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¿Dónde están tus alas? por Ali-Pon

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Capítulo XV

Impresión

Agatha era una anciana querida en el pueblo; reconocida por ser una excelente doctora. Poseía un consultorio pequeño, pero muy visitado por los lugareños. Eleonor era su ayudante e hija adoptiva; aún era torpe, pero estaba aprendiendo y sería su sucesora cuando decidiera retirarse. Las murallas estaban pasando por un momento crucial, las noticias de que la Legión de Reconocimiento estaba siendo cazada y clausurada por orden del rey, le dejó sorprendida. De boca en boca supo que la Legión poseía un arma que podía aniquilar a todos y que el rey quería prevenir esa masacre.

¿Qué clase de arma sería? ¿Tendría que ver con ese chico que podía convertirse en titán?

Eleonor entró por la puerta de la cocina secándose las manos en el delantal que caía frente a su largo vestido de lana. Sus cabellos cobrizos estaban atados en una coleta alta y su frente tenía ligeras gotas de sudor que pegaban a su piel algunos cabellos sueltos. Agatha la admiró unos segundos y notó las cicatrices de quemaduras y cortadas en sus brazos y manos. A veces se arrepentía de su trato tan seco, frío y hasta desalmado, pero Eleonor debía ser buena médico, que pudiera asistir en cualquier circunstancia y adaptarse. Desde pequeña demostró su talento y dedicación a esta profesión. La entrenó con todo su ser, volviéndola la mejor de la colonia. Tantos sacrificios hizo Eleonor, que Agatha supo que el más doloroso había sido su propia niñez.

Sí, ella era su orgullo a pesar de no ser su hija biológica.

Agatha suspiró con una ligera sonrisa en sus labios y se encaminó nuevamente a la puerta que llevaba al consultorio, que en ese momento estaba vacío. Era pasadas del medio día y el sol a duras penas calentaba al pueblo. Quienes pasaban la saludaban con un gesto de mano y una sonrisa. En el fondo ella se sentía triste de saber que les había mentido a todos, diciendo que venía del sur de las murallas, buscando ayudar a los de norte que casi nadie se molestaba en visitar.

Ella era extranjera

Y no una cualquiera, sino una que sabía diferenciar el aire dentro y fuera de las murallas, que sabía de la basta historia detrás de todo. Una extranjera con conocimientos avanzados para los esparcidos dentro de aquella enorme jaula de piedra. Y justamente por eso se compadecía de los que vivían ahí. Alguien les había cortado las alas y les hizo creer que lo mejor era seguir enjaulados, viviendo una vida que no era una. Por eso ella admiraba a la Legión, una facción de humanos que buscaban recuperar sus alas, aunque eso implicara morir en el intento.

Tal y como el líder le dijo en su momento…

Todos creen vivir en paz, Agatha. Todos creen en lo dicho por los nobles, pero no saben que para ellos son viles números. Nosotros debemos protegerlos, salvarlos si es posible. Cuando el tiempo llegue, conocerás a mi hijo, mi sucesor. Tiene un espíritu guerrero, Agatha. Salió igual a su madre y eso… eso es lo más hermoso que ella pudo darme.

De pronto, en medio de la tranquilidad del lugar, el sonido de caballos galopando la hizo virar en dirección del ruido. Reconoció las capas verdes, al chico de cabellos castaños claro que lideraba al pequeño grupo conformado por una chica pelirroja y un chico rubio.

—¡Señora Agatha! —exclamó Jean tan pronto detuvo su caballo frente al consultorio de la mujer.

—¡Muchacho! ¿Qué te trae a mí? ¿Tu amigo se ha puesto mal? ¡¿No me digas que no siguieron mis instrucciones?! —habló la mujer con expresión de dura y tono de regaño. Jean la miró serio y una ligera mueca de preocupación alertó a la mujer.

—Necesitamos que nos ayude con otro compañero, señora Agatha —repuso Jean con tono casi en súplica.

—¿Y… dónde está? —preguntó ella buscando una carreta u otro caballo, pero sólo los vio a ellos tres.

—¿Puede venir a verlo al castillo? —pidió Petra casi en murmullo.

Los ojos de Agatha vislumbraron sus manos vendadas, su rostro estaba algo pálido, como si se estuviese recuperando de un shock. Su mirada se posó en todos y percibió la urgencia, como si estuvieran tratando con algo desconocido. Ella estaba preparada para cualquier enfermedad desconocida en las murallas.

—Voy por mi maletín —anunció dando la media vuelta y adentrándose en su casa. Ordenó a Eleonor a atender en su lugar pues había surgido una emergencia. La chica asintió con expresión decisiva.

 

 

 

 

Cuando Agatha entró en aquel castillo que hace unas semanas había estado deshabitado, notó que había unos cuantos de la Legión en su interior. ¿Habían huido ahí? Con ayuda de Erd bajó del caballo y siguió a Jean que le había esperado para guiarla en el interior. Al cruzar las puertas fue recibida por el famoso comandante Erwin Smith, un hombre calculador y que posiblemente en Linazin hubiese sido un excelente guerrero.

—Muchas gracias por aceptar venir, doctora —dijo Erwin cortésmente.

—¿Dónde está el muchacho? —inquirió sin mayores ceremonias, Agatha. Al parecer nadie esperaba menos.

—Por aquí —anunció Erwin, guiándola luego de —con un gesto— despedir a sus subordinados.

—Mientras llegamos, ¿puede decirme de qué adolece el enfermo? —solicitó Agatha mirando la espalda de Erwin.

—Sufre de fiebre… —replicó sin titubeo el rubio, sin girarse a encararla y siguiendo su camino escaleras arriba. Agatha frunció el entrecejo—. Una fiebre que nunca habíamos visto.

¿A qué se refería este hombre?

Al llegar al pasillo repleto de habitaciones, Agatha apresuró el paso para ir al lado del alto hombre. Tenía un presentimiento de que tendría una revelación. Una revelación que tendría que ver con su misión. Desde hace tiempo se había dedicado en buscar al hijo perdido, pero fallando en su misión; terminando en el norte de las murallas siendo una doctora. Así como ella, muchos hombres y mujeres se encontraban buscando ese hijo perdido, pues debía ser llevado a su colonia para evitar que se contaminara con las ideologías de las murallas. Hasta ahora nadie había sospechado de todos los infiltrados que estaban esparcidos dentro.

A unos metros Agatha reconoció dos figuras, al chico que había sufrido de una fractura —con sus muletas de madera sosteniéndolo— y la chica asiática que había pedido por ayuda aquella fría noche. Ambos jóvenes se giraron para mirarla y ella notó cómo el chico rubio (¿Armin?) se tensó y sus ojos mostraron miedo por breves segundos al mirar al comandante. Detrás de ellos se encontraba una mujer alta de cabellos cafés y que usaba lentes rectangulares. Se veía preocupada y que su cerebro no podía procesar del todo algo.

—Hanji —llamó el comandante—, ¿cómo sigue?

La aludida miró a su superior y luego a Agatha. Su entrecejo se frunció cuando sus ojos se posaron en la puerta que había a su derecha.

—He comprobado que, sin Levi, empeora —anunció Hanji—. No hay una explicación y ya el enano nos dijo que…

Un gesto de Erwin, que Agatha no pudo ver, mandó a callar a Hanji.

—Hanji, esta es la doctora Agatha —presentó Erwin. La mencionada le sonrió y le agradeció por ir.

—¿Quién es el enfermo? —preguntó la anciana.

—Uh… es Eren, está cruzando la puerta —respondió Hanji, señalando con su mano la puerta.

—Bien. —La anciana apretó el mango de su maletín y se acercó a la entrada.

Un latido frenético en su pecho por poco y la hizo dudar de girar el picaporte.

 

 

 

 

Al otro lado vio a un hombre de complexión delgada, cabellos negros y presencia fuerte, sentado a un costado del mismo chico inconsciente que recibió junto con los otros. Eren, habían dicho que se llamaba. Cuando cerró la puerta el hombre de piel pálida se viró para mirarla con sus ojos grises y que reflejaban preocupación y confusión.

—Debe ser la doctora que atendió a Armin —habló tranquilo el hombre, viendo cómo la anciana terminaba de acercarse y pasaba sus cansados ojos de mirarlo a él a Eren.

—Sí —replicó en tono calmado la mujer—, me dijeron que este chiquillo sufre de fiebre. —Levi asintió y se puso de pie, haciéndose a un lado para que ella pudiera acercarse a Eren—. ¿No le han colocado compresas de agua fría? Es lo normal para tratar la fiebre. —Llevó una de sus arrugadas manos a la frente del chico quien se removió y giró su cabeza, rechazando su tacto. Agatha se sorprendió de la cantidad de sudor que emanaba el chico y el calor que desprendía. Con confusión se giró a ver a Levi.

—El agua le genera quemaduras —reveló Levi, observando cómo el rostro de la mujer se transformaba en una mueca de molestia.

—Eso no es gracioso, jovencito.

—¿Me ve riendo?

La tensión en el ambiente se tornó pesada y al parecer ninguno cedía en esa guerra de miradas que se había desatado.

—Necesito que se retire para poder auscultar al chiquillo…

—No puedo —sentenció Levi.

La anciana se irguió.

—Mire, jovencito, soy doctora y necesito revisar a este paciente a solas. No le haré nada, si eso lo inquieta.

—Confío que no le hará nada, pero si abandono la habitación él empeorará —confesó Levi—. Así que, haga lo que tenga que hacer… en mi presencia.

Agatha respiró hondo, sus orificios nasales expandiéndose un poco por la molestia que comenzó a recorrerle por tal insolencia. Había escuchado lo mismo con Hanji, pero en su mente nada tenía sentido…

—¿Qué tiene que ver que usted esté o no? —inquirió ella casi en un murmullo.

Levi la miró fijamente, casi estudiándola y diseccionándola. Ella pudo percibir la renuencia a retirarse, casi una sensación de protección y posesividad. Sus ojos grises miraron a un sudoroso Eren y ahí pudo notar un sentimiento de desesperación. Agatha se cuestionó la relación que tenía este hombre de baja estatura con el niño. No obstante, Levi, sin decir nada caminó a paso lento a la puerta y salió. Unos segundos hubo silencio, sin embargo, la respiración de Eren se volvió errática, quejidos emergieron de su garganta y comenzó a removerse. Vapor… vapor salía de sus poros y eso alertó a Agatha, quien dio unos pasos atrás para ver cómo el joven emitía gemidos agonizantes y sus ojos se entreabrían, dejando escapar lágrimas de sufrimiento.

No… Él…

Esto lo había visto antes. Pero… imposible, si esto era lo que ella creía entonces...

—¿Qué hiciste, pequeño? —Lágrimas surcaron sus ojos. Escuchar sus gemidos lastimeros la hicieron darse cuenta de que esto era real, que el joven castaño se había corrompido. No había cura en las murallas que pudiera salvarlo, sería consumido por el rechazo. Debía llevárselo y…

Esperen, ¿no dijo el otro que si salía esto pasarían? Agatha se giró hacia la puerta cerrada recordando la mirada afilada del hombre de cabellos negros. ¿Será que…?

Cuando regresó la mirada a Eren pudo atar cabos.

—¿Te imprimiste?

 

 

 

Levi escuchaba los gemidos de Eren, teniendo un deseo de abrir esa maldita puerta y asesinar a esa anciana, pero se contuvo contra todo pronóstico. Junto a él estaban Erwin, Hanji, Armin y Mikasa. Todos preocupados y esperando a que saliera la doctora a decirles algo, cualquier cosa; lo que más deseaban escuchar era que Eren estaría bien y que no era nada grave.

Un pensamiento demasiado optimista, a decir verdad.

Pero, casi como si hubiese leído sus mentes, la anciana abrió la puerta. Sus ojos mostraban determinación a pesar de las lágrimas que había derramado.

¿Por qué había llorado?

—¿Doctora? —murmuró Armin.

—¿Podrían permitirme mandarle un mensaje a mi hija Eleonor? —preguntó ella—. Necesito que me mande los medicamentos para esta… fiebre.

Hanji anunció que iría por papel y tinta, dejando al grupo atrás.

—¿Eren estará bien? ¿No es algo grave? —cuestionó al borde de la desesperación, Mikasa.

—Con los medicamentos que solicite a Eleonor, se recuperará. Tardará un poco, pero… estará bien.

La anciana sonrió a ella y después a Levi, a quien le extendió la mano. El azabache juntó sus cejas en una expresión confundida.

—Necesito que entres, muchacho. Sólo él. —Ante esto el resto la miraron sorprendidos, pero no objetaron.

Levi miró a la anciana ahora incrédulo. Primero lo saca de la habitación y segundos después le pide entrar… ¿y hasta le sonríe? Sin embargo, no quería escuchar más los quejidos de Eren, el desespero lo consumía a cada segundo. Sin más se encaminó hasta la mujer sin tomar su mano. Ella se hizo a un lado y cuando estuvo completamente dentro cerró la puerta. Levi, sin dudarlo, caminó hasta donde Eren y tomó una de las manos del menor. Lo llamó y le murmuró unas palabras para tranquilizarlo, logrando que el vapor aminorara y el muchacho volviera a estabilizarse.

—Si quieres calmarlo mejor lleva tu mano aquí —sugirió Agatha, tomando la mano de Levi y colocándola sobre el pecho de Eren, quien cambió su expresión de dolor a una de paz. Esto tomó por sorpresa al azabache, quien se giró a mirar a la mujer que parecía estar teniendo una lucha interna.

—¿Cómo…?

—Está pasando por un rechazo —confesó ella—. Esto… esto es común de donde vengo, hijo. Y si no es tratado a tiempo puede matarlo. Altas temperaturas en su cuerpo atrofiarían extremidades u órganos, ni se diga que también afecte su rendimiento y… a ti.

Levi intentaba procesar todo tan rápido como la mujer hablaba. Le sucedió lo mismo cuando Erwin y Hanji lo interrogaron. No había pasado más allá de un día y medio cuando ocurrió lo de Eren. Ni siquiera había logrado comer, sus nervios estaban a tope y el siquiera abandonar al castaño por breves instantes lo ponía al límite. Al parecer su cuerpo mismo se privó de sus necesidades, incluyendo el sueño. Sus tres horas de descanso las había sacrificado para mantener un ojo en Eren. Y ahora venía esta mujer a decirle más cosas que su cerebro entendía, pero no lograba hilar con lo que estaba pasando.

Estaba por darle un dolor de cabeza.

—¿Yo?

—¿Qué relación tienes con él? —curioseó la mujer.

—Él es mi responsabilidad —replicó Levi sin más, ganándose una sonrisa de oreja a oreja.

—Respuesta digna de ti linaje —murmuró la anciana—. Aunque hay unas cosas que hay que corroborar.

Levi estaba por preguntarle qué mierdas estaba hablando cuando entró Hanji con papel y tinta. Agatha los tomó y, apoyándose en su regazo escribió rápidamente su recado a Eleonor. Cuando terminó, le entregó el papel doblado a Hanji quien salió de la habitación. Nuevamente solos y Levi con la pregunta en la punta de su lengua. ¿A qué se refería con linaje? Él se crío en el Distrito Subterráneo, hijo de una prostituta que murió cuando él aún no podía valerse por sí mismo terminando en manos de un hombre que lo entrenó para sobrevivir y abandonarlo años después. Desconocía su apellido y consideraba que así era mejor. Tener un apellido te ataba a una familia (o un linaje), y eso era raro en el Subterráneo; además de considerarlo una carga. Nunca se molestó en buscar quien fue su padre ni cómo se apellidaba su madre, porque su vida era más importante que mierdas así.

Lo que alguna vez pudo tratarse de un atisbo de curiosidad sobre su pasado, murió el día que ese hombre lo abandonó. ¿Qué más daba saber sobre tu familia? ¿Cambiaría su forma de vivir? ¿Lo sacaría de aquel infierno? Ciertamente no, por tanto, se olvidó de esa duda, se olvidó de su pasado, enterrándolo poco a poco hasta que conoció a Erwin. Un hombre que odió al principio y después se volvió alguien digno de su respeto; quien lo llevó fuera de las murallas y aunque sufrió pérdidas importantes, Levi no se arrepentía de las decisiones que tomó por más que estas dolieran y lo atormentaran todas las noches.

No obstante, algo inesperado sucedió en su vida hace poco: conoció a Eren. Un mocoso que, sin saberlo, comenzó a adentrarse en Levi, irritándolo. Era un fastidio pensar en Eren, saber que esos ojos esmeralda tan vivaces podían tornarse los de un demonio, de un monstruo libre de toda atadura y que eso le fascinara. Todo se volvió más denso de procesar cuando fueron separados una semana entera, la ansiedad lo consumió noches enteras, la preocupación del bienestar del menor le impedía comer apropiadamente.

Algo que no podía negar era el hecho de que sentía tranquilidad cuando Eren estaba a su alrededor, cuando lo veía realizando las tareas que le designaba, cuando escuchaba su voz y sabía que estaba vivo. Una sensación extraña, pero reconfortante. Sin embargo, ahora… con Eren en este estado tan crucial, tan desconocido y que al parecer la doctora sabía qué era, lo estaba llevando al borde de la cordura. Ni se diga el hecho de que involuntariamente reaccionaba al estado del chiquillo, teniendo atenciones que hace años no practicaba… cuidar, proteger.

Por mucho tiempo tuvo el título del “Hombre más fuerte de la humanidad”, siempre alabado por la gente, admirado por niños como Eren… Pero sólo era un hombre, uno como todos que poseía habilidades formidables, mas no quería decir que no sufriera, que no sintiera el peso de las muertes de sus compañeros. Luego de tantas expediciones fallidas y que fuera de los pocos que regresaran con vida, se convenció que debía aferrarse a ese título dado por otros, a cumplir con su deber, a intentar liberar a la humanidad…

Aunque por dentro se fuera desquebrajando.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó la mujer, sacándolo de sus pensamientos. Por el rabillo de sus ojos miró a la mujer y susurró su respuesta—. ¿No tienes apellido?

—Es mejor así —sentenció Levi, deseando que la anciana no insistiera.

Y gracias a los cielos no dijo más nada la mujer por varios minutos. La respiración de Eren calmaron los nervios de Levi, quien alejó su palma del pecho ajeno y sostuvo su mano en su lugar.

—Es muy importante para ti, ¿cierto, Levi?

El azabache no replicó, no queriendo hablar más, el cansancio acumulado estaba haciéndose presente. Deseaba cerrar sus ojos por unos instantes.

Agatha sonrió enternecida, viendo a Levi sosteniendo la mano de Eren, el hijo perdido. Su líder se pondría feliz al enterarse que había encontrado a su hijo, aunque quizás no estaría contento del todo al saber que se había corrompido. Ella se preguntaba qué había hecho el chiquillo para estar en este punto. Los rechazos habían disminuido desde que se dividieron las nueve familias portadoras en la colonia y se designaron qué titanes serían su emblema. Debía contactar a Reiner, Bertholdt y Annie, con quienes había perdido contacto desde que se les asignó misiones a los grupos de búsqueda en Linazin.

Sin embargo, algo sorprendente es que Eren al parecer se había imprimido de Levi y eso la aliviaba. Eso haría más fácil la extracción.

—Por fin volveré a casa —murmuró Agatha con ojos acuosos—, esta mujer vieja logró cumplir su misión —dijo con voz entrecortada, no siendo escuchada pues tanto Eren como Levi yacían dormidos.

Notas finales:

WASSSSSSSUP!!!


Ali volvió con otro cap luego de miles de releídas porque no me convencía del todo. PERO es fundamental en varias cosas.


Quiero volver a aclarar que, aunque haya palabras o conceptos que hayan leído en Omegaverse, NO aplica en esta historia. Hasta la fecha será difícil no mencionar personajes del manga, pero todo sobre los titanes, su creación y demás información (incluyendo de las murallas), es sacada de mi cabecita loca :'D 


Ciertamente habrán muchas dudas but don't worry! Todas serán respondidas paulatinamente. Por ahora, hay que disfrutar que Levi está con Eren y están teniendo un lazo interesante :'3


Espero les haya gustado este cap TuT


Los quiero chiquis! muak!


AliPon fuera~*~*


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