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¿Dónde están tus alas? por Ali-Pon

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Notas del capitulo:

¡Hola! Tiempo sin pasar por aquí verdad? :C Lamento eso pero ya les traigo la actu ^^/

Nos leemos al final ok?

Capítulo VIII

¿Qué pasa?

Durante la noche, Armin estuvo vigilando que nadie extraño se acercara al pequeño campamento improvisado que habían hecho. Afortunadamente nada ocurrió en toda su velada, y aunque Eren había querido ser el vigía fue mandado a dormir; cosa que no pudo hacer. Por más que quería cerrar sus ojos, no podía. La imagen de tres sombras rodearle y que esté atado y amordazado, le inquietó demasiado. Sin embargo, no demostró haber tenido alguna pesadilla actuando de forma normal.

                Mikasa se había percatado de las ojeras –que se volvieron a marcar – que portaba Eren. Deseaba preguntarle, no obstante, recordar cómo le había tratado últimamente, le disminuyeron los ánimos de querer saber.  Jean, por otra parte, en su cabeza rodaba la idea de ser un buen líder. Él en verdad deseaba ser reconocido por sus superiores, y aquella misión la estaba tomando muy en serio. Sin embargo, el recuerdo de que Eren se encontraba ahí, le hacía dudar de si en verdad lograría tomar las mejores decisiones para no poner en riesgo a los demás. Eren le llegaba a descolocar y muchas veces se llegó a golpear mentalmente por pensar tanto en aquel suicida.

                Siguieron andando por el camino ya trazado, yendo a todo galope para recorrer mayor distancia y llegar en menor tiempo al lugar que les habían dicho. Se detenían a descansar por escasos minutos, para recobrar fuerzas y volver al camino. Armin se mantenía alerta, al igual que los demás, debían ser cuidadosos; y más si estaban solos, sin la protección de los veteranos.

                –¡Descansaremos aquí! –ordenó Jean.

                De inmediato todos detuvieron a sus caballos para evaluar el lugar en el que pasarían la noche. Para Eren fue una noche más en vela, a pesar de que –en esta ocasión – Jean estuviera de vigía. Cada vez que cerraba sus ojos, la misma pesadilla le atormentaba; con fuerza se aferraba al pañuelo, tratando de disipar sus miedos.

                Que no se vuelva realidad. Pensó Eren con falsas esperanzas.

 

                –¡Sargento! –exclamó Petra con miedo en sus facciones.

                –¡¿Qué?! –respondió Levi.

                –¡Aléjese de ahí se va a….!

                Y en aquel instante una cascada de lodo empapó al Capitán que, tras verse completamente sucio, comenzó a lanzar insultos a cuanta cosa se atravesara en su camino. Petra se sintió culpable y sus demás compañeros, estuvieron por soltar la carcajada hasta que vieron la mirada fúrica de su superior.

                Habían estado andando por el espeso bosque siguiendo la ruta que les había señalado Hanji. En medio de su camino, entre tantos troncos atravesados, maleza espesa y demás irregularidades, no contaban con que las pequeñas cascadas que se habían formado a causa de una ligera lluvia durante la mañana, fueran a sorprenderlos.

                Levi, completamente cabreado, dio la orden de que buscaran un río cercano con el pretexto de que le darían a beber a los caballos. Gunter y Erd fueron a buscar el dichoso río mientras Petras trataba de ayudar a su Capitán. En verdad que era el colmo en su día; Levi no había podido pegar un ojo a causa de que no tenía cerca al niñato titán-humano. Se había acostumbrado a saber qué ocurría con él, qué hacía y qué no hacía…pero ahora no tenía ni una idea de qué estaba pasando con aquel joven de orbes esmeraldas.

                – ¡Mierda! –exclamó con fiereza, asustando a Petra, quien le trataba de limpiar con su capa, su rostro y un poco de cabello.

                –Capitán, por favor…

                –Déjame en paz –sentenció con molestia Levi.

                Petra, sin decir nada sino mirando con pena a su jefe, se alejó de ahí. No tardaron en llegar Gunter y Erd con noticias de un río cristalino que había a unos cuantos metros de donde estaban. Levi, sin chistar, ordenó que fueran ahí todos. Sus soldados acataron aquella orden en silencio, hasta que llegaron al dichoso riachuelo. El Capitán les dejó descansar mientras se apartaba de ellos, con muda de ropa en la silla de su caballo. Caminó unos pasos hasta que halló el lugar idóneo para asearse. Se desvistió con gesto de asco al ver que el maldito lodo le había llegado hasta los calzoncillos.

                Se dejó envolver por el agua cristalina, permitiendo que esta le quitara la suciedad. Lo frío del agua le sentó de maravilla, logrando relajarle. Cuando se sintió completamente limpio, tomó una capa extra con la que se secó, después se comenzó a vestir. Estaba poniéndose la camisa cuando llegó Petra completamente presurosa.

                – ¡Capitán…! –había gritado la pelirroja antes de sonrojarse por ver el torso desnudo de su superior. – ¡L-lo lamento, señor!

                Levi, le miró sin expresión en su rostro, notando el nerviosismo con que su subordinada se iba tras un árbol. Resopló cansino mientras abrochaba el último botón de su camisa y proseguía a ponerse su pañoleta y su chaleco junto con su capa. Las ropas sucias las guardó en un pequeño bolso, que ató a una parte de la silla de su caballo. Tomó la rienda de su corcel andando con parsimonia por el pequeño camino rocoso hasta que se encontró a un costado de la avergonzada Petra, que se encontraba cabizbaja y completamente roja. Levi le miró fijamente por unos instantes, notando que ella estaba completamente nerviosa.

                – ¿Qué pasó, Petra? –habló suave y frío Levi, sorprendiendo a la pelirroja que alzó su rostro sonrojado para ver a su superior y al instante desviar la mirada.

                –Amm…pasa que pronto oscurecerá señor, y no hemos encontrado un lugar dónde pasar la noche –explicó casi en susurró Petra. –Como tardó en…volver, pensamos que le había ocurrido algo y le estuvimos buscando…

                –De acuerdo –respondió Levi viendo la puesta del sol por sobre los árboles –, debemos de buscar a los otros –montó a su caballo negro – antes de que anochezca. Andando, Petra.

                La chica respondió con un débil “Sí” mientras montaba su caballo y seguía a su Capitán. Seguía sintiendo su sonrojo y la imagen del torso de su Capitán le comenzaba a atormentar. Sacudió su cabeza con frenesí para controlar aquellos impulsos que le pedían más. Pronto encontraron a los demás y, después de andar por una media hora, Levi localizó una pequeña cueva. Ordenó que instalaran el campamento y cuando terminaron, Levi decidió ser el vigía, permitiendo que los demás descansaran.

                La fogata permaneció encendida por un par de horas, hasta que todos se hallaban dormidos; exceptuando Petra y Levi. La pelirroja miraba a su Capitán de forma discreta. Le miraba su perfil perfecto, sus ojos grises cual acero perdidos en la oscuridad que contemplaban embelesados, su tez pálida que era iluminada por la luz de la luna. Rápidamente, Petra, se imaginó a su Capitán mirarle, acercarse a ella y darle un pequeño roce en los labios; pero la culpa llegó y toda aquella ensoñación se esfumó. Ella era consciente de que Levi era su superior y como tal, no podía enamorarse de él ni él de ella. Sumando que él parecía no tener sentimientos, pues siempre mostraba un rostro inexpresivo y frío. Sus ojos caramelo comenzaron a humedecerse, causándole sorpresa hasta que comprendió la razón de su llorar: lo que ella estaba empezando a sentir, no le sería bueno.

                Por otra parte, Levi sabía que estaba siendo observado por Petra, pero pretendía ser ignorante ante tal hecho. Su mirada recorría todo su rededor, buscando algún indicio de que otros estaban tras ellos o que les acechaban en la oscuridad. Suspiró mientras recargaba su cabeza en la pared de roca, su mente le trajo aquellos recuerdos en los que unos bellos ojos esmeraldas le miraban fijamente. Aquellos ojos que desbordaban emociones joviales que parecían haberle hipnotizado sin querer. Él se sentía estúpido al percatarse de lo mucho que empezaba a pensar en Eren, en aquel niñato que, al no tenerlo cerca, sus ansias e insomnios estaban volviéndose algo cotidiano y molesto.

                Para Levi, aquella noche se le hizo lenta y sumamente fría…mucho más fría que cualquier otra.

 

                Ya era de madrugada cuando Eren y sus amigos estaban cabalgando, pasando por un pequeño pueblo que apenas mostraba signos de vida por aquellas horas. La brisa helada congelaba sus mejillas y manos, al punto de ya no sentirlas. Jean había ordenado el comenzar la cabalgata, ya que unos ruidos inquietantes le habían hecho ponerse alerta. Sus nervios se encresparon cuando escuchó con claridad el galope de unos caballos. Sin detenerse a si quiera esperar a que el sol despertara, levantó a sus compañeros. Eren se paró de un salto y fue el primero en montar su caballo.

                – ¡Jean! –gritó con desespero Armin, queriendo detener al castaño. Habían llegado al inicio de una zona boscosa demasiado espesa y aquello le dio mala espina. – ¡Jean! –gritó con mayor fuerza, pero volvió a ser ignorado. Eren al percatarse de aquello, frunció el entrecejo y forzó a que su caballo galopara con mayor velocidad hasta que rebasó al de Jean, y plantándose en frente logró detener a un cegado castaño.

                –¡Estúpido, te está hablando Armin! –reclamó Eren viendo a los ojos a Jean, quien frunció su entrecejo y miró al rubio de reojo. – ¿Cuál es tú problema? –cuestionó Eren más calmo.

                Jean desvió la mirada, en signo de que no quería decir nada. Armin y Mikasa intercambiaron miradas al ver aquella actitud del castaño claro. Eren mantuvo su mirada sobre el cuerpo de aquel a quien tanto le jodía ver, esperando alguna respuesta o algún indicio que le dijera lo que le ocurría a Jean; pero nada. Ni una sola palabra en varios minutos; los mismos que el sol tardó en tocar la punta de los enormes pinos que habían a su alrededor.

                Eren, al ver que el otro se negaba a abrir la boca, se bajó de un salto de su caballo, caminó hasta donde Jean estaba y con fuerza le tomó de las ropas y le tiró al suelo. Mikasa y Armin se sorprendieron por tal acción, petrificándose al ver cómo Eren le propinaba una patada en el estómago a Jean.

                –Escúchame bien, idiota. Hasta ahora he dejado que nos guíes y que nos ordenes, porque sé que eres bueno haciéndolo –reconoció Eren viendo como Jean comenzaba a levantarse, congelándose por lo que había dicho. –Pero hay algo que no te pasaré por alto –dijo entre dientes –que los lleves a una muerte segura; eso jamás te lo permitiré. Así que levántate y dinos porqué nos ordenaste cabalgar tan de madrugada.

                Jean le miró por sobre su hombro sabiendo que había actuado de forma instintiva, sin siquiera dar razón a sus órdenes. Asintió con su cabeza mientras se ponía lentamente de pie, aferrándose a su estómago que le dolía por tremenda patada que había recibido. Miró a Eren, clavando su mirar en aquellos orbes de hermoso color.

                –Sé que alguien o algunos nos están siguiendo; ayer en la noche escuché el galope de caballos en la lejanía –informó serio Jean. –Por ahora hemos recorrido una larga distancia, que tal vez nos haya permitido dejarles muy atrás pero…

                –Jean –interrumpió Armin –nos has traído a un bosque.

                El aludido abrió sus ojos al comprender el error que había cometido. ¿Cómo pudo ser tan estúpido y no fijarse en ese pequeño detalle? Eren al comprender las palabras de Armin, quiso abalanzarse sobre Jean para romperle la cara, pero se contuvo al escuchar un sonido característico. Equipo Tridimensional…nos están siguiendo de verdad.

                –No es tiempo de entrar en pánico –habló Mikasa con su característico tono autoritario. –Jean, debemos salir de este lugar, ahora.

                Jean y Eren montaron rápidamente sus caballos forzándoles a galopar en medio de aquel espeso bosque que, para mala fortuna de nuestros soldados novatos, comenzaba a tener neblina, con ello se denotaba que ya estaban por llegar al norte de la Muralla Rose. La adrenalina corría por sus venas, el escuchar el sonido metálico de los cables siendo lanzados y enrollados nuevamente junto con el sonido del gas siendo expulsado; esos sonidos provocaban que los nervios de los jóvenes se encresparan. Sus corazones latían y sus mentes tenían la palabra “Huir” incrustada. No supieron el instante en que fueron alcanzados y rodeados, por tres sombras…las mismas con las que Eren había estado soñando.

                “Eren, cuando te encuentres en una situación riesgosa, haz todo lo posible por que todos escapen…en caso de que no creas posible el escape, entonces recuerda que no quieres perder a nadie.”

                Primera indicación, pensó Eren mientras apretaba con fuerza su puño.

 

                En otro lugar, se encontraban Erwin y Hanji descendiendo por unas escaleras, pertenecientes al castillo de la Legión de Reconocimiento. Erwin era el que iluminaba con una lámpara, guiando a la castaña al lugar dónde guardaban secretos. Aquel lugar que frecuentaban desde que Eren apareció. Las estrechas paredes de piedra, el olor a tierra mojada y el resonar de sus pisadas, era lo que predominaba. Llegaron frente a una puerta de metal, en la cual Erwin insertó una llave dorada, ingresando en aquel lugar desconocido por cualquiera, incluso Levi.

                –Al parecer, por estas horas deben estar en problemas –habló Erwin con seguridad, dejando la lámpara en una pequeña mesa de centro. El lugar estaba iluminado escasamente por aquella lámpara, pero eso no impidió que Erwin localizara unos archivos importantes.

                –Debe ser lo más seguro –respondió Hanji, sentándose en un sillón marrón que había. – En verdad me apena que Eren deba pasar por algo así –comentó con pena la castaña.

                Erwin sonrió de lado mientras hojeaba uno de los tantos archivos que había sacado de un estante de madera. –Es un ‘entrenamiento’ Hanji, ya discutimos sobre eso.

                –Pero eso no quita que pueda causarle un trauma.

                Erwin miró por sobre sus papeles a la chica, que se entretenía con el colguije de Eren. Cerró con lentitud los papeles que tenía en mano. Tenía razón la mujer científica, pero sería una manera de que Eren comenzara a controlar sus poderes. El Comandante sabía que Hanji había aconsejado a Eren para hacer que el adolescente tuviera herramientas para afrontar lo que ya había previsto. En sus manos estaban los expedientes de tres jóvenes del Escuadrón 104: Annie Leonhardt, Bertholdt Fubar y Reiner  Braun. Tres chicos que le parecieron sospechosos al momento en que les interrogó, después de lo ocurrido con Eren.  Algo no había encajado con ellos y lo averiguaría tarde o temprano.

                –Hanji, mañana saldrás al norte de la muralla, tal y como lo planeamos. Yo me quedaré aquí un par de días más –sentenció antes de dejar los archivos en su lugar, no sin antes sacar un papel del interior de cada uno de ellos.

                –Claro, no te preocupes. Nuestro plan tendrá excito en un 70%

                – ¿Por qué dices eso?

                –Porque ese 30% faltante, recae en las manos de Eren y sus decisiones.

                Los dos superiores se quedaron en silencio; tenían fe en que el menor elegiría la mejor opción…

                Además, tienes a alguien que ruega porque vivas…aunque no lo acepte, pensó la castaña.

Notas finales:

Sé que fue corto pero ya noq uería dejar pasar más tiempo sin actualizar este fic :CC Me estaba sientiendo más culpable cada día que pasaba...Tómenlo como un regalo del 14 de febrero de mi parte ^^ jejeje

Bueno, agradezco que me hayan dejado revs ^^ los respondo ahorita mismo~

Bueno, cuídense vale?

AliPon fuera~*~*


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