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Valiente. por Maira

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Había nacido en una familia numerosa, era el tercer hermano de seis y uno de los pocos sobrevivientes a la peste que había azotado la capital después de la gran guerra. El médico de la familia dijo que había sido un milagro que sanara. Su madre, su hermano menor de apenas tres meses de edad, su hermana pequeña de cinco y su hermano mayor, habían sucumbido ante la fiebre, las pústulas que manaban un pestilente líquido amarronado y el sangrado a través de todos los orificios existentes en el cuerpo.
La recuperación había sido lenta, dolorosa, casi eterna; pero desde entonces, no había vuelto a enfermar con frecuencia nunca más.

Su padre, un hombre tosco perteneciente a la clase media, había sido severo con respecto a la crianza de sus restantes hijos varones. Habitualmente los azotaba o los maltrataba, en especial cuándo al pasarse de copas imaginaba cosas o situaciones que distaban mucho de la realidad; sin embargo, Masashi, debido al inteligente silencio que decidía guardar, lograba salvarse de las palizas en más de una ocasión. A cambio cada noche, tenía que soportar el molesto sonido del constante golpeteo contra pared de su habitación que la cama de la única criada producía cuándo su padre le hacía una ‘visita’. La muchacha, desesperada bajo la constante amenaza de ser abandonada a su suerte en las calles, permitía que su patrón le hiciera cuanto deseara. A veces Masashi llegaba a sentir mucha pena por ella y los hijos que a lo largo de toda su existencia hasta su muerte a causa de una hemorragia, tuvo que ceder a otras mujeres para que se dedicaran a la crianza. Si el retoño bastardo del patrón resultaba ser una niña, pasaría su vida en un prostíbulo; en cambio si era niño, estaba condenado a ser un esclavo en el puerto.

Por alguna razón, el hombre odiaba a los guerreros del desierto; con los sureños era una situación similar. Más de una vez les había amenazado tanto a él como a sus hermanos con enviarlos lejos si continuaban ‘en el mal camino’, aunque nunca ninguno de los tres supo de qué se tratara el mismo.
Estuvo de acuerdo con el rumor que años después había comenzado a correr por la ciudad, cuándo un hombre de buena familia había ‘hecho lo correcto’ al castrar a su propio hijo luego de encontrarlo en pleno acto sexual con otro muchacho. El padre amenazó a sus propios hijos con hacerles lo mismo si los encontraba en una situación similar. Masashi, en quién el rumor en general y las amenazas de su padre habían generado un profundo impacto, se encargó de averiguar un par de días después de lo ocurrido que el chico no tenía muchos años más que él.

Los meses transcurrían y él continuaba teniendo pesadillas en las que su padre le hacía lo mismo que al muchacho Hayashi, también solía soñar que recibía una interminable golpiza e incluso a veces su madre aparecía de repente, desnuda, con las pústulas que derramaban el putrefacto líquido y estiraba sus brazos para darle un mortal abrazo del que era imposible escapar. Más de una vez se había despertado entre quejidos, muy agitado, con las lágrimas a punto de escapar. Sin embargo nunca lloró, lo tenía prohibido.  

Había muchas cosas que bajo el techo de su padre estaban prohibidas, algunas eran de lo más extravagantes. Cuándo apenas había cumplido catorce años, su hermano menor, el que le había sucedido al nacimiento de su difunta hermana, murió al sufrir un fuerte golpe en la cabeza que su padre en medio de una borrachera le propinó con el atizador de la chimenea. Nadie le acusó, nadie se atrevió a decir absolutamente nada.

Comenzó a beber tal cual su padre. Con tan solo una copa y media, su joven cuerpo se colocaba torpe; sin embargo unas cuatro o cinco le ayudaban a dormir sin un mísero sueño o pesadilla de por medio. Su afición al alcohol creció con él, también la violencia. Aunque lo detestara, se parecía demasiado a su padre y el paso del tiempo no hizo más que afirmar ese hecho.   

Se había alistado al ejército por la necesidad de escapar de su casa más que de servir al rey. Sus instintos violentos le impulsaron cada vez más alto, además, jamás había sido un tonto. Sus estrategias eran excelentes, sus entrenamientos siempre resultaban productivos, las pequeñas escuadras que los generales colocaban a su cargo eran casi las únicas que sobrevivían. Se convirtió en un miembro indispensable del ejército, conquistó tierras, pulverizó a cientos enemigos, logró ganarse el respeto que otros no pudieron.

En aquellos años cuando aún pertenecía a un bajo rango, una de las guerras más importantes de la historia dio lugar en el desierto. Allí mismo sintió en carne propia su primera derrota, allí cometió el primero de los errores que décadas más tarde, le costaría un cambio radical en su vida. Las cosas habían ido mal, no quedaba de otra opción. Los altos rangos tomaron la decisión de retirarse por cuenta propia y él no iba a morir allí, tenía que sobrevivir antes de que los salvajes del desierto lo tomaran como prisionero y lo torturaran. Entre los rangos intermedios también decidieron anunciar la retirada, llevó a muchos de sus hombres más útiles con él mientras que a los heridos los abandonó a su suerte.

Siempre había estado consciente de que se había convertido en un monstruo, pero llegó el momento en que ni siquiera eso le importó. Transcurrido un tiempo de la gran guerra, su padre fue encontrado muerto en el lecho, se había ahogado con su propio vómito y la ceremonia de despedida fue sencilla. Su hermano mayor por sólo un año, una vez la carga que conformaba su progenitor se hubiera aliviado viajó a las tierras del sur para nunca más volver. Masashi se había quedado completamente solo, no tenía otros familiares a los que rendir cuentas. Así que en cuánto pudo hacerlo, se dedicó a ubicarse en una posición acomodada. Tenía que asegurar su futuro de alguna manera, no podría pasarse todas las noches de su vida durmiendo en los cuarteles. Mandó a construir una mansión de estructura sencilla a la que llenó de tesoros tanto comprados como robados, todo lo que pudiera ser de su interés al conquistar una tierra, iba a parar a alguna de las estanterías de su hogar. Con los años comprendió que no sólo tendría que asegurarse un puesto en el ejército, sino también en la sociedad. Se dedicó a observar que todos los hombres se casaban con muchachas ricas, de esa manera las relaciones entre la alta alcurnia y el ejército se volvían a cada día más poderosas; por lo tanto los cuarteles se beneficiaban con un surtido de nuevas armas, más hombres destinados a servir al rey y por supuesto, fondos que derrochar en batallas o conquistas.

Así había llegado el día de pedir la mano de una hermosa muchacha, su familia era acaudalada, no les faltaría absolutamente nada. Pero uno de sus propios compañeros de campaña se le había adelantado, finalmente tuvo que rendirse y asistir a la boda del General Sakurai.
Su fracaso lo llevó a beber con mucha más frecuencia que antes, el tiempo transcurrió entre copas mientras las muchachas se casaban con otros generales, tenientes, coroneles. Nadie quería como esposo a un monstruo, más de una mujer evitaba cruzar miradas con él, tal cual fueran soldados que temían más que respetaban a su superior. Hizo cosas terribles. Incluso una vez, sumido en un estado de ebriedad bastante extraño, tuvo el impulso de tomar a la que hubiera sido su esposa. Las cosas habían salido muy mal, en realidad no comprendió lo que había hecho hasta la siguiente mañana en la que despertó con un tremendo dolor de cabeza pero con la mente dispuesta a sacar conclusiones. Nadie lo juzgó, quizá le temieran demasiado como para hacer algo así.

Cuándo al fin había perdido las esperanzas de tener un hijo que heredara todas sus posesiones, una mujer rica apareció. Ella había sobrepasado la edad de casarse, era una ‘solterona’ a pesar de su corta edad, una criatura frágil, quizá demasiado joven para casarse con él. En más de una ocasión había escuchado decir que él la había asesinado al obligarle a tener un hijo; sin embargo, como siempre ese hecho no le importó. Tal vez el cuerpo de su esposa hubiera sido débil desde un principio, quizá aquella hubiera sido la razón por la cual nunca antes se hubiera casado o puede que incluso la hemorragia la hubiera matado tal cual le había sucedido a la criada de su padre. Él no había estado presente en el momento que su hijo nació, simplemente deseaba que fuera un varón y en caso de que no lo fuera, lo intentaría hasta lograrlo; no amaba a su esposa, no amaba a su hijo, no amaba a nadie. Con los años llegó a la conclusión de que tenía el corazón tan frío que ni siquiera el licor más fuerte podría ser capaz de caldeárselo. La razón podría haber sido cualquiera del amplio abanico que se extendía al rebuscar entre sus recuerdos, lo más probable es que su estadía en el ejército hubiera contribuido a terminar por cerrar aquella puerta que daba a sus sentimientos, a su propia alma. Su hijo nació, un varón en apariencia sano.

Las expediciones continuaron, el ritmo de su vida fue el mismo de siempre. Unas semanas después, cometió el segundo peor error de su vida. En un principio no le había parecido una mala idea puesto que el muchacho en apariencias era similar a una chica. Nadie condenaría a su niño interior, aquel que sufría pesadillas y vivía aterrorizado de que su padre lo castrara y lo dejara morir en alguna parte. Para aplacar la amarga sensación que los recuerdos traían, decidió vestirlo con ropas de mujer, tratarlo como una prostituta. De esa manera, autoconvencido de que así estaba bien, dio rienda suelta a los placeres que le habían sido vedados durante tanto tiempo. Como lo había sospechado, más que de una mujer, le gustaba sentir el cuerpo de un hombre.

Se mantuvo firme en la decisión de no dejarle escapar, más de una vez tuvo que contener sus impulsos para no asesinarlo. Durante el vertiginoso período de un año, todas las obsesiones que hubiera arrastrado desde su turbulenta infancia habían crecido hasta tornarse monstruos independientes. ¿Y si lo hacía con algún otro hombre, volvería a soñar que su padre lo castraba y lo abandonaba en un hospital? ¿Vendría su difunta madre en su busca para darle un mortal abrazo? ¿O acaso esa vez sería su hermano, con el cráneo roto y los sesos destruidos que se escurrían a través del gran hueco que el brutal impacto le había dejado? Cada vez que pensaba en eso, se veía obligado a apurar una copa hasta el fondo. Todas las noches bebía hasta caer inconsciente, tenía miedo de soñar.

Una noche muy calma luego de volver a caer inconsciente gracias a la bebida, la tragedia sobrevino. Lo que le hicieron dio un vuelco a su vida. Al despertar en el hospital, completamente atontado debido a los brebajes calmantes, ciego de dolor, de fiebre, pensó en pedirle a alguien que colocara unas gotas de algún dulce veneno en su copa de vino. Sin embargo durante las madrugadas cuándo la fiebre bajaba podía pensar con claridad. Llegó a la conclusión de que el verdadero desafío consistía en continuar viviendo con sólo una pierna, nadie iba a desplazarle del rango al que tanto esfuerzo le había costado llegar. Se armó de valor, se rodeó de las personas indicadas, generó una revuelta, se apoderó del control de la situación. Una vez seguro de que nadie volvería a dañarle, desde lo alto de su posición de líder, muy despacio se recuperó…

Su heredero se había ido para siempre, la escasa confianza en los extraños también. Decidió que lo mejor era volver a casarse, comenzar de nuevo aquel ciclo y no permitir que nada ni nadie volviera a interrumpirlo, a fin de cuentas había aprendido la lección. Él no era un hombre que se equivocaba más de un par de veces en la vida.

En esos momentos se encontraba sentado frente al escritorio. Tora le gritaba furioso a Aki después de que éste en medio de un ataque de ira hubiera arrojado a uno de los oficiales por la borda. Él trazaba la ruta por la que avanzaban, la del Norte. Habían decidido tomarla ya que a pesar de las numerosas barcas mercantes que la recorrían, el viento y la corriente eran favorables, se llegaba más rápido hasta la parte sobresaliente de las tierras a las que se dirigían. Naoto y Hazuki comandaban la segunda de las naves, a ella la dejó a cargo ya que sabía muy bien que la haría las cosas bien.

Faltaba muy poco para llegar, de una vez por todas además de su venganza obtendría aquellas tierras tan añoradas por el rey, de esa manera el irritante monarca los dejaría en paz durante una buena cantidad de semanas.

Tora le asestó un golpe a su subordinado con el mango del puñal justo en la mandíbula, dos pequeñas gotas de sangre fueron a parar al mapa justo antes de que Miwa terminara de trazar una ruta impecable. Enfurecido el general se colocó de pie y los miró a ambos, sólo eso bastó para que hicieran silencio y se retiraran. Una vez se encontró solo, bufó y buscó un mapa en limpio, decidido a repetir la operación. Afuera la discusión continuó; pero los sonidos del viento, el mar, los hombres, el rechinar de la nave, amortiguaron bastante las voces e incluso las volvieron agradables a los oídos. Según sus cálculos, en unos pocos días llegarían a tierra firme.

Notas finales:

Buenas ouo/~ 

¿Que tal? UuU Espero que estén pasando un bonito Domingo. 

Yo les traigo fic u3u espero que les haya gustado. 

Tengo que subir rapidito esto porque justamente ahora mismo el veterinario está tocando el timbre, viene a vacunar a los gatos xDD 

Así que huyo uwu/ 

Besines ouo a todos. Gracias por leer y etc~ -huye-


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