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Valiente. por Maira

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Los días transcurrieron entre trabajo duro, horas de tristeza y ensayos de boda que evitaba cada vez que podía. Solía frecuentar su nuevo escondite en busca de que Shota no le diera una paliza, en esas ocasiones se sentía como en aquellas viejas épocas que se refugiaba del alcance de su padre y rezaba a todos los dioses existentes por que no lo encontrara. En ese sentido Shota se parecía bastante a su padre, la única diferencia estaba en que el mayor se ablandaba cuando Adam le pedía que parara.   

Adam… había pasado cortos momentos diarios con él, necesitaba desapegarse de su persona si no quería sufrir su ausencia cuando se encontrara lejos, a cientos de kilómetros de distancia. Cada vez que lo veía y lo abrazaba, el mayor lloraba y él sentía que se hundía cada vez más en aquel profundo océano que conformaba la depresión. Era inevitable pensar en su voz, su mirada amable, sus cálidas manos. Jamás lo olvidaría.

La boda resultó más lujosa de lo que esperaba, pues Shota había hecho todos los arreglos para que así fuera. La muchacha era al menos seis años mayor y cada vez que la veía, sentía unas náuseas imposibles de contener. En cambio ella parecía feliz con el guapo muchacho que iba a ser su futuro esposo, o al menos disimulaba bien su estado de ánimo. Durante la ceremonia, antes de aceptar formalmente, Aki se había vuelto hacia Adam y se había topado con la dura mirada de Shota. Besar a su nueva esposa en la frente, las mejillas, por último en los labios, le había dejado un sabor amargo. Definitivamente la detestaba, aunque la pobre no fuera culpable de nada. 
El banquete lo había hecho sentir la persona más miserable sobre el mundo entero. Afortunadamente, a la noche de bodas la pasarían en su nueva mansión de la costa. Ni siquiera quería pensar en eso.

Se despidió de Adam con un abrazo tan fuerte que durante unos momentos el más bajo se quejó. Sin embargo Aki se salió con la suya, le plantó un beso en los labios, justo frente a Shota y le confesó su amor. El líder militar los separó bruscamente, arrojó a Aki dentro del carruaje y envió a dos guardias con él para asegurarse de que no escapara. Su equipaje consistía en un simple baúl lleno de sus escasas pertenencias.
Se demoraron bastante tiempo frente a la mansión familiar de su nueva esposa, pues ella traía consigo demasiadas cosas. Incluso creyó escuchar un segundo carruaje ubicarse detrás del propio, aunque no podía saberlo porque ni siquiera se había asomado a saludar.
El viaje se le hizo demasiado largo, deseaba con todas sus fuerzas regresar al cuartel y que las cosas continuaran como siempre, pues a él no le correspondía ocupar el lugar de un difunto. Mientras observaba el paisaje, en medio de un sobresalto cayó en la cuenta de que todo era un plan elaborado por Shota, una simple cuestión de celos. Lo odiaba, en esos momentos lo maldijo a él y a toda su estirpe. Los guardias lo miraron extrañados al escucharle refunfuñar solo.

Llegaron al cabo de tres días de viaje. La mansión era preciosa, al igual que el día, pero él se encontraba tan deprimido que nada de eso le importaba. Se bajó del carruaje y por completo desanimado, mientras pateaba las piedrecillas con las que se topaban en su camino, avanzó hacia el interior de la construcción. El lugar estaba por completo amoblado e incluso poseía criados que al ver su uniforme militar, le dieron la bienvenida dirigiéndose a él como el señor del hogar. Él se detuvo al pie de las escaleras y los miró desconcertado, luego les indicó que lo dejaran tranquilo para siempre. Subió las escaleras a paso rápido, medio a los tumbos gracias a su tobillo aún resentido. Se desplomó sobre el primer diván que encontró, tomó un cojín y comenzó a gritar contra el mismo con todas sus fuerzas. Si en esos momentos existía alguien más desgraciado que él sobre la tierra, quería conocerle.

No supo a ciencia cierta cuándo se quedó dormido, pero al despertar se encontró en una amplia cama matrimonial, era de noche, las lámparas de aceite estaban encendidas. Al ver a través de las cortinas abiertas sólo pudo atisbar la densa oscuridad propia del campo, la brisa las mecía suavemente. Se mantuvo recostado mientras se acariciaba la frente en busca de consolarse a sí mismo, se sumió en un estado de paz absoluta hasta que su esposa lo interrumpió al ingresar a la habitación con una bandeja de plata en las manos, la dejó sobre la cómoda a un lado de la cama y lo miró tímida pero fijamente. Aki pudo sentir el aroma del estofado, el pan recién horneado y el vino con miel, pero no movió un músculo. La muchacha se sentó en el borde de la cama, se alisó las faldas amplias del vestido y suspiró. El silencio que reinó fue denso, hasta que al fin Aki decidió despegar los labios.

─Vete de aquí ─le dijo desanimado, tanto así que el mensaje ni siquiera sonó como buscaba. En ningún momento apartó sus ojos del techo─. No creas que te vas a ganar mi cariño con comida, ni con acciones bonitas ─entrecruzó los dedos sobre el estómago, justo donde sentía un prominente nudo, era imposible que pasara bocado.  

A los siguientes instantes los dedicó a escucharla suspirar, sabía que sus palabras le habían afectado, pero no le importaba en absoluto. Sólo volvió su vista hacia ella cuando dejó escapar una exclamación y se levantó de la cama como impulsada por poleas. Con el entrecejo fruncido la observó alejarse un poco, más tarde dirigió su mirada hacia el ángulo de la habitación que ella miraba fijamente. Él también dio un respingo y se sentó en la cama, el corazón comenzó a latirle tan fuerte que se asemejaba a un martillo por cada vez que le golpeaba el pecho.

El padre de Mizuki, el antiguo general Miwa Masashi, permanecía de pie en la esquina más lejana de la habitación. Sus ojos fijos en la muchacha no auguraban nada bueno. Aki se preguntó si los tenía rojos o era una simple ilusión que las lámparas de aceite creaban con su tenue luz. Iba vestido con la misma ropa de aquella ocasión; la del sueño, a las mangas de esa camisa y los bordados en hilos de oro los podría haber reconocido en cualquier momento y lugar. ¿Cómo había entrado allí sin que nadie lo viera? ¿Acaso había permanecido oculto sin que nadie reparara en su presencia? La situación era imposible de comprender, Aki no sabía qué pensar.
En un abrir y cerrar de ojos, sin saber cómo, Miwa se ubicó frente a su esposa. Se sobresaltó de nuevo al ver que la tomaba por el cuello con una de sus enormes manos, sin darle tiempo siquiera de romper en gritos de terror la arrojaba contra la pared más cercana y luego la muchacha caía desplomada al suelo, muerta. Aki se cubrió los labios con ambas manos para reprimir un alarido al ver la enorme mancha de sangre sobre el empapelado. Más tarde se vio retrocediendo en busca de las armas en su cinturón, pues Miwa se acercaba a la cama en su busca.

En su mente no podía relacionar la fuerza que era necesaria para matar a un ser humano de semejante manera con lo que había sucedido─ No me haga daño, señor ─le advirtió luego de desenfundar su sable─. Si lo intenta, tendré que matarlo ─contrario a sus amenazas, su mano temblaba sin control.

─No voy a matarte ─Miwa dejó escapar un bufido, se pasó los dedos por los azabaches cabellos y se sentó despacio a los pies de la cama─. Vine a libertarte. El trabajo sucio ya está hecho, ahora debes cambiarte esa ropa, tomar todas las monedas que puedas y huir de aquí. El camino de las montañas es seguro, no tendrás problemas ─dejó descansar las manos sobre las rodillas─. Procura que no te atrapen, vete a alguna tierra lejana a comenzar una nueva vida. Eso sí, no vuelvas jamás a Campos de Plata. ¿Entendiste?

─¿Por qué hace esto? ─le preguntó Aki por completo conmocionado─. ¡No era necesario que la matara!

─Baja la voz, estúpido mocoso ─lo reprendió entre dientes─. Durante toda su vida tu padre fue un hombre excepcional. Se portó demasiado bien conmigo y aún tengo una deuda enorme con él. Es mi manera de agradecerle. Así que no hagas que la vida de tu padre haya sido en vano, vete de aquí. ¡Ya mismo!

─P-Pero, ¿Y los sirvientes…? ─preguntó aún perplejo.

─La mayoría duermen, además eres el señor de la casa. Si se te antoja ‘dar un paseo’ en plena noche, lo puedes hacer. Así que apresúrate antes de que me arrepienta y te mate.

Aki no necesitó más para saltar de la cama, buscar torpemente entre el contenido de su baúl un par de prendas y cambiarse. Lo hizo tan apresurado que su tobillo se resintió un poco al calzarse las botas de cuero negro, esas que en una ocasión Adam le había obsequiado. Se amarró el cinturón repleto de armas a la cintura de los pantalones, luego se llenó los bolsillos de monedas tal cual le había indicado Miwa. Estaba tan nervioso que sus manos no dejaban de temblar y no podía evitar de vez en cuando dirigir una mirada al cadáver de su esposa, la sangre en el empapelado se había oscurecido.

─Yo asesiné a Sono ─soltó el demonio mientras Aki se volcaba a los últimos preparativos.

─Hm… siempre lo odié, así que está bien ─quiso preguntar por Hiro, pero luego encontró que era mejor no saberlo─. Ya estoy listo.

─Entonces vete.

─Sí… ─dijo bajito mientras se removía suavemente en su lugar─. Gracias, señor.

─No me lo agradezcas, no fue nada ─hizo un gesto con su mano de restarle importancia, sin querer mostrar su irritación frente al torrente de preguntas que inundaban la mente de Aki. El muchacho sobreviviría por su cuenta, lo sabía.

Aki retrocedió hacia la puerta sin dejar de ver a Miwa, cuya figura se le hacía salida de uno de sus sueños. ¿Qué era él? ¿Un fantasma o un hombre de carne y hueso? Con todo, se sentía incapaz de pronunciar las suficientes palabras para agradecerle. Con el corazón en la boca, salió al descansillo y bajó las escaleras lo más rápido que pudo. Tal cual había dicho el pelinegro en la planta baja no había nadie. La única luz provenía de la cocina, de donde también surgían los sonidos de los cacharros entrechocar unos contra otros al ser lavados. Aki se escurrió hacia la puerta sin hacer ruido, la cerró con cautela y se dirigió hacia la parte posterior de la mansión en busca del camino que Masashi le indicó. De repente se sintió aterrorizado, eufórico y por completo paranoico; tomó el primer caballo que encontró y se subió a su lomo sin siquiera ensillarlo, se aferró a la suave y cepillada crin del animal, le impartió la orden de avanzar tal cual lo hacían los soldados. Al llegar a una distancia prudente y mirar la mansión por sobre su hombro, pudo ver la oscura figura recortada de Miwa contra la ventana del piso superior. Recordó sus palabras con extrañeza, la manera afectuosa con la que se había dirigido al hablar acerca de su padre, luego negó con su cabeza.

Golpeó suavemente con sus talones los fuertes costados del animal, de esa manera emprendió sin más preámbulos el camino de las montañas, con el corazón y el alma rotos, dispuesto a comenzar una nueva vida en algún lugar remoto. Jamás olvidaría lo sucedido durante todos esos años de su vida, en especial esa noche. La mancha sanguinolenta en el empapelado era el preámbulo de un nuevo capítulo, pronto a ser escrito en las páginas en blanco que conformaban su destino.

 

La preocupación era lo que reinaba en su cabeza hasta el borde de la desesperación, incluso parecía volver más pesado su cuerpo. Kazuki lo había evitado durante días completos bajo diferentes excusas, el entrenamiento con Hakuei era la principal. No creía que estaba tan mal, pues si quería mejorar y así evitar salir malherido en una batalla, entonces hacía lo correcto; pero sus esperanzas comenzaron a marchitarse al cabo de su segunda noche solo. Tenía una ligera sospecha acerca de lo que sucedía, aunque prefería no pensar en ello.
Una noche que salió a las puertas en busca de aire, se topó con Ryoga y mantuvieron una conversación acerca del tema. El menor le recomendó que hablara con Kazuki, después de todo podrían ser imaginaciones suyas. Ryuu no lo creía así, pues era demasiado obvio que estaba con alguien más. Ryoga le dio un abrazo fuerte, lo tranquilizó, le sobó la espalda al encontrar que temblaba y por último lo invitó a dormir con él. Ryuutarou, que no se había sentido tranquilo en tantos días, durmió plácidamente hasta que el Sol en lo alto lo sorprendió.

Luego de darle varias vueltas al asunto y pensar en cómo interceptar a Kazuki, al final se decidió a hacerlo dos noches después. Se sentía estúpidamente nervioso mientras esperaba agazapado contra uno de los lados de la puerta principal, el entrenamiento del menor finalizaba aproximadamente a esas horas. Se dedicó a mirar uno por uno los rostros que avanzaban a través del umbral, atento para no perder de vista a Kazuki al momento de que también lo cruzara. Hasta que al fin lo vio junto a Hakuei, camino al edificio entre una conversación bastante animada.
¿Qué debía hacer? Se mantuvo como de piedra durante unos instantes mientras lo veía cruzar el umbral de la gran puerta, Kazuki aún no lo había visto. Se mordió el labio inferior con la sensación de tener un nudo prominente en la garganta. Al fin decidió ir en su busca, interrumpir la charla educadamente, a pesar de haberse quedado viendo a Hakuei durante un largo tiempo antes de hablar. El hijo de Anzi era guapo, su espíritu emanaba una energía poderosa y sensual.

─Kazuki ─dijo luego de un par de titubeos─, necesitamos hablar.

─¿Ahora? Pero…

─Sí, ahora. Perdón ─se excusó con Hakuei, que asintió con simpleza.

─Me gustaría tomar un baño primero ─Kazuki se pasó el dorso de su mano por la frente, tenía arena pegada a la piel húmeda de sudor─. Te veo en el comedor, ¿Sí?

─No, yo te acompañaré ─dichas sus palabras, jaló a Kazuki por la muñeca a través del pasillo, bajo las protestas del menor y el tumulto de clientes que se dirigían a los diferentes salones, habitaciones o pasillos─. Te traeré un poco de ropa limpia en cuanto estés sumergido hasta el cuello.

─¿Qué te sucede, Ryuu? ¿Por qué te comportas así? ─Kazuki se dirigió a él un poco nervioso.

─Es que… no quiero que te escapes, necesitamos hablar seriamente acerca de lo nuestro ─al decir esas últimas palabras, sintió que poco a poco volvía hundirse en la desesperación. No quería quebrarse frente a Kazuki y ofrecerle un espectáculo patético, tenía que soportarlo.

─A-Ah… sabía que tendríamos que hacerlo en alguna ocasión, Ryuu ─despacio, con su mano temblorosa envolvió la del mayor hasta que sus dedos se entrelazaron. Decidió dejar el baño para después y lo llevó hacia las escaleras.

─¿Eso quiere decir que…? ─el pelinegro lo miró entre perplejo y dolido, quería terminar cuanto antes el horroroso asunto y de una vez por todas conocer la verdad. No abrió la boca hasta que Kazuki los llevó a un cuarto vacío─. Me dejas, ¿Cierto? ¿Ya no me quieres?

─No es eso, Ryuu. Es que… verás ─Kazuki se pasó una mano por los cabellos, un típico gesto de frustración─. Te quiero y lo sabes, también sabes que amo mucho a Manabu. Él… yo haría lo que fuera por él.

─Ah, Manabu ─respondió con un dejo de tristeza en la voz─. Al final te decidiste por él, aunque te haga sufrir con su mal humor y sus problemas. ¿Ya te acostaste con él? ¿Es por eso que ya no me necesitas?

─¿Eh? B-Bueno, es verdad que me hace mal y hasta me golpea ─bajó su mirada en medio de un suspiro─; pero lo amo, no hay más que eso, no lo puedo evitar… ─luego negó con su cabeza─. No me he acostado con él.

─Aún no, pero sucederá pronto ─afirmó Ryuutarou─. ¿Sabes? Siempre he confiado en ti, he tenido la estúpida esperanza de que algún día te rindieras con él y fueras por completo mío ─de repente dejó escapar una ligera risa que se esfumó tan pronto surgió─. De acuerdo, creo que no necesito saber nada más acerca del asunto.

─Te quiero, Ryuu. Pero…

─No, sin ‘peros’. Cuando de verdad quieres a alguien, no hay ‘peros’. Estaré bien. No, no me toques ─dijo en un hilo de voz al notar que Kazuki intentaba abrazarlo─. Vete, estaré bien. ¡Vete! ¡Déjame solo!

─Lo siento, Ryuu. Por favor, no llores. Lo siento… yo… creo que me equivoqué… no debería… ─sin embargo, al ver la mirada que el pelinegro le lanzó, cómo las copas y los jarrones alrededor comenzaban a temblar y las cortinas se movían, decidió hacer silencio. Se retiró sin lanzar una sola mirada atrás, por primera vez en su vida aterrorizado frente a lo que Ryuutarou podría hacerle. Un par de lágrimas resbalaron por sus mejillas mientras subía otro tramo de escaleras en busca de ir a su habitación. Lo mejor sería no hablar con él durante un largo tiempo.

Él dio un par de vueltas por la habitación, con la vista fija en el techo a pesar de no ver nada debido a las lágrimas. No podía creer que al fin el momento en que Kazuki lo abandonara había llegado. A fin de cuentas tarde o temprano sucedería, el sufrimiento era el mismo. Se tumbó sobre las numerosas mantas y cojines, un poco acalorado, con las sienes palpitantes. En un intento de relajarse cerró sus ojos, extendió sus brazos y en su mente decidió dejarlo ir junto a sus sentimientos. Siempre lo amaría, estaba seguro de eso. Si Kazuki amaba a Manabu, no había nada que hacer al respecto.

Durante un par de días comió apenas de lo que encontraba en los pasillos, pues no tenía fuerza para enfrentarse a la pareja en el comedor. Se movió durante las horas que se encontraban fuera y en las noches durmió junto a Ryoga, al que le agradeció infinitamente por abrazarlo, acariciarle el cabello o secarle las lágrimas. Una determinada noche intentó compensarlo por toda la paciencia que había tenido con él, pero en contra de sus verdaderos deseos al sentir sus besos en el cuello, Ryoga le dijo que no era necesario.
Por ninguna razón en especial ante el rechazo se sintió un poco decepcionado. Tal vez de manera inconsciente deseara una piel contra la suya, el abrazo de un cuerpo cálido, unas suaves caricias o besos. Estaba demasiado acostumbrado a Kazuki, no era fácil dejar de depender de él.

No sabía cómo había logrado dormir durante tantas noches con los poderosos ronquidos de Ryoga contra su oído, en esa ocasión por más vueltas que diera, no podía conciliar el sueño. Decidió quitarse las mantas de encima y deslizarse suavemente hasta colocarse de pie. Como los pasillos siempre estaban iluminados, la tenue luz de las gruesas velas le bañó el rostro. Luego de tomar unos frutos secos de una bandeja, se dirigió hacia una dirección al azar. Subió las escaleras con las que se topó mientras masticaba, hasta que de repente recordó que en el piso más alto se encontraba la terraza. El aire fresco le sentaría bien. A paso decidido subió las escaleras hasta el cansancio, luego no hacer ejercicio a diario se encontraba fuera de estado.
Durante su paseo por todos los pisos hasta alcanzar la siguiente escalera, tomó todo tipo de pequeños bocadillos y cosas dulces. De repente no podía parar de comer, en especial los dátiles con miel que estaban deliciosos. Tal vez se debiera a que la comida lo distraía de los gemidos que se escuchaban en la mayoría de los pasillos, sonidos que a la par de deprimirle le incitaban a ir en busca de alguien que necesitara un favor urgente.

En el piso más alto se detuvo otra vez en busca de una copa de vino, se la bebió rápidamente y volvió a servirse. De esa manera recorrió el pasillo en el que la mayoría de sus hermanos dormía, a la vez que caía en la cuenta de que Ryoga tenía razón al decir que no valía la pena subir tantas escaleras para obtener un simple cuarto idéntico a los demás.
Agitó un poco el vino de la copa sujeta entre los dedos de su mano derecha, la mayoría de las habitaciones estaban oscuras. Al pasar a un lado de una creyó ver a Omi cepillando el cabello de Miko. Los ronquidos de Anzi se escucharon claramente al pasar por la siguiente, por completo oscura. Allí la calma reinaba en una medida importante, a pesar de que los sonidos de los pisos inferiores llegaban como en un eco.
Se detuvo en seco frente a la última habitación antes de llegar a las escaleras que conducían a la terraza, bebió un sorbo largo de vino y se acercó a las cortinas de cuentas de cristal para poder divisar mejor el interior. Dos cuerpos se unían en un acto sexual bestial, tanto así que podía escucharse el chasquido de las pieles entrechocar repetidas veces. La respiración de ambos hombres era agitada y de vez en cuando a uno de ellos se le escapaba un placentero gemido. Ryuu sabía de quién se trataba mucho antes de descorrer la cortina.

El verlos hacerlo de manera tan intensa le provocó un placentero cosquilleo en la entrepierna. Los largos cabellos ondulados del líder se agitaban de una manera preciosa, demasiado sensual para no morderse el labio inferior, mientras que su cuerpo delgado con los músculos ligeramente marcados era un deleite para los ojos. Sus largas piernas eran lo que más le gustaba, flexionadas con su punto de apoyo sobre las rodillas de manera que en esa posición los muslos se veían torneados. La ligera curva de sus glúteos en alto era suave, desembocaba en una concavidad que dirigía en línea continua hacia la espalda y los hombros estrechos. Leoneil, así les había dicho Miko que se llamaba.
Sin escrúpulos se adentró a la habitación, aún con su copa en la mano tomó asiento en el pequeño sofá de un cuerpo que había cerca de los pies del nido revuelto de mantas y cojines. Encogió las piernas, afirmó los talones al borde, por último bebió un par de sorbos más sin despegar los ojos de la escena.
Sí, definitivamente Hakuei tenía un aura poderosa y sensual, imposible de evitar. Algunos lo llamarían encanto, pero Ryuu sabía que se trataba del poder de su espíritu. Aquella fuerte máquina a la que le llamaban cuerpo, sufría espasmos de vez en cuando en la zona del vientre. Lo más probable era que Leoneil se estrechara involuntariamente, pues su respiración así lo marcaba. Él volvió a morderse el labio inferior, se terminó el contenido de la copa y la posó muy suavemente en el suelo, sin hacer el mínimo sonido. A esas alturas su entrepierna palpitaba ansiosa.

Sabía que Hakuei lo había visto entrar, sin embargo no le dijo nada, tampoco parecía molesto. Mientras los veía cambiar de posición; él sentado y Leoneil sobre sus caderas, no pudo evitar llevar dos dedos a la extensión de su propio miembro. Necesitaba eso que veía con urgencia, lo deseaba, deseaba a Hakuei, deseaba a Leoneil…
Se sorprendió cuando al cabo de varios minutos, el hijo de Anzi se separó de su pareja y se dirigió hacia él. En un principio dio un respingo al ser tomado por las caderas, más todos sus miedos se desvanecieron cuando fue arrojado entre los cojines. Leoneil se le quedó viendo con un semblante bastante extraño, se le hizo un momento mágico. Ryuutarou no comprendió lo que le dijo, recordaba vagamente que alguien le había dicho que el pelinegro no hablaba otra lengua además de la de su pueblo natal; sin embargo permitió que le quitara las pocas prendas que llevaba y lo cubriera de cálidos besos.
Las manos de Leoneil eran simplemente maravillosas, lo acariciaban con un deseo ardiente, lo hacían suspirar. El sabor del vino se entremezclo con el de las naranjas que el pelilargo había comido, no podía ser más maravilloso. Su lengua era dura, dominante, deseó sentirla en otras partes de su cuerpo. Se besaron hasta que se quedaron sin aire.
Se asustó al ser jalado de repente por una de las piernas, pero luego soltó una pequeña risa nerviosa al ver a Hakuei ubicarse entre las mismas. Entretanto, Leoneil no dejaba de propinarle dulces caricias o besos.

Un dolor desgarrador le atravesó el cuerpo al ser penetrado sin preparación alguna, una lágrima rodó a través de su mejilla hasta que Leoneil la recogió con sus labios. Él lo miró con los ojos entrecerrados, luego observó la expresión placentera de Hakuei. Profirió bastantes gemidos lastimosos, uno por cada estocada recibida, hasta que Leoneil se sentó sobre su vientre y comenzó a jugar con sus pezones entre los dedos.

Bajo las numerosas atenciones, Ryuutarou descendió a los confines más profundos del placer, pronto las paredes cálidas de Leoneil acogieron su miembro ansioso. De esa manera, por cada vez que Hakuei le propinaba una estocada, el delgado cuerpo del pelilargo saltaba sin remedio sobre sus caderas. Los hombros de Hakuei se sentían firmes bajo sus pantorrillas, la piel era tan caliente como el interior de Leoneil. Él creía que se derretía por cada vez que éste último echaba su cabeza hacia atrás bruscamente y algunos mechones de cabello le cubrían de manera parcial el rostro. Su mano traviesa acarició uno de los muslos hasta llegar al miembro contrario, lo masturbó sin parar hasta sentir la viscosa humedad entre sus dedos.
Fueron repetidas las veces hasta que Hakuei terminó en su interior, que Leoneil le susurró palabras de tono áspero entre besos en los labios. Luego de que el más alto se retirara, el pelilargo pudo moverse libremente. Nunca en su vida Ryuu había vivido semejante experiencia, no se arrepentía de nada en absoluto.

Los tres descansaron tumbados de lado, cubiertos por las mantas, con las cabezas sobre los cojines. Ryuutarou sentía el cuerpo de Hakuei a sus espaldas, su mano enorme le acariciaba los muslos bajo las mantas, mientras que Leoneil se juntaba a su cuerpo y le acariciaba las mejillas o el cuello, de vez en cuando le daba un beso en los labios. A él le fascinaba su cabello, la atracción que sus oscuros ojos ejercían en él, su ovalado rostro masculino y a la vez femenino. En determinado momento, al ya no soportar la curiosidad cuando Leoneil le tomó la mano, se la besó entre un nuevo torrente de palabras e incluso le succionó el dedo índice, Ryuu se volvió ligeramente hacia Hakuei y le preguntó qué decía.

Hakuei dejó escapar una risa socarrona, luego le apretó el muslo izquierdo de manera juguetona a la par que se apoyó en un codo─ Piensa que eres uno de los dioses de su culto. De hecho, te pareces mucho a las estatuas ─volvió a soltar una risa más animada─. Cree que has bajado a la tierra en forma de hombre de carne y hueso para experimentar los placeres mundanos. Él te dice que te ama, que por favor envíes lluvia para que los cultivos no se sequen. A cambio te regala los placeres de la carne, el amor de un devoto.

─Ya veo… ─Ryuu reflexionó a la par que veía a Leoneil. Le acarició el rostro de la misma manera cariñosa─. Dile que enviaré lluvia cuando la guerra haya terminado ─de esa manera se dedicó a escuchar el áspero acento que Hakuei utilizaba para dirigirse a Leoneil. Era una lengua bonita, muy expresiva e intimidante. Más tarde se deleitó con la reacción del pelilargo, incluso se echó a reír debido a las cosquillas que los pequeños besos en su rostro le provocaron. Él le rodeó la cintura con los brazos, se le acurrucó despacio mientras se dejó llevar por la sensación reconfortante de protección que Leoneil le produjo.

─¿Cómo lograrás que llueva? No ha llovido en meses enteros ─comentó Hakuei con cierta curiosidad.

─Tengo mis recursos, podré lograrlo ─se encogió de hombros ligeramente. Después, bajo las caricias en su nuca poco a poco se quedó dormido. 

Notas finales:

Buenas ouo/~ 

¿Cómo los trata la vida? eue

Aquí les traigo el anteúltimo capi del fic u3u~

Espero que les haya gustado uwu 

Y pues, espero terminar a tiempo el capi final porque debo publicar un one-shot para el siguiente Domingo xwx. Creo que necesitaré más tiempo para no cagarla con el final (?)

Tengo que decir que es el hilo final de la gente del Sur uwu no más Shota-Adam-Aki. 

No tengo muy claro aún si voy a continuar con el fic que cerré en la primera parte o si haré uno nuevo, ya que tengo una idea más ono tengo que decidirme en estos días.

Así que espero tomar la decisión correcta Uu

Gracias a todos los que me leen, a los que llegaron hasta aquí conmigo después de tanto tiempo ;A; los quiero -se pone marica- 

Recuerden que pueden encontrarme en Tuitah(?):

https://twitter.com/MairaMayfair

 

Nos leemos en el siguiente capi ouo/ besines.

 


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