Capítulo IV
Ríndete ante mí
En la oficina de Erwin se encontraba el Comandante, observando nuevamente el expediente de Eren Jaeger. Ese chico era algo inusual, nadie más (dentro de su saber) se podía convertir en un titán, y eso podría servir para la próxima expedición para recuperar la muralla María. Suspiró cansino mientras se presionaba el puente de la nariz. Debía de ocurrir un milagro para que se pudiera obtener la custodia de Eren con facilidad.
–Será más difícil de lo que pensé.
Levi yacía pensativo en su habitación, viendo a través de la ventana la luna. Al día siguiente sería el juicio y tendrían que jugarse todas sus cartas para obtener a Eren y cumplir con la orden que le había dado Erwin tiempo atrás: cuidar de Eren. Ese muchachito que le había llamado la atención sin más. Sus palabras y reacciones las recordaba sin dificultad alguna.
Suspiró dubitativo –Espero no cause problemas ese mocoso.
“Levi supervisará a Eren Jaeger hasta el próximo juicio, cuando la expedición haya terminado.”
Fueron las palabras dictadas por el juez, después de que Eren recibiera un paliza frente a toda la gente. Erwin sonrió para sus adentros, agradeciendo a Levi en silencio. Ese enano había hecho una buena impresión frente al juez, logrando que por fin obtuviera la custodia.
En una habitación aparte, se encontraban Hanji, Erwin, Mike, Levi y Eren; quien estaba siendo tratado por la ‘loca de los titanes’. Ciertamente, en medio del juicio, anhelaba que la Legión de Reconocimiento ganara; aunque nunca pensó de qué forma lo haría. Sus amigos, Mikasa y Armin, habían ido a defenderle (en sí Mikasa); aunque se llevó una gran sorpresa al enterarse de que quiso herirla. Cuando le volviera a ver, le pediría perdón por ello.
–Eso fue horrible. –Escuchó a Hanji decir, mientras le quitaba los restos de sangre y tierra de su rostro. –Te duele ¿verdad?
–Un poco. –Dijo con dificultad mientras posaba su mano en la mejilla herida. “En verdad que es fuerte” pensó Eren, viendo de reojo al Capitán que se encontraba recargado en la pared viéndole fijamente. Ese mocoso, soportó su ‘escarmiento’ y sintió que-tal como había comentado Erwin-ese niño era especial. Vaya cosa. Tal vez, mientras esté ‘supervisándole’, se divierta un poco.
–Entonces, ¿cómo te duele?
–¿Eh? –No había entendido del todo aquella pregunta de parte de Zoe.
–Perdona por eso –interrumpió Erwin viendo de reojo a Levi –, pero fue la única manera de obtener tu custodia. –Se acercó al chico, acuclillándose ante él.
–Descuide, lo entiendo. –El temblor en su voz no pasó desapercibido por ciertos orbes grisáceos.
–En ese caso…–el Comandante extendió su mano –te doy la bienvenida a las Tropas de Exploración. –Los ojos de Eren se iluminaron y sin chistar estrechó la mano del Comandante. Su sueño por fin se estaba volviendo realidad.
Aquella actitud molestó a cierto pelinegro que, por querer tener atención del mocoso, se acercó. Sentándose en el sillón donde estaba el castaño, y preguntándole de forma amable –Eren. ¿Me odias?
–No…entiendo que fue algo necesario. –El temor del menor le molestó ¿qué acaso no podía actuar normal como había ocurrido con Erwin? “Tch, ahora resulta que soy el malo.” pensó de forma sarcástica.
–En ese caso, está bien. –Respondió, ocultando su molestia.
–Aunque te pudiste haber contenido. –Reclamó Hanji al Capitán. –Mira lo que hiciste. –Le mostró una muela de Eren, que había salido disparada por tremenda patada en su mejilla.
–Aleja eso de mí, es asqueroso.
–Es una muestra valiosa. –Los ojos destellantes de Hanji, molestaron a Levi. Ésa cuatro ojos a veces era desesperante y en aquel instante, lo era aún más.
–Eren, ¿crees que fue mejor ser disecado por ella? –Preguntó Levi, más que nada para molestar a Hanji.
–Yo no voy a disecarlo, lo voy a estudiar. –Se defendió la científica. –Oye Eren, ¿puedes abrir tu boca? –El menor, inseguro, abrió su boca dejando perpleja a la mujer. –Ha…crecido. El diente ha crecido de nuevo. –Concluyó la fémina, dejando con sorpresa a todos los presentes.
En verdad es una joya.
–¡Oye, Eren! No sacudas las mantas, que sacas todo el polvo. –Una semana había transcurrido desde el juicio y Eren trabajaba más que nunca para complacer a Levi, la persona encargada de él.
–S-sí, señor. –Siempre le pasaba lo mismo, siempre había algo que hacía mal o que no salía como el capitán le solicitaba. Eso le hacía rabiar y sentirse avergonzado de sí mismo, por no poder realizar algo tan simple. “Eres un idiota, Eren” se reprendía por enésima vez en lo que llevaba del día.
Ciertamente, no estaba acostumbrado a las labores ‘domésticas’ o como fuera que se llamaran esas cosas. Aún seguía sin poderse creer que era, relativamente, libre. Pero, ¿qué había sido de Mikasa? ¿De Armin? ¿De Jean? ¿De todos los demás? De ello no tenía ni la más mínima idea. –¡Mocoso! ¡Deja de estar como idiota y sigue con tu tarea! –La voz de Levi no dejaba de darle pequeños ataques cardíacos; después de todo, no le había sido fácil actuar normal después de aquella paliza de los mil demonios.
–No pensé que sería difícil. –Murmuró para sí el menor, tendiendo por enésima vez la cama de aquella habitación. Había sido duro, para él, adaptarse al nuevo entrenamiento y deberes que le ordenaba Levi. Ese hombre que imponía con tan solo mirarte. Un estremecimiento recorrió su espina y su piel se erizó. “En verdad da miedo.”
Para el menor, estar a solas con el Capitán, le daba nervios. Pensaba que si decía algo fuera de lugar, sería reprendido con otra golpiza o con trabajos forzados. –¡Oye! –La voz del mayor le sorprendió, provocando que dejara caer un jarrón. –¡Fíjate, mocoso!
–Lo lamento. –Exclamó Eren, quien comenzó a levantar los pedazos con rapidez y nerviosismo. Tener la penetrante mirada del mayor sobre sí, le ponía ansioso y torpe. Constantemente se preguntaba si algún día podría llevarse bien con el otro. Se sentía extraño al estar con él, al tener su atención, al ser el causante de que ese ceño se frunciera una y otra vez. –¡Auch! –Un pedazo de porcelana había sido el culpable de una herida en su índice.
–Tch, eres un despistado de lo peor. –De pronto, Eren, sintió como su dedo sangrante era limpiado por el mayor con un pañuelo.
–Capitán.
–¡Cállate! –Ordenó el mayor, cubriendo con su pañuelo, el dedo herido. –La próxima vez, se más cuidadoso. –Aquellas palabras sorprendieron a Eren; había sentido que fue una reprenda… ¿cariñosa? Sus orbes se cruzaron con las ajenas, sintiendo su ser siendo invadido y desnudado por los del mayor quien después desvió la mirada, poniéndose de pie y anunciando –Dentro de poco será la cena. No quiero que llegues al comedor, a menos que todo esto –señaló el lugar –esté impecable. –Con eso último se fue, dejando a un cadete sorprendido en el suelo.
¿Qué había sido eso?
Jean se encontraba en los dormitorios, sentado frente a la ventana. Por fin les habían dado un descanso y como no tenía ganas de siquiera salir con sus amigos, se quedó en los dormitorios.
–Jean. –Escuchó su nombre, y de inmediato se giró para ver a Reiner caminar hasta él.
–Oh, hola Reiner. –Respondió desganado, siendo captado esto al instante.
–¿Qué sucede? Has estado así desde que Mikasa regresó del juicio. ¿Qué te afectó que a Eren se lo llevaran con la Legión de Reconocimiento?–El rubio corpulento pasó una mano por el hombro contrario, siendo retirado al instante. –¡Hey!
Sin decir más, el castaño se fue del lugar. Ése tipo había fastidiado su pequeño momento a solas. No negaría que estaba dándole vueltas a lo de Eren. No sabía a ciencia a cierta porqué lo tenía en mente casi todo el tiempo. Para él, Eren no era más que “el idiota suicida”. Recordaba aquellas ocasiones en que terminaban discutiendo de la nada, o que la necedad del castaño le sacara de quicio. Se preguntaba si estaría bien con aquellos soldados de la Legión de Reconocimiento, después de aquel ‘interrogatorio’ con Erwin y Levi, quedaba claro que nunca se uniría a dicha Legión. Suficiente había tenido en aquella ocasión, no la reviviría otra vez.
Estúpido, idiota.
–Armin, ¿estará bien? –La chica asiática se encontraba cargando unas cajas de comida que habían recibido y que le ordenaron descargar junto con Armin.
–Mikasa –resopló cansino el rubio –, has estado preguntando toda la semana lo mismo. –Ya se estaba cansando de aquella actitud posesiva o egoísta, ni siquiera sabía cómo definir su actuar.
–Pero, es que…
–¡Ya! –el grito de Armin espabiló a Mikasa, quien le miró expectante. –¡Mikasa, solo déjalo! Y enfócate en terminar de descargar esto. –En verdad había llegado a su límite. Tal vez fue rudo, pero solo así (tal vez) la chica entendería, o al menos eso esperaba.
Pasaron los minutos, y al fin habían terminado de descargar aquellas cajas. Estaban sudorosos y sedientos, más el rubio que la pelinegra. En silencio tomaron agua mientras estaban sentados en el suelo, viendo la nada. Extrañaban a Eren y querían saber de él, pero, por más que lo deseara, no sabrían de él. Aquello afligía a Mikasa de sobremanera.
En la cabeza de Armin, se repetía una y otra vez, el interrogatorio que tuvo con el Comandante y Capitán. Al momento de toparse con los ojos calculadores de Erwin, pudo sentir un estremecimiento en su cuerpo. Algo en aquel hombre, no le gustaba y tenía el pendiente de si le haría algo a su amigo Eren. Solo les quedaba esperar, aunque aquella espera les doliera.
¿Por qué tuvieron que llevarte?