Capítulo 27
“Besos de amor”
1 de marzo
Impaciente, Nicolás se levantó de la cama, viendo de re ojo el reloj electrónico que estaba a su costado derecho. Eran las seis de la mañana, Oliver seguramente estaba duchándose, pero eso realmente no importaba. Lo que le importaba era tomarse la foto que pondría en su álbum, la cual tendría por nombre “15 semanas de embarazo”
Desde que supo que estaba embarazado se había prometido tomarse una foto casa mes para ir viendo sus cambios. Y esa mañana eso mismo hacía. Se paró frente al espejo, de perfil y con su teléfono celular capturó su vientre. Luego se miró un poco, acariciando desde arriba hasta su ombligo.
El comienzo de su barriga iba justo debajo de sus senos, como una montaña, hasta curvearse como un gran globo en su cintura. Su barriga era bonita, se lo dijo mentalmente al vérsela en todos los ángulos posibles.
Dejó de visualizarse al escuchar que Dominik comenzaba a llorar. Rápido, fue hasta la habitación de los niños y los encontró semi despiertos, Dominik repleto de lágrimas y Berit todavía recostada, pero a punto de llorar también. Se dirigió hasta ambos, cargando primero al niño, buscando tranquilizarlo. Luego cargó a la niña, teniendo de ese modo a los dos chiquitines en brazos, uno del lado izquierdo y el otro del derecho. Caminó con ellos hasta su recámara, encontrándose con Oliver con el cabello mojado y el bóxer puesto, aviso de que evidentemente había salido de la regadera.
—¡¿Qué se supone que estás haciendo?! —Tronó desde su lugar, viendo que Nico se acercaba lentamente —. ¡¿Si te prohibieron cargar a los niños en tu estado, entonces por qué lo estás haciendo?! —Escucharlo gritar fue desconcertante para Nico. Había pasado mucho tiempo desde el último enojo de Oliver y justo ahora lo regañaba, le gritaba. Y no estaba precisamente preparado para escuchar gritos. Nicolás había comenzado a sensibilizarse desde la semana trece y no soportaría ningún reproche.
Seguido de su fuerte voz, Oliver le quitó a los niños y los cargó, uno en cada brazo, extendiéndoles la mano en la barriga, justo dejándolos de frente. — ¿Por qué demonios eres tan descuidado? ¡¿Tienes idea de que pudiste poner en peligro a los bebés que vienen en camino?! ¡¿Estás al menos consciente?!
—¡¿Qué se suponía que hiciera?! ¡Estaban llorando, Oliver! ¡Y tú estabas tomando una maldita ducha! ¿Qué se suponía que yo hiciera? —Levantó las manos, horrorizado, mirando lo enojado que estaba su esposo —. ¡Y no me grites, no quiero que me grites!
—Pudiste haberlos dejado llorando —sin gritos, el más grande le espetó.
—¡No puedo hacer eso! ¡No me gusta que lloren y lo sabes, cómo puedes pedirme algo así! En todo caso, yo soy el que está esperando, sé lo que tengo que hacer, ¿por qué demonios me tratas como si fuera un tarado? ¡No soy un niño, no lo soy, maldita sea!
Furioso, Oliver fijó los ojos en él, tratando de leerlo, pero simplemente notaba que ambos estaban enojados, muy molestos el uno con el otro.
—¡Pues tus actos dicen todo lo contrario! ¡Si no quieres ser un niño entonces no actúes como uno y listo! Porque ahora…pareces uno. Eres un descuidado de lo peor, ¿puedes realmente cuidar de ellos? ¿De tus propios hijos?
Nicolás conocía a su esposo, sabía que era muy perfeccionista y que se preocupaba por las cosas mínimas, también sabía que cuando se indignaba decía muchas cosas hirientes. Y porque lo conocía sabía que luego buscaría reconciliarse. Estaba seguro que todo lo que decía era por el calor del momento y tal vez cierto. Oliver era muy duro con sus palabras, pero eran ciertas. Los niños estaban pesados y pudieron haberle pateado la barriga, pero no pensó eso hasta luego de escuchar los gritos de Oliver. Su embarazo era de alto riesgo y era pasable que Oliver se pusiera furioso si algo llegara a salir mal. Pero Nico quería darle un susto para quitarle la manía de ser hiriente algunas veces cuando estaba enojado, eso al menos lo mantendría entretenido durante su embarazo.
—Ya veo —soltó Nicolás con bastante ironía —. Vamos a dejarlo entonces, ¿sabes? Si no te gusta estar con un niño como yo, entonces puedes irte a la mierda y dejarme en paz. No me interesan las personas que hieren a otras cuando están enojadas —al finalizar salió de la recámara, llamando inmediatamente a su padre para que lo fuera a recoger.
Nicolás estaba al tanto de que era un descuidado, pero sería bastante interesante darle su merecido a Oliver. Durante su embarazo pelear con Oliver había sido lo más interesante y simplemente esperaba por una reconciliación impresionante.
**
—¿Entonces te fuiste a casa de tu padre con los niños, y Wolff se quedó como muerto en vida? —Kelle se le acercó mucho, viendo que Nico sonreía como un estúpido.
—Simplemente quiero que deje de decir palabras hirientes cuando está molesto. No me molesta que me las diga a mí, ¿Sabes? Yo ya estoy acostumbrado, desde que conocí a Oliver vi lo exigente que era y de hecho durante la luna de miel dijo que se había arrepentido de haberse casado conmigo. ¿Quién mierda dice eso en la luna de miel? Pero así es cuando está enojado, cuando se enoja tiene razón en lo que grita, pero es hiriente. Cuando los niños sean grandes quiero que Oliver nunca les diga algo hiriente. Simplemente quiero arrebatarle eso, pero es demasiado divertido pelear con él. Hacía bastante tiempo que no nos gritábamos, creo que ya hacía falta.
—Oye, ¿tienes fiebre o algo? —Kelle posó su mano en la frente del pelirrojo, evidenciando que estaba a buena temperatura—. Pero tienes razón, Oliver es muy duro cuando está molesto.
—Incluso, cuando nos conocimos y comenzamos a tener citas, recuerdo que me recordó lo mierda que era. Me lo dijo en la camioneta, con las puertas cerradas, y su voz sonaba tan hiriente, que esa vez lloré. Y sinceramente necesitaba que alguien me dijera lo mierda que era para poder comprenderlo —contó, mordiéndose el labio inferior, rememorando todo.
—¿Y él vio que lloraste?
—Recuerdo que sí, trató de disculparse, pero yo estaba tan enojado que me metí a mi casa y lo ignoré. Al día siguiente fue genial, estaba demasiado preocupado porque yo seguía molesto por sus palabras y estaba evitándolo. Oliver es bueno para pelear, pero más bueno es para buscar reconciliaciones, por eso lo amo —suspiró enormemente, haciendo a Kelle suspirar también, como enamorada.
—Ustedes son la pareja perfecta, son el uno para el otro.
Nico simplemente sonrió, recordando la manera en que se habían conocido. Había sido lo más jodidamente extraño, pero realmente había valido la pena.
—Oliver es demasiado bueno, si no fuera por él jamás hubiera recordado todos los sueños que tenía. Si él no me hubiese dejado aquel día, yo no me hubiera acercado a mi padre para hacer las paces con él. Yo en ese entonces sólo quería hacerlo feliz, sin pensar en mí, sólo pensaba en lo que yo podría hacer para hacerlo sonreír… —musitó, deteniéndose cuando su teléfono comenzó a sonar. Eran las seis de la tarde y habían pasado más de diez horas desde que peleó con él. Estaba seguro que le llamaría por teléfono, por eso lo tenía a un lado.
Conocía perfectamente bien a Oliver. Y ya podía imaginarse lo que le preguntaría inmediatamente al contestar –por sus hijos y por él-: «¿Ya cenaron? ¿Cómo te sientes? ¿Cómo están los niños?»
Lentamente, descolgó, llevando el móvil a su oreja.
—¿Sí?
—¿Cómo te sientes? ¿Cómo están los niños?—Nico sonrió, sabía que preguntaría eso—. ¿Ya cenaron? —Sin dudarlo volvió a sonreír. Definitivamente eran la pareja ideal.
—Estoy bien, lo niños ya cenaron, ¿Qué tal tú?
Oliver respiró ruidosamente por la otra línea, sintiéndose relajado de que al menos Nico le contestara y no lo evadiera.
—Te amo, los amo —continúo. Nico ya sabía que diría: «Los necesito» «Quiero verlos ahora mismo» «Los he extrañado tanto». Y sonrió cuando Oliver se las dijo en el mismo orden tal y como había supuesto —: Los necesito, quiero verlos ahora mismo. Los he extrañado tanto.
Sí. Eran absolutamente el uno para el otro. Eran una verdadera familia, porque aunque no estuviesen viéndose a la cara sabían lo que pensaba el otro.
—¿Ya se te quitó lo gritón? —Nico recostó su cabeza en la almohada, viendo que Kelle abandonaba la habitación para dejarlo hablar con libertad. Los niños estaban dormidos en la cama, junto a él.
—Estaba preocupado. No quiero que nada te pase, ni a ti ni a los niños, algunas veces eres descuidado, por eso me preocupo. Lo que más deseo es que las cosas estén bien, quiero que estés bien. En estos momentos estoy afuera de tu casa, Salomón me prohibió la entrada.
—Se enojó porque me gritaste y me dijiste…—prefirió callar—. Lo único que quiero es que cuando te enojes no llegues a decir cosas que hieran a los niños. Sé que no lo haces con malicia, te conozco y siempre cuando te enojas o estás preocupado hablas duramente. Quiero que cambies eso, y yo pensaré antes de actuar.
Rudel lo entendía, por eso cambiaría eso de él.
—Lo cambiaré —prometió—, lo siento, amor. —De los labios de Noah salió una risilla. No pudo evitar recapitular cuando antes Oliver era muy duro con él, ahora Nico podía hacerlo doblegar fácil.
—Voy a bajar a abrirte, espera un momento.
—Si estás en el segundo piso ten cuidado al bajar las escaleras
—Sí, sí —Nico lo calló, emocionado, sin todavía colgar el teléfono.
Al llegar a la puerta y girar la mancuerna, se encontró con su esposo. Tuvo que mirar hacia arriba para verlo a los ojos. Oliver no sonreía, parecía tenso, pero aliviado al ver a su chiquillo. Ambos despegaron los teléfonos de sus orejas para colgar.
De la nada y con fuerza, Nicolás apretó su mano derecha, formando un puño que usó para golpear a Oliver en el brazo. — ¿No me vas a abrazar? —Sermoneó, dándole otro golpe, esta vez acariciándolo después de dar el manotazo.
Oliver no dijo nada, simplemente abrió los brazos y jaló suavemente al chiquillo, envolviéndolo dulcemente. La barriga impedía que sus cuerpos quedaran completamente compactados, pero aun así Oliver le besó el pelo mientras lo sostenía.
Sin separarse todavía, el pelirrojo decidió romper el hielo:
—Creo que van a ser niños, algo me lo dice. —Para asegurarse de su predicción llevó una mano a su barriga, descubriendo que Oliver ya lo acariciaba lentamente ahí.
—¿De verdad? —Nico asintió rápido, notando cómo Oliver se separaba y acunaba con las manos su rostro, esparciendo sus dedos por sus mejillas hasta juntar sus labios en un beso puro, labios sobre labios, sintiendo la suavidad —. Te amo.
—También te amo —susurró, recibiendo otro beso corto. Chocaron miradas, azul contra grisáceo, y fue entonces que ‘ese’ algo los obligó a unir sus bocas de nuevo, al mismo tiempo, sintiendo sus respiraciones y lo acelerados que estaban sus corazones.
Besos de amor. Besos de reconciliación.
No había nada mejor que eso.