quizá se había visto muy posesivo, pero era porque no podía alejarse de él. La sola idea de que otro apareciera para arrebatárselo le comía el cerebro. Y no era una cuestión de pensar en Loki como un objeto que le pertenecía, claro que no. Loki era tan humano como cualquiera y como él mismo.

Loki había sido más bien solitario al principio. Su único ‘amigo’ era Stark… y Barton. Pero con Barton era una relación amistad-odio que, francamente, le divertía mucho a Thor. Ahora era diferente, Loki pasaba tiempo con Rogers, con Banner, con la chica Romanoff. Tenía un grupo de amigos, amigos tan especiales como él. Y Thor no sabía que hacer para recuperar la total atención de Loki.


---



El latido de su corazón parecía no querer contenerse. Steve respiró profundamente mientras se aferraba al pasamanos de la escalera en camino hacia la habitación de Bruce. Intentaba distraerse un poco mirando los detalles de la casa. No había muchas cosas, aunque supuso que era normal porque el lugar era habitado solamente por dos chicos; sin embargo todo estaba limpio. Los muebles, aunque gastados, estaban prolijamente cuidados. Se detuvo un momento al llegar a la planta alta para dar un respiro más  hondo.

Había ensayado todo el camino las palabras para terminar con Bruce de una manera suave. No pudo evitar pensar en la forma en la que Bruce le había besado por última vez -en el auto-… como una despedida. Steve supuso entonces que no sería tan difícil… ¿Entonces por qué se estaba mordiendo los labios y sentía que estaba por cometer un crimen?

Finalmente negó con la cabeza y se acercó a la primera puerta a su izquierda. No se habría perdido de cualquier modo, sólo había dos puertas de ese lado, en frente una más. Decidido a tomar el toro por los cuernos, el rubio posó una mano en el pomo y lo giró.

Estaba anocheciendo, y las nubes negras en el cielo presagiaban una nueva tormenta, así que no se sorprendió cuando vio la penumbra de esa habitación. Era pequeña, pintada de un verde muy suave; un viejo escritorio a la derecha estaba lleno de libros, papeles y la laptop de Bruce. Una estanteria sobre el escritorio rebosaba de libros de todo tipo y tamaños; un pequeño armario, un cuadro con lo que parecía un dibujo hecho a mano y justo frente a él una ventana semiabierta por dónde se colaba una suave brisa fría (otro indicador de la lluvia amenzante). Bajo la ventana, una mesita de noche y la cama individual, y sobre ella… Bruce estaba de espaldas, encogido sobre sí mismo, como si tuviera frío.

Steve sonrió con tristeza cuando vio los rizos desordenados sobre la almohada, cuando le vio sólo con una playera gastada y unos pantalones de dormir. Sus pies desnudos uno sobre otro. Inmóvil. Quizás estaba durmiendo.

Se acercó lentamente y entonces Bruce giró un poco el rostro, no lo suficiente para verlo directamente.

“No insistas, Pet”, murmuró. “No voy a tomar las píldoras”.

Steve cerró los ojos un segundo al escuchar la voz de Bruce; tan triste y tan cansada.

“Debo suponer que deberías tomarlas si Peter te ha estando insistiendo”, dijo al fin suavemente, acercándose a la cama.

Bruce tardó un momento en procesar la voz que había escuchado. No era Peter, por supuesto. No quiso girarse enseguida. Todavía no porque seguramente era una broma de su mente agotada. Ese no podía ser Steve; Steve no querría saber nada de él. Podía fácilmente imaginar todo lo que se estaba hablando de él en SHIELD, ya tenía mucha experiencia en ello.

Cerró los ojos cuando sintió el peso extra posarse en su cama, a sus espaldas. Tragó saliva cuando una mano acarició sus cabellos para entonces posarse en su hombro. Fue obligado a girarse, y lo hizo sin abrir los ojos. Debió quedarse dormido en un hecho extraordinario. Era un sueño… o una pesadilla…

“¿Bruce?”

No, no lo era. Bruce abrió los ojos lentamente. Abrió la boca para decir algo, pero no pudo hacerlo porque era Steve, lo era. Y lo miraba con tristeza.

¿Cómo iba a hacerlo? No estaba preparado para verlo así. Steve sintió un nudo en la garganta cuando los ojos apagados de Bruce le miraron, cuando vio la mancha verdosa del golpe en su mejilla, curándose ya; cuando vio cómo esos labios temblaban. Retiró su mano del hombro de Bruce para posarla en ese mejilla herida, sólo rozándola.

“¿Qué haces aquí?”, preguntó Bruce finalmente en un susurro. Intentó incorporarse, pero Steve lo detuvo y acomodó la almohada de tal manera que él pudiera recargarse en una mejor posición.

“Vine a verte, tonto”, respondió el rubio intentando sonreír. Había estado asustado, porque no sabía cómo iba a reaccionar Bruce. Era para él un hecho que no conocía a Bruce; que era un ser desconocido para él.  Pero ahí estaba… era el mismo Bruce lleno de miedo, de inseguridad… era su Bruce…

Bruce hizo un gesto de incredulidad; negó con la cabeza y parpadeó un par de veces antes de volver a fijar su atención en Steve.

“Creo que será mejor que te vayas, Steve…”

Se interrumpió cuando vio el ceño profundo del rubio.

“Necesito una explicación, Bruce. Quiero saber qué pasó, y quiero oírlo de tu boca antes de tomar cualquier decisión”, pidió Steve con firmeza.

Bruce abrió los labios, los cerró. Desvió la mirada hacia el cielo gris que se veía por la ventana, la ligera lluvia y el viento que adentraba las delgadas cortinas. Al fin respiró profundamente. Todo esto era su culpa. Antes, cuando la gente a la que conocía le catalogaba de raro (siempre, toda la vida un raro) no le tomaba importancia. Era algo que él le había enseñado desde muy pequeño. Raro, siempre raro. Sin embargo, cuando por alguna extraordinaria razón esa gente se le acercaba y lograba tener algún tipo de amistad había algo que lo arruinaba. Salía el otro, ese otro que estaba enojado con el mundo. Y entonces se alejaban temerosos. Lo entendía. Él mismo se alejaría de ese otro si pudiera.

“Trastorno de Identidad Disociativo”, murmuró sin dejar de mirar el cielo. No quería ver a Steve mirándolo de esa fea manera en que todos lo hacían cuando se enteraban de su padecimiento.

“¿Personalidad multiple?”, inquirió Steve sabiendo la respuesta, encontrando que era más fácil mirar las nubes y la lluvia que a Bruce. No necesitaba hacerlo para saber que Bruce había asentido despacio. “¿Cuántas?”

“Yo y… el otro sujeto”.

“¿Y él parece  estar enojado, cierto?”

Era extrañamente reconfortante no tener esa conversación mirándose. Ambos con la vista clavada en la ventana, escuchándose sin embargo con total atención, dilucidando lo que había detrás de sus voces.

Bruce no contestó a eso. Estaba  implícito. Steve respiró con fuerza.

“¿Por qué no me lo dijiste?”, inquirió entonces, y sabía que había alzado la voz, pero  necesitaba esa respuesta.

Bruce no contestó enseguida. Se armó de valor y giró el rostro para ver el de Steve. Sus ojos se encontraron de nuevo. En los de Steve estaba la interrogante, en los de Bruce el brillo que anunciaba que no sólo el cielo estaba llorando.

“Porque…”, murmuró Bruce entonces, apenas abriendo los labios. “Porque fuíste el primero que no me juzgó de raro, porque me gustabas mucho, porque no podía creer que alguien como tú me considerara un amigo… No quería perder tu amistad. Y luego me besaste… me pediste salir contigo… Si te lo hubiera dicho probablemente no me lo hubieras pedido… Lo siento, Steve… Era nuevo para mí, quería saber qué se sentía ser ama… querido por alguien de esa manera… no quería perderte…”

Y su voz se ahogó. Bruce bajó el rostro y apretó las manos en un puño. Y Steve no lo soportó y fue entonces que se sintió una basura. Por supuesto que lo había considerado un raro, por supuesto que de su boca habían salido palabras que juzgaban a Bruce… hasta que ese instinto protector del que había hablando Bucky surgió. Sí, Bruce le había parecido tan lindo desde que lo conoció, y cuando Howlett le golpeó aquella noche de su primera tutoría le pareció tan desválido y ausente. Y sí, Bruce le gustaba mucho, pero eso no quería decir que no lo había juzgado.

“Yo…”, continuó Bruce pasando saliva, “No es necesario que estés aquí, Steve. Yo entenderé si no quieres seguir… Terminaremos la tutoría y… si quieres…”

Bruce se estaba perdiendo, intentando decirle que sabía que estaba dejándolo. Pero Steve aún no había dicho nada sobre ello. Y cuando vio esa lágrima recorrer la mejilla herida, sintió que su corazón se partía en mil pedazos.

“¿Estás en tratamiento?”, preguntó el rubio deshaciendo ese molesto nudo en la garganta. Cuando Bruce asintió sin mirarlo todavía, Steve habló de nuevo: “¿Desde cuándo?”

“Casi siete años…”

Y Steve se mordió los labios y posó su atención en la mesita de noche, donde un frasco de pastillas estaba abierto, una tira de pildoras amarillas muy pequeñas, un vaso con agua y una caja de pañuelos. Casi siete años. Bruce habría tenido 12 o 13. Había sido un niño. Un niño con esa clase de problemas… Era injusto.

“Bruce”, habló entonces, resueltamente. Le tomó la barbilla para obligarle a mirarlo. “Tienes razón, si me lo hubieras dicho antes de pedirte que salieras conmigo lo más probable es que no lo hubiera hecho. Pero no lo hiciste”.

Bruce apretó los ojos mientras se mordía los labios. ¿Por qué Steve simplemente no le decía que todo había acabado y ya? ¿Por qué lo tocaba? ¿Le gustaba verlo así, tan miserable, tan humillado?

“No lo hiciste, Bruce”, repitió Steve. “Y no lo podemos cambiar. No quiero dejarte”.

El mundo pareció ponerse en pausa en ese momento. Bruce abrió los ojos de golpe y miró a Steve para encontrar alguna señal de que se estaba burlando de él. Pero Steve no sería capaz… Y no lo era. Lo miraba con total seriedad, sin soltar su barbilla.

Negó con la cabeza. ¡Todo era tan confuso!

“Soy peligroso…”, balbuceó alejándose de Steve.

Steve resopló, luego se levantó. Bruce pensó que se marcharía, pero por el contrario, se acostó en la cama junto a él. Bruce se obligó a hacerse más atrás para darle espacio. Temblaba por el frío aire que se colaba por la ventana, por la brisa de la lluvia, y por la cercanía de Steve. En su cama, juntos…

El rubio recargó la cabeza en la misma amplia almohada que albergaba la de Bruce y le sonrió mientras pasaba un brazo por el talle del otro. Quedaron uno frente al otro.

“¿Pensaste que eras peligroso cuando decidiste decirme que sí?”

Bruce negó, quiso decir algo pero simplemente no sabía qué.

“De hecho, de todo lo que he podido conocerte, que seas peligroso es lo que menos veo en ti”, continuó Steve. “Bruce, eres especial. Me gusta eso. No puedo imaginar lo complejo que debe ser para ti, pero llevamos saliendo casi dos meses. Estabas cansado y sé que hay algo que te perturbaba y quiero que me lo digas, pero no ahora. Supongo que hay cosas que detonan que salga… el otro sujeto como lo llamas. ¿Estrés? ¿Molestia?”

Bruce se limitó a asentir, todavía totalmente escéptico por lo que estaba pasando. Steve no se iría, no lo estaba dejando e intentaba comprender. Le explicaría todo, se lo debía. Pero no ahora como dijo Steve, porque estaba agotado. Así que lo único que hizo fue, con un temblor dudoso, hundir su rostro en el cuello del rubio. Steve recargó la barbilla en los rizos oscuros y acarició la espalda de Bruce para darle más calor y confianza.

“Necesitas dormir”, le dijo en un susurro sin dejar de acariciarlo.

“No puedo”, respondió Bruce con la voz amortiguada por estar escondido en el cuerpo del rubio. Rubio que lo separó un instante para verlos a los ojos. “Mi cerebro está en un estado de alerta después de… de una crisis. Sólo puedo dormir con el medicamento, pero no quiero, tengo pesadillas”, explicó rápidamente.

“¿Sabes? Cuando yo tenía pesadillas de niño, mamá lo solucionaba consintiéndome; me arrullaba, me besaba, me abrazaba… me decía que todo estaba bien. Y funcionaba. Toma el medicamento, Bruce, yo me encargaré de relajarte. Por favor”.

Y Bruce accedió. Todo lo que estaba pasando era increíble; no quería seguir siendo un muerto en vida. Steve había entrado en su vida de manera extraña, y de extraña manera el rubio lo quería. Si no fuera así no estaría allí, en su habitación ni en su cama;  no le habría dicho que no terminarían su relación. Cuando se tragó la segunda pildora se acurrucó en el cuerpo de Steve, ya no hacía frío.

“Ahora vamos a relajarte”, le susurró Steve. Alzó su rostro y le besó los labios. Primero fueron pequeños arrullos, caricias en los labios humedecidos de Bruce por el agua. Pero Bruce estaba tan extasiado con esa situación y la cercanía de su, aún novio, que correspondió a los besos.

En un momento ya abría los labios para dejar que Steve profundizara los besos. Eran humedos, languidos, perfectos. Dejó que Steve se incorporara recargándose en un codo para permitirle acariciar su espalda y talle por sobre la playera. Y entonces el medicamento comenzó a hacer efecto, eso lo dejaría profundamente dormido durante horas, pero él se aferró a los labios de Steve. Todavía no, se suplicaba para seguir sintiéndo eso que la mano del rubio le provocaba.

Steve vio la total entrega de Bruce, quizá porque ya estaba a poco de quedarse dormido, sus ojos entrecerrados y brillantes se lo decían. Pero todas las emociones en su pecho, juntas, hicieron revolución. Y de pronto el deseo. Deseo puro. Tenía a su alcance el cuerpo menudo de Bruce y sabía que si había algo que podría relajarle totalmente… Alzó la playera y ahora pasaba su mano por la piel desnuda, ya caliente por los besos y la cercanía. Acarició cuanto pudo y entonces bajó al trasero para apretarlo. Bruce gimió un poco. Steve sonrió en sus labios y su mano se deslizó suavemente por el frente, hacia el bulto que crecía lentamente. Pasó su mano por ahí, y Bruce apenas si se arqueó, pero el lento gemido placentero inundó sus oídos. Bruce no iba a rechazarle esta vez, no porque Steve sintió cómo el cuerpo a su lado rompía casi toda distancia.

Los dedos del rubio deslizaron la playera casi hasta las claviculas de Bruce. Y dejó sus labios para posarlos en el pecho mientras sus dedos volvían lentamente hasta encontrarse con el resorte del pijama.

Bruce sentía las caricias de Steve en un estado de alerta diferente. No era su cerebro sabotéandolo ni el pronto efecto del medicamento. Era excitación. Se esforzaba por no ceder al sueño todavía, quería saber hasta dónde Steve continuaría. No le importó hacer ruido cuando sintió los labios de Steve aprisionado uno de sus pezones, y luego su lengua lamiendo la aureola. Casi gritó, y lo hubiera hecho de no ser porque su poca energía no se lo permitió, cuando la mano de Steve traspasó el resorte de sus pantalones… cuando su miembro fue rodeado por esa mano.

Fueron los minutos más gloriosos de su joven existencia. La pasión no le daba espacio al sueño, aunque ya no era capaz de mantener los ojos totalmente abiertos. Bruce sintió cómo su espalda se separaba del colchón de su cama cuando la mano de Steve le provocó el orgasmo. Tenía calor, mucho calor. Su espina se contrajo en deliciosos espasmos…

Steve se separó en un movimiento rápido, sólo para volver enseguida y pasar un pañuelo por el estómago de Bruce, donde la mayoría de su escencia había caído. El rubio se enterneció profundamente cuando vio el rostro de Bruce mientras le limpiaba; le miraba de esa manera que le había dicho que le gustaba desde que le conoció, una media sonrisa adornaba sus labios; su frente estaba perlada y sus mejillas teñidas, lo que le hacía ver menos pálido, incluso disfrazando un poco la marca del golpe.

Bajó la playera de Bruce y le ayudó a poner en su sitio los pantalones. Luego lo abrazó quedando una vez más frente a frente. Bruce ya no era capaz de mantener los ojos abiertos, demasiado relajado.

“Lamento no poder corresponderte como mereces ahora mismo”, susurró Bruce con voz apenas audible. Tocando a Steve sin fuerza.

“Ya habrá tiempo”, respondió el rubio con una sonrisa y luego acercó su boca al oído de Bruce, por sobre los rizos traviesos. “Y te follaré tan fuerte que no podrás ni caminar. ¿Te gustaría eso, Bruce?”, inquirió procurando que sus palabras fueran espontáneas.

Bruce asintió con toda la firmeza que podía.

“¿Steve?… Te amo”, balbuceó finalmente, apenas moviendo los labios.

Y a Steve se le detuvo el mundo. Quiso responder de alguna manera, pero Bruce ya estaba dormido, definitivamente. Y fue un gran alivio. Te amo. Bruce le amaba.

Se separó hasta quedar sentado en la cama, mirando a Bruce dormir profundamente. Se llevó una mano al pelo casi con desesperación. ¿Qué demonios estaba haciendo? Era obvio que despertaría en Bruce sentimientos tan fuertes con su comportamiento. Y volvió a sentir miedo, pero esta vez no de Bruce. Sintió miedo por él mismo. Simplemente no había sido capaz de dejar a Bruce; no había sido capaz de dejar de ceder ante su fragilidad y su ternura… No había sido capaz de dejar de sentir… ¿lástima? ¡Mierda! Golpearía a Bucky por hacerle tener tremenda confusión. Porque a la única persona que él, Steve, podía decir que había amado era a Tony. No estaba seguro de lo que Bruce le provocaba. Cariño, sí. Afecto… lo quería, ¿cómo no hacerlo? Pero amarlo… ¿O sí? Todas sus acciones desde que entró a esa habitación habían sido impulsos. Motivado por no querer ver tristeza en Bruce, por darle seguridad ante algo tan horrible como lo que había pasado con Howlett.

¿Le había dado ese placer a Bruce sólo por compasión? ¿Por tener a su disposición un cuerpo dispuesto?  Pero de algo estuvo seguro mientras colocaba sobre un muy dormido Bruce una manta que estaba a sus pies: no quería dejarlo. Por lo que fuera, no lo haría. Ya no podía hacerlo.

Notas finales:

Y bueno, ya tengo dos capítulos más traducidos. Esto sigue sin ser alentador porque vamos, Steve no está seguro de amar a Bruce, y Bruce ya cayó irremediablemente. Ah, cochino amor xD

De nuevo: mil gracias por leer y por sus comentarios. Nos leémos en el próximo.

Látex.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).