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-Casado con el mismo hombre- por Monnyca16

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Notas del capitulo:

A leer..

Capítulo 2

Con ritmo en cada paso que daba, Nicolás fue a picarle al helado de fresa con una cuchara. Recordaba haber comido un vaso por la noche y con un poco de fresas naturales, pero todavía sobraba algo de postre, así que no dudó en incrustar la cuchara y luego metérsela a la boca, acabándose de ese modo poco a poco el enorme bote de nieve. 

Era muy temprano y necesitaba desayunar por su cuenta. Salomón lo esperaba en el jardín y Nico no sabía si agarrar todas las fresas que le sobraron anoche o si llevarse consigo dos manzanas grandes. Al final se llevó las dos cosas: dos enormes manzanas verdes y jugosas y un platón lleno de fresas frescas y recién lavadas. El  poco helado que sobró lo dejó ahí para comérselo más tarde. Y se fue.

Corrió hasta donde su padre se encontraba y se subió al carro. Por suerte esta vez no tuvo que pedirle prestada ropa a Tomás. Nico había dejado dos cambios de ropa antes de mudarse con Oliver y además había salido de compras junto a su papá desde el primer día estando solo. Y aunque no tuviera suficiente, iba guapo. Su estilo seguía marcándose. Ese día vestía unos pantalones bastante ceñidos de color gris oscuro, una camisa a botones color  roja, unos botines negros y una hermosa chaqueta de cuero negro. Estaba comenzando a hacer frío y no era tanto, pero lo mejor era salir con una prenda que lo cubriera.  

Entonces llegaron a la empresa. Salomón se encaminó primero, dirigiendo a su hijo por el camino más largo; antes necesitaba checar que el personal estuviera completo. Al notar que todo estaba en orden, subió al elevador.

–Te compré un teléfono celular, ya está activado y está en mi oficina. Necesitamos estar en contacto y es mejor que lleves uno en tu bolsillo.

Nico sonrió, diciendo que sí. Agarró una manzana que guardaba en su chamarra y se la ofreció a su padre. Ninguno desayunó, y el acto pareció tan tierno, que Salomón inmediatamente la agarró y la mordió. 

Para mayor comodidad Nico llevaba su tazón azul, todas las fresas ahí y una manzana en el centro, como si fuese una especie de pastel frutal. Se miraba infantil en él, pero no le prestó mucha importancia.

Bajaron en el piso adecuado y rápidamente las secretarias abrieron los ojos al ver al hijo del jefe. Lo saludaron de lejos y  poco después volvieron a sus puestos. Salomón hizo espacio para que el pecoso pasara a la oficina y sin pensarlo dos veces buscó el celular que tenía para su hijo. El acto logró que Noah divisara todo el lugar para buscar el retrato, encontrándolo después de rodar los ojos hacia su lado derecho.  Era cierto. La foto estaba ahí y Nicolás se miraba tan feliz en esa fotografía que incluso su propio gesto lo obligó a sonreír.

Jamás se había sentido tan alagado como ahora. Así que condenadamente avergonzado, viró hasta su padre, que usaba dos celulares a la vez. Uno blanco y uno negro. Pero antes de hablar, la puerta de la oficina se abrió, dejando pasar a un alto hombre. Nico conocía ese olor. Lo conocía sin aún verlo a la cara.

 

Era Oliver.

 

Era su esposo. 

 

La atmosfera se sintió pesada al instante. Salomón alzó la cara y antes de hablar, le dedicó una mirada a su hijo y otra a su amigo. Era normal que Yael pasara de esa forma a su oficina, pero lo que nadie sabía era que los casados estarían en un mismo lugar y que eso podía resultar incómodo.

De hecho lo era. Nicolás se sintió incómodo en cuestión de segundos, cuando percibió el olor varonil que su esposo despedía diariamente. Recordaba que todas las malditas mañanas, tardes y noches olía de ese modo. Su aroma era irremplazable e inolvidable, y justo cuando apenas recordó que su esposo lo había dejado solo para resolver sus problemas personales, un odio creció desde su estómago y subió hasta su corazón. Su garganta ardía y su barbilla se mostró apretada y tensa.

Sin haberlo supuesto, Noah sujetó el tazón con una mano y  apretó la otra, formando un puño bestial, que luego  relajó. A pesar de que estaba molesto no quería verse como un total perdedor. Su cuerpo reaccionó al  sentimiento de coraje y evitó que el pequeño pelirrojo se moviera de su lugar.

–No sabía que estabas ocupado –habló el pelinegro.

La piel de Nico se erizó, más no se emocionó. En esa ocasión sentía tanto odio que incluso tuvo que divisar el retrato y luego la pulsera que adornaba su mano para relajarse. Y aunque pareciese un cuento, se calmó. La pulsera lo ayudó a recordar que debía ser seguro aunque Oliver Yael Wolff Rudel estuviera robándose todo su aliento sin ni siquiera tocarlo.

Salomón se acercó a su hijo para evitar que las cosas se pusieran feas, sin embargo, Nicolás se acercó a su escritorio y se recargó, mostrando una faceta nueva y segura. No estaba mintiendo. Lo atraía Oliver, pero estaba bastante seguro que lo aborrecía también. No obstante, no pensaba darle el gusto al grandulón que lo había abandonado, más bien le daría su merecido. Fue totalmente inconsciente su acto, pero logró verse como si la presencia de su esposo fuera insignificante.

 

Logró no sonrojarse ni ponerse nervioso.

 

Logró rechazar a Oliver peor que la primera vez que lo conoció.

 

Oliver ya no existía en su mundo y no importaba cuánto durara su repugnancia por él, en esos momentos lo aborrecía y le daba asco. Y no cambiaría ese sentimiento, no hasta que el tiempo pasara. 

–¿Ya escribiste tu número? No tengo idea de cuál sea –musitó el pequeño, mirando a su padre y luego a ambos teléfonos móviles, ignorando el comentario de Oliver.  Su viejo le entregó el celular color blanco y le señaló el número, diciéndole también que tenía crédito y que esperaba que lo llamara cuando terminara de hacer sus vueltas.

Nico asentó con la cabeza, mostrando una sonrisa sincera cuando tomó su nuevo celular, agarró una fresa del tazón azul y se la metió a la boca, dejándola ahí para usar su mano libre y guardarse el celular en la chaqueta. Sintió la intensa mirada de su marido, pero la ignoró, evitando voltear con él.

Nico ni muerto se iría de esa oficina, no quería verse como un perdedor que huía. Fue por eso que esperó ahí, correctamente erguido y comiendo fruta.

Parecía como si su esposo fuera invisible y eso a Oliver ya no le estaba gustando. Nicolás ni siquiera parecía nervioso por tenerlo ahí. Nicolás simplemente lo estaba ignorando y eso dolía. Dolía demasiado, porque Oliver estaba muy emocionado por compartir una habitación con él. Estaba muriéndose de alegría por verlo tan cerca y oler su perfume. Pero ahora todo estaba tomando otro rumbo y aunque suponía que Nicolás lo rechazaría, nunca pensó que se sintiera tan desagradable. 

El pelirrojo menor se miraba contento, disfrutando de su padre y de sus fresas. Oliver lo veía venir, pero era demasiado para él. Tanto que no soportaba que Nico lo ignorara. Inclusive por los actos de Nico sintió que éste ya no guardaba sentimientos por él. Parecía como si Nicolás hubiese dejado de amar a su esposo. Y eso era muy triste para Oliver. Tan triste que su garganta comenzó a arder; la nostalgia había subido y estaba seguro que si seguía ahí lloraría frente a un mocoso de dieciséis años.    

Salomón no dijo nada más, solamente esperó a que alguien reaccionara. Miró a su amigo y se dio cuenta que éste miraba posesivamente a su hijo. La única diferencia era que Nicolás estaba más interesado en comer que en prestarle atención. Pero la mirada seguía insistiendo, rogando para que Noah ladeara la cara y mirara tan siquiera una vez a su esposo, pero éste en ningún momento volteó. 

 

Oliver abandonó la oficina.

 

Nicolás se metió otra fresa a la boca.

 

Salomón se cruzó de brazos.

 

El padre de Nico también se esperaba algo parecido a lo que estaba ocurriendo. Era obvio que su hijo rechazara de todas las maneras posibles a su amigo, pero lo que nunca se imaginó fue que el que llorara fuera Oliver. Éste había llorado en silencio y Nico ni siquiera se había dado cuenta y si lo hizo, le importó una mierda.

–No sabía que iba a venir –le dijo, buscando poner las cosas en claras.

Nico masticó y asentó con la cabeza, mirando nuevamente el retrato con su foto.

–Iré primero a las clases de Ballet  que Caroline me recomendó, después iré a las de yoga. Están muy cerca y preguntaré cómo puedo incluirme y cada cuándo son, además del costo. Llevo dinero por si acaso, cuando termine el recorrido, te llamaré –le avisó, hablando con calma y enfocándose en sus planes.

Su padre se quedó impactado por la tranquilidad de su hijo, pero prefirió no tocar más el tema y se enfocó en los planes de su hijo.

–¿Irás a comer con Tomás, verdad?

–No lo sé, a lo mejor, es que no sé si por suerte las clases comiencen hoy.

–Bueno, ¿Qué quieres para cenar? ¿Salimos o en casa?

Nico pensó un poco, después sonrió, cubriéndose la boca para que no se le viera la fruta que llenaba su cavidad.

–Mejor vamos a salir, necesito más ropa ¿Salimos de compras por la noche? Prometo no tardarme mucho, además podrías divertirte, ya sabes… quizá encuentres a una mujer guapa y tengas una cita –sonrió coqueto al decirlo.

Le parecía buena idea que su padre comenzara una relación amorosa. Salomón no estaba muy viejo y era guapo…

–¿Quieres que tenga novia?

–Sólo si te enamoras, si no, no.

–¿No te enojarías? –Lo interrogó con miedo a que eso mismo pasara.

No quería problemas de celos.

–Si vale la pena, no.

–Bueno, entonces nos ponemos de acuerdo cuando me llames, pero me llamas, ¿de acuerdo?

–Sí… –respondió riéndose.

La risa de Nico se escuchó por toda la oficina. Su padre se acercó, le acomodó el flequillo con los dedos y lo abrazó, despeinándolo después. Nico gritó, exasperado. No le gustaba que lo despeinaran. Sin embargo, esa vez perdonó a su padre y se salió de esa habitación con una enorme sonrisa pintada en los labios.

Sacó otra fresa y se la metió a la boca, deseando acabárselas todas ahí mismo para dejar el tazón en manos de la secretaria personal de su padre, así que se quedó unos minutos más ahí, comiendo tranquilamente.

Mordió la última y agarró la manzana para guardársela en la chaqueta, dejó el tazón con la regordeta mujer que conocía desde años atrás y se dirigió al ascensor para bajar. El sonido sonó, avisando que las puertas se abrían, y de éstas salió Oliver. Sus miradas chocaron por primera vez en varios días, Nicolás le sostuvo la mirada, luego mordió de nuevo la fresa y caminó hasta el elevador, pasando por un lado de su esposo e ignorándolo totalmente, como antes, o peor.

Oliver se dio la media vuelta, pero antes de que pudiera protestar, las puertas del ascensor se cerraron y Nicolás ya se había ido. 

Ha como pudo, Yael fue hasta la oficina de su amigo, respiró profundo y entró.

–¿Qué ha sido eso? Incluso lloraste –Salomón le preguntó –. ¿No qué tenías todo bajo control? –Le insistió, torciendo una sonrisa burlona.

Al mayor le parecía gracioso burlarse de Oliver… Tan gracioso que disfrutaría verlo todo desesperado. Salomón confiaba en su hijo y en la situación, pero era inevitable no reírse de los gestos que su amigo hacía cada vez que algo dramático sucedía.

–No te burles, esto es muy serio –Oliver discutió, alzando las dos manos, molesto y deprimido –. Sabía que él se portaría así, pero no imaginé que se sintiera tan horrible –comentó con sinceridad.

Salomón se burló otra vez de él.

–Solamente te voy a pedir que no lo presiones. Te prohíbo que lo canses emocionalmente. No lo acoses, Oliver. No quiero que te acerques a mi hijo si él no quiere. –Se lo dejó en claro, apuntándolo con el dedo.  

–Dame su nuevo número de celular.

–No. Te lo acabo de pedir. ¡No lo acoses!

El ceño de Oliver se frunció.

–Si él me odia no me lo perdonaré nunca ¿No lo entiendes? –Miró a su amigo y entornó los ojos para evitar volver a llorar –. Yo no quería perderlo de esta manera.

–Tú lo decidiste así. ¿Qué pasa? Antes estabas tan seguro, siento que lo que estás haciendo está por buen camino. Es lógico que mi hijo te odie, así que sopórtalo, así como él está haciéndolo con estar solo. No sabes las crisis que Nicolás ha tenido, así que acepta su odio. Esto pasará.

Sin importar que su corazón doliera, Oliver dijo que sí, aceptando también la realidad. Tenía que seguir igual de fuerte. Tenía que confiar en Nicolás y en sus decisiones.  No podía echarse para atrás cuando todo parecía estar sanando para Nico.

Saliendo de con Salomón, iría a buscar al chiquillo, aunque su amigo se lo prohibiera. Necesitaba al menos hablar con él y decirle lo tanto que lo quería. No importaba dónde estuviera,  lo buscaría hasta por debajo de las piedras.  

Al menos debía dejarle en claro que lo seguía amando y que estaba orgulloso de él por haber dado un gran paso con su padre. 

Notas finales:

TÓMALA, PINCHE OLIVER...

JAJAJA pinche Salomón es un loquillo... pero bueno, si no hay Bullyng no hay amistad... 

 

Nicolás está muy enojado con su esposo, tanto que no lo quiere ni ver. Aww :C Pero tenía que pasar... Pero debo decir que me encantó la actitud del gatito... 

En el próximo capítulo saldrá el nuevo personaje :O ¿Ustedes creen que Oliver encuentre a Nico y le diga algo?  ¿Qué creen que pase ahora? 

Esto está tranquilo, lo sé... ya quiero echarle salsa a los tacos, pero no es hora :C siento que no es hora. Ya quiero que Nico se entere de que está embarazado, pero no es hora. Confíen en mí, por favor. 

Otra cosa.. No estoy segura, pero creo que el próximo fin de semana no podré subir capis. Pero no sé... igual saben que no abandono la historia :) Y trataré de subir capi el otro sábado y domingo. 

 

 

 


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